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Edición N° 38 - junio 2005

Utopías, Salud y proyectos sanitarios 1920-1950

Por:
Fabio Adrián Josín
* (Datos sobre el autor)


INTRODUCCION

En este trabajo partimos de la comparación que realizó Diego Armus en su trabajo sobre la ciudad higiénica en las obras de Pierre Quiroule y Eduardo Coni.

Nuestra intención es, en primer lugar, presentar algunas líneas de continuidad, tanto temáticas como de forma, en dos exponentes de las cuestiones médicas de los años 40 y 50 del siglo XX: el médico Juan Lazarte y quien sería durante los años del gobierno peronista Ministro de Salud Pública, el doctor Ramón Carrillo; comparándolos con esos planteos de los años 20’.

El recorrido de los años 20 a los 50 nos parece licito, ya que podemos mostrar algunas líneas de continuidad, no al nivel concreto de las propuestas elaboradas, sino mas bien en los tópicos pensados en ambos períodos.

Juan Lazarte nos interesa porque, al igual que Pierre Quiroule, provenía de una tradición anarquista que quedó bien expuesta en sus trabajos; en segundo lugar, porque además reunía en su persona una cualidad por la cual, como médico, dedicaba su tiempo y su esfuerzo no sólo a la profesión sino también -y con la misma intensidad- a pensar los problemas de la salud pública y de la profesión, y por último porque fue uno de los más duros críticos de las políticas implementadas por el doctor Carrillo, ministro de Salud Publica de la Nación entre 1946-1954.

Con Quiroule y Coni tenemos, en primer término, dos miradas diferentes sobre cómo atender la enfermedad y cuál era el lugar que a ésta le correspondía en los diseños urbanísticos que ambos proponían.

Ambas posiciones estaban fuertemente condicionadas por el lugar que esos agentes ocuparon en el espacio social y por su capital cultural. En otras palabras, por las diferencias en su formación y en el acceso a ella y también por las posibilidades de llevar adelante sus propuestas. Hay así una mirada desde fuera del ámbito gubernamental y otra que piensa en función de ese lugar que se ocupa.

Veremos luego de analizar las propuestas de Coni y de Quiroule la posición del Doctor Juan Lazarte a comienzos de los años 40. Esta mirada estaba marcada por una crisis de la profesión médica que se venía arrastrando desde los años 30, crisis que obedecía a varios factores: crisis de la profesión, crisis ética, “plétora profesional” como se señalaba continuamente.

Pero como veremos, Lazarte de alguna manera se presentaba en los años 40 como fuera del problema médico, una voz casi solitaria. Se diferencia del otro pensador anarquista en cuanto sus ideas de los años 40 no buscaban la construcción de una ciudad utópica sino recrear en el ámbito de la propia sociedad existente una solución a los problemas tanto profesionales como sanitarios de la argentina de los años 40. Buscaba, y eso resultaba interesante, rehabilitar el vinculo que para él se había perdido entre el médico y la sociedad.

Por su parte Ramón Carrillo asumió en su discurso un tono de novedad, para él había que cambiar todo desde la raíz, adecuar al país a los nuevos desarrollos de la medicina a nivel internacional y para ello el rol del Estado debía ser fundamental como garante del mantenimiento de los niveles sanitarios que se fueran ganado. Sin embargo, y mas allá de este tono de novedad que el autor quería darle a sus palabras, varios estudios ya han hecho notar las líneas de continuidad entre el pensamiento carrillado y el conjunto de ideas que estaban dando vuelta por la cabeza de los médicos en los años 30, ideas que por otra parte coincidían en un fuerte reclamo para que el Estado se hiciera cargo de la política de salud, tanto de su diseño como de su ejecución. Así, si ese reclamo por el rol del Estado no es nuevo y hay que entenderlo además dentro de los cambios que supusieron los efectos de la crisis de 1930 y el nuevo papel reconocido al Estado, el traspaso no es automático para el caso argentino.

En la década del 30 presenciábamos una fuerte injerencia del Estado, pero sólo limitada al plano económico o como negociador (pacto Roca-Runciman).

Las cuestiones sociales en general y las médico sanitarias en particular seguirán desatendidas, y en la prensa gremial médica abundaban por esos años los reclamos para que el Estado asumiera un papel de ordenador, tanto de la profesión médica –que todavía no contaba con un estatuto que reglamentara su ejercicio- como en su carácter de recolector de información fehaciente sobre la salud en la Argentina.

Lo nuevo que aporta el doctor Carrillo estaba presente en la combinación de los elementos: Estado - condiciones de vida - niveles de salud.

El Estado no es sólamente el prestador por excelencia de la atención médica; es quien debe asegurar, por una serie de mecanismos redistributivos, que los logros sanitarios no se pierdan, ni retrocedan.

Para terminar el trabajo queríamos señalar otra continuidades entre esos planteos de fines del siglo XIX y la propuesta Carrillada.

DOS MIRADAS DESDE EL ESPACIO SOCIAL EN LOS AÑOS 20’

En el trabajo de Armus, él realiza una lectura de lo que se consideraba la ciudad higiénica para comienzos del siglo XX.

El autor compara la obra de Pierre Quiroule, “La ciudad de los hijos del sol” de 1914, y “la ciudad argentina ideal o del porvenir” de 1919 de Emilio Coni.

De ambos autores debemos destacar las diferencias que mediaban entre ambos, Quiroule militante anarquista, con todo lo que ello implicaba y Coni médico higienista.

Dos agentes que ven los males urbanos desde dos lugares distintos del espacio social, en el sentido que le da al término Pierre Bourdieu, es decir, como un espacio de posiciones objetivas dentro del cual se da una lucha por la imposición de los principios legítimos de definición de dicho espacio entre quines ocupan una posición dominada y lo que ocupan las posiciones dominantes. Por lo cual para entender algo más de esas lecturas sobre la ciudad higiénica es necesario relevar algunos elementos de las trayectorias sociales que separan a ambos autores, y señalar, de manera provisoria, el lugar que ocupaban en sus respectivos espacios sociales.

En el caso del anarquismo, un primer elemento que nos parece importante es el de la autoformación intelectual y la relación particular que se establece entre la cultura y los bienes culturales desde una posición como ésa.

