Logo de Margen   Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales
Edición electrónica

Edición N° 26 - invierno 2002

El Ingreso Madrileño de Integración en transición hacia la Renta Mínima de Inserción y el Plan contra la Exclusión

Un caso práctico en el distrito madrileño de Villaverde

Equipo de trabajo:
Servicios Sociales de Villaverde
Asociación Proyecto San Fermín
C.A.S. Madrid
Grupo Labor
Universidad Popular de Madrid

Autores:
José Mª Nyssen González
David Arenal Martín-Lunas


Justificación

Podemos situar el punto de partida de esta experiencia a mediados del año 2000, en Villaverde, un distrito del sur de Madrid que se encuentra entre los más desfavorecidos de los que alberga esta ciudad. En él se ha desarrollado un fuerte tejido asociativo, implicado en la mejora de las condiciones de vida de sus vecinos. Así, las iniciativas llevadas a cabo por muchas de estas entidades se han encarnado en una serie de Proyectos que encontraron ubicación en el seno del Ingreso Madrileño de Integración.

En este contexto, Servicios Sociales Municipales de Villaverde convoca una serie de mesas de trabajo con todas las entidades que gestionan Proyectos IMI en el distrito. Estas reuniones buscan ser un espacio común donde compartir experiencias, impresiones, conocimientos, y, sobre todo, donde detectar las principales dificultades existentes en su desarrollo y funcionamiento. Un primer diagnóstico es la falta de adecuación entre los perfiles de los usuarios y el contenido de los Proyectos, ya que, por las razones que fueren, en algunos de éstos quedan plazas sin ocupar.

De esta forma, se llega a la conclusión de que una de las causas de que en muchos casos no se llegue a la población de potenciales usuarios realmente existente, radica en la ausencia de estudios previos a la hora de diseñar los Proyectos. Es precisamente a partir de esta carencia desde donde surge la idea de hacer una investigación sociológica al respecto. Así, este estudio tiene como cometido principal, optimizar la adaptación de la futura oferta posible de Proyectos a las demandas de los beneficiarios IMI del distrito madrileño de Villaverde. Con ello, se procurará un mayor rigor en el diseño de dichos Proyectos, que redunde en un mejor funcionamiento y en una optimización de los resultados de los que se presentarán en futuras campañas.

Acorde con el marco del trabajo ‘en red’ del que surge, y teniendo presente la vocación pragmática y local de la iniciativa, el estudio estará caracterizado por dos máximas:

- Las entidades que lo encargan y los Servicios Sociales municipales participarán activamente en su puesta en marcha, proceso e informe final (por ejemplo, se puso especial énfasis a la hora de participar en la elaboración de unas recomendaciones de actuación de acuerdo a futuras campañas). Sus aportaciones a este respecto, fundamentadas en el buen hacer de muchos años de experiencia, han sido de gran ayuda para el equipo investigador.

- Pero, sobre todo, será crucial contar con el testimonio de los verdaderos protagonistas. Los usuarios han de ser los beneficiarios principales de las medidas a adoptar, por lo que atender en este sentido a sus razonamientos e inquietudes en torno a los Proyectos y su contexto, se convertirá en uno de los puntos axiales de nuestra exposición.

Coincidiendo con el final de la realización del presente estudio, comienza a perfilarse un nuevo ‘Plan contra la Exclusión de la Comunidad de Madrid’, y el cambio del ‘Ingreso Madrileño de Integración’ (IMI) por la ‘Renta Mínima de Inserción’ (RMI).

El sentido de este trabajo también encuentra aquí una justificación no forzada. Precisamente al hilo de lo anteriormente apuntado, en el primero de los borradores de dicho Plan se destaca la ‘adecuación’ desde lo local, proponiendo la realización de “una programación de recursos profesionales adaptada al estudio exhaustivo de indicadores de diagnóstico de la exclusión y de la demanda de inserción de cada zona”. En esta línea, se valorará el “adecuar los procesos de acompañamiento social a las peculiaridades y a las necesidades de colectivos específicos en situación de exclusión social de cada zona: se trata de diseñar las acciones de incorporación social en cada zona a partir de los casos conocidos y atendidos. Adecuar los recursos formativos, laborales y sociales a la demanda específica y del territorio en que se actúa. Ello requiere no solo conocer en profundidad los casos y perfilar situaciones tipo y sus necesidades particulares sino también las capacidades de incorporación que presenta el entorno: oportunidades laborales, proyectos, recursos formativos. En concreto será necesario estudiar la forma de adaptar los itinerarios de incorporación a las necesidades y características de los colectivos específicos” (Comunidad de Madrid. Septiembre de 2001., pp. 72-73).

Del mismo modo, como complemento a todo lo anterior, en el capítulo concerniente a temas tan destacados como la ‘sensibilización social’ y el ‘seguimiento’, se señala la necesidad de que “el propio Plan prevea la articulación de mecanismos y órganos de seguimiento, con la participación de los agentes sociales, como base para potenciar la discusión pública sobre los problemas de exclusión y para potenciar la corresponsabilidad de la sociedad civil. (…) En este sentido se fomentará la publicación de investigaciones, foros y jornadas de debate sobre inserción social y población excluida” (p.106). Es precisamente en este contexto en el que se ubica una de las utilidades primordiales de nuestro estudio, pues trataremos de allanar en lo posible el camino de la adaptación desde los Proyectos IMI hasta los que próximamente se prevé entrarán en funcionamiento con la implantación de la RMI y el nuevo Plan contra la Exclusión.


Objetivos

La confección de los objetivos que han guiado la presente investigación, parte de la demanda explícita formulada por varias de las asociaciones ubicadas en la zona de Villaverde-Usera, así como de los Servicios Sociales Municipales del distrito de Villaverde.

Dicha demanda fue concretada básicamente del siguiente modo:

  • “¿Por qué no nos adaptamos con nuestros Proyectos a la demanda y las problemáticas?; ¿Por qué no llegamos a nuestra población objetivo?; ¿Qué perfiles se nos escapan?

  • ¿Qué demandan los usuarios IMI?

En este sentido, el marco (u objetivo general perseguido por las entidades de la Red) en que insertamos la presente investigación, pretende optimizar la adaptación de la futura oferta posible de Proyectos, a las demandas de la población IMI:

Así, y en estrecha consonancia con el marco apuntado, pasemos a concretar los objetivos de la presente investigación, derivados de tal demanda:

OBJETIVO BÁSICO de la investigación1:

Pondrá el acento en la segunda parte de lo que anteriormente calificábamos como “marco”, es decir, pretende, en resumen, dar cuenta de las demandas, expectativas, obstáculos, motivaciones... de la población IMI en lo que respecta a su participación en los Proyectos.

Por tanto, la primera parte de ese “objetivo general”, la cuestión de la “oferta posible de Proyectos”, no formará parte de nuestro objetivo básico. Aun con esto, dicha cuestión no ha sido perdida de vista, pues es la que permitirá más tarde conectar de forma coherente los resultados que pretende la presente investigación, con ese “objetivo general” a que venimos haciendo referencia.

Para lograr la optimización real en la adecuación de oferta de Proyectos y su posterior acogida (demanda), es fundamental conocer, no sólo lo que los usuarios quieren o esperan, sino también (teniendo en cuenta una serie de “criterios” establecidos por la Administración, los fondos con que contamos,...), lo que seremos capaces de ofrecer en realidad. En este sentido, la presente investigación no entrará a valorar cuestiones de suma importancia al respecto, como la pertinencia o no de los “criterios” de dicha Administración a la hora de dar vía libre a los Proyectos, el empleo que se hace de los (limitados) recursos existentes, etcétera. Así, la posterior tarea de las partes implicadas en la puesta en marcha y mejora de los Proyectos IMI, será la de lograr, a la vista de los resultados que obtendremos en esta investigación sobre las demandas de los usuarios, una mejor adecuación de la oferta de Proyectos para próximas campañas.

Una vez delimitado el campo de actuación en el que nos moveremos, queda explicitar con mayor claridad el objetivo básico de la investigación, así como su desarrollo:

El presente estudio ha tratado de arrojar luz sobre los “perfiles” de la población IMI (entendiendo dentro de dicho concepto, aspectos complejos e interrelacionados, tanto de naturaleza estructural como cultural) en lo que respecta a su interacción en el contexto de los Proyectos en que “han de participar 2”. O dicho de otro modo, se pretende conseguir una mejor comprensión de las acciones y expectativas de la población IMI con respecto al tema de los Proyectos, teniendo en cuenta su situación tanto estructural (económica,...) como cultural.


Así, desarrollaremos éste, nuestro “objetivo básico”, en los siguientes objetivos específicos:

- Determinar situación actual de los usuarios, en relación con los Proyectos:

  1. Información sobre los Proyectos (exploración de la capacidad de decisión -limita-da- por parte del usuario: momentos en que recibe la información, fuentes,...). Distinguiremos, para su posterior comparación, entre la información

    1. Dada al usuario.

    2. Recibida por el usuario.

Trataremos de registrar las posibles inadecuaciones en lo que el usuario (receptor) capta, con respecto de la información que acerca de los Proyectos le dan los Servicios Sociales o cualesquiera otras fuentes (emisor).

  1. Distorsiones en la adaptabilidad: es decir, la detección de los obstáculos que dificultan el acercamiento deseable a los Proyectos.

    1. En relación con los contenidos del Proyecto

    2. Con independencia de los contenidos del Proyecto

Tratar de ver en los usuarios el interés real (o ausencia del mismo) -que se está dando de hecho con la situación actual- en cuanto a su participación en los Proyectos. Y en conexión con todo esto la “posición” que ocupan los Proyectos en la vida de los usuarios.


- Determinar expectativas los usuarios en relación con los Proyectos:

  1. Percepción de la “realidad social” por parte del usuario: Contrastación:

    1. Situación “objetiva” (y, en consonancia, correspondencia con Proyectos de Nivel 1, 2 ó 3 3).

    2. Situación “subjetiva” -autopercepción- (y, en consonancia, correspondencia con Proyectos de Nivel 1, 2 ó 3).

Se procurará rescatar el autoposicionamiento de los usuarios en cuanto clase social, posibilidades de empleo,... Aspectos que muchas veces entran en contradicción tanto en el seno de su propio discurso, como con respecto a la realidad “objetiva” -en virtud de la cual son asignados a determinados Proyectos por parte de los trabajadores sociales-.

  1. Expectativas del usuario con respecto a futuros proyectos:

      1. Capacidad de decisión en la elección de Proyectos.

      2. Proyectos apetecibles

Exploración de nuevas demandas por parte de los usuarios. Contemplaremos, desde una perspectiva abierta, las múltiples propuestas que surjan; siempre buscando las conexiones que los perceptores puedan hacer entre éstas y las nociones de “utilidad”, “autonomía”, “negociación”... (en definitiva, de motivación a participar en los Proyectos si se les propusiesen esas pautas o contenidos “apetecidos”).

  1. Tratar de ver el interés real de la participación en el caso de atender a las demandas que proponen los propios perceptores. “Posición” que pasarían a ocupar los Proyectos en la vida cotidiana en el caso de atender a las propuestas esgrimidas.

Para finalizar el presente apartado, sólo resta apuntar la reorientación que tomó nuestro estudio con la previsible entrada de la RMI. En este sentido, el carácter ‘abierto’, ‘modificable’ y ‘flexible’ de este trabajo, hizo posible una rápida actualización, en contestación a los acontecimientos que día a día se iban sucediendo. De este modo, hemos procurado que la nuestra sea una investigación ‘viva’ y ‘participativa’, y en íntima conexión con la realidad que le rodea, pues sólo así conseguiremos que sirva como un instrumento de trabajo directamente aplicable y útil a los objetivos prácticos a los que pretende dar respuesta.


Los Proyectos del Programa IMI y su futuro próximo

Hemos visto cómo los Proyectos IMI juegan un papel central en nuestra investigación, siendo su estudio, en pro de una optimización de sus resultados, uno de los pilares fundamentales de la iniciativa que nos ocupa. Nuestra aportación concreta se ceñirá a un diagnóstico a nivel local, a partir del cual diseñar estrategias de futuro. Así, nuestra vocación en este sentido será eminentemente pragmática, más aún si tenemos en cuenta el carácter participativo de esta investigación, donde son las propias entidades y los Servicios Sociales municipales los que se implican activamente en dicho diagnóstico y en las susceptibles mejoras en los Proyectos de próximas campañas.

Con el fin de trazar un breve marco contextual que nos ayude a situarnos, acudiremos en primer lugar a uno de los ‘artífices’ centrales del nacimiento, desarrollo y supervisión de los Proyectos IMI: la Consejería de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid. Así, a modo de introducción, nos valdremos de algunas de las pinceladas obtenidas a partir la entrevista que, con motivo del presente estudio, tuvo a bien concedernos Dña. Nieves Alonso Ortíz, Jefa del Servicio de Programación y Seguimiento de la Inserción de la Comunidad de Madrid, la cual forma parte del equipo planificador del Programa IMI desde sus orígenes.

Como sabemos, los Proyectos de Integración, definidos por el ‘Manual de Procedimiento de la gestión del Programa IMI’ como “un conjunto de actividades organizadas, orientadas a la promoción personal y social por medio de la formación y las actividades ocupacionales con seguimiento y apoyo social” (CAM. 1997), nacen con un doble objetivo:

  • promover la participación de los usuarios IMI en actividades de inserción vinculadas a la percepción de una prestación económica periódica; y

  • dar cabida y participación a la propia sociedad en los trabajos de lucha contra la exclusión, a través de la representación de las organizaciones sociales.

Los Proyectos vienen gestionándose a partir de una serie de convocatorias anuales de subvenciones (a primeros de año), a la que aspiran entidades sociales sin ánimo de lucro y entidades públicas. De esta forma, serán Proyectos que respondan a las necesidades de inserción del territorio donde se van a aplicar, o del colectivo al que se dirigen, los concurrentes a dichas convocatorias. Para ello, es fundamental que los Proyectos partan de una planificación conjunta entre la iniciativa social y los Centros de Servicios Sociales, lo que permite el diseño de Proyectos “a la carta”. Según el ‘Manual de Procedimiento’ anteriormente citado, “este proceso resulta de especial interés para los Servicios Sociales, ya que pueden optar por movilizar y motivar a asociaciones sin ánimo de lucro en función de los Proyectos que consideren necesarios a presentarse a la ‘convocatoria de Proyectos IMI’, y ayudarles a planificar las actuaciones que se van a desarrollar y que van a contar en todo momento con el seguimiento y la evaluación de estos Servicios Sociales”.

Esta metodología requiere de mecanismos de gestión y de estrategias de toma de decisiones que faciliten dicha tarea; así, la Consejería de Servicios Sociales, para tal fin, elabora, a partir de las ‘hojas de seguimiento’ que semestralmente envían los Servicios Sociales municipales, distintas explotaciones de datos sobre características sociodemográficas y desarrollo de los procesos de inserción. En este sentido, debemos destacar que dicha Consejería cuenta a su vez con una serie de departamentos especializados en diferentes áreas (‘mujer’, ‘inmigración’, ‘discapacidad’ …), a los cuales son presentados los diferentes Proyectos, al tiempo que se les solicita un informe de los mismos. Para completar este proceso integral, se mantienen reuniones periódicas con los responsables de Servicios Sociales de los distintos distritos para obtener un contraste cualitativo directo y definitivo sobre la idoneidad de los Proyectos; de este modo, también se intenta reorientar las actuaciones desde una posición privilegiada (por la información global con que se cuenta), y equiparar el tratamiento de todos los distritos. El proceso termina cuando la Consejería resuelve, emitiendo una valoración y unas propuestas de resolución, las cuales pasan por una Comisión de Valoración Técnica con representantes de ‘empleo’, ‘inserción’, ‘juventud’, ‘mujer’,… junto con los de los distintos departamentos de la Consejería. De hecho, aun sin exigirlo la ley, se dan a conocer los resultados con prioridad a la Comisión de Seguimiento formada por agentes sociales, el Ayuntamiento, la Federación Madrileña de Municipios, la CEIM y un representante de la iniciativa social.

En este sentido se hacen esfuerzos por trabajar con un tejido asociativo diverso (asociaciones religiosas, laicas, de mujeres, juveniles, de vecinos, sindicatos…) y complementario, que se procura compartan metodologías y formas de hacer. La realización de foros de trabajo, y la coordinación con los Servicios Sociales municipales y la Consejería de Servicios Sociales, es un punto muy valorado por esta última. Todo ello estará presidido por una serie de objetivos globales de cohesión social en zonas de desarrollo comunitario y local; así, en este sentido, la apuesta por las entidades con el fin de dinamizar el tejido social de Madrid, se convierte en algo prioritario.

Por otro lado, aún pendientes de la aprobación definitiva de la Ley de Rentas Mínimas en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, los Proyectos de Integración parecen conservar de cara al futuro próximo un papel primordial. Como se señala en el primer borrador del nuevo ‘Plan contra la Exclusión de la Comunidad de Madrid’, en el actual escenario de transición del Ingreso Madrileño de Integración a la Renta Mínima de Inserción es necesario intensificar las labores de acompañamiento social para favorecer la integración social de aquellos hogares incorporados al Programa, lo cual, entre otras cosas, requiere potenciar la capacidad de poner en marcha ‘Proyectos integrales’ que engloben las distintas acciones de incorporación paralelamente a la percepción de la ayuda económica: apoyo social, promoción de la educación y la salud, empleo y recursos formativos, etc.

De otro lado, se establecerá el ‘Programa Individual de Inserción’ como herramienta en dichos procesos de acompañamiento. Los contenidos de estos programas recogerán una intervención integral tanto por parte de los Servicios Sociales como por parte de los Proyectos.

Así, como medida fundamental en materia de ‘acompañamiento social’ se establece el hecho de “favorecer el desarrollo de la Inserción Social que se realiza a través de Proyectos de Integración”. Para ello se proponen una serie de actuaciones específicas:

  • Como se venía haciendo con el IMI se incide en la adecuación de la oferta de Proyectos en número y en diversidad para completar una red uniforme y extensa de recursos adaptados con rigor a las características específicas de los distintos perfiles susceptibles de participar en procesos de incorporación social. Es precisamente en el marco de esta idea donde se inserta la presente investigación.

  • Se aumentará, previsiblemente, la estabilidad y la duración de los Proyectos a través del establecimiento de convenios plurianuales para favorecer la consecución de sus objetivos, y tenderá a la flexibilización de los plazos de financiación en los casos en que se considere necesario.

  • Finalmente, tal y como ya se viene haciendo en distritos como el de Villaverde, se promoverá el refuerzo de la coordinación entre los Centros de Servicios Sociales municipales y las asociaciones encargadas de poner en marcha los Proyectos.

    Metodología

La presente investigación ha partido de un diseño “abierto”, “modificable” y “flexible”, el cual ha permitido una mejor adaptación ante varias contingencias o nuevos temas que han ido surgiendo a lo largo del proceso.

Así, se procuró que dicho diseño estuviese presidido por una coherencia interna en estrecha consonancia con el esquema de objetivos que habría de guiarnos. De este modo, las técnicas a emplear respondieron únicamente a los objetivos de la investigación, es decir, sólo se utilizaron aquellos dispositivos metodológicos (cuantitativos y cualitativos) que, de acuerdo con esto, consideramos, resultaban pertinentes.

En esta ocasión, en la presente recensión únicamente nos centraremos en el que fue el segundo y principal gran bloque metodológico, es decir, el referido a los ‘dispositivos’ cualitativos empleados, pues es sobre todo aquí donde recae el peso de la investigación.

Así, básicamente fueron los siguientes:

  • Análisis documental de textos procedentes de diversas fuentes.

  • Análisis de contenido (de las memorias e informes de algunos de los Proyectos presentados en campañas anteriores).

  • Entrevistas focalizadas a responsables de diferentes entidades:

  • Entrevista a la Jefa del Servicio de Programación y Seguimiento de la Inserción de la Consejería de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid.

  • Entrevista a responsables de los Servicios Sociales Municipales del distrito de Villaverde (Ayuntamiento de Madrid).

  • Entrevista grupal a trabajadores sociales de los Servicios Sociales Municipales del distrito de Villaverde (Ayuntamiento de Madrid).

  • Entrevista grupal a responsables de asociaciones encargadas de poner en marcha Proyectos a los que asiste la ‘población IMI’ residente en Villaverde.

  • Entrevistas abiertas (18 en total) a personas pertenecientes a hogares de Villaverde que están dentro del Programa IMI. Así, se elaboró el diseño de un ‘muestreo estructural’ que respondiese, no tanto a criterios de representatividad estadística, como a criterios de significatividad. Dicha muestra hubo que modificarla levemente –por las propias dificultades de ‘contactación’ de una población, en ocasiones, poco ‘accesible’- y ampliarla –por la incorporación de nuevos ‘perfiles’ que considerábamos de interés para nuestro estudio- en el transcurso de la investigación.

Para intentar controlar la subjetividad a lo largo de las interpretaciones llevadas a cabo, hemos seguido un doble proceso:

  • En primer lugar, han sido los investigadores directamente implicados en la realización de la investigación, los que, a través del intercambio continuo de impresiones, ejercieron mutuamente dicho control.

  • En segundo lugar, se han presentado y discutido las diferentes interpretaciones del estudio en mesas integradas por el propio equipo investigador, y por responsables de entidades locales relacionadas con el tema (asociaciones de la zona de Villaverde-Usera, con ‘Proyectos IMI’ en funcionamiento, y de Servicios Sociales Municipales del distrito de Villaverde).

