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Edición electrónica

Edición N° 26 - invierno 2002

La ciencia y la técnica como instrumentos para la dominación racional del mundo: el caso de los alimentos transgénicos

Por:
Armando Gamarra
*
(Datos sobre el autor)


EL PACTO FAUSTIANO ENTRE CIENCIA E IDEOLOGIA NEOLIBERAL

El funcionamiento de la ciencia en los países industrializados es muy diferente del modo como ésta opera en los del Tercer Mundo. En los primeros, la ciencia es una institución social sólidamente asentada, motivo por el cual no es de extrañar que durante la segunda mitad del Siglo XX haya acompañado las tendencias políticas y económicas de esas sociedades. La preeminencia de la ideología social demócrata en esos países, no ha impedido que la ciencia sufra un marcado giro economicista. El estudio de las derivaciones políticas globales de estas tendencias; en esencia la instrumentalización de la ciencia como parte del sistema de dominación que los países avanzados han impuesto a los subdesarrollados, es muy importante. En los países subdesarrollados, en cambio, la ciencia prácticamente no juega ningún papel. A pesar de ello, el asunto de su utilización con fines no científicos es de gran interés, ya que son los países periféricos quienes sufren con máxima intensidad los efectos de estas políticas.

En términos muy generales, se puede decir que, a partir de la Segunda Guerra Mundial, se han establecido y coexisten dos sistemas de generación de conocimiento científico y gestión de la ciencia 1: Uno clásico y otro, que podemos llamar postmoderno, que empieza con la Segunda Guerra Mundial. En el primero, el acceso a las corrientes principales del conocimiento y la idoneidad científica se basa en un largo proceso de adiestramiento centrado casi enteramente en las universidades. En este modelo, la gestión de la ciencia se cimienta en una jerarquía estrictamente científico-académica y, en general, los investigadores se mantienen aislados de los movimientos políticos, sociales y económicos externos al ámbito universitario. Esta es la manera según la cual se desarrolla la investigación científica en la Argentina, donde el corporativismo y la política de aislamiento se justifican con el argumento falaz de que los científicos necesitan de un ambiente aséptico para desarrollarse.

El segundo régimen de generación de conocimiento científico no es, pues, del todo nuevo; sin embargo, en los últimos 20 años ha adquirido un carácter dominante. Lo que identifica a este modo de investigación científica, es la intrusión, en la administración de la ciencia y en la mente de los investigadores, de las categorías y los discursos característicos de la economía fundamentalista de mercado, como ser: mercadeo, bolsa, patentamiento, secreto comercial, etc. A pesar de que estas categorías conviven malamente con el ethos de la ciencia clásica, los investigadores las han aceptado porque les resultan útiles a la hora de justificar decisiones estrictamente monetarias con las cuales ellos también ganan. Esta alianza entre ciencia y economía de mercado ha promocionado avances científicos significativos, es cierto, pero sólo en áreas que son económicamente atractivas para las grandes empresas. Sin embargo, todo indica, que el entusiasmo de los grupos financieros por la ciencia no es solamente cultural, sino que esconde el propósito de utilizarla para imponer su ideología neoliberal en el mundo.
Como consecuencia del triunfo de esta estratégia a nivel mundial, y a pesar del arrollador avance científico, la humanidad en su conjunto está sufriendo terribles daños y su propia existencia está en peligro. Por otro lado, los científicos, al aceptar acríticamente teorías económicistas de escaso o nulo valor científico y dejar vía libre a los intereses financieros, no solamente han subvertido los valores tradicionalmente asociados con la ciencia, sino que han permitido que los nuevos actores: los poderes economicos y militares, hayan terminado por convertirse en la autoridad última de las decisiones.

En este nuevo contexto, el rol de los científicos, de ser central, ha pasado a ser subsidiario. Las decisiones científicas básicas no vienen motivadas por la racionalidad valorativa, centrada en la búsqueda de la verdad y el deseo de mejorar la condición humana; sino por la racionalidad instrumental. La racionalidad instrumental es una visión sesgada y pobre de esta categoría, pero es muy ventajosa para estructurar un discurso, que llamamos el discurso dominativo racional con base en la ciencia, del cual hablaremos más adelante.

