Edición N° 16 - verano 2000
(para el hemisferio sur)

"La Iniciación" y la "Adolescencia". Sus Avatares

Por:
Lic. Adelaida Villalba
Lic. Mercedes Olcese
Lic. Alejandra Gómez
*
(Datos sobre las autoras)


Con el advenimiento de la pubertad se produce un desajuste en el cuerpo, ya que reaparece con todo su furor aquello que había sido silenciado durante la latencia. Los cambios en el cuerpo dan cuenta de la emergencia de un real imposible de reabsorber, por lo que será preciso un trabajo de subjetivación.
Sólo que en este tiempo, a diferencia de lo que sucedía en la infancia, el sujeto cuenta con la posibilidad de disponer del acto sexual, lo que lo sitúa de otra manera frente a la responsabilidad.
Las teorías sexuales infantiles, que servían de respuesta a aquello que no la tiene, la falta de relación sexual, ya no son eficaces. Hay un tiempo de impasse donde ya no se es un niño y por lo tanto, los recursos del niño frente al Otro ya no son acordes a este ser que se metamorfosea. Una nueva respuesta, que a su vez es velo, frente a lo enigmático de la sexualidad tendrá que constituirse, pero eso requerirá tiempo. En el mejor de los casos, la nueva respuesta pasará a ser la puesta en acto del fantasma, que se irá estructurando según la lógica del nachtraglich freudiano.

Bajo el eje del Edipo se producirá una recapitulación de las pulsiones parciales y de los objetos primarios; además, las identificaciones que sostenían al sujeto trastabillan. Todo esto conllevará un riesgo: perderse en la Madre.
Para no quedar atrapado en esta encrucijada mortífera, el sujeto debe perder a la Madre, es decir, renunciar a la satisfacción pulsional que lo deja fijado a ese Otro primordial que la madre encarna, a un goce incestuoso. Sólo entonces podrá acceder al goce fálico, es decir un goce regulado por la ley. Esto no se produce sin la resistencia por parte de ambos: de la madre y del joven. Se requiere entonces de la intervención paterna.
Intervención que encuentra su apoyatura en el significante del Nombre del Padre, que de no poder contar con éste en el momento que es requerido, cuando su deseo se encuentra comprometido en un acto sexual por ejemplo, lo que se inicia es la psicosis clínica. Motivo primero de internación, pero sobre el que no nos extenderemos en este trabajo.
El padre es llamado a sostener el desafío de ver en su hijo su propia mortalidad, teniendo que aceptar la equiparación de ambos con respecto a la ley. También aquí se produce una resistencia del lado del padre, que ve en su hijo un competidor.

Una de las tareas a las que será convocado el joven es el desasimiento de la autoridad de sus progenitores, lo que sólo se puede consumar con violencia. Violencia que se duplica frente a la decepción que se produce en este pasaje tan añorado, donde lo que se revela es que no hay secreto que revelar. Cuando hablamos de violencia no aludimos necesariamente a ésta desde el punto de vista físico sino a que no es un pasaje "natural" ya que implica un renunciamiento a una posición gozosa, lo que nunca se hace graciosamente, y también una puesta a prueba de la estructura: ¿en qué medida el sujeto puede lidiar con la falla a la que el acto de que ahora dispone, necesariamente lo confrontará?
Desde el punto de vista inconsciente, lo subyacente en esta etapa es lo que Winnicot señala como fantasía de asesinato. Es en relación a ésta, aunque los jóvenes no puedan aún saberlo que, cuando el padre desfallece en su función, se sitúa toda la serie de actings, impulsiones y pasajes al acto. Desborde frente al cual los jóvenes son traídos a la consulta, siendo en algunos casos extremos necesaria la internación.
Los impasses en la iniciación ante los que somos eventualmente llamados a intervenir pueden estar ligados a la falla de distintos aspectos de la función paterna. Para pensar algo al respecto, nos parece interesante recurrir a la manera en que la costosa separación del hijo de la Madre es escenificada en distintos rituales de las sociedades primitivas.

En el caso de los Bambara ( que relata Marc Howlett en "El concepto de iniciación" ) la relación de la madre y el niño se escenifica y se caricaturiza dando lugar al despliegue de las quejas de los sujetos iniciados por ser vejados, ridiculizados y pegados, y también a las quejas de las madres. Estas últimas no cesan hasta el momento de la circuncisión, un corte real, que simboliza la separación.
Antes del ritual iniciático, el tiempo de la infancia, el niño pertenece al mundo de las mujeres,luego del cual ingresa al de los hombres.
Como figura transicional en este pasaje, el oficiante del rito no está encarnado en el padre, sino en un hombre en posición de mujer. Es decir, que desdobla a su vez la figura paterna, y la imagen de la madre, lo que hará que también recaiga sobre él la ira de los participantes. Esto es simbolizado en algunos ritos mediante los golpes que recibe el iniciador.
Además, durante toda la ceremonia se escenifican exageradamente las diferencias entre el mundo de los hombres y el de las mujeres.

