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Edición N° 49 - otoño 2008

Memoria y presencia de Rafael Barrett

Por:
Carlos A. Solero
* (Datos sobre el autor)


Los escritos de Rafael Barrett son quizás los que más vitalidad y vigencia mantienen si como referencia tomamos a los propagandistas del socialismo libertario de comienzos del siglo XX.

En efecto, Barrett cuya vida se apagó tempranamente a causa de la tuberculosis en Arcachón (Francia) el año de 1910 dejo en la cultura social de varios países latinoamericanos una impronta indeleble, un estilo decir y denunciar las injusticias. A pesar de su fugaz existencia sus huellas persisten en la literatura y sus reflexiones pueblan una multiplicidad de periódicos y folletos ácratas del presente.

Nacido en el poblado de Torrelavega, un peñón del Mar Cantábrico al norte de la península ibérica como Rafael Angel Barrett Y Alvarez de Toledo, hijo de doña Carmen Alvarez de Toledo, pariente directa del Duque de Alba y su padre era George Barrett, inglés, Caballero de la Corona.

Rafael Barrett, estudio ingeniería en Madrid, se dedicó a las matemáticas, vivió en París donde interactuó con artistas diversos: pintores, escultores,poetas, miembros de la vanguardia pictórica e ideológica de comienzos del siglo XX.

Un incidente con un despreciable sujeto de la nobleza española lo obligó a partir al exilio, Barrett emigró a América.

Su llegada a Buenos Aires durante la vigencia del régimen oligárquico conservador impactó pronto en su sensibilidad. Claro, Rafael libertario visceral se indignó ante la mezquindad e infamia de los explotadores. Que en el llamado país de las espigas y mazorcas y las vacas en abundancia muchas personas debieran buscar el sustento en los tarros de basura, veía que los obreros eran reprimidos de modo feroz al igual que en su España natal.

Las páginas de su libro El terror argentino, reflejan las su mirada implacable, crítica e irónica de capitalismo vernáculo y sus personeros de frac y levita.

Una serie de notas de prensa escritas como denuncia le implicaron a Barrett persecución estatal y policial. Se destaca entre ellas titulado ¡Buenos Aires!

Otra vez el exilio, esta hacia Paraguay donde trabajo en el ferrocarril, colaboró en la formación de sociedades obreras de resistencia, publicó el periódico Germinal, se unió a su compañera de vida Francisca López Maíz con quien engendró a su hijo Alex, futuro padre de Soledad asesinada por la dictadura en Brasil durante los años 60. Soledad, la nieta a quien los paramilitares le marcaron la pierna con una svástica. Flor libertaria y rebelde.

A raíz de su actividad agitativa y su folletos El dolor paraguayo y Lo que son los yerbales, donde denuncia la explotación de los mensús en las plantaciones Rafael Barrett fue perseguido y debió emprender otra vez el destierro llegado a Uruguay trabajó como redactor del diario La Razón en Montevideo, haciéndose al poco tiempo muy popular. Tan es así que los lectores reconocían sus crónicas tituladas: Moralidades actuales o Mirando vivir, aunque las firmara sólo con sus iniciales. R.B.

El acoso de su enfermedad lo obligó otra vez a viajar, pero esta vez sería el último viaje, cruzó el Océano atlántico hacia Francia donde encontró en cierta forma su morada definitiva.

En Rosario durante más de una década una biblioteca popular en Barrio Mendoza llevó el nombre de Rafael Barrett, por allí transitaron hacedores de la cultura popular como el poeta Felipe Aldana, el historiador Diego Abad de Santillán, dictó conferencias el Dr Juan Lazarte, médico, sociólogo y humanista.Sus principales impulsores fueron Juvenal Fernández, Mario Bertot y Arquímedes Simboli, militantes anarquistas.

También en Rosario desde 1975 funciona el Centro de Estudios Sociales Rafael Barrett, espacio de resistencia cultural, ubicado actualmente en calle Sarmiento1418.