No hay que remitir todo el análisis a diferencias en los capitales culturales sancionados por las titularizaciones alcanzadas en la escuela, sino por el contrario, establecer cual es la relación que el anarquismo se plantea con la cultura y aquí hay dos característica sobresalientes: la evidente posición subordinada en la estructura social y la relativa sacralización de los bienes culturales y científicos en tanto emancipadores. “Hay familiaridad con la lectura, hay en el sentido acumulativo capital cultural, hay reconocimiento de la genialidad científica o literaria, esos hombres altaneros que no bajan fácilmente la cabeza pueden subordinarse frente a esos seres singulares que producen el saber que resultara emancipador”

Otra particularidad que habría que resaltar en su relación con el hecho literario. “No están insertos en general en el campo cultural y por lo tanto no están en un espacio particular que supone un procesamiento determinado de sus disposiciones adquiridas, a ellos las nociones de sentido común circulante sobre lo literario pueden imponerse, aun a estos buenos lectores 1.

En el segundo caso nos encontramos con un médico higienista de formación académica y además con posibilidades de influir con su discurso en la acción gubernamental, aunque esta sea para este caso, solo a nivel municipal.

Estas diferencias en tantas trayectorias sociales, imprimen en los trabajos de los dos autores mencionados tonos distintos. Los textos no se juntan no discuten entre si no hay una disputa por la solución legitima de los problemas que la modernización de la ciudad de Buenos Aires traía acarreados, ambos conviven sanamente sin problemas.

No es casualidad que ambos trabajos pusieran en el centro de su reflexión a la ciudad. Si bien esto reconoce, dentro de cierta tradición utópica, un lugar común: el diseño de ciudades lejanas o alejadas que responderían a una nueva organización social, ética y política; también respondían a un fenómeno propio de fines del siglo XIX y comienzos del XX en Argentina, una renovada preocupación por el espacio urbano, afectado constantemente por el azote de las enfermedades infectocontagiosas.

Así para los higienistas, tanto desde Eduardo Wilde hasta el propio Coni “la ciudad se reducía a una suerte de unidad sanitaria donde el fantasma del contagio ocupaba el trono” 2.

La urbanización trajo nuevos problemas sanitarios que había que resolver con urgencia, al mismo tiempo que agregaba otros, como por ejemplo, el hacinamiento, las aguas contaminadas, el aire impuro, etc.

Frente a los nuevos ataques de las epidemias, los médicos abocados a las cuestiones de higiene pública comenzaban a recibir un mayor reconocimiento desde las municipalidades, los gobiernos provinciales y el nacional. Se les reconocía como interlocutores legítimos y se les abrían las puertas como asesores en distintas dependencias estatales. Una vez reconocidos de esta manera “los higienistas argentinos apuntaron sus esfuerzos y su predica a controlar y regular dos tipos de problemas urbanos. En primer lugar, todo aquello que significaba amontonamiento y peligro como animales de consumo en el matadero, la gente y los alimentos en los mercados, los muertos en el cementerio, los moradores en las viviendas” 3.

Por estos hechos es difícil separar esos trabajos de un marco de problemas concretos que había que resolver o al menos pensar. Así se juntaban las propuestas de reforma social con la sanitaria en la ciudad como centro.

JUAN LAZARTE : CRITICA DEL CAPITALISMO Y SALUD

Desde otra perspectiva, tanto política como médica, se situaba la posición del doctor Juan Lazarte. La formación académica de este profesional fue discontinua. Había nacido en Rosario en 1891, cursó la carrera de medicina, primero en la Universidad de Buenos Aires, pero no la concluyó. Luego de estos años, cursó estudios para recibirse como profesor de ciencias naturales, viaja a los Estados Unidos y regresa al país en 1914 y consigue graduarse finalmente como médico en la Universidad de Córdoba. Su formación política lo ubicaba dentro del anarquismo participando en algunos congresos de esa tendencia política.

Se apreciaba ya en los años 20’-30’ un cambio de interés por parte de algunos grupos médicos. Comienza a ocupara un lugar muy destacado los problemas que afectaban a la profesión y en particular los temas que se referían a la relación entre médicos y Estado.

En una temprana obra del año 1943 -Problemas de la medicina social-, incursionaba sobre la realidad médica del país y hacía un exhaustivo análisis de la situación de la profesión médica en la Argentina a comienzos de los años 40´.

A partir de sus conclusiones elaboraba, al mismo tiempo, una representación del profesional de la medicina, su actitud frente a la práctica médica y cuales eran los caminos que debía atravesar para salir de los problemas en los que se encontraba la profesión.

Según nuestro autor la profesión médica, al igual que otras profesiones definidas como liberales, quedaron atrapadas entre dos propuestas políticas, la del liberalismo y la del totalitarismo. Esto acompañado con los cambios que sufría el sistema capitalista al pasar de su etapa de libre competencia a una monopólica repercutió también en la forma de ejercer la profesión médica. La crisis económica del capitalismo que, para nuestro autor era general, golpeó muy fuerte a los sectores medios, provocando una caída de sus ingresos. El médico como miembro de dicha clase sufrió las mismas consecuencias, con el agravante de que además esos sectores eran su principal clientela.

La profesión médica se encontraba así asediada por causas que no controlaba. Frente a ésto, algunos intentaban en vano, volver a la vieja profesión liberal. Lazarte da cuenta de un desfasaje entre una representación del médico particular que vivía de su trabajo en el consultorio y la nueva realidad económica que hace estallar la base material de esa representación o al menos sus condiciones de posibilidad.

El médico ha quedado descolocado. Una de las maneras de salvar a la profesión era que el propio profesional de la salud entendiera la importancia de su función dentro de la sociedad, el valor que debe guiarlo era, según nuestro autor, la solidaridad.

Tampoco la acción de agremiarse lo salvaría de la debacle. Si bien Lazarte no renegaba de la acción sindical, le atribuía un lugar solo defensivo, la acción sindical no podía cambiar las raíces del problema medico, porque éste tenía sus raíces en una situación más profunda que era el propio desarrollo del sistema capitalista.

El médico preso de condiciones de trabajo que no podía manejar y que no comprendía asumía en su práctica los valores del capitalismo en especial la idea de competencia “la profesión se convirtió en privilegio, no en vocación […] el médico embarcado en la corriente de las ganancias y de las riquezas creyó que tal era su destino y se convirtió en un vulgar mercader que tasaba su talento de acuerdo a un tarifa, la más elevada, como lo hacían el especulador o el comerciante” 4.
Pero el avance de la mercantilización dentro de la profesión no sólo afecto al médico como trabajador individual, afectó a la medicina como ciencia “la mercantilización de la medicina degeneró y arruinó la profesión, destruyó en parte sus bases morales trajo una decadencia de la investigación médica por el mercantilismo de la producción científica y los puntos de vista burocráticos de las publicaciones de los profesores universitarios” 5.