Limitaciones de las fuentes empleadas.

En cuanto a la información recogida a través de las entrevistas realizadas a personas pertenecientes a ‘hogares IMI’, nos encontramos con dos limitaciones palpables:

  • Por un lado, debido a las dificultades en la ‘contactación’, en algunos casos encontramos ciertas inadecuaciones (en el cumplimiento exacto de los requisitos) entre los ‘perfiles’ previstos para nuestra ‘muestra estructural’, y los que efectivamente llegaron.

  • Por otro, las propias contactaciones realizadas por miembros de las entidades (a menudo valiéndose del conocimiento personal de las personas usuarias), y los locales en que se celebraron estas entrevistas pueden haber mermado en parte el rigor metodológico. Si a esto le sumamos la ‘reactividad’ que los propios entrevistadores pueden haber ocasionado en un marco tan sensible como el que nos ocupa, es preciso que en la lectura de nuestras interpretaciones seamos conscientes y cuidadosos en lo que respecta a su alcance.

Estudio de los Proyectos en el marco de transición hacia la RMI

1- 'AUTOPERCEPCIONES' DE LAS PERSONAS USUARIAS DEL PROGRAMA.

A partir de una serie de entrevistas abiertas, varias de las cuales eran grupales, hemos tratado de rescatar algunos de los posicionamientos de ciertos perfiles típicos de ‘usuarios IMI’ con respecto a este Programa y su contexto. Así pues, nos interesa lo que dicen estas personas, no tanto porque pueda ser representativo del total de la población IMI, como por su significatividad. Mediante estos intercambios comunicativos, hemos ido documentando una serie de interpretaciones acerca del sentido que los usuarios dan tanto a los Proyectos IMI como a su propia inserción en éstos dentro de un marco tan general y complejo como la propia sociedad en que se inscriben. Todas estas interpretaciones, las cuales no pretenden ser modelos explicativos absolutos y suficientes, sino más bien una fuente de apertura hacia una mejor comprensión de las personas con las que estamos trabajando, son las que irán dando cuerpo a éste y otros apartados de nuestro estudio.

Partiendo de la base de que todo ‘posicionarse’ ante el mundo, es un ‘posicionarse’ (en un contexto concreto y ante unos determinados interlocutores), no ajeno a las intenciones de quien habla, debemos ser siempre conscientes de que todas y cada una de las afirmaciones expresadas por los usuarios en las entrevistas estaban destinadas a presentar una determinada visión del tema que nos ocupa, ante un entrevistador y una investigación que, sin duda, influyen en la naturaleza de las respuestas, sean las que fueren. Es decir, el modo en que se expresan y los argumentos que utilizan intencionalmente los entrevistados, están radicalmente determinados por el tema, el contexto, el interlocutor,… ; de forma que, es precisamente así como debemos interpretar sus afirmaciones. El hecho de posicionarse en una determinada realidad siempre es un intento de modificarla en uno u otro sentido; y una persona matizará sus argumentaciones dependiendo del papel que, supone, juega el que, directa (el entrevistador) o indirectamente (los que han encargado el estudio,…), le escucha.

Una vez dicho esto, será mucho más fácil comprender cómo las identidades, basadas en la propia autopercepción, que en cada momento presentan, en este caso los usuarios, no son inamovibles, sino que dependerán de sus propósitos en el contexto de conflictos determinado en que las exhiben. De esta forma y no de otra debemos entender las argumentaciones que veremos a continuación.

Así, nos interesará captar a través de estas identidades expresadas por una serie de ‘perfiles típicos’ o ‘tipos ideales’ (construidos en base a unas variables que hemos considerado relevantes, y encarnados por los usuarios entrevistados), sus posicionamientos a la hora de insertarse en ‘lo social’. De este modo, no debemos entender las interpretaciones sobre lo que los usuarios dicen a partir de nuestros propios criterios de valoración moral, sino que, por el contrario, intentaremos ceñirnos a sus palabras en lo posible, para tratar de comprender todo aquello que dicen en el marco concreto que nos ocupa.

Por una parte, hemos considerado de gran importancia comenzar por el grupo de las ‘mujeres con hijos y sin pareja’. Como ya vimos, éste es un perfil ampliamente extendido entre la población IMI; y, aunque comparten toda una serie de puntos de vista, formas de actuar ante situaciones similares, etc., no debemos considerarlo en modo alguno exento de diferencias internas.


Mujeres de cultura mayoritaria participantes y no participantes en proyectos:

Comienzan presentándose a sí mismas como ‘madres con hijos a su cargo’. Así, desde un primer momento se sitúan desde una posición de gran vulnerabilidad, pues deben sacar adelante a sus hijos a pesar de sus tremendas dificultades económicas (pide el IMI porque ‘lo necesita’) y personales (arrastra grandes problemas desde atrás).

En conexión con esto último, en muchos casos son personas marcadas por situaciones traumáticas pasadas que son relativamente recientes (malos tratos por parte de su pareja)…

“... es que a mí, mi marido me, me agredió, ¿no? Entonces como me estaba divorciando y eso pues me enteré por... por una psicóloga y gente así que me dijeron que lo daban…” (E.9)4.

…o se remontan incluso a su infancia (provienen de familias ya desestructuradas y con graves problemas de convivencia).

“…problemas en casa......diez hermanos, luego tenía dos hermanos toxicómanos... al final murieron los dos. Y luego mis padres separados, se han separado...” (E.1).

Éstas y otras vicisitudes propician el hecho de que su autoestima sea realmente muy baja tanto de cara al mercado laboral como ante la propia vida. En muchos casos sienten, a pesar de la joven edad que presentan gran parte de ellas, que han ‘perdido el tren’ del futuro deseado (se ven sin ‘salida’), y que éste queda, como única esperanza que resta, para sus hijos.

“…es que no tengo futuro en la vida yo, ya no es pa mí sino pa mis hijos, a mí me da igual…” (E.15).

Esta falta de autoestima las hace posicionarse en el lugar del ‘no saber’ (‘no valor’), y manifiestan abiertamente su inseguridad y miedo a la hora de enfrentarse a nuevos retos o responsabilidades.

“a lo mejor es que me para el miedo a no saber hacerlo bien. Y yo creo que ahora ya estoy mejor, estoy más mentalizada espero que ahora...

-: uhum

-: que quieras o no, que lo tengo que hacer.

-: uhum.

-: alguna vez tendré que empezar. Si lo hago mal, pues bueno…” (E.9).

Esto propicia que, en ocasiones, tiendan a permanecer en el Programa ante los cambios inciertos.

A pesar de todo, teniendo en cuenta el marco de obligatoriedad que perciben a la hora de asistir a los Proyectos y de urgencia en encontrar fuentes de ingresos alternativas, en algunos casos se presentan a sí mismas como sobradamente preparadas (formadas) para valerse en empleos que requieran poca cualificación –como prioridad a corto plazo-. Lo único que necesitan es tener la posibilidad de que alguien –de suficiente confianza- cuide bien de sus hijos.

En este sentido observamos dos posturas bastante diferenciadas, las cuales vendrán marcadas, no tanto por los niveles económicos, como por otra serie de factores de exclusión como la educación, o la interiorización de ‘lo societario’.

Así, encontramos por una parte mujeres con hijos pequeños muy desintegradas, a las cuales las cuesta mucho salir de ‘lo comunitario’, del círculo próximo de protección que han generado a su alrededor redes informales como la familia; estas mujeres muestran una especial fobia e inseguridad ante las instituciones y entidades con las que han de relacionarse en un programa como el IMI, y ante la sociedad en su conjunto (frente a la que se posicionan, no sintiéndose a sí mismas como parte de ella). Así, es desde las redes familiares, las cuales se convierten en un apoyo esencial para estas mujeres, a través del prisma que interpretan el mundo que les rodea; poniendo al tiempo gran resistencia a otras posibles interpretaciones procedentes de ámbitos no tan próximos. De esta forma, como veremos, la comunicación entre las entidades que trabajan desde lo asistencial y lo promocional, y estas mujeres, queda seriamente perjudicada. En gran medida es su falta de destreza a la hora de comprender y expresar los mensajes en contextos en los que no se mueven habitualmente, la que condiciona principalmente la unidireccionalidad de su atención; el hecho de mantener una conversación a un nivel que podríamos calificar como ‘medio’, a pesar de lo que pudiera parecer, se convierte para ellas en un ejercicio muy trabajoso.

En esta línea, aunque todas las mujeres entrevistadas parecen asumir con normalidad que el lugar de sus hijos cuando alcanzan una determinada edad está en la escuela, pues además así las dejan a ellas más libres para trabajar, sin embargo, son las que están más próximas al extremo de la ‘desestructuración social’ las que muestran mayores reticencias a escolarizar a sus hijos a una edad temprana, pues consideran que éstos aún no están preparados para salir de la protección que da el círculo próximo. Extender estas redes comunitarias dentro de estas entidades sociales que consideran ajenas, lo ven como un mecanismo que facilita su inserción y la de los suyos en estos incómodos lugares (por ejemplo, procuran llevar a sus hijos a centros donde asistan otros familiares o vecinos, para que así ‘no se sientan tan solos’).

“…el niño es mu... Si yo no le metí en el colegio de aquí... pero estuve... le metí hasta que fui a por él, y el morro así hinchao, llorando. Y ya dije, mira, yo el año que viene tengo a mi sobrino, se va con su primo y ya con él es diferente, ya son los dos, mi hermana lo recoge, y mejor, porque yo le veía llorar y sufro mucho, y los morros ahí hinchados, de llorar los ojos ya, aunque no paraba de llorar y me da pena…” (E.1).

Así pues, la edad de los hijos parece condicionar la participación de estas mujeres, sin embargo, algunas que ya han dejado a sus hijos en colegios, guarderías o ludotecas próximas al lugar donde asisten a los Proyectos, han perdido el miedo a que éstos estén a disgusto en dichos espacios.

Por otra parte, dentro de este colectivo de ‘mujeres con hijos’, encontramos algunas más ‘estructuradas’, las cuales suelen proceder de familias modestas, pero menos aisladas socialmente. Su situación de necesidad no suele estar tan determinada por una coyuntura heredada, como en el ‘perfil’ anterior, sino que en muchos casos han caído en lo asistencial a partir de rupturas con su pareja –de la que dependían económicamente-, o causas similares. Aunque carecen de formación específica para desempeñar determinados puestos de trabajo (pues en gran parte de los casos siguieron el itinerario típico del ‘ama de casa’, que abandona desde joven sus inquietudes laborales para hacerse cargo de los hijos y el hogar), son capaces de manejarse con cierta soltura en ámbitos que no se ciñen estrictamente a lo comunitario. Así, su posicionamiento no es ‘frente a’, sino desde ‘dentro de’ la sociedad en que se inscriben.

También se apoyan cuanto pueden en las redes familiares para que las ayuden, pues se encuentran muy saturadas de tareas. Y es que, para estas mujeres con ‘cargas’, a pesar de que no trabajan remuneradamente, en muchos casos el solo hecho de llevar la casa, cuidar de los hijos y cubrir todos los requisitos que demanda el IMI –papeleos, asistencia a Servicios Sociales, cursos, etc.- para poder permanecer en él, las mantienen muy ocupadas.

Así pues, a caballo entre estas dos posiciones, encontramos gran parte de las ‘mujeres solas con cargas’ que encabezan los hogares IMI del distrito. Ahora bien, la participación en Proyectos de integración se presenta como artífice de una nueva identidad que media entre lo comunitario y lo societario.

Tanto las mujeres que en un principio no salían de un marco muy restringido, como las que sí lo hacían, encuentran en el resto de participantes un grupo nuevo con el que identificarse positivamente. Manifiestan su sentimiento de pertenencia con agrado. Se establecen vínculos de solidaridad y apego hacia las otras mujeres ‘iguales’ con las que comparten experiencias y problemas. Este nuevo círculo les anima en muchos casos a salir de sus ‘nichos’ en busca del ‘arropamiento’ del grupo en que se insertan.

“Somos gente que nos encontramos todas muy bien, somos muchas mujeres, y estamos muy cómodas y tranquilas, luego te apoyan mucho, por ejemplo, las compañeras que estamos aquí…” (E.8).

Otro aspecto que sin duda determina la puesta en escena de los argumentos -intencionales- de estas mujeres son sus expectativas. Como sabemos, dichas expectativas están en dialéctica continua con las propias condiciones socioestructurales de la realidad cotidiana que rodea a las personas. Es decir, la propia percepción de uno mismo frente a las debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades que acaban por perfilar las condiciones ‘objetivas’, ayuda a los sujetos a definir de forma más realista su posición actual y futura.

En este sentido, el tema del empleo es el que presentan con mayor insistencia y preocupación. La falta de recursos económicos convierte a éste en un asunto de crucial importancia frente al porvenir. Sin embargo, las dificultades que encuentran para incorporarse al mercado laboral con ciertas garantías (tengamos en cuenta que son hogares con niños, y que, por tanto, necesitan de cierta seguridad si deciden abandonar el IMI), las hace albergar escasas esperanzas.

Ellas mismas se autoperciben como un colectivo especialmente vulnerable ante las duras condiciones que les impone el mercado; y en algunos casos, si encuentran trabajo, éste está en el ámbito de la economía sumergida (y es a través de redes informales), por lo que piden una mayor comprensión por parte de la Administración. Además su desventaja ante los hombres a la hora de acceder a puestos mejores, les pone en una situación de desigualdad frente a la que no pueden luchar si no es con ayuda de los poderes públicos.

“…es que, yo creo que el hombre tampoco tiene que demostrar tanto como una mujer. Una mujer tiene que demostrar más…” (E.2).

Así, sin embargo, a pesar de que suelen mostrar el ‘trabajo’ en el lugar de la solución a todos sus problemas económicos e incluso psicológicos, …

“…si tienes algún día un trabajo, pues se soluciona un problema, un trabajito que saques todos tus meses un dinerito y ahí y que nadie te mueve, coges a la persona te distraes, todo, te relacionas con otras personas, sales, entras, no te comes el coco tanto, es diferente…” (E.15).

…admiten su tremenda inseguridad y miedo al “no saber hacer” en el caso de que se presente la oportunidad que andan buscando, y es que, en muchos casos, no han trabajado nunca fuera del hogar o lo hicieron hace demasiados años.

De esta forma se produce en ellas un cúmulo de pensamientos enfrentados que por un lado las anima a salir decididamente en busca de empleo, a pesar de que reconocen su baja cualificación –reflexión que en muchos casos se produce tras haber participado en alguno de los proyectos formativos de integración-, pero, por otro, las mantiene ‘ocupadas’ dejando que pase el tiempo (en estos casos no muestran un sentimiento de urgencia por salir de esta situación, o, por el hecho de que, conforme pasen los años, la edad puede convertirse en un factor en su contra a la hora buscar empleo, sino más bien, se percibe una cierta acomodación, difícil pero segura, en el día a día).

En cualquier caso, como veníamos apuntando, observan que su principal baza en el momento actual está del lado de lo asistencial; esgrimen en muchos casos un tono lastimero a la vez que reivindicativo, solicitando alguna medida de discriminación positiva en su favor. Incluso, en algún momento, ante el reparto de recursos escasos por parte de la Administración, aparece en tono moderado un discurso con ciertos tintes racistas y xenófobos.

“…o sea que antes son los extranjeros que nosotros. Para todo. La mejor ayuda, el mejor piso, es que lo tengo visto…” (E.15).

Sólo un trabajo con ciertas garantías de estabilidad animaría a estas mujeres a dar un salto decidido hacia el empleo. Saben de la tardanza en volver a cobrar el IMI después de terminar un contrato temporal, con lo cual prefieren recibir mensualmente una cantidad de dinero escasa pero segura que arriesgarse a estar varios meses sin recibir ayuda económica alguna, y es que, los sueldos de los empleos a los que normalmente pueden acceder son tan bajos que no permiten ahorrar.


Mujeres de etnia gitana participantes en proyectos:

Su presentación no dista mucho de la que hicieron las mujeres no pertenecientes a dicha etnia. Al igual que estas últimas, se perciben a sí mismas como mujeres bastante ocupadas que deben sacar a sus hijos adelante. Las redes familiares siguen siendo de vital importancia para ayudarlas a cuidarlos, etc., pero no son ni mucho menos suficientes.

La primera diferencia más notable con respecto a las mujeres anteriores, es que éstas, sitúan uno de sus principales argumentos de peso a la hora de explicar su desventajosa realidad ante el empleo, del lado de su ‘etnia’ y el racismo en su contra.

“…lo que pasa es que en todos los lados nos rechazan, como somos de la manera que somos. Yo fui a una entrevista de trabajo y me dijeron no té cojo porque los gitanos dice me caéis muy mal; y me lo dijo en mi cara…” (E.8).

“…dice <<yo en mi empresa no admito ningún gitano>>, y te lo dicen así, y les da igual. Y tú, te vas con el alma en los pies…” (E.8).

Es decir, aunque dicen sentirse orgullosas de pertenecer al colectivo gitano,…

“…yo no tengo por qué negar mi raza. Si me quieren coger me cogen; si no, yo no voy a renegar de lo que soy…” (E.8).

…perciben que ello es un obstáculo serio a la hora de encontrar trabajo e integrarse sin problemas entre los compañeros.

“…siempre hay alguien que te mira mal y te dice palabras malas; y eso te duele…” (E.8).

En este sentido, todas viven con resignación dicha situación, y sólo alguna de ellas intenta superarla activamente, con criterio y valor, tratando de razonar con el empleador. Afirman tener miedo a buscar trabajo y se sienten desvalidas (aunque, como veremos, para algunas de ellas, la participación en cursos ha supuesto una nueva toma de conciencia sobre su situación, y un importante soplo de confianza), tanto por propia falta de autoestima como por el entorno hostil al que se enfrentan.

“…A nosotros nos da miedo, porque si aquí pasa algo las culpas, si son todas payas, y yo soy la única gitana, la culpa va ir para mí. Tienes miedo a buscar trabajo porque te rechazan por este motivo...” (E.8).

Una parte de estas mujeres llevan muchos años en el programa IMI o en el terreno de lo asistencial. Y, al igual que las mujeres no pertenecientes a la etnia gitana, no parecen percibir que el tiempo corra en su contra (o, al menos no lo manifiestan con agobio), y sencillamente se van preparando poco a poco para dar el salto al mercado laboral. Su quehacer diario (cumplir los requisitos del Programa, ocuparse de los hijos, asistir a los ‘cursos’,…) les mantiene 'muy ocupadas', y no parecen experimentar un sentimiento serio de urgencia por acceder a un empleo.

En ocasiones, su, para ellas aproblemática, dilatada permanencia en el IMI, más bien podría hacernos pensar que muchas de éstas han estabilizado su situación en el Programa, en el cual llegan a sentirse seguras, pues, además de una prestación económica periódica muy escasa -pero gracias a la cual se mantienen-, han encontrado apoyo humano (las compañeras y profesionales que trabajan con ellas en los proyectos) en el marco de un entretenimiento útil (los cursos).

Sin embargo, dentro de estas mujeres podemos apreciar un grupo más activo y estructurado (más informado sobre lo social, que se esfuerza por integrar a sus hijos a través de la escuela…

“…no mando a los niños al colegio por el IMI, les mando porque a mí me da la gana y quiero que aprendan y sean algo en la vida, quiero que mis hijos vayan al colegio me des el IMI o no me lo des…” (E.8).


…–valoran la educación tanto para ellos como para sí mismas-), que se sitúan frente a sus compañeras en una posición de ‘posesión de un valor añadido’ tras haber pasado por los cursos. Hay un antes y un después. Este valor añadido se traduce en un ‘saber defenderse’ frente al mundo laboral (y la sociedad) –no sólo valoran la formación, sino también el mercado laboral reglado y sus mecanismos de protección-.

De esta forma observamos un proceso de ‘contagio motivacional’ dentro del grupo de mujeres, pues aunque todas parten de una situación parecida de desestructuración –se consideran ‘iguales’ entre sí-, las que están a la cabeza en el proceso de inserción son un incentivo y referente para las que tienden normalmente a ponerse en retirada (el proceso de integración supone para estas personas una posición no cómoda y un serio esfuerzo de atención y aprendizaje de nuevas habilidades sociales, etc., que en ocasiones, como vimos en el caso de las mujeres no gitanas menos integradas, condicionan unilateralmente sus marcos de referencia).

Mostrada la eficacia que todos éstos intercambios de información suponen en los grupos de mujeres, debemos saber aprovechar esta dinámica que se produce en los grupos: por un lado procuraremos la cohesión interna, pero, por otro, debemos potenciar el efecto positivo de arrastre que generan algunas de las componentes más a la vanguardia (motivación), pero sin permitir que ninguna de ellas quede descolgada (reforzando cuanto podamos sus conocimientos y nivel de comprensión del lenguaje, y mostrando reflexivamente su utilidad).


Mujer inmigrante extranjera (mujer sola con ‘cargas’):

Esgrime una identidad más directamente relacionada con el empeño por trabajar en cuanto sea posible. Al igual que en los anteriores perfiles, los hijos marcan mucho las posibilidades de movilidad y acceso al empleo cuando son demasiado pequeños para asistir al colegio. Sin embargo, a diferencia de las mujeres encerradas en lo comunitario, expresa su deseo de incorporar cuanto antes a su hijo al sistema educativo, para así recobrar la libertad para trabajar y salir del programa IMI.