Decíamos que, como resultado de los espectaculares avances científicos, la comunidad científica de los países centrales ha adquirido un gran predicamento y desempeña una función social muy importante. En realidad, la ciencia ha acabado por dominar el modo de percibir el mundo y sus problemas, no sólo por parte de los científicos mismos, sino del gran publico también. La confidencia de la gente en la racionalidad de la ciencia, ha hecho que cualquier discurso cientificista (acompañado de estrategias de marketing cuando es necesario) baste para que pasen a ser aceptadas como una componente esencial del imaginario social teorías, como las libremercadistas, de dudosa calidad científica.

En el “Fausto”, la mas conocida de las obras de Goethe, el personaje principal: Fausto, es un hombre dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su alma, por ampliar el conocimiento humano; tanto que acaba por hacer un pacto con el Diablo para alcanzar la sabiduría. Con la ciencia del Siglo XX ha ocurrido algo semejante; ante la necesidad de disponer de equipamiento cada vez mas sofisticado, de grandes capitales y dado el dominio que los intereses financieros ejercen sobre las instituciones del mundo; la ciencia ha terminado por establecer un pacto faustiano con la economía neoliberal. La metáfora no es antojadiza, puesto que, en efecto, el balance histórico global del siglo XX muestra que sus avances científicos han quedado concentrados en unos pocos países y se han conseguido al precio de una degradación humana en otros nunca antes vista en la historia.
Centenares de millones de personas en los países subdesarrollados están siendo virtualmente exterminadas por el modo en que los neoliberales pretenden organizar la vida económica del mundo. Es claro, pues, que la ciencia postmoderna, siendo parte importante de las políticas económicas que han llevado a tal desastre, no sólo ha sufrido una grave devaluación moral sino que ha perdido autonomía y se ha convertido en funcional a los procesos de dominación y control diseñados por los países centrales.

El papel de racionalizador que los neoliberales han previsto para la ciencia, se basa en que la mayoría de la gente (incluidos la mayoría de los científicos), supone erróneamente que la argumentación científica siempre es lógica, racional, libre de valores y, además, infalible. El lego, pero no sólo él, acepta lo que los científicos le dicen con el mismo espíritu de asombrosa credulidad con que anteriormente aceptó las especulaciones teológicas del brujo o del sacerdote. Está convencido de que tiene que creer en la ciencia no por el peso de la evidencia empírica, sino por la autoridad intelectual del experto.
Estas convicciones son completamente falaces y se pueden demoler con la ayuda de la epistemología de la ciencia; sin embargo, no es necesario, con el sentido común se consigue lo mismo. En efecto, sabemos que incluso el grupo humano más dedicado e incorruptible no es inmune a las falacias colectivas y a los espejismos masivos. El ejemplo mas patente de esto lo constituye el caso de los científicos de la Alemania nazi, muchos de los cuales se prestaron a justificar la implantación del racismo y la eugenesia como políticas de estado con argumentos científicos. Por tanto, la ciencia y la técnica se pueden usar para justificar cualquier tipo de atrocidades.

En este caso particular, el nazismo se limito a darle fuerza de ley a políticas que los científicos ya habían considerado como racionales y justas. En el mismo sentido, los “mecenas” neoliberales, han conseguido justificar legalmente medidas altamente inmorales, con el solo argumento de que están avaladas por la racionalidad y la lógica de las ciencias económicas. Así, pues, en la alianza fáustica entre la ciencia y la ideología neoliberal, la ciencia se ha convertido en el Fausto.

Este pacto faustiano ha contribuido también a la instauración de lo que el intelectual servio Gosovic 2 llama la Hegemonía Global Intelectual- HGI. Con la ayuda de la racionalidad de la ciencia y el poder económico como actores centrales y los medios masivos de comunicación, la utilización de un lenguaje tecnocrático y técnicas de mercadeo, como actores secundarios; la coalición ciencia-economía neoliberal ha ido evolucionando hasta instituirse como un imperialismo explicativo “científico” único del mundo. La hegemonía global intelectual constituye un instrumento esencial, sea para anular el pensamiento critico, el disenso y la oposición, sea para favorecer el proceso de globalización neoliberal centrado exclusivamente en los intereses financieros.
Hay que reconocer que la estrategia de ataviar a la ideología liberal de un carácter supuestamente científico, ha sido exitosa y se ha convertido en un arma tremendamente eficaz a la hora de deslegitimizar la critica social y el rol de la política en los procesos de desarrollo. El objetivo último del discurso hegemónico es lograr que la opinión publica del mundo acepte sin objetar las recetas y prescripciones del Banco Mundial y el FMI: disciplina fiscal, privatización de firmas estatales, liberalización del comercio externo y patente de corzo para los banqueros.


