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Edición N° 35 - primavera 2004

Desmanicomialización: "Hacia una transformación de los Dispositivos Hegemónicos en Salud Mental"

Por:
Lucía del Carmen Amico
* (Datos sobre la autora)


Introducción

La intencionalidad de este trabajo, realizado como último requisito para la aprobación de la Carrera Licenciatura en Trabajo Social, es abordar la temática de la Salud Mental y la Institucionalización de la locura.

El estudio bibliográfico de la temática permitió identificar algunos interrogantes que constituyen la asistencia de la salud/enfermedad mental: ¿Cómo inciden las alternativas de atención en salud mental existentes, frente al problema de la locura institucionalizada?. Lo cual posibilitó elaborar la siguiente hipótesis de trabajo: Las alternativas de atención en Salud Mental inciden positivamente frente a la problemática de la locura institucionalizada.

De esta manera, el objeto de estudio para el análisis y comprensión de la temática son las alternativas existentes al manicomio para la atención de los enfermos mentales.

Para construir el marco teórico se plantearon los siguientes interrogantes: ¿Qué se entiende por salud mental?, ¿Cómo han ido evolucionando las concepciones y prácticas dominantes en relación con la enfermedad mental en distintas épocas?, ¿Qué se entiende por institucionalización?, ¿Cuáles son los efectos de la institucionalización en el paciente?, ¿A que hace referencia él termino “desmanicomializacion?", ¿Qué influencia tuvieron las diferentes tendencias antimanicomiales?, ¿Cómo influye la relación grupo familiar- sistema de salud- paciente en el tratamiento de la salud mental?
Desde el Trabajo Social, ¿Cómo es la intervención social en salud mental? ¿Qué posibilidades y alternativas ofrece la comunidad a un enfermo mental?. ¿Cuál es la situación actual de la salud mental en Argentina?.

Los objetivos que pretendo alcanzar son:

  • Recuperar el proceso histórico de la atención en salud mental
  • Conocer las diferentes concepciones, prácticas e instituciones en salud mental.
  • Analizar el concepto de “institucionalización”.
  • Analizar los efectos de la “institucionalización” en el enfermo mental.
  • Explicar el concepto de "desmanicomialización".

  • Explicar la relación familia- hospital- paciente.
  • Analizar la intervención del Trabajo Social en el área de salud mental.
  • Identificar las diferentes alternativas existentes para la atención del enfermo mental.

Considero importante abordar el problema de la salud mental y la institucionalización, puesto que, a través del tiempo, persiste en el imaginario social, el prejuicio de peligrosidad y en consecuencia el confinamiento de los enfermos mentales en Instituciones Psiquiátricas para su contención, tratamiento y para preservar el orden social. Esta idea de peligrosidad se constituye en el fundamento de las prácticas que se implementan con el internamiento asilar y la idea de asociar el tratamiento con el aislamiento y la segregación social. Se funda así una trilogía: El juicio de peligrosidad, la necesidad de control y vigilancia asilar, la idea de irreversibilidad y cronicidad. Estos tres aspectos cierra él circulo trágico del internamiento manicomial.

Es necesario profundizar en el conocimiento sobre las prácticas de tipo manicomial para la atención del enfermo mental y tomar conciencia de que estas instituciones, burocratizadas y funcionales al sistema social, a menudo, ejercen relaciones abusivas de poder, coerción, disciplina normalizadora, vigilancia, control y hasta el castigo físico, psíquico y moral sobre los enfermos mentales, detrás de una aparente finalidad terapéutica. Estas instituciones y sus prácticas instituidas en consecuencia, provocan en el paciente una fuerte dependencia a la institución, cronificación, pérdida de identidad, autonomía, desvinculación familiar y social.

Por lo antes dicho, con esta investigación se pretende desde el Trabajo Social abrir interrogantes, cuestionar la institución manicomial, desnaturalizar sus prácticas en el tratamiento de la Salud/enfermedad mental del paciente, demostrar las frecuentes violaciones de los DD.HH. y dar cuenta sobre los efectos que deja la institucionalización en el paciente internado. Al mismo tiempo, demostrar la importancia de las alternativas de atención en salud mental en la comunidad que tienden hacia un verdadero proceso de desmanicomialización.

Capitulo I
1.1. Recuperación Histórica del Tratamiento de la Salud Mental

Para comenzar este trabajo, considero necesario clarificar el concepto de “salud mental”, es decir: ¿A qué se hace referencia cuando se habla de salud o de enfermedad mental?.

La OPS elaboró la siguiente definición: “Salud Mental: Estado sujeto a fluctuaciones provenientes de factores biológicos y sociales, en que el individuo se encuentra en condiciones de conseguir una síntesis satisfactoria de sus tendencias instintivas potencialmente antagónicas, así como de formar y mantener relaciones armoniosas con los demás y participar constructivamente en los cambios que puedan introducirse en su ámbito físico y social”.

Sobre esta definición podría criticar su raíz funcionalista o su referencia a los instintos, apreciar su reconocimiento a la dinámica y objetar su definición de salud mental como un “estado”, señalar que los cambios no se “introducen”, sino que se “producen” y por último abrir un interrogante: ¿Qué diferencia a esta definición de salud mental de una definición de salud en general?.

Salud no puede definirse en forma de una categoría absoluta, objetiva e inmutable. Corresponde construirla y reconstruirla junto a las prácticas. Es por eso que prefiero definir salud como: El máximo bienestar posible en cada momento histórico y circunstancia determinada producto de la interacción permanente de transformación reciproca entre el sujeto social y su realidad.

Partiré por afirmar que la categoría salud mental es de difícil definición. En primer lugar, se trata de un término cuyo contenido es, en gran medida, valorativo. Las distintas evaluaciones de los síntomas y procesos afectivos, cognitivos y del comportamiento utilizados para designar a una persona como sana o enferma, varían según las representaciones sociales y paradigmas científicos dominantes en cada cultura y período histórico.
El que una persona sea considerada como enferma, no sólo depende de alteraciones de su personalidad sino de las actitudes de la sociedad con relación a ese tipo de alteraciones.
Este hecho demuestra la importancia de los valores sociales en la definición de la salud o la enfermedad mental. Así, generalmente, en todas las sociedades se realiza una distinción entre la persona que padece una alteración de su conducta de carácter crónico y la que muestra dichas alteraciones en situaciones socialmente aceptadas y normativamente sancionadas como pueden ser los ritos o los actos religiosos.
Entonces, desde esta perspectiva, un mismo comportamiento puede ser evaluado de distinta forma según el contexto social en que emerge.

En segundo lugar, los procesos psicológicos asociados con la salud o la enfermedad mental pueden ser descriptos de formas diversas según los diferentes modelos psicológicos y médicos. Así, la aproximación médica dominante en la Antigüedad Clásica, hasta finales del siglo XVI, daba una explicación de los desordenes mentales a partir de los trastornos producidos en el cerebro por desequilibrios humorales.

En el siglo XVII se desarrollan interpretaciones naturalistas de la enfermedad mental como la iatrofísica y la iatroquímica. Durante el siglo XVIII los trastornos mentales son considerados como un alejamiento voluntario de la razón que debía ser corregido mediante el internamiento y severas medidas disciplinarias. Aunque los "enfermos mentales" ya no eran quemados en la hoguera, su suerte era aún lamentable durante la Ilustración. Si no eran internados en los hospitales, vagaban solitarios, siendo objeto de desprecios, burlas y maltratos.

De este modo, los enfermos mentales son encerrados y apartados de la vida comunitaria junto con indigentes, huérfanos, prostitutas, homosexuales, ancianos y enfermos crónicos. Según Foucault “La finalidad de su aislamiento no era su tratamiento sino proteger a la sociedad de aquellos que infringían las normas sociales” 1; situación que, en algunos casos persistirá hasta el siglo XX. En el siglo XIX, por el contrario, predominan las explicaciones somáticas de la enfermedad mental; objeto de estudio médico, los desordenes psicológicos eran considerados como una disfunción cerebral que debía ser objeto de tratamiento moral, según los principios establecidos por Pinel 2.

El siglo XX, a grandes rasgos se caracteriza por la influencia del psicoanálisis, la expansión de la clasificación nosológica de las enfermedades mentales, el desarrollo de la neurología, la fisiología y la bioquímica, bases del desarrollo de la psiquiatría organicista, el auge de la psicofarmacología y, finalmente, el inicio de concepciones psicosociológicas de la enfermedad mental. Es necesario aclarar que a los fines de este trabajo no se profundizará en detalle cada una de ellas.

En cuanto al desarrollo socio- histórico de las representaciones populares de la enfermedad mental siguiendo a Alvaro, J.L se pueden distinguir cuatro fases: “La primera consideraría la enfermedad mental como posesión diabólica o inspiración divina 3; La segunda interpretaría la enfermedad como desviación social; La tercera la consideraría como enfermedad física y, finalmente, la concepción basada en diferentes modelos psicológicos y sociogenéticos.” (1992: 1-2) Con esta referencia quiero decir que lo social va a tener una fuerte influencia en concepciones, prácticas e instituciones en el campo de la salud mental.

Desde esta perspectiva, adhiero a aquellos enfoques que consideran que tanto los criterios de salud mental como las representaciones sociales de la salud mental son construcciones sociales. En resumen, la diversidad de modelos explicativos - psiquiatría, modelos psicoanalíticos, sociogéneticos, comunitarios, etc.- y la persistencia de diferentes representaciones sociales de la enfermedad mental hacen inviable un criterio de definición unívoco.

En tercer lugar, y en relación con lo anterior, existen diferentes criterios para la definición de salud o enfermedad mental. Como señala Alvaro, J.L. “Los trastornos mentales pueden ser socialmente reconocidos a través del diagnóstico o de un enfoque epidemiológico en el que el objetivo es dar cuenta del tipo y severidad de los síntomas antes que la clasificación de las personas como mentalmente sanas o enfermas”. (1992:1-2)
Los criterios para el diagnóstico de las enfermedades mentales, si bien varían, tienen en la actualidad, un punto de referencia básico en los criterios de diagnostico del DSM-IV.

El autor citado sostiene que: “Los criterios principales para el diagnóstico son la existencia de sintomatología, el comportamiento social desajustado y la duración prolongada de los síntomas y que las categorías de diagnóstico son, además, mutuamente excluyentes, sin embargo este tipo de detección de trastornos mentales ha sido objeto de críticas ya que, establecen, en ocasiones, una realidad superpuesta a los problemas reales, de las personas”. ( 1992:1-2)

Finalmente, existe también una notable confusión entre los términos salud y enfermedad mental. Ambas categorías no son condiciones que permitan definir a la una como la ausencia de la otra. Una persona puede tener problemas de salud mental y no estar mentalmente enferma. Mientras que los criterios convencionales para definir la enfermedad mental siguen los criterios del DSM-IV, (Manual estadístico y de diagnóstico de los trastornos mentales), los estudios sobre salud mental consideran a ésta como un continúo en el que se reflejan diferentes grados de bienestar o deterioro psicológico.

Algunas investigaciones sobre salud mental, consideran la enfermedad mental no necesariamente como una reacción patológica sino como una respuesta adaptativa ante las presiones del medio cuando otras estrategias de afrontamiento no se encuentran disponibles 4.
Otras investigaciones 5 ponen de relieve los efectos negativos para la salud mental del desempleo o de los procesos migratorios, así como las diferencias entre sexos o clases sociales.

En conclusión, el enfoque de este trabajo sostiene que las categorías salud y enfermedad mental son tanto la expresión de problemas emocionales, cognitivos y de comportamiento como construcciones culturales y sociales, históricamente determinadas, es decir, tienen una carga valorativa que explica por qué las definiciones de lo que es normal y lo que es patológico varían según el contexto y de acuerdo a los enfoques teóricos y criterios de diagnóstico utilizados, las concepciones filosóficas, morales y psicológicas vigentes y los modelos médicos predominantes.

1.2. Construcción Histórica de las Concepciones, Prácticas e Instituciones en Salud Mental.

Las concepciones actuales acerca de la Salud Mental, en especial en cuanto a su construcción histórica, pueden ubicarse junto al origen de la Modernidad. A partir del nacimiento de la psiquiatría signada por el auge de las ciencias naturales y la objetividad científica, bajo la influencia de la corriente del positivismo, la figura del medico aparece como la más efectiva para la búsqueda de la verdad del fenómeno de la locura.

Como he reseñado anteriormente, a lo largo de la historia, las enfermedades mentales, han sido terreno de la magia y la religión, cuestionándose continuamente su condición misma de enfermedades, ya sea atribuyéndoles un origen diabólico, en los tiempos antiguos, o un origen netamente social.

Recordemos que la razón moderna presenta un carácter emancipador es decir, el hombre logra despojarse del dogmatismo de concepciones religiosas, de explicaciones metafísicas y se abren nuevas posibilidades de concebir el mundo y de explicar los fenómenos a través del conocimiento.

Desde entonces, el encierro deja de ser entendido como castigo y se lo empieza a vincular con criterios morales- terapéuticos, sustentado en los valores de la burguesía, que propone una idea de familia, de relaciones entre padres e hijos, una clara vinculación con lo normativo, y en un necesario “reconocimiento del error” y aceptación de los castigos, para que el paciente se acerque a la “curación”. En este contexto el médico llega a ser la figura central, que aparece legitimando al asilo. Como considera Carballeda “en el origen y en la construcción de su modalidad como practica, la psiquiatría se rige alrededor del orden, la autoridad y el castigo”. ( 1995: 3)

Con esta cita no se pretende decir que la psiquiatría sea la culpable de la instauración del manicomio, sino que como lo indica Galende el tema resulta más complejo: “No es solo de los psiquiatras la responsabilidad del manicomio. Es la sociedad moderna quien los inventa, los necesita y demanda a “la ciencia” la solución de ese problema, los psiquiatras solos se prestaron a legitimarlo y a rodearlo de una imagen de racionalidad “científica”. La medicina mental legitima al hospicio: bien o mal, se intentaba hacer de él algo terapéutico”. (1994: 13)

La psiquiatría sustituye lo que anteriormente eran establecimientos de reclusión como espacios de curación y cuidado, sin que la función anterior se borrara completamente. Como dice Galende: “El gran cambio en la práctica terapéutica se introduce por la medicalizacion de la relación de asistencia, pasándose de lo que era un encierro compulsivo y policial con convalidación de la iglesia, a un tratamiento compulsivo de los enfermos.” ( 1990: 5)

Al respecto Foucault considera: “Para el internamiento clásico la locura no existe, queda reducida al silencio... La influencia de Tuke y Pinel se une a la figura del personaje médico; ya no más cadenas ni rejas, ya no es represión, es mirada que vigila, es autoridad que encierra y el rigor de la razón que juzga... La justicia que reinara en el asilo no será la del castigo, sino la de la verdad”. “La ciencia de las enfermedades mentales, tal como se desarrolla en el asilo no será nunca mas que ciencia de la observación y la clasificación”. “El antiguo confinamiento imitaba los castigos de los condenados, usando las mismas prisiones, los mismos calabozos; el asilo de Pinel no imita sus mismos métodos de represión, inventa los suyos, o más bien utiliza los métodos terapéuticos del siglo XVIII y los convierte en castigo”.(1990)

Las concepciones y prácticas fueron evolucionando con el transcurso del tiempo, con relación al tratamiento de la salud/enfermedad mental. Sin embargo es importante comprender que cambia el modus operandi pero la finalidad es la misma. De acuerdo a la racionalidad del momento histórico va a prevalecer determinada concepción y por ende las prácticas e instituciones que le darán forma.
Antes de que la psiquiatría, convierta a la locura en objeto de estudio, llamar “loco” a alguien porque molestaba a los demás, pudiera resultarle fastidioso o denigratorio pero nunca le significaba un calificativo definitivo, justamente por no estar avalado por un diagnóstico psiquiátrico.

En consecuencia, con el diagnóstico psiquiátrico, el loco es reconvertido en enfermo mental y sometido a tratamiento, incluso en contra de su voluntad, ya que la psiquiatría era (y en cierta forma es) omnipotente frente al enfermo mental, cuyo discurso es negado por incoherente y cuya palabra solo sirve para verificar un diagnóstico. De este modo, la psiquiatría creía tener suficientes “armas terapéuticas” para curar a los locos, aunque para ello tuviera que encerrarlos y tratarlos coercitivamente: Choques biológicos e insulínicos, abscesos de fijación, contención mecánica, celdas de aislamiento, lobotomías, altas dosis de psicofármacos, electrochoque, punciones cisternales, etc., diciéndose aplicadas con fines terapéuticos y no disciplinarios.

Por lo tanto, en el transcurso del tiempo, con el diagnóstico y tratamiento psiquiátrico, el loco pierde parte de su condición humana y adquiere el rótulo de enfermo, de simple portador de síntomas de una extraña enfermedad, que debían ser eliminados, porque el loco “era peligroso” y por eso era preciso detectarlo precozmente, separarlo del medio, internarlo, y curarlo.

Al respecto A. Fiaschet (2002) sostiene: “Cuando alguien recibe un diagnóstico y éste pasa al campo institucional, no se conoce el destino de la persona, depende de tantas personas, depende de toda una estructura vertical instituida, que va desde la verticalidad del médico hasta el portero. El proceso institucional, es indefectiblemente, cuando hay una internación, una relación víctima- victimario. La institución no es un lugar de tratamiento, hay muchos intereses políticos, económicos y sociales en juego y una adherencia a cierto control social”.

Esta relación “víctima- victimario” que plantea el autor, se puede vincular en términos de Foucault con: “el conocimiento (la razón instrumental manipuladora) que implica control, dominio y disciplinamiento del diferente, utiliza como medio a las ciencias que lograrían progreso y bienestar... (él medico) poseedor de la razón que se enfrenta a los objetos (el loco), y en ese enfrentamiento manipula, controla, domina al otro, a través del poder y “la verdad” que le da el saber que se desprende de las practicas sociales de control y vigilancia”. (1990: 15 )

Al respecto Galende dice: “La institución manicomial instituye una relación compleja en la que es visible la estructura asimétrica del poder del “especialista” y sumisión del enfermo, quedando al mismo tiempo denegada, y por lo mismo, “invisible”, la dimensión del representante del poder, en su dimensión social, del especialista y la institución, y la de “representado” que asume el paciente. En lo más visible de la relación disciplinaria el poder esta en la posición de sujeto de la enunciación (el especialista) tiene la palabra, la capacidad de nombrar, y por lo tanto el poder que le “otorga” el saber, mientras que el enfermo esta en posición de sujeto del enunciado, ya que “es hablado”, significado por el saber de la disciplina y sus especialistas o, a lo sumo, se limita a responder, si puede y como puede”. (1994: 58-59)

Con relación a esto, considero que la relación víctima- victimario desde el punto de vista institucional la muestran claramente los grandes manicomios en nuestro país, por ejemplo en el Hospital Montes de Oca hay 1200 internados, casi todos marginados. En muchas oportunidades se ha denunciado la venta de corneas y niños a Europa, pero estas cuestiones no se denuncian con facilidad, Porque si uno no tiene pruebas... las leyes son así. Según una investigación periodística, (Revista Gente, 1992) el portero del Hospital Moyano dejaba entrar a la gente de Constitución para seleccionar a determinadas pacientes para tener relaciones sexuales a cambio de dinero en la morgue, ¿Quién lo demuestra?. A la una de la madrugada no estas ahí. En un programa televisivo, hace un tiempo una interna decía “conmigo tuvieron...” y no es de extrañar... Una institución patológica no puede ser continente de ningún problema conflictivo.

En muchas instituciones, no se hace seguimiento científico de los pacientes, no se abren las historias clínicas. La institución psiquiátrica no debería existir, porque no cumple ninguna finalidad. Hay 14 estatales y no sé cuantas privadas, 14.000 internados que les cuesta al Estado 100dolares cada uno: de los cuales ellos no reciben ni comida, ni ropa, reciben hambre, (600 calorías diarias), es mas, la gente que trabaja allí y gana un sueldo módico, la mayoría tienen regias casas. Entonces, que hacemos cuando vemos una sociedad que esta contenta porque los paredones no permiten ver lo que hay adentro, la marginación es el camino de generar la tranquilidad al establishment. Entonces ¿Quién paga las consecuencias?. El último escalón, que es víctima, el menos poderoso: el paciente.

