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Edición electrónica

Edición N° 29 - otoño 2003

EL COMUNICADOR COMO INTELECTUAL.

Una lectura de la obra de Jesús Martín-Barbero

Por:
Pablo Carro
*
(Datos sobre el autor)


“Si la palabra sola es impotente, la acción sola es estéril, la imagen del futuro se engendra entre las dos: la palabra dibuja la utopía que las manos construyen y el pedazo de tierra liberada hace verdad el poema”,

Tesis de Doctorado de Jesús Martín-Barbero



INTRODUCCIÓN

Reflexionar sobre el tipo de intelectual inscripto en las teorías de la comunicación puede aparecer como una preocupación propia de “intelectuales” —en nuestro caso, intelectuales de la comunicación—, sin relevancia social. Otro ejemplo más del modo en que se malgasta el magro presupuesto asignado a las universidades públicas en banales temáticas que sólo pueden interesar a universitarios.

Sin embargo, año a año egresan de nuestras escuelas de comunicación cientos de comunicadores sociales que intervendrán socialmente sin necesariamente cuestionarse sobre las concepciones teóricas desde las que operan, incluso contradiciendo —a veces— el modo en que se consideran a sí mismos como intelectuales, aún en un sentido general. Esto se vuelve particularmente importante si consideramos que el campo de la comunicación en América Latina se constituyó primero como un campo de intervención en prácticas comunicativas, más como una preocupación política que teórica, a partir de una reflexión sobre la práctica.

En este sentido, este trabajo pretende aportar a lo que podríamos entender como una especie de vigilancia político-epistemológica, en la medida en que revisa los presupuestos desde los que realizamos nuestras intervenciones en lo social, que es una vigilancia, en definitiva, sobre nuestras propias prácticas comunicativas.

De tal modo, consideraremos el tipo de intelectual inscripto en el modo en que Jesús Martín-Barbero conceptualiza la comunicación, a lo largo de su trayectoria teórica, para derivar de su propuesta el tipo de intervención intelectual prefigurado. A tal efecto trabajaremos, centralmente, sobre su libro Procesos de comunicación y matrices de cultura. Itinerarios para salir de la razón ilustrada, en el que aparecen recopilados por él mismo, textos que re-trazan, según sus palabras en el prólogo, una trayectoria de investigación y reflexión en el campo de la comunicación/cultura. Trayectoria que desembocará en su producción teórica más importante: De los medios a las mediaciones.

LA CRÍTICA EPISTEMOLÓGICA COMO CRÍTICA POLÍTICA

“Si la comunicación es escenario privilegiado de la dominación, su abordaje como campo de estudio implica plantearse de qué lado se está” 1.
Desde una matriz teórica trabajada por Gramsci primero y por Williams después, Martín-Barbero inscribe lo comunicacional en la cultura y lo cultural en lo político, es decir piensa la articulación de lo político en lo cultural y lo comunicativo. 2

De tal modo, sigue a Williams al pensar que la práctica intelectual no puede comprenderse al margen de la producción y reproducción general, tanto cultural como social, y por ello es que se pregunta por el modo en que dicha práctica establece relaciones de dominación y subordinación. Así, analizar la producción intelectual es analizar los modos que ésta participa de los procesos sociales de construcción de hegemonía.
Es decir, por el modo en que la práctica intelectual se realiza y posiciona frente al poder —con sus particularidad histórica en pos de un determinado proyecto político—, en sus distintas manifestaciones. Por eso, “criticar la teoría dominante es enfrentar aquello que racionaliza” 3, y lo que ella racionaliza es la dominación cultural.

Para Martín-Barbero, pensar la práctica comunicativa en América Latina supone romper el cerco teórico y político que impone la teoría dominante y su pretensión de neutralidad. Romper con este cerco es romper con la trampa que “supone el intento de explicar los procesos de comunicación por fuera de los conflictos históricos que los engendran, los dinamizan y los cargan de sentido” 4.

Sin embargo, como el mismo autor reconoce, lo distintivo no es sólo este posicionamiento crítico sino el alineamiento de esta criticidad en un proyecto más amplio en el más amplio proceso de liberación: “denunciar y dar armas, despertar y trazar estrategias” 5.

