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Edición N° 33 - otoño 2004

Pensando el Trabajo Social- y otras prácticas profesionales- en un Servicio de Salud Mental

Por:
Lic. Miriam Rivas
* (Datos sobre la autora)


Introducción

Plantea Alfredo Carballeda, en su libro: Intervención en lo Social

“Las instituciones de salud, de acción social, educación, tienen dificultades para dar cuenta del mandato fundacional, sea éste interpretado en clave de “control social” o de búsqueda de bienestar. De ahí que la inseguridad atraviese tanto a quienes trabajan en ellas, como los que acuden a ellas. Se da la convivencia de lo viejo con lo nuevo y nuevos espacios de incertidumbre”.

Trabajar en un Servicio de Salud Mental, en un Hospital Público, en la actualidad y supongo que en todo tiempo, es un ámbito interesante para conocer las tensiones que se dan en su interior, respecto a lo planteado en el párrafo anterior. ¿Cuál es el mandato social hacia un Servicio de Salud Mental? ¿Curar de qué patología? ¿Atender qué problemáticas? ¿Se pide control social o generación de conductas que den cuenta del proceso salud- enfermedad? ¿O ambos a la vez? Es también pensar y reflexionar sobre lo que se conceptualiza como Salud Mental, sobre el proceso salud- enfermedad, sobre cuáles son los padecimientos psicosociales que enfrentamos en nuestra cotidianeidad y cuáles son los dispositivos que existen para su atención, su contención.

Existen tensiones respecto a si el control es parte necesaria de las prácticas profesionales en Salud Mental. En este sentido y muy ligado a lo anterior, si debemos posicionarnos como depósito de lo marginal, de lo patológico, o debemos compartir socialmente lo producido socialmente. Tensión entre la psiquiatrización de la pobreza o judicialización y una adecuada atención y prevención de las enfermedades mentales (si hay enfermedad hay que atenderla, pero se debieran prevenir situaciones). Si queremos estar más cerca de la Psiquiatría o de la Salud Mental (concepto más amplio, que implica la participación de otras disciplinas, más allá del médico/a, integra otros aspectos más allá de lo biológico).

Pensar en el trabajo de un/a trabajador/a social en un Servicio de Salud Mental implica reflexionar sobre varias de estas tensiones e interrogantes. Pienso que es necesario, la reflexión sobre: cuáles son los límites profesionales-institucionales en el abordaje de situaciones cada día más complejas? ¿Existen condiciones para el desarrollo de trabajos interdisciplinarios, o es ir detrás de una utopía?¿cuáles son los puntos de anclaje de las distintas competencias profesionales? ¿ nos obligan a desarrollar prácticas de control o de disciplinamiento ,o estas prácticas, de alguna forma son parte de la identidad de alguna de nuestras profesiones?¿ Cómo abordamos lo individual, lo social, desde los diferentes modelos teóricos epistemológicos que predominan en la práctica cotidiana de las/los profesionales?¿ qué aporte hacemos los trabajadores de salud a la “salud” o “enfermedad” del denominado”paciente”?

¿ Qué recorridos se realizan, las/los pacientes, sus familiares hasta llegar a un posible tratamiento si fuera necesario?¿ qué identidad o identidades se han ido construyendo, partir de la práctica y de la historia laboral de las/los diferentes trabajadores sociales de un Hospital Público? Qué marcas se han ido dejando, no sólo en la institución sino en las personas con las cuales se trabaja?¿ todas las intervenciones desde una institución de salud son “saludables”?

Pienso que en la descripción, análisis, evaluaciones que se realizan en los pases de sala de este Servicio o de otros, de Salud Mental, se escuchan disímiles, a veces contradictorias respuestas a algunos de estos interrogantes o tensiones. No sólo influye la profesión o la función de quien habla, sino que en la mayoría de las oportunidades la “opinión profesional” está atravesada por una posición ideológica, más o menos alejada de la hegemonía de la medicina, de lo biológico, en respuesta al llamado proceso salud –enfermedad.