El apoyo en redes informales se convierte para ella en algo fundamental, y expresa su deseo, por un lado, de reforzarlas cuanto sea posible (quiere traer a España a familiares próximos), y de no alejarse de ellas a la hora de buscar empleo. Son estas redes las que muchas veces se ocupan del sostenimiento de sus miembros más vulnerables, o proporcionan contactos para futuros empleos.

“…yo lo que quisiera es tener un trabajo y por lo menos estabilizarme y conseguir algo para yo traer a mi madre y yo por lo menos, trabajar alguna jornada y hacer algún curso que ya mi madre me pueda atender a la niña…” (E.3).

A diferencia de las anteriores mujeres, ésta percibe su situación como meramente coyuntural. Tiene establecido un plan de vida con objetivos que pretenden ser realistas y alcanzables –procura imitar experiencias de compatriotas asentados en España con anterioridad-. Asume que, en un primer momento, sólo podrá acceder a trabajos duros de baja cualificación y precarios; sin embargo, sus expectativas contemplan una mejora a medio plazo, incluso a través del autoempleo.

“…Sí, aquí, lo que yo me gustaría, yo he pensado que en cuanto yo pueda trabajar, yo con mi dinero y poner un, por ejemplo, un productos secos ¿no?, un frutos secos

-: Frutos secos…

- :Sí, aunque sea pequeñito ¿no ves?, pero por lo menos para como, una chica que vive en Campamento, puso uno, una dominicana, y sí que la ayudaron, y puso uno, y le va bien…” (E.3).

Sólo una vez estabilice su situación atenderá a las carencias formativas que reconoce tener.

“…Para seguir estudiando, pero lo que me gustaría es conseguir un trabajo, por lo menos ubicarme ¿tú ves? económicamente y ya yo decir bueno ya yo puedo por lo menos trabajar tres horas o cuatro horas, pues ya tengo algo ahorrado y entonces esto lo cojo para estudiar y después que salga del estudio recoger a la niña…” (E.3).


Hombres cultura mayoritaria de edad media avanzada:

Predomina, salvo en los perfiles más desestructurados (a los cuales nos referiremos próximamente), la identidad de ‘trabajador en paro’. Ésta es una identidad respaldada, en la mayoría de los casos, por su propia trayectoria vital (recordemos que son hombres de cierta edad), y que, a diferencia de lo que ocurría con las mujeres, les da pie a hablar desde el valor del ‘saber hacer’ (defenderse ante el empleo, una vez dentro de un puesto de trabajo).

En razón de todo esto, se esfuerzan en demostrar su ‘normalidad’ a la vez que marcan distancias frente a otros grupos sociales ‘marginales’ (‘inmigrantes’, ‘alcohólicos’, ‘drogadictos’, ‘mendigos’,….), pues, implícita o explícitamente, todos ellos conocen los crueles mecanismos de la exclusión social. Lo único que les faltaría para alcanzar la plena integración, según ellos, es un trabajo –sustento económico-. De este modo, se contemplan ‘formando parte de’, y no ‘frente a’, la sociedad mayoritaria. El IMI (asociado a colectivos marginales), de acuerdo a sus palabras, no es su lugar ‘natural’, sino que han caído en este programa coyunturalmente –de hecho se consideran a sí mismos como casos aislados-.

“…no, no, es que como mi caso hay muy pocos…” (E.5).

“…se supone que yo soy un caso normal, pero dentro del IMI hay personas trastornadas, personas alcohólicas, personas toxicómanas, y tal, entonces yo pertenezco, se supone que pertenezco a la rama de los “paraos”, de los “paraos” normales, eso de entrada...” (E.17).

Así, frente al IMI, en ciertos casos reclaman su derecho a retornar al INEM lo antes posible (es decir, quieren salir de un programa ‘marcado’ socialmente, pero sin dejar de percibir el sustento económico que necesitan para vivir).

“…el INEM es tu postura social; tú perteneces a un mundo laboral, y se supone que esa oficina del INEM es la tuya, la del trabajador (…) la Oficina de Empleo es la oficina del trabajador, de la ‘clase trabajadora’. El IMI no es ‘clase trabajadora’, es ‘clase marginal’, ¿entiendes?…” (E.17).

En un panorama de recursos escasos como en el que nos estamos moviendo (tanto en el plano del empleo con garantías como en el de las ayudas asistenciales, etc.), no es del todo sorprendente que sea en este grupo, más que en ningún otro (entre otras cosas por su tendencia a interpretar los acontecimientos que les rodean desde un punto de vista marcadamente político-económico), donde afloren con más fuerza ideas de corte racista y xenófobo. Se consideran como ‘españoles’, y se sitúan claramente frente a los inmigrantes con los que rivalizan, según ellos, por determinados puestos de trabajo; sin olvidar, por otro lado, que tocarían a un trozo de tarta mayor en lo que respecta a las ayudas asistenciales, si hubiese menos cabezas entre las que repartir.

Así, recordemos que no debemos interpretar todas estas argumentaciones al margen del acuciante problema del empleo. Afirman ser conscientes de que la situación es radicalmente injusta en base a una serie de factores estructurales que escapan al control de los trabajadores de a pie. Es decir, serían los que poseen el capital y las empresas, los que, con el beneplácito del gobierno, se estarían realmente beneficiando de esta coyuntura.

Pero, aunque a la postre, ven que los inmigrantes están siendo tratados como mano de obra barata, exponen el razonamiento siguiente: si no hubiese inmigrantes, el empresario no podría disponer de esta mano de obra barata que, por un lado, precariza el empleo, y, por otro, hace más dura la competencia. Es decir, intentan atajar el problema pragmáticamente por el lado más débil. Si en definitiva, en un marco de creciente desprotección del trabajador, lo que tratan es de inclinar la balanza a su favor en la medida de lo posible, la única forma de hacerlo es ganando terreno al actor que consideran menos fuerte. En este sentido, intentan amarrar posiciones frente a lo que consideran una creciente amenaza; y lo hacen mediante argumentos racistas y xenófobos que a la postre muestran su carácter utilitarista.

“…Eso está fatal. Que a un preso, que a un extranjero, que a un ese, le den facilidades y ayudas, lo veo cojonudo porque yo no soy racista, lo veo cojonudo. Todo el mundo tenemos derecho a comer, pero que miren primero lo de su país, miren primero lo que tienen dentro, y luego lo de fuera (…) un gitano, también tiene derecho a comer, pero que trabaje; no ha trabajado en su vida y tiene más ayuda que cualquiera otra gente…” (E.5).

“… muchísima gente tenemos la impresión, y no estamos en contra ni mucho menos, de que vemos que ahora por ejemplo, todo lo que viene de inmigración se le está tratando mejor que a personas españolas…” (E.11).

Pero lo que parece una postura unánime ante el empleo (dicen que aceptarían cualquier puesto de trabajo, sin embargo, también explican algunas de las condiciones no serían válidas, pues conocen sus derechos como trabajadores, y los límites de los mecanismos de protección), en realidad, deja entrever dos posiciones matizables en función de las bondades del puesto que encuentren (seguro, ‘dignamente’ remunerado,…):

  • por un lado, existe la de tendencia a salir cuanto antes del IMI mediante un trabajo (o mediante la oficina del INEM), y

“…estoy como loco pateando por ahí, a ver si antes de que me tengan que avisar pues he encontrado trabajo, porque con eso no puedo vivir…” (E.11).

  • por otro, la postura del que permanece acomodado en el IMI –gracias en parte al apoyo familiar que encuentra en el propio hogar (en su mujer –posición marcadamente machista-)…

“…no sé cómo pueden obligar a mi mujer a que venga a hacer cursos… , su casa medio abandonada, el niño en el colegio que voy yo a recogerle como puedo…” (E.5).

…y en los parientes cercanos-; y, mientras no encuentre un trabajo bastante cómodo y seguro, decide aguantar al amparo de políticas asistenciales, sean del signo que sean.

Una vez dejan clara su identidad armónica con el sistema dominante, se posicionan desde la necesidad y su incapacidad para competir en igualdad de condiciones por un empleo. Unos esgrimen como argumento su invalidez física o psíquica, y otros su elevada edad o sus cargas familiares5; todos éstos, se presentan como condicionantes ajenos a su voluntad y frente a los que no pueden hacer nada.

Y, precisamente a partir de estas posiciones de ‘normalidad’ e integración, y desde su ‘españolidad’, es desde donde legitiman sus demandas. Principalmente solicitan a la Administración una serie de medidas de discriminación positiva, encaminadas todas ellas a su inserción en el mercado laboral.

Para ello se valen de distintas estrategias retóricas: desde la queja continua, pasando por la reivindicación (a través de argumentaciones más o menos sólidas; e incluso empleando términos ‘cultos’), y terminando en algún caso puntual en la agresividad (verbal) y el menosprecio. Pero el denominador común es sin duda el sentimiento de impotencia que dicen experimentar ante unas condiciones (estructurales) que les desbordan. La única salida es seguir manteniéndose ‘activos’ (‘sin rendirse’ –como actitud positiva-).

“…si no te mueves, el trabajo no va a venir a tu casa. Porque hay que moverse…pero mucho…” (E.12).

“…estamos en una edad muy mala. No estamos ni pa jubilarnos, ni estamos para seguir tanta tontería, joé, … entonces, joé. Y, como persona, hay que moverse, hay que estar activo. Entonces no te vas a apoltronar (…) hay que moverse, estar activo…” (E.17).

Los perfiles más desestructurados, los cuales no se corresponden invariable y exclusivamente con población de etnia gitana, también comparten toda una serie de recursos retóricos y argumentaciones como los que acabamos de ver, pues, no en balde, los límites que separan a unos y otros son sumamente difusos, y, en ocasiones, no van más allá de meras diferencias de matiz.

Dentro de éstos, los hombres ‘cabeza de familia nuclear’, puesto que han tenido una trayectoria vital no tan marcada por el trabajo reglado como los anteriores, se presentan más como ‘padres de familia’ que han de sacar a sus hijos adelante, en un panorama de seria precariedad económica.

Si nos centramos en algunos de los hombres de etnia gitana que ocupan esta misma posición de ‘cabeza de familia nuclear’, aparecen una serie de elementos de gran interés. Obviamente, al igual que todos los anteriormente caracterizados, éste no es un grupo internamente homogéneo, pues hay niveles muy diferentes de integración económica y cultural; pero, siguiendo la estela que venimos trazando, en este caso nos centraremos en posiciones que consideramos ‘típicas’ (‘ideales’) dentro de este colectivo. Concretamente atenderemos a un perfil de hombre joven de etnia gitana manifiestamente presente en la población IMI de Villaverde.

La identificación con su etnia y lo comunitario siguen marcando notablemente la puesta en escena de estas personas ante el resto de la sociedad. Las redes familiares al tiempo que las ‘religiosas’ (pues en muchos casos las fronteras son tremendamente difusas) siguen siendo un prisma privilegiado de cara a la interpretación que de la realidad hacen. Sin embargo, pese a no renunciar en modo alguno a lo que consideran su ‘esencia’, sí se aprecia el afloramiento de una nueva postura por parte de las personas de etnia gitana más jóvenes.

En las nuevas generaciones, hay una autopercepción de cambio por su parte, que viene de lado, tanto de la ‘mujer’ y su mayor libertad (a pesar de que los propios hombres que esgrimen este discurso siguen mostrando ciertas resistencias),…

“…La mujer gitana ha cambiao un montón, ha cambiao…radical. Un montón. El pueblo gitano ha cambiado un montón en el sentido ese de ser machista, de ser gitano…” (E.4).

…como de la aceptación de la incorporación, por parte de los miembros de su comunidad, a la educación reglada (y ‘reconocida’ por un mercado laboral del que cada vez dependen más). Esta identidad de ‘gitano nuevo’ se posiciona a caballo entre la tradición y la incorporación (al menos discursiva) de elementos acordes con la sociedad mayoritaria; es decir, adaptaría (actualizaría) los ‘valores esenciales’ de su etnia al mundo de hoy, pero sin despedazarlos.

“…luego también, lo de los trabajos, como son tan … tan así; te ven gitano, te ven así… Se creen que…como tenemos… yo que sé, ¿qué fama tenemos?. ¡Ala! ‘robagallinas’… Eso era antiguamente. Ahora ya está más ‘civilizao’. Con esto del ‘culto’ ha cambiao un montón ¿sabes?…” (E.4).

Por otra parte, aparece la idea, nada nueva, de la discriminación racial que sufren tanto en su vida cotidiana como a la hora de buscar empleo. Pues, aunque reconocen su falta de formación, observan, muchas veces con impotencia (como vimos en el caso de las mujeres), el rechazo sistemático que sufren por parte de algunos sectores de la sociedad; y, es que, el ‘etiquetamiento’ del que pretenden desprenderse, sigue muy activo.

Sin embargo, simultáneamente, incluso sin haberlo terminado de asimilar perfectamente, comienzan a adoptar, en algunos casos, el discurso con tintes racistas y xenófobos contra la inmigración que veíamos en los hombres de cultura mayoritaria de edad media tardía. Esta paradoja, se comprende de nuevo a partir del panorama de recursos escasos y precariedad en el empleo que cada vez sufren en mayor medida.

“…los inmigrantes lo pasan mal, digo yo. Pero digo yo que, también que pá ellos, mejor a nosotros, que somos de aquí…

-: …que somos de aquí…, ¿de ...?

-: ¡De España! Como gitanos y payos, ¿sabes? ¡Españoles! Made in Spain. Da lo mismo, payos, gitanos, chinos, moros, negros. De todo lo que sea, pero que seamos españoles, ¿sabes? Hombre, esto de las, esas comunitarias y eso, pues yo lo veo muy bien, pero cada uno en su sitio, ¿no?” (E.4).

Tanto la idea del ‘gitano nuevo’ como la de la ‘españolidad’, dialécticamente empleadas, son dirigidas a demostrar a la sociedad mayoritaria u orden establecido (que es desde donde, en definitiva, parten las ayudas económicas o los puestos de trabajo), la ‘normalidad’ en que ellos también se sitúan, frente a otros grupos (de inferior nivel legitimado a la hora de demandar) mayoritariamente excluidos.


Hombres solos de mediana edad de la llamada ‘generación maldita’.

Es una generación marcada por la ‘heroína’, cuyos miembros sienten haber ‘perdido el tren’ en muchos de los aspectos cruciales de su vida. Sus trayectorias vitales vienen dadas por una incorporación rápida al trabajo en un primer momento, pero también están salpicadas por delitos relacionados con drogas (han tenido o siguen teniendo problemas con la justicia), que les han acabado sumiendo en un círculo de aislamiento personal.

“…porque ahora ya los amigos y las amigas ya no existen (…) que ya últimamente nada, porque los pierdes. La puta droga, ¿me entiendes?…que es lo que nos pasa a todos…” (E.10).

Debido a estas circunstancias, carecen de una red informal que les proteja (y si la tienen, es muy débil), con lo que su principal baza para sobrevivir actualmente viene del lado de lo asistencial.

Se sienten como jóvenes ‘resabiados’, pues, por un lado, tienen bastantes experiencias en la ‘calle’ y en el ‘trabajo’, pero por otro no parecen percibir que su edad sea lo suficientemente elevada, ni para cambiar sus hábitos, ni para que suponga una dificultad añadida de cara al empleo.

En este sentido, se consideran lo suficientemente experimentados (se sitúan en el lugar del ‘saber hacer’ –práctico-, y además conocen sus derechos como trabajadores) como para acceder a muchos empleos, o para buscarse la vida por su cuenta una vez salgan del bache económico en que se encuentran (perciben la suya como una situación coyuntural). Así pues, la solución vendría del lado de los recursos monetarios más que de ningún otro sitio.

Al igual que en los perfiles anteriormente vistos, se esfuerzan por demostrar ‘normalidad’; sin embargo, también utilizan como estrategia para ser escuchados la amenaza de caer de nuevo en la delincuencia (su propia trayectoria les hace ver lo ‘ilegal’ desde otra perspectiva).

“…yo por ejemplo, a mí si no me ayudan, por ejemplo, ellos, yo no tengo ningún apoyo; me hacen ‘dilinquir’. ¿Quiero comer? Tengo que “dilinquir”... si no, no como, porque yo no valgo para ir pidiendo…” (E.10).

“…tengo la vida en albergues… (silencio)…eeeeh…hurtar en los supermercados…, de coger y decir…eh…¡pum!, y salir; y así…, sinceramente, osea que no me importa que se ponga eso, porque es así…, y porque tengo que comer…” (E.6).


Hombre inmigrante extranjero (‘cabeza de familia nuclear’).

Se autopercibe como una persona que ha venido a España a trabajar, e intenta paliar los estereotipos que le perjudican mediante el razonamiento: por un lado, se basa en la idea de que ‘inmigración’ no quiere decir ‘pobreza’ (ha sabido captar parte de los discursos que giran en su contra, y trata de contrarrestarlos de algún modo), y por otro, expone los beneficios que él y su familia pueden aportar a España (por ejemplo, la idea de la ‘familia’ como institución a salvaguardar). Sabe de las duras condiciones que ha de soportar en un primer momento (trayectoria típica de pluriempleo: vendedor ambulante, construcción,…); pero tiene confianza en el futuro que le aguarda en España a medio plazo tanto a él como, sobre todo, a sus hijos.

“…mi hijo, un hijo de inmigrante… a lo mejor dentro de dos generaciones lo llaman ‘hijo de inmigrante’, pero son ‘españoles’, ¿sabes lo que te quiero decir? Un inmigrante de hoy, es un ciudadano de mañana…” (E.14).

Percibe la explotación del trabajador inmigrante, pero también del trabajador autóctono (conoce y valora la protección legal del trabajador, pues lleva bastante tiempo viviendo en España). Aun así, prefiere ser optimista frente al empleo pese a su condición de extranjero, y del racismo que percibe –incluso, piensa que las personas de etnia gitana están en peor situación en este sentido-.

No tiene redes sólidas y es consciente de ello. Su conexión con lo asistencial y otros apoyos sociales se establecen a través de su mujer.

Su objetivo prioritario es encontrar empleo para salir cuanto antes del IMI (prefiere verse independiente); una vez consiga sustento económico, confía en la formación para progresar y asentarse con prosperidad.

Como hemos podido comprobar, en definitiva, todos los perfiles masculinos que hemos visto, se consideran suficientemente preparados para entrar a trabajar cuanto antes (hablan desde una posición próxima al ‘saber hacer’), pero al tiempo, en parte por los múltiples requisitos de permanencia en el IMI, dicen sentirse muy ocupados en su ‘quehacer’ diario.

“No, no, es que cuando estoy cobrando el IMI resulta que como tengo que ir a tantos sitios, que si el paro, que si vete a... a un sitio a apuntarte, a hacer un cursillo, a hacer una cosa de... autoempleo. No tienes tiempo para trabajar ¿entiendes?...” (E.6).


Jóvenes adolescentes con fracaso escolar y participantes en Proyectos:

Comienzan situándose en una posición típicamente adolescente. Se consideran aún demasiado jóvenes de cara al mercado laboral (y las responsabilidades que a éste aparejan), sin embargo, están aprendiendo un oficio con vistas a una pronta incorporación.

Precisamente encuentran su sitio en lo que aún es la etapa de aprendizaje y formación. Pero se sitúan a sí mismos en un espacio alternativo al de la mayoría de jóvenes de su edad: los ‘cursos’ en asociaciones.

Éste es un espacio útil, que, por un lado enfrentan al del ‘colegio’, y por otro a la ‘no actividad’. Así supone una nueva oportunidad válida ante el fracaso escolar, que recibe el beneplácito de sus familias, y les permite mantener las puertas abiertas de cara al futuro.

“…Aprendes un oficio, y no estás en casa de brazos cruzaos.

-: Y, aparte, que, yo que sé…, te lo pasas mejor…, es diferente que en el colegio…” (E.13).

Debido a un cúmulo de circunstancias, son jóvenes que en muchos casos terminaron por identificarse, en sus respectivas escuelas o institutos, con una postura contraria al ‘querer’ estudiar (propiciada, la mayoría de las veces, por un ‘no poder’ previo). El hecho de encontrar una nueva oportunidad más asequible para reconciliarse con una actitud constructiva y valorada, y que al tiempo no les suponga una quiebra radical y contradictoria a todas luces con la postura anteriormente esgrimida, parece satisfacerles.

Sin embargo, se percibe en ellos cierto sentimiento de inferioridad y baja autoestima ante aquellos jóvenes de su edad que permanecen en la vía tradicional de la educación reglada. Quizá por este motivo se esfuerzan en demostrar continuamente el ‘valor añadido’ que conlleva la opción que han tomado, frente al resto posibilidades a su alcance. En este sentido, aprecian francamente cualquier refuerzo positivo y apoyo que les aporte seguridad y confianza en el mundo que les rodea.

A pesar de pertenecer a hogares realmente necesitados (muchos de estos jóvenes pertenecían a ‘familias IMI’, o con muy pocos recursos económicos), no expresan abiertamente esta dificultad añadida de cara al futuro próximo en comparación con otros jóvenes, bien porque no la tienen muy en cuenta o bien porque prefieren ocultarla. Sólo cuando se saca el tema a relucir, parecen sentirse identificados –descubiertos- (y atacados, pues muestran cierta vergüenza), y optan por devolver una respuesta un tanto ‘a la defensiva’ hacia los que no consideran de su propio estatus social.