Sin embargo el médico no era culpable de lo que hacía, en esas condiciones de trabajo no le quedaban muchas oportunidades para vivir de su profesión, en un sentido, no era libre de elegir la manera de ejercer su profesión. El causante de tal situación era el avance del capitalismo que lo empujaba a esa condición de perseguidor de ganancias, destruyendo como vimos recién, las bases morales de la profesión.

El médico era también, para Lazarte, un trabajador explotado. Al definirlo como trabajador nuestro autor no hacía otra cosa que correr a la profesión del lugar de las profesiones liberales en la que se representaba la profesión. Las condiciones de trabajo eran tales, que como profesión liberal había sufrido la erosión de las características que antaño la definían como tal, según lo planteaba el doctor Lazarte. La explotación asumía varias formas. La más destacada era la que ejercía el propio Estado. “en nuestro país comprobamos la explotación de los médicos por el Estado burgués. El Estado los lleva a los hospitales, los hace trabajar y no les paga nada pero [aclaraba] “no vaya a creerse tampoco que, por esta explotación los médicos padecen hambre. No se ingenian para hacerse en los hospitales la clientela, fuente de recursos, y es natural que así sea” 6.

Pero si el Estado ejerce una explotación sobre el médico como trabajador, también lo amenaza con su transformación en funcionario al estatizar la profesión, “el médico actual es en el orden económico, un pequeño comerciante individual y burgués. La estatización lo quiere convertir en funcionario […] por este camino se convierte en un burócrata, simple órgano de ejecución, sin participación en las decisiones. Esto va en contra de la esencia de la profesión. Un proceso de descentralización lleva implícito más burocracia, la cual hace más lento la solución de problemas” 7.

La caracterización que hacía Lazarte oscilaba entre definir al médico como un trabajador explotado o un comerciante pequeño burgués. Parece que piensa al cuerpo médico con diferencias internas, porque no aparecen juntos ambos términos en su definición.

¿Como podía el medico salir y sacar a la profesión de ese atolladero?. Por lo que venimos diciendo la solución no podía ser individual, ni por medio de la agremiación de los profesionales de la salud.

El punto de partida debía ser la búsqueda por parte de los médicos del bien común de la sociedad. Con esta formula, un tanto general, se debía recomponer los lazos que unían al médico con la sociedad, los cuales el capitalismo había roto, transformando al médico en un comerciante y al paciente en cliente. Por ello afirmaba “la medicina, como la higiene, no deben ser patrimonio de uso privado y limitado sino público y total. Un servicio social. No es el hombre aislado que debe remunerar al médico, sino la sociedad” 8 [la medicina] ha de ser un servicio social que levante la solidaridad al más lato grado conocido” 9

Pero fundamentalmente la solución al problema médico tenía como principio la toma, por parte de los profesionales de la salud, del control de su práctica profesional, “la organización de los médicos no puede ser obra de los políticos, ni de los obreros, ni de los abogados, ni del Estado, sino de los mismos médicos” 10.

Su nueva función debía ser entonces la de un trabajador social que velaba por la custodia de la salud pública, su deber era prevenir las enfermedades curando a los que ya se enfermaron, la sociedad le retribuiría ese trabajo. “la liberación del médico y de la medicina, solo puede basarse en la administración de la medicina por los médicos y en la integración de éstos en el conjunto funcional de la sociedad”.

Así quedaba definido el profesional de la salud tal cual lo representaba el doctor Lazarte. Explotado por el Estado y por el sistema económico. Su labor envilecida a causa de la competencia en la búsqueda de pacientes, dentro de un grupo social que veía descender sus recursos económicos. Solo planteando plenamente la exigencia de la autonomía se podía acabar con esa situación. Pero esto no se lograría gremialmente con las formas que asumía esa organización, sino con una forma de asociación creadora la cual Lazarte no define con precisión.

Desde el punto de vista de los médicos que no forman parte del gobierno, la profesión se presenta como siempre amenazada. Los médicos eran muy perceptivos sobre los cambios que venía sufriendo el ejercicio de la profesión. Desde una situación muy cotidiana como lo era el dialogo dentro del consultorio entre médico y paciente se podían interpretar grandes consecuencias para el ejercicio profesional.

El dialogo como método de diagnostico se asociaba a una practica médica que caracterizaba una etapa anterior del trabajo médico, momento considerado de gran importancia en la relación con el enfermo. Sin embargo, algunos cambios, tanto técnicos como administrativos habían venido a interferir en él. El médico debía adecuarse a otra forma de trabajo. Pasaba a ser un profesional cuestionado en su trabajo. Una de las causas de la pérdida de importancia de esa forma de trabajo basada en el dialogo previo era el avance técnico y científico para la obtención de un diagnostico preciso.

El médico ya no podía llegar por si solo a conocer el origen de la dolencia de su paciente. Entran en juego muchos profesionales y técnicos mediadores entre médico y paciente, que hacían perder la centralidad que gozaba anteriormente el profesional de la salud. Por ello se dice “el dialogo que fue eficaz en otro tiempo hoy es una conversación entre el enfermo y varios médicos” 11.

La expropiación del saber médico que generaban los avances técnicos descalificaban el trabajo médico haciéndolo parte de una maquinaria que éste no controlaba y en ese punto lo convertía en un trabajador como cualquier otro.

Pero había otro elemento más distorsionarte aun y era la industrialización de las mutualidades. En este caso, estas se interponían entre el médico y su paciente como una barrera burocrática porque “la totalidad de las necesidades del paciente son controladas por elementos ajenos a la profesión” 12.

Como consecuencia el trabajo médico se trasformaba en un oficio intrascendente. El enfermo, reconocían, ya no era un cliente en el sentido clásico, ahora era un asociado, esas organizaciones se preocupaban más por la gestión administrativa que por los asuntos profesionales, el médico quedaba sujeto a un control administrativo ejercido por personal que no pertenecía a la profesión, el trabajo se estandarizaba y se reducía el tiempo por consulta buscando el rédito económico. Las conclusiones sobre estos cambios no podían ser más que funestas.