Acercándonos al Servicio de Salud Mental

En el Servicio de Salud Mental del Hospital Castro Rendón se atienden situaciones psiquiátricas graves, cada vez de mayor complejidad; este Servicio es el de referencia en cuanto a las problemáticas de Salud Mental para la Provincia de Neuquén. El Servicio es el único que dispone de internación (10 camas) en el ámbito de lo público. Además, las áreas de Interconsulta (la demanda de otros servicios del hospital), la Atención Ambulatoria, la Realización de Talleres y el Área de Capacitación, conforman la estructura de atención de este Servicio, que tal lo mencionado anteriormente FUNCIONA EN UN HOSPITAL GENERAL. Es decir, que el pertenecer a un hospital general implica la atención de determinadas problemáticas psicológicas, psiquiátricas, sociales desde la inserción en lo público, desde la capacidad de atención de un hospital general; lo cual favorece la inclusión de un área generalmente postergada.

¿Cuál es la inserción del Trabajo Social en este Servicio?.Una de las cuestiones que se puede plantear es que la inserción del TRABAJO SOCIAL, no escapa a las tensiones que se dan en ámbitos en los cuales se da la presencia de varias disciplinas (enfermería, psicología, psiquiatría). Es decir, tensiones que se dan a partir de qué valoran las otras disciplinas respecto al Trabajo Social ¿qué es lo que se demanda?. Y también lo que valora y requiere la población, la institución-

Pienso que en este campo de la Salud Mental, y dentro de un ámbito como lo es el hospitalario, hay 2 profesiones que tradicionalmente se perfilan con primacía, la del/la enfermero/a y la del psiquiatra Cada una de estas disciplinas tiene una imagen de la tarea del trabajador social, que se traduce básicamente en considerar al Trabajo Social como una disciplina subsidiaria del trabajo del médico/a y de visualizar básicamente la realización de trámites para justificar la eximición del pago de determinadas prácticas, o de realizar informes para derivación de pacientes. Es importante tener en cuenta esta situación, para trabajar con ello, para reflexionar críticamente cuál es el mandato que se ha ido construyendo. Y qué se ha hecho como profesión para que esto cambie o permanezca. Se está dando un incipiente (por lo menos en Neuquén) intercambio de opiniones sobre la necesidad o no de una especialización en Salud Mental, para trabajar en esa área (es un tema a analizar con profundidad).

Acercándonos al Trabajo Social

Las actividades del área del Trabajo Social se dan en relación a las problemáticas que afectan a la población que allí se atiende o a sus familiares. Se trabaja en los procesos de externación de pacientes, en el sostenimiento de las redes familiares de los pacientes, en la coordinación de acciones institucionales que faciliten el acceso a las instituciones y la concreción de derechos. Se realizan acciones de seguimiento de situaciones de pacientes con dificultades para la continuidad de los tratamientos.

Se realizan entrevistas en la sala de internación, o en los domicilios-con pacientes y/o familiares

Articulación-Coordinación con otros efectores intra y extra hospitalaria

. Asesoramiento sobre problemáticas psicosociales (vivienda, pensiones, etc.) e intervención en ellas.

Coordinación psico-social de grupos de pacientes internados y reuniones de familiares

Actividades de capacitación en conjunto con enfermería y psiquiatría

Participación en: Pases de Sala, Ateneos Clínicos, Ateneos Teóricos.

¿En qué contexto estamos trabajando?

Tomando las palabras de un disertante en el Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos, organizado por la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo (2002), quien planteó que “vivimos en una sociedad africanizada”, en la cual parece que lo único que se socializa es la muerte, considero que es una responsabilidad el trabajo profesional para la concreción de derechos básicos, es decir que los derechos que se proclaman sean una realidad.

Dice el artículo 25-inciso 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial, la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios, tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez, u otros casos de pérdida de suministros de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”.