Poner al descubierto el proyecto político-económico que la teoría naturaliza y universaliza, pero ir más allá: “la ruptura teórica implica exigencias concretas a nivel del proyecto que guía la investigación como proyecto general de transformación de la realidad investigable6.

Desde allí ya se perfila una primera tarea intelectual, que se vuelve político-epistemológica, al dedicarse a la crítica de las formulaciones teóricas del empirismo funcionalista y del determinismo tecnológico, para quienes lo social se vuelve extrínseco, pero también al abandonar el marxismo mecanicista que reduce la superestructura ideológica a mero reflejo de la base económica, por un lado, y el “inmanentismo” estructuralista, por el otro. La positivización de la realidad, funcionalista tanto como marxista, transmuta la racionalidad mercantil en científica. Por ello, Martín-Barbero piensa que “exigirle a la Universidad producción teórica no puede hacerse sin poner en crisis el estatuto que lo científico posee en su interior” 7.

Pero si es una labor central desarmar la racionalidad científica desde la que se construye el conocimiento en el campo de la comunicación, y su consiguiente anhelo disciplinar, también lo es revisar el modo en que la dominación se produce en los procesos de comunicación, y no el modo en que la comunicación se produce en los procesos de dominación, que había sido lo habitual hasta ese momento. Por ello, como dirá más tarde en el prefacio a la quinta edición de De los medios a las mediaciones, “pensar la política desde la comunicación significa poner en primer plano los ingredientes simbólicos e imaginarios presentes en los procesos de formación del poder” 8.

La preocupación teórica, entonces, busca desmontar el discurso massmediático que “nos moldea y nos oprime desde dentro, desde la complicidad que con él mantiene nuestro sistema cultural y nuestro imaginario” 9, en una crítica radical de la racionalidad occidental en Latinoamérica.

Los “tercos hechos” o el “escalofrío epistemológico”

Con diversas imágenes, que se reiteran en distintos lugares de su producción, Martín-Barbero trata de explicar el viraje de su preocupación teórica. Explicación que por lo evocativa se convirtió en un señalamiento a los intelectuales latinoamericanos. Imágenes que, no por casualidad son recuperadas permanentemente por distintos investigadores que dialogan con su obra. Esto es muy interesante porque justamente es desde su misma perspectiva que, como dice Rossana Reguillo, “los autores no son sólo productores de conocimientos, sino, principalmente creadores de símbolos, de textos culturales cuya escritura deviene en prácticas significativas para una comunidad científica” 10.

Imágenes que colocan en centro la realidad social —el contexto— y la responsabilidad que le cabe al intelectual frente a esa realidad, para trabajar desde allí la comunicación massmediática.

En la introducción del trabajo analizado, Martín-Barbero habla del “escalofrío epistemológico” que le produjo una “experiencia” a partir de la cual logró formular globalmente su trabajo de investigación. Intrigado por el éxito de un film mexicano (La ley del monte) en Cali, fue a verlo con otros profesores.
“El film era tan elementalmente melodramático, su contenido tan explícitamente reaccionario y su lenguaje cinematográfico tan torpe que sólo en clave cómica era soportable. La gente que nos rodeaba por el contrario estaba tan metida en el film y tan emocionada que las interferencias producidas por nuestras risas y nuestros comentarios les indignaron y quisieron sacarnos de la sala. (...) ...¿qué relación podía existir entre lo que a ellos les producía tanta emoción y a nosotros tanto aburrimiento?, ¿qué veían ellos que yo no vi? Y entonces, ¿de qué les podía [a los sectores populares] servir la ‘lectura ideológica’ que nosotros [los intelectuales] hacíamos, en el caso de que fuéramos capaces de traducirla a su lenguaje, si esa lectura lo sería siempre de la película que nosotros vimos y no de la que ellos vieron?” 11.