Textos de Rafael Barrett

El materialismo católico

El catolicismo, el Vaticano, para emplear la palabra exacta, muere porque ha dejado de ser una religión.
Su alma, que era el misticismo y la caridad, ha ido desvaneciéndose a medida que aumentaba su poder político y se consolidaba su estructura burguesa.
Convertido fatalmente, por el proceso de la decrepitud universal, es una vasta industria explotadora de las más groseras supersticiones; el vaticanismo se fosiliza a nuestros ojos y pronto será un inmenso sepulcro blanqueado. Si hoy es imposible ser sabio o siquiera inteligente y ser católico en el sentido en que lo es por ejemplo Pío X, ese fenómeno de sandez augusta, también es imposible ser católico y ser religioso.
No es la ciencia lo que sobre todo nos separa de Roma; es nuestro instinto de la belleza y de la majestad de lo invisible; es nuestra honradez.
¿Qué persona decente admitirá al Dios que aplasta niños en Messina? Para eliminar a semejantes dioses de nuestras costumbres entran ganas de apelar a la policía antes que a la lógica.
¿Qué queda del espíritu de Jesús en el clero? ¿Qué queda del sublime manantial? Ya San Pablo, que no conocía al maestro, es un poco áspero. Los papas volvieron la espalda al comunismo desde el siglo III. Los católicos se hicieron capitalistas y militares, usureros y verdugos, y los verdaderos cristianos huyeron a la soledad.
La Reforma salvó de la corrupción definitiva una parte del culto pero dentro del vaticanismo el efecto reaccionario trajo a los jesuitas, término con que ahora se designa en todos los países a una cierta categoría de hombres despreciables.

El catolicismo parece por fin reducido a las solas funciones digestivas. Es un paralítico que digiere y defeca en enormes proporciones, y fuera de cuyo vientre ningún órgano trabaja. ¿Dónde encontrar el rastro, no ya del ideal, sino de la idea?

El catolicismo, materialista como un banquero hidrópico, trafica y hace política; compra, vende y manda representantes de su partido a los parlamentos; la empresa marcha, los dividendos no son malos.
Y, no obstante, ¡cuánto más débil es en medio de su oro, que cuando Jesús no tenía donde reposar la cabeza! ¡0h, católicos!, ¿qué hicisteis de la cabeza de Jesús?
Sois incapaces, con todos vuestros millones, de levantar un templo digno de vuestro pasado, incapaces de añadir un capítulo al Libro, incapaces de producir un santo que no nos haga reír. De la más alta figura de la historia hemos venido a parar a las Marías Alacoque, fletadoras de corazones sanguinolentos a tanto el cromo.

Es triste, después de haber bebido en el purísimo manantial bajar a la fétida charca en que se abrevan los fariseos y los temibles asnos de nuestra época. ¡Tristeza de las religiones moribundas! ¿Qué diría Jesús, Él, que llamó al clero de su tiempo raza de víboras, qué diría, si viera el champaña de los obispos y los cheques del Papa; qué diría si viera las imágenes de palo cubiertas de joyas, qué diría si buscando en vano un destello de su prodigioso espíritu en las iglesias, que profanan su nombre, hallase en la de San Juan de Letrán, en Roma, adorados por la tribu fetichista, su cordón umbilical y... etc.?

Rafael Barrett


La patria y la escuela

El empeño de que los chiquillos adquieran sentimientos patrióticos en la escuela es tan bien intencionado como inútil.
Un profesor, por muchos himnos que haga entonar a sus alumnos, no les inculcará el amor a la patria; no existen procedimientos pedagógicos para eso, como no los hay para inculcar el amor a la familia.
Las síntesis sentimentales no surgen en nosotros a fuerza de razonar, sino a fuerza de vivir. El amor a la familia nace del ambiente del hogar; el amor a la patria nace del ambiente colectivo; y el más sublime de los amores, el amor a la humanidad, nace del ambiente elevado que flota por encima de los siglos y de las fronteras.
Examine cada uno su remota niñez, busque lo que era para él entonces la idea de patria, y encontrará algo grotesco, cuando no el vacío.