Es en el contexto de ausencia de varios de estos derechos que se trabaja con personas que enferman, con personas que se ven impedidas en algunos casos de trabajar, o continuar con el trabajo que tenían, pero que tampoco pueden acceder fácilmente a una pensión, por ejemplo. Una pensión que en la actualidad oscila entre 120$ a 200$ (¿cómo se puede asegurar con ese monto “un nivel de vida adecuado, que le asegure el bienestar”?).

Una puede pensar: ¿Qué derechos asegura un subsidio de 150 $?, y así pueden haber varios ejemplos, que marcan a una sociedad integrada por vastos sectores, alejados de lo básico, que acceden a partir de determinadas políticas sociales focalizadas, a lo mínimo, a lo menor, a lo poco, casi nada. Y esto, cuantitativamente se puede ver reflejado en, por ejemplo, la Encuesta Permanente de Hogares, que en el conglomerado Neuquén-Plottier, registraba un 47,6 % de personas por debajo de la línea de pobreza ( Mayo 2002)

Si pensamos en la categoría Salud Mental, al decir de Esther Custo (*),

“construcción y desarrollo o deterioro en las distintas prácticas sociales, en el trabajo, la vida familiar, comunitaria, en lo político y en lo social, Salud Mental en una comunidad es proceso resultante de sus condiciones de vida, de su historia y de sus proyectos”. Es decir que teniendo en cuenta esta definición, en nuestra sociedad estamos más cerca de la enfermedad mental que de la salud mental. Porque hay deterioro en la familia, en el trabajo, en lo comunitario, en lo político, en lo social.

En este contexto, también nos alejamos del lema del año 2001, de la Organización Panamericana de Salud (respecto al Area de Salud Mental): Sí a la Atención, No a la Exclusión”.

Reflexionando sobre la situación de un joven

Es mi interés, a través del relato de la situación de un paciente atendido en el Servicio, reflejar algunas de las cuestiones planteadas precedentemente, fundamentalmente respecto a las tensión entre el control que plantea la sociedad y las prácticas en Salud Mental que debieran enfocarse a la autonomía, a la responsabilidad de las personas.

Comienzo esta parte del trabajo con una frase que plantea:

“También la Intervención es un dispositivo que puede hacer ver al "otro", a la institución, a la sociedad, aquello que es imperceptible. De esta forma, intervención es sinónimo de visibilidad que se transforma en interpelación”.

¿Por qué elegir la situación de Pedro?

Porque muchas veces así como a él le pasaba “no saber qué hacer”con su vida, a las/los que interveníamos nos pasaba que no sabíamos qué hacer con su situación. Porque a partir de la lectura de una situación individual hay que intentar “ver” -e intervenir institucionalmente- la situación social de much@s jóvenes que en Neuquén “bordean” la muerte. Para intentar aproximarnos a algunos interrogantes que generó su situación al interior del Servicio.

Conocí a Pedro en su primera internación en el Servicio de Salud Mental, en julio de 2002. Al primero que conocí fue a su padre, Jorge, quien se acercó a pedir ayuda “necesito ayuda para internarlo” “ nos ha amenazado con un palo, nos amenaza, nos dice que nosotros hablamos de él, que decimos que es un vividor, que está encerrado “. Cuando el padre le preguntaba por qué estaba encerrado, la respuesta era, ¿vos querés que me maten? si me espera la policía. El padre refiere por parte de Pedro, antecedentes de consumo de alcohol y pastillas.

Previo a la presencia del padre, se habían acercado al Servicio una psicóloga y una trabajadora social del Programa Libertad Asistida dependiente de la Subsecretaría de Acción Social, solicitando la evaluación de la situación, porque el padre de Pedro no sabía qué hacer y había riesgos para el joven y para su familia. Las dos profesionales ya no intervenían en la situación.