2.- RELACIÓN DE LAS PERSONAS USUARIAS CON LOS 'PROYECTOS IMI' Y SU CONTEXTO.

2.1.- Información sobre los Proyectos recibida, y percepciones en la capacidad de elección de los mismos

En la primera parte de nuestro capítulo nos ocuparemos de la información que, sobre el IMI en su conjunto y sobre los Proyectos en particular, decide destacar el usuario. Por tanto, recordemos que debemos ser conscientes de que toda persona cuando habla, lo hace atendiendo a una serie propósitos y puntos de vista que modifica en función del interlocutor al que se dirige.

Comencemos desde lo más general, el Programa IMI, para poder así enmarcar adecuadamente el objeto central de nuestro análisis: los Proyectos IMI.

En una primera aproximación destaca la unanimidad entre los usuarios entrevistados a la hora de definir ‘el IMI’. Básicamente, se trataría de una ‘ayuda (económica)’ -marcada socialmente- que otorga la Administración, a cambio de cumplir una serie de contraprestaciones obligatorias, y estar sujeto, al mismo tiempo, a un férreo control por parte de Servicios Sociales.

Como vemos, intencionalmente se presentan varios elementos en juego, mientras que, por el contrario, no ocurre lo mismo con otros que hubiesen sido susceptibles de aparecer igualmente (bien porque realmente no se asocian al concepto, o bien, porque no interese asociarlos).

Por un lado, se destaca casi exclusivamente el factor económico. La ‘ayuda’ que dicen recibir por parte del IMI se ciñe exclusivamente a una escasa cantidad de dinero que les permite ‘mantenerse’ (y no, ‘salir de la situación’) mes a mes.

A cambio de dicha ayuda, se les exige, según sus palabras, el cumplimiento de una serie de requisitos ('caprichosos') y la realización de varias tareas ('inútiles para mejorar realmente su situación'), que les hacen perder demasiado tiempo (se encuentran muy ocupados).

Todo el proceso es cuidadosamente supervisado por la figura de ‘la asistenta’, la cual encarna el ‘panóptico’ discrecional del Programa.

“… Luego te ponen una cámara en casa (risas)…” (E.8).

El carácter ‘arbitrario’ de la vigilancia llevada a cabo por Servicios Sociales6 es un punto ampliamente destacado por gran parte de los entrevistados.

“…Eso es lo que yo no veo bien. Hay algunas (asistentas) que lo comprenden, pero hay algunas que te machacan…” (E.8).

Incluso los más jóvenes, adolescentes poco informados que no han tenido experiencia directa del IMI, contemplan el control ejercido desde una posición de fuerza sobre sus padres, como una carga injusta y despótica que no les deja tranquilidad.

Si a todo ello le sumamos posturas más radicales que se encargan de identificar a las trabajadoras sociales con ‘personal del funcionariado’ de la Administración con una nula implicación en su trabajo, e incluso, observan el IMI como un sistema de autosostenimiento del empleo a fuerza de mantener cronificado en el Programa un contingente importante de ‘excluidos’, comprenderemos más fácilmente que el lugar que ocupan los Servicios Sociales no sea muy bien visto entre algunos de los ‘usuarios IMI’.

“…Las conclusiones que saco yo muchas veces cuando me cabreo con el IMI... pues es que el IMI es un organismo de trabajo de servicios auxiliares que está mantenido por ramas marginales. Es fuerte, pero es cierto…” (E.17).

Pero no todas estas ideas y argumentos esgrimidos por los usuarios, van en la misma dirección. Sobre una postura de fondo compartida (la de ‘control’ y ‘obligación’ en mayor o menor grado), los actores utilizan estrategias dialécticas muy diferentes con el fin de alcanzar un aprovechamiento óptimo de su situación en cada momento. Acabamos de ver las que muestran mayor grado de rebeldía y reivindicación; sin embargo, hay otras que tratan de establecer una mayor empatía con los trabajadores sociales (a través de la justificación e incuestionabilidad de las medidas que éstos adoptan), y se esfuerzan por demostrarles su total disponibilidad (postura sumisa). En muchos casos, estas últimas, pueden entenderse como tácticas encaminadas a conseguir una permanencia menos problemática en el IMI.

“…Pero vamos, que yo soy una persona que voy a todo; si tengo que ir, voy. No soy de estas personas que…” (E.15).

En cuanto a las fuentes de información sobre el tema del IMI (y los Proyectos) a las que acuden en un primer momento los usuarios, observamos dos básicas. Su localización estará determinada por los tipos de interlocutores que entran en juego en el proceso comunicativo.

De esta forma, podemos distinguir entre:

  • aquellas que parten de lo comunitario enraizado en el ‘saber de lo asistencial’: la ‘cultura IMI’; y

  • aquellas que parten de lo societario al margen del ‘saber de lo asistencial’.

Las primeras, entran en funcionamiento en el marco de redes informales con cierta experiencia en el tratamiento con los Servicios Sociales y con otras instituciones administradoras de servicios asistenciales7. Son contextos donde unos y otros conviven cotidianamente con esta realidad.


Así, participan de una misma ‘cultura IMI’; esto es, fabrican interpretaciones colectivas sobre el Programa, y comparten acerbos de conocimiento válidos para permanecer con eficacia en él. De esta forma se comprende mejor el origen de ciertos miedos irracionales entre perfiles poco informados (jóvenes adolescentes o nuevos usuarios), o tácticas que los propios sujetos utilizan como ‘recetas’ (por ejemplo, muchos de ellos saben que trabajar y cobrar el IMI a un tiempo es incompatible, sin embargo, o procuran ocultarlo siempre que pueden cuando lo hacen, o les supone una desincentivación añadida hacia el empleo, pues la aceptación de trabajos con pocas garantías de permanencia en el tiempo8, significaría para ellos, tras su finalización, una espera demasiado larga hasta volver a recibir algún dinero desde el IMI).

“Pues todo el mundo lo sabe lo del IMI…

-: ¿Todo el mundo conoce el IMI?

-: Sí, yo creo que es la ayuda más famosa que hay”. (E.13).

“… mi madre también lo ha cobrado y me dijo: ‘pues hija, mientras tú encuentras un trabajo, pues agárrate a la pensión ésta que te dan…” (E.1).

“…sí, los principios de IMI y no sabíamos nada (…) Claro, ahora ya lo conoce todo el mundo; eso ya es popular…” (E.8).

Las segundas fuentes parten de relaciones formales que se establecen en lo social entre el usuario y los Servicios Sociales (principalmente). Al contrario que en el caso anterior, son personas cuyas redes sociales están al margen de lo asistencial, o son inexistentes (personas solas, bastante aisladas socialmente). No participan de la ‘cultura IMI’, lo cual no quiere decir que dejen de utilizar aquellos recursos que piensen, les van a dar mejor resultado. Parecen ver menos resquicios que les permitan burlar en un momento dado el control de los Servicios Sociales; sin embargo, una vez entran en contacto a través de los cursos con grupos de usuarios partícipes de dicha ‘cultura IMI’, no dudarán en adoptar para sí alguna de las ‘recetas’ e informaciones que les sea de utilidad (obsérvense al respecto los grupos de mujeres participantes en Proyectos).

“…es que, yo, jamás en la vida sabía que había esto. Yo, hasta que me pasó…” (E.9).

Todo este marco general nos ayudará a comprender mejor con qué faceta de los Proyectos engarzan los usuarios el Programa IMI.

Como hemos adelantado, en los Proyectos coexisten dos caras de una misma moneda. Por una parte, éstos son percibidos en su relación con el IMI como contraprestaciones de obligado cumplimiento para permanecer en el Programa. En este sentido la ausencia de motivación es patente, y la táctica más usual es la del ‘ocultamiento’ (confían en pasar desapercibidos para no ser llamados a participar; y envidian a aquellos que lo consiguen).

“…yo, por ejemplo, hay gente que conozco que habla del IMI, y la verdad es que no les han hecho ir a cursos, ni nada…” (E.9).

Pero por otra parte, algunos de los usuarios que ya han pasado por Proyectos, sacan a relucir una nueva faceta de éstos que va más allá de la anterior. De esta forma, establecen la separación radical entre dos espacios que consideran contrapuestos: por un lado sitúan a Servicios Sociales en el lugar que anteriormente veíamos (de ‘control’ obsesivo y ‘obligación’ arbitraria), y por otro, frente al anterior sitúan a las entidades donde se imparten los Proyectos (perciben mayor implicación y colaboración por su parte). Así, en el primero de los espacios, identificado con el IMI, van a ‘perder el tiempo’ inútilmente, mientras que en el segundo, identificado con cursos o proyectos de inserción, encuentran un espacio útil de cara al mundo laboral (e, incluso, al desarrollo personal –sobre todo lo valoran así jóvenes adolescentes y mujeres-).

De este modo, no podemos dejar de apuntar que la inminente entrada de la RMI, puede ser una gran oportunidad para trabajar la motivación y la negociación, frente a la idea de ‘obligación’ de los Proyectos, pues desaparece la ligazón desde donde esta última se anclaba: 'el IMI'.

Tal y como muestran los más jóvenes, la búsqueda activa de alternativas válidas no viene tanto del lado de la ‘obligación’ como de lo atractiva y útil que pueda llegar a ser la oferta puesta a su disposición. En este sentido, habrá que poner el acento –y, consecuentemente, un gran esfuerzo coordinado-, no sólo en la elaboración de proyectos apetecibles, sino también en su publicidad eficiente.

Es aquí donde se localiza una de las carencias que consideramos básicas de cara al futuro. Algunos de los usuarios entrevistados afirman haber recibido la información sobre los proyectos por una u otra de las fuentes anteriormente mencionadas, pero de forma asistemática e insuficiente.

Mecanismos ya utilizados, como la presentación de los Proyectos por parte de participantes de campañas pasadas que han conseguido algún ‘éxito’, han demostrado ser de gran eficacia (o al menos así lo expresa alguna de las mujeres entrevistadas); en definitiva, de lo que se trataría es, no sólo de tener un buen producto, sino además, de saber ‘venderlo’.

En íntima conexión con todo lo anteriormente expuesto, nos ocuparemos en lo que resta del capítulo de las percepciones que los usuarios muestran en cuanto a su capacidad de elección a participar en determinados Proyectos.

La primera y más destacada de estas percepciones sigue una de las líneas predominantes que veníamos apuntando. El sentimiento de obligación a participar en cursos o Proyectos relacionados con el IMI condiciona radicalmente cualquier intento de ir más allá en la capacidad de elección. Así, en muchos de los casos, asumen con resignación, como si de una rutina más en su relación con el IMI se tratase (aunque algunos de los usuarios se muestran rebeldes, la mayoría de ellos acaban actuando sumisamente, por miedo a represalias si se pronuncian en contra de cualquier razonamiento o mandato proviniente de Servicios Sociales; y, es que, lo que se juegan es mucho), el hecho de tener que participar en Proyectos ante los que la motivación es nula.

“…Nosotros colaboramos, si nos manda a un cursillo de otro sitio, pues no tenemos más remedio que apencar ahí, porque nada más que sepan que no vas, te hacen así, y te cortan por lo sano, y ya te quedas a tres velas...” (E.8).

De esta forma, no se molestan es buscar espacios de elección (no demandan información alguna). Sin embargo, una vez que se les muestra dichos espacios, resulta más fácil incorporarles a ellos cuando encuentran algo de utilidad que les atrae.

“…Hombre, yo pienso que ya que vienes por Servicios Sociales, podría darte a elegir algo que te gustara realmente, ¿no?; que te motivara. No por miedo, ¿me entiendes?…” (E.2).

Una vez hemos observado una de las argumentaciones más generalizada entre los usuarios IMI participantes y no participantes en Proyectos, nos centramos en los primeros de ellos para seguir indagando en alguno de sus razonamientos.

Por una parte, ciertos usuarios consideran que la ‘falta de información’ se presenta como el mayor obstáculo a la hora de poder elegir con libertad en qué cursos o Proyectos participar. Así, en general observamos que aquellos que se consideran como mejor informados, son los que manifiestan sentirse con mayor autonomía a la hora de elegir cursos, y viceversa.

Sin embargo, el siguiente freno a la capacidad de elección dentro del IMI reside en lo limitado de la ‘oferta’ –apetecible- que se pone a su alcance. En este sentido contemplan que algunos de los cursos no les serán de utilidad pues no les proporcionan, por uno u otro motivo, alternativas reales de cara al mundo laboral (por ejemplo, aquellos dirigidos al trabajo por cuenta propia9). Como veremos más adelante, la ligazón palpable entre un curso y su aplicación realista en el mercado de trabajo es uno de los requisitos que estos usuarios consideran como fundamentales.

En consonancia con la idea de ‘oferta limitada’, algunos de los usuarios se muestran frustrados al no haber sido seleccionados en los cursos que deseaban. Así, una de las posibles líneas de actuación a seguir en el futuro podría ir encaminada a reforzar el número de plazas en aquellos cursos con mayor demanda, y habilitar un sistema de lista de espera para las sucesivas campañas, para no cortar de raíz los escasos resquicios de motivación que se dan en ciertos usuarios.

Otros colectivos más acostumbrados a asistir a cursos al margen del ámbito de programas como el IMI (como el grupo de jóvenes adolescentes o algunos inmigrantes extranjeros), sienten menos ‘obligación’ y más ‘motivación’ a participar. La información se sitúa de nuevo como la base para poder elegir; pero , en este caso, los que afirman estar más informados, observan que la oferta formativa en general (no sólo contemplan el ámbito IMI) es bastante amplia10. El límite más importante (aparte del propio tiempo) sería, según el punto de vista de una de los usuarios inmigrantes extranjeros entrevistados, el coste de los cursos (y, es que, el hecho de éstos sean gratuitos a pasado a ser un factor desapercibido –y, por tanto no ‘valorado’- para la mayoría de los usuarios).

En otro orden de cosas, el factor de ubicación espacial de los cursos, también es percibido como importante en la capacidad de elección, en una doble vertiente. Por un lado, algunos de los usuarios se sienten atados al barrio a la hora de elegir Proyectos (solicitan poder asistir a cursos más allá de las fronteras del distrito -siempre y cuando exista un incentivo más fuerte, como el hecho de que el curso sea ‘remunerado’, que considere sus contenidos especialmente interesantes,…-); sin embargo, otros muchos, con menor capacidad de movilidad, agradecen poder elegir proyectos que estén cerca de sus lugares de residencia. Como vemos no se trata mas que de una cuestión de grado, que en modo alguno hace que uno y otro punto sean incompatibles.

Finalmente, haremos una breve referencia a una cuestión que, consideramos, entronca con el tema que venimos tratando, y que afecta principalmente a algunas de las mujeres participantes en Proyectos.

Como sabemos, el proceso de integración es un proceso de suma complejidad (por la gran cantidad de factores implicados e interrelacionados que en él se inscriben), no sólo para las personas encargadas de encauzarlo, sino, sobre todo, para los propios sujetos que se disponen a emprenderlo.

En este sentido, encontramos mujeres que tienden a asentarse en una misma asociación (o grupo) donde, transcurrido un tiempo, consiguen sentirse cómodas (y seguras). Esto por un lado es un buen síntoma, pues significa que han encontrado un espacio intermedio de cara a su inserción en lo social. Sin embargo, por otro lado, podría darse la paradoja de que dicho espacio, tras una larga estancia, se convierta en un nuevo ‘nicho’ en el que refugiarse, del que no se atreven a salir. Es decir, a pesar de que ya han sido ‘formadas’ suficientemente en esa entidad, por un lado, se encuentran demasiado ocupadas (han incorporado el lugar a su quehacer diario), y, por otro, siguen sintiéndose demasiado inseguras, como para emprender de forma decidida una nueva etapa. Si a ello le añadimos la desincentivación ante el empleo (por la precariedad de los trabajos a los que normalmente pueden acceder en primera instancia, y la tardanza en volver a cobrar el IMI una vez acaban sus contratos), nos será más fácil comprender la mecánica de un proceso que puede tender hacia la ‘cronicidad’ en lo asistencial. En definitiva, lo que en parte las está ayudando decisivamente a integrarse, puede constituir un freno a la hora de dar el paso final cuando las condiciones no son seguras –y esto último es así la mayoría de las veces-). Además, al ceñirse a una sola entidad, la oferta de Proyectos a los que pueden acceder es mucho más restringida.

Por tanto, habrá que ser cuidadoso a la hora de proporcionar a las usuarias un espacio estable de ‘arropamiento’, pero a la vez con cierta dinámica interna que, a partir del trabajo de la autoestima, la formación, etc., tienda a animarlas a buscar activamente el paso definitivo hacia la inserción laboral.

2.2.- Distorsiones en la adaptabilidad

A la hora de poner en marcha nuestros Proyectos, sabemos que existen una serie de factores, relacionados o no con lo que son propiamente los contenidos de éstos, que condicionan su buena adaptabilidad en el momento de entrar en contacto directo con la población a la que se dirigen. Desde el principio, nos será fácil comprobar cómo muchos de los puntos que trataremos a continuación, engarzan perfectamente con algunas de las ideas anteriormente expuestas, por lo que redundará en una mejor comprensión global de la situación.

Si bien es cierto que dichos factores podemos estudiarlos analíticamente en función de su dependencia o independencia con los contenidos de los cursos o Proyectos puestos en marcha desde el programa IMI, no lo es menos, que estas fronteras analíticas se convierten, en la realidad concreta, en sumamente borrosas. Así pues, una vez establecidos los parámetros en que nos moveremos, podemos comenzar.

Distorsiones en la adaptabilidad con independencia de los contenidos.

Comenzaremos aludiendo a tres de los puntos que hemos considerado básicos en la interpretación de las distorsiones en la adaptabilidad al margen de los contenidos de los Proyectos (y cursos):

  • ‘ausencia de conexión real’ entre formación (como tal) y empleo,

  • ‘ominipresencia’ del sentimiento de ‘obligación’ a participar en los Proyectos, y

  • ‘desinformación’.

Así, partiendo de la premisa común de que la ‘integración’ propia, en opinión de muchas de estas personas, empieza y, prácticamente, acaba (en la mayoría de los casos), en la ‘integración económica’, no ha de sorprendernos que contemplen como prioritario en sus vidas el hecho de encontrar, por su cuenta o con ayuda de otros organismos, un empleo que les permita dicha integración. Incluso algunos de los usuarios que más confianza depositan en la formación, como es el caso de algunos pertenecientes a otras nacionalidades, comparten sin discusión esta idea: sitúan el ‘empleo’ en el lugar de la solución a todos sus problemas.

El primero de los pilares básicos está íntimamente relacionado con esto último. Uno de los factores cruciales a la hora de ver las distorsiones en la adaptabilidad, lo constituye el hecho de que muchos de los usuarios no perciben conexión real entre la formación (a través de los cursos) y el mercado laboral. Esta variable, presente también en todo lo referido a la dependencia de los contenidos, proporciona diferentes categorías o matices de grado, en función del perfil de usuario desde donde se contempla.

Así, en torno a esta idea de desconfianza en la formación en cuanto conectora directa con el empleo, encontramos, desde posturas bastante radicales (que rechazan de plano cualquier participación, y, muchas veces, se refugian en lo asistencial –cronicidad-; también son éstos los que suelen señalar que los títulos o instituciones relacionados con el IMI están ‘marcados’ socialmente en sentido negativo), pasando por algunas más moderadas (no ven conexión directa entre los cursos y el mercado laboral, pero, aun así, en algunos casos, tienen cierta confianza en que exista un vínculo privilegiado –discriminación positiva para los que se esfuerzan en cumplir ese requisito-), hasta terminar, no sin matizaciones, por las menos pesimistas en este aspecto (colectivos de jóvenes adolescentes, de inmigrantes extranjeros y de personas de etnia gitana –los que denominábamos ‘gitanos nuevos’- que, quizá, han tenido menos experiencia del mercado laboral ‘normalizado’).

El segundo de los pilares básicos es la ‘omnipresencia’ del sentimiento de ‘obligación’ (y ‘control’) ligado al IMI. Expresan, en general (salvo casos muy puntuales como los de usuarios inmigrantes) que su participación está más sustentada en el ‘miedo’ que en la motivación. Esto es así, sobre todo en un primer momento; pero aunque algunos reconocen, una vez han realizado el ‘curso’, que poco a poco este sentimiento se atenúa, lo cierto es que no beneficia en nada de cara a su correcto aprovechamiento contemplar la formación como un requisito molesto a cumplir. Incluso los más jóvenes de nuestros entrevistados (el grupo de adolescentes pertenecientes a hogares IMI, y no obligados a participar), aunque no tienen contacto directo con el IMI, han interiorizado esta idea, y contemplan con desprecio cursos del IMI que consideran diametralmente opuestos a aquellos a los que ellos mismos asisten con agrado y motivación.

El tercero de los pilares más generalizados en torno a los cuales sería conveniente estudiar las distorsiones en la adaptabilidad, está muy relacionado con uno de los temas tratados en páginas anteriores. La ‘desinformación’, el hecho de no conocer lo que realmente hay detrás de la palabra ‘curso’, crea desinterés. Para algunos esta ausencia de información en los distintos estadios del proceso (oferta, contenidos, fechas, horarios, lo que consideran demoras injustificadas tras la solicitud, y un largo etcétera) es un factor radicalmente desincentivador.

