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Edición N° 34 - invierno 2004

Los laberintos del trabajo social: nuevos paradigmas en la formación, la práctica y la investigación

Nuevos paradigmas en la práctica

Por:
Master Susana Malacalza
* (Datos sobre la autora)


X JORNADAS DE SERVICIO SOCIAL DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES
Asociación de Servicio Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
5 de junio de 2004

Quisiera comenzar esta exposición agradeciendo a las organizadoras de las Jornadas el haberme brindado la oportunidad de poder compartir con ustedes, mis colegas, en este privilegiado espacio de reflexión las ideas e interrogantes que la temática me provoca.

En primer lugar me gustaría plantear una convicción que seguramente estará presente en toda mi argumentación. El piso sobre el que construimos discursos, cultura y redes, el punto de partida y retorno, es la persona humana con necesidades pero también con capacidades y por ende con dinamismo propio. Así pensado intentaré alguna aproximación a la pregunta ¿ desde donde miramos y con que óptica?, para luego encaminarme hacia el tema en cuestión

El contexto de transformación del orden mundial con su constitutiva imbricación en el sujeto, en su forma de pensar y en sus prácticas, es decir, en el esquema referencial operatorio de la actual sociedad, en particular de la sociedad argentina, no es un producto divino sino que es la acción del sujeto. Es el sujeto el que crea, esa fuerza , ese magma (1) que mueve los procesos sociales.

Hecha esta primer observación pienso al nuevo escenario mundial desde dos dimensiones decisivas o núcleos centrales de un mismo proceso: el estado-nación (2) como forma organizativa societaria y el de la subjetividad correspondiente a la forma de sociedad global imperante.

Paralelamente al proceso de globalización económica que se vive, somos protagonistas de un proceso de globalización de la cultura y de las prácticas sociales con la consiguiente resignificación de conceptos y valores. Pareciera que este escenario visibiliza la crisis de la sociedad moderna occidental ( sociedad capitalista) desde el quiebre del modo referencial de pensar y operar de la sociedad y si esto es así, es que estamos en presencia de una crisis socio-política de carácter estructural y estratégica.

Creo necesario aclarar que entiendo la idea de crisis estructural como un punto de articulación, aún sin encuentro, de fuerzas cruzadas provenientes de lo instituido con aquellas que fortifican toda ruptura del orden de lo dado. Pero también, entre movimientos creadores de nuevas subjetividades y reacciones ante la incertidumbre que ello genera; entre fuerzas que tienen ojos para ver en la crisis un proceso de agotamiento de aquello que, precisamente entró en crisis y entre las que sostienen que ese agotamiento no es tal. Entre las que afirman que la crisis es simplemente causa y, de las que la piensan también como producto.

Las observaciones expresadas hasta ahora me conducen a ubicarlas como el escenario que configura la condición de pensamiento desde donde miramos y su óptica en la actualidad y por lo mismo, la referencia clara para pensar los alcances, límites y dirección de nuestra intervención..

El mundo es el mundo del individuo en sociedad. Ello significa el reconocimiento del otro y de que esa relación del yo con el otro es la dimensión constitutiva de lo social y la condición necesaria para poder convertir necesidades y demandas individuales en prácticas y conceptos que pueden ser reconocidos, confrontados y compartidos por otros. La relación entre individuos es base de la vida humana en sociedad y la base misma de la vida política.

Siguiendo esta línea argumental, hay indicios de que en esta crisis estratégica configurada en el actual momento del desarrollo del capitalismo, la relación individuo-sociedad, el reconocimiento del otro y la confianza se están reduciendo, socavando así la base societal, o en otras palabras, el lazo social configurando en siglos. Ello impácta en las condiciones de la vida humana degradándola.

Los polos que otrora articularan campos de identidades individuales y colectivas se han debilitado, fragmentado, diluido. Las creencias que organizaran y dieran consistencia al lazo social haciendo a la sociedad vivible transitan un proceso de agotamiento.