La relación médico paciente sufría demasiadas interferencias como para no perder muchísimo de su significación y de su trascendente valor. Se resaltaba la despersonalización del trabajo, siempre asociado a un arte. Se sentía una pérdida de control sobre el proceso de tratamiento y en esto parecía ir el corazón de la profesión. Arte y artesanía del trabajo médico se oponían entonces a la estandarización y el trabajo en serie, donde los pacientes como clientes eran los productos que transformaba el trabajo médico.

Por último daremos algunos detalles sobre el trabajo del médico rural que permiten ver también como era pensada la profesión desde ese lugar.

Desde la Confederación Médica de la Republica Argentina, se reconocía la falta de médicos en muchas regiones del país, pero ponían de relieve junto a eso los problemas que debía enfrentar el médico rural. Una de las situaciones que debía afrontar el profesional que trabajaba en el campo era que al poco tiempo de instalarse con mucho entusiasmo e ilusiones quedaba agobiado por la cantidad de tareas que debía realizar.

Estos médicos tenían que estar dispuestos a ejercer todas las especialidades que se les presentaran en su trabajo, esto a causa del pequeño número de profesionales. Se denunciaba junto con ello el trabajo sin horario y sin tiempo para especializarse o dedicarse a su familia “tiene una profesión liberal y cree ser un hombre libre pero en realidad esta al servicio y es esclavo del enfermo al que esta a su disposición durante las horas del día y de la noche13.

Desde el punto de vista profesional el campo no era la mejor opción. Frente a esta situación no faltaba el profesional que veía en su trabajo en zonas rurales la oportunidad de hacer dinero comprando vacas, hipotecas, etc. La falta de material hacía que el médico practicara su oficio con serias fallas al no tener a su disposición un laboratorio para realizar análisis o maquinas de rayos X.

Estos profesionales terminaban transformándose en proveedores de enfermos “la absorción de las grandes clínicas convierten al médico rural en un proveedor de enfermos, pues los fundamentales problemas del diagnostico y tratamiento no pueden solucionarlos en el medio rural” 14

Las posibilidades de capacitación se veían severamente afectadas. Hacer un viaje, suponía dejar cerrado el consultorio o pagarle a un colega para que lo atienda, pero de las dos manera se perdía dinero. Entonces, los únicos que se podían capacitar eran los que mejor estaban económicamente. Se reclamaba entonces, la necesidad de una actualización gratuita.

La situación del medico rural promedio no era de las mejores. Los que trabajaban solo en sus consultorios vivían al día, los que lograban ubicarse en los dispensarios o trabajar para las mutualidades podían hacer alguna diferencia económica pero en desmedro del su trabajo profesional, se decía. Otro problema que lo perjudicaba era el de la vivienda “muy pocos son propietarios de la casa en que viven, con el viejo consultorio adquirido a plazos al recibirse, con el instrumental gastado sin poderlo renovar, con el automóvil en constante reparación, sin posibilidades de progreso económico y científico, algunos médicos deciden ir a la ciudad15.

El médico rural quedaba, entonces, sometido a una serie de problemas muy distintos de los que debía afrontar su colega de la ciudad. Su vida transcurría en un marco de absoluto aislamiento profesional que afectaba la calidad del servicio que prestaba. Esto lo llevaba a despreocuparse de su tarea o, en otros casos, a la sobrexigencia de tareas, que tampoco le ofrecían seguridades económicas.

Sin posibilidades de modificar esta situación, el médico rural, se veía frente a la alternativa de vegetar en esa situación o huir a la ciudad en busca de mejores oportunidades. El campo no era visto como un lugar que ofreciera ni desarrollo profesional, ni material para aquellos que asumieran con compromiso su vocación.

RAMÓN CARRILLO.: CONTINUIDAD Y RUPTURA

Susana Belmartino se encargó de historiar el concepto de “lo social” dentro de la medicina argentina. En sus estudios mostró como “lo social” es entendido de manera diferente por los médicos higienistas en la década del 30’ y ampliado como concepto explicativo desde la gestión del ministro Carrillo a mediados de los años 40, en un contexto histórico que también varia. Se incorporaban a él elementos y enfermedades que antes no tenían cabida, como por ejemplo, las enfermedades del corazón, la diabetes, los problemas de alimentación, etc.

El ámbito social se volvía raíz explicativa de muchas afecciones y el lugar donde había que poner el acento para comenzar a pensar medidas sanitarias como parte de la política de Estado. Entonces Carrillo escribía sobre las enfermedades del corazón y de las arterias: “Toda esta patología es provocada por agentes económicos y sociales. Puedo señalar la insuficiencia del salario como un factor patológico [...] la miseria es uno de los factores patológicos, es decir, factores creadores de enfermedad16.

La medicina social tal como la entendían los encargados de la Secretaria de Salud Pública se relacionaba con la doctrina de la justicia social. La nueva medicina se planteaba igualdad en el acceso a una atención de calidad que debía cubrir desde los medicamentos hasta los tratamientos, para los sectores más postergados de la sociedad en la “Nueva Argentina” peronista.

La concepción de la medicina, pensada así, mostraba objetivos múltiples. Primero, organizar la lucha contra los factores indirectos de la enfermedad y la mortalidad, luchar contra las consecuencias de la enfermedad y por último, asegurar la prolongación de la vida útil del hombre.

Segundo, combatir los problemas que acarreaban la desplanificación urbana y rural, la presencia de focos insalubres, el tipo de la alimentación, la vivienda, la ignorancia sanitaria, los ambientes de trabajo insalubres.

Tercero, la protección del capital humano del país. Las definiciones de la medicina social eran muy elásticas en el discurso de Carrillo, pero las conclusiones en todos los casos eran las mismas; si no se mejoraban las condiciones de vida de la población, no había política sanitaria posible o viable, porque “vivimos la hora de la medicina social. Las grandes causas de la enfermedad, invalidez y muerte se han escapado de la ciencia microbiana para tener como factores, la ignorancia, la pobreza, la mala vivienda, el pobre o el mal alimento, los trabajos insalubres, la extenuación mental17.

Sin embargo, esto no significaba dejar de lado una medicina atenta a los factores biológicos que causaban la enfermedad, esta concepción pasaba a un segundo plano y se le asignaba la categoría de medicina asistencial.