Otro autor considera 6: “ los dispositivos de dominio social no se reducen ya, a procedimientos represivos, en cambio se asiste a mecanismos y tácticas de poder mas finos, sutiles, “neutros”: Se trata de la implantación de sofisticados dispositivos de control, clasificación, categorización, señalamiento, etiquetamiento, sometimiento a exámenes e intervenciones y normativización que lejos de operar mediante la represión, neutraliza los focos de problematización social a través de una infiltración, en el tejido social, de tecnologías manipuladoras, y esquemas de intervención adoctrinantes. Estrategia que lo social se da para coaccionar sobre todo aquello que considere energías inútiles, conductas irregulares, en fin, frente a todo aquello que desestabilice las bases más sólidas del sistema”.

En síntesis considero que, la psiquiatría, destinada a dar convalidación científica al manicomio, quiso “apropiarse” de la locura de un modo monopolista y la desenraizó del contexto en que emergía, convirtiéndola en enfermedad mental. La enfermedad mental fue considerada como un “desorden interior” de quien la padecía, que podía producir “desorden exterior” en la sociedad. Por eso era preciso corregir ese desorden interior, sobre todo para normalizar la conducta desviada y restablecer el orden social.

Claramente se deducía la ideología conservadora y reaccionaria de aquella psiquiatría que desempeñaba una importante misión de “defensa social”, aunque utilizando un hábil disfraz médico. Catalogando a los perturbados y “perturbadores mentales” como enfermos, y tratándolos como tales, los colocaba en una posición de inferioridad social y de dependencia al manicomio.

1.3. Manicomios: Paradigma del disciplinamiento, de la segregación y el control de la marginalidad.

En esta parte haré una breve referencia a las instituciones psiquiátricas y a los modos de atención de la salud/ enfermedad mental y a la situación social del paciente internado.
Concretamente, hablar de enfermedad mental es referirse aquellas instituciones de control social (entramadas a la ideología del sistema de producción y cultura que reproducen) en donde los enfermos eran y, desafortunadamente, aún son abandonados a sus suertes, o a su desgracia.

Manicomios, loqueros, hospicios son los nombres para llamar en lenguaje popular a los hospitales neuropsiquiátricos (a cargo del Estado). Lugares de internación, confinamiento y reclusión para pacientes de bajos recursos económicos, demasiado alborotadores y/o incontrolables para la sociedad. Estas son instituciones frecuentemente estigmatizantes, aisladas geográfica y socialmente y en ellas se violan por lo general, los derechos humanos de los pacientes. Sanatorios o clínicas psiquiátricas (privadas) en cambio es la denominación habitual para las instituciones que albergan los mismos tipos de pacientes que gracias a sus altos recursos económicos, pueden ser recluidos, generalmente, con menos hacinamiento, en barrios más residenciales y con una atención mas personalizada.

1.3.1 La Función del Manicomio en la Modernidad.

Desde una perspectiva histórica, el surgimiento del manicomio se puede ubicar a fines del siglo XIX sostenido por los valores de la modernidad y bajo la influencia sociocultural del positivismo. En 1880 estamos en presencia de la constitución del Estado Nacional, la inserción del país al modo de producción capitalista mundial impulsado por la generación del 80, la inmigración extranjera, el crecimiento urbano y la incipiente industrialización.

El Estado generado a partir de 1880 consideraba al sujeto de su acción social un “sujeto de tipo moral” sobre el que había que influir con el objetivo de mejorar su calidad de agente económico.

En este contexto, el manicomio se constituye como un dispositivo disciplinar del Estado para dar una respuesta científica, moralmente adecuada e institucionalmente organizada a la presencia social de la locura. Como lo mostró Foucault en su ensayo sobre la locura, la sociedad moderna priorizó el orden y la limpieza social, separando del espacio público lo que provocaba desorden.

Con relación a ello Galende expresa: “El manicomio fue desde el comienzo la torre de los pobres, el lugar donde ocultar lo que afeaba el espacio público de la sociedad; Se trata de practicar el ideal del orden por medio de la segregación de la marginalidad, el control y la disciplina. El manicomio marca el límite interior-exterior. El muro restablece la polaridad de los espacios públicos y privados”. ( 1994; 68)

De este modo, el objetivo original del establecimiento manicomial fue dar un lugar definido de contención a la locura, la diversidad y la marginalidad improductiva, es decir al “no trabajo”, para limpiar la ciudad y sostener el sistema, aunque por ello, legitimara la negación de los derechos individuales y permitiese formas de represión agresivas y “legitimadas” socialmente, aplicadas para “curar” al paciente

1.4. Una mirada a las Instituciones Psiquiátricas y la situación social de los enfermos mentales internados: Una aproximación desde el Trabajo Social.

“La enfermedad mental solo puede florecer totalmente en un Hospital Psiquiátrico. Así como una planta alcanza el nivel optimo de crecimiento en la tierra bien abonada, también el enfermo mental logra su mejor desempeño en las salas cerradas de las instituciones totales.” (Jay Haley)

Con relación a las Instituciones Psiquiátricas y la situación social de los enfermos mentales internados, es interesante el aporte de Goffman, quien realiza un trabajo de campo, entre 1955 y 1956, “internado” en un hospital psiquiátrico de Washington, con el objetivo de conocer sobre el mundo social de los pacientes hospitalizados desde su propia experiencia subjetiva. El autor se refiere a las Instituciones Totales, de este modo: “Una institución total es un lugar de residencia y trabajo, donde un gran numero de individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria administrada burocrática y formalmente”. (1980: 13)

En otras palabras diría que, una Institución Psiquiátrica presenta, tendencias absorbentes o totalizadoras simbolizada por los obstáculos (puertas cerradas, celdas, pabellones, altos muros, etc.) que se oponen a la interacción y circulación de los internos con el medio social, estos se sienten inferiores, débiles y menospreciados, en contraposición, al reducido grupo encargado de cuidar de ellos, que cumple generalmente una jornada de ocho horas, y esta socialmente integrado con el mundo exterior.

En cuanto a la relación entre ambos grupos (internos y personal) Goffman sostiene: “Cada grupo tiende a representarse al otro con rígidos estereotipos, por lo que hay una escisión básica entre ambos, la movilidad social es restringida, la distancia social esta formalmente prescrita, la comunicación (aunque es necesaria) de los internos con los niveles superiores es controlada, también se restringe el paso de la información, es característico mantenerlos en la ignorancia de la toma de decisiones sobre su propio destino, este hecho proporciona al personal una sólida base para guardar la distancia y ejercer su dominio sobre los internos”. (1980: 17)

Desde la perspectiva de este autor, "Los hospitales psiquiátricos están erigidos para cuidar de aquellas personas que, incapaces de cuidarse por si mismas, constituyen además una amenaza involuntaria para la comunidad”. (1980: 17)

En otras palabras, la amenaza al orden de la sociedad, percibida por las clases dominantes, genera instituciones para controlar, “ocultar” la problemática de la locura.

Las características centrales de estas instituciones, siguiendo la postura de Goffman pueden describirse de esta manera: “Todos los aspectos de la vida se desarrollan en el mismo lugar, bajo la misma autoridad y en la compañía inmediata de un gran numero de otros, a quienes se da el mismo trato y de quienes se requiere que hagan juntos las mismas cosas. Por otro lado, todas las etapas de las actividades diarias están estrictamente programadas, de modo que una actividad conduce a la siguiente, y se impone desde arriba, mediante un sistema de normas formales y explícitas y por un cuerpo de funcionarios.”(1980: 20)

Los internos de las Instituciones Psiquiátricas tienen todas sus actividades programadas. Con relación al trabajo, cualquiera sea el incentivo propuesto, carecerá de la significación estructural que tiene en el exterior. A veces, se les exige tan poco que los internos con frecuencia no habituados a los pequeños quehaceres sufren crisis de aburrimiento. Las tareas requeridas a menudo se conectan con pagos mínimos, muchas veces ceremoniales, que inducen a los pacientes a permanecer en sus puestos. En otros casos se exige mas que una jornada ordinaria de trabajo y para estimular a cumplirlo no se ofrece recompensas sino amenazas de castigo.

Haya demasiado trabajo o no; el individuo que internalizó un ritmo de trabajo afuera tiende a desmoralizarse por el sistema de la institución, un ejemplo de desmoralización es por ejemplo la práctica corriente de andar “mangueando” de modo de conseguir dinero para gastar en la cantina.

Dado que en el mundo exterior ordinario se trabaja por un salario o por prestigio, la eliminación de estos motivos invalida ciertas interpretaciones de la actividad. En los hospitales psiquiátricos, generalmente se encomienda a los pacientes tareas simples, como rastrillar las hojas, servir la mesa, ayudar en el lavadero y lavar pisos. Aunque el carácter de estos quehaceres derive de las necesidades de trabajo del establecimiento, la versión que se le da al paciente es que con su ayuda volverá a aprender a vivir en sociedad, y que el empeño que demuestre en su cumplimiento se tomaran como evidencia de su mejoría. Es posible que el paciente mismo perciba el trabajo desde este ángulo.

Con estas citas pretendo señalar las particularidades que presentan las Instituciones Psiquiátricas en relación con el paciente internado, y remarcar que, el ingreso y la permanencia en estas instituciones marcan profundamente la vida de estas personas. Como considera O. Saidon: “Ningún sujeto sale intocado de una institución. La experiencia institucional deja huellas en los individuos. Tanto de los pacientes como también de los integrantes del equipo terapéutico”. (1991:1)

Retomando los trabajos de Goffman, cuando el paciente es despojado de lo que él llama su “cultura de presentación”, que es el bagaje cultural con el cual cada individuo se maneja en su mundo habitual, otra modalidad de vida cotidiana es construida y signada ahora por la institución. Un aspecto que analiza el autor con mucho detalle es el de las agresiones psicológicas, cómo se mortifica habitualmente y por distintos procedimientos la identidad subjetiva del interno “el ingreso a un hospital psiquiátrico implica una mutilación al “Yo”: anulación del rol social, desfiguración personal, obediencia, humillaciones en el trato con los superiores, desposeimiento de posesiones u objetos personales, uniformización, alimentación reglada, imperativos de confesar la vida privada en público, contaminaciones, control de movimientos (inmovilización, celdas especiales), violaciones de la intimidad, profanaciones, degradaciones, castigos y amenazas, malos tratos, estigmatización, etc. En efecto, es evidente los efectos devastadores que todos estos rituales de agresión tienen sobre el interno. Así se comprende claramente que estas estrategias no pueden ser beneficiosas para la salud mental, sino todo lo contrario.

En consecuencia, la institucionalización provoca en el paciente psiquiátrico una fragmentación, un estigma y deterioro en la construcción de la identidad por la etiqueta institucional y la marginación social. De este modo, la internalización de nuevas reglas, la pérdida de autonomía, de singularidad como individuo y la masificación van a marcar su trayecto de vida dentro de una institución psiquiátrica.

Como sostiene Galende: “Al individuo institucionalizado nada le es permitido conservar como propiedad, su circulación controlada; renuncia a la privacidad; intimidad impedida (el baño en común y sin puertas, las funciones corporales a la vista, las puertas sin su control, la habitación compartida, etc.) y la perdida de su singularidad como individuo, equivalente a un estado de fusión- confusión con el otro. (Desde el número o diagnóstico que reemplaza al nombre propio, la perdida de la libertad, de los derechos civiles, etc.)” (1994: 15)

Considero que cuanto más tiempo permanezca un paciente internado más embarcado estará en la carrera de enfermo mental. Por lo demás el estigma que acompaña a todo individuo que ha estado institucionalizado, a menudo afecta su búsqueda de trabajo, y su desempeño en la sociedad.

Este análisis que realizo Goffman sobre las Instituciones Totales y la situación de los pacientes, en ese contexto, se puede trasladar a la situación de los enfermos mentales internados en los grandes manicomios de nuestro país: Las condiciones de vida son similares. Estas referencias muestran claramente el carácter disciplinario y hasta iatrogénico (en la forma de cronificación) que ejerce la institucionalización sobre la situación social del paciente.

Cabe aclarar que no es objeto de este trabajo hacer un análisis institucional, pero con relación a las instituciones, Faleiros, desde un análisis político (refiriéndose a las instituciones sociales) sostiene: ...“son organizaciones específicas de políticas sociales que ocupan un espacio político en los nudos de las relaciones entre el estado y la sociedad civil. Son parte de la red, del tejido social implementado por las clases dominantes para atrapar al conjunto de la sociedad”. (1986: 7)

Del mismo modo este autor señala: “Las instituciones sociales se presentan con una apariencia humanista como una forma de ser aceptadas por las clases dominadas. La apariencia humanista esconde el uso de la violencia y la coerción en la búsqueda del consentimiento, ésta se ejerce en forma social, psicológica, moral, utilizándose las presiones derivadas de la situación de autoridad, disciplina y conocimiento”. (1986: 13)

La autoridad profesional puede imponer al cliente (colocado en una posición pasiva) el diagnóstico y la solución que el profesional encuentra en el reglamento y en sus conocimientos técnicos. Si el cliente no acepta las normas queda excluido de los posibles “beneficios”. Si se integra a las normas de la institución queda socialmente excluido, institucionalizado como “cliente”, marcado por las etiquetas profesionales y hasta confinado por la misma institución”. (1986: 15)

Desde la perspectiva del Trabajo Social el análisis de este autor muestra claramente la ideología y la función coercitiva y moralizante de las instituciones de control social. En este sentido la intervención del Trabajo Social apuntaba a la justificación de las relaciones dadas, al disciplinamiento, al ejercicio del control social, a la naturalización y legitimación de las desigualdades de la sociedad. Su legitimación como profesión estuvo ligada a las necesidades de un Estado que debía mantener el “orden social”.

El control social es ejercido a través de relaciones directas, expresando el poder de influencia de determinados agentes sociales e institucionales sobre el cotidiano de vida de los individuos, reforzando la internalizacion de normas y comportamientos legitimados socialmente, para la obtención de consentimiento de los dominados y oprimidos socialmente, adaptándolos al orden vigente.

Afirma Faleiros: “La institución se vuelve una patrulla ideológica de la vida personal y social del usuario. Este control se realiza a través de entrevistas, visitas, interrogatorios, vigilándose sus acciones y comportamientos. Todo es investigado despojando “de sí mismo” a los individuos, colocándolos a merced de quien controla la información sobre ellos y ejerce una influencia preponderante en sus decisiones".(1986: 11)

Teniendo en cuenta que el Trabajo Social se institucionaliza dentro de la división social y técnica del trabajo, para implementar políticas sociales especificas llevadas a cabo por organismos públicos y privados, para la operacionalización de medidas instrumentales de control social, el empleo de técnicas y tecnologías sociales es ampliamente utilizado, como medios de influenciar la conducta humana, adecuándolos a los estándares legitimados de la vida social manipulando racionalmente los problemas sociales, previniendo y canalizando la eclosión de tensiones por los canales institucionales establecidos oficialmente.

Las situaciones conflictivas y las desigualdades son vistas como desvíos que deben ser controlados institucionalmente según parámetros técnicos. Los factores vistos como problemáticos son transferidos de la estructura social para los individuos considerados como responsables por su ocurrencia. Consecuentemente lo que debe ser cambiado son los hábitos, actitudes y comportamientos de los individuos, teniendo en vista su ajuste social, contribuyendo así para remover "obstáculos " al "crecimiento económico".

Adhiero al planteo de Iamamotto, quien dice: “ Los organismos institucionales dependen de la adhesión, de sus agentes para la consecución de las metas y estrategias de clase que implementan. Si el Trabajador Social debe responder a las exigencias de la entidad que contrata sus servicios, él dispone de relativa autonomía en el ejercicio de sus funciones. El Trabajador Social puede limitarse a responder a las exigencias del empleador, confirmándole su adhesión, o lanzarse en el esfuerzo conjunto del colectivo profesional aliándose a los sectores dominados, de proponer y concretizar una dirección alternativa a aquella propuesta por los sectores dominantes para la intervención”. ( 1997: 130-139)

Capitulo 2

2.1. Efectos de la Institucionalización: “Hospitalismo” y DD.HH.

...Puedo escribir los versos más tristes...


estas como ausente
y me oyes desde lejos
y mi voz no te toca
parece que los ojos se te hubieran volado
te pareces a la palabra melancolía
estas como distante
tu silencio es de estrella
tan lejano y sencillo... (Pablo Neruda)

Teniendo en cuenta la situación de los enfermos mentales internados en Instituciones Psiquiátricas, afirmare que, el aislamiento de los enfermos mentales y su reclusión en los manicomios de ninguna manera favorece la salud, sino que concurre al deterioro de las personas en función de su marginación familiar y social.

Por otro lado, en estas instituciones donde aún existen pacientes con muchos años de internación, se encuentran personas que lo que muestran como patología no responde a los síntomas propios de lo que constituyó su padecer mental inicial, sino a los efectos de la institucionalización, la que planteada supuestamente "por el bien del paciente" les acarreó como consecuencia, desvinculación de los lazos familiares y sociales, pérdida de su identidad y de autonomía. 7

Esta situación se conoce como “Hospitalismo”, según Spitz (1945) o “institucionalismo psiquiátrico” y hace referencia a “ aquellas conductas que manifiestan los individuos a partir de la permanencia continuada en las instituciones, caracterizado por apatía, falta de iniciativa, perdida de interés, sumisión, falta de expresión de sentimientos, incapacidad para planificar, deterioro de los hábitos personales, pérdida de la individualidad y aceptación resignada de la realidad.8

Como expresa Foucault en su texto clásico sobre la locura: “el enfermo se ve afectado por el espectáculo deprimente de un hospital al que todos consideran como “el templo de la muerte”.
La melancolía del espectáculo que lo rodea, las contaminaciones diversas, el alejamiento de todo, agrava el sufrimiento del paciente y terminan por suscitar enfermedades que no se encontrarían espontáneamente en la naturaleza, porque parecen creaciones propias del hospital. La situación del hombre hospitalizado comporta enfermedades particulares, una especie de “hospitalismo” anterior a su definición. En efecto, ninguna enfermedad de hospital es pura, el hospital es creador de enfermedad
”. (1993; 119-120)

Por otra parte, considero que, los efectos de la institucionalización y en general, las prácticas institucionales de “atención” al enfermo mental, muestran una incuestionable violación a los Derechos Humanos. Alcanza con explorar Internet, diarios, revistas o simplemente programas periodísticos de investigación, para comprobar que esta modalidad de atención es perjudicial para el paciente.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, es el primer referente al que recurro y en su articulo 3 dice “Todo individuo tiene derecho a la vida; a la libertad y a la seguridad de su persona”.

La misma es una definición general sin condiciones ni excepciones, de la que emergen ya no solo derechos sino también obligaciones referidas a reconocer en los demás este derecho que nos pertenece a “ todos los individuos”.

Lo mismo puedo afirmar respecto del articulo 5: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. La misma existencia de las que Goffman llama “Instituciones Totales “ es contradictoria con este articulo.

El articulo 7 dice textualmente Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación”. Aquí esta planteada una generalización que hace ya no solo a deberes individuales de respeto; sino a exigencias antidiscriminatorias hacia el conjunto social. Basta conocer el trato expulsivo y segregador de los que son víctimas los pacientes institucionalizados para ver como esta disposición, que obliga a los Estados miembros, se viola sistemáticamente.

El articulo 12 dice “Nadie será objeto de ingerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación”. ¿Cómo compatibilizar esta disposición con las diarias ”injerencias“ de “arbitrarias” disposiciones judiciales, gubernamentales, policiales y medicas sobre la vida de los enfermos mentales, que, aunque todavía cueste aceptarlo, son parte del sustantivo “nadie” con el que se encabeza este articulo?

El articulo 17 define ”Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad”. Es lo que silenciosa y naturalizadamente viene sucediendo desde siempre con los depositados en manicomios, víctimas por acción u omisión de decisiones que transgreden todo Derecho Humano.