Así, pareciera que el capitalismo en la etapa de la globalización destruye el imaginario de estado-nación soberano que caracterizara a la organización social de la modernidad. Con ello no estoy diciendo que el estado-nación desaparezca, pero si que se refuncionaliza. El Estado-nación ha perdido el sentido que tenía históricamente y le otorgara poder soberano. El poder está ahora en ciertos flujos globales internacionales, financieros, interconectados y sin localización, que tienen una fuerte potencia en cuanto a penetración cultural y disciplinamiento social, fundamentalmente de la mano de las mutaciones en el campo del trabajo.

Desde esta visión, la globalización no nació por los procesos tecnológicos o financieros, o de la combinación de ambos y de los flujos comerciales y económicos, nació y creció por un fenómeno principalmente político

Ello implica un cambio radical en la subjetividad dado que, esa soberanía de la que hablamos se construyo sobre la base del sistema de representación del pueblo, o sea, del soberano.

Al respecto Ignacio Lewkowicz plantea con agudeza en su libro Pensar sin Estado que ese título no hace referencia a la cesación objetiva del Estado sino al agotamiento de la subjetividad y el pensamiento estatal; agrega: podemos poner en duda que haya desaparecido el Estado: podemos verificar enormes organizaciones, técnicas, militares, administrastivas con un vasto poder de influencia. Pero influencia no es soberanía, y la subjetividad estatal no arraigaba en la mera existencia del estado sino en su soberanía (3)

Es decir, junto a la soberanía del estado tambalea esa fuerte significación imaginaria que constituyera el pilar de la república: el ciudadano (4)

La desocupación y sus secuelas actúan de manera de desorganizador del mundo interno colocando al individuo en un escenario de indefensión para luchar por su vida y la de su familia. Esta situación afirma el individualismo ante la solidaridad, viendo al otro como rival y alguien con quien competir, fragmentándolo como sujeto y debilitando las redes sociales.

Los trastornos psíquicos, emocionales que resultan del desempleo o la mala calidad del trabajo no significan sólo una patología individual que se podría superar con medicamentos, psicoterapia o denuncias a falta de ello, sino una patología social que exige de una política social real y efectiva del Estado y la participación creativa

– e imperiosamente comprometida- de todos los actores sociales, entre ellos y muy particularmente, los trabajadores sociales que se deben e preguntar a los efectos de pensar su intervención ¿Qué significa ser un ciudadano en un sistema injusto que no contempla los derechos básicos de las personas?

En un trabajo anterior (5) decia que con el capitalismo actual surge una configuración subjetiva que pareciera basarse en un individualismo cuasi-feroz adonde la instancia fundante no es la ley sino yo, en la que los derechos y obligaciones de uno no tienen correlato con los derechos y obligaciones de los otros. Mientras que el desempleo cobra dimensiones alarmantes, la red institucional en pleno, incluida la familia, se transforma sin ser acompañada por una nueva significación social que la haga creíble; en otras palabras, la globalización ubica como su soporte subjetivo a un sujeto privado de aquellos soportes que desde la socialización le configuraran identidad. Las consecuencias de esta nueva forma de relacionamiento es visible, el proceso identitario cambia radicalmente dado que la identidad fuera construida en la modernidad sobre polos tales como: la familia, el trabajo o la nación.

Estas transformaciones se configuran en cada región , en cada país de manera particular, acorde al proceso histórico de conformación que, como nación, le dio lugar. Así, latinoamerica como parte del tercer mundo afronta el nuevo orden mundial no solo sin haber superado la dependencia, sino con un brutal grado de endeudamiento con los países centrales y, entre otras cosas quizas por ello mismo, sin haber alcanzado los niveles europeos ni norteamericanos en cuanto al sistema republicano.

Si bien en alguno de los países latinoamericanos, los derechos y garantías de los ciudadanos alcanzaron un alto grado de desarrollo y este es el caso de argentina, los mismos retrocedieron abruptamente en estos últimos treinta años con el reinado de la propuesta neoliberal.