La ingeniería genética, la tecnología del ADN recombinante y los alimentos transgénicos

Los Alimentos Transgénicos o Genéticamente Modificados- AGM, son vegetales o animales cuya constitución genética ha sido modificada artificialmente con el fin de incluir genes adicionales a su patrimonio genético original, de manera tal que sus descendientes pueden heredar estos genes como si fueran propios.

La esencia del proceso consiste en introducir segmentos de ADN (Ácido Desoxiribo Nucleico) de una clase de células en el ADN de otra especie celular. Cuando las células de la segunda especie se dividen, los segmentos que contienen el nuevo ADN se duplican también y, de esa manera, acaban siendo transferidos a las células hijas. Lo que se consigue de esta manera es una amplificación selectiva de un gen entero o de un fragmento particular de ADN.

Los organismos así obtenidos: células bacterianas, animales o vegetales, se llaman: organismos transgénicos. Cuando estas plantas o animales se destinan a la alimentación humana o animal, estamos en presencia de los alimentos transgénicos.

LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS Y LOS DERECHOS DE LOS AGRICULTORES

El tema de los alimentos transgenicos tiene muchas facetas y es interesante por si mismo, pero aquí sólo lo utilizaremos como un ejemplo paradigmático de la utilización de lo que denominamos: el sistema de Dominación Racional. Como era de esperarse, en los países avanzados y, también, en el Brasil, se ha desatado una gran discusión sobre la cuestión de los AGM. En cambio en la Argentina, el tercer país productor de transgénicos, ni se habla del asunto. Es satisfactorio que se haya abierto el debate, ya que no existe ningún campo de la ciencia y la tecnología que impacte tanto sobre las vidas de los ciudadanos como los avances de la genética. Hay dos bandos enfrentados: grupos de ecologistas que se oponen al uso indiscriminado de transgénicos y, del otro lado, las industrias transnacionales proveedoras de los AGM, como Monsanto o Cargill.

Hasta hace poco, los opositores centraban sus ataques en contra de los transgénicos en dos aspectos: (1) en sus posibles efectos perjudiciales para la salud humana y (2) en sus impactos nocivos sobre el medio ambiente. Sin abundar en argumentaciones científicas, resulta claro que no puede ser completamente inofensiva para la naturaleza ni para el hombre la aceleración y manipulación de procesos genéticos que, para alcanzar un cierto equilibrio, han requerido millones de años de evolución; Por tanto los temores están plenamente justificados. Sin embargo, últimamente, han surgido nuevas amenazas, más preocupantes aún que las anteriores, ya que tienen que ver con los derechos humanos de millones de personas y la autonomía alimentaria de los países. Estos peligros consisten en: severas restricciones a la autodeterminación de los agricultores de todo el mundo a disponer de sus propias cosechas, anulación de sus derechos de propiedad a las mismas y la apropiación de las especies nativas y de la biodiversidad con fines estrictamente comerciales y a favor de unas pocas compañías.

La preocupación por el impacto de estas tendencias no es especulativa y exagerada; al contrario, ya hay ejemplos concretos de que ellas pueden ser solo el preludio de males peores. La transnacional Monsanto ha entablado- y ganado en primera instancia- un pleito contra el agricultor canadiense Percy Schmeiser por cuestiones relacionadas directamente con los AGM. Ver más detalles en: http://www.percyschmeiser.com Monsanto acuso a Schmeiser de hurto y de infringir leyes de patentes a causa de que- señala la empresa- éste no hizo nada para impedir que sus plantas de colza fueran polinizadas accidentalmente con las semillas de una colza genéticamente modificada producida por la transnacional.

Lo absurdo del caso, es que las semillas de la colza transgénica de la Monsanto, no fueron utilizadas concientemente por Schmeiser, sino que llegaron a su campo transportadas por el viento, las aguas, los pájaros, las abejas o cayeron de los camiones que las acarreaban. Una vez en tierras de Schmeiser, se cruzaron con las plantas del agricultor y de esta unión nació una cosecha que consistía en colza GM y colza normal, esta última propiedad exclusiva de Schmeiser. A pesar de eso, el juez sentenció que no importaba la manera según la cual la colza transgénica llegó al campo; como las plantas de Scheismer fueron fertilizadas por las semillas transgénica de la Monsanto, toda la cosecha, aunque se trate de una combinación de la especie natural y la transgénica, pertenece a la compañía. Por lo tanto, debe pasar a su poder.