Es lo que ocurre con las ideas religiosas. Si poco a poco es retirado de la enseñanza lo que se refiere a los cultos, acabaremos por eliminar también de ella el culto patriótico. En la escuela no se debe adorar, sino comprender. Pero la verdad no tiene patria.
No hay una manera patriótica de hacer multiplicaciones, de preparar el oxígeno ni de construir un muro, y si hay una geografía y una historia patriótica, es porque son falsas. El niño no puede retener del patriotismo lo bueno, es decir, lo piadoso y justo, lo altruista de la fórmula.
Retiene lo malo, lo pintoresco, la hostilidad estúpida a cuanto está del otro lado de un río o de un poste; la ferocidad militar, los héroes despreciables que ensangrentaron el mundo; no retiene del patriotismo su entraña de amor, sino su entraña de odio.
Y a más la mentira, la convicción de que su país es el más perfecto de todos. Protestamos contra esos manuales de historia, cándidas mitologías a base de milagro patriótico. Que el hombre sepa cuándo le falta razón a su patria, para defender las patrias que la tienen, y evitar agresiones internacionales que son la vergüenza de nuestro tiempo, que sepa que no es el fanatismo quien engrandece las patrias modernas, sino el trabajo, y que no hablan a cada momento de la patria los que la engendran, sino los que la explotan.

Marchamos rápidamente a nuevas instituciones sociales, de carácter cosmopolita. Observamos ya que los problemas humanos más hondos han cambiado de índole. En vez de interesar a las nacionalidades o a las razas, interesan al conjunto de nuestra especie.
Recordad cuántos prejuicios, cuántas sandeces, cuántos errores, inoculados por medio de la escuela, tuvimos que destruir en nosotros, para volvernos aptos a la lucha contemporánea. Seamos siempre menos dogmáticos con nuestros hijos; dejemos abierto su espíritu a las posibilidades que no somos capaces de comprender; no atemos las almas que vienen a la tierra; ¡desatémoslas!
No nos interpongamos entre ellas y el divino futuro.
Rafael Barrett


Mi anarquismo

Me basta el sentido etimológico: "ausencia de gobierno". Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes. Eso es todo.

Será la obra del libre examen.

Los ignorantes se figuran que anarquía es desorden y que sin gobierno la sociedad se convertirá siempre en el caos. No conciben otro orden que el orden exteriormente impuesto por el terror de las armas.

Pero si se fijaran en la evolución de la ciencia, por ejemplo, verían de qué modo a medida que disminuía el espíritu de autoridad, se extendieron y afianzaron nuestros conocimientos.
Cuando Galileo, dejando caer de lo alto de una torre objetos de diferente densidad, mostró que la velocidad de caída no dependía de sus masas, puesto que llegaban a la vez al suelo, los testigos de tan concluyente experiencia se negaron a aceptarla, porque no estaba de acuerdo con lo que decía Aristóteles.
Aristóteles era el gobierno científico; su libro era la ley. Había otros legisladores: San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Anselmo.
¿Y qué ha quedado de su dominación? El recuerdo de un estorbo. Sabemos muy bien que la verdad se funda solamente en los hechos. Ningún sabio, por ilustre que sea, presentará hoy su autoridad como un argumento; ninguno pretenderá imponer sus ideas por el terror.
El que descubre se limita a describir su experiencia, para que todos repitan y verifiquen lo que él hizo. ¿Y esto qué es? El libre examen, base de nuestra prosperidad intelectual. La ciencia moderna es grande por ser esencialmente anárquica. ¿Y quién será el loco que la tache de desordenada y caótica?

La prosperidad social exige iguales condiciones.

El anarquismo, tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político.

Hace falta curarnos del respeto a la ley. La ley no es respetable. Es el obstáculo a todo progreso real. Es una noción que es preciso abolir.

Las leyes y las constituciones que por la violencia gobiernan a los pueblos son falsas. No son hijas del estudio y del común asenso de los hombres. Son hijas de una minoría bárbara, que se apoderó de la fuerza bruta para satisfacer su codicia y su crueldad.

Tal vez los fenómenos sociales obedezcan a leyes profundas. Nuestra sociología está aún en la infancia, y no las conoce. Es indudable que nos conviene investigarlas, y que si logramos esclarecerlas nos serán inmensamente útiles.
Pero aunque las poseyéramos, jamás las erigiríamos en Código ni en sistema de gobierno. ¿Para qué? Si en efecto son leyes naturales, se cumplirán por sí solas, queramos o no. Los astrónomos no ordenan a los astros. Nuestro único papel será el de testigos.