En Argentina el agotamiento del Estado Nación no dio lugar a formas más estatales como las que es posible identificar en algunos de los países centrales, sino que ha lo largo de los años del impacto neo-liberal se ha convertido en un estado cuasi-mafioso hermanado al capital mundial a partir de formas específicas, endeudado en su mayor parte ilegítimamente con el FMI, los organismos internacionales de crédito, los fondos buitres y desprovisto de los mecanismos de control necesarios para garantizar sus recursos naturales.

Esta modalidad de nación produce nuevas formas en la cuestión social en todas sus dimensiónes, desde el aumento inconmensurable en la polaridad pobreza-riqueza, el uso bárbaro de la violencia, la desregulación del mercado de trabajo, la ausencia de la justicia, del cumplimiento de las leyes, la debilidad del sistema de representación y la complicidad mafiosa de los gobiernos con los sectores del poder económico internacional.

Desde algunas perspectivas teóricas y políticas se insiste sobre el hecho de que tales transformaciones no han cuestionado ciertas dimensiones que se corresponden con eso a lo que Marx llamaba modo de producción capitalista. Sin embargo creo que –con todo lo discutible que ello sea- esa aseveración no basta para suturar esa búsqueda que intenta conocer la naturaleza de las transformaciones que efectivamente se han producido y el que de sus consecuencias.

En este aspecto creo que el pasaje de un momento a otro no implica una simple alteración de la instancia instituida sino que comporta, justamente, nuevas condiciones tanto de la dominación como de las alternativas para el pensamiento crítico y el surgimiento de instancias instituyentes.

Desde esta idea es que pienso que el mundo ob-je-ti-vo en el que se desenvuelven ciertas leyes que no controlamos, posee designios incuestionables. Pero, analizar lo social desde esta perspectiva sólo sirve para naturalizar poderes extranaturales, y sobre todo, para ocultar su agotamiento.

La historia da cuenta de ello y aquí me quiero detener un momento para realizar algunas reflexiones acerca de irrupciones en la realidad social de experiencias instituyentes que surgen enfrentando al vacío institucional republicano, o dicho de otra manera, de fuerzas cuestionadoras de lo intituído.

En principio es posible afirmar que ha surgido en Argentina –pero en toda América Latina hay señales de ello- un fenómeno al que me atrevo denominar "nuevo protagonismo social”. Digamos que lo acontecido los días 19 y 20 de diciembre del 2001 ha conmovido lo que hasta el momento se tenía por firme, abriendo un tiempo y un espacio que podemos considerar como de posibilidades, y a la vez nunca asegurado del todo. Lo que ha surgido es una nueva experiencia con capacidad para ser fuente de juicios, enunciados, valoraciones, lecturas, actos, luchas, encuentros.

En esos días no muy lejanos, irrumpió en la Argentina del neoliberalismo la rebelión a lo dado. Un ejemplo de ello es que en el discurso cotidiano, hasta ese momento olvidada o en boca de muy pocos, se retomo la cuestión de la deuda externa, de la ilegítima actividad de los organismos financieros internacionales, de las desastrosas consecuencias de un programa de privatización de bienes y servicios públicos; otro, la desconfianza y rechazo a la clase política en todos sus niveles; en definitiva, el cuestionamiento a la modalidad neo-liberal del capitalismo y a sus instrumentos de disciplinamiento cobra cuerpo en la medida misma en que se debilita la creencia en la lógica ecónomica del mercado.

En este sentido vale la pena recalcar que la crisis argentina es económica pero también es crisis del capitalismo. Y sucede que esa crisis estaba y está hecha de resistencias, de búsquedas y, emergencia de nuevas potencias. Como tal, era esperable que hubiese reacciones, pero para reflexionar acerca de su naturaleza es necesario debatir si esas reacciones fueron y son un mero efecto o procesos que atraviesan la crisis desde su origen –participando en la causa- produciendo subjetividades

Desde la perspectiva antes planteada, esta crisis es efecto de potencias que desnormalizan, irrumpen y asumen en su corporalidad –sin saber qué hacer con él- el terror que provoca la falta de certidumbre. Así nos aparece hoy tapa de los diarios, lo que hace un tiempo ya largo es escenario cotidiano de los pobres, el tema de la inseguridad.