Este veredicto es altamente peligroso, puesto que, por motivos obvios, es prácticamente imposible evitar la contaminación de plantas normales con el polen de las transgénicas. Por consiguiente, queda abierta la posibilidad que, en principio, todas las cosechas del mundo podrían pasar a ser propiedad de las transnacionales productoras de semillas transgenicas.

El litigio entre Monsanto y el agricultor no es un caso aislado, algo semejante ha ocurrido en Dakota, USA, con la soja transgénica. Resulta, pues, que el peligro que se cierne sobre los pequeños agricultores del mundo es real. Para entender a cabalidad el asunto de los AGM, hay que situar el problema en un contexto más amplio; el tema está ligado a un acontecimiento que está pasando casi desapercibido: la Organización Mundial del Comercio está trabajando para implementar el llamado: Acuerdo Multilateral de Inversiones-A.M.I. La única función del AMI, es la de proteger a las empresas transnacionales contra la ingerencia de las leyes de los Estados nacionales y los derechos de las personas en sus transacciones.
El objetivo básico del AMI, es el de limitar o anular el accionar de todas las estructuras colectivas, instituciones, o países, que las transnacionales consideren capaces de entorpecer la lógica del mercado puro mundial. En la Argentina, la presión del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial para que se deroguen las leyes de Subversión Económica y la de Quiebras, con el único fin de liberar a los banqueros de cualesquier estorbo legal a sus maniobras, debe verse como un ejemplo altamente sugestivo de esas políticas.
El caso de Schmeiser es, pues, conmovedor no sólo por que, en muchos sentidos, representa una versión moderna de la batalla entre David y Goliat, sino porque es representativo de las calamidades que afectarán a la humanidad a partir de la inmoral y ciega alianza entre ciencia, técnica y negocios, originada en el anarco-capitalismo promovido por la ideología neoliberal.


La Ciencia y la Técnica como Instrumentos de la Dominación “Racional” del Mundo

El concepto de dominación racional, ha sido introducido en la teoría sociológica por Max Weber 3 como parte del andamiaje teórico que construyó para describir el origen y la naturaleza del capitalismo moderno. De acuerdo con Weber, parte, por lo menos, de la historia de Occidente, se puede explicarse como un continuo proceso de “racionalización”; entendiendo por “racionalización”, la puesta en vigor de la racionalidad medios-fines o instrumental. Sin embargo, nosotros emplearemos las categorías de “dominación”y “racional” en un sentido diferente al de Weber. Por tanto, el concepto de “dominación racional” como lo entendemos aquí, tampoco será el de Weber.

Weber enriqueció el debate en torno a la teoría marxista al distinguir: lo estrictamente económico, de lo relacionado con la economía, y estas dos categorías, de lo condicionado por lo económico. Por hechos estrictamente económicos, Weber entiende aquellas instituciones en las cuales el aspecto económico es lo único esencial y que han sido creadas de modo deliberado con esos fines.

La Racionalidad en Weber y en los Neoliberales

El termino “racionalidad” fue utilizado por Weber, en su libro Economía y Sociedad, con el fin de modelar o representar lo que él llamaba: “el tipo ideal” de actuación. Se trataba de describir las acciones que, según él, caracterizarían el comportamiento de las burocracias occidentales y de las instituciones del capitalismo avanzado.
Weber tenía una concepción dual, amplia y rica de la racionalidad. Según él, era necesario distinguir entre la “racionalidad instrumental” y la “racionalidad valorativa”. Definía a la primera como la capacidad de elegir los medios para llegar a ciertos fines. En cambio, un comportamiento es valorativamente racional cuando se efectúa de acuerdo con los deberes y las exigencias impuestas por los valores intrínsecos de la sociedad donde vive el agente. A pesar de que Weber insistió que ambos modelos de acción tienen la misma importancia y que no es posible reducirlos el uno al otro, o eliminar uno a favor del otro; los liberales argumentan que las dos acepciones de la racionalidad weberiana son antinómicas, lo cual es falso.