La Organización de las Naciones Unidas por la resolución 46/119 (1991) fija los principios de “La protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la Salud Mental”. Cuyo principio 13 establece: “Todo paciente de una institución psiquiátrica debe tener en particular el derecho a merecer el respeto en cuanto a: Reconocimiento en todas partes como persona ante la ley, intimidad…” y más adelante: “No debe explotarse la labor de un paciente de una institución psiquiátrica”.

Resulta imposible compatibilizar estos principios con la despersonalización, deshumanización e institucionalización que sufren miles de seres humanos en las instituciones manicomiales; con la promiscuidad y la obscena exhibición de la locura que se practica en dichos lugares; o con pacientes que hacen de enfermeros de otros pacientes; pacientes que hacen de carceleros de otros pacientes; pacientes que participan de circuitos perversos de comercialización en los manicomios; pacientes que logran algo haciendo trabajos no remunerados en corredores, baños y habitaciones; pacientes que lavan coches en las playas de estacionamiento de los hospitales a cambio de algunas monedas y “palmaditas”; el trabajo como manera de pagar la depositación e institucionalización. En otras palabras: desnaturalización del papel dignificante del trabajo.

El principio 16 se refiere a la “Admisión forzosa” y establece que un ser humano puede ser retenido compulsivamente en una institución ”si y solo si” un profesional basado en conocimiento medico actualizado científicamente determina que hay por causa de dicha enfermedad “una seria probabilidad de daño inmediato o inminente para esa persona o para terceros”.

También afirma que puede admitirse la admisión forzosa cuando "la no internación puede conducir a un grave deterioro de su estado “, pero en el inciso 2 de este Principio dice “Una admisión o retención compulsiva debe hacerse inicialmente por un corto periodo”.

Sobre este punto, la Asociación Mundial de Psiquiatría (“Proposición y puntos de vista sobre los derechos y la protección legal de los enfermos mentales” Grecia /1989) dice que “la internación compulsiva es una gran infracción a los derechos humanos y a las libertades fundamentales del paciente “ y que la misma “ debe llevarse a cabo con el principio de la mínima restricción”.

Lo antedicho es de suma actualidad en nuestro país, donde se han dado experiencias que tras un planteo de crítica al manicomio, han generado expulsiones de los enfermos, consiguiente pérdida del cuidado debido, acompañamiento ausente en la salida de la institución, y negación del derecho a la necesaria atención medica.

En ocasiones este empeño por vaciar los hospitales ha sido una desgracia. Casos crónicos que habían estado recluidos durante mucho tiempo fueron de súbito arrojados a la comunidad, siendo allí objeto de frecuentes malos tratos por su dificultad para desempeñarse adecuadamente. El hospital público para enfermos mentales difícilmente pueda ser defendido como forma de terapia pero tampoco es defendible la liberación de pacientes mentales crónicos en la comunidad desprovistos de toda orientación.

Posteriormente la Organización Mundial de la Salud elaboro los “Diez Principios básicos de las normas para la atención de la Salud Mental” basándose en los referidos principios de Naciones Unidas donde prioriza: “preservar la dignidad del paciente; tener en cuenta técnicas que ayuden a los pacientes a arreglárselas con los deterioros; reducir el efecto de los trastornos; y mejorar la calidad de vida.”

Sobre la base de esto último es que se indica “el tratamiento basado en la comunidad”, que para los tratamientos restrictivos establece “una duración estrictamente limitada” recomendando “eliminar las cámaras de aislamiento y prohibir la creación de otras nuevas” y capacitar al recurso humano para "que reemplace las tradicionales medidas coercitivas”.

Como se ve, aquí las definiciones en torno a la defensa de Derechos Humanos conforman indicaciones técnicas concretas, referidas a nuevos dispositivos por crearse y viejos maltratos presentados como tratamiento, que deben desterrarse.

Lo arriba señalado implica la necesaria transformación de técnicas, dispositivos, y arraigados conceptos, los cuales se traducen en acciones “piadosas" de subsidios o ayudas sociales, verdaderos beneficios secundarios de la enfermedad que terminan con seres institucionalizados y dependientes sujetos a la voluntad de personas y de instituciones ajenas a su decisión.

Según la OPS/OMS (Organización Mundial de la Salud/Organización Panamericana de la Salud) y al CIDH, las libertades fundamentales y derechos más frecuentemente violados en los hospitales psiquiátricos incluyen: El derecho a ser tratado con humanidad y respeto, el derecho a una admisión voluntaria, el derecho a la privacidad, el derecho a la libertad de comunicación, a recibir tratamiento en la comunidad, a proporcionar consentimiento informado antes de recibir cualquier tratamiento, el derecho a recurrir a un tribunal independiente e imparcial que determine la legalidad de la detención en un hospital psiquiátrico. ( Ver anexos).

Considero que el poco conocimiento de los derechos que protegen a los enfermos mentales, en todo nivel de la sociedad, incluidos los gobiernos e instituciones no gubernamentales es el factor favorecedor de las frecuentes violaciones de los DDHH.

Es importante resaltar que, la tendencia a la desinstitucionalización 9 que muestra la legislación vigente, (la declaración de Caracas 10, los principios para la protección de las personas que padecen enfermedades mentales y para el mejoramiento de la salud mental (1991) no implica el cierre abrupto de los manicomios, ya que hay pacientes que por la severidad de su patología y muchas veces por falta de continencia familiar deben ser internados en un medio institucional para su contención y tratamiento, aunque sugiere la creación de lugares alternativos de tratamiento en la comunidad.

Por otra parte, es urgente llenar el vacío legal que implica la falta de legislación sobre las condiciones asistenciales para proteger a los enfermos mentales institucionalizados. Es necesario que el Estado omita la internación de personas sin plazos temporales ni objetivos terapéuticos, en organismos psiquiátricos; no autorice la habilitación o funcionamiento de instituciones publicas o privadas dedicadas a la atención de enfermos mentales que estén basadas en la ideología y dispositivos de carácter manicomial; prohiba toda disposición de carácter legal, judicial, administrativa o institucional que dictamine la internación compulsiva o forzosa de enfermos mentales sin decisión fundamentada científicamente por institución pública especializada en salud mental; promueva y fortalezca la participación de las instituciones comunitarias para la inclusión social de los pacientes mentales, convocando familias, ONGs, organismos comunitarios y públicos para hacer cumplir las obligaciones legales correspondientes.

Por ello se hace necesario ofrecer servicios de salud comunitarios que permitan a los enfermos mentales crónicos la oportunidad de vivir en su propia comunidad, como cualquier ciudadano, es decir que pueda ejercer libremente su derecho a trabajar, estudiar, formar una familia, etc. Esto debe incluir no solo lo que hace a la atención psicoterapeutica y al control medicamentoso, sino también Hospitales de día, Casa de medio camino, etc. Y lo que es importante la inserción e integración de estos pacientes a las distintas actividades con que cuenta la comunidad.

Desde el Trabajo Social es importante re- crear vínculos con la comunidad para evitar la cronicidad, el aislamiento del portador de trastorno mental con respecto a su ambiente social, como así también, en el caso del paciente con alta judicial direccionar la intervención hacia aquel “etiquetante”, es decir de- construir aquello que institucionalmente fue elaborado, procurar en el paciente externado la adquisición de la autonomía necesaria para mitigar las huellas profundas que deja la institucionalización. Entonces pensando en un verdadero proceso de desmanicomializacion; este objetivo se logra a través de Instituciones de estadía transitoria. Así, el enfermo se sentirá contenido en las diferentes etapas de su enfermedad, y se tendera a su reinserción social.

En conclusión, la cuestión radica en elaborar y proyectar una alternativa viable en esas instituciones que, enfrentando el paciente a la realidad de verse con su patología de base compensada y con alta judicial, se hace necesaria la alternativa de constituir un emprendimiento contenedor, que les permita reinsertarse en la sociedad a partir de una instancia intermedia.

En la actualidad el PREA (Programa de Rehabilitación y Externación Asistida), implementado por la provincia de Bs.As. , hace 5 años, sigue la tendencia mundial de disminuir las internaciones psiquiátricas a cambio de favorecer la reinserción social de quienes padecen una enfermedad mental.

El Hospital de Día, como una de las alternativas al manicomio es una instancia terapéutica con un abordaje global del paciente, su grupo familiar y su entorno social.

El objetivo de este tratamiento está dirigido a la resocialización y rehabilitación psiquiátrica del paciente y contempla, a su vez, una modificación en la estructura familiar y en ciertas instancias del entorno social. Este abordaje interdisciplinario supone el funcionamiento de un equipo que le da al paciente un modelo de tratamiento grupal.

En este campo, el Trabajo Social aparece como el vector correlacionante entre el adentro-afuera institucional. Se integra en el equipo de trabajo para construir con el resto de las disciplinas el proceso dialéctico sano-enfermo que permita brindar un espacio terapéutico a la problemática de la Salud Mental.

El abordaje de Servicio Social en el momento de la admisión de un paciente o posterior a ella, permite reunir elementos para determinar nuestra incumbencia y visualizar qué tipo de contexto se abre a consideración (laboral; familiar; legal; habitacional; etc.). Además, se puede encontrar como tiempo propicio para el desarrollo de una propuesta de trabajo social el momento del egreso. Esto, como culminación de aquellas situaciones en que se evalúa que el paciente no encuentra por sí, o porque la familia no se lo ofrece, algún espacio de contención o lugar en el tejido social.

Por otra parte, los talleres protegidos, también son una alternativa para proporcionar inserción social al discapacitado ya que no comprende solo actividades laborales, sino además actividades culturales socializadoras que le permiten al discapacitado insertarse en la comunidad. La rehabilitación se apoya en las estructuras intermedias que ofertan la continuidad de cuidados que precisa el paciente psiquiátrico para recuperar la funcionalidad psíquica y conseguir su socialización.

Es importante tener en cuenta que en muchos casos las personas llegan al hospital psiquiátrico en situación de locura, pero permanecen por situaciones de pobreza y desamparo social y familiar.

2.2. Los Cuestionamientos al Manicomio y los procesos de Reforma de la Atención Psiquiátrica: Posibilidades y Limitaciones.

Los cuestionamientos al manicomio y sus formas de atención, se inician con el siglo XX, encontrando su expresión con el surgimiento de distintos movimientos en Europa, EE.UU. y la generación de nuevas practicas alternativas 11 al manicomio en Argentina. Conviene aclarar que en nuestro país se “importan” las ideas y prácticas que acontecen en el resto del mundo.

En líneas generales, se pone énfasis en la firme defensa de los DDHH, en la reformulación de las técnicas cotidianas con las que se aborda la enfermedad y se exigen cambios en la estructura edilicia sanitaria. En fin, se trata de transformar los dispositivos institucionales, en la medida que el sistema custodial y el cuerpo de ideas que le sostienen son en sí mismos una negación de los principios y derechos elementales de la condición humana.

Partiré de un rastreo histórico del origen de las alternativas en salud mental para llegar a los interrogantes que plantea la situación actual.

Es importante señalar que en el ámbito de la salud mental decir “alternativo” remite, por sus orígenes a las prácticas que se fundan en la critica al orden manicomial. Estas formas, movimientos o tendencias son producto de una profunda revisión, que se estructura en diversas propuestas y acciones a partir de la segunda guerra mundial en los países capitalistas desarrollados.

Forman parte de este heterogéneo campo la psiquiatría de sector en Francia, la psiquiatría comunitaria Inglesa y la psiquiatría democrática Italiana 12; esta última es la única que ha logrado cumplir con sus objetivos, puesto que en casi todos los casos, las formas alternativas han terminado coexistiendo con los manicomios.

En EE.UU, a principios del S XX, aparece un movimiento de “higiene mental” que pone énfasis en los determinantes sociales de la locura, que se la asociaba con la crisis de la revolución industrial, con las condiciones de vida e higiene de los obreros, en síntesis con los conflictos inherentes a la sociedad moderna industrializada.

Al mismo tiempo, en Inglaterra se llevan adelante experiencias de Open Door que plantean que el manicomio puede estar ubicado en la periferia de las ciudades, ocupando grandes extensiones de terreno, sin limites vigilados, introduciéndose al trabajo como la modalidad terapéutica, que permitiría encauzar a aquellos que padecen trastornos mentales.

Recordemos que, en la Argentina, la instalación de los manicomios coincide con la fundación del Estado, en la segunda mitad del S. XIX. Las condiciones de reclusión y hacinamiento no los hacían distintos de las cárceles, donde antes, por lo general en su mayoría estaban los internos. Las actividades se centraban mas en la regulación religiosa y moral de la conducta que en los cuidados médicos. Los internos realizaban tareas agrícolas. El trabajo era considerado el eje central de la cura, la valorización del trabajo como medida terapéutica es entendible ya que, el trabajo en aquel momento es sinónimo de producción de tipo industrial y de orden de la sociedad.

Vezzeti, H. Dice: “Desde su creación, la ambigüedad atravesó estos establecimientos: la relación entre el enfoque medico y el previo de la reclusión. El hacinamiento era su principal característica, así reaparecía la vieja imagen del encierro. (1985: 15)

En tanto en Argentina en ese periodo, D. Cabred, apoyado por el entonces ministro, Montes de Oca, inspirado en las experiencias inglesas importa el sistema de puertas abiertas; así funda la Colonia Nacional de alienados Open Door. En ella se promueven las actividades productivas al aire libre. Su amplitud de espacio a campo abierto y sin muros visibles, estaba destinada a crear una “ilusión de libertad”, según palabras de Cabred y favorecer la recuperación por contacto con el trabajo y la naturaleza. Su filosofía relacionada con el trabajo y la salud mental le permiten crear granjas modelos, que a lo largo del tiempo se deterioran por la corrupción burocrática, la indiferencia de los funcionarios y el deterioro pauperizador de los salarios.

Por otro lado, en EE.UU y Europa comienzan a crearse “patronatos de ayuda al enfermo mental”, en los que tendrá un papel importante el Trabajo Social. Dice Carballeda: “Los trabajadores sociales trataban de obtener ayuda económica para mejorar las condiciones de vida de los internos, generaban estrategias de asistencia durante la externación, otorgaban orientación en la posterior búsqueda de empleo y, trataban mediante contactos de tipo familiar y comunitario lograr una mayor aceptación de los alienados en la sociedad”. (1994:5)

Sin embargo, estas tendencias no lograron modificar los principios de privación de derechos o el modelo de reclusión. Luego de la segunda guerra mundial confluyeron distintos factores que dieron lugar al comienzo de transformaciones mucho más radicales en los modelos asistenciales que llevaron a denunciar el carácter destructivo del manicomio para la condición humana.

Está claro también que la subsistencia de estas instituciones constituye además, un obstáculo, en tanto los fondos que debieran destinarse a servicios ambulatorios, son absorbidos por estos grandes establecimientos que, además de producir efectos negativos en la vida humana, resultan onerosos en lo económico para el Estado.

Al respecto Foucault, en su ensayo sobre la locura decía: “Y si en lugar de construir vastos hospitales cuyo mantenimiento es caro, se distribuyeran directamente los socorros a las familias de los enfermos, habría en ello tres ventajas. Primero, sentimental, porque al verlo cotidianamente, la familia no pierde la piedad real que experimenta hacia el enfermo. Económica, puesto que ya no es necesario dar a este enfermo alimento y alojamiento, que le están asegurados en su casa. Finalmente medica, porque sin hablar de la minuciosidad particular de los cuidados que recibe, el enfermo no corre el riesgo de “hospitalismo””. (1990)

En términos económicos, al Estado le cuesta más, tener personas internadas en grandes manicomios que externadas en Instancias Intermedias. Teniendo en cuenta que el Estado gasta en una cama psiquiátrica entre $900 y $1200 por mes, por una cifra menor los pacientes podrían vivir en Casas de Medio Camino integradas a la comunidad. Actualmente la Dirección de Salud Mental de la Provincia de Bs.As. dispone de 12 casas transitorias que albergan alrededor de 60 personas externadas. (Fuente: Diario Clarín 8/7/2004)

El proceso de reformas de la atención psiquiátrica, se inicia en Europa finalizada la segunda guerra mundial y estaba orientado por algunos principios básicos: Cierre definitivo de los manicomios, entendiendo que el asilo constituía el núcleo central de la atención psiquiátrica, responsable de la relación autoritaria y custodial que la misma instauraba. Crear simultáneamente redes para la atención y prevención de salud mental, a través de Centros Periféricos, servicios comunitarios, etc.

Se trataba de ampliar las acciones asistenciales, preventivas y de promoción de los valores de salud mental, a fin de reflejar en los cuidados la misma complejidad que tenía la situación del enfermo, por lo que se debían realizar acciones que requirieran diversos profesionales, capaces de instrumentar acciones interinstitucionales e interdisciplinarias. Al mismo tiempo se trataba de modificar los criterios psiquiátricos tradicionales centrados en el diagnóstico de enfermedad hacia criterios basados en la salud.

Bajo estos principios era necesario, para un cambio radical del poder arbitrario de la atención asilar, lograr que el paciente, su familia, y la comunidad, participaran del proceso de atención. Esto permitía tanto una mejor utilización de los recursos de salud del paciente y su comunidad para el tratamiento, como obtener un cierto control participativo sobre las decisiones que le concernían y los tratamientos que los afectaban.

Considero que el logro de esta participación es clave para avanzar hacia un cambio en el imaginario social, influido por las ecuaciones enfermedad mental = internamiento, enfermo = peligrosidad, enfermedad =locura = estigma social.

Al conocimiento de que el circuito que generaba la atención asilar, (verdadero dispositivo de poder tan encubierto por los valores de la medicina como efectivo sobre el sometimiento del enfermo) era de diferenciación - internamiento - segregación - aislamiento - custodia se trataba de oponer un dispositivo inverso, de participación, integración social y comunitaria, atención ambulatoria y no - de discriminación por el diagnóstico de enfermo mental.

Entonces, la finalidad de todas estas reformas era cambiar el lazo social que la psiquiatría había instaurado y cuyo paradigma lo constituía el manicomio, basado en la articulación de un saber del especialista que actuaba con poder sobre la vida del enfermo, por un lazo social más humano que reinterrogaba a la psiquiatría, dando un lugar a la participación del enfermo y la comunidad.

La consigna consistía en desinstitucionalizar a los enfermos de la atención psiquiátrica, es decir, restablecer en ellos las condiciones de una ciudadanía plena, arrebatada por el manicomio y sus modos de atención.

Ahora bien, estas reformas afectaban a distintos actores sociales y dependían de ciertas condiciones: Cambios en el sector psiquiátrico, que afectaba a toda la estructura de la atención: profesionales, enfermeros, personal, etc. Naturalmente algunos sectores de profesionales y de personal resistían los procesos de cambio, sobre todo, la intervención de otros profesionales integrando equipos interdisciplinarios (psicólogos, sociólogos, antropólogos, agentes comunitarios, etc.), la utilización de métodos terapéuticos como la psicoterapia, la comunidad terapéutica y la reducción paulatina de psicofármacos.

Claro que, era y es decisivo lograr la adhesión y el consenso del sector profesional para los procesos de reforma, así como también, cambios en el imaginario social, para lograr su participación activa.

En todo esto, resultó esencial el surgimiento de movimientos sociales apoyando a los enfermos y sus familias y a las reformas, ya que lograr conciencia crítica sobre la situación de los enfermos internados en los asilos va a la par con tomar conciencia social acerca de los derechos humanos y de ciudadanía, que permitan sentir que el problema de la salud mental concierne a toda la sociedad.

En nuestro país, el soporte principal lo constituía el Estado Benefactor, del cual dependían las políticas que hicieran posible esta ampliación de los criterios desde la enfermedad a la salud mental.

Solo el Estado, podía garantizar las políticas directas en Salud y Salud Mental, tendientes a imponer la reforma de los criterios de atención y los servicios adecuados a ella, así como asegurar los derechos plenos de ciudadanía a los enfermos institucionalizados, tarea que requiere de modificaciones de los Códigos Civil y Penal y las leyes que regulan las internaciones, como he sugerido anteriormente.

