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Edición electrónica

Edición N° 19 - primavera 2000

LA MAGIA AMERICANA

La leyenda continúa

Por:
José Luis Parra
*
(Datos sobre el autor)


VERDADES, MITOS Y LEYENDAS
América es una tierra donde la realidad se confunde muchas veces con la fantasía. Donde las leyendas, tan trascedentes en otros tiempos y culturas, han sido desplazadas por un estado de "irrealidad-verosímil", de "verdad-calamitosa"...; donde ni la imaginación más frondosa podría elaborar las situaciones cotidianas de la vida pública de nuestros pueblos.
De este modo, las clases dominantes no precisan renovar las leyendas; sólo basta mostrarse con impudicia para fundamentar -por el absurdo- su razón de ser.

América es una tierra donde lucharon y se enfrentaron dos mundos: uno se elevó por sobre el otro, pero aún la Colonización no pudo evitar que la "otra cultura" sobreviviera. Aquí convivieron -y conviven- infinidad de razas y culturas.

En América existe la magia...

Los periódicos y medios de información hacen esfuerzos para "parecer serios", aunque casi siempre se debaten entre las noticias más sorprendentes y en muchos casos absurdas, las que una mente racional no se animaría a considerar "verdad", si le dieran la oportunidad de juzgarlas.
En cada pueblo y lugar se encierra un "Macondo" (ámbito hecho célebre por la novela "Cien años de Soledad", del colombiano Gabriel García Márquez).
¿Quién iba a suponer en la década del '70 que sus personajes serían superados en todos los niveles inimaginables por funcionarios, deportistas y políticos? ¿Quién iba a decir entonces que semejantes flaquezas humanas serían tan descarnadamente hecho públicas?

Puede reflexionarse al respecto que el progreso tecnológico produjo una nueva Era: la de la Información, a través de una explosición de medios, principalmente los audiovisuales. La era de la Información puede ser considerada en el mejor de los casos como la democratización de la información, o bien -según una mirada pesimista- como la forma de aturdimiento más lograda en la historia de los pueblos: todo ocurre frente a los televisores, mientras que no se puede descifrar qué es real o qué es fantasía. Así, miles de muertes ocurren frente a los ojos de un telespectador a lo largo de su vida, provocando un adormecimiento general de su conciencia.

Las últimas teorías políticas hablan de la necesidad de la clase política de ganar nuevos mercados de potenciales consumidores de su producto. Si así se entiende la política, entonces se comprenderá cómo adquiere valor la imagen por sobre el contenido, la forma por sobre la esencia.
Puede entenderse entonces cómo se fabrican los "candidatos", que en el súmum de la modernidad televisiva, deben abstenerse de definir programas y proyectos para poder llegar a un público masivo de seguidores y consumidores de imágenes más que de ideas.

Y es en este punto del análisis sociológico donde podemos volver la mirada sobre lo sobrenatural; aquéllo que el hombre ha manejado desde sus orígenes y que el sistema de pensamiento occidental ha intentado reprimir durante siglos: la magia ha vuelto a los primeros lugares de la práctica popular.

LA CONQUISTA
Desde la debacle de las Dictaduras Militares a principios de los '80 y la profundización del proceso neoliberal, las conmemoraciones históricas se han ido perdiendo en una nebulosa teñida por los valores del mercado.
Así, la liturgia positivista de los actos escolares y los ritos fúnebres de exaltación de los valores de la raza y las tradiciones, han dado paso a un estado de descreimiento generalizado. Las conmemoraciones se han convertido en una excusa para tomarse un día libre. Y en el mejor de los casos, producir un feriado largo de fin de semana, muy propicio para las "escapadas" a los centros de recreación.

El sistema no podría actualmente sostener esas terribles mentiras que cimentaron siglos de dominación cultural. Ahora, directamente no les presta atención. El "De eso no se habla, nene" es la forma más práctica para no generar "niños desacatados" o "mal educados" que todo lo preguntan y todo lo "ponen en duda". Mejor mirar para otro lado...

Sin embargo, desde Margen nos empeñamos en no mirar para otro lado y revolvimos el arcón de los hechos históricos, para tratar de encontrar respuestas a nuestro actual estado de "colonización globalizada", recordando nuestros orígenes...