El concepto dual de racionalidad de Weber fue modificado por los economistas neoliberales 4. Estos empezaron por “olvidar ”, simplemente, todo lo que tenga que ver con la racionalidad valorativa; al mismo tiempo que diseñaron una versión de la racionalidad instrumental cuya única virtud es la de ser tremendamente útil para su programa político-económico. La hipótesis fundamental de esta versión, afirma que lo único que mueve a los individuos es el afán de lucro y la obtención de satisfacciones materiales.
A pesar de que hasta para el sentido común más elemental resultaría chocante, o, por lo menos, altamente extravagante, postular que el origen de una cualidad tan importante para la vida en sociedad como lo es la de ser racional, sea una pulsión patológica; los neoliberales no se han amedrentado. A esta pulsión la llaman “el individualismo metódico” y, según ellos, los individuos que la poseen tienen todo tipo de virtudes. Entre estas, la de ser racional por definición y la de poder tomar decisiones económicamente optimas a partir de la información de que disponen.

A partir de su tesis de racionalidad, los teóricos del libre mercado infieren un montón de cosas. Por ejemplo, que, es lícito utilizar a otras personas, a las instituciones o al medio ambiente como si fueran instrumentos en tanto y en cuanto sirvan para un fin económicamente racional. Esto es, todo puede ser utilizado como si fuese ganado, utensilios de trabajo o cosas cuando las consideraciones económicas lo requieren.

La versión neoliberal del concepto de racionalidad ha sido formalizada en la llamada: “Teoría de la Elección Racional”, la cual se ha convertido en el sustento esencial del llamado “enfoque economico” de la vida en sociedad y del mundo. A partir de los axiomas de este enfoque económico, los economicistas neoliberales han propuesto las más inverosímiles teorías; como la que “demuestra” que, de hecho, la esclavitud era buena para los esclavos. Mediante la utilización vergonzosa de un arsenal de especulaciones y dogmas no corroborados por la experiencia, los teóricos del lassez faire, han convencido a mucha gente de que las personas pueden adquirir las virtudes de los “maximizadores racionales de utilidad” únicamente en una economía de mercado libre
La investigación empírica ha demostrado, sin embargo, que la hipótesis de racionalidad no tiene ningún sustento empírico. Aparte de que tales teorías son incapaces de dar cuenta del altruismo, cualidad que se manifiesta incluso en los animales, se pueden hacer otras críticas demoledoras a las hipótesis básicas de la ideología liberal. Por una parte, la suposición de que los individuos poseen información perfecta y tiempos infinitos para tomar decisiones, es, obviamente, irreal. Por otra, los test experimentales han demostrado que, en la mayoría de los casos, la gente no mide correctamente lo que le conviene desde el punto de vista económico.
En el mundo real, no existe, pues, en ningún sentido, nada que mínimamente se parezca a los “maximizadores racionales de utilidad” de los neoliberales 5. Según el economista J.K. Galbraith, de la Universidad de Texas, los indicios empíricos contradicen por completo las principales premisas de la teoría neoliberal. Galbraith considera dicha desconexión entre teoría y realidad como prueba de un”..colapso tan completo y profundo de la teoría económica preponderante, que los economistas [neoliberales] sólo pueden ocultarlo negándose de entrada a discutir las cuestiones teóricas 6 ”.

En estas circunstancias, no es sorprendente de que el nuevo orden económico mundial basado en el libre mercado, no este dando los frutos que prometía, ni siquiera recurriendo al expediente de forzar a que la realidad a que se adapte a la teoría por medio de la fuerza, como lo hacen los teóricos del Banco Mundial y del FMI.

La insistencia en un tema, aparentemente tan teórico, filosófico y poco vinculado con nuestra realidad diaria, como el de la racionalidad en un ensayo como este, puede parecer fuera de contexto. Pero esto no es así de ninguna manera. En realidad, la hipótesis de racionalidad constituye uno de los fundamentos esenciales de la visión neoliberal del mundo y tiene efectos prácticos muy concretos. En efecto, esta visión, a través del “enfoque económico”, a pesar de su manifiesto carácter quimérico, ha sido canonizada por los economistas del Banco Mundial y del FMI y constituye su Biblia y recetario. Con semejante teoría a su disposición, los banqueros se pueden dar el lujo de afirmar que todas las medidas que imponen a los países subdesarrollados son científico-racionales. Resulta, pues, que la “inofensiva” teoría de la racionalidad afecta permanentemente nuestras vidas.