Estas propuestas tuvieron fuerza a partir de los años sesenta, bajo la influencia de un amplio movimiento del sector psiquiátrico, agrupados en la Federación Argentina de Psiquiatras (F.A.P.). A ese período corresponden la creación de los primeros Centros de Salud Mental, los Servicios en hospitales Generales y los primeros avances sobre el poder de los manicomios.

2.3. Políticas en Salud Mental: La cuestión de las alternativas al manicomio.

En este apartado intentare acercarme a una reflexión en relación con las políticas de salud mental a fin de contribuir a la profundización de éstas, con el objeto de crear o recrear instancias que posibiliten la construcción de un pensamiento estratégico para la elaboración de prácticas alternativas.

Todos estas reformas confluirán en el nacimiento de las políticas de salud mental que tratan de suprimir la internación prolongada, promoviendo formas de asistencia centradas en la comunidad. Teniendo como meta evitar los probados efectos iatrogénicos del confinamiento y atender la enfermedad en el contexto social de la persona, resguardando sus derechos.

El discurso político de la psiquiatría esta siempre presente en las políticas en salud mental; esto plantea un profundo análisis de los verdaderos intereses en juego y del marco teórico que las fundamenta. Se trata de poner en cuestión los principios básicos que se plantean: El para que, para quien, y al servicio de que y de quien se proyectan y se ejecutan los programas de salud mental.

Por otra parte, en esos momentos, la aparición de los psicofármacos ha significado la mayor revolución en el campo de la psiquiatría, llegando a convertirse en una parte imprescindible del tratamiento de muchas enfermedades psiquiátricas.

La respuesta cuantitativamente hegemónica hacia el padecimiento subjetivo (aun con gran desarrollo del psicoanálisis) sigue siendo la prescripción incontrolable de psicofármacos; Estas “muletas químicas” que tanto benefician al capitalismo, se utilizan para palear problemas que el mismo genera.

Así, la propia elección de un medicamento que es provisto por una industria farmacéutica, en vez de alguna alternativa terapéutica que incluya trabajo humano es parte de la lógica del sistema y es notable ante problemas de salud mental.

Esta cuestión se asocia con la iatrogenia medica y la medicalización de la vida cotidiana; tal como lo señalo Foucault, el objetivo central es el control social, así, la medicina mental construye rótulos, medicaliza ese rotulo y recluye para “curar”.

Después de la segunda guerra mundial, las Naciones Unidas, la OMS y otros Organismos Internacionales, en sus definiciones, declaraciones y proyectos van a recalcar el lugar de lo social dentro del campo de la salud mental, asignando a éste un rol destacado. Todos estos nuevos procesos, van a influenciar en la conformación de las instituciones psiquiátricas, en las modalidades terapéuticas y en la lectura que las propias sociedades hacen del tema.

Es así, como en 1953, la OMS recomendó la transformación en Comunidades Terapéuticas de todos los hospitales psiquiátricos, adoptando el modelo propuesto por M. Jones en Inglaterra. La Comunidad Terapéutica plantea que la institución es un todo orgánico, donde no deben existir fuertes formas jerárquicas, es decir el hospital debería reformular su estructura de forma que en su interior las relaciones entre personal y paciente se tornaren mas humanas y democráticas.

Establece que debe haber libertad de comunicación, en todos los niveles, analizar los intercambios institucionales en términos de dinámicas grupales, propender a la creación de espacios terapéuticos grupales por sobre los individuales, generar espacios de reconocimientos recíprocos como formas de fomentar la sociabilidad y propone a la asamblea comunitaria como un órgano de gestión de la institución psiquiátrica.

Además, esta modalidad permitía la participación de diferentes profesionales, entre ellos, el trabajador social y además, posibilito la inclusión de la familia como un actor importante en el tratamiento. Otra característica, fue la importancia asignada a la participación de todos y la delegación de responsabilidades a los pacientes considerados en estado de mayor autonomía.

Al respecto, afirma razonablemente Teixera: “La psiquiatría debería rehabilitar a sus pacientes, no condenarlos al aislamiento en hospitales, en fin, debe transformarse al hospicio en un lugar de tratamiento eficaz y verdadero, puesto que, éste ya no cumple su función de cuidar y recuperar a los enfermos mentales y sus estrategias de contención y privación de la libertad pasaron a ser cuestionadas como causantes de agravamiento de la patología”. (1993:31)

De igual manera Amarante, sostiene: “La incorporación de los pacientes como mano de obra en la administración del hospital tuvo como resultado altos índices de recuperación, en contraste con lo observado en el manicomio, considerado segregador y cronificador”. (1995:31)

En nuestro país en ese periodo se registran los primeros aportes y experiencias de E. Pichon Riviere en el terreno de lo grupal. De esa experiencia surgirá el trabajo comunitario dentro de las acciones (eminentemente preventivas) de la salud mental. En este nuevo momento de la salud mental, el trabajo social ya quedara incluido con una práctica articulante del campo de lo social con la salud mental. Desde esta perspectiva tendrá nuevas lecturas como así también nuevos encuadres metodológicos que incluirán lo grupal y el abordaje familiar.

Simultáneamente se desarrollan experiencias alternativas en diferentes países. Sobre este proceso dice E. Galende: “En los años 50 se va definiendo el nuevo reordenamiento de lo mental en el mundo. I. Goffman muestra en EE UU la creación de una nueva patología por el internamiento, crecen las socioterapias y las comunidades terapéuticas, llega la ley Kennedy en 1963 con el programa federal de psiquiatría comunitaria. En Francia con el apoyo del frente patriótico se promulga la reforma sanitaria y la creación del sector como una nueva política en salud mental. En Italia el frente democrático reconstruye la organización de salud e instala las primeras comunidades terapéuticas, para luego con Basaglia terminar con el cierre del hospital de Trieste y la actual ley de salud mental. Todo este movimiento no debe entenderse como despliegue, extensión o modernización de la psiquiatría, ya que, por el contrario, constituye su crisis, expresada justamente en su imagen institucional, y ha de llevar a la construcción de un nuevo modelo de acción, que son las políticas en salud mental” (1990: 146)

Siguiendo la postura de Vasconcelos, E. (1992) es importante destacar los determinantes históricos en los procesos contemporáneos de desinstitucionalizacion psiquiátrica:

- Contextos históricos de guerra (énfasis en la solidaridad nacional, rehabilitación de soldados y civiles con problemas asociados a la guerra, ej. Estrés Pos traumático, comunidades terapéuticas en EEUU, e Inglaterra durante y después de la guerra)

- Coyunturas históricas de escasez de fuerza de trabajo y revalorización del trabajo humano (énfasis en la rehabilitación de grupos poblacionales considerados improductivos)

- Procesos de transición demográfica (desestructuración y transformación de estructuras familiares convencionales: matrifocalismo e individualismo)

- Coyunturas políticas de democratización, de procesos revolucionarios y de emergencia de movimientos sociales populares, procesos políticos sociales de afirmación de derechos civiles y políticos (reconocimiento de la existencia de los derechos de los enfermos mentales y de los ciudadanos en general) organización y avance de movimientos sociales, de trabajadores, usuarios y familiares actuando directamente en el campo de la salud mental. Ej. La antipsiquiatria en los años 60, el movimiento de trabajadores de la salud mental en los años 70.

- El desarrollo de sistemas básicos de bienestar social y en contextos de afirmación de derechos sociales (ampliación de programas y seguros sociales para los grupos poblacionales dependientes, incluidos los enfermos mentales, tanto estatales, públicos, tercer sector, privados y otras formas mixtas, como base para la implantación de servicios de salud mental comunitarios).

- Cambios en las formulaciones epistemológicas, filosóficas, teóricas y prácticas en ciencias humanas y en el campo psi (critica a los paradigmas convencionales en psiquiatría y al poder de diversos profesionales, ej. el psicoanálisis, el interaccionismo simbólico (Goffman), los trabajos de Foucault, la antipsiquiatria, la psiquiatría democrática de Basaglia, la psicoterapia institucional, la teoría de la normalización y del poder, etc).

- El desarrollo de terapéuticas psicofarmacolgicas a partir de los 60, posibilitando el mayor control en los síntomas mas disruptivos y el tratamiento en ambientes menos coercitivos y aislados.

- Estrategias de modernización y humanización por parte de sectores médicos, en respuesta a las criticas a la psiquiatría convencional.

Paradójicamente y ya en los 90, las políticas neoliberales inducen a procesos de deshospitalización, ya que la manutención de los hospitales psiquiátricos constituye un costo elevado para el Estado.

Por otra parte, y en referencia a las tendencias alternativas, en los años 60 se gesta la critica más radical a la psiquiatría y sus formas: las expresiones de la antipsiquiatria.

La popularización del movimiento antipsiquiatría derrumbó el secreto del manicomio y la miseria humana que albergaba conmovió a la opinión pública, que se fue convenciendo de la escasa peligrosidad social del loco y la injustificable crueldad de su encierro, al mismo tiempo que fueron siendo sustituidos en el imaginario colectivo, de los horrores, por otros chivos expiatorios (delincuentes, drogadictos, etc.)

La antipsiquiatría tuvo sus orígenes en las ideas originales y prácticas heterodoxas de psiquiatras, como R. Laing, F. Basaglia, D. Cooper, y otros quienes, propulsores de la psiquiatría comunitaria, cuestionan la existencia de las instituciones psiquiátricas y sus prácticas existentes -instituidas-

Según señala un texto de Carballeda, sus principios básicos fueron: Rechazo del modelo medico tradicional aplicado a la psiquiatría y del manicomio, autentico productor de trastornos irreversibles. El enfermo mental no es un ser anormal que deba ser cambiado, sino la víctima inocente de un sistema patógeno que proviene de un medio que manifiesta constantemente las contradicciones y conflictos de la sociedad. (malestar de la cultura). La enfermedad mental es una invención oportunista y opresiva de la sociedad y de la psiquiatría. La familia y el grupo, después de perturbar a ciertos sujetos, los declara enfermos y los "aniquila" con el tratamiento. La psiquiatría tradicional es un simple mecanismo de represión; constituye una disfrazada violencia oficial (o institucional); No deben existir fronteras - y menos amenazantes- entre personal y paciente, entre salud y locura. Mas que "la locura", merece cuestionamiento el lugar social en que "se desarrolla la enfermedad". (1995)

Teniendo en cuenta estos principios, la antipsiquiatría pone en evidencia, en primer lugar, la perversión de las instituciones de salud mental que generan o cronifican la enfermedad. Aunque en muchos casos se pasó al tratamiento de la enfermedad mental en "comunidades", con lo cual se extendían los límites y se abrían las puertas de la institución pero persistía el modelo médico.

En segundo lugar, los partidarios del movimiento ven a la enfermedad mental como un movimiento de respuesta del individuo al status quo, es decir como una alternativa a la opresión impuesta por la sociedad capitalista. La postura critica hacia la familia, como principal causadora de la enfermedad, es una fuerte característica de este movimiento.

En desacuerdo con esta posición considero que las familias que se ven afectadas por cuadros de enfermedad mental sufren una fuerte desestructuración, que requiere muchas veces de la ayuda profesional. La convivencia con un miembro enfermo es difícil, estresante, genera una importante cuota de violencia en las relaciones; es un factor desintegrador acompañada por rasgos de desorden interior.

Asimismo la postura de Melman, S., Refuerza mi argumento: “Esa perspectiva de culpabilizar a la familia, va a influenciar muchos abordajes familiares, en vez de ayudar, solo sirve para intensificar el sufrimiento de lidiar con un miembro enfermo y la responsabilidad por el cuidado que, por si solo, ya es causante de estrés en el medio familiar” (1998: 50)

Del mismo modo aciertan quienes afirman: "La anti-psiquiatría ha ido mucho más allá de la crítica del manicomio para negar incluso la existencia de la enfermedad mental, de los psiquiatras y de los medicamentos, basándose en que no existen anomalías biológicas en el cerebro de los enfermos mentales, al mismo tiempo se contradicen cuando afirman que los medicamentos provocan daños en el cerebro y sostienen que las supuestas enfermedades mentales no son mas que situaciones “normales” que desarrollan las personas para defenderse de un ambiente social y sobre todo familiar, que es el culpable de todo, es decir para estos la causa de una supuesta enfermedad mental es exclusivamente social.
Detrás de la antipsiquiatría hay un falso humanitarismo, una pseudociencia y un conjunto de prácticas pseudomédicas peligrosas e ideas que son totalmente cuestionables y erróneas ya que, se basan en razonamientos Falaces y contradictorios como son la negación de ciertas enfermedades que hoy por hoy son realidad en el ámbito de la biología”. “La peligrosidad de la antipsiquiatría radica en que defiende que no debe intervenirse en el curso de la enfermedad mental, dejando que ella misma llegue a un desenlace y el individuo "se cure" espontáneamente, sabiendo que durante el curso de determinadas enfermedades, como por ejemplo la esquizofrenia, existen riesgos reales y completamente demostrables de autolesiones, llegando incluso al suicidio, y riesgo de agresión sobre otras personas. Existen medios muy eficaces de aliviar el sufrimiento y el riesgo y lo verdaderamente humanitario es aplicarlos.”
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Al respecto acuerdo con estos autores en que actualmente existe suficiente información que avala la predisposición biológica a las enfermedades mentales, resultando perjudicial culpabilizar a las familias, es cierto que el estrés psicosocial puede tener importancia en las recaídas, pero no está en el origen mismo de la enfermedad. Aunque está demostrado que este entorno si tiene un importante papel en el tratamiento y la recuperación.

No obstante, estos autores se equivocan cuando afirman: “ Atrás quedaron los tiempos oscuros de los manicomios en los que el "tratamiento" de las enfermedades mentales no era más que simples torturas”.

Basándome en documentos bajados de Internet, de investigaciones realizadas por algunos medios de comunicación y a comentarios de pacientes internados y de algunas personas que trabajan en manicomios, argumentare que, en los Hospitales Psiquiátricos abundan indignidades físicas y morales, tales como: Los pacientes están obligados a comer todo tipo de alimentos solo con cucharas, están semidesnudos, aun en invierno, las duchas con agua fría, la calefacción no existe, los egresos son por fugas o por fallecimientos, no salen rehabilitados, cuando se supera la cifra aconsejada por la OMS como en los grandes manicomios de nuestro país, los internos parecen “animales enjaulados”, muchos enfermos, poco personal y el hacinamiento como modo de vida.

Además la costumbre tan corriente de mezclar los grupos de edades o patologías diferentes hace que el interno se sienta “contaminado” por el contacto con otros compañeros. Con frecuencia ocurren internaciones compulsivas por orden judicial de enfermos (toxicómanos, drogadictos, alcohólicos) psicóticos adictos portadores de hepatitis B o HIV positivo, en especial si son promiscuos, adictos a la prostitución, entrañan un enorme riesgo para los pacientes pasivos indefensos.
Está demostrado por las frecuentes denuncias de los medios de comunicación, los abusos de los Derechos Humanos de los pacientes. Las condiciones de vida que los enfermos mentales padecen en la mayoría de estas instituciones son infrahumanas, aún hoy se sigue denunciando maltratos, torturas, abandono de persona, presuntas extracciones de órganos y de sangre, venta de bebes, se han hallado medicamentos vencidos y ampollas de cocaína liquida, pantanos y túneles secretos, detenciones, indagatorias, expedientes irregulares, firmas falsificadas, muertes misteriosas, certificados de defunción adulterados, frecuentes abusos sexuales; En esos lugares se vive la degradación humana como rutina diaria. (Fuente Diario La Nación, 1994)

Cabe destacar que hay una idea muy positiva y constructiva en las teorías y prácticas del movimiento antipsiquiatria y es la referencia a la creación de residencias intermedias como otra alternativa frente a la institucionalización, donde los enfermos conviven en régimen de internamiento con los propios psiquiatras, enfermeros etc. En estas “Estructuras Intermedias” se diluyen las fronteras entre el personal y los pacientes, permitiendo que sean los propios pacientes quienes hagan tareas básicas como cocinar, limpiar o gestionar los recursos de su propia casa, poniendo ellos de un modo democrático las reglas de convivencia. Estas residencias autogestionadas son precursoras de ideas modernas y de gran utilidad como son las casas de medio camino, y el tratamiento comunitario y desinstitucionalizador.

Considero que la idea de esta experiencia en salud mental es afianzar la convicción de que no es necesaria la reclusión por tiempo indeterminado para superar las crisis de quienes necesitan internarse. Ahora, si siguen internados porque el problema es la pobreza, el desamparo, hay que buscar ayuda para quienes tiene esos problemas sociales.

Sin embargo, considero que es importante tener en cuenta que muchas veces cuando se plantea terminar con el manicomio, y consecuentemente se proponen las estructuras intermedias, que no sea solo un cambio de nombre, a veces el dispositivo manicomial continua disfrazado bajo otro nombre y se repite lo mismo.

Es importante reiterar que, en todos los casos, salvo el de la experiencia Italiana, las formas “alternativas”, han terminado coexistiendo con los manicomios. Si tenemos en cuenta que estas experiencias se han dado en contextos de democracia, de expansión general de la vigencia de derechos e idearios humanistas, surgimiento de movimientos sociales, políticos progresistas y renovadores en los sesenta que cuestionan el orden vigente.
El análisis de la evolución de estas propuestas pareciera indicar que la simple disminución de las internaciones psiquiátricas y la creación de formas asistenciales alternativas no ha sido una garantía de transformación real de los supuestos básicos criticados. El manicomio, como establecimiento y dispositivo institucional continua hasta nuestros días siendo la respuesta asistencial hegemónica, es decir como el único referente “legitimado” frente al tratamiento de la salud/ enfermedad mental.

Latinoamérica ajusta las políticas a las “recomendaciones” de la OPS, mas interesada en controlar y penetrar en su discurso psiquiátrico comunitario y de atención primaria, que a cuestionar las raíces sociales de la problemática de la salud mental. Los programas comunitarios de salud mental ejecutados en nuestro país no han sido fruto de un análisis profundo, y todas las acciones impulsadas por los movimientos sociales se revierten con la instauración del Estado terrorista, además Argentina es proclive a importar programas y modelos teóricos de otros países que no tienen las mismas necesidades que Latinoamérica.

Por otra parte, los esfuerzos de A. Korn, A. Ponce y J. Ingenieros no fueron suficientes para rescatar la obra de Cabred y continuarla. Esta cuestión muestra como las políticas de salud mental no tuvieron continuidad. Fueron años de olvido de la problemática de salud mental, a comparación de la salud publica en su época de oro del Hospital Publico, la enfermedad mental era menospreciada y desatendida y la asistencia psiquiátrica con características más custodiales que terapéuticas.

2.4. Aproximación a algunas Tendencias, planes y propuestas en Latinoamérica. La Salud Mental Comunitaria.

La atención de los manicomios sigue siendo una prioridad latinoamericana que impone una presencia de peso en las políticas de salud mental. Aun así, es importante tener claro que el interjuego macropolitico, económico y social siempre presente impone dos alternativas: 1- ligada al sometimiento al servicio del establishment; 2- la lucha para emprender cambios profundos.

No obstante las transformaciones en los países centrales encontraron eco y forma propia en algunas propuestas. En Latinoamérica, particularmente en Brasil en 1978 se inicia la reforma Psiquiátrica, con la emergencia de movimientos sociales, después de un largo periodo de represión militar. Dentro de ese conjunto de movimientos sociales se destaca el movimiento de trabajadores de salud mental que inicia un fuerte proceso de cuestionamiento de las políticas de asistencia psiquiátrica vigente.

Entre 1978/80 la sociedad civil de Sao Paulo y Minas Gerais se moviliza contra el aislamiento genocida y la mercantilización de la locura: Protoformas de las acciones integradas de salud. Las principales acciones fueron:

  • Denuncias y movilizaciones por la humanización de los hospitales psiquiátricos tanto públicos como privados.

  • Reivindicaciones por mejores condiciones de trabajo en hospitales psiquiátricos.

  • Reivindicaciones por la expansión de servicios ambulatorios en salud mental.

Entre 1980/87, en Río de Janeiro se expande y formaliza el modelo sanitarista (acciones integradas de salud y sistema único de salud) montado por equipos multiprofesionales ambulatorios de salud mental compuesto por psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales; control y humanización de los sectores hospitalarios liderado por el MTSM; acciones a partir del estado.