EL DIA DE LA RAZA
El Día de la Raza fue establecido en Argentina el 4 de octubre 1917 por Decreto firmado por el entonces Presidente Constitucional Hipólito Irigoyen.
En los considerandos del Decreto, Irigoyen señalaba que «España ... obró el milagro de conquistar para la civilización la inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos afirmar y mantener con jubiloso reconocimiento».

La revisión de nuestro pasado ha modificado notablemente el sentido de la conmemoración a la «Raza». Primero se trató de la exaltación de la supremacía blanca europea frente a la barbarie del indígena americano. Esta afirmación fue luego desestimada por cruda y violenta; dejó paso hasta hace poco a la difusión de los valores iberoamericanos, exponiéndose el alto sentido de unidad entre España y los países americanos al poseer lazos de sangre profundos.

Luego se habló de «encuentro de dos mundos», al explicar el conflicto que produjo como saldo la muerte de millones de indígenas, algunos en forma directa y otros simplemente por no poseer inmunidad frente a enfermedades importadas por los europeos, como la gripe.
Las poblaciones indígenas diezmadas fueron reemplazadas en la geografía y en el trabajo por los esclavos negros africanos, conformándose una nueva identidad racial y cultural en todo el territorio americano.

Europa colonizó América: nuevo Mundo que proveyó materias primas y riquezas en metálico suficientes para aportar al surgimiento de potencias industrializadas, principalmente Inglaterra. Este país fue el que desarrolló una verdadera transformación en los sistemas de producción, y por ende de relaciones humanas, científicas, laborales, familiares: la Revolución Industrial.

Puede decirse que con Cristobal Colón, Europa llega a la cúspide del poder mundial.

Contrapuesta visión le da el indigenismo a la conquista. Lo que para unos es «la epopeya del descubrimiento», para otros es simplemente el genocidio más monstruoso.
Muchas fueron las cosas que se mintieron, tergiversaron, ocultaron o dijeron a medias en la escuela, quizás por el temor de que muchas generaciones desconfiaran de sus orígenes. Nada mejor que la verdad para valorar en su justa medida a aquellos hombres y mujeres que vivieron ese drama.
Algunos documentos de esa época nos brindan elementos para conocer la verdad, para que sean los propios protagonistas los que se den a conocer...

¿COLON DESCUBRIO AMERICA?
El 12 de octubre de 1492 , la expedición de Colón arribó a una pequeña isla (en la actualidad la isla de Watlings). El pensaba que había llegado a costas asiáticas.
Se sabía perfectamente que la Tierra era redonda; la discusión cientifica se refería a su circunferencia. Los académicos le habían dicho a Colón que era imposible navegar hacia occidente con los métodos conocidos. Colón se equivocaba sobre las distancias, pero nadie tuvo en cuenta en ese momento la presencia del continente americano. Varios años le llevó a Colón aceptar esta idea...

La primera etapa había sido cumplida: el descubrimiento.
La segunda fue la de la exploración. Siguió la conquista y luego la colonización y evangelización, con la consiguiente dominación de extensos y ricos territorios. La avalancha de exploradores y conquistadores y la extensión de la Tierra descubierta motivaron que el propio Colón perdiera sus prerrogastivas reales: ni el nombre le quedó para la posteridad... Américo Vespucio se llevó las palmas...

Sin saber todo lo que vendría, Colón describió ese primer encuentro en el Diario de a bordo:

«Yo, porque nos tuvieron mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra santa fe con amor que no con fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio, que se ponían al pescuezo, y otras cosaas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla.
Después venían a las barcas de los navíos, nadando, y nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras muchas cosas y nos las trocaban por otras cosas que nosotros les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles.
Ellos andan todos desnudos, como su madre los parió; y también las mujeres... ellos no traen armas, ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos... y ellos me mostraron cómo venían gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar, y se defendían. Y yo creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos.
Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, y creo que ligeramente se harían cristianos. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida, seis a vuestras Altezas para que aprendan a hablar».