Se realiza la primer entrevista con el padre (es entrevistada por el Jefe del Servicio-psiquiatra y por quien suscribe) se realiza informe para que intervenga nuevamente el Juzgado (nuevamente porque Pedro había ya estado internado en el Servicio de Adicciones del mismo Hospital, en una comunidad cerrada en Bs. As., en hogares de menores) informando la necesidad de tratamiento y que por lo que refería el padre iba a ser necesario que fuera en forma compulsiva. En los días posteriores, nos informamos que Pedro va al juzgado, y que le dice al Juez que al otro día aceptaba internarse. Lo cual cumple. Igualmente desde el Juzgado se oficia la internación, con custodia, para evitar fugas. A 12 días de su ingreso desde el Juzgado solicitan “informe evaluativo de la problemática del joven”. En las entrevistas que se realizan con Pedro él dice que quiere vivir solo, que necesita ayuda- por un lado- y también que ya es grande –tiene 21 años y que no necesita estar internado ni medicado.

Pedro es un joven neuquino de 21 años, quien vive desde niño en un barrio alejado del centro de la ciudad de Neuquén, barrio de viviendas construidas por la Provincia, barrio con “fama” de difícil, con fama de violento, de existencia de patotas, con población fundamentalmente en edades jóvenes, y niños. Una de las frases que circulaba en los pases de sala, cuando se hablaba sobre la situación de Pedro era que muchos jóvenes de la edad de él o se encontraban en la U11 (cárcel provincial que está ubicada en cercanías del barrio) o en el cementerio.

En las entrevistas realizadas con el padre (ya que la madre no se acercaba al Servicio, no lo visitaba), él plantea la necesidad que Pedro no vuelva al Barrio, porque volvería a tomar alcohol o a consumir otras sustancias y además que la madre tiene miedo y tiene mucha bronca con Pedro. En los pases de sala se comienza a plantear lo complejo de la situación y se comienzan a pensar en las estrategias de externación. En la situación hasta ese momento intervenía una psiquiatra, un médico residente, una psicóloga y una trabajadora social. Se plantea y se acuerda con Pedro que se solicitará a la S.A.S. el pago del alquiler de una habitación, un lugar para que viva solo, y el seguimiento del Servicio, y la necesidad de sostener un tratamiento ambulatorio. La vuelta a su casa –en forma definitiva- era improbable, ya que la madre no quería y tenía “miedo a recaídas”. En el tiempo de esta internación Pedro no había consumido alcohol. En el mes de agosto 2002 se solicita el alta al Juzgado, con la propuesta de tratamiento ambulatorio, seguimiento a cargo del Servicio, y no vivir con su familia. Pedro está de acuerdo y su padre también. El 2 de septiembre desde el Juzgado se oficia el alta (hasta ese momento Pedro tenía permisos de salida a la casa de sus padres, salía a lavar autos). Dada una recaída (consume alcohol en la casa de sus padres) y dada la evaluación que se hacía mayoritariamente entre el personal del Servicio- que no había paciente, la historia de institucionalización del paciente, el rechazo por parte de su familia o la imposibilidad de aceptar la situación de Pedro, las dificultades del Servicio para proponer otra estrategia y la no disponibilidad de otro dispositivo que no fuera la internación, se decide su derivación a una Comunidad Terapéutica en Bs. As. Se le plantea a Pedro, está de acuerdo. A fines de septiembre 2002, se realiza el traslado, acompañado por el médico residente.

¿Sobre qué situación estábamos interviniendo? En la de un joven cuyo diagnóstico en su primera internación en el Servicio de Adicciones era de alcoholismo crónico, en ese momento Pedro tenía 17 años. Con una familia con un cansancio también crónico, que estaba involucrada en una especie de situación “sin salida”, con escasas posibilidades de plantear alguna modificación en su interior, con Pedro como único integrante por el cual preocuparse –más allá que dos de sus hermanos consumían alcohol-. Con un Juzgado que nos pedía “garantías y seguridades” y con una sala de internación en la cual circulaban muchas voces de “no hay nada que hacer” o “para qué hacer, si va a volver a lo mismo”. Tensiones, tensiones, control, ayuda…

Se decide la derivación, con algunas expectativas que una Comunidad Terapéutica le pudiera brindar la contención y el límite que no se le brindaba en la familia ni en el Servicio…pero…

El 17 de octubre del 2002, informan desde esa Comunidad que: “Pedro boicotea espacios terapéuticos, que manifiesta disconformismo con la institución, que se autolesiona en el abdomen con un objeto punzante, que se solicita traslado a establecimiento psiquiátrico para su seguridad, estudio y tratamiento”. Es decir que a 17 días de haber ingresado a esta Comunidad se solicitaba que se lo derivara a otro lugar. La vinculación con su familia era por contactos telefónicos, al igual que con el Servicio. El padre nos manifestaba que Pedro le pedía que lo sacara de esa Comunidad y regresar a Neuquén.