Entre 1987/92 hay cambios en el Estado y en el espacio político; emergencia de la lucha antimanicomial y transición de la estrategia política en dirección al modelo de desinstitucionalizacion psiquiátrica. El MTSM se inspira directamente en el modelo propuesto por Basaglia y por el movimiento de psiquiatría democrática de Italia: Colocar en jaque el hospital psiquiátrico como dispositivo terapéutico, a través de la bandera” por una sociedad sin manicomios”, luchándose por la implantación de servicios efectivamente sustitutivos al hospital psiquiátrico.

La realización en 1990 de la conferencia de Caracas, que crea un consenso entre los gobiernos latinoamericanos en torno a la nueva plataforma de reforma psiquiátrica y en un amplio proceso de discusión de la nueva estrategia en el ámbito federal, en conferencias participativas que culminan en la II conferencia nacional de salud mental en 1992 que abre un nuevo periodo de consolidación de reforma psiquiátrica en Brasil.

En ese periodo se implementan las primeras experiencias municipales de redes de cuidados en salud mental a partir del nuevo modelo. Ejemplo: núcleos de atención psicosocial, centros de convivencia. En todos esos nuevos servicios, otros profesionales del área social y de salud son llamados a formar parte de equipos multiprofesionales.

Entre 1992/95 se asiste a un avance y consolidación de la perspectiva de desisnstitucionalizacion psiquiátrica “des- hospitalización saneadora” e implementación de redes de servicios de atención psicosocial; emergencia de asociaciones de usuarios y familiares. Ese periodo fue marcado por las mayores y mas significativas transformaciones en la historia de las políticas de salud mental en Brasil, consolidando la perspectiva de desinstitucionalizacion psiquiátrica y colocando al país entre los principales centros internacionales de reforma de la atención psiquiátrica. Además hubo un avance de la lucha manicomial en el plano legislativo.

Varios Estados y municipios introducen leyes inspiradas en los principios de reforma psiquiátrica, se difunden congresos y encuentros por todo el país. Un aspecto importante a destacar fue el aumento significativo del numero de organizaciones de usuarios y familiares. Estos contribuyen en el proceso de planeamiento y ejecución de servicios y políticas de salud mental.

A partir de 1995 las Políticas Neoliberales del gobierno de Cardozo ponen limites a la expansión de la reforma en el plano federal; aumenta el desempleo, la pobreza y la violencia social, cuadros de dependencia química, etc. y consecuentemente aumentando las demandas y los desafíos colocados para los programas de salud mental. Entre tanto, por otro lado la emergencia de gobiernos de izquierda y centro- izquierda en algunos estados y municipios significo una difusión de programas de salud mental comprometidos con la reforma. Al mismo tiempo se visualizan cambios en las representaciones sociales acerca de la salud y la enfermedad mental, combatiendo las estrategias de estigma, segregación y exclusión de los locos.

En tanto en la Argentina, se crea en 1957 el Instituto Nacional de Salud Mental. La reforma contenida en el plan Kennedy es retomada por M. Goldemberg en la dirección del servicio de salud mental del Hospital de Lanús, que extiende su asistencia a las practicas comunitarias. También con Goldemberg, y bajo el ministerio de Ramón Carrillo se crean los Centros de salud mental y los servicios de psicopatologia en hospitales de la ciudad de Buenos Aires, se logra consolidar la internación psiquiátrica en hospital general y la prevención pasa a ser relevante en la resolución de los prejuicios respecto al enfermo mental y su internación en loqueros. La creación del servicio de psicopatología como forma organizacional insertado en el ámbito del hospital general, es un gran cambio que marca una nueva etapa en las políticas de salud mental, como hecho primario deja sentada la internación psiquiátrica en hospital polivalente.

Garcia Badaracco organiza la residencia en psiquiatría convirtiéndose en un paso trascendental dentro de las políticas de salud mental, al mismo tiempo que abría las puertas del hospital al psicoanálisis. Las comunidades terapéuticas también son base de algunas experiencias innovadoras como las desarrolladas en Entre Ríos. Este hito marca una mutación respecto de las filosofías que acompañaron las políticas de salud mental en el campo asistencial. La creación de centros municipales de salud mental amplia la gama de problemáticas a tratar. El modelo psicológico se oficializa en el ámbito hospitalario y asistencial en general y se abren las puertas a nuevas disciplinas en la medida en que el poder oficial de la psiquiatría decrece.

Con el retorno a la democracia, en 1984, los principios básicos de la experiencia Italiana son retomados en la Reforma Psiquiátrica de la Provincia de Río Negro: Sin duda la promulgación de la ley marca una nueva etapa. Otra experiencia significativa fue la realizada por el Dr. Pellegrini, en la Provincia de San Luis.

La crisis del 89 y la reforma del Estado marcaron la declinación de la Dirección de Salud Mental. Simultáneamente con el proceso de descentralización en los 90 ya no quedaron establecimientos dependientes de la nación, pasaron a depender de la ciudad de Bs.As.

Este proceso de desconcentracion sin asignación de recursos y el escaso rol normativo del Ministerio Nacional permiten afirmar que no existió una política de salud mental desde el Estado nacional, quedando las provincias y los municipios librados a desarrollar practicas diversas según políticas locales.

Por otra parte, en el ámbito internacional las experiencias innovadoras desarrolladas a partir de la posguerra se fueron institucionalizando en algunos países y fueron adoptadas por otros. Su prolongación en el tiempo demostró que era posible atender ambulatoriamente las problemáticas que antes se confinaban en internaciones prolongadas. Hay estudios que plantean que aquello que se consideraba una evolución propia de la patología cambia cuando se modifica el modelo de asistencia. Por ejemplo se cuestiona que la esquizofrenia conlleve inexorablemente el deterioro: la amplia experiencia acumulada demuestra que la hospitalización prolongada en los manicomios con personal escaso, interactua con el proceso esquizofrenico para producir un síndrome de colapso social mas desbastador que la enfermedad misma.

Mientras tanto en Argentina, hubo planes y propuestas de modernización de los servicios, y una tendencia a la disminución de las internaciones en hospicios. En forma puntual y en distintos lugares se evidencian intentos de reconducir las prestaciones hacia modelos mas abiertos y comunitarios. Sin embargo, salvo en el caso de la reforma psiquiátrica de la Provincia de Río Negro y San Luis, son experiencias puntuales sometidas a vicisitudes políticas y presupuestarias que limitan su desarrollo y no se instituyen jurídicamente.

2.5. Reforma Psiquiátrica Rionegrina

Con respecto a la Reforma Psiquiatrica en la Provincia de Rio Negro, desde la restauración de la democracia se inicia un proceso de transformación del Sistema de Salud Mental vigente. Hasta ese momento la asistencia psiquiátrica provincial estaba concentrada en un único Hospital Neuropsiquiátrico. Este Hospital tenía características manicomiales: Institución Total y como tal alienante y favorecedora de la cronificación de los pacientes, concentraba además el 90% de los recursos humanos disponibles en salud mental.

En 1985, con la llegada del Dr. H. Cohen a la provincia de Río Negro se ocupa por primera vez el cargo de Jefe de Departamento de Salud Mental recientemente constituido por las autoridades provinciales.

Se inicia entonces un proceso de transformación del sistema de atención psiquiátrica que tendrá dos hitos fundamentales: El cierre del manicomio en 1988 y la sanción de la Ley 2440 de Promoción Sanitaria y Social de las Personas que Padecen Sufrimiento Mental, en 1991.

Para lograr el cierre del manicomio se persigue la externación de los pacientes internados, lo cual inicia en forma sistemática el corte de entrada al sistema. En 1985 el 65% de los pacientes derivados al manicomio provenían de localidades cercanas donde existan psiquiatras y psicólogos trabajando en sus respectivos hospitales generales.

La elaboración de las normas para la intervención en crisis y la conformación de los equipos de patrulla, compuestos por choferes, mucamas, mapuches, cocineros, agentes sanitarios, enfermeros, estudiantes, etc., son fundamentales para impulsar la transformación que culminara con el cierre de la institución manicomial.

Es decisiva la conformación de nuevos equipos en los hospitales generales intentando implicar activamente a los trabajadores de la salud y, especialmente la decisión política de internar en las salas comunes a los usuarios de Salud Mental, compartiendo con clínica médica el sector de camas, hecho que generó no pocos conflictos, pero que fue esencial para la inserción en el hospital general y así revertir la marginación y depositación en el manicomio.

El hospital rural y el de mayor complejidad se transformó en la base de operaciones desde donde los Equipos de Salud Mental intentan reconstruir la red social, (incluyendo a los centros periféricos y su personal como primer escalón para la consulta y para el seguimiento de la persona externada, o que estuviese internada en su propia vivienda).

Este proceso de cambio sociocultural, se conoce como "desmanicomialización", entendiendo que la salud mental es posible a partir de la interacción social concreta en condiciones de horizontalidad de poder.

Este tipo de trabajo sostenido por un equipo provincial numeroso y con el apoyo institucional y comunitario permite la consolidación de una modalidad de trabajo en salud mental comunitaria que optimiza las prestaciones de los trabajadores de salud mental y favorece el cambio de la representación social de la locura y la formulación de las estrategias terapéuticas más convenientes para concretar las dos prioridades de la Política de Salud Mental Rionegrina: La intervención en crisis y La reinserción social. El equipo de salud mental opera en el lugar donde el individuo transcurre su vida en forma habitual.

Por otra parte, se implementan estrategias terapéuticas para resolver problemas reales y concretos de las personas, como la actividad recreativa en lugar del psicofármaco o se trata de que el individuo conserve su trabajo.

Es en esta "despsiquiatrización" del tema de la locura a favor de un abordaje social que aparece la riqueza de los recursos de salud presentes en toda comunidad.

Desde la intervención social en lo cotidiano, implica la realización de gestiones ante los organismos correspondientes que ayuden a la persona con sufrimiento mental a recuperar su autoestima: viviendas, calzado, alimento, subsidio o pensión.

Otro principio fundamental que dio sentido a la reforma es el afecto. Cohen sostiene: “Los que tenemos formación universitaria sabemos como ha sido negado el afecto como elemento esencial a la hora de encarar un proceso terapéutico. Nuestra experiencia nos muestra que es un elemento clave a la hora de entablar un vinculo interpersonal y es conductor de toda posibilidad de recuperación. Abre o cierra las puertas de cualquier relación y permite transitar los caminos más difíciles. Lamentablemente aun no tenemos el apoyo científico que nos permita precisar cuales son los fenómenos que el afecto despierta en un vinculo terapéutico y de que manera poder objetivarlos y sistematizarlos como herramientas de cambio. Estamos convencidos que están presentes y los innumerables ejemplos cotidianos de nuestras practicas hablan por si solos de esta dimensión; La desmanicomializacion debe destruir muros y rejas llegando hasta la transformación de nuestras propias mentes Una actitud autoritaria es manicomial, se desarrolla dentro o fuera de las paredes del manicomio. Las acciones para reducir el estigma social y la discriminación son claves para la desmanicomializacion”.(1994)

Con respecto a la ley 2440; era necesario construir una nueva norma legal que permitiese consolidar las transformaciones en curso. Este fue un paso importante en la provincia.

Dice Cohen, H: “el proceso de desmanicomializacion apunta a producir transformaciones en las personas, construyendo una nueva cultura para con el diferente y para que esto se pueda concretar es necesario la intervención de todos los sectores de la comunidad con sus instituciones deben ser parte activa del proceso, construyendo practicas concretas que posibiliten nuevas alternativas para atender y reinsertar al sufriente mental.” ( 1994)

2.6. Reforma Psiquiátrica de San Luis

Con relación a la experiencia de San Luis, en 1993 se inicio un plan provincial de salud mental con el objetivo de reformular integralmente la atención psiquiátrica en el sistema publico de la provincia. Así una larga historia de encierro, calabozos y abandono social terminó en San Luis con el hospital abierto, y habitado por la comunidad, donde las familias son ayudadas. El conocimiento y el aprendizaje han reemplazado al maltrato y la humillación y muestran un nuevo modo de concebir la salud y la enfermedad.

Cuenta Pellegrini, J: “el sistema publico se apoyaba en un hospital psiquiátrico con periodos de internación extremadamente largos, comenzamos nuestro trabajo con una actualización de los diagnósticos médicos, los mismos habían sido hechos cuando el paciente había ingresado, era un diagnostico descriptivo, inalterable e implicaba una sentencia de encierro... Después de revisar cada historia clínica y cada paciente quedo claro que el principal diagnostico era institucionalización, el cual enmascaraba los síntomas y diagnostico originales. Cada paciente se comportaba como un loco, tal como se esperaba socialmente de el... El manicomio presentaba ausencia de planes de externacion y reinserción social y un exclusivo uso de psicofarmacos como tratamiento, encierro definido por los pacientes como calabozos, promiscuidad y suciedad, golpes, abandono, insultos en la conducta de agentes de salud”. (1998: 25)

Así se empezó por personalizar los tratamientos y se inicio una política de puertas abiertas, reconectando a los pacientes con la comunidad y su familia. Por otro lado, se puso en marcha un plan de externación, apoyado en una red de atención comunitaria a la vez se desplegaron actividades de educación para la salud en la comunidad.

Al respecto agrega el Dr. Pellegrini: “poco a poco el tema de la locura y el manicomio llama la atención de la población, los partidos políticos, la iglesia católica, los medios de comunicación, etc. y el sistema de externación y la reinserción social comenzaron a ser foco de polémica... quienes se oponían a esta nueva política (jueces, policías, docentes, funcionarios y dirigentes políticos) no defendían al manicomio, pero para ellos la palabra tratamiento era sinónimo de encierro, ellos partían de la idea que la enfermedad mental es incurable y peligrosa, estaban formados en una cultura caracterizada por la separación, el abandono, el maltrato y la descalificación del paciente que sufre una enfermedad mental”.(1998: 26)

Así fue como se abre el hospital y el trabajo con la comunidad circundante, bajo la idea de ir transformando el viejo hospital monovalente en hospital polivalente, teniendo en cuenta que la salud mental no debe estar separada de la salud en general.

Algunos pacientes viven aun allí y otros encontraron nuevos hogares, en algunos casos reciben ayuda de municipalidades, juntas vecinales o centros de salud. Muchos servicios de salud mental fueron organizados en hospitales generales. Se reorganizo el presupuesto del hospital y se hicieron reasignaciones. El gasto en medicamentos bajo un 70 % y ese dinero solvento planes de atención domiciliaria para atender la enfermedad y ayuda social a pacientes externados. El hospital les provee medicamentos, ropa, calzado y hasta materiales de construcción para sus casas.

Otro punto interesante fue el lugar que se le dio a al familia del paciente. Así lo destaca el Dr. Pellegrini: “muchos pacientes que se internan en el hospital lo hacen acompañados de su familia durante su hospitalización, comen juntos, caminan por el parque, participan en las consultas y se involucran en el tratamiento; Así la familia juega un rol activo en la recuperación no dejando al miembro enfermo solo”. Hay una alianza entre el hospital, el paciente y la familia que ofrecen una mejor red de contención.

El hospital publico ha sido reestructurado, ahora centro de salud ocupa los mismos 6000 mts cuadrados que corresponden al hospital en el sector utilizado antes para el encierro de mujeres internadas. Sin pabellones, tiene amplios corredores y circulación de comunicación.

En 1998 se crea una escuela en el mismo hospital para entrenar personal en esta nueva concepción de la salud y la enfermedad.

Con relación a las dos experiencias expuestas podría destacar lo siguiente: Lo significativo es que se llevan adelante en un contexto de democracia, después de los 90 y se instituyen legalmente; lo que lleva al desafío de convertir a la salud mental en una problemática a ser pensada tanto por el poder legislativo, como por el ejecutivo y el judicial y a ser discutida en la comunidad, abriéndole la posibilidad de participar de la planificación de la salud mental, además de dar un marco de legitimidad y legalidad a las intervenciones.

Otro aspecto interesante es que la crisis es abordada allí donde tiene lugar, en el domicilio, en el trabajo y es el mismo equipo el que asiste en momentos de “descompensación". Por otro lado el equipo conformado por psicólogos, trabajadores sociales, trabajadores comunitarios y personas de la comunidad con diferentes saberes, oficios, capacidades que se suman al equipo terapéutico, que presenta características interdisciplinarias, superando, de este modo la hegemonía del saber medico.

La internación cuando así se requiere se efectiviza en el hospital general, oponiendo una alternativa al manicomio, es decir cuando las situaciones superan las posibilidades de abordaje comunitario es el hospital general el que contiene la crisis.

Otro punto a destacar son las prestaciones sociales indirectas a los pacientes con necesidades básicas insatisfechas como: asistencia alimentaria, proyectos de autoconstruccion de viviendas, obtención de planes nacionales de empleo, tramitación de medicación para pacientes sin cobertura social, gestión ante obras sociales, tramitación de pensiones y jubilaciones, de subsidios a través de diferentes organismos, regularización de documentación, etc.

En conclusión considero que los objetivos de estas experiencias son: Evitar las internaciones en hospitales psiquiátricos, atendiendo la problemática en el hospital general y el domicilio; trabajar la reinserción del sujeto en su contexto social- familiar; establecer redes comunitarias e institucionales para posibilitar la circulación del paciente; y promover la investigación y la formación del agente en salud mental.

En este recorrido histórico de las alternativas de salud mental, surge un interrogante:

¿Todas estas propuestas han sido efectivamente alternativas si se entiende por tales a lo contrahegemonico?.

De acuerdo con A. Stolkiner las transformaciones adquieren un je modernizador, aunque no necesariamente “alternativo”. Mas que propuestas alternativas son modernizaciones parciales tendientes a diversificar la oferta en un mercado restringido y a racionalizar los costos. (1991:17-23)

2.7. La Salud Mental en el Contexto Actual: El derrumbe del Estado Social, y el padecimiento subjetivo. La globalización, el impacto de la Nueva Cuestión Social y la fragmentación social.

Desde la implantación del modelo neoliberal, con la última dictadura militar en nuestro país (1976) y en el marco sociocultural de la globalización, acompañada por la retracción del Estado, los procesos de ajuste que tuvieron como objetivo reducir el gasto fiscal y aumentar su eficiencia y eficacia, en parte bajo la influencia del BM y del FMI. y las consecuentes nuevas formas de pobreza y marginalidad, se asiste a lo que se ha dado en llamar una “nueva cuestión social”, caracterizada por: Perdida del soporte salarial como forma de inclusión social, desempleo masivo, precarización laboral, inadecuación de los sistemas de protección social, exclusión y desafiliación. ( Castel: 1995)


Teniendo en cuenta que el trabajo es no solo el reaseguro económico y de protección social-sanitaria-previcional, sino que es también la vía de reconocimiento social, es decir implica pertenencia social y realización humana. Estamos inmersos en un momento en que el Estado se retira de la cobertura de los riesgos (enfermedad, vejez, desempleo, etc.) y transfiere sus funciones a la esfera privada.

Mientras que el Estado benefactor era garante de derechos sociales, en cambio el Estado actual devuelve a los individuos la asunción de los riesgos. No solo se modifica el rol del Estado, sino el sentido de lo público y de los ejes esenciales de la cohesión social.

Como afirma razonablemente Galende: “El retiro del Estado y el avance de la privatización esta reforzando las respuestas asistencialistas de las demandas que reciben los servicios con el agravante de que la primacía de la respuesta asistencial lleva a sobreindicacion psicofarmacologica y a las internaciones evitables; Todo aquello que era atendido solidariamente por el estado sé esta transformando en un campo mas para la inversión y la renta económica. La salud publica se esta transformando en una mercancía gerenciada por grandes grupos económicos que la colocaran como una mercancía mas en las góndolas para que cada uno compre la salud que pueda pagar”. (1997: 55 )

Mientras tanto, las políticas neoconservadoras provocan un ataque a las “conquistas sociales” y en consecuencia producen cambios en las condiciones sociales y en la vida de los individuos.

En este sentido, las cuestiones de la salud mental rompieron la barrera de criterios de patología individual para convertirse en problemas de integración social: los excluidos, los marginales y aun de las nuevas patologías (adicciones).

