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Edición electrónica

Edición N° 25 - otoño 2002

La vida no es sin pérdidas

Por:
Lic. Elena Chamatrópulo
Lic. Angeles Anzalone
Lic. Josefina Condino
*
(Datos sobre las autoras)


Noche de invierno, calle solitaria, en un umbral algo se mueve, cartones, mantas, hojas de diarios sirven de protección. Al acercarnos podemos comprobar que debajo se cobija una persona, algunas veces sola, otras en grupo buscando compartir aunque sea esa noche. A un costado un tetrabreak que apacigua la angustia, restos de comida, que algún solidario vecino, un semejante, le brindó, y la compañía sin preguntas de un perro que comparte su destino.

Estaciona una camioneta y se extiende una mano y una voz, a veces no hay respuesta, otras un piedrazo y otras una oportunidad de comenzar un diálogo que abra una historia oculta.

Este es un ejemplo entre tantos. Algunos desde hace mucho tiempo, estos ya tienen un rótulo, "crónicos", porque hay una necesidad de nominar. Entonces cómo llamaríamos a los demás que quizás estén iniciando este camino o no?.

Podemos ponernos a elegir un nombre, tal vez accidentales, temporales, nos gustó más "transitorios", porque nos remite a una idea de dirigirse hacia algo, este algo puede ser en el peor de los casos la cronicidad o con nuestro aporte, desde la especificidad de la profesión, y desde el encuentro de dos seres humanos en circunstancias diferentes, comenzar a transitar un camino de reinserción, que no es sencilla porque hablamos de un individuo carente, casi comparable con el "infans" que en su desvalimiento requiere indefectiblemente de una voz, una mano, una mirada que lo reconozca e instale un monto de pulsión de vida que equilibre lo tanático.


Es posible pensar una patología de calle?

En primera instancia creemos que en cada caso se trata de un aquí y ahora atravesado por una historia singular de vida ( concepción, nacimiento, primeras experiencias), por otra parte la presencia en diferentes grados de las estructuras patológicas, a las que se agregan eventualmente distintas adicciones.

Asimismo debemos tener en cuenta la incidencia tanto de lo familiar como también del ámbito sociocultural que lo determina

Patologías Orgánicas:

  1. Oligofrenias, en sus distintos grados.

  2. Demencias
    1. Irreversibles y progresivas.

    2. Irreversibles no necesariamente progresivas.

    3. Reversibles o detenidas en su evolución.

Dentro de las estructuras más frecuentes habría que diferenciar aquellos que presentan trastornos psiquiátricos como distintos tipos de psicosis y psicopatías.

  • Psicosis Orgánicas
    1. Crónicas
    2. Sintomáticas

  • Psicosis Confusional
    1. Aguda
    2. Crónicas

  • Psicosis Propiamente dichas:
    1. Disociativas:

      1. Esquizofrenia simple.
      2. Hebefrenia.
      3. Catatónica.
      4. Paranoide.

    2. Distímicas:
      1. Manía
      2. Melancolía
      3. Maniaco-depresiva

    3. Crónicas:
      1. Parafrenia
      2. Paranoide
      3. Paranoia

  • Psicopatías:
    • Perversiones Primarias:
      1. Sexuales
      2. Constitucionales
      3. Adicciones

    • Perversiones Secundarias:
      1. Esquizoide
      2. Depresiva
      3. Paranoide
      4. Obsesivo
      5. Fóbico
      6. Histérico

    Desde lo observable pueden aparecer con ausencia de tensión agresiva (dejando hacer a la intrusión del otro semejante sin afectividad) o como psicosis violenta ( donde la agresión es un acto como forma de poner fin a la intrusión), diferenciándolos de aquellos que con un grado de adaptación mejor logrado y que por circunstancias de vida no pueden incluirse en el medio social; por ejemplo ante determinadas pérdidas: trabajo, separación familiar, vivienda, perdiendo la instancia de un organizador que pueda marcar reglas, horarios, vínculos con los otros.

    Perdida remite a duelo, si pensamos en los tres tiempos de todo duelo:

    1. cimbronazo en la estructura que reenvía a una posición de privación,

    2. donde se desconoce la perdida y

    3. en el que el yo declara muerto al objeto tomando una posición activa respecto a la separación del objeto y que recuperando su libido pueda reenviarla a otros objetos, en estos últimos se trataría de un duelo patológico donde la tercera etapa no fue elaborada.

    La vida no es sin pérdidas”.

    Desde nuestra experiencia de calle encontramos habitualmente que se trata de individuos con estructuras yoicas lábiles, mecanismos de defensa cristalizados así como un profundo corte con los vínculos sociales.

    En cuanto a los mecanismo de defensa más instalados podemos mencionar:

    1. Desmentida

    2. Formación Reactiva

    1. Desplazamiento

    2. Introyección

    3. Proyección

    4. Negación

    Por lo tanto pensamos que no se trataría específicamente de patologías de calle sino de profundizar en que medida se juegan o se manifiestan las estructuras antes mencionadas incidiendo en cada individuo que encontramos de manera diferente.

    En la mayoría de los casos estas patologías se hallan asociadas con adicciones como la drogadependencia o el alcoholismo.