La clave en el giro que se produce en su obra a partir de los ’80 y a la que bien hace referencia el “escalofrío epistemológico” tiene que ver con la “sensación” de desencuentro que se produce entre su trabajo intelectual (el desenmascaramiento de la ideología que estructura los mensajes, la puesta al descubierto de los circuitos y las tramas de poder que articulan los medios) y la experiencia social (el modo en que la gente percibe, siente y vive los procesos de comunicación).
Esta sensación se potencia por los cambios producidos en Latinoamérica y que el mismo Martín-Barbero reconoce. El reflujo de la utopía revolucionaria y el retorno de fuerzas conservadoras disfrazadas de neoliberalismo marcan un cambio de rumbo que modifican las condiciones de la investigación en comunicación. “Los campos de lucha ya no están tan deslindados como hace algunos años.
Y en muchas ocasiones no está nada claro el sentido, es decir al servicio de quién o de qué se está trabajando. La época de las grandes denuncias —siempre necesarias— parece dejar el paso a un trabajo más oscuro pero no menos arriesgado y difícil: la lucha contra la amalgama ecléctica y la funcionalización de la crítica, la lucha contra un neopositivismo ambiente que vuelve a oponer, ahora más ladina y sofisticadamente, el trabajo científico al trabajo político” 12.

Este “escalofrío epistemológico” lleva al autor en dos direcciones que queremos destacar. Por un lado, la profundización de la crítica epistemológica, por otro, la revisión de algunas certezas que concluirán en ciertas rupturas y desplazamientos teóricos.

Crítica epistemológica. Continúa aquí con su crítica al neopositivismo funcionalista —de “derecha” pero también de “izquierda”—, a su matriz epistemológica y política, a su racionalidad científica.
Pero en particular a su enseñanza universitaria; a los cursos de metodología en los que predomina una concepción “instrumentalista de los métodos y las técnicas”, al margen de la historia, de los problemas en fueron concebidos, meros recetarios de cientificidad garantizada, independientes de las condiciones sociales en las que un problema se investiga.
Esto genera una tendencia al teoricismo que facilita el escapismo político: “hacer investigación para no tener que pasar a la acción, o mejor, hacer un tipo de investigación que no nos involucre, una investigación generalista que no exija ‘práctica’ alguna, porque investigando lo particular, sobre lo que es posible intervenir, se corre el riesgo de descubrir no sólo argumentos para ‘criticar’ el sistema sino herramientas para transformarlo” 13.

Pero también critica la falta de producción teórica y la abundancia de reproducción y divulgación, otra manera del escapismo.

Rupturas y desplazamientos. Destacaremos aquí dos. Por un lado, la ruptura con una concepción monolítica y fetichizada del poder, sin fisuras y sin contradicciones, ubicuo y omnipotente, que garantiza por sí la reproducción del sistema. Idea fatalista, paralizante y desmovilizadora, con graves consecuencias teóricas y políticas.
“Se trata, tanto en la teoría como en la acción política, de un desplazamiento estratégico de la atención hacia las zonas de tensión, hacia las fracturas que, ya no en abstracto sino en la realidad histórica y peculiar de cada formación social, presenta la dominación” 14.

Esto permite dirigir la mirada hacia aquellas luchas sociales que profundizan las contradicciones: movimientos de derechos humanos, barriales, campesinos, ciudadanos, etc. Por otro lado, la ruptura que se produce al reconocer la actividad de los dominados como cómplices de la dominación (complicidad que es, a su vez, materia prima con la que trabajan los medios de comunicación), pero también al reconocer, en esa actividad, resistencia y réplica. Rupturas y desplazamientos que son, en sí mismos, un desafío epistemológico que alimentan la crítica.

En definitiva, frente a la falta de certezas que produjo la derrota de los movimientos de liberación y la instalación de dictaduras o democracias “controladas” en Latinoamérica, sumadas a la incapacidad de la teoría para dar cuenta de estos cambios, Martín-Barbero produce este viraje en los ’80. Aprender de la experiencia de los sectores populares. Estudiar la comunicación/cultura popular “amordazada, deformada, dominada”, es estudiar la comunicación/cultura que la niega y domina, pero frente a la cual hay afirmación y resistencia, en una lucha siempre desigual y muchas veces ambigua. Desde allí, orientar nuestras prácticas de intervención en comunicación alternativa, o mejor, nuestras prácticas alternativas de intervención en comunicación. Mirada hecha proyecto: “mirar el proceso entero de la comunicación desde ese otro lugar que es lo popular15, asumiendo la dimensión política de conlleva la vida cotidiana, aunque no se exprese en formas organizativas tradicionales. Es desde aquí que comienza a horadarse el modelo informacional (con sus emisores-dominantes y sus receptores-dominados) que ignoraba los conflictos, las contradicciones y las luchas. “Pero al modelo lo fueron minando los tercos hechos de una realidad social que desde mediados de los setenta lo hicieron estallar, exigiendo un viraje radical y la búsqueda de un paradigma alternativo” 16.