Es evidente que las leyes escritas no se parecen, ni por el forro, a las leyes naturales. ¡Valiente majestad la de esos pergaminos viejos que cualquier revolución quema en la plaza pública aventando las cenizas para siempre! Una ley que necesita del gendarme usurpa el nombre de ley. No es tal ley: es una mentira odiosa.

¡Y qué gendarmes! Para comprender hasta qué punto son nuestras leyes contrarias a la índole de las cosas, al genio de la humanidad, es suficiente contemplar los armamentos colosales, mayores y mayores cada día, la mole de fuerza bruta que los gobiernos amontonan para poder existir, para poder aguantar algunos minutos más el empuje invisible de las almas.

Las nueve décimas partes de la población terrestre, gracias a las leyes escritas, están degeneradas por la miseria. No hay que echar mano de mucha sociología, cuando se piensa en las maravillosas aptitudes asimiladoras y creadoras de los niños de las razas más inferiores, para apreciar la monstruosa locura de ese derroche de energía humana. ¡La ley patea los vientres de las madres!

Estamos dentro de la ley como el pie chino dentro del borceguí, corno el baobab dentro del tiesto japonés. ¡Somos enanos voluntarios!

¡Y se teme el caos si nos desembarazamos del borceguí, si rompemos el tiesto y nos plantamos en plena tierra, con la inmensidad por delante! ¿Qué importan las formas futuras? La realidad las revelará. Estemos ciertos de que serán bellas y nobles, como las del árbol libre.

Que nuestro ideal sea el más alto. No seamos prácticos. No intentemos mejorar la ley, sustituir un borceguí por otro. Cuanto más inaccesible aparezca el ideal, tanto mejor. Las estrellas guían al navegante. Apuntemos enseguida al lejano término. Así señalaremos el camino más corto. Y antes venceremos.
¿Qué hacer? Educarnos y educar. Todo se resume en el libre examen. ¡Que nuestros niños examinen la ley y la desprecien!
Rafael Barrett

Publicado en La Rebelión
Asunción, el 15 de marzo de 1909.

 


Obras

  • 1897 R.Barrett publica en la Revista Contemporánea dos artículos de divulgación científica: "El postulado de Euclides" (30/V/1897),en1898 "Sobre el espesor y la rigidez de la corteza terrestre" (28-II-1898). Son los dos únicos artículos publicados por Barrett en España de los que hasta ahora se tenga noticia

  • En el año 1904 escribe en El Correo Español de Buenos Aires y actúa como secretario de la Liga Republicana española en esa ciudad.

  • En el año 1905 escribe regularmente en El Diario de Asunción.

  • En el año 1906 la labor periodística de Barrett se va incrementando progresivamente. Escribe para Los Sucesos, La Tarde, Alón, El Paraguay, El Cívico. Al mismo tiempo sus escritos se van acercando a los problemas sociales con profunda visión crítica Junio del año 1908, Publica en El Diario el suelto "Lo que son los yerbales paraguayos" denunciando la situación de esclavitud a que son sometidos los "mensús" (peones yerbateros) en el Alto Paraná. La presión de las empresas yerbateras consigue que se le cierren las páginas de El Diario

  • De sus muchas obras, varias publicadas póstumamente, se destacan en particular: El dolor paraguayo (1909), Lo que son los yerbales (1910), Cuentos breves (1911), Al margen;
  • Estudios literarios (1912), Diálogos, conversaciones y otros escritos (1918).

  • Las Obras Completas de Barrett se publicaron en Buenos Aires en el año1943 por la Editorial Américalee.

  • En 1990 aparecieron sus Obras Completas (en cuatro volúmenes) en Asunción (edición a cargo de Francisco Corral y Miguel Angel Fernández).

Estudios sobre Barrett y su obra.

  • Marcos, Juan Manuel. "El problema de la historia en Barrett". Estudios Paraguayos, vol. IV, nº 1. Asunción: Universidad Católica, 1976.

  • Maeztu, Ramiro de. "En Madrid", en Lo que son los yerbales paraguayos, de Rafael Barrett. Montevideo: Claudio García, 1926.


* Datos sobre el autor:
* Carlos A. Solero
Profesor de Sociología (Universidad Nacional Rosario)

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