Una de las grandes preocupaciones de Colón era el oro. El sábado 13 de octubre de 1492 escribía el Gran Almirante: «traían ovillos de algodón filado, y papagayos, y azgayas, y otras cositas que sería tedio de escribir, y todo daban por cualquier cosa que se les diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vi que algunos de ellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen en la nariz; y por señas pude entender que, yendo al sur, estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello y tenía mucho. Determiné de aguardar hasta mañana en la tarde y después partir al sudoeste, a buscar el oro y piedras preciosas».
En carta a los Reyes Catóílicos, Colón se refería al encuentro y sus maravillas: «Esta isla es bien grande, y muy llana, y de árboles muy verdes, y muchas aguas, y esta gente harto mansa. Más todo lo que tienen lo dan por cualquier cosa que les den, que hasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataban. Esto defendiera y no dejara tomar a nadie, salvo que yo, o mandara tomar todo para Vuestras Altezas, si hubiera en cantidad». El 19 de octubre escribía Colón: « ...quiero ver y descubrir lo más que yo pudiere, para volver a Vuestras Altezas, a Nuestro Señor placiendo, en abril. Verdad es que hallando adonde haya oro o especiería en cantidad me detendré hasta que yo haya de ello cuanto pudiere. Y por esto no hago sino andar para ver de topar en ello».

SEGUNDO VIAJE
Guanahaní, la pequeña isla que Colón denominó San Salvador, fue el punto de partida para el reconocimiento, principalmente de Cuba y Santo Domingo. Convencido de haber llegado a la India, creyó que la primera pertenecía al continente asiático.
Colón retornó a España dejando casi 40 hombres en el Fuerte Navidad, en la Isla La Española (Santo Domingo), construido con los restos de la mayor de las naves que naufragó el 25 de diciembre de 1492. En su segundo viaje el Almirante encontró todos los hombres muertos por los nativos.
Este incidente fue comentado por el hijo del nvegante, Fernando Colón, quien afirmó que los españoles que esperaban en el Fuerte Navidad «viendo la mansedumbre de los indios, no curaron en guardar la fortaleza que les quedó a cargo. Los cristianos empezaron a tener pendencias y discordias entre sí y a robar cada uno mujeres y todo lo que podían».
Colmada la paciencia de los indígenas, el Fuerte fue atacado y no hubo sobrevivientes.

La narración del segundo viaje realizada por el propio Colón se perdió; sin embargo se conocen varios testimonios de viajeros que lo acompañaron en 1493. Uno de ellos fue un italiano, Michele de Cuneo, quien sorprende -en carta remitida a Jerónimo Annari en 1495- por su atrevida sinceridad:

«Como nuestras carabelas debían partir hacia España y yo quería repatriarme con ellas, juntamos en nuestra población mil seicientos indios entre mujeres y hombres, de los cuales el 17 de febrero de 1495 cargamos, en dichas carabelas, 550 almas, de los mejores hombres y mujeres. Se dio un bando diciendo que quien quisiera tomara a su gusto del resto, y así fue hecho....
Entre la gente apresada había uno de sus reyes y dos jefes, que habiamos resuelto asaetear al dia siguiente y por ello los pusimos en los cepos...

Cuando llegamos a los mares de España murieron cerca de 200 de los indios y los tiramos al mar; pienso que fue el aire frío, tan insólito para ellos..., bien pronto fondeamos en Cádiz. Allí descargamos todos los esclavos, que estaban medio enfermos. Para vuestro conocimiento os diré que no son hombres esforzados, temen mucho al frío y no tienen larga vida...»


Da Cuneo mantenía un contacto estrecho con el Almirante, tanto como para ocupar camarote o recibir de manos de Colón una isla, o el regalo de una india caníbal.
El italiano lo cuenta descarnadamente:
«apresamos una canoa con tres o cuatro caníbales, dos mujeres caníbales y dos indios que venían cautivos, a los cuales, como hacen siempre los caníbales con sus vecinos de las otras islas cuando los apresan, les acababan de cortar el miembro generativo a ras del vientre, de modo que aún estabn dolientes.
Como yo estaba en el batel, apresé una caníbal bellísima y el Señor Almirante me la regaló. Yo la tenía en mi camarote y como según su costumbre estaba desnuda, me vinieron deseos de solazarme con ella.
Cuando quise poner en ejecución mi deseo, ella se opuso y me atacó en tal forma con las uñas, que no hubiera querido haber empezado. Pero así las cosas, para contaros todo de una vez, tomé una soga y la azoté tan bien que lanzó gritos tan inauditos como no podríais creerlo. Finalmente nos pusimos en tal forma de acuerdo que baste con deciros que realmente parecía amaestrada en una escuela de rameras...»

TERCER VIAJE
El tercer viaje no culminó del todo bien para el Gran Almirante: fue devuelto a España, engrillado por el Comisionado Regio Francisco de Bobadilla.
La estrella de Colón se apagaba, había declarado que era un predestinado que había llegado al Edén.