La medicina social se diferenciaba de lo que Carrillo denominaba medicina sanitaria, ya que por una parte la medicina social iba en busca del enfermo pero también del sano. La medicina sanitaria por su parte “es aquella rama de la salud pública que tiene por objeto organizar los medios técnicos, jurídicos, científicos, para eliminar y destruir los gérmenes patógenos y evitar e impedir así la contaminación del hombre18.

Pero también se oponía a otra concepción de la medicina, la llamada asistencial. Este tipo de práctica médica fue definida como pasiva en relación a la presencia de la enfermedad, porque ella esperaba que existiera el enfermo y entonces entraba en acción la medicina asistencial y la medicina social se oponían.

La segunda era colectiva y preventiva; ambas definían dos modalidades y dos escalas de competencia distintas. El lugar de la medicina asistencial era el hospital, pero desde la concepción del ministro Carrillo este debía someterse a un cambio en su organización y funcionamiento. Estos cambios debían incluir el pasaje de una asistencia vertical del enfermo, la cual era considerada muy onerosa, porque insumía más personal, camas y alimentos, a una de tipo vertical ambulatorio.

De esta forma el hospital debía acercarse a la población y no a inversa. Esto significaba que la acción médica debía preocuparse no solo de la curación clínica del paciente, sino también de su curación social. Al respecto el Ministro afirmaba: “un padre de familia que se enferma crea problemas sociales e incluso médicos en el hogar que deja […] los centros de salud curan al enfermo no en función del individuo enfermo, sino en función de la familia”.

Quedaban así definidos en el pensamiento del Ministro de Salud, las tres modalidades de la medicina y sus respectivos campos de acción; “el hombre argentino esta situado en un circulo cuyo centro ocupa él mismo y su biología [Aquí actúa la medicina asistencial]...El círculo inmediato a ese centro es el ambiente biofísico que rodea al individuo [campo de la medicina sanitaria]...y finalmente, el tercer círculo que corresponde a la medicina social y que se organiza contra todos y cada uno de los factores indirectos de las enfermedades...19.

Toda esta argumentación en torno a la medicina social llevó a postular a la salud como un derecho que había que proteger y que el Estado debía asegurar como todos los demás. Esto sólo pudo ser posible a partir de una redefinición del concepto de ciudadanía y de los derechos a los que la condición de ciudadano daba acceso, “el discurso peronista negó la separación formulada por el liberalismo entre el Estado y la política por un lado y la sociedad civil por otro. La ciudadanía no debía ser definida más simplemente en función de derechos individuales y relaciones dentro de la sociedad política, sino redefinida en función de la esfera económica y social de la sociedad civil20.

La traducción de esta idea al ámbito de la salud llevó a insistir sobre el punto según el cual la salud era un problema de estado y su atención no podía quedar librada al libre juego del mercado “la salud pública ha dejado de ser lo que fue hasta esa fecha crucial de 1946, un problema individual exclusivo del enfermo que esta en cama y se atiende con el médico como si fuera un asunto personal entre los dos, el usted me cura y yo le pago21, afirmaba.

Ahora quería mostrar como veinte años después de las propuestas de Emilio Coni y de los escritos de Quiroule, reaparecen algunos de los elementos señalados por esos autores, pero no en el marco de una propuesta utópica, sino por el contrario, insertos en el marco de un diseño sanitario mas amplio. En los trabajos de Carrillo, diseminados en varios discurso oficiales, como así también, en sus trabajos mas cortos como en sus obras mas acabadas su pueden encontrar referencias sobre el valor de la vivienda higiénica esta pensada como origen de una buena salud. Esto tomaba cuerpo en los años 40 como parte integrante de la medicina social. Se revalorizaban los componentes mas clásicos del higienismo en referencia a la salud, la buena iluminación, o la circulación de aire, el espacio son todas variables con las cuales se piensa la vivienda higiénica en el marco la protección a la salud.

Hay también una revalorizacion del cuerpo.

En el caso del peronismo la política de salud pública propone entre otras cosas y más allá de la legislación sancionada una nueva imagen del cuerpo, como un objeto que merece un especial cuidado por su valor potencial, como creador de riqueza, al mismo tiempo se le asigna una importancia a su cuidado que excede por lo tanto los marcos de la salud individual. Por esta razón el Estado cuida de la salud popular, pero sus recursos tienen un limite así es preciso impulsar el cuidado del cuerpo fuera de los lugares de trabajo.
El propio trabajador debe ser responsable de su cuidado,”Es materialmente imposible el cumplimiento de las leyes sanitarias. No basta que estas sean buenas, sino también es necesario que se cumplan y eso es lo difícil [...] La Secretaria de Salud Pública de la Nación entiende que lo práctico por ahora, es educar sanitariamente al industrial y educar en el mismo sentido al obrero” 22.

¿Hay que ver solamente en ésta intención una preocupación exclusivamente sanitaria? Sin querer forzar las interpretaciones, tenemos que tener presente la función ideológica de esta propuesta. Todo sistema social necesita construir un consenso, imponer una visión del mundo, de los intereses particulares como intereses generales, en nuestro caso podríamos decir como “buena voluntad sanitaria”.
Por eso no esta ausente, y el análisis posterior lo demostrará la preocupación económica escondida detrás de las medidas preventivas de salud.

De esta manera la política de salud no es solo un ámbito donde desplegar de otra manera la justicia social, cumple también funciones políticas, no sólo por lo que hace sino también por lo que regula reglamenta, enseña y predica. En este aspecto resulta interesante el análisis de un almanaque dedicado a la salud que se publico en 1948. No pudimos determinar si esta publicación tuvo una mayor continuidad, pero por si solo alcanza para reconocer la función educativa y también normativa que a criterio de sus autores debía cumplir. Faltaría aclarar que no pretendemos demostrar o encontrar la verdad de las intenciones sanitarias del gobierno peronista resumidas en este documento, pero si se convierte en la mejor muestra de la representación de la salud, que presenta el gobierno hacia fuera de sí mismo; la salud no es lo que aparece en el almanaque es, como debería ser.

Este almanaque inicia sus páginas con una pequeña introducción donde se desarrollan los principales ejes de la política sanitaria del gobierno; se convierte así en propaganda. Abarca además una multitud de temas referidos al cuidado del cuerpo; por ejemplo recomendaciones sobre la manera correcta de alimentación según las estaciones del año, información sobre los distintos tipos de alimentos conteniendo tablas sobre vitaminas y valores calóricos, higiene consejos sobre cuidado y crianza de los recién nacidos y de los niños, primeros auxilios información sobre medicamentos. Por otro lado se completa con pequeñas semblanzas de los médicos más ilustres de nuestro país, como por ejemplo Ricardo Gutiérrez, Cosme Argerich, Claudio Cuenca, Francisco Muñiz.