No se trata de que los especuladores financieros invoquen reflexivamente a la teoría de la elección racional a la hora de tomar sus decisiones. En realidad esta gente se mueve por impulsos viscerales y no sobre la base de teorías. Sin embargo, la posesión de una teoría que justifica su accionar como si fuera científico y racional, ha contribuido a acallar o minimizar las críticas en su contra. El razonamiento implícito según el cual los neoliberales justifican las más inmorales acciones, es mas o menos como sigue 5: Puesto que, por definición, el hombre es un maximizador racional instrumental de utilidad, solo debe preocuparse por los fines de sus acciones, no por los medios necesarios para llevarlas a cabo. En otras palabras, dado un fin financiero “racionalmente” justificable, cualquier medio para alcanzarlo es válido. Inversamente, piensan ellos, como el comportamiento guiado por normas éticas o morales nunca se orienta exclusivamente según los fines, es irracional (esta no es una conclusión nuestra, sino la de Elster 7, un sociólogo europeo muy conocido); como si la bondad y la solidaridad estuvierán sometidas a juicio y la “racionalidad” fuera el juez.

De estas consideraciones, se infiere que al maximizador racional de utilidad le está permitido todo. Puede decidir oportunísticamente y no necesitará subordinar sus intereses ni a las normas morales ni al derecho. Por consiguiente, sobornar, falsear datos, traicionar, practicar un capitalismo rapaz, etc., no son acciones intrínsecamente malas, sino qué, en el peor de los casos, deben verse sólo como “daños colaterales”, o “externalidades” racionalmente justificables.
Si estas conclusiones parecen exageradas, basta leer las confesiones del ex Presidente del Banco Mundial y Premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz 8 sobre cómo operan las entidades internacionales de crédito, para convencerse de que no lo son. En todo caso, con esos argumentos, con la ayuda de muchos investigadores de grandes universidades americanas y europeas, de instituciones como el Premio Nóbel de Economía – que desde su creación, sistemáticamente, ha premiado a los más conspicuos fanáticos del neoliberalismo: von Hayek, von Mises, Friedman, Samuelsón, Stiglitz y otros- y de los militares, si fuese necesario; los teoricos del Banco Mundial y el FMI han logrado imponer sus modelos y convencer a los dirigentes políticos del Tercer Mundo que sus decisiones no sólo son científicamente impecables, sino que se pueden justificar como si fueran “racionales”. Por ejemplo, von Mises decía que “si la realidad no se adapta a sus modelos, tanto peor para la realidad”.


La Dominación Racional

Según Weber, la “dominación racional” es un sistema formal, legal constitucional, basado exclusivamente en la racionalidad instrumental. El concepto de dominación racional que nosotros proponemos no es exactamente igual. En esencia, entendemos por dominación racional, la basada, por una parte, en el dominio de lo estrictamente económico sobre toda otra consideración y, por otra, en la racionalidad instrumental de la ciencia como herramienta justificatoria de decisiones. El sistema de dominación racional es una creación del liberalismo económico más radical, y ha sido diseñada con el fin de resolver un problema practico: el de justificar la aplicación del poder y de la fuerza del Estado y de las grandes compañías para legitimar acciones y/o decisiones económicas en favor de los grandes grupos financieros. El rol de la ciencia en este modelo es el de racionalizar decisiones estrictamente económicas; en el sentido de apuntalarlas por medio de argumentos basados en su supuesto carácter científico. La dominación racional y el discurso hegemónico intelectual global están relacionados entre sí a través de la racionalidad de la ciencia, pues esta hace de puente entre estos paradigmas y sirve como justificativo de ambos discursos.

La contribución de la ciencia a la dominación racional se entiende mejor en términos de las posturas de Marcuse 9 en relación con la ciencia. En su libro El Hombre Unidimensional, Marcuse describe la función de ciencia en la sociedad capitalista avanzada como limitada a reducir los problemas humanos a términos estrictamente técnicos. En estas condiciones, el aporte de la ciencia es exclusivamente instrumental, ya que sólo se ocupa de proponer instrumentos, sin referencia a la realidad social y su rol resulta complementario y subsidiario de la racionalidad económica. No obstante eso, y a pesar de su subsidiaridad, en un contexto dominado por intereses financieros, el papel de la ciencia, es importante puesto que pone a disposición del poder económico su predicamento, con la ayuda de la cual resulta muchísimo más fácil validar y hasta legitimizar decisiones. Con este apoyo, el liberalismo económico radical se ha asegurado que incluso medidas capaces de devaluar la condición humana hasta extremos nunca vistos en la historia de la humanidad, parezcan admisibles.