Ahora había una nueva institución interviniendo, a 1200 Km. de distancia del lugar de origen de Pedro y donde estaba su familia. Luego de 2 meses, el Juzgado oficia su regreso a Neuquén, a una Clínica de Salud Mental, ya que se había acordado que no se internara en el Servicio (porque las condiciones no se habían modificado). Es decir que regresa de Bs.As., e ingresa a la mencionada Clínica, en la cual permanece una semana aproximadamente (se fuga). En una entrevista previa mantenida en la Clínica con la psiquiatra a cargo del tratamiento de Daniel, ella manifiesta que el plan farmacológico continuaría igual, que se lo mantendría contenido físicamente para evitar fugas, y que se evaluaría su situación, “no le vamos a cambiar su familia, vamos a pensar qué se puede hacer con él”.

Luego, como se fuga, y dado que en ese lugar no se tiene custodia policial, se solicita que no reingrese. Desde esa internación, siguen otras internaciones en el Servicio de Salud Mental de nuestro hospital.

Para pensar sólo en los últimos años de este joven: internado en distintas instituciones, con breves períodos en los cuales está en la casa de sus padres, sin posibilidades de estructurar tratamientos ambulatorios o posibilitar cambios significativos en su situación. Qué queríamos cambiar? En qué situación queríamos influir? En el consumo de alcohol? En la relación de Pedro con su familia? En lograr una inserción diferente de Pedro en su comunidad? ¿ qué nos reclamaba Pedro?

En el mes de abril de 2003, se oficia la internación judicial: “ debiendo evaluarse en coordinación con la Subsecretaría de Acción Social, un lugar para su internación y tratamiento, considerándose los fracasos institucionales ya producidos en cuanto a su tratamiento”.

Ingresa nuevamente a la sala el 18 de abril de 2003. Dice” no puedo parar de consumir, estoy bardeando”.

Algunos registros de enfermería y de otros profesionales que intervienen en la situación:

“ Pedro reitera conductas de otras internaciones: intolerancia a las limitaciones, demandas varias, agresividad”

Registros de reuniones con la madre ( espacio multifamiliar): “venimos con esto desde hace 10 años, a aguantar que tome –alcohol-y que nos amenace. Yo le pongo límites y el padre le dice a todo que sí, a mí me da bronca porque él no quiere curarse. Se le pregunta qué tiene de bueno Pedro? Nada, no tiene nada. Si vuelve al barrio, hay riesgos”

“ Yo se que él cumple, pero también miente, ahora está tranquilo, pero…”

Pedro dice: “ todo me va mal” golpea la puerta, tira una silla”

Se autoagrede, amenaza con cortarse, lo hace, quiere irse, no tener custodia, hablar con el juez…se realiza cortes en las muñecas.

En el mes de Mayo de 2003, se solicita desde el Servicio el levantamiento de la custodia y la autorización de salidas. El Juzgado responde: “queda bajo cuidado y responsabilidad de los terapeutas. La salida del domingo está condicionada a que el causante cumpla con todas las pautas determinadas por los médicos tratantes, en los días sábados”.

Ese mismo mes me acerco a leer el expediente judicial en el cual se encuentra el informe psiquiátrico forense: se transcribe parte del informe:

“ falta de conciencia de conflicto. Carece de normativas internalizadas, no tiene culpa ni remordimiento, identidad mal estructurada, comportamiento desadaptado y violento.

Diagnóstico: trastorno fronterizo de la personalidad. Trastorno de personalidad antisocial y límite. Trastorno en la estructuración del aparato psíquico. Comienzo: en la temprana infancia.