Como decíamos más arriba este almanaque cumple también con una función educativa. En él encontramos “En cuanto a la educación sanitaria [...] es por demás evidente que un pueblo que ambiciona elevar su índice de salud debe estar suficiente mente capacitado para precaverse de las enfermedades” 23.

Advertimos ya en los primeros años del gobierno peronista la intención y la necesidad de que el cuidado de la salud se apoye en los propios destinatarios de la política sanitaria. Para ello esta el capitulo titulado “la salud y el orden”en el cual se comienza hablando del orden que reina tanto en el cielo como en la naturaleza, porque dentro de este ordenamiento general “[...]el hombre no es más que una parte, selecta pero parte al fin[...] y tiene también un orden que mantener y que a su vez lo mantiene[...] En un aspecto será el orden del cuerpo, cuando todas las funciones equilibradamente compensadas coincidan en lo que la ciencia llama cenestesia y que en suma no es más que la posesión de la salud[...] El hombre dentro del plan de ordenación universal, tiene como fin[...]el orden, que es salud en su cuerpo y virtud en su alma.” 24

Por lo anterior es claro que el elemento central es el hombre, y aquí se abre una definición que ya no es biologista, es decir, el hombre no es tomado solamente como un ente biológico porque sobre todo es desde la mirada de la nueva medicina social, un ente social, que vive, se desarrolla y se enferma dentro de unas condiciones sociales particulares, las de su vivienda, su trabajo, su régimen alimentario. Es necesario detenerse en la concepción del hombre que plantea el Dr. Carrillo.

Para el ministro “[...] La salud pública es un estado de bienestar que se traduce en múltiples formas en el hombre, de donde hay un bienestar físico, un bienestar mental, un bienestar espiritual y un bienestar social [...] Ese componente social para los médicos se puede concretar en tres nociones de espacio. El hombre necesita [...] posibilidades para alimentarse él y su familia; un mínimo de techo para protegerse contra la intemperie [...] y por fin, el hombre necesita el mínimo de trabajo, bien remunerado y en ambientes apropiados” 25.

Desde ya las necesidades que se plantean exceden lo estrictamente sanitario. Buenos salarios, vivienda y alimentos no son cosas que pueda proporcionar el Ministerio de Salud. Pero sin ellas la salud planteada de esta manera no puede alcanzar los límites deseados. Apreciamos así, la estrecha relación que marcara el ministro a lo largo de su gestión entre política social y política de salud. Tenemos por lo tanto una concepción global de la salud y del hombre, no ya como organismo solamente físico sino fundamentalmente como ente social.

Toda esta argumentación la podemos encontrar en los documentos de la Organización Mundial de la Salud en el momento de su fundación. En junio de 1946 esta organización definía a la salud como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” 26.

De esta manera el pensamiento de Carrillo se entroncaba con las ideas más avanzadas de su tiempo en materia sanitaria; vale decir una concepción no biologista de la enfermedad y la importancia que se le otorga al Estado como garante del derecho a la salud y el bienestar.

La importancia del hombre considerado como capital humano, será una de las preocupaciones fundamentales de la política de salud. De ahí la importancia que se la asigna a la medicina preventiva y dentro de ella a la medicina del trabajo y la medicina del deporte. Hay que cuidar la salud de los sectores más pobres de la sociedad porque son los que crean la riqueza de la Nación con su trabajo “Es propósito del gobierno responder ampliamente a su origen popular dedicando sus preocupaciones a la protección de las masas y planificando la acción médica preventiva y la asistencia social [...] porque el capital humano, en la doctrina peronista es lo que más interesa al Estado” 27.

La misma idea la encontramos en otra publicación “Para que el obrero, el funcionario, el agricultor, rindan en sus labores en al medida que requieren las grandes empresas que deben ser cumplidas, era fundamental que gocen de la plenitud de sus fuerzas físicas [...] Para trabajar, para producir hay que estar sano” 28

Todos estos problemas se encuadran en lo que el ministro Carrillo llama la biopolítica “La biopolítica es la concurrencia de todas las ciencias conocidas aplicadas a mantener el potencial biológico de la Nación, que compete fundamentalmente al Estado” 29.

Se reconoce nuevamente en esta definición la intención de llevar la política sanitaria más allá de lo estrictamente sectorial. Todas las ciencias se consideran incluidas; la economía, la sociología, etc. Todas aquellas que apunten al estudio del hombre dentro de la sociedad, por eso no es raro que se deje un lugar para la arquitectura y el urbanismo.

Pero donde aparece con más claridad la idea del hombre como capital fue en su artículo “Política Sanitaria Argentina “en el apartado que escribe sobre el valor económico del hombre argentino. Respondiendo a la pregunta sobre cuánto pierde el país por causas de la enfermedad, el trabajo decía “Los cálculos hechos en EE.UU. para EE.UU., demuestran que allí se pierden al año diez mil millones de dólares por enfermedad. Nosotros con la décima parte de la población -y en el supuesto de que estemos tan adelantados como ellos en materia de sanitaria- tendríamos alrededor de 4.000 millones de perdidas anuales por enfermedad, suponiendo, se entiende, una proporción de uno a cuatro entre el dólar y el peso...

Las cifras de perdidas más altas se originan en las enfermedades banales: resfríos, gripes, dolencias transitorias, “minor deseases”, que representan una perdida cuantiosa para la colectividad. Se calcula que termino medio, el obrero esta enfermo 8 días al año. Estimándose la población activa en 5 millones, tenemos que son 40 millones de días de trabajo que se pierden por razón de aquellas enfermedades. A un salario medio de $10diarios resultarían400 millones de pesos perdidos anualmente en concepto de “ausentismo” por enfermedad.