En el contexto de los cambios actuales, las políticas de salud se deslizan hacia el concepto de mercado de la salud, con un importante movimiento de capitales. La prestación gubernamental tiende a restringirse a los aspectos asistenciales de supervivencia focalizadas a los sectores que van quedando marginados y la seguridad social resquebraja ante la disminución del empleo y del salario. Las políticas de salud mental son determinadas por estas circunstancias con el agravante que su asignación de recursos fue tradicionalmente escasa y se las tiende a considerar un “lujo” descartable frente a necesidades extremas, concepción que las coloca en primer lugar cuando se trata de recortes presupuestarios.


En consecuencia, estas condiciones materiales y simbólicas de vida generan malestar y cambios en la subjetividad de los individuos, perdida de identidad social, fragmentación de los lazos sociales, vulnerabilidad, aislamiento, individualismo, emergencia de nuevos problemas sociales, aumento de la violencia y refugio en las adicciones.

Como afirma Quiroga, “Las personas ya no están solo privadas de trabajo, sino también aisladas socialmente. No solo desprovistas de recursos, sino desconectadas de las redes solidarias”. “Si el sujeto se encuentra devaluado en su función esencial de productor tiende a darse un impacto en lo subjetivo que se expresa en la melancolizacion, el encierro, sentimiento de vacío, soledad y pánico”. (1997: 32)

Pero no es menos compleja la situación de quienes, estando empleados desarrollen su existencia en la amenaza permanente de dejar de estarlo, o bien en condiciones de flexibilización laboral, que se materializa como un disciplinador social, esto es jornadas laborales interminables, trabajo en sábados, domingos y feriados desfavorecen la interacción agudizando el individualismo y la competencia.

En otras palabras se puede decir que el miedo de cada individuo a la exclusión social ya no afecta solo a los marginados y desempleados sino también a los que están insertos en el sistema, es decir, a todos los sectores sociales.

Con relación a este tema, es conocido el estudio de Brenner (1973) y de M. Echeverria (1984) que muestra la correlación existente entre recesión económica y aumento de las internaciones psiquiátricas en EE.UU.; así como también una clara asociación entre inestabilidad laboral y aumento de patologías psicosomáticas.

Así, el desempleo coloca a los individuos en edad productiva, como grupo de riesgo, al poner en cuestión un elemento central de su identidad: El trabajo.

Otro aspecto a tener en cuenta, en el momento actual, son los cambios en la estructura clásica de la familia. La familia es, quizás, una de las formas institucionales que muestra su crisis en forma mas transparente. El matrifocalismo (mujer cabeza de hogar) implica una alteración en los roles dentro de la familia, así como la consecuente crisis en la identidad masculina, al mismo tiempo que se manifiesta una perdida de continencia hacia sus miembros más frágiles: niños, ancianos y enfermos.

Como sostiene Stolkiner: “La crisis de la estructura familiar tiene dos facetas. Una es la disrupción que se produce en un momento de cambios, donde la tendencia es la transformación de la familia patriarcal hacia otra forma en la que varían las atribuciones de genero, así como la distribución de poder y de funciones; la otra es la desarticulación, el tejido social no contiene a las familias que a su vez no pueden contener a sus miembros dependientes” (1994: 38)

En consecuencia, todos estos cambios en la sociedad tienen su impacto en la salud mental, y generan nuevos padecimientos. Al respecto Galende plantea: “en las condiciones actuales es esperable un crecimiento de las patologías narcisistas: trastornos del carácter, perversiones, enfermedades funcionales, padecimientos psicosomáticos y adicciones, así como incremento en la violencia familiar y suicidios” (1994)

En la actualidad, se percibe un resurgimiento de valores psiquiátricos tradicionales, como los del diagnóstico y la clasificación nosográfica, y de la indicación de psicofármacos. Estas modalidades son funcionales con los valores que hoy se exigen: pragmatismo, eficacia, utilidad y rapidez.

Esta relación entre las políticas de ajuste económico con la des-responsabilización del Estado y la necesidad de mantener ciertos principios fundamentales en la realización de una política de salud mental, se ha visto cuestionada a raíz del debate sobre los planes de desmanicomializacion 14.

Considero que la sociedad a través de sus instituciones debería hacerse cargo de la segregación de la locura que ella misma produjo u ofrecer instrumentos de integración a la marginalización en que la locura arrojó al sujeto.

Así, coherente con este pensamiento, seria una crueldad dejar sin asistencia alimenticia o sanitaria a las personas portadoras de trastorno mental que siempre han sido marginalizadas.

2.8. Desmanicomialización y riesgos. Una mirada desde el Trabajo Social sobre las políticas de desinstitucionalización.

“Cuando entramos en lo contracultural, entramos en el antiestablishment, ya quedamos marginados nosotros también. No nos encierran porque tenemos cierta autonomía, porque la familia nos respeta. Pero de todos modos nos encerrarían a nosotros también” (A Fiashet)

Considero que antes de plantear el fin del manicomio hay que desarrollar y garantizar los mecanismos sociales, políticos y jurídicos que se hagan cargo de la problemática de la locura.

Entonces, cerrar el manicomio es un proceso complejo que incluye el riesgo de la mayor decadencia y demolición para estas personas que habitan los manicomios. Posiblemente el modelo neoliberal no carece de propuestas criticas al manicomio. Por el contrario, un aparente cuestionamiento al hospicio puede ser absorbido por nuevos esquemas, tendientes a potenciar la prestación privada y colocar a la prestación estatal en el lugar de una asistencia marginal para marginales.

Su discurso cuestionador, sin embargo, no se dirige a revisar la psiquiatrización de la locura y del malestar subjetivo, sino que va por el lado del rol del Estado, la caída de lo público y el triunfo del mercado. La base de su cuestionamiento es el alto costo y la baja eficacia de sus establecimientos.

2.8.1. Manicomios: ¿ El fin de las Instituciones Totales?

Es en este contexto, que el establecimiento manicomial resulta insuficiente en sus objetivos de origen: Dar un lugar definido al no trabajo. La marginalidad desborda sus posibilidades. Si el manicomio cumplió la función de recordar a la sociedad que había un lugar de contención a la locura, la diversidad y la marginalidad; si legitimo la negación de los más elementales derechos para quienes fueran recluidos en él, si el amparo de la institución psiquiátrica permitió formas de represión agresivas que no herían la sensibilidad social (dado que piadosamente se las consideraba aplicadas por “el bien del paciente”), puede decirse que los asentamientos humanos irregulares son los manicomios de la época. El lugar de los marginados, de los excluidos. Si no se consideran los riesgos reales, entonces, allí, y al amparo de las calles, serán devueltos los internos.

Como afirma Habermas (1988)”... Un desmantelamiento decidido del Estado social tiene que dejar tras de sí lagunas funcionales que solo pueden rellenarse mediante la represión o el desamparo”...

Muchas veces “encapsulados en la lógica neoliberal” se tiende a externar el paciente buscando soporte en comunidades precarizadas y en familias con escasa capacidad de continencia. La mayoría de las veces dirigidos a disminuir costos, no crean los recursos necesarios para una real externación, que tome en consideración las condiciones actuales de existencia.

Se trata aquí de profundizar la critica al hospicio y promover las formas sociales, políticas y jurídicas de su desarticulación, no confundiendo esta con el desamparo de los enfermos mentales. La Reivindicación del hospital publico no puede llevarnos al absurdo de defender el hospicio. Se trata de profundizar su critica.

Con respecto a este tema Galende afirma: “la crisis se instala hoy en relación con la caída global de los valores en que el manicomio se sustenta y a los cambios que en la vida social y en la cultura muestran el absurdo de su existencia actual. Muchos de los rasgos de los sistemas de masificación, uniformidad y relación de poder, que instaura la institucionalización pueden observarse hoy en la vida social y el desenvolvimiento de la subjetividad”. (1994: 66)

En otros términos, la masificación, la perdida de individualidad social (individualismo) ya no es solo un problema del asilo y de los internados. Ahora lo es de toda la sociedad. Es ridículo sostener ya el argumento de la necesidad del aislamiento. Eso es lo que padecemos todos, el loco también, pero no se entiende ya el sentido terapéutico.

Por lo tanto, desmanicomializar es mas que la abolición del manicomio, supone acciones de liquidación de sus modelos de relación humana, de poder disciplinario “es posible que estemos mas cerca de la abolición de estas instituciones, creo que estamos mas lejos del ideal de Desmanicomializar”. (Galende, 1994: 83)

Uno de los rasgos de esta sociedad, como he señalado anteriormente, es el de la marginación producida e integrada “naturalmente” al entorno urbano, aquí se plantean nuevos problemas con la respuesta social y disciplinaria al problema del sufrimiento humano que alberga el asilo.

A pesar de todo, no se ha construido una solución alternativa que permita resolver social y humanamente el problema de los locos. Especialmente si pensamos en aquellos que, tras largos años de segregación y custodia en estas instituciones, han perdido toda relación social con el exterior de las mismas. Sin familias, con familias sin posibilidad de continencia, sin posibilidades reales de empleo, sin vivienda, el desamparo en el que se encuentran hace que el asilo sea su único rasgo de identidad y “hogar” natural. Indudablemente el mantenimiento de estas instituciones ya no es solo un problema de costos económicos. Es preciso reiterar que con el mismo gasto que insumen estas instituciones degradantes es posible prestar una atención más humana, racional y menos degradante.

Lógicamente tengo dudas sobre las soluciones disciplinarias, no solo las que aporta la psiquiatría y creo que el problema más importante radica en la respuesta social.

No debe existir ninguna duda sobre la exigencia de abolir el manicomio definitivamente y seguir avanzando en el problema de la desmanicomializacion. Pero seria ilógico y contradictorio con estas posiciones permanecer indiferentes sobre los modos en que las personas institucionalizadas podrían insertarse en una sociedad con los rasgos reseñados. Para muchos de ellos la sola externación puede no llegar a ser mas que un nuevo desamparo, más cruel que el vivido en el hospicio.

Se debería tratar de plasmar la respuesta social en políticas sociales y de salud concretas, que reflejen el compromiso social solidario con las necesidades de los enfermos mentales. Construir alternativas en lo social continentes para recibir y aportar a la recuperación de la ciudadanía de las personas externadas; exigir la puesta en marcha de políticas sociales y de salud que garanticen a través del Estado la cobertura de las necesidades del proceso de reinserción social; mantener lo especifico de una asistencia en salud mental que asegure una recuperación; en el grado de posibilidad que abre la externación y a fin de paliar el sufrimiento mental tanto como impedir nuevas modalidades de internación.

En este entramado de una respuesta compleja a un problema social complejo como es revertir la situación del internamiento psiquiátrico, es necesario seguir mostrando como, mas allá de las singularidades del enfermo mental, el destino del loco en su vida social es el mismo que sufren todos aquellos marginales de la sociedad.

En cuanto a la marginalidad, toda la sociedad condensa y expulsa lo que no integra ni tolera. Los mecanismos de la expulsión- segregación siguen vigentes. Lo que ha cambiado es la actitud: ahora se convive con indiferencia con aquello que antes se encerraba.

Por eso creo que es esencial, mas allá de los juicios y condenas morales al manicomio no dejar de cuestionar por sus causas, por el juego de intereses humanos en que se produce la marginalidad. Solo de este modo entenderemos la relación humana que instaura, encubierta por la psiquiatría sobre individuos condenados a existencias inhumanas.

La razón del manicomio no es inherente a la existencia de enfermedades mentales. Se trata ahora para avanzar en la consigna de la desmanicomialización, de comprender hasta adonde penetra el tejido social en que el manicomio cobro existencia y se sostiene hasta nuestros días.

Los establecimientos ideales de salud mental deberían de ser los mas parecidos a los distintos establecimientos donde transcurre la vida de los seres comunes. Una casa de medio camino debe ser, simplemente una vivienda. No se trata de crear una ilusión de libertad como esperaba Cabred, sino de pensar un espacio para sujetos de derecho, ¿ Cómo se resuelve esto con nuestros recursos y reconociendo la existencia de grandes establecimientos cuyo desmantelamiento abrupto redundaría en el desamparo de muchos de sus habitantes?. Una reforma en el área de salud mental requiere transformar representaciones sociales. Se trata en fin de materializar interdisciplinariamente una nueva relación entre la sociedad y la problemática de las enfermedades mentales.

Un primer paso urgente es el respeto a las necesidades básicas del internado, asimismo, la burocracia debe extirparse de raíz, mediante una ley de salud mental que contemple medidas penales severas, para aquellos que transgredan las normas. La disolución de los manicomios debe estar presente en toda política de salud mental. La asistencia en instituciones polivalentes es el único camino para evitar cronificaciones.

¿Por qué este reconocimiento universal a la optimización participativa del hospital general como ideal de asistencia, así como el desarrollo de programas preventivos, solo se ha incorporado parcialmente?. Él número de servicios de psicopatología que funciona en los hospitales polivalentes se ha incrementado, pero la internación aun no se ha generalizado. Sin dudas considero que, el cierre definitivo y permanente de la admisión en los manicomios terminaría con la resistencia al cambio aun existente.

De acuerdo al pensamiento de A. Bauleo: Transformar el espacio manicomial es cambiar el uso de sus instalaciones modificándolas introduciendo una dinámica vital. Esto contemplaría la caída de su muro, la creación de jardines; reestructuración de los pabellones que ahora tendrían poco acceso entre ellos ya que cumplirían distintas funciones, pero sobre todo territorios libres de encuentro de cualquiera con cualquiera, que debería ser diseñados por la gente, urbanistas, escenógrafos. Luego la creación de estructuras intermedias y la utilización de recursos comunitarios. Centros polivalentes, ambulatorios, servicios psiquiátricos en hospitales generales, hospitales de día, lugares para la internación temporaria de pacientes.

Cuando se piensa en el Hospital Psiquiátrico sobretodo para modificarlo, se lo hace generalmente bajo una óptica reduccionista o localista. Se toma literalmente el cierre del manicomio con él ponerle llaves a sus puertas. Es en el complejo contexto actual, donde debemos situar el análisis y las propuestas de acción sobre el problema de los manicomios. En esto toda simplificación, todo reduccionismo, llevan a acciones estériles o peor aun, pueden terminar alentando aquello que se proponen combatir: La marginación del loco.

Entonces, terminar con el manicomio significa no-solo la ruptura de una organización jerarquizada e instituida, sino también efectuar un corte en lo social, a partir de una problemática importante como es la salud mental.

Capitulo 3

3.1 Estado, Cuestión Social y Trabajo Social: Vinculaciones con la Salud Mental

Tanto las mentes como los cuerpos sanos pueden sufrir de invalidez. El hecho de que la gente ‘normal’ pueda moverse, ver y oír no significa que realmente vean y oigan. Pueden estar muy ciegos ante las cosas que deterioran su felicidad, muy sordos ante el pedido de afecto de los demás; cuando pienso en ellos no me siento ni más inválido ni más incapacitado. Tal vez pueda, en cierta medida, abrirles los ojos a las bellezas que nos rodean: un cálido apretón de manos, una voz ansiosa de consuelo, una brisa primaveral, una música, un saludo amistoso. Esa gente me importa, y me agrada sentir que puedo hacer algo por ellos” (Henrich y Kriegel)

 

El Trabajo Social surge y se desarrolla simultáneamente a la presencia del manicomio en América Latina; por ello en este punto analizare las vinculaciones históricas del Trabajo Social con el campo de la salud mental, identificando como las influencias teóricas y metodológicas de la medicina, en particular de la psiquiatría, de la psicología y de la sociología, impulsaron e impregnaron una modalidad de abordaje que ha orientado la práctica profesional.

En el contexto de constitución del Estado- Nación surge una significativa preocupación por la Cuestión Social, que según Parra, G., es: “La manifestación de las desigualdades y antagonismos políticos, socioeconómicos y culturales inherentes al desarrollo capitalista y producto de la relación capital-trabajo que pone en jaque el poder hegemónico de la burguesía, atentando contra el orden establecido”. ( 1999; 81-82)

Es en este marco socio-político y siguiendo los pasos del movimiento de los médicos higienistas que (entre 1880-1930 aparecen en el escenario histórico, generando respuestas ante la cuestión social), se produce en las primeras décadas del siglo XX, la institucionalización del Trabajo Social.

La profesión en Latinoamerica, se institucionaliza subordinada a la medicina, en términos ocupacionales y de conocimiento. Mary Richmod, sistematiza el caso social individual; un método de intervención en la profesión. Su preocupación se encuentra dirigida a diseñar una metodología que aporte en el ordenamiento de la intervención y establecerá para ello diferentes etapas: estudio, diagnóstico y tratamiento.

De esta manera, y dado que sus experiencias profesionales se desarrollan junto a médicos psiquiatras, se evidencia la apropiación que realiza del modo de atención de los médicos y lo instaura como modalidad de intervención del Trabajo Social en el abordaje de los casos.

El estudio, la evaluación y el tratamiento del método de casos serán las etapas a seguir en el abordaje tendientes a “estabilizar o mejorar el funcionamiento del cliente con respecto a su adaptación o ajustamiento social” (Hamilton, 1992:244). Es decir el ajuste de la personalidad, el logro del cambio en el cliente a través de un tratamiento orientado a modificar su situación y/o sus conductas y actitudes.

En el caso de la intervención en instituciones psiquiátricas estas funciones se resignifican y van a estar orientadas a revincular y reinsertar al paciente al medio socio-familiar, en el caso de las actividades intrahospitalarias formando parte de los equipos de atención.

Desde su surgimiento, la intervención del Trabajo Social en el campo de la salud mental, se tornó en una especialización particular de la profesión: El Trabajo Social Psiquiátrico 15. Este posicionamiento demandó para el desarrollo profesional, la utilización de saberes y métodos asociados a la psicología, sociologia y psiquiatría, de esta manera se comienza a psicologizar la lectura de las problemáticas sociales y/o a patologizar las relaciones socio-familiares de las personas con trastorno mental.

Desde esta perspectiva y sobre la base de la postura de Parra, G.: El Trabajo Social surge con un carácter reformador, conservador y antimoderno, ya que, con su práctica negaba los fundamentos de la modernidad: universalidad, individualismo y autonomía, como características fundamentales para la emancipación del hombre.

Su intervención se desplazaba hacia el problema individual, ajeno a las condiciones estructurales del propio capitalismo y, por lo tanto, ubicando esta intervención en el terreno de lo patológico como disfuncionalidades a ser corregidas: ajuste, adaptación y disciplinamiento son conceptos que no tienen relación con el reconocimiento universal de los derechos del hombre.

De esta manera, se comprende que las manifestaciones de la cuestión social son consideradas como problemas sociales, producto de desvíos y falta de adaptación de los sujetos que no alcanzaban a incorporar los valores y las normas socialmente sancionadas. La organización económica y la estructura social nada tenían que ver con la existencia de la desigualdad social y sus consecuencias.

Así, promovía la clasificación, homogeneización y tipología de las disfuncionalidades, la discriminación de los hombres, rotulándolos por su carencia o enfermedad, que atentaban contra el orden establecido, metiéndose coercitivamente en el espacio privado de los sectores populares en vista a controlar, normalizar y normativizar la vida cotidiana de los sujetos. (Ibidem)


Teniendo en cuenta los aspectos sociales de la intervención dentro de las Instituciones Psiquiátricas, podría decir que el Trabajo Social desde su fundación intervino en general desde una perspectiva “Durkhemiana16 de lo social, es decir alrededor de una preocupación acerca de la integración signada fuertemente por lo formal – contractual, es decir oscilando su intervención entre el disciplinamiento y la normalización del “otro desviado” para integrarlo al sistema, a través de parámetros científicos- técnicos pre- fijados formalmente, a partir de una forma contractual con ese sujeto o grupo.

Siguiendo la postura de Martinelli, L., estas implicancias del Trabajo Social están íntimamente relacionadas a la identidad atribuida, prefabricada y dada por la lógica del capital, dándole la connotación de una practica alienada, alienante y alienadora, enclaustrada en las instituciones y distanciada de la lucha de clases. Así la practica profesional poseía un carácter empirista, reiterativa, paliativa y administrativa- burocrática, promoviendo la reproducción de las relaciones sociales del capitalismo y no dejando margen de autonomía para la intervención del trabajador social en las instituciones que solo se limitaba a ser un ejecutor terminal de las políticas sociales.