Pronóstico: paciente con pocas posibilidades de modificación personal con los tratamientos habituales. Necesidad de internación: peligroso para sí y para terceros. Internación en Institución cerrada.”

Luego de esto, Pedro continúa internado, con salidas, algunas autorizadas por el Juzgado, otras no, con algunas recaídas, que terminaban en una nueva internación en el Servicio.

Escribo este trabajo en el Mes de Noviembre de 2003, a 16 meses de la primera internación de Pedro en el Servicio, registro los últimos meses de la misma:

Agosto de 2003

1 de agosto : Oficio judicial: “ se ha dispuesto atento informe del Servicio de Salud Mental la urgente internación del Sr. Pedro…..debiendo informar a este Tribunal sobre alternativas de tratamiento a seguir, modalidad y lugar teniendo en cuenta sus características. En razón de haber amenazado en estos estrados con autoagresiones y muerte y sus circunstancias, se dispone la presencia de custodia policial a los fines de impedir su fuga y preservar su seguridad y la de terceros.”

Él luego de su entrevista en el Juzgado, se escapa de allí y viene al Servicio. Se interna.

Registros de personal del Servicio ( en el mes de agosto):” reclama al padre: no me encierren más, soy grande, tengo 22 años, si siguen así voy a hacer quilombo, sacáme de acá”.

Refiere sentirse preso, pide hablar con el Jefe de Servicio. Dice que se quiere ir, que si no sale se va a cortar, agrede a médico, solicita medicación. Algunos días no almuerza. Dice:

“ en la Iglesia recibí un mensaje, Dios no me ha abandonado como yo pensaba, Él me dijo que me cuida y que Él también me iba a cuidar”.

A los pocos días consume alcohol en una de las salidas.

En los pases de sala, se decide tener una actitud expectante, y de “bancarlo a Pedro en la internación”, esto implica una actitud de las/los trabajadores de mucha paciencia y escucha, y no tensar aún más la situación. Aunque se habla de la posibilidad de una derivación, no se concreta, por que se evalúa que las derivaciones anteriores no han favorecido o han implicado un tratamiento. Además una derivación sería fuera de la Provincia, ya que la única internación en la Provincia, que forma parte de lo público, acepta internaciones voluntarias y no cuando hay antecedentes de tratamientos psiquiátricos.

Nota de Pedro

“Sr. Juez

Necesitaría hablar con usted de hablar de la citación en la que estoy se que cometí un grabe error y estoy arrepentido de lo que ise lo que yo ise de tomar alcohol pero mi mayor propuesta es poder a traves de ustedes vuscar una vivienda para que yo pueda vivir tranquilo fuera del varrio le cuento que yo se que cometi un error yo me siento muy mal por todo lo que me pasa si usted me da esa alluda yo estare muy felis ya que me siento mal yo entiendo a mi familia pero el ensierro me deprime oy quiero aser el tratamiento que es lo que necesito. muchas grasias” Pedro

Nota del Jefe del Servicio: junto a la nota de Pedro:

“ Si bien atraviesa un momento de crisis, no presenta síntomas psiquiátricos ni motivos para una internación en este Servicio. Las conductas de Pedro son voluntarias, puede decidir y conducir sus acciones, desde mi punto de vista habría posibilidades favorables para el paciente, delimitando algunas pautas en el seguimiento. ¿Vamos a seguir controlando mediante medidas coactivas a alguien que quiere seguir viviendo así? ¿ Es esta la actitud esperable de Uds. Y nosotros? ( 8 de agosto de 2003)

Y siguen las tensiones: o Pedro está en condiciones de realizar un tratamiento ambulatorio o irá internado a un lugar cerrado, decisión que no se realiza priorizando lo que él necesitaría (que reclama un lugar, un lugar diferente al que ha ocupado, pero que contradictoriamente, refuerza conductas que lo “atan” lo “fijan” a conductas autodestructivas).