A esto hay que agregar lo que el Estado y los institutos privados gastan para atender al que se enferma, y lo que el individuo invierte por su cuenta para curarse, y el valor del trabajo que se pierde. “Puede calcularse, en total en $400 millones al año lo que se gasta en nuestro país para el sostenimiento de establecimientos médicos [...] Son pues, muchos los millones que anualmente se pierden por enfermedad, y ello constituye un lastre para la capacidad productiva del país. Cuando una Nación es fuerte, puede soportar ese lastre, pero de todas maneras es una carga pesada, y a los médicos y hombres de Estado nos corresponde encontrarla forma de aligerarla” 30

La medicina del trabajo cobra para el Estado de esta manera un rol protagónico del cual es un ejemplo la reunión del Congreso Americano de Medicina del Trabajo realizado en 1949. Desde la Secretaría de Salud Pública y desde el gobierno, sé reconocerán los problemas que trae consigo la industrialización. El Dr. Carrillo lo menciona en varias conferencias comentando en especial los casos de Inglaterra durante la etapa de la revolución industrial o el caso de Alemania en tiempos de Bismark. De estas experiencias históricas saca la conclusión de que un desarrollo industrial que no se acompaña de una política sanitaria tendrá consecuencias funestas para la población. Por lo tanto la argentina que se encuentra también en un proceso de crecimiento industrial debe ajustar su capacidad sanitaria a este proceso.

Entre los problemas que genera la industrialización, el ministro Carrillo destacaba problemas de distinta índole, por ejemplo el cambio en las costumbres y en régimen de vida familiar, como así también la fatiga, la promiscuidad, el hacinamiento, la vivienda antihigiénica y el cambio de alimentación. La situación más grave es la que sufría los habitantes de las provincias y en ellas los de las zonas rurales, efecto del desarraigo producido por la concentración de las industrias en las ciudades, aquí las consecuencias médico- sociales serian la Tuberculosis, el contagio venéreo, el alcoholismo, el cambio en la dieta alimentaria y la invalidez prematura.

Como ya habíamos adelantado en este marco no solamente incumbe la protección del trabajo hay además que educar tanto al obrero como al industrial, ya que el Estado con sus recursos es impotente para controlar efectivamente el cumplimiento de la legislación en vigencia sobre condiciones de trabajo.

Impulsar nuevas pautas de conducta para los sectores populares aparece como una prioridad para un Estado que a veces reconoce su impotencia frente a un sinfín de casos en los cuales las leyes laborales no se cumplen, no es solamente una cuestión de conocer los derechos que el obrero tiene en su trabajo, es necesario que en su vida cotidiana no realice actividades que pongan en peligro su actividad física laboral, “Hoy toda la técnica sanitaria del Estado[...]debe concentrarse sobre [...]el hombre sano. Debemos cuidar por sobre todas las cosas a los sanos, buscándolos en la vida cívica, vigilándolos durante el trabajo y durante el descanso, sin perder de vista que cada hombre tiene un valor concreto de producción, un sentido económico y social “ 31.

Las estadísticas parecían darle la razón al ministro, los accidentes no industriales, producidos en el hogar y en la vía pública, determinaban un ausentismo al año de once obreros por cada mil, prolongándose dicha ausencia por más de ocho días. Se decía desde el Ministerio de Salud que de cada 10.000 muertes al año por accidentes en nuestro país, 8000 se producen fuera de los ambientes de trabajo.

Se hacía necesaria una política de seguridad publica, en el transito y en el hogar y en los ambientes no industriales por que allí se producían el 80% de los accidentes. Esta idea de protección del individuo sano lleva a la conclusión para el ministro de salud que esta no sólo debe ser considerada un derecho sino también un deber como cualquier otro, se aseguraba el deber del estado de cuidar al individuo, por su parte “[...] esta también obligado a cuidarse, pues para llegar a ser adulto, a ser hombre capaz de producir y rendir ha costado mucho a su familia y al Estado, el cual, si sufre accidente o se enferma, trata de recuperarlo para la sociedad[...]
Es necesario hacer comprender al pueblo que todos tenemos obligación de cuidar nuestra salud, que nuestra salud no es totalmente nuestra, sino que pertenece a la familia que formamos y al Estado, que nos cuidan hasta que llegamos a ser una unidad productiva. Si pudiera calcularse en cifras lo que cuesta llevar a un niño hasta los 18 años, resultarían cantidades fantásticas, ilustrativas sobre el esfuerzo que hace la colectividad en bien de cada uno de nosotros y que por lo mismo, de hecho nos impone un deber: el deber de solidaridad social de no violar los principios sanitarios por ignorancia, descuido o despreocupación
32.

En el año 1954 todavía se hablará de perfeccionar la lucha contra el ausentismo 33.

Señalemos por último algunas líneas de continuidad. Dentro de la concepción que elaboró el ministro Carrillo, el cuidado del cuerpo incluía una fuerte dosis de responsabilidad individual. Uno de los temas a considerar era la práctica incontrolada de los deportes. El control, es este caso, se reducía a los análisis previos que permitieran saber si una persona estaba en condiciones de practicar el deporte que eligiera. Hay tanto en Carrillo como en Quiroule una preocupación similar por mantener el cuerpo sano y en la cual el deporte tiene una función. Quiroule, sin embargo, diferenciaba entre deporte y gimnasia. Dentro de su ciudad utópica la gimnasia tendría como función mantener el cuerpo sano, pero descartaba el deporte por considerarlo creador en las personas de el espíritu de competencia, que era nocivo para la nueva sociedad.

Ambos autores se separan en sus concepciones sobre los médicos y su concepción de la muerte el lugar que esta ocupa en la vida del hombre. La muerte era para Carrillo un enemigo que la medicina debía vencer junto con las enfermedades que la producen. El papel de la educación sanitaria era por ello fundamental en este aspecto, inculcando también mejores hábitos de alimentación, esparcimiento y trabajo.

En Pierre Quiroule la profesión médica no tenia como objetivo prolongar la vida del paciente, había un “reconocimiento de la muerte como una etapa en el curso inevitable de cada vida…el pasaje de un mundo a otro con solemne sencillez sin prisa pero sin pausa” 34.

El mundo de Quiroule, era un espacio sin enfermedad, sin médicos, ni hospitales. Esta aquí la diferencia con Carrillo, la salud también se alcanzara, pero, por la vía de la construcción de un mejor sistema sanitario, mejor organizado y mas eficaz.

Reaparece también en lo trabajos de Carrillo esa idea de la asepsia que se proyectaba en los muebles de Quiroule, reaparece cuando recordamos el hospital higiénico, parece como si lo pensado por Quiroule para una gran ciudad, lo encontramos nuevamente, en escala mas pequeña dentro del hospital en los años 40-50.