    Ya la palabra adicción nos habla de una A-DICCION, algo no puede decirse, nos enfrentamos a un Super Yo manifestándose sólo en su vertiente de ferocidad que le ordena un goce mortífero. El adicto es consumido por, está identificado al objeto droga, que llega además a ser un fetiche que lo acompaña, está en un actuar algo indecible, no en el hablar. En algunos casos se trata de un duelo no realizado en la generación anterior, alguna pérdida rechazada, el adicto es esta muerte, encarna en lo real algo imposible de perder en lo simbólico.

    Se halla una dificultad de inscribir una ausencia, ausencia ésta que no ahueca, no se crea el vacío necesario para la aparición del sujeto, ante una ausencia inasimilable llama al tóxico, vacío que colma con sustancias. Son meramente prótesis químicas que aplacarían el dolor, la soledad, el vacío. Se habría producido una falla en la operación presencia-ausencia, alienación-separación.
    Esto nos remite como toda patología a lo familiar, como parte fundamental de la trilogía drogadependiente/alcoholico -sociedad-familia en una totalidad gestáltica que nos permita comprender cada caso. En la sintomatología del adicto se halla presente una inestabilidad emocional sumada a reacciones afectivas desarmónicas, una marcada incapacidad de soportar las frustraciones, que son vividas como injurias a sus núcleos narcisistas por no poder externalizar su agresión ante los fracasos, configurándose una estructura compleja caracterizada por fatiga, inquietud, abulia y desasosiego, astenia y desinterés por la búsqueda de una vía de canalización para su problemática.
    El adicto se miente a si mismo, resulta más engañado que engañador. Trata de huir de sí, de escapar y desplaza su responsabilidad original proyectándola en el mundo externo, intenta no concienciar a cualquier costo el propio peligro psíquico transformándolo en peligro exterior. La estructura familiar que caracteriza a los adictos los ubica en el lugar de hijos utilitarios, insertos en un grupo familiar gravemente perturbado, como un barco sin timón, a la deriva. Reflejando un sentimiento de abandono.

    De lo antedicho debemos hacer mención a otro cuadro nosográfico las Psicopatías.

    Luego de los momentos de Ver y Comprender llegó el de Concluir en posibles hipótesis de trabajo en el que se trataría fundamentalmente de propiciar efectos de subjetividad apoyándonos en lo invocante instalando algo de la palabra propia que falta, como así también en lo escópico que permita al ser mirado, mirarse.
    El lugar que ocuparíamos como psicólogos en la calle no diferiría del que ocupa un analista, es un lugar de descompletud , función paterna que acota el goce, da cuenta de la inexistencia del Otro, función de corte que permite la inscripción de la falta y por lo tanto propicia la emergencia del deseo, inscribiendo una legalidad. Puede continuar realizando sus prácticas pero nuestra presencia y palabra permitirá que hable de su problemática, historice sobre el goce, trueque su sufrimiento, alcohol, drogas por palabras, produciendo un resto que va cayendo y gasta este goce. Al historizar se gesta una distancia y comienza un posible duelo por el Otro.

    La función de corte no puede darse por si sola sino que también es imprescindible acompañarla con la función de sostén no como cura, sino por lo menos como preocupación por el otro, para poder llegar a “tocar” de alguna manera aquello que las defensas ocultan, abrir el espacio para que lo inefable tenga palabra.

    Apoyándonos en Winnicott en “Arquitectura del ser, construcción y derrumbe”, el autor plantea el temor al derrumbe, temor a un derrumbe que ya se ha experimentado. “ Es un temor a la agonía original que dio origen a la organización defensiva que se manifiesta como síndrome patológico”. El derrumbe ya ha ocurrido, esto es, se constituye una escena en el pasado. De ella dice Winnicott que permanece oculta en el inconsciente, inconsciente que no es el de la represión, ni el colectivo ni lo inconsciente imposible de hacerse consciente sino como aquello que ha quedado afuera de la integración del yo porque éste no pudo abarcarlo. El yo inmaduro no le permitió incluir este fenómeno dentro de su experiencia dentro de la omnipotencia personal.

    La conceptualización del derrumbe conlleva la idea de construcción. Construcción desde la no existencia a la existencia, de la indiferenciación a la discriminación, de la dependencia absoluta a la relativa, hay que llegar a ser antes de poder hacer. Si el ser constituye el escenario interno, el hacer implica el reconocimiento de la exterioridad. Es hacia aquí donde se orientaría nuestra labor.

    Se podría hablar de un trabajo posible si la mano ayuda, también con sus limitaciones, y ese otro la acepta con el fin de ir modificando las conductas, elaborando los miedos y el vínculo con el otro y los otros para poder compartir de alguna manera parte de su vida.

    Debemos trabajar también en una escucha activa con el vecino demandante, que con su angustia expresa Lo Ominoso, aquello que no debe ser visto, lo rechazado de cada uno: temor de estar algún día en ese mismo lugar, en donde la pérdida se resignifica. Temores de los que en definitiva, nadie está exento.

    La mano solidaria seguirá recorriendo las calles, y los recovecos oscuros donde alguna persona encerrada en su mundo individual pernocta. Por hoy la camioneta se retira y un nuevo desafío comenzará mañana.



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* Lic. Elena Chamatrópulo
Lic. Angeles Anzalone
Lic. Josefina Condino

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