También nos preguntamos y nos planteamos la necesidad de ofrecerle otra cosa, no una internación con custodia. Si se deriva se prioriza la opinión de la madre y la presión del Juzgado ¿a quién protegemos? ¿ y de qué?

Los meses de agosto, septiembre y parte de octubre estuvieron signados por episodios de agresividad hacia él y hacia otros (personal de enfermería, médicos), consumo de alcohol en algunas salidas, en la casa de los padres, demandas hacia el equipo, hacia la familia: para no tener custodia, para tener salidas, para ampliar las salidas, para no medicarse, etc.

En las entrevistas plantea que quiere hablar con el Juez, que nosotr@s solicitemos una vivienda para él. Se intenta que piense en sus internaciones, en qué lo motivan, “ yo no quiero irme a otro lugar, ya estuve y me hice de todo- autoagredirse- y lo volvería a hacer”.

En el mes de septiembre, cuando se solicita permiso de salida al Juzgado, la respuesta es:

“ NO INNOVAR, por el momento la situación del joven Pedro…debiendo mantenerse su internación en el Servicio de Salud Mental, no autorizándose las salidas del mismo.” (principios del mes de octubre). Se realiza interconsulta con el Servicio de Adicciones, se responde:

“ Pedro refiere no tener problemas con alcohol o marihuana. Pide el alta para ir a lavar autos. Respecto a la internación en …(Comunidad en Bs. As) no le gustó ni quisiera volver. No creo factible tratamiento ambulatorio. Debería tratarse en Comunidad Terapéutica cerrada por su trastorno de personalidad y falta de conciencia de enfermedad.”

Y parece una historia sin final “feliz” ( al decir de Teresa Matus: quien plantea que las/los trabajadores sociales no trabajamos con historias con finales felices) porque hay un empuje a la muerte, a la destrucción, Pedro nos interpela como Servicio, también nos interpela como sociedad y como trabajadoras/es de Salud, nos dice casi permanentemente que lo que le ofrecemos no es lo que él necesita. En algún punto historias como las de él nos hacen ver los fracasos familiares, los fracasos institucionales, y en algunas oportunidades nos vemos embarcadas/os en tratar – así pareciera- de salvar a una persona de sí misma.

En la actualidad, fines de Noviembre de 2003 Pedro no se encuentra internado, está manteniendo entrevistas con quien suscribe, con una psicóloga y una psiquiatra, 2 veces a la semana y hasta el momento no ha tenido recaídas en el consumo de alcohol y ha evitado situaciones conflictivas (peleas) con jóvenes de su barrio. Se construyó una pequeña habitación de madera ( en el lugar en el cual vivía su hermana), atrás del Barrio, pero pasa gran parte del día en la casa de sus padres. Con una parte del subsidio que recibirá por 3 meses, se compró un grabador “porque me siento solo”. Continúa sin tener ninguna actividad laboral. Ha abandonado la concurrencia a la iglesia evangélica que concurría. Se entrevista al padre y se le plantea la necesidad que ante alguna dificultad que surgiera (por ejemplo recaída en el consumo de alcohol) no vayan al Juzgado, sino que se comuniquen con el Servicio, a efectos de determinar una estrategia para su captación. La pretendida Ley, que implica la intervención judicial, no favorece y en muchas ocasiones dificulta los tratamientos, y en algunas situaciones, como por ejemplo en la de Pedro se nos solicita a profesionales de Salud mental- casi siempre a las/los profesionales psiquiatras- tener al paciente bajo su responsabilidad y hacerse cargo de todas las conductas de éste ¿ qué más control que ése?.

Material de consulta:

Trabajo “La ética comienza cuando entra en escena el otro” presentado en reunión de Servicio.

La intervención en lo social – Alfredo Carballeda

Revista Confluencias- Colegio de Profesionales en Servicio Social de la Pcia. De Córdoba-Artículo de Esther Custo- sobre Salud Mental y Ciudadanía. Año 2001

Apuntes Seminario La intervención en lo social



* Datos sobre la autora:
* Lic. Miriam Rivas
Servicio de Salud Mental- Hospital Castro Rendón- Neuquén Capital

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