Como afirma Martinelli: “El servicio social surge en el escenario histórico con una identidad atribuida, que expresaba una síntesis de las practicas sociales precapitalistas- represoras y controladoras y de los mecanismos y estrategias producidas por la clase dominante para garantizar la marcha expansionista y la definitiva consolidación del sistema capitalista”. (1991: 67)

Entre sus funciones el Trabajo Social siguiendo el modelo tradicional, por lo general trabaja aislado de otros profesionales del hospital y tiende prioritariamente a atender las demandas de psiquiatras, además de las demandas puntuales de pacientes y familia.

La demanda principal se caracteriza por la responsabilidad de contactar los familiares de los pacientes al momento de la internación, durante la misma y al momento del alta hospitalaria.

En todos los casos el Trabajo Social actúa como intermediario de la relación entre el paciente y su familia y/o el paciente y el mundo externo del hospital, también de la relación familia- medico- institución. Entre sus funciones se destaca: La realización de seguimientos, historias clínicas, gestiones sociales, movilización de recursos materiales y financieros. Por lo general los trabajadores sociales sobrecargados siempre actúan para atender las demandas inmediatas (“para apagar incendios”).

Según Pereira, I.: “El servicio social en su historia en el área de salud mental ha pasado por diversas formas y modelos de intervención. La actuación del servicio social en hospitales psiquiátricos sufre alteraciones importantes debido a la apropiación por parte del profesional de nuevos estudios e intervenciones surgidos en el campo psicosocial y en razón también de reformulaciones y cambios generales al interior de la profesión”. ( 1992: 250)

Para concluir, con relación a las practicas en salud mental, el Trabajo Social como un agente institucional subordinó su practica profesional a los proyectos hegemónicos, asegurando de este modo, el control social y el disciplinamiento moralizador de los sectores dominados ante la peligrosidad que representaban para las clases dominantes.

En palabras de Carballeda: “Desde una perspectiva histórica, la intervención en lo social surge marcada por una tradición normativa, relacionada con la problemática de la integración como forma de mantener el orden y la cohesión de la sociedad, a través de dispositivos de disciplinamiento que se aplican mediante prácticas e instituciones”. (2002: 91-92)

El Trabajo Social en la actualidad se enfrenta a nuevos desafíos que implican continuidades y rupturas con respecto a la practica profesional tradicional y exigen del trabajador social una formación altamente calificada cultural, política y teóricamente.

Su practica cotidiana, generalmente se limita a atender la urgencia, visualizándose el trabajo institucional como contradictorio y excluyente de la posibilidad de desarrollar trabajo comunitario y de promocionar acciones tendientes a potenciar en el sujeto la dimensión de autonomía.

Esta de mas decir que la practica profesional edificada en el viejo modelo organizativo de sociedad caracterizado por su fuerte impronta pragmática y utilitarista con tendencia a respuestas inmediatas es un obstáculo indispensable a vencer, si se desea continuar con la lucha por un campo disciplinar no subordinado a otros.

Entonces, la renovación de la profesión supone cortar con su estructura original, tradicional, conservadora y de control social y con la pretensión teórica- metodológica propia y autónoma, ya que, mantenida esta –y con ella la incidencia positivista- se reitera el eclecticismo 17.

La intervención debe justificarse desde un marco teórico referencial y sostenerse en una perspectiva teórica- metodológica critica basada en la investigación, el análisis, el estudio de la realidad familiar. Será de suma importancia conocer los recursos comunitarios así como también rescatar redes de contacto informales de los sujetos de la intervención.

Históricamente, la intervención social en salud mental forma parte del entramado de la cuestión social. Las cuestiones relativas a la salud/ enfermedad mental están estrechamente unidas a las condiciones sociales de vida. Trabajo social y salud mental se relacionan con la vida cotidiana de las personas, con las manifestaciones de la actual cuestión social.

La intervención profesional en el campo de la salud mental debe tender a generar redes de solidaridad y reforzar vínculos sociales. Se trata de construir alternativas. Aquellas practicas que lo fueron en una época, pueden no serlo en estos momentos. Lo alternativo no se define por las formas sino por la base ética, ideológica y conceptual en la que se asienta. (Stolkiner: 1999)

Por otro lado, desde esta concepción, importa la construcción de un lazo social en la que la cuestión del poder y el "saber" circule, nadie debería apropiárselo, interesa el saber del otro, de su familia, de la comunidad. También trabajar con otros profesionales, explorar el saber de otras disciplinas y tender así a la participación de todos en las decisiones que nos conciernen.

En esta dirección, se requiere de la renovación de nuestros marcos conceptuales y metodológicos que nos permitan comprender las nuevas condiciones que la vida social plantea.

Para reflexionar sobre lo expuesto: Esta claro que no podemos comprender totalmente como y donde estamos parados como trabajadores sociales en estas políticas, adonde nos dirigimos cuando pretendemos, desde nuestra praxis, modificar alguna parte de las problemáticas de los seres humanos, ni tampoco podemos visualizar lo que las nuevas maquinarias sociales se aprestan a hacer de los enfermos mentales, en suma de todos los marginales improductivos y otros indeseables.

Pero que este desconocimiento no paralice el intento de elucidación, ¿Al servicio de que concepciones de la sociedad, de la salud/enfermedad comprometemos nuestras practicas?, ¿De que manera estas implicancias afectan nuestro modo de vida, nuestra ética, nuestros actos?.

En el desempeño de su función el Trabajador Social dependiendo de su opción política, puede configurarse como mediador de los intereses del capital o del trabajo, ambos presentes y enfrentados en las condiciones en las que sé efectiviza la práctica profesional, puede volcarse al servicio de quienes lo contratan o a quienes van dirigidos sus servicios; puede orientar su intervención reforzando la legitimación de la situación vigente o reforzando un proyecto político alternativo, apoyando y asesorando a las clases dominadas y colocándose al servicio de sus propuestas y objetivos.

Esto supone por parte del Trabajador Social una comprensión teórica de las implicancias de su práctica profesional posibilitándole mayor control y dirección de la misma, dentro de los limites socialmente establecidos. Por otro lado supone una subordinación del ejercicio profesional a sus consecuencias políticas. Se trata, en fin, de reflexionar sobre el carácter político de la practica profesional.

Si queremos una sociedad basada en la justicia y la igualdad que asegure una mejor calidad de vida para todos sin discriminación, que reconozca y acepte la diversidad como fundamento para la convivencia social; si queremos una sociedad donde lo primordial sea la condición de personas, de todos sus integrantes, donde se garantice su dignidad, sus derechos, su autodeterminación, su contribución a la vida comunitaria y a su pleno acceso a los bienes sociales, necesitamos que a partir de los derechos de las personas, se generen las estructuras legales e institucionales necesarias y así lograr su cumplimentación en salvaguarda de una mejor calidad de vida.

Teniendo en cuenta que el modelo económico vigente hace que un alto porcentaje de habitantes del país sea excluido del mercado de trabajo.
¿Qué pasa entonces con los enfermos mentales?. Como alternativa valida es necesario que los enfermos mentales, sus familias, las entidades que los representan comiencen a hacer un ejercicio de los derechos que por ley le corresponden y modificar o agregar aquellos que no están, lo que requeriría un mayor compromiso y una participación mas activa en su defensa. Partiendo de las estructuras legales existentes (derechos del discapacitado) y a los efectos de que dentro de las instituciones de salud mental se generen las alternativas viables para lograr su cumplimiento, es necesario reflexionar sobre las posibilidades del paciente con alta judicial y la realidad que los encuadra según tengan o no familias continentes. Esto es, preguntarnos cuáles son las alternativas viables desde lo institucional, lo judicial y lo social hacia un verdadero proceso de desmanicomialización.

Considero que las acciones de un equipo interdisciplinario al nivel de la comunidad son relevantes para la tarea preventiva que puede comprender desde el reconocimiento de los factores genéticos y ambientales, hasta el diagnostico preciso de la enfermedad. Este procedimiento facilitara la orientación familiar para un programa de autocuidados, de educación del paciente y su entorno, y por consiguiente el manejo social para la reinserción y adaptación comunitaria. La atención primaria de la salud es relevante en estos casos.

Si bien existe el factor biológico dentro de las causas determinantes de una enfermedad mental, no hay que menospreciar los aspectos familiares y sociales en los que este inmerso el enfermo. Es necesario evitar que sigan enfermando los niños. Para ello hay que proteger a la gestante, trabajar en forma temprana en el vinculo madre- hijo, combatir la desocupación y evitar el padecimiento del hambre que lleva a las personas a la violencia. Lo que más preocupa hoy no es solo la psicosis, sino otras patologías como la violencia, el alcoholismo, la drogadicción, la anorexia, la bulimia y la depresión.

Creo firmemente que la protección social del niño, adolescente, adulto y anciano, mediante el mejoramiento de las condiciones de vida seria una forma viable de erradicar la vulnerabilidad a padecer trastornos mentales. Pero por supuesto para alcanzar esos objetivos hacen falta políticas que contemplen las carencias sociales.

Por otra parte debería generalizarse la implementacion de nuevos abordajes terapéuticos en el tratamiento de la salud/enfermedad mental. Por ejemplo:

La radio, la psicoradio o la terapia radiofónica es un dispositivo terapéutico coordinado por los mismos pacientes poco utilizado, como un modo de abrir el manicomio a la comunidad. Por el ejemplo en el Hospital Borda funciona “radio la colifata”; en la Colonia Cabred “radio puertas abiertas”.

El taller también resulta ser una herramienta alternativa de expresión, de promoción en salud: Talleres de títeres, Huertas, cerámica, pintura, coro, revista, reciclado de latas, de expresión musical para lograr reconstruir lazos sociales perdidos, para elaborar conflictos, para desarrollar capacidades personales que permitan abordar tareas preventivas. La musicoterapia, la murga, la creación y el arte se proponen como recursos terapéuticos en salud mental. Es importante crear dispositivos y espacios de enunciación para rescatar la subjetividad de las personas.

En conjunto estos recursos terapéuticos se presentan como alternativas al servicio de la promoción de la salud mental, confrontando las concepciones y practicas hegemónicas impuestas por el manicomio que propone: Encierro, oscuridad y muerte.

El trabajo o la laborterapia es un dispositivo psicosocial que debería ser utilizado con mas frecuencia. Generar fuentes de trabajo rentado y / o actividades productivas para los pacientes de manera de garantizar la circulación social evitando la estigmatizacion por la enfermedad. La participación se convierte en una herramienta terapéutica. La concurrencia a los talleres se instala a partir de la libertad de elegir de los sujetos, es decir de la posibilidad de expresarse y de transformar el mundo. La producción en los talleres es creativa y transformadora, adquiere valor de intercambio social.

La implementación de Talleres de reciclado de muebles, con el objetivo de la reinserción laboral de los pacientes psiquiátricos, seria importante, recomponer el mobiliario de sus casas, reutilizar el mobiliario desechado e imprimir la subjetividad en la obra artística, permitiendo efectos terapéuticos.

Del mismo modo, la exposición y venta de productos, manualidades y artesanías (con valor de cambio, como producción propia), es decir el intercambio con la comunidad, facilitaría la inserción social y laboral de los mismos.

Entonces, ante la crisis económica y la falta de recursos de los mismos, seria beneficioso ofrecer este servicio a la comunidad.

3.2. Familia y Enfermedad Mental: Una mirada desde la intervención del Trabajo Social.

La familia es un grupo primario, que en el curso de la historia compartida ha elaborado una estructura basada en pautas interaccionales conscientes o inconscientes. Hablo de familia como institución. Es el producto de una lucha permanente entre lo instituyente y lo instituido. La familia entonces, instituye y es portadora consciente o inconsciente de esta construcción social que es la locura.

La emergencia del trastorno mental en integrantes de una familia representa no sólo una pregunta para la cual hemos de buscar respuestas, sino también una respuesta para una pregunta desconocida por nosotros. Es más, podría considerarse como un mensaje cuya naturaleza convendría desentrañar, reconstituyendo el contexto en el cual cobra sentido la enfermedad mental.

En estas situaciones, considero que el papel de la familia es fundamental para iniciar un proceso de rehabilitación 18.

La familia puede ser víctima y entrar en un proceso de derrumbe; puede ser un factor coadyuvante a la recuperación del paciente o por el contrario, puede actuar como un factor acelerante y desencadenante del cuadro de deterioro que expresa el paciente.

Esto implica, direccionar la intervención profesional no solamente sobre el paciente, sino también hacia todo el grupo familiar. Además, es imprescindible trabajar en el ajuste de la relación familia- sistema de salud. Al respecto, resultados estadísticos 19 demuestran la mejoría del paciente cuando la triada medico- paciente- familia es funcional y el deterioro del mismo cuando este vinculo contenedor no se conforma.

Entonces, se puede decir que la familia y el hospital se necesitan mutuamente porque son interdependientes, una alianza entre ambos contribuye a un resultado positivo.

Sin embargo, creo que integrar la familia al sistema de tratamiento de una institución psiquiátrica es introducirla a una ideología institucional en la cual el modelo biomedico es preponderante, pues la familia llega con sus mitos, temores, expectativas, sentimiento de culpa, incertidumbre, ansiedad, negación, su ideología y valores teniendo que integrarse a las reglas y valores culturales de la institución.

Los posibles “malos entendidos” de la relación familia- institución puede producir alteraciones que den como resultado conductas iatrogenicas que se traducen en escaladas emocionales que dejan como saldo transferencias y contransferencias negativas.

Mientras que en los tratamientos ambulatorios la familia tiene mas posibilidades de contacto e involucramiento, pudiendo asumir con mas eficacia sus funciones de afecto y atención. Durante las internaciones, en cambio el sistema de salud suele asumir un lugar mas protagónico, estimulando que la familia se aleje. Afirman Bradshan y Burton, (1976) “A menudo la familia queda sin autoridad, ni responsabilidad, mientras el personal hospitalario asume el rol parental frente al paciente”.

Paralelamente a este alejamiento y delegación de responsabilidad, como un proceso circular, la familia, muchas veces deposita al miembro enfermo en manos del sistema de salud, con las consecuencias negativas del llamado “hospitalismo”. De allí que, desde el Trabajo Social, es importante el acompañamiento profesional, el apoyo a la familia, la prevención, la orientación, para intentar tratamientos de rehabilitación, es decir “volver a habilitar” se espera que alguien que pierde la capacidad para realizar actividades que sirvan para resolver sus propias necesidades, pueda volver a adquirirlas; o de promoción, "mover en pro de", en función de algo, acciones que se orienten a provocar una dinámica, para obtener algo. Con la promoción se apuesta a estimular y desarrollar las capacidades desconocidas en los sujetos.

En este sentido, adquiere importancia el enfoque interdisciplinario y el trabajo en equipo como una forma de articulación que a partir del dialogo y la puesta en común de diversos saberes y habilidades posibilita la construcción de un nuevo conocimiento.

En esto es necesario, discutir marcos conceptuales generales acerca del proceso salud - enfermedad, en la búsqueda de acuerdos y consensos, alrededor de los derechos de los pacientes, la noción de salud, la visión de "problema social", etc.

Desde esta perspectiva el Trabajo Social parte de la realidad vivida por un determinado sujeto y a partir de la investigación diagnostica se aproxima a las situaciones problemáticas. Así, de este modo, lo social puede ser analizado desde las historias de vida de los sujetos concretos en el marco de su vida cotidiana, es decir, en el desarrollo de la subjetividad.

Entendiendo por cotidianeidad, de acuerdo a lo conceptualizado por Eroles, C., como: “... la manifestación inmediata en un tiempo, en un ritmo, en un espacio, de las complejas relaciones sociales que regulan la vida de los hombres en una época histórica determinada”. (1997: 38-39)

La vida cotidiana, entonces reclama una conciencia critica que en tanto actitud científica es lo opuesto a la conciencia ingenua. Implicaría interpelación, problematización y desmitificación de los hechos sociales.

El paciente enfermo es muchas veces la punta de iceberg de situaciones familiares conflictivas, un emergente de problemas que encuentran su camino a través de la crisis. Esta crisis tiene como telón de fondo conflictos afectivos, con fuertes ambivalencias, roles rígidos y estereotipados, conflictos, delegaciones y aspectos de violencia familiar que se presentan con un desenlace agudo o crónico.

Al respecto, desde una perspectiva sistémica, Albornoz, L.A, considera: “La crisis y ruptura de homeostasis familiar, traducida en el cambio de sus defensas habituales que alteran su grado de flexibilidad, de cohesión familiar- emocional y la calidad de la comunicación permiten trabajar terapéuticamente. Articulando la contención y el acompañamiento del equipo de salud mental hacia el grupo familiar, se crea un espacio donde se dan distintos tipos de expresión emocional, que abarcan desde la catarsis hasta la modificación de núcleos interactivos constitutivos y organizadores de un determinado momento de la evolución familiar”. (1998: 21)

Por otra parte, Estudios de Sobrecarga Familiar (Melman, 1998: 62) indican que la presencia de un miembro portador de trastorno mental en la familia, aumenta la responsabilidad sobre su tratamiento, la cantidad de cuidados que son tomados con aquel, produce un fuerte impacto en la familia. Las cargas financieras, sociales y subjetivas con el enfermo son muy elevadas y no siempre percibidos de forma clara por los familiares que según los estudios “presentan una tendencia a minimizar las experiencias de sobrecarga”.

En general, en familias de bajo nivel socioeconómico, los costos para los cuidados suministrados son muy altos, teniendo en cuenta que el enfermo mental, en la mayoría de los casos, no es económicamente activo e independiente. A esto se le suma que dentro de la dinámica familiar, una o más personas asumen responsabilidades por esos cuidados, lo que las imposibilita de entrar en el mercado de trabajo y asimismo de contribuir para la renta familiar, además de impedir su realización personal y profesional.

El autor antes mencionado considera que: “Debido a los preconceptos existentes en la sociedad contra los enfermos mentales y el poco conocimiento sobre la enfermedad mental, hay una tendencia en las familias al aislamiento social apartándose de amigos y de otros familiares. Tal situación se observa con mas profundidad en aquel familiar que es directamente responsable del cuidado del enfermo mental” (en la mayoría de los casos la mujer). (1998: 62)

Es fundamental, en estas situaciones que la intervención del Trabajador Social junto a la familia, contribuya a transformar esta realidad y propicie en aquella la posibilidad de superar las dificultades vividas en la convivencia con un miembro enfermo mental, organizando con ellos el tiempo de cuidado, a través de la oferta de servicios diarios de atención psicosocial.

Resumiendo, el trabajo integrado de aspectos biológicos, psicológicos y sociales que se articulan en estos cuadros con personas portadoras de trastorno mental, nos proporciona como trabajadores sociales una gran herramienta terapéutica: La de trabajar con grupos familiares y la red social. Así se logra integrar al paciente, con su familia y su soporte social.

La familia es sustentada por las redes sociales que crecen- formal e informalmente- fuera del hospital. Esta suma de vínculos y relaciones solidarias nos proporciona un mejor pronostico medico y una mejor calidad de vida. Como opina acertadamente Albornoz, “ A veces tratando solo al paciente no se alcanza los mismos logros que cuando se trata a la familia y a su entorno social”. (1998: 22)

Conclusión

La institucionalización de las personas portadoras de trastorno mental, afecta negativamente el proceso de recuperación. La internación domiciliaria o las internaciones breves en Hospitales Generales, la atención y el seguimiento comunitario se proponen como dispositivos adecuados que posibilitan la superación de crisis agudas sin atentar contra la vinculación socio-familiar, sometiendo a la persona a la vivencia de situaciones indignas en grandes manicomios, generando un síndrome de hospitalismo que conlleva la adaptación pasiva a la institucionalización asilar.