Unos años más tarde, en la introducción de su obra principal describe el periplo de su trayectoria intelectual, que reafirma lo que venimos planteando: “Lo que aquí llega trae las huellas de un largo recorrido. Venía yo de la filosofía y, por los caminos del lenguaje, me topé con la aventura de la comunicación. Y de la heideggeriana morada del ser di así con mis huesos en la choza-favela de los hombres, construida de barro y cañas pero con radiotransistores y antenas de televisión” 17.

DE GRAMSCI A WILLIAMS: EL LUGAR DEL INTELECTUAL

Pensar la comunicación desde la cultura, desde las mediaciones culturales, supone dirigir una mirada atenta al papel del comunicador en tanto mediador cultural. En general, desde el paradigma de las mediaciones se ha puesto el acento en los estudios de recepción, uso y consumo cultural, relegando el estudio sobre los procesos de producción de cultura. En particular, el lugar de los comunicadores y su formación intelectual, sobre todo si consideramos a la comunicación como un lugar estratégico desde el cual pensar la sociedad y su transformación.

Conviene revisar brevemente, entonces, la tradición teórica desde la que Martín-Barbero reflexiona sobre el papel del comunicador social.

En primer lugar, al compartir con Gramsci la idea de que todos los hombres son intelectuales... pero no todos los hombres tienen encomendada en la sociedad la función de intelectuales, se hace necesario tener presente que en todas las sociedades han existido lo que hoy llamamos intelectuales, aunque seguramente no ha sido el mismo su grado de especialización ni iguales sus relaciones sociales. Esto supone poder establecer las particularidades histórico-sociales del caso en cuestión.

En segundo lugar, piensa con Williams que no es posible aislar las tareas que realiza un intelectual del resto de las prácticas sociales, salvo como distinción analítica a los efectos de establecer las relaciones que se establecen entre ellas. Como sostiene Williams: “...las ‘ideas’ y ‘conceptos’ —las preocupaciones especializadas de los ‘intelectuales’ en el sentido moderno— se producen y reproducen en todo el tejido social y cultural: a veces como ideas y conceptos, pero también, de manera más amplia, en forma de instituciones que los configuran, de relaciones sociales significadas, de acontecimientos culturales y religiosos, de modos de trabajo y de ejecución...” 18.

Todo lo anterior presupone, a su vez, una particular conceptualización sobre la cultura. Martín-Barbero sigue aquí la perspectiva desarrollada por Williams, al considerar a la cultura como “sistema significante realizado”, lo que permite establecer la siguiente distinción analítica: por un lado, el estudio de instituciones, prácticas y obras manifiestamente significantes y, por otro lado, el estudio de las relaciones de éstas y otras instituciones, prácticas y obras. 19
Vale destacar que para Williams —lo mismo que par Martín-Barbero— la cultura no puede ser pensada al margen de la idea de hegemonía 20 que como concepto engloba y supera al de cultura, en la medida que la “práctica cultural” y la “producción cultural” —en nuestro caso específico, práctica y producción intelectual— no se derivan de un orden social sino que lo constituyen, pensando así a “...la cultura como el sistema significante a través del cual necesariamente (aunque entre otros medios) un orden social se comunica, se produce, se experimenta y se investiga” 21.

LA FORMACIÓN DE LOS INTELECTUALES/COMUNICADORES

Si el comunicador es un intelectual en la medida en que “contribuye a mantener o a modificar un concepto universal, a suscitar nuevas ideas” 22, una derivación lógica hecha ya por otros, nos permite decir que todos los hombres son comunicadores... pero no todos los hombres tienen encomendada en la sociedad la función de comunicadores.