El pánico se duplica frente a la impotencia de "no saber que hacer", justo cuando hechos que permanecieran en la obscuridad de la impunidad están allí por ponerse a prueba desde el cumplimiento de la ley, sometiedo –una vez más a los argentinos- a la tentadora, tranquilizante propuesta de la derecha: la golpiza represiva o la muerte como ya sucediera en nuestro país en el ´76, y como muchos creen/quieren que vuelva a pasar ahora.

Ahora bien, la actual dinámica del mercado capitalista y del Estado, por lo menos en Argentina, impide reintegrar al conjunto a gran parte de la población sin empleo e ingreso dignos. Por otro lado, los programas asistenciales planteados como alternativa son insostenibles y han demostrado su ineficacia para resolver los problemas de la pobreza y la exclusión.

Que hacer entonces para hacer frente a esos viejos problemas en el marco de esta nueva cuestión social?

Pareciera una obviedad decirlo pero no por ello innecesario, que se requieren estrategias públicas, pensando lo público como la conjunción Estado-Sociedad, que promuevan directamente nuevas formas asociadas de producción y reproducción, centradas en el trabajo y en otras modalidades de gestión de recursos y necesidades en el ámbito local. Para ello es necesario remarcarlo, hay que meter el dedo en la llaga, hay que tocar el tema de la redistribución del ingreso y eso lleva inmediatamente a la cuestión política.

¿Y qué pasa con todo esto, adonde queda en momentos de penetrar en el campo que convoca a esta mesa. O sea, la práctica de nuestro campo profesional?

La pregunta reenvía a otras:

¿ Cual y como debe ser la intervención del Trabajo Social en medio de esta crisis?

¿ Cuales son las condiciones en que los trabajadores sociales producimos nuestras intervenciones ?

¿ Quien y como es el sujeto o los sujetos involucrados en ese proceso? Y aquí me refiero también al propio trabajador social.

¿ Con qué criterios se diseñaran los ejes o áreas de intervención. Políticos? Científicos? Filosóficos? Éticos?

Grandes preguntas para grandes repuestas

Perfilare ahora algunas ideas compartiendo con ustedes mis reflexiones, sin duda acotadas y esquemátizadas, que intentan identificar ciertos nodos que considero pueden aportar a la construcción colectiva de un debate en torno a la intervención del Trabajo Social argentino en la actualidad.

Lo primero que me viene como pensamiento es que lo anteriormente esbozado es material indispensable a la hora de delinear cualquier proyecto de intervención en Trabajo Social. La novedad del actual contexto requiere rupturas y creación de nuevas formas de pensar nuestra práctica.

En un segundo momento, pienso que muchas veces el saber previo obra como obstáculo en niveles diferentes. La renuencia de la propia mente a modificar el saber adquirido ante aquellas novedades que lo cuestionen, poniendo a prueba la tolerancia a la incerteza y complejidad de los problemas, es bastante recurrente y requiere de un inmenso esfuerzo de reflexión para sortear ese obstáculo.

Suele suceder que los conocimientos previos tienden a fijarse como esquemas motivacionales y terminan obstruyendo la creatividad que nos podría llevar a pensar otros caminos.

Desde lo sociocultural aparece otro obstáculo de la mano de las imposiciones de las corrientes hegemónicas de pensamiento en cada área. Optar por lo otro es más complicado y nos puede comprometer. En otras palabras, las rupturas son costosas, las experiencias subjetiva novedosas y los cambios en la práctica del Trabajo Social requieren de ambas cosas.