De su enfrentamiento con la facción del piloto Roldán dejó una semblanza de sus opositores. De estos últimos, decía Colón que

«eran todos criminales, fascinerosos, rufianes, ladrones, estupradores, raptores, vagos, gente de ningún valor ni razón, perjuros, falsos, convictos en los tribunales, o que por sus fechorías, temían las amenazas de los jueces; que se habian separado y que allí, violando, cometiendo rapiñas, entregados al ocio, a comer, dormir y a liviandades, a nadie perdonaban; y que habiendo sido llevados para cavar y hacer leña, ahora ni un estadio salen a pie desde casa, pues los infelices isleños los llevan en hombros por toda la isla, cual si fueran ediles curules.
Y también que, por diversión, para que la mano no pierda la costumbre de derramar sangre, para ejercitar las fuerzas de los brazos, desenvainando las espadas, disputaban entre sí sobre cortar de un golpe las cabezas de los inocentes...»

UN PASADO DESCONOCIDO
Fray Diego de Landa, Obispo de Yucatán desde 1572 hasta 1579, redactó una "Relación de las cosas de Yucatán".
En uno de sus pasajes expresaba:

"Estas gentes [los mayas] empleaban signos o ciertas leyes con los que inscribían en sus libros la historia antigua y sus doctrinas.
Gracias a estas letras, así como a dibujos y figuras, comprendían la historia, la hacían comprender a los demás y podían enseñarla. Encontramos gran número de esos libros, y como no contenían más que supersticiones y mentiras diabólicas, los quemamos todos, pese al gran disgusto y desesperación de estas gentes"
.

Muchos son los enigmas de la América precolombina. Las esculturas de la Isla de Pascua, los geoglifos de Nazca, el conocimiento astronómico y matemático de los mayas, son sólo algunos de ellos.

Los españoles encontraron a su llegada un mundo maravilloso, en el que sobresalían culturas extraordinarias, algunas de las cuales habían logrado desarrollar sistemas políticos sumamente complejos.
Las ciudades mayas, aztecas o incas contenían edificios y obras de ingeniería que no existían en absoluto en la Europa de aquella época. Los americanos poseían -desde mucho tiempo antes- conocimientos sobre astronomía, como el del período de revolución terrestre alrededor del sol, que fueron divulgados en Europa sólo después de Copérnico.

Estas "maravillas" fueron advertidas por los colonizadores, que procedieron a destruir las obras fundamentales de las culturas sometidas, a la vez que intentaron enterrar para siempre las fuentes del conocimiento, de la historia, las lenguas nativas y su religión.

¿Qué habrán sentido entonces aquellos seres humanos que, junto con su libertad, perdían sus valores fundamentales?

La destrucción de las raíces y los enlaces históricos determinó que proliferaran numerosas teorías fantásticas sobre la relación de los pueblos de la antigüedad con seres extraterrestres. Algunos eligieron la teoría de una raza más evolucionada: los habitantes de la Atlántida, hundida irremediablemente.
Otros prefieren utilizar elementos más "científicos tradicionales" para señalar rutas comerciales entre América y Europa en plena Edad Media, lo que confirmaría que los europeos conocían la existencia del Nuevo Mundo mucho antes de la llegada de Colón. Más allá de las explicaciones, lo cierto es que los enigmas del pasado americano potenciaron las leyendas.

La muerte de millones de indígenas promovió la introducción de negros esclavos, desde Centroamérica hasta todos los puntos geográficos del continente.
Las uniones de razas no se hicieron esperar. Con el mestizaje se crearon nuevas relaciones sociales y económicas, pero se multiplicaron las creencias populares, la superchería y la magia convivieron con las antiguas religiones propias de cada grupo y la religión triunfante, con el estandarte de la cruz.
La dominación no fue impedimento para que los cultos continuaran, esta vez disfrazados de ropaje católico. No fue difícil para los indígenas reemplazar a su Dios único (por ejemplo Viracocha) por el Dios cristiano. Y a las tantas fuerzas de la naturaleza por la miríada de santos y santas de la Iglesia católica.

A 508 años de la Conquista de América... la leyenda continúa...

El pueblo precisa de la magia para poder vivir, de las leyendas para poder creer, y de las profecías para saber qué vendrá...



* Datos sobre el autor:
* José Luis Parra
Profesor de Historia y Geografía

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