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Edición N° 44 - verano 2007

Editorial

Huele a podrido en Chile, huele a podrido en América

Murió un dictador en América.
En Chile murió Pinochet. ¡Qué tal nombre asociado a lo peor que puede producir el ser humano!
En 1973, hace ya muchos años, fue en contra de la Ley fundamental de su país. Sin importarle la Constitución, ni su juramento -es decir su propia palabra- se levantó contra el poder del pueblo y derrocó al gobierno constitucional de Salvador Allende.
Criminal.
Asesino.
Aliado de los ingleses en la Guerra de Malvinas.
Corrupto.
Cobarde.

No sólo usó la fuerza para alinearse con el poder hegemónico de Estados Unidos y las compañías multinacionales, destruyendo el aparato productivo, asesinando militantes populares, persiguiendo las organizaciones sociales, entregando hasta el subsuelo, empobreciendo al pueblo chileno: se le descubrieron fondos millonarios en cuentas secretas. Oprobio hasta para sus seguidores anticomunistas, gente de derecha que miró para otro lado mientras se asesinaba compatriotas indefensos, mientras se saqueaba la economía y se endeudaba el país descaradamente.
Y aún hoy, conociendo la verdadera cara del monstruo -ése que les robó y se rió de ellos en sus propias caras- insisten en su grito impúdico: "Chi, Chi, Chi, viva Chile Pinochet".
Claro... cómo sacudirse ese monstruo si lo llevan en las entrañas. Lo han parido. Y la placenta se les ha quedado pudriéndose en su interior. Y el olor a podrido, desagradable, nauseabundo, los indica en calles, oficinas, fábricas y escuelas.

Los seguidores de Pinochet son muchos, sin dudas.
Uno se pregunta: ¿cómo es que se animan a salir a la calle a recordar y homenajear a semejante monstruo? ¿cómo es que son tantos? ¿cómo es que hay tantos jóvenes entre ellos?

La respuesta es simple: la impunidad.

Años de impunidad. Años de manejo del poder, de encumbramiento de la peor lacra, de uso del sistema educativo para formar generaciones desde el engaño, de control de la justicia para premiar la corrupción y enseñorear el negociado, la prebenda y el robo "legalizado" bajo el signo del neoliberalismo.

Se ufanan los medios oficiales de comunicación de que el actual gobierno de la presidenta Bachelet (perseguida durante el gobierno militar) se animó a prohibir que se rindiera homenaje a Pinochet como Jefe de Estado; y circunscribió el homenaje al ámbito castrense.
¿Qué tal muestra de falta de poder real?
Miles de chilenos despidieron con honores al monstruo, como ex Comandante del Ejército. Ese comandante delincuente que pisoteó la Constitución, que no cumplió sus órdenes (cumplir las órdenes parece ser lo único que les interesa a esta calaña de militares), que traicionó a su país.
Bachelet confirma lo que saben los seguidores de Pinochet: el régimen no ha muerto. Sus perros de presa están al acecho esperando el momento para saltar nuevamente sobre el cuello de sus víctimas, a la sola orden de su amo el poder imperial.

Lo más lamentable es que Michelle Bachelet reitera una vez más el Golpe.
Su democracia vacía de contenido nos sumerge todavía más en la vergüenza de los niños desnutruidos, en la pobreza y el atraso, en la rapiña que continúa haciendo el capitalismo sobre nuestro rico continente.

En Chile murió un dictador sin castigo. Clamamos por justicia.

Chile es un pedazo de América. Por allí -pero también por aquí, en otros rincones americanos- huele a podrido.

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José Luis Parra



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