Otra cuestión que se me representa como problema es que la caída de los sistemas ideológicos tradicionales han dado fuerza a la preocupación por la ética. En este sentido me parece importante compartir con ustedes algunas preocupaciones que me llevan a pensar en la necesidad de realizar ciertas precisiones. Necesitamos ser parte consciente de decisiones inteligentes, apuntando a la reflexión, al perfeccionamiento permanente, redoblando los esfuerzos en el saber sin desatender la sensibilidad, alejándonos de voluntarismos y/o dogmatismos.

Necesitamos éticas inteligentes y preocupadas por beneficiar a hombres y mujeres; es preciso responsabilizarse, sentirnos parte en la salvaguarda de los derechos humanos tomando conciencia del poder del dispositivo del saber y sus efectos disciplinantes al cual estamos sometidos. No existen actos sin consecuencias sobre los otros, nuestras elecciones teórico-prácticas incidirán sobre el sujeto con quien trabajamos y sobre nosotros mismos.

Ahora bien, dicho lo anterior pienso que si desde nuestro colectivo, los trabajadores sociales, no pensamos en esta época una nueva articulación con la política, las alternativas de éxito de nuestras intervenciones son escasas. Y pienso esto, no porque crea que los trabajadores sociales tenemos capacidad de generar opinión pública, sino por algo mucho más importante, por la necesidad impostergable de entrelazar mucho mejor la política y el conocimiento en la nueva época. Debemos asumirnos como intelectuales y esto debe formar parte de la formación.

De esta forma, se podrá abandonar definitivamente la idea de identificar al Trabajo Social con las necesidades en relación con los recursos aplicables a las mismas. Tal concepción ha devenido en una instrumentalidad tal que ha vaciado de contenido la relación con las personas poniendo el énfasis en la falsa idea de los recursos. Aclaro que con lo dicho no estoy desconociendo la necesidad de la presencia de un Estado que prevea y provea los recursos materiales que nunca tendrían que haber faltado para garantizar una sociedad mas justa e igualitaria. Por el contrario creo firmemente en ello, pero me parece interesante observar que no podemos ampararnos más en esa ausencia para justificar algunas acciones identificadas por la inacción o, en muchos casos, en la adopción de una actitud paternalista que enmascara posiciones de poder, y es ocultadora de una verdadera ideología que conlleva pautas de conducta de superioridad que se esconden detrás de la imagen de un profesional competente.

El Trabajo Social, y más en general el mundo de la cultura, luego de períodos de diversas formas de relación de dependencia con la política, en estás últimas décadas se ha profesionalizado, se ha hecho más técnica y aséptica aportando al empobrecimiento no solo de ella misma sino también de la política.

Es observable que si bien nuestro colectivo ha mantenido su referencia ética, su débil participación en los espacios adonde se producen y reproducen las tensiones y relaciones con los temas de interés público, lo aleja de toda capacidad de influir en el poder de decisión. El poder global colocó a la economía como mito y sostén de la creencia de que es una ciencia exacta y precisa, que incluso puede y debe prescindir de la política. Creo necesario pensar en un proyecto profesional que aporte al desmonte definitivo de tal equívoco.

El Trabajo Social ha sido y es, una de las profesiones que ha requerido para su desarrollo como campo, la visión de la economía y de la política como elementos inseparables; es necesario reafirmar y profundizar esa relación y ello debe estar presente tanto en la formación como en la actualización de nuestros colegas.

Por último mencionare algunos de los aspectos que considero necesario asumir en un proyecto profesional competente para enfrentar los desafíos emergentes de la actual cuestión social:

  • Realizar un enfoque riguroso de las tensiones y contradicciones que atraviesa la sociedad desde la idea de una ética inteligente, comprometida con los valores universales y los derechos humanos.