Ligado a esto, y al tema que acabamos de ver sobre la falta de conexión entre formación y empleo, destaca la cuestión fundamental de la ‘adireccionalidad’ inscrita a lo largo y ancho del proceso de integración. Los usuarios no ven una orientación palpable con metas acotadas y bien definidas, que ellos mismos han ayudado a establecer. No se sienten partícipes de las decisiones cruciales que atañen a estos procesos en que se ven inmersos, sino que, muy al contrario, observan desanimados cómo han empeñado las iniciativas de muchos aspectos de su vida a cambio de una ayuda económica mensual. Así, optan por retirarse definitivamente de la pugna por el control, lo cual mina su ‘responsabilidad’, y quedan sumidos en actitudes pasivas y de desmotivación; el resultado, en ocasiones, socava aún más la propia autoestima. De esta forma, ante este proceso perverso debemos tomar medidas que fomenten la reflexividad y responsabilidad de los usuarios, haciéndoles activamente partícipes de las metas y logros a alcanzar. Para ello será de gran utilidad atender a objetivos y resultados a corto y medio plazo (y siempre asimilables por el propio usuario).

Una vez establecidos estos parámetros más generales, atenderemos a otras cuestiones sobre las que no existe un consenso tan ampliamente establecido.

En primer lugar, nos ocuparemos de las distorsiones en relación con los desplazamientos que han de hacer los usuarios para acudir a los Proyectos. Así aparecen dos posiciones diferentes.

Por un lado, encontramos a usuarios acostumbrados a utilizar el transporte público o moverse sin demasiada dificultad por la ciudad, y que no perciben la distancia a los Proyectos como un problema a la hora de participar (la única dificultad sería el coste económico añadido que les supone pagar el transporte; pero este problema se solventa en Proyectos que asumen dicho gasto). Incluso, las mujeres gitanas participantes residentes en el Salobral, afirman no encontrar muchas dificultades en este sentido (perciben que los Proyectos no están a más distancia que otros lugares a los que se desplazan sin dificultad; en cualquier caso, recordemos que estamos refiriéndonos a un grupo puntual de mujeres ‘sí participantes’).

Pero, por otro lado, existen otros perfiles más ‘desestructurados’ y ‘no participantes’, para los que las distancias son un problema añadido. Son personas que se sienten muy incómodas fuera del marco comunitario, y a las que cuesta mucho acostumbrarse a desplazamientos para los que necesitarían algún medio de transporte. En este sentido, la salida más frecuente, a pesar del gasto que ello supone (lo que, por otra parte, tratan de justificar), es intentar conseguir un coche propio lo antes posible (como recurso capaz de darles autonomía de cara a esta necesidad de desplazamiento), en lugar de utilizar un transporte público al que asocian connotaciones negativas infundadas. Sin embargo, el coste que supone moverse en coche propio, puede acabar incidiendo negativamente en la decisión de participar en ciertos Proyectos.

“Yo, en mi caso, porque no tenía dinero ni pa gasolina. E irme hasta allí, a lo mejor lloviendo, y pa estar tres horas, cuatro, cinco o diez, o las que sean, dices, ¿Cómo voy? Si es que no tengo dinero…” (E.4).

Un último factor distorsionador independiente de los contenidos impartidos en los cursos, y que, en este caso, afecta (casi) exclusivamente a las mujeres, es el cuidado diario de los hijos. De nuevo aquí encontramos dos posiciones bien diferenciadas.

Por una parte, el grupo de mujeres participantes más ‘estructuradas’ no parece tener grandes problemas a la hora de organizar su tiempo (aunque sí se perciben a sí mismas como muy ocupadas). Delegan sin dificultad el cuidado de los niños a la hora de participar en los Proyectos, en los colegios, los servicios de guardería o las ludotecas. Ésta facilidad, y la flexibilidad de horarios, les parece solución suficiente al problema.

“..Yo en este cursillo que hemos estado haciendo ahora, en los seis meses ha habido guardería, si te quieres traer a los niños hay una guardería abajo, cuando salías del cursillo te los llevas a casa, o sea que nos dan facilidades...” (E.8).

“…sí, lo dejas cuando entras, y cuando sales pues lo recoges; es como una guardería. Aquí, yo creo que quien ponga el pego de los niños, pues no cuaja…” (E.2).

Sin embargo, otras mujeres más ‘desestructuradas’ (entre ellas alguna ‘no participante’), se sienten menos capaces que las anteriores a la hora de conciliar las múltiples ocupaciones, como el cuidado de los hijos, la casa, … , con la asistencia a los Proyectos. También se sienten muy ocupadas, incluso para buscar empleo por otro lado, y dicen tener más problemas para organizar los horarios de los niños y todas las demás actividades.

Distorsiones en la adaptabilidad con dependencia de los contenidos.

En esta ocasión los principales puntos a tratar serán los siguientes:

  • ‘ausencia de conexión real’ entre formación (atendiendo a los contenidos de la oferta concreta) y empleo,

  • actitud ‘pasiva’ frente al aprendizaje, y

  • ‘equipamiento’ educativo.

Para ligar el presente apartado con el anterior, comenzaremos haciendo referencia a un tema que, como ya expusimos, ha de ser una pieza clave a tener en cuenta. Las ausencias de conexión real entre formación y empleo, y de orientación clara en base a objetivos o itinerarios, también aquí se convierten en factores cruciales para los usuarios.

Entre algunos de éstos circula la impresión de que no existen (o por lo menos ellos dicen no conocerlos) cursos que preparen profesionalmente de acuerdo a unas ‘salidas’ laborales reales.

“…No hay salidas en el IMI. No hay cursos realmente serios, de la verdad, de lo que necesitas…” (E.4).

Aunque pueden llegar a confiar entre la conexión entre formación y empleo, no ven que la presente oferta sea eficaz a la hora de encauzar a los participantes en empleos acordes, de una forma factible. Por ejemplo, alguno de los entrevistados llega a reclamar que la oferta de cursos no sea tan orientada al autoempleo, pues para trabajar como autónomo previamente necesitarían de un dinero del que carecen -de forma que la salida al mercado laboral no llega a producirse-. También ciertas mujeres muestran su incertidumbre ante ocupaciones ‘mixtas’ en las que, a la hora de la verdad, cuando salgan al mercado laboral, encontrarán una competencia en los hombres que, debido al ‘machismo’ reinante, no se sienten capaces de superar.

Por otro lado, se observa una actitud ‘pasiva’ frente al aprendizaje bastante generalizada. Salvo en algún caso puntual, perciben éste como un proceso donde la actividad está del lado del que enseña. Aunque de hecho participen con interés, se tiende a dejar al profesor o la profesora la tarea de ir construyendo el conocimiento en cada uno de los alumnos. Sin embargo, promover una actitud más activa entre los participantes redundará en una mayor reflexividad y responsabilidad en todas las fases del proceso de inserción.

Aun así, debemos ser conscientes de que en muchos casos estamos trabajando con unas personas a las que les cuesta mantener la atención y la concentración (necesitarán ir practicando esta disciplina a través de actividades variadas, donde vean algún tipo de resultado o avance a corto plazo).

El ‘equipamiento’ educativo con que cuentan unos y otros usuarios puede llegar a ser muy distinto. Esto dará lugar a que muchas veces trabajemos con personas que adolecen de serias dificultades de comprensión (autopercibidas o no), y que suelen tener niveles muy bajos de lectura y escritura (cuando no son analfabetos). Dichas personas necesitan, y, lo que es más importante, en ocasiones, reclaman una mayor duración de los cursos, de forma que les permita así adquirir adecuadamente los conocimientos impartidos (sienten que no les da tiempo a aprender con suficientes garantías un oficio que, se supone, habrán de desempeñar). Indudablemente, cuando esto no ocurre, les supone un añadido de inseguridad y desmotivación a la hora de buscar empleo (baja su autoestima y son incapaces de situarse en el lugar del ‘saber hacer’).

“…Veo lo de los cursos y, sinceramente, lo de los cursos te dicen: "venga un curso tantos días, tantas horas", pero te lo hacen tan... A lo mejor en dos meses tienes ya que aprender pues, (…) No puedes aprender, no puedes aprender. La verdad es que no aprendes. Porque ahora, yo cuando quise soldar el tubo ya se había casi acabao” (E.4).

De este modo, habremos de adaptar conscientemente nuestros Proyectos para poder hacer frente al problema que acarrean los usuarios más ‘desestructurados’, focalizando nuestros objetivos, como primera medida ineludible, no tanto en pro de la eficacia cuantitativa de la empleabilidad a corto plazo (pues sólo salen adelante los mejor preparados), como en la progresiva integración de los perfiles más desfavorecidos (aunque nuestros resultados numéricos de personas incorporadas al mercado laboral no sean tan llamativos).

En el extremo opuesto a esta situación parecen situarse los hombres que han tenido una, más o menos, dilatada experiencia laboral. Éstos sí, en distinta medida dentro del colectivo, se sitúan generalmente en el lugar del ‘saber hacer’. En este sentido opinan que no les queda nada útil por aprender, pues se sienten suficientemente formados para trabajar. Así, buscan empleos en los que piensan no se pide mayor cualificación de la que ya tienen.

“…porque yo el oficio de hostelería lo sé, de “pe a pa”, cómo va ¿me entiendes? Porque a mí no me van a enseñar cómo va la hostelería…” (E.10).

“…ya ves desde los 13 años que estoy trabajando… me van a enseñar a pedir trabajo con una carta; sí, es lo único que pueden enseñar, a escribir una carta muy bonita muy bien presentado, pero yo para venir a pedirle trabajo a usted no necesito cartas (…) no necesitamos nada de eso…” (E.5).

“…Yo estoy preparao para trabajar en muchos sitios, aunque no tengo títulos y eso... bueno, algún título tengo,(…) yo valgo para muchas cosas…” (E.6).

De todo ello se derivan una serie de consecuencias en su relación con los Proyectos. Por un lado aparece pronto una desmotivación generalizada (les da lo mismo un Proyecto que otro; aunque muestran mayor aceptación por los de tipo laboral), pues su objetivo básico es el empleo. Y, por otro, en relación con este mismo objetivo, aunque puede que en ciertos casos no consideren la ‘edad’ como un obstáculo para adaptarse a los cursos (otros, normalmente, se consideran demasiado mayores para aprender un nuevo oficio), en cambio sí lo es para encontrar un empleo para el que la formación no supone un remedio eficaz.

3.- PARTICIPACIÓN EN 'PROYECTOS IMI'. PROYECTOS APETECIBLES E INTERÉS REAL.

Una vez llegados a este punto, creemos necesario tratar de identificar, a partir de las entrevistas realizadas, algunos de los rasgos generales y específicos que con más aceptabilidad fueron señalados por las usuarias y usuarios.

Podríamos indicar algunos de los ‘cursos’ concretos que unas y otros solicitaron (por ejemplo, algunos hombres se decantaron por el de ‘mantenimiento de edificios’ o de ‘mecánica’ –este último, sobre todo los de etnia gitana-, mientras que ciertas mujeres lo hicieron por cursos relacionados con la ‘hostelería’, ‘corte y confección’, ‘limpieza de edificios’ e, incluso, ‘secretariado’ o profesiones de más alta cualificación); sin embargo, consideramos que esta mera enumeración, no ya sólo estaría exenta de toda representatividad estadística (al igual que todas las interpretaciones basadas en los análisis cualitativos que venimos realizando), sino que además, y esto es lo fundamental, presumiblemente, de acuerdo a lo observado, su significatividad sería mucho más limitada que la de los elementos que propondremos a continuación.

Dichos elementos ‘apetecibles’ aparecen claramente inscritos en algunos de nuestros Proyectos, bien sea en relación directa con sus contenidos, bien con independencia de los mismos. Así, partiendo de esta distinción analítica (y, en muchos casos, estrictamente poco aplicable en el terreno empírico), no queda más que señalar algunos de los más destacados por nuestros entrevistados. Comencemos por los segundos.


Con independencia de los contenidos:

Como bien sabemos, los Proyectos no son sólo sus contenidos, sino que son algo más. Perder de vista el contexto en que se inscriben y algunas de las circunstancias que les rodean, significaría no atender a una información esencial de cara a nuestro análisis.

‘Contacto humano’.

Si existe un factor importante que juegue en favor de la aceptabilidad y permanencia en los Proyectos, es éste. A pesar de ser muchas veces relegado a lo implícito, sin duda es considerado como esencial por gran parte de los usuarios. Entre los participantes en Proyectos, el trato personal es muy destacado sobre todo por las mujeres y los adolescentes, y, aunque algo menos de acuerdo a sus palabras, también por los hombres (solicitan en algunos casos un trato más personalizado de acompañamiento guiado en el proceso de inserción hacia el empleo; e incluso, ciertos inmigrantes extranjeros manifiestan encontrar en los cursos un lugar de reposo y ‘terapia’ ante los problemas).

Sin embargo, no ocurre en igual medida entre los usuarios no participantes en Proyectos, pues no parecen hacerse una idea clara al respecto (lo imaginan desde otros puntos de vista).

Pero es, sin lugar a dudas, en las personas más desintegradas o en las que tienen más baja autoestima o inseguridad personal donde este factor se convierte en determinante. De hecho parece esencial para la ‘permanencia’ (la ‘atracción’ en primera instancia hacia el Proyecto estaría más ligada a los contenidos que ofrece el curso): encuentran un espacio agradable y de entretenimiento (sobre todo las mujeres cuando forman grupos), donde compartir experiencias. Aquí los usuarios se sienten apoyados y trabajan el refuerzo de su autoestima.

Relacionándolo con todo esto, en muchos casos son los propios sujetos los que solicitan una exigencia moderada por parte de los profesores. Así, ésta atendería más al esfuerzo que a resultados de evaluaciones puntuales, es decir, prefieren una evaluación continua flexible.

Valoran mucho el refuerzo positivo (alimenta su autoestima) y el diálogo –como escucha activa- (sobre todo remarcan esta circunstancia los jóvenes adolescentes). También, son estos últimos los que aplauden la capacidad de elección y la autonomía con apoyo (pero guiada); prefieren sentirse partícipes de las decisiones (responsabilidad) y no obligados. De esta forma, todo ello redunda en un incremento de su motivación.

Titulaciones.

Pero no todo se basa en el nivel de la relación personal, también, en consonancia con aspectos mucho más pragmáticos, los usuarios valoran los certificados y títulos ‘oficiales’ a la hora de incluirlos en el currículum (como herramienta útil en la búsqueda de empleo).

Son sobre todo ciertos hombres con más formación y experiencia en el mercado laboral los que reclaman expresamente que los títulos tengan un valor realmente reconocido en el mercado laboral, es decir, que por una parte no estén ‘marcados’ socialmente (‘etiquetados’ en sentido negativo), y que, por otra, sean bien vistos.

“…tú no puedes ir con un certificado de un Pograma ISLA; tienes que coger el certificado y guardártelo…” (E.17).

“…Y a mí ya que hago un curso me gustaría que me dieran un diploma, ya que estás haciendo una cosa, por ejemplo que saques algo de provecho ¿me entiendes? Luego que te valga por lo menos para algo ¿me entiendes? Porque te pones a hacer un cursillo y luego no vas a sacar nada en provecho…” (E.10).

En este sentido, algunos de éstos, llegan a proponer la realización de campañas de sensibilización hacia el posible empleador, coordinadas desde la Administración, mostrándole las garantías que respaldan esos títulos –piden, en definitiva, una mediación de la Administración de cara a su incorporación al mercado laboral, es decir, medidas de ‘discriminación positiva’ hacia el empleo-.

  • ‘Cursos remunerados’.

De acuerdo a lo dicho por nuestros entrevistados, son, con independencia de su contenido, los cursos más valorados por los usuarios. Parecen haberse constituido como un ‘recurso escaso’ muy demandado entre los participantes, cuyo principal ‘valor añadido' reside en el factor económico.

A la hora de participar parece ser un requerimiento mucho más destacado entre los hombres que entre las mujeres. Sin embargo, estas últimas, quizá si no lo reclaman más es porque no contemplan esa opción; aunque, de hecho, las que la conocen parecen aceptarla de muy buen grado.

“…pero como digo yo, los cursos deberían ser, por lo menos pagados, ya que te dan tan poquita ayuda…” (E.15).

Estos cursos son contemplados como ‘pseudo-empleos’ (incluso proponen que la jornada sea de ocho horas, como en los trabajos normales) que sustituyen la consecución del objetivo de fondo: la incorporación al mercado laboral real. Ante las dificultades para encontrar empleo, se presentan como una especie de ‘sustitutivo’ válido (asumen multitud de semejanzas).

Por contra, salvo los usuarios extranjeros, en general se asume como normal entre la ‘población IMI’ el hecho de que los cursos sean gratuitos; es decir, no se les atribuye ‘valor’ (económico), sino que éste pasa del todo desapercibido -lo cual puede redundar en que no se los vea como un ‘recurso escaso’-.

Puesto que con la entrada en funcionamiento de la R.M.I., la tendencia parece ir encaminada a una menor obligatoriedad a participar por parte de algunas de las personas de familias inscritas en el Programa11, todo hace pensar que, cada vez más, serán nuestras asociaciones las responsables de hacer ‘atractivos’ los Proyectos de cara a la participación de dichos usuarios. En este sentido, podría ser un elemento a estudiar, siempre con sumo detenimiento en todas sus fases (pues puede tener consecuencias perversas o efectos no deseados), el hecho de hacer patente la incorporación de un ‘valor’ explícito a nuestros Proyectos. Se trataría, en definitiva, de que los ‘cursos’ siguiesen siendo gratuitos en la práctica, pero, al tiempo, se presentasen como un ‘recurso escaso’, con ‘valor’ (ya sea monetario, de utilidad para el empleo –herramienta eficiente-,…), al que tienen la oportunidad de acceder sin coste alguno por su parte. Sería, a la postre, una medida más de las encaminadas a conseguir publicitar nuestros Proyectos de forma que se inscriban en un nuevo lugar, distinto al que ahora tienen. En cualquier caso, éste es un tema sumamente complejo sobre el que, de una u otra forma, volveremos.

Pero toquemos otros temas no menos importantes en la práctica a la hora de ‘mejorar’ nuestra oferta. La duración de los proyectos, los horarios que presentan o la propia ubicación de los mismos juegan en el día a día un papel que, en ocasiones, pueden suponer la diferencia entre la ‘participación’ y la ‘abstención’.

  • Duración.

Algunos de los usuarios entrevistados coinciden en señalar que los ‘cursos’ en que participaron fueron demasiado cortos. Los motivos de estas afirmación pueden ser muy variopintos: desde las mujeres que han encontrado en los cursos un espacio agradable que no quieren que toque a su fin, hasta aquellos usuarios que, por sus limitaciones psíquicas o formativas, necesitan de más horas de formación para asimilar los contenidos impartidos.

“…Pero lo veo que son muy cortos los cursos. Que no tienes la experiencia de decir, bueno, es que sé, me se rompe una cosa y lo hago. Sabes un poquito pero no. Porque te lo meten tan deprisa que no...” (E.4).

Precisamente la R.M.I. parece haberse hecho eco de estas circunstancias que suelen encarnase en los perfiles más ‘desestructurados, y previsiblemente contemplará la posibilidad de que ciertos Proyectos que así lo soliciten puedan durar más de lo que lo hacían hasta la fecha, en pro de una mayor eficiencia en el difícil trabajo de inserción que desempeñan.

  • Horarios.

En cuanto a las cuestiones relacionadas con las preferencias de horario, huelga decir que existen tantas posibilidades ideales como personas participantes. Aun así, es preciso señalar algunos de los razonamientos más recurrentes elaborados por nuestros entrevistados.

Dichos razonamientos se comprenderán mejor a la luz de ciertas circunstancias típicas consustanciales a los ‘perfiles’ establecidos.

  • Mujeres con hijos:

Dejando por un momento al margen a aquellas mujeres que no manifiestan preferencia alguna en torno al tema, bien porque no les interesa en absoluto, o bien porque se valen del apoyo que las proporcionan sus redes familiares o tienen hijos demasiado pequeños como para escolarizarlos (cuya atención ha de ser más continuada a lo largo del día), nos centraremos en aquellas otras participantes que sí se decantaron por una opción determinada. Debido al cuidado de sus hijos, en este caso en edad escolar, dichas mujeres prefieren que los horarios de los cursos sean coincidentes con aquellos en que éstos asisten a la escuela. En este mismo sentido, agradecen que dichos horarios sean lo suficientemente flexibles como para permitirles una acomodación factible.

  • Hombres

Si bien las mujeres tenían en cuenta principalmente el cuidado de sus hijos a la hora de optar por unos u otros horarios, en este caso el factor que marca las preferencias es generalmente el empleo. Así, ciertos usuarios se plantean la posibilidad de hacer cursos con un horario adaptado para aquellos que trabajen (o busquen empleo –algunos parecen preferir la mañana para realizar dichas búsqueda con mayor éxito-), o que estén sujetos a horarios como los de los comedores públicos; así, en ambos casos, los cursos tendrían que ser por la tarde.

Sin embargo, por otra parte, circula la idea generalizada, sobre todo entre usuarios de edad media avanzada, que los cursos han de tener un horario de mañana, pues es el adecuado para trabajar (es el que asocian ‘naturalmente’ a toda actividad relacionada con lo laboral).

“… ya que puedo elegir, elegiría la mañana siempre (…) Por las mañanas te da tiempo a hacer muchas cosas (…) Las cosas que haya que hacer por las mañanas se hacen mejor que por la tarde…” (E.7).