La idea de un hospital de puertas abiertas que proponía Coni se asemejaba en algo al centro de salud propuesta por Carrillo como el elemento transformador de la práctica sanitaria, un centro que estrecha el contacto con la comunidad y que al mismo tiempo deja la posición pasiva que caracterizaba a los hospitales para, como se decía en palabras de la época, “ir a buscar al enfermo a su casa a los lugares d trabajo a su barrio”.Para Coni , también, el Estado tenía como función evitar que la enfermedad afecte a la población, en este caso, desplegando las obras de infraestructura necesarias y reglamentando los distintos aspectos de la vida social.


REFLEXIONES FINALES

En la primera parte del trabajo analizamos como la posición social que ocupaba Quiroule y Coni así como también su formación y su relación con los bienes culturales, señalando como condicionaron en alguna medida sus propuestas. Aquí resaltamos como la cercanía de Coni para ser escuchado por lo menos a nivel municipal hace de sus propuestas una definición de lo que hay que hacer. De Quiroule nos interesaba mostrar esos rasgos culturales que reunieron en su persona los militantes anarquistas y su especial relación con la cultura lo cual los llevaba muchas veces a actitudes de reverencia a ciertos bienes culturales caracterizados como emancipadores para el hombre.

Del medico Juan Lazarte nos propusimos relevar su diagnostico de la profesión medica en los años 40, caracterizado, como el dice, como de crisis pero no solo de una profesión que se piensa como liberal sino para el también de un tipo de organización social en el cual la salud y la medicina, al igual que la profesión medica se van transformando en una mercancía. Su propuesta para salir de esa crisis iba mas allá de la salida individual y las que se podía lograr a través de la lucha gremial, el confiaba mas en recrear un nuevo tipo de vinculo con la sociedad, que los médico tomen a su cargo el control de la profesión como única salida para los males que sufría la profesión. El medico en su visión es un trabajador expropiado de manejo de sus condiciones de trabajo su acción política si se quiere debía tender a la recuperación de ese control.

En el caso de Carrillo vimos como su pensamiento se mueve y en algunos aspectos ampliaba el cúmulo de ideas que se venían gestando desde los años treinta dentro de la comunidad médica o si se quiere de la “corporación médica”. La medicina social fue la principal construcción que apuntaba a solucionar los problemas sanitarios de la argentina en los años 40. medicina que se pensaba siempre activa en todos sus rasgos, fundamentalmente en el accionar médico.

Encontramos así algunas temática que reaparecen dentro del pensamiento de Carrillo y que solo quedan señaladas a modo de ilustración, la vivienda higiénica, el cuidado del cuerpo, etc. Nos detuvimos en el tema del cuerpo porque tanto en los trabajos de Quiroule, Coni y Carrillo se presta mucha atención a ese tema como un elemento fundamental para mantener la buena salud. El desarrollo de esta idea es más sistemático en Carillo que elabora medicinas especiales que deben encargarse del cuidado del cuerpo, la medicina del trabajo, la medicina del deporte. Por último, el tema del hospital también pensado no como un ente pasivo sino como activo frente a los problemas de la enfermedad. Aquí el que cumpliría esa función serian los centros de salud los encargados de restablecer el vinculo entre la salud y la población.

NOTAS

1 Idem.

2 Armus D. “El descubrimiento de la enfermedad como problema social” en Nueva Historia Argentina, t. V. Bs.As. Sudamericana, 2000, p.528.

3 Idem,p.530.

4 Lazarte Juan, Problemas de la medicina social, Bs.As.Americanlee, 1943, pp.

5 Idem pp. 94

6 Idem pp. 95

7 Ídem pp.4

8 Lazarte Juan Op. Cit.p.p44

9 Lazarte Juan Op. Cit. Pp. 90

10 Ídem.

11 “Dialogo entre el médico y enfermo interferido”, Revista médica de Rosario, Vol. 44 n° 4-5-6, Rosario, 1954, pp. p. 74.

12 Ídem pp.74

13 SEGIO MAYOR, “las condiciones de vida y d trabajo” revista de la confederación Médica de la Republica argentina n° 71, 1955 p.23.

14 Idem p.p. 26

15 Idem pp. 27.

16 CARRILLO RAMÓN, Contribuciones...p.495.

17 CARRILLO RAMÓN, “Medicina preventiva”, Archivos de la Secretaria de Salud Pública de la Nación Vol. I n° p.5.

18 CARRILLO RAMÓN, Contribuciones...op.cit.p.429

19 Ídem, p.402

20 JAMES DANIEL, Resistencia e integración, Bs.As. Sudamericana, p.30

21 RAMÓN CARRILLO, Contribuciones…op. cit. p.400

22 CARRILLO RAMÓN, “Medicina del trabajo”, Archivos de la Secretaria de salud Pública de la Nación, Vol. III, n° 19, Bs.As. Secretaria de salud Pública de la nación, 1948, p.17

23 Almanaque de la Salud Bs. As. Secretaría de salud Pública de la Nación, 1948 p.XV

24 Ídem p.XVI.

25 Ídem, pp.389-390.

26 FERRARA FLOREAL, Medicina de la comunidad, Bs. As. Inter Médica 1972.

27 CARRILLO RAMÓN, “Doctrina Peronista del Bienestar social”, Archivos de la Secretaria de salud Pública de la Nación, Vol. II, n° 8, Bs.As.1947, p.54

28 La salud pública en el segundo Plan Quinquenal, Bs. As.1952 Presidencia de la Nación, Subsecretaría de informaciones.

29 CARRILLO RAMÓN, Contribuciones al conocimiento sanitario, Bs. As. Ministerio de Salud Pública, 1951 p.403.

30 CARRILLO RAMÓN, op. Cit. PP. 215-216

31 CARRILLO RAMÓN,”medicina del trabajo” Archivos de la secretaria de Salud Pública de la Nación, Vol. III, n° 19 Bs.As. 1948, p.22

32 CARRILLO RAMÓN, “Política sanitaria Argentina” Archivos de la secretaria de salud Pública de la Nación, Vol. IV n°3 1948, p.206.

33 GARCIA LORENZO, Planificación sanitaria, Santa Fe, Universidad nacional del Litoral 1954.

34 Armus D. “la ciudad higienica” op. cit. P.103.



* Datos sobre el autor:
* Fabio Adrián Josín
FHCE. Universidad Nacional de La Plata, Argentina

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