  • Investigar científicamente los distintos aspectos de las manifestaciones actuales de la cuestión social, entre ellos, la lógica imperante en nuestras instituciones llenas de un vacío de sentido. Analizar a nuestras instituciones y trabajar con ellas. Es fácil observar en los espacios adonde trabajamos que, llenos de ese vacío, funcionando sin arraigo, el único efecto visible de su operatoria es el reconocimiento mutuo de los miembros. Pero si ese es el efecto, y el efecto se convierte en fin, la consencuencia es calamitosa para el pensamiento: el bloqueo del discurso. El discurso ya no piensa, se defiende. (6)

  • Brindar un ámbito de discusión y diálogo entre los distintos actores políticos, sociales y económicos involucrados en las políticas sociales en cada institución, puede ayudar a crear nuevos sentidos institucionales.

  • Diseñar estrategias por escenarios que posibiliten su aplicación real.

Es decir que, a medida que la profesión va adquiriendo mayor status, mayores deben ser los esfuerzos en la lucha por participar y definir las políticas que irrumpen en la vida cotidiana de los sectores con quienes trabajamos, la lucha por fortalecer las fuerzas destinadas a llenar de contenido y dirección a las instituciones de servicios sociales, coherentizando así el discurso por la preocupación por los excluidos. En fin, a servir de articulador entre el campo intelectual y el campo de las decisiones políticas. La investigación en este modo de pensar se configura como un poderoso recurso, no solo de conocimiento sino también político a la hora de diseñar las estrategias profesionales en cada inserción particular cotidiana.

El poder omnímodo del capitalismo puede dormir tranquilo y sin más preocupaciones que las de seguir acumulado riquezas en pocas manos si desde nuestra profesión no aportamos al desmonte del imaginario social promovido por el neo-liberalismo que lleva a cada campo disciplinar a la fractura con la política y más en general, ha no participar de formas de gestión - innovadoras, creativas y diferentes - del poder.

Para cambiar, hay que querer cambiar y cambiar implica llegar a las profundas transformaciones de lo cotidiano, de las relaciones entre los seres humanos entre sí, con las cosas, con la naturaleza, con el tiempo presente y con la historia. Pero eso solo no basta, además y por sobre todo, hay que tener poder.

En esto, el Trabajo Social tiene mucho que decir y hacer.

NOTAS

(1) Magma no quiere decir caos, sino el modo de organización de una diversidad no suceptible de ser reunida en un conjunto, ejemplificada por lo social, lo imaginario o lo inconsciente. Cornelius Castoriadis. La Institución Imaginaria de la Sociedad. Vol 2 Editorial Tusquets. Buenos Aires. 1993. Pag 34

(2) Nación. Lo que caracterizaba a la nación era que representaba el interés común frente a los intereses particulares, el bien común frente al privilegio Eric Hobsbawm. Naciones y Nacionalismo desde 1.780 Editorial Crítica, 1.992 Pag. 29

(3) Ignacio Lewkowicz. Pensar sin Estado: la subjetividad en la era de la fuidez. Editorial Espacios del saber. Buenos Aires. 2004

(4) Acerca del concepto de ciudadano Wallerstein dice: el concepto de ciudadano está ligado a la estructura de la economía-mundo capitalista, y por lo tanto a la construcción de los estados nacionales. Al jugar un papel unificador en cada sociedad, la política de ciudadanía ha tenido un papel estabilizador, reduciendo el desorden dentro de los estados al difuminar o hacer menos estridentes los conflictos de clase, étnicos o religiosos. El sufragio, el Estado del bienestar (o sea, cierta redistribución de la renta) y la escuela (en la mayoría de los países) contribuyeron al apego de los ciudadanos al Estado. Wallerstein, Immanuel, "¿Integración a qué? ¿Marginación de qué?". Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. México, Siglo XXI.

(5) Ponencia presentada en el Congreso Argentino de Trabajo Social. Carrera de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Tandil, abril de 2003 .

(6) Ignacio Lewkowicz. Ibid. Pag 49



* Datos sobre la autora:
* Susana Malacalza
Master. Profesora titular de la carrera de Trabajo Social, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y Universidad Nacional Patagónica.

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