“…si madrugas conservas el planteamiento laboral ¿entiendes? Si una persona hace un curso por la tarde no tiene que madrugar, entonces bueno, si tú todavía crees que puedes volver al mundo laboral pues es lógico que madrugues, te levantas por la mañana, te vuelves otra vez a acostumbrar al madrugueo, a coger tus autobuses en las horas punta y bueno te vas otra vez acoplando con el curso ¿entiendes? entonces es preferible hacerlo por la mañana...” (E.17).

En cualquier caso, cuando los cursos son remunerados (sustitutivos de empleo), no parece importarles el horario en igual medida.

  • Jóvenes (adolescentes)

De nuevo las propias circunstancias y la educación aparecen de fondo en las preferencias manifestadas por las personas. Para aquellos que no asisten al instituto o la escuela, prefieren que los horarios sean coincidentes con los de éstos (implícitamente el horario de mañana aparece siempre más asociado a la actividad); sin embargo, para los que sí asisten a dichos centros, la preferencia, obviamente, es la de que no sean coincidentes.

  • Localización actual.

Como ya vimos, no supone un serio problema para la mayoría de los entrevistados (recordemos que, salvo excepciones, en general no manifiestan que la ubicación de los Proyectos sea especialmente problemática, sobre todo, si les pagan el transporte). Sin embargo hay peculiaridades a destacar:

Las mujeres con hijos prefieren que los cursos estén cerca de los colegios o guarderías a los que llevan a sus hijos.

Para los más pequeños, valoran muy positivamente la existencia de guarderías (y las ayudas que dan para pagarlas) y ludotecas en alguno de los centros a los que asisten o su proximidad, donde cuiden a sus hijos mientras ellas están en los cursos. Incluso llegan a afirmar que estas facilidades dejan sin argumentos a las madres que no quieren acudir escudándose en que ‘tienen que atenderlos’.

Al margen de esto, una propuesta a destacar es la de la creación de un espacio donde se centralicen los cursos (de formación más específicos); esta idea la comparten sobre todo las personas que están más acostumbradas a asistir a centros de este tipo –más integradas y sin problemas de desplazamiento-. Apuntan que un lugar bueno de ubicación, sería en la zona de Puente Alcocer, junto a Servicios Sociales y la Junta Municipal (concretamente hay quien señala la nueva biblioteca como un espacio idóneo para dedicar parte de sus instalaciones a estos menesteres).


Con dependencia de los contenidos (y criterios metodológicos):

En el presente apartado hablaremos de algunas de las cuestiones que, consideramos, más influyen en la aceptabilidad de los Proyectos y sus contenidos. Al igual que ocurría en el bloque anterior, esta otra cara complementaria no está exenta de los condicionantes contextuales en que se inscriben el Programa y los usuarios; así, el mercado laboral, la formación de los sujetos o la propia percepción social con respecto a determinados temas… atraviesan y se hacen patentes en los razonamientos expuestos por nuestros entrevistados.

  • La falta de información.

El ‘contenido’ de los Proyectos se presenta en multitud de ocasiones como primera fuente de ‘enganche’ en la participación. Así, muchas veces, sobre todo los menos acostumbrados a moverse en el terreno formativo, los cuales muestran una falta palpable de imaginación a la hora de proponer más cursos aparte de los ya existentes, necesitan agarrarse a la oferta concreta para poder decidirse.

Sin embargo, su desconocimiento no les anima en absoluto a participar. Como vimos en páginas anteriores, la falta de información se convertía así en uno de los principales escollos percibidos por los usuarios. En este sentido, y en la línea de las nuevas responsabilidades que la R.M.I. parece que otorgará a las entidades encargadas de poner en marcha los Proyectos (que pasarán a ser de libre asistencia para gran parte de los usuarios), sería deseable que el tema de la información y la publicidad no fuese en modo alguno descuidado. De hecho, algunos de los usuarios entrevistados más reticentes a participar, cuando encuentran algo que les atrae, por considerarlo de utilidad o cualesquiera otras razones, sí se agarran a ello con mayor convencimiento.

  • Motivación.

Al hilo de lo anterior, algunos de los usuarios expresan esta necesidad de motivación (sea cual sea el origen de la misma). Desean que lo que se les ofrezca, les ‘guste’.

Precisamente en este sentido, reclaman una variación amplia de actividades a realizar en el seno de cada Proyecto, lo cual no quiere decir que cada jornada tenga un mayor número de horas, sino que el programa sea lo suficientemente diversificado como para mantener su atención. Así, en consonancia con ello, la consecución de pequeños objetivos a corto plazo, sobre todo, visibles por las propias personas participantes, haría más ameno y satisfactorio el transcurrir del curso. Se trataría de indicarles dónde está lo ‘importante’, pues educar su mirada redundará en una valoración reflexiva de ciertos aspectos de su formación y un mayor interés por su parte.

Pero no siempre la motivación a participar proviene de la misma fuente. Como ya vimos, en algunas ocasiones, mujeres que normalmente ya han participado en anteriores campañas, no acuden a cursos movidos por los contenidos, sino que más bien son el grupo en que se insertan, o la asociación que ya conocen, los factores decisivos que decantan su asistencia a un determinado Proyecto.

Sin embargo, todos ellos, además esperan que sean cursos con ‘salida’ en el mercado laboral (que exista alguna posibilidad de demanda). De esta forma afirman que, sobre todo, les anima y motiva mucho el comprobar que hay gente que ha conseguido empleo a raíz del curso o Proyecto (y esto lo ven más palpable en aquellos donde la presentación la realizan personas participantes en ediciones anteriores, que cuentan su experiencia –pues se produce una identificación mucho más directa-).

  • Orientación.

Los perfiles menos acostumbrados a la educación reglada, de algún modo, observan el aprendizaje como proceso en el que la ‘actividad’ está básicamente del lado del profesor; es decir, aunque participan con interés, pasivamente van más a que ‘les enseñen’ que a ‘aprender’.

En cierta conexión con esta línea, los usuarios más ‘desestructurados’, o con menos experiencia en el campo laboral o formativo, no exigen una orientación clara, pues lo ven más como un proceso acumulativo asistemático.

Sin embargo, son muchos los que manifiestan abiertamente su deseo de que se dé una orientación clara entre el contenido del curso y un empleo en la misma rama. Incluso, sin llegar tan lejos, para aquellos que ya tienen experiencia laboral o formación en algún sector determinado, piden que exista la posibilidad de continuar por ese mismo itinerario (especialización) y no estar continuamente saltando de una ocupación a otra. Esta orientación se convierte así en un punto fundamental que puede ayudar a los usuarios a focalizar mejor sus objetivos y comportamientos en una determinada dirección.

“…tú, para llegar, tienes que poner un punto: ‘tengo que llegar a esto’…¿sabes? No empezar una cosa…, dejarla… y cambiar…” (E.14).

“…tiene cuatro cursos, entonces no te pueden dar a elegir... eh... a lo mejor de lo que tú estás preparao no tienen, entonces bueno pues te han preparao durante un año para una cosa ¿no? y luego... oye, que para tu cosa no hay... tenemos estas tres cosas, tienes que elegir una de las tres a ver cuál te gusta, resulta que te han preparao durante un año y luego te meten de pescadero, y terminas con una paraguaya que al final, a los cinco años, ni eres electricista, ni eres pescadero ni eres ná...” (E.17).

  • El valor del conocimiento ‘práctico’.

Como sabemos, éste es un ‘tipo de conocimiento’ muy valorado en los últimos años, por sus connotaciones de apego real o conexión directa con el mundo laboral. Así, en consonancia con este contexto valorativo, varias de las personas entrevistadas muestran ser partícipes de toda esta serie de premisas, en pleno auge en el momento actual.

Aparte de la idea de que sólo la ‘práctica’ es lo que da el ‘conocimiento real’, el conocimiento útil y valioso,…

“…la práctica es lo que más vale…” (E.10).

…además parecen identificarse con este último frente al ‘teórico’, con un segundo fin:

Por una parte, tras esta denominación, se pueden permitir obviar los incómodos contenidos teóricos de los que carecen en la mayoría de los casos (incluso las personas con varios años de experiencia). Recordemos que los niveles educativos entre la población IMI son realmente muy bajos, de forma que para muchos de ellos el déficit en formación básica (como la alfabetización) se convierte en ocasiones en un obstáculo de muy difícil superación. El solo hecho de leer o escribir les supone un gran esfuerzo de concentración, con lo que intentar adquirir conocimientos a partir de una herramienta que no dominan, se les hace verdaderamente tedioso.

“…Bueno, las cosas de prácticas, pues sí, ¿no? … pues te apañas. (…) Pero las prácticas si me fijo... Es mejor fijarme como se lo curra uno a escribirlo, a anotarlo y tó eso, ¿sabes lo que quiero decir? (…) en las prácticas está muy bien, to lo ves…” (E.4).

Y, por otra parte, es una forma de posicionarse, ahora en posesión de ‘valor’, frente a sus rivales ‘titulados’ en el campo laboral. Aun así, no olvidemos que hay algunos usuarios más formados, que no rechazan en un plano secundario los contenidos teóricos complementarios.

  • Habilidades para la búsqueda de empleo.

En muchos casos, sobre todo entre los usuarios con menos experiencia laboral –que no se sitúan tan claramente en el lugar del ‘saber hacer’ como los que sí tienen una trayectoria más dilatada en el mundo del trabajo-, se valora muy positivamente, y de hecho se utilizan, el aprendizaje de herramientas para la búsqueda de empleo.

Recordemos que dicha búsqueda es un objetivo de primer orden para estas personas. Así, afirman que todas estas herramientas son un conocimiento muy útil que les aporta seguridad y les permite saber moverse en el difícil mundo en que tratan de insertarse con éxito.

  • Otros elementos destacados.

Antes de pasar a hablar del que hemos denominado ‘interés real’ de los usuarios, solo resta señalar alguno de los elementos más destacados por éstos.

  • Bolsas de empleo

Es el recurso más directamente asociado al trabajo. Ocupa para muchos la posición más cercana a la incorporación al mundo laboral, de ahí que, sobre todo los hombres con experiencia, lo conciban como el recurso más útil de los que pone el IMI a su alcance.

  • Trabajos relacionados con la mujer

Algunas de las mujeres participantes reclaman cursos relacionados con ocupaciones típicamente copadas por ellas. Dejando al margen las preferencias basadas en lo estrictamente vocacional, lo cierto es que de fondo aparece una argumentación mucho más relacionada con la oferta laboral. Sabedoras de la discriminación de la mujer en el mundo del trabajo frente a los hombres, prefieren esquivar en la medida de lo posible dicha desventaja acudiendo a sectores donde este problema no se hace tan acuciante.

Sin embargo, dentro de los trabajos que, por regla general, escapan a este problema de segregación por género, sitúan algunos de los que consideran menos deseables, tanto por cuestiones de responsabilidad, como por cuestiones de escrupulosidad (por ejemplo, alguna de estas mujeres llega a manifestar que rechazaría empleos como el de ‘cuidado de ancianos’,…).

“…sí, pero personas mayores la verdad que no, muy cansao

-: ¿muy cansao?

-: muy cansao, o sea, me da igual pero que, muy…, que si cógela para ir a bañarla, se te pueden caer o algo, y yo no me arriesgo…” (E.1).

“…he tenido posibilidad de trabajar en eso, y yo no vuelvo, la verdad, es superior a mí esas cosas.

-: uhum.

-: hay gente que sí, que no tiene ascos, pero yo... no sé…” (E.9).

  • Permiso de conducción

Si hay un curso demandado por ciertos perfiles típicos de los que hemos estudiado, es éste. Sobre todo aquellas personas que buscan autonomía para encontrar empleo por su cuenta, o tienen más arraigada la idea de esta necesidad –destacan en este sentido algunos de los usuarios y usuarias de etnia gitana-, plantean con gran interés su participación activa si llegasen a tener la posibilidad de encontrar algún curso de este tipo.

  • Informática

Otro de los cursos paradigmáticos más claramente situados por los usuarios es el de informática. Le atribuyen el lugar de lo ‘novedoso’ y, en cierto modo, ‘exótico’. No se identifican normalmente con este tipo de contenidos, aunque no los rechazan (pues ven que podría ser un campo con ‘salidas’). Así, de alguna forma, asocian esta herramienta, que consideran fundamental para el futuro, principalmente del lado de los más jóvenes (sus hijos, hermanos pequeños, etc.).

“…Yo de verdad he estao buscando un trabajo y, pues no se encuentra. Y si se encuentra se necesita información de ‘w.com’ de ese... de ordenadores...” (E.4).

Algunos parecen tener miedo a abrirse a este aprendizaje (lo ven como algo ‘raro’ y ‘lioso’, o que ya no están en edad de aprender,…), sin embargo, hay otros usuarios a los que no les importaría ‘experimentar’ el conocimiento de esta nueva herramienta a un nivel básico. Ahora bien, a la hora de aludir a la ocupación asociada a este curso, no parecen diferenciarla en el fondo mas que en el terreno del esfuerzo físico -que presumiblemente supone-, y en el prestigio de unas ocupaciones y otras (y su distinta remuneración); el aprendizaje no sería más problemático que en el resto de Proyectos.

“…vamos, no es igual estar tecleando que estar de jardinera, ahí, con la manguera; son dos cosas diferentes…” (E.1).

  • Graduado Escolar

Finalmente, hablemos brevemente de un curso no poco controvertido en cuanto a su interés y posible implementación. Siguiendo la línea de nuestras interpretaciones, una vez más atenderemos a los razonamientos que nuestros entrevistados elaboraron al respecto.

Los grupos con menor nivel educativo, que son en definitiva los potenciales usuarios de Proyectos de esta naturaleza, no parecen despreciar los cursos que permiten la obtención del Graduado Escolar; eso sí, siempre y cuando no les suponga un elevado número de horas. Sin embargo, no olvidemos el contexto en que nos movemos, pues aunque consideran que éste es un requisito que solicitan en muchos puestos de trabajo, lo cierto es que su interés hacia estos cursos es secundario. Como veremos, su objetivo principal es encontrar empleo, y, por tanto, los cursos más directamente aplicables en este sentido serán los más apetecibles.


Hemos dejado para la última parte de nuestra exposición uno de los puntos más comprometidos de los que alberga nuestro estudio. Partiendo de la base de que el interés ‘real’ de los usuarios es algo imposible de medir en la práctica, pues dependerá, más que ninguna otra cosa, de cada persona concreta, a pesar de ello, sí hemos podido advertir ciertas ideas comunes entre nuestros entrevistados, que trataremos de rescatar a partir de sus argumentaciones.


El primer objetivo: el trabajo/la permanencia.

La afirmación de la que, a excepción de los adolescentes, todos los entrevistados parten, podríamos sintetizarla del siguiente modo: lo primero es encontrar algún empleo que les proporcione ingresos, indican algunos de ellos. Sitúan el empleo en el lugar de la solución a sus problemas. Buscan una ‘salida’ que no encuentran y que tampoco el IMI les proporciona. Así, en ciertos ámbitos, circula la idea de que dicho Programa no es sino un mantenimiento estable en una situación muy precaria.

Una vez planteadas las bases, como es de suponer, encontramos diversas posturas y matices encarnadas en los diferentes perfiles, que son las que, a la postre, darán riqueza a nuestra interpretación.

A estas alturas de la exposición, creemos ha quedado palpable la tremenda complejidad del tema que nos ocupa. Así, uno de los recursos que nos será una vez más de gran ayuda a la hora de comprender y explicar un asunto tan recurrente como es el de los intereses de estos actores, será el consistente en trazar nuestras interpretaciones a partir de las posiciones que ocupan determinados ‘tipos ideales’.

Atendamos en primer lugar a uno de los típicamente más vulnerables de los que encontramos con asiduidad en el Programa: las mujeres solas con hijos a su cargo.

No escasean las veces en que hablando con estas mujeres, se percibe en ellas un sentimiento de derrota. Sostienen, en muchas ocasiones, haber ‘perdido el tren’; el futuro es de sus hijos, y en el momento presente la protección social es la principal y única baza para sacarlos adelante (la permanencia en el IMI se hace así más sólida que nunca).

De este modo, la propia búsqueda de empleo no sólo es un intento por lograr por fin encontrar una ‘salida’, sino que es además una forma de demostrar su ‘actividad’; pues ésta se convierte en un requisito para permanecer en el IMI. Sin embargo, dichas mujeres no parecen tener la intención de abandonar el Programa, en tanto en cuanto no aparezca una oferta de trabajo digno que garantice un mínimo de estabilidad, y, es que, son y se sienten responsables de procurar un día a día razonablemente decoroso a sus hijos. En este sentido, como ya apuntábamos páginas atrás, la tardanza en volver a recibir el IMI una vez han finalizado contratos de corta duración, junto a las múltiples ocupaciones y dificultades con que se encuentran a diario, desincentiva su salida al mercado laboral.

Algo muy similar ocurre, más en concreto, con aquellas pertenecientes a la etnia gitana. En general, no se percibe un sentimiento de urgencia por salir de la situación de sostenimiento en que están. Incluso, alguna de ellas, se muestra cómoda haciendo cursos –lo asumen como una actividad diaria más-. Parecería como si no tuviesen problema en continuar su periodo de formación indefinidamente, siempre y cuando se mantenga la protección dineraria que, desde el IMI, reciben.

Sin embargo, nos hemos detenido concretamente en este colectivo dentro de las ‘mujeres solas con hijos’, con el fin de mostrar su heterogeneidad interna. Así, podemos establecer una distinción entre dos posiciones diferentes en su seno, que en algo recuerda a aquella que hacíamos capítulos atrás entre la posición de la ‘tradición’ –que aquí se correspondería con la ‘b)’-, y la emergencia de otra que denominábamos como de ‘nuevo gitano’ –que llamaremos ‘a)’-:

  1. Estas mujeres se muestran a sí mismas en la posición del ‘saber’, frente a otras mujeres también participantes. Albergan interés por los mecanismos de la sociedad (más cerca de la integración), incluido el mercado laboral reglado y sus medios de protección. En definitiva, presentan un discurso de interés y apertura –y de dependencia al mismo tiempo- hacia lo que les rodea.

“… No saben nada. Yo por lo menos sé que de este curso cuando venía le comentaba a mi compañera, mira este curso es muy completo, es muy completo porque te enseñan a defenderte de todas las maneras…” (E.8).

  1. Sin embargo, la segunda es una posición aislada y ‘acomodada’ en la desintegración social. Se sitúan en el lugar del ‘no saber’.

“…Yo, como no sé ni lo que es, no digo nada…” (E.8).

“…yo voy, y no sé nada. Me dicen lo del currículum, y no sé nada…” (E.8).

Viven la participación en los Proyectos más como un ‘salir de la rutina’, un entretenimiento, un espacio de relación con otras mujeres iguales que ellas, y no tanto como una apuesta de futuro.

“… Es una experiencia más. Salimos un poquito de la rutina del barrio. Conocemos otro ambiente, otra gente,…” (E.8).

  1. Buscan ‘salida’, pero no la encuentran. Las condiciones que el IMI impone no dejan espacio para aprovechar las oportunidades pequeñas y escasas que se presentan. El IMI no incentiva la salida, no anima a dar el salto, pues en ese momento crucial no supone una ventaja positiva (no se pueden permitir estar unos meses de espera sin recurso alguno, pues recordemos que son mujeres con ‘cargas’).

“…no te dan esa oportunidad, porque al otro mes no te dan el IMI. Trabajas dos meses, de acuerdo, pero te quitan dos meses el IMI (…) Te dejan entre la espada y la pared; te dejan exactamente igual que cuando has empezado…” (E.8).

  1. Discurso de retirada ante el panorama de una sociedad frente a la que se sitúan, y que las desborda. Parecen preferir la seguridad de lo que conocen (aislamiento frente a la sociedad –prefiere lo comunitario, donde se sienten más seguras-). No rechaza de plano la ‘modernidad’, pero la temen. Sin embargo, al entablar conversación con mujeres participantes más aperturistas, se contagian de ganas por conocer ese ‘valor añadido’ del que hablan sus compañeras, y que, aunque quizá no entendido de igual manera, les permitirá también ‘saber defenderse’.

“…Yo pienso que estas ayudas que tienen ellas, también las teníamos que tener todas; porque también nos gustaría saber defendernos…” (E.8).


En el caso de los hombres, son las propias peculiaridades de núcleo de convivencia con respecto al colectivo anterior, las que comienzan marcando algunas de las diferencias más significativas.

Al igual que ocurría con el conjunto de mujeres, el de los hombres tampoco se puede considerar como un grupo internamente homogéneo. Así, por ejemplo, de acuerdo a su edad, observamos posturas bien distintas.

Dentro de los hombres de edad media avanzada domina una perspectiva marcadamente inmersa en parámetros políticos; así, su interpretación de la realidad pasa por el prisma de estas categorías. Tienden a formular un ideal un de estado protector, al que reclaman medidas de discriminación positiva en dirección al empleo.

Sin embargo, las posiciones ante el mercado laboral son algo distintas. Por un lado, alguna de estas personas se escuda en la posición del ‘no puedo’ (= ‘no quiero’). Niegan utilidad alguna a los Proyectos, y afirman que éstos no pueden enseñarles nada nuevo a su edad. Frente a su participación, no ya sólo en los Proyectos, sino en el mundo del trabajo, en realidad, parecería como si pretendiesen permanecer en el IMI entre tanto no encuentre un trabajo seguro (muy protegido) y cómodo.