Evidentemente que, el no contar con dispositivos de atención que superen la internación manicomial responde a la existencia de una modalidad de atención sanitaria en el campo de la salud mental, específicamente, y de la salud en términos generales. La ausencia de políticas sanitarias que contenga una articulación sistemática entre sus diferentes niveles de atención es un gran obstáculo, que posiciona al hospital neuropsiquiátrico como único recurso de atención sanitaria, con el que cuenta la comunidad. (M. Mendoza)

En este sentido, queda claro que el desarrollo y ejecución de las políticas sociales en el sector de la salud mental se centraron básicamente en la atención asilar, tanto para su internamiento como para la realización de tratamientos ambulatorios. Los intentos de reforma y/o de articulación con el primer y segundo nivel de atención fueron propuestas efímeras y no contaron con el apoyo político necesario para fundar una modalidad de atención sanitaria que incluyera la diversidad de enfermedades mentales y las particularidades de los sujetos que las padecen, respetando sus derechos.

Esta situación expresa la valorización que subyace respecto de la salud/enfermedad mental, como un binomio inseparable pero que a su vez señala que el dispositivo de atención se localiza esencialmente en la enfermedad. A partir del ingreso al dispositivo de atención sanitaria, tanto la persona con trastorno mental como su familia, ingresan a un circuito del cual resulta difícil salir. (M.Mendoza)

Ante situaciones de crisis, la familia, la comunidad, los agentes policiales, judiciales y sanitarios evidencian la internación en el hospital neuropsiquiátrico de la persona como la solución apropiada.

La naturalización de la existencia del hospital psiquiátrico como dispositivo hegemónico en la atención de la salud mental es un fenómeno que ha permanecido desde el siglo XIX en nuestro país, si bien es cierto que se han dado importantes intentos de rupturas en diferentes momentos socio-históricos, pero ello también nos habla de lo que socialmente estamos dispuestos a aceptar como locura.

La respuesta socialmente construida a la enfermedad mental ha intentado ocultar, bajo el discurso de ideas humanistas, su ineficacia en la resolución de las problemáticas inherentes, posicionando como problemáticas individuales la incapacidad sea para su recuperación, para el sostenimiento del tratamiento o para la asunción de responsabilidades sociales.

Más allá del avance de las ciencias sociales, de los aportes realizados por las investigaciones provenientes de la medicina, de la psicología y los descubrimientos operados en el campo de la farmacología, no se ha producido hasta el momento un cuestionamiento a la modalidad de atención, a su organización, dinámica y objetivos de funcionamiento: Es un problema del individuo que no se adapta.

La inclusión del Trabajo Social, en el análisis de la reconstrucción histórica de la modalidad de atención en salud mental, se debe a que participa como una disciplina encargada de todo lo inherente a lo social de las personas que padecen un trastorno mental.

Por ser una profesión asalariada, inscripta en la división social y técnica de trabajo, su ejercicio profesional se centra, básicamente, en la implementación de políticas sociales.

Subordinada su intervención al Estado, para dar respuesta a la cuestión social, el trabajador social implementa políticas sociales, entendidas como una intervención sistemática y estratégica del estado en las relaciones sociales generadas por el modo de producción capitalista para enfrentar la cuestión social llevadas adelante por el trabajador social.

Esta particularidad del lugar socio-ocupacional del Trabajo Social le imprime una direccionalidad atribuida por la propia lógica que generan las políticas sociales. En otras palabras, el Trabajo Social en el ámbito de la salud mental no puede romper con la marca humanitaria pero no por un problema endógeno de la profesión sino por determinantes estructurales de la propia lógica de las políticas diseñadas para operar en el sector y de las instituciones de salud mental.

La discusión en torno a qué servicios de atención en salud mental socialmente necesitamos es un tema que aún no lo hemos realizado, tal vez porque aún no hemos iniciado la discusión sobre la existencia de los manicomios. (Mendoza: 2000)

Las normativas jurídicas, el dispositivo psiquiátrico y la conciencia de la población, no abandonan el prejuicio de la trilogía de peligrosidad, segregación y control. En general se encierra "preventivamente, para que el enfermo no atente contra si mismo o los otros, como reza la ley, no porque al momento haya cometido tales actos delictivos.

Todo el sentido de las transformaciones ha consistido en abolir la discriminación social del enfermo, la segregación represiva manicomial, la conciencia siquiátrica estigmatizante y legitimadora de la internación asilar, el sentido de la peligrosidad y los "establecimientos especiales".

En opinión de E. Galende: "Las normativas jurídicas en Argentina no han acompañado a este proceso de transformación manteniendo criterios caducos cuyas consecuencias sufren miles de personas". Uno de cada mil ciudadanos habitan diversas instituciones de carácter manicomial por trastornos psiquiátricos, que en muchos casos solo ocultan terribles desamparos sociales y familiares. Un gran porcentaje está allí por decisión judicial y a la espera de resoluciones de externación que nunca llegan. Son verdaderas detenciones legales pero ilegitimas, reflejo de la impotencia de las instituciones psiquiátricas y de la institución judicial. Reflejo también, de una sociedad injusta en la atención de los derechos de sus ciudadanos, insolidaria respecto del sufrimiento y la marginación, banal en la comprensión de los problemas que enfrenta.

Resulta absurdo, tener que hablar de la peligrosidad de los enfermos mentales, tener que convencer a los diversos poderes de que la peligrosidad no esta en ellos sino en los peligros que acarrea enfermarse mentalmente y ser atrapado en los dispositivos institucionales y en los poderes decisorios de quienes, por ignorancia, legitiman a diario la realidad de los manicomios.

Como profesionales de lo social no permitamos que nos encierren en el circulo trágico de la agresividad, violencia, peligrosidad, reclusión. Es posible romper ese circulo. Es tarea de muchos: psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, sociólogos, antropólogos, hombres del derecho, la política y la cultura. Se trata de una responsabilidad de todos, y como ocurrió desde siempre el loco es sólo un sector de la marginación social, es preciso pensarla en su conjunto para aportar una mayor racionalidad en las respuestas.

No acepten lo habitual
Como cosa natural
Pues en tiempos de desorden
De confusión organizada
De arbitrariedad consciente De humanidad deshumanizada
Nadas debe parecer natural

Nada debe parecer imposible de cambiar.
(Bertold Brecht)

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Material bibliográfico del curso virtual “lo social y la salud mental” de la Revista Margen.

Material bibliográfico del II congreso internacional de salud mental y derechos humanos (Universidad popular madres plaza de mayo)

- Material Bibliográfico gentileza Dr. Pellegrini. (San Luis)

- Material Bibliográfico gentileza Programa Reforma Río Negro. - Revista Gente

- Diario La Nación

  • Bisemanario el civismo de la ciudad de Lujan.

    ANEXO 1

Declaración de los Derechos Humanos y de la Salud Mental

La presente Declaración que marca el 40 aniversario de la Federación Mundial de la Salud Mental, fundada el 21 de agosto de 1948, y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, proclamada el 10 de diciembre de 1948, ha sido adoptada por vez primera el 17 de enero de 1989 bajo el nombre de Declaración de Luxor sobre los Derechos Humanos para los Enfermos Mentales, en el transcurso del 40 Aniversario de la Federación, en Luxor, Egipto. La presente revisión confirma la inquietud de la Federación no sólo por los individuos definidos como enfermos mentales, sino también por aquellos que son vulnerables a la enfermedad o trastorno mental y emocional, o que corren el riesgo de estar expuestos a ella. La Federación considera que los Derechos Humanos trascienden las fronteras políticas, sociales, culturales y económicas, y se aplican a la raza humano en su conjunto. Fue adoptada por el Consejo de Administración de la Federación el 26 de agosto de 1989, con ocasión de su Congreso Mundial Bienal de la Salud Mental, celebrado en Auckland, Nueva Zelanda.

PREÁMBULO

Considerando que el documento fundacional de la Federación Mundial de la Salud Mental de 1948, titulado Salud Mental y Ciudadanía Mundial, establece que la salud mental constituye "una promesa formal, reflexiva y responsable hacia la humanidad considerada como un todo" "basada en el libre consentimiento" y en el "respeto a las diferencias individuales y culturales".

Considerando que los seres humanos designados públicamente o diagnosticados profesionalmente y tratados o ingresados como enfermos mentales, o afectados por una perturbación emocional, comparten, según los términos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948, "la dignidad inherente" y "los derechos iguales e inalienables de los miembros de la familia humana" y, según los términos del documento fundacional de la FMSM una "humanidad común" con los otros seres humanos del mundo entero.

Considerando que la Organización Mundial de la Salud define la salud como "un estado de bienestar físico, mental, social y moral completo y no sólo como la ausencia de enfermedad o dolencia".

Considerando que el diagnóstico de enfermedad mental establecido por un experto en salud mental será conforme a criterios médicos, psicológicos, científicos y éticos reconocidos y que la dificultad para adaptarse a valores morales, sociales, políticos u otros no será considerada en sí misma como una enfermedad mental; considerando igualmente que, a pesar de todo, aún hoy, algunos individuos son designados y diagnosticados en ocasiones como enfermos mentales o tratados y encerrados como tales.

Considerando que las enfermedades mentales graves no sólo obstaculizan la capacidad del individuo para el trabajo, el amor y el odio, sino que también impiden a su familia o a su comunidad vivir normalmente e imponen a la sociedad una carga permanente de cuidados.

Considerando que la FMSM ha suscrito el principio de la participación del usuario o del consumidor en la planificación gestión y funcionamiento de los servicios de salud mental.

Considerando que la FMSM reafirma la existencia de las libertades y derechos fundamentales expuestas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948, así como los instrumentos ulteriores de estos derechos.

Considerando que la FMSM reconoce que la aplicación de estos principios exige tener en cuenta las circunstancias culturales, económicas, históricas, sociales, espirituales y otras de las sociedades específicas, y respetar en todos los casos los criterios básicos de los derechos humanos, que sobrepasan los límites de los grupos políticos y culturales.

El Consejo de Administración de la FEDERACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL, proclama la presente DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS Y DE LA SALUD MENTAL la norma común a todos los pueblos y naciones de la familia humana.

Artículo 1- La promoción de la salud mental incumbe a las autoridades gubernamentales y no gubernamen-tales, tanto como a los organismos intergubernamentales, sobre todo en tiempos de crisis. De acuerdo con la definición de salud de la OMS y con el reconocimiento de la preocupación de la FMSM por su funcionamiento óptimo, los programas de salud y de salud mental contribuirán tanto al desarrollo de la responsabilidad individual y familiar en relación con la salud personal y con la de grupos, como a la promoción de una calidad de vida lo más elevada posible.

Artículo 2- La prevención de la enfermedad o del trastorno mental o emocional constituye un componente esencial de todo sistema de servicio de salud mental. En este terreno, la formación será difundida tanto entre los profesionales como entre el público en general. Los esfuerzos de prevención deben incluir, igualmente, una atención que sobrepasa los límites del sistema mismo de asistencia en salud mental y ocuparse de las circunstancias ideales de desarrollo, comenzando por la planificación familiar, la atención prenatal y perinatal, para continuar a lo largo de todo el ciclo de la vida, proporcionando suficientes cuidados generales de salud, posibilidades de educación, de empleo y de seguridad social. Será prioritaria la investigación sobre la prevención de las afecciones mentales, de las enfermedades y de la mala salud mental.

Artículo 3- La prevención de la enfermedad y del trastorno mental o emocional y el tratamiento de aquellos que lo sufren exige la cooperación entre sistemas de salud, de investigación y de seguridad social intergubernamentales, gubernamentales y no gubernamentales, así como de las instituciones de enseñanza. Una cooperación semejante comprende la participación de la comunidad y la intervención de las asociaciones de atención mental profesionales y voluntarias, y también de los grupos de consumidores y de ayuda mutua. Incluirá la investigación, la enseñanza, la planificación y todos los aspectos necesarios acerca de los problemas que pudieran surgir, así como la prestación de servicios directos.

Artículo 4- Los derechos fundamentales de los seres humanos designados o diagnosticados, tratados o definidos como mental o emocionalmente enfermos o perturbados, serán idénticos a los derechos del resto de los ciudadanos. Comprenden el derecho a un tratamiento no obligatorio, digno, humano y cualificado, con acceso a la tecnología médica, psicológica y social indicada; la ausencia de discriminación en el acceso equitativo a la terapia o de su limitación injusta a causa de convicciones psocio-económicas, culturales, éticas, raciales, religiosas, de sexo, edad u orientaciónolíticas, sexual; el derecho a la vida privada y a la confidencialidad; el derecho a la protección de la propiedad privada; el derecho a la protección de los abusos físicos y psico-sociales; el derecho a la protección contra el abandono profesional y no profesional; el derecho de cada persona a una información adecuada sobre su estado clínico. El derecho al tratamiento médico incluirá la hospitalización, el estatuto de paciente ambulatorio y el tratamiento psico-social apropiado, con la garantía de una opinión médica, ética y legal reconocida y, en los pacientes internados sin su consentimiento, el derecho a la representación imparcial, a la revisión y a la apelación.

Artículo 5- Todos los enfermos mentales tienen derecho a ser tratados según los mismos criterios profesionales y éticos que los otros enfermos. Esto incluye un esfuerzo orientado a la consecución por parte del enfermo del mayor grado posible de autodeterminación y de responsabilidad personal. El tratamiento se realizará dentro de un cuadro conocido y aceptado por la comunidad, de la manera menos molesta y menos restrictiva posible. En este sentido, será positivo que se aplique lo mejor en interés del paciente y no en interés de la familia, la comunidad, los profesionales o el Estado. El tratamiento de las personas cuyas posibilidades de gestión personal se hayan visto mermadas por la enfermedad, incluirá una rehabilitación psico-social dirigida al restablecimiento de las aptitudes vitales y se hará cargo de sus necesidades de alojamiento, empleo, transporte, ingresos económicos, información y seguimiento después de su salida del hospital.

Artículo 6- Todas las poblaciones contienen grupos vulnerables y particularmente expuestos a la enfermedad o trastorno mental o emocional. Los miembros de estos grupos exigen una atención preventiva, y también terapéutica, particular, el igual que el cuidado en la protección de su salud y de sus derechos humanos. Se Incluyen las víctimas de las catástrofes naturales, de las violencias entre comunidades y la guerra, las víctimas de abusos colectivos, comprendidos aquéllos que proceden del Estado; también los individuos vulnerables a causa de su movilidad residencia (emigrantes, refugiados), de su edad (recién nacidos, niños, ancianos), de su estatuto de inferioridad (étnica, racial, sexual, socioeconómica), de la pérdida de sus derechos civiles (soldados, presos) y de su salud. Las crisis de la vida, tales como los duelos, la ruptura de la familia y el paro, exponen Igualmente a los Individuos a estos riesgos.

Artículo 7- La colaboración intersectorial es esencial paraproteger los derechos humanos y legales de los individuos que están o han estado mental o emocionalmente enfermos o expuestos a los riesgos de una mala salud mental. Todas las autoridades públicas deben reconocer la obligación de responder a los problemas sociales mayores ligados a la salud mental, del mismo modo que a las consecuencias de condiciones catastróficas para la salud mental. La responsabilidad pública incluirá la disponibilidad de servicios de salud mentalespecializados en la medida de lo posible dentro del contexto de una Infraestructura de atención primaria, así como una educación pública referida a la salud y a la enfermedad mentales y a los medios de que se dispone para contribuir a la primera y hacer frente a la segunda.

Artículo 8- Ningún Estado, grupo o persona puede deducir nada de la presente Declaración que implique derecho alguno a abrazar una confesión o a comprometerse en cualquier actividad que conduzca a la destrucción de ninguno de los derechos o libertades citados previamente.

© 2001 - Manuel Alcalde Chaparro - www.cuidadorpsiquiatrico.com

1 Al respecto M. Foucault, en Historia de la locura en la Epoca Clásica, realiza un interesante análisis sobre este tema

2 Pinel (1745-1826). La contribución fundamental de este médico y reformador francés fue cambiar la actitud de la sociedad hacia los enfermos mentales para que sean considerados como seres humanos merecedores de un tratamiento médico. A cargo de la Bicêtre y Salpêtrière liberó a los pacientes de sus cadenas. Pinel llamó a su labor "tratamiento moral", y muchos de sus principios conservan su valor hasta hoy. En su obra Tratado de la insanía (1801) explica el origen de las enfermedades mentales por la herencia y las influencias ambientales.


3 Durante mucho tiempo, las enfermedades mentales parecieron cosas extrañas de las cuales la medicina no podía dar cuenta y se les atribuía en la concepción popular, un carácter mágico y maligno y al ser consideradas como producto de la posesión demoníaca se desprendió la idea de peligrosidad y la necesidad de marginación del enfermo mental en instituciones psiquiátricas.

4 Ver Cochrane, R.: The social creation de mental illness. Londres. 1983

5 Alvaro y otros: Influencias sociales y psicológicas en la salud mental. Siglo XXI. Madrid, 1992.

Alvaro, J.L: Desempleo y bienestar psicológico. S. XXI, Madrid, 1992

6 Pavlovsky, C.: “La disciplinarizacion de la marginalidad”, en lo grupal 7, Ed. Ayllu SRL, Bs As 1989. Pg 97-103

7 Una leyenda popular sugiere que si los pacientes no están tan locos, al ser recluidos en estos lugares se vuelven mas locos de lo que estaban y que los terapeutas que trabajan en estos lugares terminan tanto o mas locos que sus propios pacientes. Leyendas en el lenguaje vulgar del concepto de manicomializacion: proceso de captura, de aspiración hacia el agujero negro de la locura, en cuyo abismo caen no solo los pacientes sino también los terapeutas, apresados por una ideología que se refleja principalmente en los diversos procedimientos de reclusión, represión y control sobre lo caótico, empleados para

8 Manrique Hernanz, M.M. y Montoya B.: “Evolución del servicio de Rehabilitación comunitaria de Alava en sus 20 años de existencia” en III congreso virtual de psiquiatría. 2002 (www. Psiquiatría. Com /congreso)

9 El concepto de desinstitucionalización surge históricamente ligado al de la salud mental comunitaria. Supone tanto el cuestionamiento del manicomio como institución custodial y generadora de patología ("neurosis institucional") y el desarrollo de una red asistencial alternativa ubicada en la comunidad.

10 La declaración de Caracas de la OMS/OPS (1990) es el documento base para promocionar servicios comunitarios y cuyos lineamientos unen los DDHH, y civiles y la salud mental.

11 El concepto practica alternativa hace referencia a aquellas formas no hegemónicas que aceptan o postulan otras practicas o que simplemente rechazan las vigentes. Véase Testa y Bloch en Estado y Salud. Ops. Pag 18. 1989

12 Esta experiencia(1969-1972) merecería un análisis aparte que excede este trabajo. Se recomienda ver a Meuri y Rotelli en “Desistitucionalizacion. Otra vía.” La reforma psiq. Italiana. 1987

13“La antipsiquiatria, movimiento humanitarismo o peligrosa pseudociencia” (www.antipsychiatry.org/español.htm) 2/10/2003

14 El concepto “desmanicomializacion” hace referencia a experiencias llevadas a cabo por grupos políticos y técnicos cuyos objetivos simbolizasen una redefinición de practicas en el área de la salud mental “opositoras” al manicomio como instancia de internamiento crónico.

Esta redefinición se basa principalmente en el cierre definitivo del manicomio y en la transformación total del modo de atención de la practica psiquiátrica con la finalidad de recrear o crear redes vinculares y sociales que posibiliten la contención extramuros.

15 Para mas detalle ver Becerra, M.R. : Elementos basicos para el trabajo social psiquiatrico. BsAs Editorial Ecro 1977

16 Para profundizar sobre el pensamiento de E. Durkheim ver Las reglas del método sociológico, 1895

17 Eclecticismo hace referencia a la acumulación selectiva de saberes de las ciencias sociales de extracción positivista según las necesidades de la profesión en la construcción de su sistema de saber.

18 Según Liberman, proceso en el cual se trasciende lo terapéutico para conseguir la resolución del deterioro y la limitación, consiguiendo el mayor nivel de integración posible del paciente que le permita ser autónomo y participar en la sociedad (1991)

19 Chadi, M: Redes sociales en el trabajo social, espacio editorial,1997. Pag 57-62



* Datos sobre la autora:
* Lucía del Carmen Amico
Lic. en Trabajo Social

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