Otro ejemplo es el rito de iniciación de los indios Guayaquis: la ceremonia comienza con el lamento de las madres. Luego, los padres de los recién iniciados se arrojan sobre ellas. La tensión dramática aumenta. Las mujeres se asustan y lloran, ya que da la impresión de que los hombres quieren matar a los adolescentes negándolos en su nueva condición de adultos.
Vemos aquí que la violencia producto de las fantasías inconscientes en juego no es ahorrada, pero sí es enmarcada simbólicamente.
Como puede verse, el rito de iniciación incluye dos partes: en primer lugar, la violencia de la separación del goce materno y la violencia que implica la rivalidad del hijo con el padre, y en segundo lugar un corte: la madre cesa su lamento y el padre da paso a su hijo, aunque no sin antes haberle hecho frente. Que falte la primera parte implica tratar de eludir lo violento de este pasaje, lo que puede resultar en una falsa adultez; que falte el corte puede llevar al fallido iniciado a ser un adolescente eterno, en el sentido de alguien que ostenta permanentemente su rebeldía.

¿Podremos acaso leer algo similar a lo que acontece en estos rituales en la internación de algunos pacientes neuróticos en la Sala de Adolescentes? Ya no es sólo un analista y su paciente, sino que está en juego una institución, distintos profesionales en una estructura jerárquica, el juzgado, etc.
Nos referiremos al caso de Martín, de quince años, quien es internado en la sala por orden judicial, a raíz de un pedido de su madre. M. vive junto a ella y sus cuatro hermanos en una casa de la que están a punto de ser desalojados, siendo ésta mantenida por el trabajo de sus hijos. La madre ha tenido una cantidad inaudita de internaciones y tratamientos psiquiátricos y psicológicos en distintos hospitales de la ciudad, y está siempre en estado de crisis. Todos en la casa, salvo Martín, son Testigos de Jehová, con la particularidad de que su madre también ha caído en desgracia en esa iglesia.
El padre de Martín casi no tiene contacto con sus hijos, es también Testigo de Jehová, aunque lo han expulsado tras haber abandonado a su familia. En la fugaz aparición que hace al hospital resulta claro que no tiene ningún compromiso con sus hijos, no sintiendiéndose ni siquiera responsable de su manutención, y que sus palabras son sólo un discurso vacío, aunque pretenda presentar una fachada de interés.
Los motivos aducidos por la madre para internar a Martín eran que no lo podía controlar, tenía miedo de que se drogara y, además, no había aportado plata de su trabajo hacía unas semanas.

Al comienzo de la internación toda la locura parecía estar del lado materno. Martín se mostraba como un chico sobreadaptado, un adulto precoz, que desentonaba con sus compañeros de sala. Había abandonado al colegio para trabajar, y quería irse de alta para retomar su trabajo. Era terminante en su negativa de volver a su casa, a la que describe como un "salvese quien pueda", donde su mamá grita y llora sin medida. Dice: "No voy a estar con esa loca. Si no, me tengo que matar."
Pero al cabo de un tiempo empieza a tomar protagonismo en la sala y participa de varios incidentes violentos. Se transforma en otro chico, en el que se revela la identificación materna: ahora es él quien se queja, reclama, se corta las muñecas, exige medicación y amenaza con matarse, se niega a irse de permiso, ya que "está bueno no hacer nada, no trabajar, hay chicas..." Como puede verse, se invierte radicalmente su posición respecto de su mamá. Las palabras que reflejan esto, que él enuncia, son: "Si no estoy con ella, no vivo."

La sala será el lugar donde la madre y el hijo harán su despliegue ruidoso, en una serie de idas y vueltas en las que ni la institución ni el equipo tratante quedaremos eximidos de reproducir también la arbitrariedad materna, como respuesta contratransferencial. Pero también pudimos hacer una lectura de aquello en lo que quedábamos tomados.
Tenemos, entonces, este primer tiempo de despliegue de la queja, pero no hay ninguna función de corte que resulte operativa. Para producir una operación, primero fue necesario leer lo que estaba sucediendo como los avatares de un corte fallido, e intervenir en base a esta lectura. Es esto lo que permite sancionar lo que le sucede a Martín como una inciación, y lo que posibilita el corte.
Durante este tiempo Martín tiene relaciones sexuales por primera vez y fuma marihuana. Por un lado se creer muy canchero, lo que manifiesta en la apariencia de su ropa y sus "malas compañías". Pero por el otro es un nene de mamá desconcertado hasta por el efecto que le produce la marihuana. Nos burlaremos un poco de su miedo y no nos asustaremos pensando que estamos ante un delincuente juvenil.

