Edición N° 18 - invierno 2000
(para el hemisferio sur)

POSITIVISMO E INFANCIA
Impacto y persistencia política

Por:
Lic. María Felicitas Elías


De la Montonera a la Primer Gran Guerra

Luego de obtenida la Independencia colonial, la Argentina atravesó un largo período de anarquía caracterizada por luchas entre caudillos provinciales y el poder central. El "Restaurador de las Leyes" don Juan Manuel de ROZAS, gobernó el país desde 1829 hasta ser vencido en Caseros por J. J. de Urquiza en 1852.

Un año después, la clase dirigente promovió sentar las bases constitucionales de integración nacional ya dirimido el régimen federal, la primacía de Buenos Aires como Capital del Estado con franca preeminencia portuaria. Las tentativas golpistas y conflictos interior-puerto ocurridas en el período 1860-1880, fueron sofocadas a la par que la agitación en algunas provincias fue aplastada por el poder federal.

La polaridad civilización o barbarie, capital-interior; pampa-puerto, industrialización versus producción agrícolo-ganadera, tuvo diferentes capítulos de lucha. Las ideas de democracia, igualdad y fraternidad, originadas en la Revolución Francesa, formaron parte del substrato discursivo a la par del desarrollo ininterrumpido en el terreno económico. Con el surgimiento del Estado Nacional los realistas autóctonos del campo de la ciencia y la Generación del 80 instalaron el proyecto modernizador. Aportaron propuestas de educación, organización estatal y social sobre la base de estudios empíricos.

En el orden político institucional, todos los períodos presidenciales a partir de 1860, a pesar de las disputas de la Confederación, fueron constitucionales y encabezados por civiles. Completados por los ciudadanos elegidos por voto indirecto, salvo casos de renuncia o muerte -3-.

Si bien el ciclo que va desde 1860 a 1916 no fue uniforme, la característica central fue el dinamismo social y político. Joaquín V. GONZÁLEZ y Roque SÁENZ PEÑA facilitaron la expresión ciudadana de los nacionales mediante el ejercicio del voto; surgieron los Partidos Radical y Socialista en 1890 y en 1896 respectivamente y la agremiación presentó un crecimiento notable. Era incuestionable la libertad de prensa como lo evidencian el centenar de periódicos y revistas de época -4-.

En 1904 Manuel QUINTANA asumió la presidencia, fallecido en 1906 lo sucedió José FIGUEROA ALCORTA. Roque SÁENZ PEÑA a cargo del ejecutivo nacional desde 1910 murió en 1914, fue continuado por Victorino de La PLAZA quien finalizó el mandato en 1916, fecha en que - puesta en vigencia la ley que consagró el voto secreto y obligatorio- accedió al gobierno Hipólito Yrigoyen -5-, dejando atrás al Régimen. -6-

Esta continuidad democrática hizo que se dijera que la R. Argentina "ofrecía la imagen de instituciones sólidas, de funcionamiento regular, que no dejaban de evocar desde el exterior a las democracias anglosajonas" (ROUQUIÉ, 1987:12); en tanto que países vecinos se desangraban aún en guerras independientistas para la unidad nacional.

Así entonces, entre los años 1810 a 1914 se marcaron los jalones de "dos Argentinas". Una: La colonial de dominación externa, signada por el control que ejerció España, la presencia y poderío de caudillos provinciales y regionales, las luchas intestinas y la segunda desde 1860 en adelante: "El Polo Latino de América" (SISSON, H.D. apud ROUQUIE, 1987:26) donde hombres de la talla de Juan B. ALBERDI; Domingo F. SARMIENTO y Esteban ECHEVERRIA, supieron instalar cimientos constitutivos de la nacionalidad. En ambas alternaron gobiernos de opinión y el poder de élites hereditarias, en un camino de progreso - que a partir de 1890 - hacía pensar sería indefinido. "El Dorado Contemporáneo" (KOEBEL, W.H. apud ROUQUIE, 1987:26), necesitaba en aquel momento y luego de la "Conquista del Desierto -7-" gobernar y poblar ese territorio. También del pensamiento que nutriera y justificara estas grandes mutaciones sociales y políticas enfrentadas al conservadurismo colonial. Nada mejor entonces, que la oferta del positivismo para fundamentar esta evolución. Era necesario conocer la sociedad para intervenir sobre ella, ya que - de forma acelerada- quemaba ciclos históricos, revolucionando el pasado conservador y eclesial de tradición de ultramar.

Necesidades de regular la vida política, la condición de los recién llegados, las ideas de socialismo y anarquismo y el control del fantasma que recorre Europa, formaron parte de la impronta política que moralizara multitudes por un camino científico.

La Primer Guerra mostró otra realidad a la Argentina. A partir de ella, el comercio comenzó a decrecer - y con él el progreso ininterrumpido con que soñaron los gestores de la organización nacional. Durante parte del gobierno irigoyenista, y para ser más precisos, entre 1914 y 1918, la desocupación y la carestía eran moneda corriente en Buenos Aires: el costo de la vida había subido un 60%, en tanto que los salarios reales descendieron un 40% -8-.

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