Por otro lado, frente a esta posición extrema, observamos otra más participativa. Su prioridad es encontrar empleo (algunos muestran su intención por salir cuanto antes del IMI, y expresan que aceptarían trabajo ‘de lo que sea’). Se sienten suficientemente formados, por lo que su interés por los cursos se establece a partir, no tanto de lo que allí les puedan enseñar, como de una posible vía de entrada al mercado laboral (mediante bolsas de empleo o cierta discriminación positiva hacia aquellos que muestren un mayor interés por participar –su esfuerzo-).

La situación es algo distinta en el caso de los hombres con menos edad. Tanto los jóvenes como los de edad media, al igual que otros colectivos anteriormente tratados, señalan como su primer objetivo la entrada en el mercado laboral (para conseguir más recursos). Pero, a diferencia de lo visto hasta ahora, algunos de éstos no desdeñan en modo alguno la autonomía en el empleo (no descartan buscar trabajo como autónomo si tuviesen dinero). Su permanencia en el IMI viene dada por la prestación económica (y, en todo caso, por conseguir algún ‘pseudo-empleo’ mediante los cursos remunerados).

Algunos de ellos parecen estar bien en lo asistencial –permanencia-; no muestran sentimiento de urgencia por salir, pues han encontrado, en cierto modo, una nueva situación de estabilidad.

En este sentido, parecen ser los usuarios inmigrantes extranjeros los que mayor predisposición muestran a salir cuanto antes del círculo de lo asistencial. Perciben, al igual que muchos otros entrevistados, que el IMI lo que hace es ‘mantener’, pero realmente no ayuda a ‘salir’. Su principal objetivo a corto plazo es encontrar un empleo, aunque no esté bien remunerado, y contemplan su propio ‘sufrimiento’ como una inversión para las futuras generaciones (sus hijos). Sin embargo, la formación, a pesar de no estar en un plano tan a corto plazo, sí es valorada como una fuente de promoción.

Un caso bien distinto es el de los jóvenes adolescentes participantes en Proyectos. Éstos muestran verdadero interés por acudir a los cursos, pues es su principal baza de cara al futuro. Es una nueva oportunidad que no entra en contradicción con su postura de retirada frente a la escuela (fracaso escolar). Aquí, afirman, ‘todo es diferente’.

‘Discriminación positiva’.

Como vimos, tanto las ‘mujeres solas con hijos a su cargo’ como los ‘hombres de edad media avanzada’, se autoperciben y presentan como colectivos de gran vulnerabilidad de cara al empleo. Así, reivindican a la Administración algún tipo de medida de ‘discriminación positiva’ que les permita incorporarse al mercado laboral -No olvidemos que las dificultades a las que muchas veces se enfrentan estas personas a la hora de encontrar empleo, son, hoy por hoy, prácticamente insalvables. Así, muchas veces, se sienten especialmente vulnerables ante un mercado laboral cada vez más excluyente y competitivo.

Sin embargo, son los segundos, los que con más insistencia reclaman una ‘salida’ a través de estos mecanismos. Vuelven recurrentemente a la idea del ‘estado protector’ (en cierto modo, mezclada en este caso con tintes de aquella concepción paternalista más en boga años atrás), y basan su legitimidad para demandar una mediación facilitadora frente al mercado –protección, en definitiva-, en su calidad de ‘trabajadores’ –colectivo que sostiene típicamente el sistema de protección- en paro.

Conexión entre formación y mercado laboral.

Pero he aquí, uno de los elementos que, de forma más visible, muestra el interés ‘real’ de los usuarios con respecto a los Proyectos.

Tanto las mujeres como los hombres entrevistados (no extranjeros), parecen de acuerdo en señalar la patente inexistencia actual de una conexión real entre formación y empleo. Según sus palabras, los cursos no garantizan ‘salidas’ en el momento presente.

Sin embargo, dentro de este colectivo hay diferencias de matiz. Pues mientras las personas con mayor experiencia en el mercado laboral, no ven futuro alguno en la formación, aquellos con menos contacto con el empleo formal sí tienen ciertas esperanzas en que, con modificaciones, sirva de algo (ya que, por el momento, cuando finalizan los cursos, afirman sentirse desvalidos frente al mercado laboral).

Los sectores con una visión más esperanzada en la existencia actual de una conexión más real entre empleo y formación, son las personas inmigrantes extranjeras y los jóvenes adolescentes. Los primeros, sobre la base de un empleo previo, se muestran interesados por la formación incluso a pesar del IMI, pues la ven como una vía de escape para mejorar su situación presente; mientras que para los segundos, es su principal baza de futuro.


Obligación y control. Los cursos como requisito de permanencia.

Es, sin lugar a dudas, el segundo de los temas más recurrentes en la línea que venimos trazando.

De nuevo, salvo en el caso de los usuarios inmigrantes extranjeros, aparece de fondo una idea ampliamente extendida en torno a los Proyectos IMI –incluso entre los jóvenes adolescentes que suponen un contacto indirecto con los mismos. Como vimos, todas estas personas afirman necesitar el dinero que da el IMI para poder seguir adelante (predomina el factor económico). En este sentido, los ‘cursos’ son, sobre todo, cuando se los relaciona explícitamente con el Programa, un requisito de obligado cumplimiento (y sujeto a control) para poder permanecer en el IMI.

Todos ellos, en un primer momento, asumen con resignación su posible participación. Y, aunque ciertos usuarios, una vez han asistido más asiduamente a los Proyectos, llegan al ‘acostumbramiento’, la obligación a participar está presente de fondo siempre que aparecen como ligados al IMI (y, es que, cuando no es explícito este nexo de unión entre 'ayuda económica' –IMI- y ‘cursos’ -Proyec-tos-, la separación entre ambos es radical).

“… empecé a hacer el cursillo éste por lo del IMI. Hombre, de primero vienes un poco obligada a hacerlo (…) Nada, pero al final está muy bien…” (E.2).

En el mismo sentido que veníamos comentando, no sólo señalan la molesta la ‘obligación’ a participar, sino, sobre todo, el ‘control’ cuasi ‘enfermizo’ que desde Servicios Sociales se lleva a cabo (dicen sentirse con una total falta de intimidad y autonomía a cambio de una exigua, pero imprescindible, ayuda económica). Algunas posturas (estratégicamente) más sumisas, reclaman que sea recompensado su buen comportamiento, lo cual, añade un nuevo matiz en la percepción de los Servicios Sociales como un ente arbitrario (son principalmente, aunque no exclusivamente, algunos de los hombres entrevistados los que señalan indignados el papel injusto que muchas veces parecen encarnar las trabajadoras sociales o ‘asistentas’, pues son ellas las que presumiblemente tienen en definitiva el poder de ‘dar’ o ‘quitar’). Precisamente, la R.M.I. parece que tratará de paliar en parte esta imagen negativa de los Servicios Sociales, disminuyendo en la medida de lo posible la contradictoria tarea de ‘ayuda’ y ‘control’ a que se ven abocados12.

Pero veamos cómo se traduce todo esto en las dos posiciones diferentes que pudimos observar dentro del colectivo de mujeres gitanas con hijos a su cargo:

  1. Por un lado, la postura más aperturista sitúa a las asociaciones como entidades que prestan su colaboración, y una ayuda útil para aprender a moverse en el mercado laboral al que desean entrar. Sin embargo, por el contrario, el papel de los Servicios Sociales estaría en el lugar del control persecutorio, obsesivo y arbitrario. Como vemos, una vez más se hace aquí palpable la radical separación entre IMI (del lado de los Servicios Sociales) y Proyectos (del lado de las asociaciones).

  2. La postura más reaccionaria, sólo tiende a unirse al discurso de protesta generalizada contra el IMI. Parece ser gente acomodada en lo asistencial, y sin inquietud por salir de la presente situación (suelen mostrarse bastante conformistas en cuanto a la oferta de cursos, pues no ven horizonte alguno que las anime).

Utilidad.

Una vez establecida la frontera entre los recursos económicos y los formativos, resulta más fácil interpretar la otra cara de los Proyectos percibida por algunos de los usuarios. Ésta aparece mucho más imbricada en la cuestión anteriormente vista sobre las conexiones in/existentes entre formación y mercado laboral.

De esta forma, aquellos usuarios menos experimentados en el mercado laboral pero con interés por incorporarse a él, afirman encontrar gran utilidad en las herramientas de búsqueda de empleo (y, de hecho, las utilizan), y reconocen el posible ‘valor añadido’ que pueden suponer los ‘cursos’ a la hora de buscar un trabajo.

Para aquellos que se sienten más duchos en este mercado, o que piensan que la formación no puede luchar contra el factor ‘edad’, la utilidad concedida a los Proyectos es mucho más restringida. Ahora bien, lo que sí comparten con el resto de los usuarios entrevistados es la percepción de ‘valor’ contenida en los títulos acreditativos (de la formación recibida en los Proyectos, en este caso). Así, valoran los títulos (siempre y cuando no estén ‘marcados’, afirmarían algunos), pues les dan cierta seguridad a la hora de buscar trabajo (por el ‘saber hacer’ que implican).

Para los más jóvenes, la percepción de utilidad de los ‘cursos’ (al margen del IMI –pues recordemos que, también para ellos, tiene las mismas connotaciones negativas que para el resto de usuarios-) se hace más palpable que en ningún otro colectivo de los estudiados. Dichos ‘cursos’ son, en resumidas cuentas, un punto de partida ante la incertidumbre creciente que experimentan.

Pero no todos los elementos de utilidad que los usuarios asocian a los Proyectos están directa y exclusivamente relacionados con el empleo. Para no pocas mujeres, por ejemplo, el ‘curso’ vale como distracción (evadirse en compañía de otras mujeres) mientras encuentran un empleo, al tiempo que sienten el apoyo y abrigo de sus iguales y de las personas de las entidades encargadas de trabajar con ellas.

En cualquier caso, la dura situación en que están inmersas la mayoría de estas personas, expuestas, no sólo a una evidente desintegración de tipo socioestructural, sino a periódicos desequilibrios emocionales, encuentra en muchos casos consuelo y enriquecimiento personal en unos espacios que, por un momento, les sirven para alejarse de la desbordante realidad que en el día a día les aguarda.


Propuestas a modo de conclusión

Antes de comenzar el último de los bloques de nuestra exposición, huelga decir que éste, en modo alguno será un mero resumen de todo lo anteriormente apuntado. Es más, precisamente las bases de lo que a continuación veremos radican en aquello, de forma que no es recomendable aislar, sin más, este apartado final, del conjunto del estudio. Por otra parte, obviamente perderíamos de vista matices, justificaciones y recomendaciones que ya encontraron su lugar, y que no serán de nuevo reiterados.

Tal y como hemos argüido una y otra vez, el tema que nos ocupa de ninguna forma se extingue al tiempo que el marco formal en que se venía insertando, sino que, por contra, éste aparece revitalizado con el paso del IMI a la RMI y el nuevo ‘Plan contra la Exclusión de la Comunidad de Madrid’, que, es previsible, comiencen a entrar en funcionamiento próximamente. Así, en el ‘texto articulado del Anteproyecto’, desde la Comunidad de Madrid, se presentan los ‘Proyectos de Integración’ como ‘actividades organizadas, dirigidas a la promoción personal y social de un grupo de personas que se encuentran en situación o riesgo de exclusión, y promovidas por entidades de iniciativa social sin ánimo de lucro. Los proyectos podrán incluir actividades de acompañamiento social, formación ocupacional, acceso al empleo y cualesquiera otras que favorezcan la inserción social o la prevención de la exclusión de las personas que participen en él’13.

Una vez contrastada la tremenda actualidad del asunto a tratar, partamos de un diagnóstico de situación compartido por los tres actores implicados en el trabajo de inserción con los usuarios IMI: Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid, Servicios Sociales municipales y asociaciones. Éstos, observan que el ‘perfil’ de usuario ha cambiado en los últimos años; ahora debemos trabajar con un ‘tipo de perceptor’ más ‘desestructurado’, y con mayores dificultades de inserción que el anterior. Así, la incorporación en el mundo laboral no se hace posible de forma inmediata, y las herramientas que venían utilizándose para dicha integración parecen haber quedado obsoletas.


En este contexto de cambio, aparecen varios ‘peligros’ en el terreno de la desinformación:

  • Por un lado, la presuposición de que todos los actores implicados en el trabajo de inserción comparten una misma información actualizada sobre los usuarios a los que se dirigen.

  • Por otro, la fijación en ciertos ‘perfiles típicos’ que, por sus peculiaridades, llaman más la atención de estos actores, de forma que aquellos otros que pasan más desapercibidos, dejan de ser objetivo de nuestras actuaciones.

  • Finalmente, pueden asumirse erróneamente como ‘representativos’ del conjunto de la población IMI, aquellos ‘perfiles’ que, efectivamente, nos llegan, haciéndonos así una composición distorsionada del panorama ‘real’.

De este modo, la primera de las necesidades más acuciantes es la de delimitar con precisión las características de la población IMI del distrito de Villaverde, pues sólo partiendo de esta base podremos atender a sus demandas de forma coordinada. Concretamente ha sido en las páginas precedentes donde hemos tratado de acotar el terreno en que nos moveremos en este sentido.

Sin embargo, obviamente, esta población es radicalmente dinámica, de forma que su composición, en dialéctica constante con la sociedad en que se inscribe, no es homogénea ni de evolución uniforme. Así, debemos vigilar continuamente los cambios que se producen en su seno, para conseguir de este modo, tanto desde las asociaciones como desde la Administración, una correcta adecuación de nuestra oferta a las necesidades que surjan. Por ejemplo, en una población de estructura tan joven y con un número tan elevado de madres solas con ‘cargas’, ¿acaso queda alguna duda sobre la acuciante necesidad de más centros de educación infantil -preparados para la ‘diversidad’-, guarderías o ludotecas, en el distrito?

Por otro lado, más concretamente en el tema central que estamos tratando, también evitaremos la proliferación de Proyectos ‘cajón desastre’, donde, por dificultades a la hora de derivar (‘encajar’) a ciertos usuarios a (en) la oferta existente, aparecen una serie de ‘perfiles’ cuya única característica común es su inadecuación con aquellos solicitados específicamente por el resto de Proyectos de la zona.

En definitiva, necesitamos instrumentos y datos que nos ayuden a precisar nuestros objetivos de una forma más acorde y realista con respecto a los usuarios con que trabajamos.

Pero antes de entrar en el tema ‘objetivos’ no podemos dejar de mencionar la idea de ‘obligación’ asociada a Servicios Sociales municipales al hablar del Programa IMI. Como vimos, éste era un factor de enjundia en lo que respecta a los Proyectos, en tanto en cuanto constituye un obstáculo en la comunicación con los perceptores y su motivación.

Así pues, en consonancia con esto, la entrada de la RMI parece ir encaminada a tomar una serie de medidas al respecto. El acceso a la prestación económica -y el control del fraude- y la incorporación social, “responden a lógicas tan diferentes que conviene separarlas con claridad (…). Se desvinculará la comprobación y tratamiento de los casos de fraude de los lugares en los que se informa y facilita el acceso a la prestación (…). La motivación para participar en acciones de incorporación social y laboral tiene, en el modelo de renta mínima un carácter muy diferente del de un programa de inserción. La exclusión de una renta mínima debe limitarse a los casos de fraude o de actitudes extremadamente inaceptables (…). Ello –y, esto es lo más importante- requiere diseñar un sistema de incentivos positivos para el acceso a procesos de formación o al empleo” (Comunidad de Madrid. Septiembre de 2001., pp.64-65).

De esta forma, el paso hacia la RMI parece será una oportunidad muy a tener en cuenta, que los Servicios Sociales municipales han de aprovechar para fabricar una nueva imagen más cercana al usuario. Procuraremos que el mensaje deje así de ser contradictorio (‘ayuda’ al tiempo que ‘control’ y ‘obligación’), para convertirse en ‘claro’ y ‘unidireccional’. Precisamente es la necesidad de apoyo y de incentivos positivos, la que favorecerá que dicha imagen sea, previsiblemente, ampliamente aceptada por la actual población IMI. Pero para conseguir transmitirla adecuadamente, debemos hacerlo de forma coherente y bien coordinada desde un primer momento, en este sentido, como veremos, la información y la publicidad pueden jugar un papel crucial (y, es que, la ‘cultura IMI’ está muy arraigada entre ciertos colectivos de usuarios).


Por otra parte, recordemos por un instante la posición que ocupaba el ‘empleo’ entre los usuarios IMI. Éste, a pesar de la desincentivación proviniente de la precariedad del mercado laboral y las bajas rentas de estas personas, era un objetivo de primer orden, el cual situaban en el lugar de la ‘solución’ a todos sus problemas.

Pero ésta posición privilegiada parecen compartirla también, aunque no exactamente en los mismos términos, algunos de los actores implicados en el trabajo de inserción. El ‘empleo’ se presenta así como un mecanismo principal para el logro de este proceso tanto para los Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid como para las asociaciones que presentan los Proyectos.

Si bien es cierto que poner el acento en este aspecto atiende a factores esenciales de tipo estructural, no lo es menos, que, como vimos, los ‘perfiles’ más ‘desestructurados’ no pueden acceder directamente a este nivel de integración, pues necesitan previamente centrarse en el aprendizaje de elementos más básicos (lo que algunos denominan, lo ‘pre-laboral’). Precisamente en este sentido, varias de las asociaciones entrevistadas muestran su desazón ante la falta de orientación a la hora de conciliar los objetivos previos a los que tratan de ceñirse con el ‘nuevo perfil’ del que hablábamos anteriormente.

Partiendo de unos Proyectos cuyos objetivos ‘valorados’ se centran muy especialmente en la inserción laboral, estas asociaciones, en el momento de la implementación de dichos Proyectos, se ven obligadas desde el principio a flexibilizar (‘rebajar’) dichos objetivos en razón de los nuevos ‘perfiles’ que acuden. Así, nos encontramos con una cierta inadecuación entre unos objetivos diseñados a priori -en función de los que se evaluarán los Proyectos-, y unos usuarios cuyas características hacen muy complicada su consecución. De este modo, lo ‘pre-laboral’ se convierte de hecho, en ciertos casos, en un punto intermedio entre la población que realmente encontramos, y unos objetivos no específicamente diseñados para ésta, que intentaremos cubrir en la medida de lo posible a lo largo de varios meses, pues es de éstos de los que, a la postre, hemos de responder.

La imposibilidad de alcanzar la meta prefijada, y la situación ‘a caballo’ entre ésta y las necesidades de los usuarios a las que tratamos de atender, hacen más comprensible la desorientación que, en algunos casos, muestran los responsables de ciertas asociaciones. Las duras condiciones del mercado laboral, articuladas por multitud de factores que escapan absolutamente al control de estos profesionales, hacen de la suya una tarea desalentadora. Es necesario tener una meta que nos marque la orientación a seguir, pero no es práctico evaluar desde el punto de vista de un objetivo marcado de acuerdo a una situación hipotética que no se corresponde en modo alguno con la realidad de la población a la que nos enfrentamos –ni con indicadores que responden a factores radicalmente incontrolables-. A la postre, todo ello conduce a no trabajar totalmente de acuerdo ni a la situación hipotética establecida a priori (objetivo), ni a la situación real (actuaciones necesarias).

El diseño de unos objetivos basados, no tanto en la consecución de la inserción laboral, como en el conocimiento previo de la población con la que trataremos -atendiendo siempre a su inserción-, permitirá que éstos sean más precisos, adecuados y realistas. Ahora bien, la incertidumbre que provoca ‘nadar entre dos aguas’, es decir atender a los indicadores que suponemos más ‘valorados’, al tiempo que a algunos de los que consideramos no tan ‘evaluables’, pero sí ‘necesarios’, debemos resolverla de algún modo. Es decir, puesto que nuestras actuaciones estarán sujetas a revisión, aconsejamos, de forma consensuada y coordinada, la elaboración de nuevos indicadores (como instrumentos que permitan la ‘evaluabilidad’) que atiendan lo más fielmente posible a unas actuaciones tan básicas como lo será el propio ‘empleo’ en un nivel ulterior. En definitiva, se trataría de dar un ‘valor’ a esta necesidad palpable de trabajar habilidades que se situarían en un primer estadio de inserción, sin necesidad de justificación a través de criterios ajenos

Al hilo del diagnóstico presentado, parece necesario la unificación de criterios, así como la coordinación y planificación conjunta de nuevas líneas de actuación que, al tiempo que enlazan con la situación anterior, sean capaces de dar respuesta al nuevo panorama que se avecina. Todo ello es presentado por los actores implicados en el trabajo con la ‘población IMI’, como una necesidad a la que se debe dar una pronta respuesta; y la forma práctica de hacerlo estaría encarnada en la figura de la ‘red local’

Sobre todo en los últimos años, se han destacado mucho algunas de las ventajas del trabajo en ‘red’, tanto en el interior de las organizaciones como entre ellas. Las potencialidades que alberga esta forma (o estructura) son muchas y de gran profundidad; pero para que todo ello no quede más que en una serie de medidas informes e incontrolables, que sólo atiendan nominativamente a lo que se pretende, necesitamos de un trabajo previo intensivo y extensivo

El consenso de objetivos (generales y específicos) comunes, basado en un estudio pormenorizado de situación y la experiencia con que contamos, ha de ser el punto axial que guiará nuestros ulteriores pasos. Es decir, como sabemos, la consecución de la ‘red local’ en ningún caso es un objetivo (fin) en sí mismo, sino que es un instrumento útil (medio para conseguir dicho fin) sólo en la medida que sea capaz de maximizar nuestra eficiencia.