En una ocasión, su participación en un incidente grave había resultado en que el peso de la ley del hospital cayera sobre él, incluso de manera exagerada, por lo que quienes atendíamos a Martín no dejábamos de estar molestos. Sin embargo, él tampoco era una víctima inocente.
Su madre llega indignada al hospital protagonizando uno de aquellos incidentes en que se libra de culpa y acusa de todo al hospital, posición en la que también estaba su hijo. Es entonces que en una discusión con el jefe de la sala, quien le señala que ella es la que abandonó a su hijo, le da a éste una cachetada, aunque luego se disculpa. Esto no acarrea ninguna represalia y de hecho produce una cierta pacificación de la madre.
Posteriormente, Martín se quejará ante el jefe de que lo "plancharon", y éste le señalará que no está a favor de la violencia pero que él ha hecho unas cuantas cosas de las que tiene que responsabilizarse. Durante esta charla, cuando Martín se entera de la cachetada propinada por su madre, queda impactado y se disculpa.
Además, de una modo indirecto le transmitimos, a la manera de Freud en el renombrado caso de "la miga de pan", que estamos en sintonía con lo que le está pasando. En una ocasión, en un momento de máximo caos de la internación, en que ni siquiera quería hablar con su terapeuta, una de las vías fue prestarle El cazador oculto, de Salinger, un libro que cuenta las peripecias de un chico de dieciséis años que es echado del colegio y que sufre una serie de avatares con los que podría identificarse. Martín se entusiasma con el libro, quedándose a leer hasta altas horas de la noche. El intercambio y comentario de libros nos sirvió como una forma de poder abordar de una modo más indirecto y tolerable ciertas cuestiones que le sucedían, a la vez que le provee un marco simbólico distinto del familiar para elaborar sus experiencias.

Desde el punto de vista social, consideramos que la familia de Martín se ajusta al concepto de "familia insegura", ya que no funciona como primera red relacional a la que se puede recurrir en situaciones difíciles. Es frágil en su estructura y opera más como un sistema de intercambios -provisorios y amenazados- que como un principio de estabilidad relacional.
Puede pensarse al padre de Martín como una caricatura de la decadencia de la función paterna en la época actual. Éste desliga en sus propios padres el ejercicio de la función paterna que él no asume. Se produce una inversión de roles: los hijos adolescentes cuidan y mantienen a sus padres adultos.
En general, la familia como institución se encuentra atravesada por una crisis de "sentidos", que se traslada a una suerte de crisis de representación y de legitimidad. Las funciones paternas son puestas en cuestión porque no muestran cómo enfrentar a un mundo cada vez más fragmentado e incierto. Del padre-amo-rey que tenía derecho absoluto sobre la vida de sus hijos, hemos pasado a un padre con roles flexibles y difusos con respecto a ellos, al que éstos pueden cuestionar y denunciar. Podría hablarse entonces de un cierto traslado de la función paterna desde el núcleo de la familia hacia otras instituciones, pero también éstas están hoy en día afectadas por la falta de credibilidad.

En el caso que nos ocupa, por ejemplo, la apelación a la institución judicial como instancia reguladora fue un llamado al vacío, reproduciéndose en ésta el desinterés y la arbitrariedad maternas. Los obstáculos interminables para dar el alta al paciente reproducían el difícil corte con el goce materno, negándose el juzgado a autorizar el alta, que finalmente tuvo que ser dada por el director del hospital en oposición a lo dispuesto por el juzgado, ya que de lo contrario la internación se hubiese eternizado.

Pensamos a la Sala como un lugar que posibilita el despliegue de aquello que no encontraba terreno para hacerlo, o que estaba siendo actuado sin poder ser tramitado simbólicamente. Para ello los demonios deben ser invocados, ya que como señala Freud "nadie puede ser vencido in absentia o in effigie".
Esto se traduce en el imaginario social que circula en torno a la Sala de Adolescentes: "es un descontrol", los pacientes tienen relaciones sexuales entre sí, toman alcohol, se drogan, se cortan...

Se abre así el camino de una iniciación retenida, donde el analista se encontrará a veces cumpliendo el rol de oficiante de los ritos iniciáticos mencionados, o poniendo en juego la función paterna. A su vez, se producen desdoblamientos desde cada uno de los actores de la institución: los enfermeros, el asistente social, el jefe de la sala, el director del hospital, el juez.
Esto permite la interposición de múltiples mediaciones que permitirán operar desde distintos lugares.

Bibliografía:
- Freud, Sigmund:. "Acciones casuales y sintomáticas" (1901) "Psicopatología de la vida cotidiana". Amorrortu, Tomo VI, Buenos Aires.

- Freud,Sigmund: "Metamorfosis de la pubertad" En "Tres ensayos de una teoría sexual".Amorrortu ed. Tomo VII.

- Freud, Sigmund: "Sobre la psicología del colegial" (1914). Amorrortu.TomoXIII.

- Gamsie, Silvina: "Pubertad, al fin... ' siempre y cuando los chanchitos no se lo coman...'", en Psicoanálisis y el hospital, Nº 10, Ediciones del Seminario, 1996.

- Howlett, Marc V.: "El concepto de iniciación", en Ornicar? 2

- Miguelez, Luis Vicente: Clínica con adolescentes: un llamado al padre. (trabajo inédito).

- Winnicot, Donald (1971): Realidad y juego, Gedisa, Barcelona, 1994.



* Datos sobre las autoras:
* Lic. Adelaida Villalba ( Psicóloga)
Lic. Mercedes Olcese ( Psicóloga)
Lic. Alejandra Gómez ( Trabajadora Social)

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