Martín-Barbero ha reflexionado en distintas oportunidades sobre la formación profesional universitaria de los comunicadores, al repensar las relaciones entre comunicación y sociedad.
Tratando de superar la dicotomía entre práctica y teoría —que se expresa en la dicotomía formación profesionalizante (con amplia formación cultural) y formación academicista (que busca legitimidad científica)—, apunta en otra dirección: hacia el sentido instrumental de la formación del comunicador que considera a los medios —y con ellos a la comunicación toda—­ como instrumentos al servicio de la expresión de alguien. Igual da por “izquierda” o por “derecha”, la misma concepción instrumental y tecnologizante en la que prima una mirada mediocéntrica.
Pero para Martín-Barbero, que propone pensar la comunicación como “producción de sentidos” y no como “transmisión de informaciones”, lo que está en juego en una instancia comunicativa son los usos sociales de los medios, no la reproducción sino la producción, lo que supone el reconocimiento de los conflictos sociales y su articulación en términos de interpelación y negociación en la constitución de sujetos sociales en un orden social específico, considerando en definitiva a la comunicación como una cuestión de fines y no de medios. Por ello propone que el comunicador deje de ser el intermediario que debe su existencia a la separación entre productores y consumidores, entre emisores y receptores, entre creadores y público, para ser mediador en la cultura, haciendo explícita la relación entre la diferencia cultural y la desigualdad social, sin reducir la primera a la segunda 23.

Esto supone asumir las contradicciones que la propia práctica genera y la dimensión política que la formación implica como eje clave, tal como Martín-Barbero señala al proponer este comunicador-mediador que “se sabe socialmente necesario, pero culturalmente problemático, en un oficio ambiguo y hasta contradictorio: trabajar por la abolición de las fronteras y las exclusiones es quitarle peso a su propio oficio, buscar la participación de las mayorías en la cultura es acrecentar el número de productores más que de los consumidores” 24.

En la medida en que considera la comunicación un lugar estratégico desde el cual pensar la sociedad, propone que el comunicador asuma el rol del intelectual: “Frente a la crisis de la conciencia pública y la pérdida de relieve social de ciertas figuras tradicionales del intelectual es necesario que los comunicadores hagan relevo y conciencia de que en la comunicación se juega de manera decisiva la suerte de lo público, la supervivencia de la sociedad civil y de la democracia” 25.

Pensar la comunicación desde la cultura —es decir, desde el paradigma de las mediaciones— supone claramente una opción política.

DE LA ESTRATEGIA A LA TÁCTICA

Diez años después de la publicación de De los medios a las mediaciones, Martín-Barbero reflexiona sobre el lugar del intelectual: “Mi reflexión inicia el camino de vuelta —de la comunicación a la filosofía— a fines de los ’80, con la caída del muro de Berlín y la disolución del mundo socialista, con la desubicación del intelectual, el desdibujamiento de las utopías y la crisis de la representación política. ¿En nombre de quién hablan hoy —en un tiempo en que el sujeto social pueblo o nación estallan— los intelectuales y los investigadores sociales?, ¿para quién hablan?, ¿quiénes los escuchan?” 26

Para responder a estas preguntas se apoya en Michel De Certau y la diferencia que éste establece entre táctica y estrategia, según la cual la estrategia es el modo de lucha del que tiene un lugar propio dónde retirarse y desde el cual organizar el ataque y la táctica es el modo de lucha del que, no teniendo un lugar propio al que retirarse, pelea en el terreno del adversario. Entonces se pregunta: “¿No es verdad que con el desdibujamiento de las ideologías y las utopías de las izquierdas, el pensamiento crítico ha ido perdiendo su territorio propio, y se encuentra hoy luchando desde el campo que ha construido y domina el adversario? Un adversario que, al diluirse el territorio de las izquierdas, también se desdibuja, tornándose borrosos los rasgos que lo identificaban, haciéndolo vulnerable.
Exilado de su espacio, y en cierta medida de su tiempo, de su pasado, el pensamiento crítico sólo puede otear el futuro volviéndose nómada, aceptando el camino de la diáspora27.

