Logo de Margen   Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales
Edición electrónica

Edición N° 32 - verano 2004

No me manden al asistente social; ¿miedo irracional o temor fundado?

Por:
Sebastián Giménez
*
(Datos sobre el autor)


Me desempeño como maestro en una escuela situada en un barrio popular de la ciudad de Buenos Aires, en Villa Soldati. Tuvo allí lugar una situación que amerita ser contada porque puede dar lugar a algunas reflexiones o comentarios sobre el papel concreto de nuestra profesión de Trabajo Social.

Resulta que a través de la escuela se hizo una campaña de vacunación, pero algunos chicos "medio rebeldes" de sexto grado se negaron a que se le administren las dosis correspondientes. Entonces, la docente le comunicó a los alumnos: "al que no se la aplica, vamos a tener que mandarle un asistente social".
Entre tantas frases dichas en un día de trajín escolar, los efectos de la misma no se vieron de inmediato, sino al día siguiente. La madre de una de las alumnas se acercó a la escuela a hablar con el equipo de conducción para quejarse porque "la amenazaron a su hija con mandarle un asistente social".
La situación pudo contenerse a duras penas, por la vehemencia con que se quejaba la mujer.

Creo que esta situación, como muchas otras, nos tienen que hacer reflexionar acerca del rol y la intervención desde nuestra disciplina.
"No me manden al asistente social" denota por lo menos dos aspectos para pensar.
Primero, que la intervención aparece estigmatizada y estigmatizante de los sujetos a que ella acuden, o son objeto de la misma.
Segundo, se podría reflexionar acerca de los resultados de la intervención, vistos evidentemente como negativos. Digamos, la señora no pensó que el asistente social le iba a traer algún tipo de asistencia o ayuda. Más bien lo contrario.
Puede decirse que la atención de los casos "patológicos", que se apartaban de "lo normal" fue de las funciones primeras del Trabajo Social desde sus inicios. Este Trabajo Social tradicional encuentra hoy una supervivencia en el pensamiento popular que no es casual, sino fruto de las intervenciones y del momento y el lugar desde donde se interviene. Al asistente social "lo mandan", es decir, es demandado ya sea por la directora, la maestra, el equipo de orientación escolar, etcétera.
Es fácil advertir que, al llegar, tendrá delante de sí un legajo del caso más bien parecido a un prontuario: "la alumna se negó a vacunar", "la alumna tiene grandes problemas de conducta y agresividad", y demás informes casi todos de la misma índole.
Entonces, no parece disparatado que una persona se asuste por la visita de un asistente social, en cuanto espera que ejecute las medidas "correctivas" de lo que otros diagnosticaron y, en parte, decidieron de antemano.
"Te voy a mandar al asistente social" significa así, obviamente salvando las distancias, como enviar a la policía, que ejecutará el control y "encarrilará" de alguna manera el caso.
Dicho en criollo: "Ya no te aguantamos más, te mandamos al asistente social".
En este sentido, se impone reflexionar acerca de la importancia de construir desde la intervención aquellas formas que permitan, sin ignorar los informes suministrados por otras personas, superar esta visión "correccional" de la acción.

De algún modo, se deben buscar espacios para "entrar de otra forma" a la intervención o, si se arriba a los casos de esta manera correctiva, cambiarla en la intervención misma. Para llegar a la intervención no como un juez que ya reunió las pruebas, serían necesarias políticas institucionales y un fuerte trabajo interdisciplinario.
En la escuela, el trabajo con los docentes, con los padres, con los directivos. En el hospital, con los médicos y el resto del personal. Así en cualquier institución. El abordaje de los casos debería ser conjunto y, además, el Trabajo Social conservaría su especificidad sin por esto identificarse con intervenciones "correctivas", al que se le derivan sólo los casos 'patológicos' con que nadie puede.

Estos sentimientos populares acerca del Trabajo Social "correctivo" y "policial" sólo pueden cambiarse desde la intervención, desde la práctica donde no se impongan criterios correccionales y unilaterales, sino de comprensión y elaboración conjunta significativa. Considerar sólo el aspecto negativo y los problemas en la intervención en casos, nos hace perder de vista a la persona misma como actor y creador en su vida, imponiéndole acciones y "correcciones" de otros y para otros.

Además, para una intervención sería importante no sólo considerar "el medio vaso vacío" sino también "el medio vaso lleno", descubriendo y estimulando las potencialidades de las personas.



* Datos sobre el autor:
* Sebastián Giménez
Estudiante de Trabajo Social y Profesor de Enseñanza Primaria (maestro)

Volver al inicio de la Nota


Volver al sumario Avanzar a la nota siguiente Volver a la portada para suscriptores