Así, una vez establecido este consenso fundamental, podremos comenzar a planificar nuestras medidas de actuación. Distingamos analíticamente en este sentido dos tipos de medidas, plenamente interrelacionadas en la práctica, que nos permitirán ver facetas distintas del ‘funcionamiento en red’. Así, por un lado, habremos de tener en cuenta el diseño de aquellos elementos que se refieren más específicamente a la propia coordinación interna de las partes, y, por otro, al que estaría más directamente relacionado con la respuesta práctica, igualmente coordinada, a las demandas del usuario.

Recordemos que uno de los objetivos generales más importantes para la presente campaña, será el de dar respuesta a un ‘nuevo perfil’ más ‘desestructurado’ que el de años anteriores. Por las dificultades añadidas que entraña la inserción de este tipo de población, a propuesta de las propias entidades locales, la Comunidad de Madrid, con la entrada del nuevo ‘Plan contra la Exclusión’ contempla la posibilidad de conceder Proyectos de más larga duración. Con ello se pretende dar más tiempo y continuidad al trabajo con estas personas para que puedan alcanzar, con mayor probabilidad de éxito, su inserción, en definitiva, en el mercado laboral (recordemos que para la Consejería de Servicios Sociales el ‘empleo’ sigue ocupando un papel central en este sentido). Así, la planificación adecuada y justificada de plazos realistas es un punto de gran importancia. Pero, además, sería deseable en los casos que así lo requieran, garantizar una cierta continuidad en el difícil proceso de inserción –precisamente la implementación de una red compuesta de entidades capaces de complementarse también en el tiempo, es una de las ventajas que consideramos más a tener en cuenta, pues significa dotar a nuestro trabajo de una flexibilidad que hasta ahora recaía casi exclusivamente en los propios objetivos-.

Ahora bien, para que dicha continuidad tenga una utilidad real (sentido), debemos dotarla de una orientación práctica clara (tanto para nosotros, como para el propio usuario –pues, como veremos, es esencial, en pro de su motivación e implicación, que comprenda y se sienta partícipe de unos fines comunes-). Dicha orientación asequible y no contradictoria estará guiada en todo momento por una serie objetivos progresivos que, recordemos, deben ser trazados previamente. Los propios usuarios entrevistados, reclamaban en algunos casos esa participación consciente y reflexiva en base a una orientación deseada. Precisamente es aquí donde, consideramos, adquiere sentido pleno el proceso de ‘acompañamiento’, el cual se convertirá, previsiblemente, en un punto muy a tener en cuenta con la entrada de la RMI. Así, los ‘itinerarios personalizados’ (individuales y grupales) con distintos niveles, parecen ser los marcos donde podremos traducir esta serie de premisas.

Dicho esto, retomemos una idea que ya fue tratada en páginas anteriores, y que nos parece de vital importancia en lo tocante al futuro próximo de los Proyectos. Como sabemos, nos encontramos en un punto de inflexión en el cual la ‘obligación’ a participar desaparecerá en la mayoría de los casos14. Esto significa que muchos de los usuarios que antes acudían a los Proyectos ‘por miedo’, ahora pueden dejar de asistir a los mismos. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, el aprovechamiento y la motivación de una persona en la que perdure un sentimiento de obligación y rencor, no tienen punto de comparación con los mostrados por aquellos participantes que acceden y permanecen en los Proyectos voluntariamente.

Así, se abre un panorama, que deja del lado de las entidades implicadas en el proceso de inserción a través de actuaciones de esta naturaleza, una tremenda responsabilidad. Conseguir que los usuarios acudan, no ‘por miedo’ a perder la prestación económica, sino por ‘iniciativa’ propia, es un reto ineludible para el que debemos estar bien preparados antes de la puesta en marcha de la RMI. Este punto ‘de inflexión’, al tiempo, debe ser para nosotros ‘de partida’, pues comenzamos una andadura no exenta de dificultades, en la que trataremos de incentivar la participación desde una perspectiva que, procuraremos, sea percibida de forma nueva y distinta.

Para conseguir llevar a buen término nuestro propósito, y esto es esencial, necesitamos preparar adecuadamente el terreno. Es decir, el diseño conjunto de un plan estratégico previo, cuidado y sopesado, redundará en una más fácil y menos problemática puesta en marcha. El trabajo en red requiere de una coordinación ágil y de un intercambio de información fluido, que sólo conseguiremos habiéndolo dispuesto con anterioridad.

De cara a la población a la que pretendemos atender, será necesario hacerle llegar un mensaje compartido, claro y preciso. Cuanto más sencillo sea éste, menor será el efecto distorsionador que sin duda se produce en un fenómeno tan poco controlable como es el de la transmisión oral entre los usuarios. Recordemos que es, precisamente en los ‘perfiles’ con mayor grado de ‘desestructuración’, donde las interpretaciones manejadas en el seno del grupo funcionan de una forma más ‘monopolística’. En este sentido, el potente fenómeno del ‘contagio’ motivacional que se produce en el seno de ciertos colectivos bien definidos, debemos saberlo encauzar adecuadamente en los ‘itinerarios grupales’. La presentación (‘publicidad’) de los Proyectos por parte de un ‘igual’ participante en campañas anteriores, o, incluso, a través de la mediación de personas ‘clave’ (recordemos que algunas de estas personas muestran especial respeto por ciertas ‘figuras’ ajenas al ámbito que nos ocupa), pueden ser medidas a tener en cuenta en esta línea.

Pero para que este ‘mensaje’, basado en incentivos positivos, sea eficiente, debemos atender a dos pilares que han de sostenerlo. Por una parte hablaremos de su adecuada difusión, pero por otra, no descuidaremos en modo alguno el ‘contenido’ de lo que ofrecemos.

Sólo a través de una cuidada y continua campaña de publicidad y, sobre todo, de información, conseguiremos transmitir a los potenciales usuarios de los Proyectos la utilidad de los mismos para su ‘proyecto de vida’. El diseño de dicha campaña deberá atender siempre a los objetivos de fondo, y a la ‘oferta’ real (no ‘engañosa’) que pondremos a disposición de todo aquel que participe. En este sentido, lo deseable es que ésta sea lo suficientemente abierta y flexible como para incorporar nuevos elementos que puedan ir surgiendo a lo largo de la misma, que favorezcan la ‘imagen’ que pretenderemos difundir.

Precisamente, la ruptura con la idea de ‘IMI-obligación’, requerirá de la utilización por nuestra parte de nuevos conceptos no fácilmente interpretables, en lo posible, desde la óptica anterior. Es decir, lo que trataríamos es de utilizar el menor número de elementos comunes que sirviesen de ‘nexo’ entre la idea de IMI y los nuevos Proyectos de inserción. Lo cual, no quita en absoluto, para que sigamos empleando de fondo algunos de los contenidos que, como vimos, mejor valoraban los usuarios.

La transmisión de la información, no sólo de forma adaptada y asequible a los distintos ‘perfiles’, sino además claramente respetuosa con las inquietudes del perceptor, no es contradictoria con un uso lícito de la ‘retórica’. Persuadir a los usuarios de los pasos que, consideramos, sería adecuado siguiesen, con el fin de lograr conjuntamente los objetivos de fondo, ha de ser una herramienta no desdeñable desde el punto de vista del trabajo hacia la inserción. Sin embargo, reiteramos que dicha herramienta deberá utilizarse de forma responsable y respetuosa (recordemos que estamos ‘acompañando’ al usuario hacia su ‘autonomía’), con el solo propósito de mostrar nuevos horizontes o puntos guía hacia los que encaminarse. “(…) Se trata de tomar decisiones de forma participada acerca de los diferentes pasos que se deben ir dando, tratando de que el usuario perciba que se el apoya en todo momento y respeta su voluntad” (Comunidad de Madrid. Septiembre de 2001., p.74).

Por otro lado, en un frente distinto de la campaña de publicidad e información propuesta, sería deseable atender en lo posible, y en coordinación con otras entidades, a la ‘sensibilización’ de ciertos sectores de población plenamente integrados, pues son éstos los que, en definitiva, constituyen una de las barreras más decisivas en el proceso de inserción. El trabajo de ‘imagen’ e ‘incentivos positivos’ que, de cara al empleador, habría que emprender, aunque presumiblemente excedería las competencias y posibilidades de nuestras entidades locales, en modo alguno es ajeno a nuestros intereses. Así, toda medida que pudiera tomarse en este sentido, debe ser aprovechada al máximo por nuestra red.

Pero, como ya advertimos, no sólo se trata de ‘saber vender’ el producto, sino que, además, éste debe responder adecuadamente a lo que se ofrece, pues, en principio, pretendemos que la nuestra sea una ‘imagen’ sólida y sostenible. Para lograr una adaptación más precisa de los Proyectos al colectivo al que nos dirigimos, fueron presentados en páginas anteriores un buen número de elementos que, en modo alguno, trataremos de repetir aquí de forma sistemática y pormenorizada. Sin embargo, dichos elementos habrán de ser tenidos en cuenta a la hora de dar cuerpo a unos Proyectos que, desde la Consejería, se valorará sean ‘a la carta’.

Proponemos así, atender desde un primer momento a uno de los factores de más amplia aceptación entre los usuarios participantes. El apoyo y el refuerzo positivo, los cuales alimentan la autoestima y la confianza al tiempo que la motivación son, como vimos, piezas clave en el difícil proceso de inserción, pero típicamente relegadas a lo implícito. Trabajarlas explícitamente en el diseño de nuestros Proyectos, a la par que la reflexividad de los perceptores, añadirá un ‘valor’ que será básico para ir cimentando sobre él. “Este contacto personal irá desde el apoyo emocional, la escucha, la intervención socioeducativa personal o familiar, cambio de hábitos, actitudes, superación de problemas, desmotivación y otros” (Comunidad de Madrid. Septiembre de 2001., p.74).

Por otro lado, consideramos interesante la posibilidad de elaborar Proyectos amplios que comprendan en su seno varios niveles15, integrados bajo una misma perspectiva. Con ello nos será más fácil conseguir, a través de unos contenidos ‘completos’, una orientación que procuraremos sea en todo momento clara y palpable (sobre todo para el participante). Además, al tiempo, intentaremos dotarlos de una ‘dinámica interna hacia el empleo’ mediante conexiones con:

  • el mercado laboral: exploraremos dicho mercado en busca de las ocupaciones con mayores probabilidades de convertirse en una ‘salida’ factible; y,

  • el ‘empleo social’: “(…) si se desea aumentar el contacto de los colectivos excluidos con el mercado de trabajo y mejorar su cualificación, debería hacerse un esfuerzo por potenciar el empleo social como una vía de aunar integración, empleo y cualificación” (Comunidad de Madrid. Septiembre de 2001., p.21).

En cualquier caso, explícitamente16, siempre dejaremos abierta la puerta de acceso al mercado de trabajo, siendo conscientes de las propias limitaciones que implican los diferentes niveles en que, a nuestro entender, se encuentran los usuarios. En definitiva, nuestra labor se centraría en ‘acompañarles’ y apoyarles en el difícil camino de su inserción laboral y social.

Para finalizar, sólo resta expresar nuestra voluntad de apertura hacia ulteriores actualizaciones de esta serie de propuestas, en base a la respuesta dada por los actores inmediatamente implicados en la ‘red local’ que se encargará de poner en marcha los Proyectos de la próxima campaña. Así, procuraremos que este proceso de comunicación y dialéctica continua forme parte consustancial de ésta, nuestra red.


Anexo

Entrevistas abiertas realizadas:

E.1.- Entrevista: Mujer. Familia monoparental. Soltera. Joven. Con hijos pequeños. Sin experiencia laboral reconocida. Sin estudios. No perteneciente a etnia gitana. No asistente a Proyectos.

E.2.- Entrevista: Mujer. Familia monoparental. Viuda. Edad media. Con hijos pequeños. Sin estudios. Sí asistente a Proyectos.

E.3.- Entrevista: Mujer. Inmigrante extranjera (dominicana). Familia monoparental. Con hijos pequeños. Con experiencia laboral (trabajo doméstico). Sin estudios. Vivienda alquilada. No asistente a Proyectos.

E.4.- Entrevista: Hombre. Familia nuclear. Con hijos pequeños. Etnia gitana. Tiene un hijo pequeño con problemas de salud. Joven. Con poca experiencia laboral reconocida. Sin formación. Sí asistente a Proyectos.

E.5.- Entrevista: Hombre. Familia nuclear. Con hijos pequeños. No perteneciente a etnia gitana. Problemas de salud físicos (invalidez parcial). Edad media tardía. Con poca experiencia laboral reconocida. No asistente a Proyectos.

E.6.- Entrevista: Hombre. Hogar unipersonal o de convivencia con la madre. No perteneciente a etnia gitana. Problemas con la justicia y deudas. Separado. Poca experiencia laboral reconocida. Graduado escolar. Edad media. Sí asistente a Proyectos. Actualmente fuera del IMI.

E.7.- Entrevista: Hombre. Hogar unipersonal. No perteneciente a etnia gitana. Soltero. Experiencia laboral reconocida. Edad media tardía. Sí asistente a Proyectos.

E.8.- Entrevista (grupal): Mujeres. Familia monoparental. Jóvenes y de edad media. Con hijos pequeños y medianos. Sin estudios o con graduado escolar. Con muy poca o ninguna experiencia laboral reconocida o muy poca. Etnia gitana. Sí asistente a Proyectos.

E.9.- Entrevista: Mujer. Familia monoparental. Divorciada. Edad media. Con hijos pequeños y medianos. Con formación. Problemas psicológicos (recibió malos tratos en el pasado), y con una niña enferma. Sí asistente a Proyectos.

E.10.- Entrevista: Hombre. Hogar unipersonal. Media edad. Con experiencia laboral reconocida. Problemas con la droga, con la justicia y de salud (físicos). No asistente a Proyectos.

E.11.- Entrevista: Hombre. Familia nuclear. Casado. Con hijos medianos no perteneciente a etnia gitana. Edad media tardía. Con experiencia laboral reconocida. Con formación. Sí asistente a Proyectos.

E.12.- Entrevista: Hombre. Familia nuclear. Con hijos pequeños. No perteneciente a etnia gitana. Problemas de salud psíquicos. Edad media tardía. Sí asistente a Proyectos.

E.13.- Entrevista (grupal): Jóvenes adolescentes de ambos sexos. Pertenecientes y no pertenecientes a etnia gitana. Pertenecientes, la mayoría de ellos, a familias que actualmente se encuentran en el Programa IMI.

E.14.- Entrevista: Hombre. Inmigrante extranjero (marroquí). No regularizado (era su mujer la que figuraba como titular IMI). Cabeza de familia nuclear. Casado. Con hijos pequeños. Edad media. Con experiencia laboral reconocida. Con formación. Vivienda alquilada. Sí asistente a Proyectos.

E.15.- Entrevista: Mujer. Familia monoparental extensa (vive con sus hijos y su madre). Soltera. Edad media. Con hijos pequeños y medianos. Con formación. Problemas psicológicos (recibió malos tratos en el pasado), y con una niña enferma. Sí asistente a Proyectos.

E.16.- Entrevista: Hombre. Hogar unipersonal. No perteneciente a etnia gitana. Soltero. Experiencia laboral reconocida. Edad media tardía. Sí asistente a Proyectos.

E.17.- Entrevista: Hombre. Hogar unipersonal. No perteneciente a etnia gitana. Problemas con el alcohol y deudas. Separado. Experiencia laboral reconocida. Con formación. Edad media tardía. Sí asistente a Proyectos.

E.18.- Entrevista: Hombre. Familia nuclear. Con hijos pequeños. Etnia gitana. Edad media. Sin experiencia laboral reconocida. Sí asistente a Proyectos. Actualmente fuera del IMI.


Bibliografía de apoyo

  • CAM. El Ingreso Madrileño de Integración / 6. Primera Evaluación. Comunidad de Madrid. Conserjería de Integración Social. 1993. Madrid.

  • CAM. El Ingreso Madrileño de Integración / 7. Los Proyectos. Comunidad de Madrid. Conserjería de Integración Social. 1993. Madrid.

  • CAM. Los Proyectos IMI, Comentarios teóricos y resultados prácticos. Comunidad de Madrid. Conserjería de Integración Social. 1994. Madrid.

  • CAM. Manual de procedimiento de la gestión del programa "Ingreso Madrileño de Integración". Comunidad de Madrid. 1997. Madrid.

  • CAM. Plan contra la Exclusión de la Comunidad de Madrid. Diagnóstico y Medidas de actuación. Primer borrador. Comunidad de Madrid. Septiembre de 2001. Madrid.

  • CÁRITAS. Plan Nacional para la Inclusión Social. Propuestas de Cáritas. Documento de Trabajo. Cáritas Española Editores. Junio de 2001. Madrid.

  • CEMYC. La inserción sociolaboral de los inmigrantes extranjeros residentes en Usera y Villaverde. Fondo Social Europeo, Comunidad de Madrid y Asociación Proyecto San Fermín. 2001. Madrid.

  • GAVIRIA, M., M. LAPARRA y M. AGUILAR. Revisión del Programa de Ingreso Madrileño de Integración 1990-1994. Comunidad de Madrid. Conserjería de Integración Social (Mines). 1995. Madrid.

  • SERRANO, A. y ARRIBA, Ana. ¿Pobres o excluidos? El Ingreso Madrileño de Integración en perspectiva comparada. Colección igualdad. Volumen XII. Fundación Argentaria. 1998. Madrid.

  • VEGAS, J. “La población inmigrante del Programa del Ingreso Madrileño de Integración (I.M.I)”, en OFRIM SUPLEMENTOS, Diciembre de 2000. Madrid.

1 Como se verá, NO se corresponde estrictamente con el “marco” u “objetivo general” perseguido por las entidades involucradas en el estudio.

2 Desde un comienzo, en el marco de un ‘contrato’, Servicios Sociales acuerda con los ‘usuarios IMI’ que la percepción de la ayuda económica está supeditada a la participación en los Proyectos a que sean derivados. Al parecer, con la entrada en funcionamiento de la RMI, esta situación puede modificarse.

3 De acuerdo con el artículo 38 de la Orden 178/1991 de 22 de marzo, de la Consejería de Integración Social, “los Proyectos de Integración deberán (...) recaer sobre una o varias de las siguientes actividades:

1- Formativas (...) -las que denominaremos aquí: de Tipo 1-.

2- Ocupacionales (...) -o de Tipo 2-.

3- Laborales (...) -o de Tipo 3-”.

4 Ver anexo de ‘entrevistas abiertas realizadas’.

5 El hecho de tener hijos que mantener se convierte en un problema añadido que se sitúa en un plano algo diferente al de la ‘edad’; pues mientras ésta es un factor que imposibilita el acceso al empleo, el hecho de tener que mantener un hogar numeroso, sin embargo lo convierte a éste en un requisito muy urgente en algunos casos.

6 No confundamos esta serie de argumentaciones, con un sentimiento unilateral de rechazo hacia toda aquella ayuda procedente de Servicios Sociales. De hecho, algunos de los usuarios agradecen la preocupación que desde esta institución se toman ciertas ‘asistentas’ sociales. Sin embargo, esto no quita, para que la imagen de los Servicios Sociales en su relación con el IMI y los Proyectos aparezca, en general, bastante perjudicada.

7 Aparece en muchos de los entrevistados una confusión clara entre las distintas instituciones y servicios que dan cuerpo a dichas políticas de protección social.

8 Recordemos que la precariedad del mercado laboral en general, se hace aún más acuciante en estos sectores de población. La tremenda inestabilidad de los contratos o los exiguos sueldos que dicho mercado les ofrece, hacen, en muchos casos, inviable su autonomía económica. Así, se ven abocados a permanecer largos periodos de tiempo en Programas como el IMI.

9 Se refieren principalmente a los cursos promovidos por el IMEFE.

10 En cualquier caso, aquellos usuarios que están en posesión del Graduado Escolar, cuentan con una oferta más amplia de cursos entre los que poder elegir.

11 Aunque es un extremo aún por confirmar, previsiblemente dicha ‘obligatoriedad’ se ceñirá a ‘titulares’ del nuevo Programa.

12 Ver SERRANO, A. y ARRIBA, A. (1998).

13 Ver Artículo 35: Proyectos de Integración, en el Capítulo II del Texto articulado del Anteproyecto de Ley de Rente Mínima de Inserción de la Comunidad de Madrid (Comunidad de Madrid. 2001).

14 Al parecer, serán los ‘titulares’ los que continúen más ligados a dicha ‘obligatoriedad’.

15 Dichos Proyectos podrán ser diseñados e impartidos conjuntamente y de forma coordinada por varias asociaciones, de forma que se atienda adecuadamente a la continuidad que siempre ha de haber entre los distintos niveles (con el fin de que los usuarios no queden ‘descolgados’ del proceso de ‘acompañamiento’). A pesar de la orientación palpable y ligazón que debe existir entre los diferentes niveles, consideramos necesario que éstos sean ‘niveles estancos’, en el sentido de evitar la coincidencia de ‘perfiles’ muy heterogéneos, en cuanto a grado de inserción se refiere.

16 Para así evitar en lo posible que los usuarios identifiquen los cursos o Proyectos como un obstáculo que han de superar forzosamente para que les sea permitido acceder al empleo.



Volver al sumario Avanzar a la nota siguiente Volver a la portada para suscriptores