Sin territorio propio, de aquí para allá, como cazadores y recolectores teóricos y políticos, pero también exiliados, a partir de un descentramiento de la crítica no sólo en el espacio sino en el tiempo de nuestras culturas latinoamericanas.

Aquí vale la pena detenerse un instante y preguntarse por el desplazamiento que se produjo en el pensamiento de Martín-Barbero.
A lo largo de su obra y de los años, su reflexión sobre el intelectual va de las certezas a la incertidumbre, del proyecto político al descentramiento de la crítica cultural.
Es cierto que la realidad latinoamericana y mundial ha cambiado mucho en el último cuarto de siglo. También es cierto que la relación entre propuesta teórica y proyecto político depende en buena medida de las condiciones socio-históricas. Del mismo modo es cierto que sin “colchón de criticidad” en una sociedad se hace difícil la crítica intelectual.
Sin embargo, cabe preguntarse de qué depende la “organicidad” del intelectual a un proyecto político, incluso —o sobre todo— desde la perspectiva política que abre el paradigma de las mediaciones. “Denunciar y dar armas, despertar y trazar estrategias”, a fines de los ’70 Martín-Barbero considera que la reflexión critica en Latinoamérica es una “práctica” por lo que “su índice de verdad no reside tanto en su validez lógica como en su capacidad de construir lo real” 28.

O también, “la ruptura teórica implica exigencias concretas a nivel del proyecto político que guía la investigación como proyecto general de transformación de la realidad investigable29.

A fines de los ’90 vale preguntarse, entonces, en qué medida y hasta qué punto el pensamiento táctico es una imposición de la hegemonía neoliberal o una elección intelectual, aunque estas opciones son siempre en grados relativos. En términos políticos, y a juzgar por su propia producción intelectual, no parece imprescindible —incluso sugiere cierta contradicción— para la crítica epistemológica el descentramiento que suponen el nomadismo y la diáspora.
Más aún, la ruptura política y epistemológica que produce Martín-Barbero en los ’80, se desdibuja junto con el modo en que ve el “desdibujamiento de las utopías”, con lo que el descentramiento pareciera perder capacidad crítica en tanto proyecto transformador de la realidad investigable. Probablemente esto se relacione con el modo en que el autor trabaja la totalidad social a lo largo de su obra, aunque esto ya es tema de otro estudio.

Sin embargo, no deja de resultar paradójico que mientras el pensamiento crítico se desdibuja el paradigma de las mediaciones se institucionaliza consolidando su terreno propio en Latinoamérica. Lamentablemente, aquí sólo hemos revisado algunos pocos textos de Martín-Barbero, algo que contradice la propuesta misma de los “estudios culturales”. En los términos en que lo plantea Williams, habría que analizar la variación que se produce en estos años en las relaciones que traba el proyecto intelectual de Martín-Barbero —proyecto al que muchos otros adhieren— con la formación social en la que se inscribe y el campo de la comunicación en el que se desarrolla, y no solo algunos de sus “textos” 30.

Lo que en los términos de Martín-Barbero podría expresarse como la relación entre movimiento social, proyecto mediador y campo cultural latinamercano. ¿Cuáles son los nuevos problemas? ¿Qué proyecto transformador de la realidad investigable generamos? ¿Cuál es la formación social que lo impulsa? ¿Cómo se vincula con demandas sociales, por un lado, y con la institución universitaria que lo alberga, por el otro? ¿Qué movimiento social lo reclama? Pensado en estos términos es probable que el proyecto original haya perdido su impulso transformador y, por lo tanto, tengamos que trabajar sobre la formación social que lo vuelva a promover aunque, seguramente, en nuevos términos.

APORTES PARA LA ENCRUCIJADA ACTUAL

Es en este sentido, y ya a modo de conclusión, que quisiéramos recuperar uno de los muchos aportes de Martín-Barbero a la mirada sobre el intelectual-comunicador. Su consideración sobre la formación de los comunicadores y las currículas universitarias; algo que nos permitirá revisar nuestra propia práctica.

