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Edición N° 25 - otoño 2002

Una mirada al BAP

Por:
Lic. Gladis Ferreira
*
(Datos sobre la autora)


Una parte importante del trabajo global del Programa Buenos Aires Presente lo conforma esta problemática necesitando un análisis diferente, hasta tal punto que llega a veces a confundirse como si fuera éste el único objetivo del programa: atender la problemática de los "sin techo". Pero no hablamos genéricamente de cualquier persona que carece de un lugar donde habitar, sino que, de acuerdo con los estudios llevados a cabo por el Gobierno de la Ciudad (a través de la Secretaría de Promoción Social) denominamos "sin techo" a "toda persona que se halle pernoctando en lugares públicos o privados, sin contar con infraestructura tal que pueda ser caracterizada como vivienda, aunque la misma fuera precaria. Esto último supone al menos, paredes y techo que otorguen cierta privacidad, permitan albergar pertenencias y generen una situación relativamente estable: quien la posea no es un sin techo". Muchas veces esta definición nos ha llevado a diferencias conceptuales entre los integrantes de un mismo equipo de profesionales, ya que determinar cuales son los límites de esa "infraestructura tal que pueda ser caracterizada como vivienda" nos resulta dificultoso.

En los inicios del BAP el recurso gratuito del llamado telefónico para estos casos resultaba novedoso. La posibilidad de que los "sin techo" tuvieran una puerta de acceso al pedido y al sistema resultaba muy oportuna. Pero más adelante esto se fue transformando, dado que nunca es posible responder por completo al total de la demanda, los mismos "espontáneos" (como nos es común llamar) fueron dejando de creer en el llamado, en la posibilidad de llegar a obtener lo que piden con un simple llamado. Y creo que está bien que esto ocurra ya que no se trata de que todos los llamados tengan una única respuesta lineal; creer en esto sería albergar la ilusión de un estado patriarcal que alberga a todos sus hijos necesitados sin discriminar ni abordar cada situación particular. Porque más allá de pensar ¿qué hace el sistema de asistencia social por estas personas?, debemos plantearnos y preguntarnos que ha hecho y que hace esa misma persona por sí mismo, y como ha llegado a la situación de vulnerabilidad en que se encuentra.

Como llegó a esa situación, desde cuando la vivencia, de que modo particular la vivencia, utiliza o no recursos propios en algún aspecto de su vida, o bien recurre a instancias solidarias y de caridad para subsistir, que sucede con sus vínculos; son algunas cuestiones que comienzan a hacernos pregunta.

Sostengo que sin saber si tendremos o no, un techo para ofrecerle, el poder poner nuestra mirada en esas cuestiones particulares de cada caso ya es un paso importante, no solo para nuestras estadísticas o aspiraciones personales sino también para ese individuo que es por un momento tomado en cuenta, reconocido por otro, mirado por otro, que no es cualquiera, sino alguien que intenta comprender lo que le pasa para poder ayudarlo.

El pedido siempre va a ser el mismo: un techo, un trabajo; pero sabemos que ésta no es la solución de sus vidas. Otras cosas han ocurrido, además de perder el techo y el trabajo (si es que en algún momento los tuvo) para llegar a esta situación; y me refiero principalmente a la pérdida de lazos afectivos.

"Al vincularse a la persona que vive en la calle con conceptos tales como "vagancia", es decir, alguien que ha voluntariamente optado por una vida ajena a todo tipo de responsabilidad laboral, o "delincuencia", lo que puede involucrar no solo pérdidas patrimoniales sino también un daño físico de la víctima, automáticamente se produce una ruptura de lazos solidarios que deberían estar presentes en los miembros de la sociedad. Los sin techo así, deben sumar a sus precarias condiciones de vida una categorización que los señala como culpables de su destino e individuos peligrosos. Y su consecuencia inmediata: la separación paulatina y cada vez más amplia del resto de la comunidad".

Es dentro de este panorama en donde actuamos, o intentamos actuar, influir, abordar, meternos en la trama de ese individuo, nos haya convocado o no. Y aquí entra en juego un tipo de demanda distinto al "espontáneo", que es cuando el vecino o alguien que pasaba por la zona, nos pide por una persona en la calle, en una plaza, en un umbral, etc.