El concepto de dominación racional constituye un marco conceptual muy útil para el análisis de los problemas planteados por la imposición de las nuevas tecnologías de amplio impacto: genética, nuclear, armamentística, de marketing financiero y otras, en una postmodernidad dominada por el fundamentalismo de mercado. Esto se debe a que, lejos de ser avances estrictamente científicos, cuando son cooptadas por los ideólogos neoliberales, estas tecnologías se pueden transformar en las herramientas ideales para la “dominación racional” del mundo y esto es especialmente cierto en el caso de los AGM .

En efecto, por una parte, podemos ver que las leyes de protección de la propiedad intelectual, aplicadas a las patentes sobre alimentos transgenicos satisfacen plenamente la definición de Weber de lo estrictamente económico; en el sentido que ellas se crean y aplican haciendo total abstracción de cualquier otra consideración que no sea el crudo interes material de las empresas. Una prueba de ello es que, a pesar de su carácter manifiestamente antijurídico, se han aprobado en el parlamento de U.S.A. En realidad, estas leyes constituyen aberraciones legales por otra razón más: su objetivo último es la usurpación, con fines estrictamente comerciales, de un bien inalienable y de propiedad universal: la vida.


El debate sobre los AGM

Como ha pasado poco tiempo desde su implantación, todavía no se han demostrado en forma irrefutable las secuelas negativas a largo plazo del uso de los AGM; aunque tampoco se han podido descartar su posibilidad. El debate continua, pues, abierto. Sobre este tema se llevó a cabo en Edimburgo el año 2000 un simposio en el que participaron cerca de 400 expertos de todo el mundo, entre los cuales había representantes de grupos ambientalistas y ONG. Al final, el moderador, un Premio Nóbel de Medicina, el Dr. John Krebs, preguntó a la audiencia si había alguien que pudiera mostrar evidencias de que los transgénicos producen daños a la salud. Nadie respondió. Sin embargo, la pregunta de Krebs carece de sentido, ya que el tiempo transcurrido a partir de la aparición de los transgénicos, no es, de modo alguno, suficiente para dar respuesta a estas inquietudes. A pesar de eso, en un caso particular: el maíz transgénico de origen americano, el Parlamento Europeo sometió la cuestión a debate y, en una resolución, emitida en Estrasburgo el 9 de abril de 1997, vetó su utilización. Su argumento fue que: “ [en su uso] las presiones económicas y comerciales han prevalecido sobre las consideraciones de salud pública y de protección del medio ambiente”. Observemos que hubieran podido decir: En su uso ha prevalecido la dominación racional...., y el significado hubiera sido el mismo. Mas adelante, respondiendo, en cierto modo, a Krebs, expresa que: “ No existen [todavía] estudios profundos sobre los efectos a largo plazo de las manipulaciones genéticas y subsisten, en el caso del maíz transgénico, serias dudas sobre su seguridad.

También una Real Comisión sobre Modificaciones Genéticas en Agricultura y Medicina del gobierno de Nueva Zelandia 10, ha arribado a conclusiones semejantes. En esencia, la Comisión concluyó que las modificaciones genéticas deben prohibirse cuando representen un riesgo para los agricultores.

Estas prevenciones están en línea con el caso del agricultor canadiense, donde quedo demostrado indiscutiblemente que la implementación de AGM en manos de empresas monopólicas produce impactos negativos en las libertades y derechos de los productores agrícolas.