No es posible pensar al intelectual y sus tareas por fuera de las instituciones que los forman. Aquí se abre todo un capítulo que merece otro trabajo si interesa realmente la problemática, tal como nos parece. En momentos en que nuestras carreras de comunicación se han puesto de moda mezcla de furor por las nuevas tecnologías y su promesa de futuro, afán crítico por denunciar los desmanes que “la política” genera y deseos de obtener la formación en cultura general que ofrece, entre otras cosas, se vuelve una tarea central reflexionar sobre el papel que deben desarrollar nuestras escuelas y facultades de comunicación social.
Está pendiente todavía el debate sobre la vinculación entre las tareas de formación, extensión e investigación universitaria. Si nuestra propuesta curricular escinde en campos estancos estas tareas que la reforma del ’18 impulsaba de conjunto, de qué modo podemos luego reclamar cierto compromiso en tanto intelectuales (en el sentido desarrollado anteriormente) a nuestros alumnos.
No hay propuesta académica que no sea a la vez una propuesta política. Debemos formar comunicadores que ayuden a “sostener y apoyar toda práctica y movimiento cultural que fortalezca el tejido social, aquella que estimule las formas de encuentro y reconocimiento comunitario (...) para posibilitar experiencias colectivas que contrarresten la atomización urbana y alienten el sentido social” 31, que trabaje sobre la desigualdad social y la diferencia cultural, sin ocultar la primera tras la segunda. “Mediador será entonces el comunicador que se tome en serio esa palabra, pues comunicar —pese a todo lo que afirmen los manuales y los habitantes de la postmodernidad— ha sido y sigue siendo algo más difícil y largo que informar, es hacer posible que unos hombres reconozcan a otros, y ello en un ‘doble sentido’: les reconozcan el derecho a vivir y pensar diferente, y se reconozcan como hombres en esa diferencia. Eso es lo que significa pensar la comunicación desde la cultura” 32.

En un texto reciente, vuelve sobre el tema y se pregunta por el lugar que debe ocupar la universidad en estos tiempos en cambian las características del saber y del trabajo —en una sociedad marcada por la revolución tecnológica y el mercado neoliberal—, considerando a la universidad como mediadora entre la formación profesional, la generación de saberes y los cambios sociales.

“La única salida está en la combinación de conocimientos especializados con aquellos otros conocimientos que vienen de la experiencia social y las memorias colectivas”.

Evidentemente, no es posible impulsar este tipo de “reforma” en el proceso de formación sin proyecto social, cultural y político en el que adquiera sentido. Abocarnos a esa tarea es nuestra responsabilidad como intelectuales, ya que como pensaba Williams al imaginar el futuro de los “Estudios Culturales”: el trabajo intelectual —el que Martín-Barbero propone para los comunicadores y nosotros queremos recuperar críticamente— tiene sentido si lo tiene, simultáneamente, para aquellos para los cuales no es un modo vida ni una posibilidad de empleo, “pero para quienes es una cuestión de interés intelectual propio, de su propia comprensión de las presiones que sufren, presiones de todo tipo, desde las más personales a las más políticas en términos generales” 33.

Es con ellos —y no para ellos— que tendrá sentido nuestro proyecto intelectual, si logra empalmar con un movimiento por una educación genuinamente democrática y abierta a las mayorías, que parta de las experiencias y situaciones de la vida cotidiana de nuestros pueblos, en la construcción de un mundo libre de injusticias y desigualdades.

BIBLIOGRAFÍA

GRAMSCI, Antonio, La formación de los intelectuales, Grijalbo, México, 1967.

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MARTÍN-BARBERO, Jesús, “De la comunicación a la filosofía y viceversa: nuevos mapas, nuevos retos”, en VV.AA: Mapas nocturnos. Diálogos con la obra de Jesús Martín-Barbero, Siglo del Hombre Editores, Universidad Central, Santafé de Bogotá, 1998.

REGUILLO, Rossana, “Rompecabezas de una escritura: Jesús Martín-Barbero y la cultura en América Latina”, en VV.AA: Mapas nocturnos. Diálogos con la obra de Jesús Martín-Barbero, Siglo del Hombre Editores, Universidad Central, Santafé de Bogotá, 1998.

WILLIAMS, Raymond, Sociología de la cultura, Paidós, Madrid, 1994.

WILLIAMS, Raymond, Marxismo y literatura, Península, Barcelona, 1997.