En estos casos podemos pensar que partimos de una falla desde el punto de vista de que en ciertos casos el asistido no pidió nada, y eso nos lleva a pensar que la intervención podría no resultar satisfactoria; pero también sabemos que hay muchos casos que llegan a nuestro consultorio, porque "los mandaron", porque "les dijeron que debían consultar", y del mismo modo uno intenta generar una pregunta en ese sujeto.

El recurso telefónico es el primer contacto con el "sin techo" directamente, o con su presencia (por el pedido de un tercero), en definitiva, el primer contacto con esa realidad. El trabajo en calle es la herramienta que poseemos para acceder a trabajar con esa realidad e intentar modificarla. Y otra vez el componente principal de esa herramienta (fundamento de nuestra tarea) es la escucha, el poder oír e intentar ver más allá de la situación misma de indigencia, de desprotección, de falta de techo...

Ese techo que carecen, que reclaman, no tiene que ver solo con el lugar donde descansar por las noches, es también un techo afectivo, un techo identificatorio, un techo narcicístico, un techo de lazo social, un techo de reconocimiento, un techo laboral, un techo de pertenencia, un techo de proyecto de vida. El pedido es el techo, el trabajo, la comida... nosotros pesquisamos estos otros techos e intentamos invertir esa demanda de alguna manera, trasladando un deseo en otro. Acaso de la misma manera en que pesquisamos en el consultorio dentro del o los motivos de consulta, el o los motivos implícitos e inconscientes del sujeto. La única diferencia es que ese sujeto se ha movilizado hasta nuestro consultorio, en cambio aquí nos movilizamos nosotros, hemos acudido casi sin ser llamados, e intentamos instalar algo del campo "psi" allí en la calle, en la plaza, en la vereda. Porque aunque el pedido lo haya realizado el interesado, no es un psicólogo lo que ha pedido, sino otra cosa.

Para el psicólogo es todo un desafió, es poner el cuerpo, es estar expuesto a cualquier tipo de reacción por parte de esa persona; pero es creer además que algo de lo inconsciente se podrá instalar ahí.

Para el "sin techo" esto también es importante, constituye algo del orden del reconocimiento, alguien que se acerca preocupado por su situación, alguien que le pregunta como está, que ofrece un espacio a otro nivel, el nivel de la palabra.

Si se logra establecer un mínimo vínculo empático con esa persona se pueden establecer visitas regulares, una especie de seguimiento, o bien una especie de "entrevistas preliminares" que apunten en principio a alguna forma de involucración por parte del sujeto y a la paulatina reinserción, ya sea ésta mediante el ingreso a un Hogar, o directamente desde el trabajo de calle. En este momento es importante la tarea diagnóstica y el pronóstico que realiza el psicólogo en cada caso ya que nos permitirá formular hipótesis en cuanto al trabajo a realizar, duración aproximada y posibles logros.

Cuando uno instala un dispositivo analítico es preciso separarse de la teoría, de todo aquello que uno aprendió, disociarse del conocimiento; del mismo modo creo que aquí uno debería desprenderse de la existencia del recurso, hacer de cuenta que no tenemos ningún recurso que ofrecerle (que en la realidad generalmente es así), teniendo nada más que el instrumento de la palabra. Mi opinión es que la existencia del recurso "cubre la necesidad", cierra el caso -de alguna manera-, "ingresó a tal hogar" significa que se cerró la historia al menos para nosotros, y en el mejor de los casos será trabajado por los profesionales del hogar, para lograr la reinserción. De la otra forma, sin recurso, sin cierre deberá haber apertura.

Finalmente me gustaría aclarar que siempre es difícil generalizar, y que sabemos (aquellos que trabajamos con la gente de la calle) que el universo de personajes que sobreviven a la intemperie es muy diverso, las historias son distintas, los recorridos... infinitos. De tal modo que no siempre es posible poner en práctica este modelo, dado que muchos (sobretodo los más jóvenes), están sobreadaptados a una cultura de descreimiento y autoprotección, con lo que resulta muy difícil lograr ese acercamiento. No olvidemos que además muchos de estos jóvenes han sido "chicos de la calle", y justamente han forjado una personalidad particular para lograr sobrevivir en la calle.



* Datos sobre la autora:
* Lic. Gladis Ferreira

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