LA filosofía detrás de laS prácticaS de la clonación Y DEL LIBREMERCADISMO

Hasta aquí los aspectos científico-políticos. Desde el punto de vista filosófico, la teoría económica neoliberal y el dominio sobre toda la Biología de la tecnología de los AGM y la clonación de humanos, representan la culminación de la agenda reduccionista radical. En efecto, el reduccionismo neoliberal postula que todas las manifestaciones humanas son reducibles a fenómenos económicos, mientras que la pretensión del biológico es reducir la vida a sus manifestaciones fisicoquímicas. Ambos tienen de común su identificacion de los seres vivos con las máquinas. Según el reduccionismo biológico, el despliegue de todas las manifestaciones de la vida, incluyendo los sentimientos, las emociones y los valores, estarían determinados por la información contenida en el ADN. La replicación es considerada como el rasgo esencial de lo vivo y, por tanto, sólo los genes serían la esencia de la vida; las otras estructuras celulares sólo servirían como soportes del material genético.

El hecho de que la ciencia ha conseguido resultados espectaculares sobre la base de un enfoque estrictamente analítico, parece constituir un fuerte argumento a favor del reduccionismo. No obstante, también hay buenas razones para poner en duda este paradigma. En realidad, no hay casos demostrados de que el programa reduccionista haya tenido éxito. Por ejemplo, el logicismo, el intento de reducir toda la matemática a la lógica, no pudo cumplir ni siquiera el primer paso: solo las partes más elementales de la matemática se dejaron reducir a la lógica. Por otra parte, también es un hecho que, hasta ahora, ningún proceso biológico ha podido ser explicado en términos estrictamente físicos

La reduccionista, es, pues, una visión extremadamente simplificada e ingenua de los sistemas biológicos en general y del hombre en particular. En realidad, la naturaleza y las sociedades han demostrado ser históricas; lo cual significa que los fenómenos vitales son procesos caóticos y abiertos en el tiempo. La interacción entre los eventos genéticos y el medio ambiente, produce una enorme complejidad y variedad; debido a esto, aun los sistemas vivientes más simples poseen lo que se puede llamar “individualidad”. Esta propiedad hace que, con el transcurrir del tiempo, el sistema puede cambiar tanto que nunca podremos aspirar a reproducirlo como era originariamente; mientras que con cualquier sistema físico esto se puede lograr. Por lo tanto, dada la condición abierta de los procesos evolutivos, todas las pretensiones de control tecnocrático de hombres y naturaleza acabarán por entrar en bancarrota.

Por otro lado, la postura reduccionista radical, nunca será legitimable, ya que no resulta satisfactoria para el gran numero de personas, no necesariamente religiosas, que creen que las dimensiones de la experiencia humana no pueden ser explicadas exclusivamente en términos económicos o físico- químicos. De hecho, todas las tradiciones morales, culturales y religiosas consideran a la vida como algo mas que un conjunto de entidades individuales- átomos, moléculas o genes- débilmente interconectadas. El estatus especial que todas las civilizaciones, ideologías y religiones han atribuido a la vida humana, es, en realidad, lo único que ha permitido la supervivencia de la especie. Es bueno recordar, también, que, cuando se acoplan el reduccionismo biológico con el economicista, como ya lo hicieron los nazis y como lo demuestra el caso de Percy Schmeiser versus Monsanto, los resultados son terribles. Por consiguiente, el reduccionismo radical en la forma del fundamentalismo de mercado, al considerar a los seres vivos como simples mercancías de las cuales las compañías pueden disponer a su antojo, constituye el mayor peligro de todos los tiempos para la humanidad.


Bibliografía

1- Rethinking Science: Knowledge and the Public in an Age of Uncertainty, H. Nowotny, Polity Press, 2001.

2- Global Intelectual Hegemony and the International Development Agenda, Gosovic, B.,Int. Journal of Social Science, N° 166, Diciembre 2000.

3- Economía y Sociedad, M. Weber, Fondo de Cultura Económica, México, 1969.

4- El Mercado de la Virtud, Baurman, Michael, Ed. Gedisa, España, 1998.

5- Basic Instinct, New Scientist, 4 September 1999, pag. 32.

6- En: Squeezing the Poor, W. Rees, Toronto Star, ver http://www.zmag.org/

7- The Cement of Society, a Study of Social Order, Elster, J., Cambridge University Press, 1989.

8- Entrevista a Joseph Stiglittz por Greg Palast, http://www.Greg.Palast.com

9- H. Marcuse, One-Dimensional Man, Routledge, Londres,1964.

10- A Sound Approach to the GM Debate, Nature, Vol. 412, issue N° 6847, 2001



* Datos sobre el autor:
* Armando Gamarra
Universidad Nacional de Salta
Mail:lefterm@unsa.edu.ar

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