WILLIAMS, Raymond, “El futuro de ‘Estudios Culturales’” en La política del modernismo, Manantial, Bs. As., 1997.

NOTAS

1 MARTÍN-BARBERO, Jesús: Proceso de comunicación y matrices de cultura. Itinerarios para salir de la razón dualista, México, G. Gili, 1987, p. 10.

2 MARTÍN-BARBERO, Jesús: De los medios a las mediaciones, Convenio Andrés Bello, Santafé de Bogotá, 1998, p. 291.

3 MARTÍN-BARBERO, Jesús: Proceso de comunicación y matrices de cultura. Itinerarios para salir de la razón dualista, México, G. Gili, 1987, p. 18.

4 Ob. Cit.: p. 18.

5 Ob. Cit.: p. 18.

6 Ob. Cit.: p. 22 (subrayado en el original).

7 Ob. Cit.: p. 38.

8 Ob. Cit.: p. 42.

9 MARTÍN-BARBERO, Jesús: De los medios a las mediaciones, Convenio Andrés Bello, Santafé de Bogotá, 1998.

10 REGUILLO, Rossana: “Rompecabezas de una escritura: Jesús Martín-Barbero y la cultura en América Latina”, en VV.AA: Mapas nocturnos. Diálogos con la obra de Jesús Martín-Barbero, Siglo del Hombre Editores, Universidad Central, Santafé de Bogotá, 1998.

11 Ob. Cit.: p. 12.

12 Ob. Cit.: p. 83.

13 Ob. Cit.: p. 86.

14 Ob. Cit.: p. 88.

15 Ob. Cit.: p. 13.

16 Ob. Cit.: pp. 163-164 (el subrayado es nuestro).

17 MARTÍN-BARBERO, Jesús: De los medios a las mediaciones, Convenio Andrés Bello, Santafé de Bogotá, 1998.

18 WILLIAMS, Raymond: Sociología de la cultura, Madrid, Paidós, 1994, pp. 202-203.

19 WILLIAMS, Raymond: Idem., pp. 193-200.

20 WILLIAMS, Raymond: Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1997, pp. 129-142.

21 WILLIAMS, Raymond: Sociología de la cultura, Madrid, Paidós, 1994, p. 13 (Subrayado en el original).

22 GRAMSCI, Antonio: La formación de los intelectuales, México, Grijalbo, 1967, p. 26.

23 MARTÍN-BARBERO, Jesús: “Campo cultural y proyecto mediador”, en: Revista Alternativa Latinoamericana (Mendoza, Acción Popular Ecuménica), Nro. 11 (marzo 1990), p. 34.

24 Ob. Cit., p. 34.

25 Ob. Cit., p. 28.

26 MARTÍN-BARBERO, Jesús: “De la comunicación a la filosofía y viceversa: nuevos mapas, nuevos retos”, en VV.AA: Mapas nocturnos. Diálogos con la obra de Jesús Martín-Barbero, Siglo del Hombre Editores, Universidad Central, Santafé de Bogotá, 1998, p. 205 (subrayado en el original).

27 Ob. Cit., p. 205.

28 MARTÍN-BARBERO, Jesús: Proceso de comunicación y matrices de cultura. Itinerarios para salir de la razón dualista, México, G. Gili, 1987, pp. 18-19.

29 Ob. Cit., p. 22.

30 WILLIAMS, Raymond: “El futuro de ‘Estudios Culturales’” en La política del modernismo, Bs. As., Manantial, 1997, pp. 187-199.

31 MARTÍN-BARBERO, Jesús: “Campo cultural y proyecto mediador”, en: Revista Alternativa Latinoamericana (Mendoza, Acción Popular Ecuménica), Nro. 11 (marzo 1990), p. 34.

32 Ob. Cit., pp. 35-36.

33 Ob. Cit., p. 199.



* Datos sobre el autor:
* Pablo Carro
Licenciado en Comunicación Social.
Profesor Instituto Secundario Integral Modelo Jefe de Trabajos Prácticos en la Cátedra Introducción a la Comunicación Social en la
Escuela de Ciencias de la Información, Universidad Nacional de Córdoba
e-mail: pcarro@eci.unc.edu.ar

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