Edición primavera '98
(para el hemisferio sur)

HOSPITAL TORCUATO DE ALVEAR
RESIDENCIA DE TRABAJO SOCIAL EN SALUD MENTAL

ATENEO CLINICO

Residente:
Lic. Julia Ponzone
* (Datos sobre la autora)
Año 1997

Hay una angustia ácida y turbia, poderosa como una navaja, cuyo descuartizamiento pesa lo que la tierra, una angustia en relámpagos, con puntuación de abismos estrujados y tupidos como chinches, como una especie de piojos duros cuyos movimientos estén cuajados, una angustia en la que la mente se ahorca y se corta a sí misma -se mata.
No consume nada que no le pertenezca, nace de su propia asfixia.
Es una congelación de la médula, ausencia de fuego mental, falta de circulación de la vida.

Antonin Artaud - El Ombligo de los Limbos

¿Por qué elegí hablar de Marta? Porque fue la primer persona por la que fui solicitada a intervenir en Hospital de Día. Porque es a partir de ella que se fueron constituyendo mis preguntas acerca de la intervención en este ámbito, preguntas que se fueron haciendo cada vez más complejas a lo largo de la práctica y que no alcanzaron a cerrar al cabo de mi tránsito por el hospital. Intentaré realizar un recorrido simultáneo del material traído por Marta a las entrevistas y las estrategias de abordaje que fui desplegando en torno a la singularidad de su padecimiento.


- PRESENTACION

Conozco a Marta en octubre del `96, cuando se inicia su etapa de admisión. En el momento de la primera entrevista no conozco casi nada acerca de ella. Priorizo la concreción de un encuentro a la lectura de su historia clínica. Me sorprende su aspecto, más similar a una paciente de internación que al de alguien que circula por Hospital de Día. Muestra una imagen de descuido y abandono; parece lejana, como ausente, en otro lugar.

Lo primero que surge en su presentación es la relación conflictiva que mantiene con su familia. Menciona recriminaciones, presiones, gritos y golpes sobre los que no quiere hablar. "Estoy enganchada con los problemas familiares y siento que no puedo escaparme de ellos". "No sé defenderme". Marta vive con su madre, "...siempre gritando, acusándome de todo", su padre "...No se puede hacer cargo de nada: es como un gatito. Mi mamá dice que es autista", y su hermana mayor "...me golpea con zapatos en la cabeza... no me deja comer en la mesa...". Todos se oponen a su tratamiento.

La preocupación central que marca Marta en este momento es la de obtener un empleo, poder autosostenerse económicamente. Según ella, esto le permitirá disolver la tensiones en su casa. Tiene 30 años y su historia laboral es extensa: trabajó como administrativa, dio clases, tuvo un comercio propio. Interrumpió sus estudios de Derecho a raíz de su primer crisis por la que fue internada en el Moyano.

Menciona a una pareja con la que convivió y rompió hace un año y medio pero de la que tampoco quiere hablar.

Se refiere a Hospital de Día como su última esperanza. Viene caminando porque no dispone de dinero para el pasaje. Dice haberse quedado con pocos amigos y recurre a ALCO (Asociación de lucha contra la obesidad) para obtener algunos. "Quiero ponerme en actividad, pero una actividad organizada, donde haya un orden... Me gustan los lugares donde no hay despelote..."

- "NADA VALE LA PENA"

Marta ingresa a Hospital de Día. Relativiza persistentemente la eficacia del tratamiento haciéndose eco de las presiones de su familia. Habla de una angustia que no puede controlar, que le hace permanecer en la cama, de un desgano que la paraliza.
"No tengo ganas de enfrentar el mundo... No tengo fuerzas para modificar la realidad..." "Antes tenía ilusiones, ahora tengo solamente frustraciones"
Marta dona sus órganos al INCUCAI, quiere sentirse bien pensando que otro vive gracias a ella. "Me gustaría ser una persona muy viejita para que me falte poco para morir..." "Me hubiera gustado haber podido formar una familia... tener un hijo... Ahora ya es muy tarde..."
Paralelamente a este sentir, Marta insiste en su necesidad de obtener algún recurso económico que la libere de "sentirme una carga para mi familia". Por este motivo, concurre a AMIA, institución que conoce por haber trabajado allí al finalizar el colegio secundario. Tiene posibilidades de obtener un subsidio temporario pero no logra concurrir a la segunda entrevista:
"Es una situación muy incómoda... siempre estuve acostumbrada a manejar mi propio dinero". "Siempre hice cosas para los demás... nunca le encontré sentido a hacer algo para mi..."
En este tiempo afianza su amistad con Diana, a quien conoce de Consultorios Externos del Hospital y ante una agresión física por parte de su familia, decide pasar una semana en su casa. No quiere permanecer allí más tiempo:
"Tengo miedo de volver a mi casa y que me hagan sentir culpable... pero no quiero ser una carga para Diana...".
"Me siento un gran paquete y no se que hacer conmigo".

Su discurso oscila permanentemente entre la denuncia hacia su familia y el sentimiento de culpa que esto le genera, apropiándose de las palabras de su madre y su hermana para con ella.
"Me fui de mi casa con el cuerpo pero no con el alma"
"No se si los demás esperaban mucho de mi o yo prometí demasiado... Me siento como si le hubiera fallado a todo el mundo"
Habla de una Marta pasada y omnipotente que se contrapone a
"una Marta viejita" que no puede responder a "...un para qué tan grande que me frena"
Transmitía en las entrevistas una sensación de impotencia y desasosiego.
A este inicio del tratamiento de Marta, yo traía algunas cuestiones, que en ese momento pensaba me bastarían para organizar la dirección de mi intervención. Partía de contemplar la misma en relación a los objetivos del dispositivo que constituye el último eslabón en el tratamiento del paciente: rehabilitación y resocialización.
Pensaba que mi trabajo estaría focalizado en la reconstrucción de la red vincular del paciente, la articulación de los recursos necesarios para la consolidación de cierto grado de independencia, la recuperación y afianzamiento de habilidades que le permitieran su inserción laboral, incluyendo a la familia en este proceso.
Pero me enfrenté a una situación que implicó reformular los ejes generales de mi trabajo. Marta se desenvolvía eficazmente y por sí sola en la obtención de recursos institucionales, poseía una gran facilidad para relacionarse con los otros y generaba vínculos por los lugares donde circulaba. Por otro lado, se había acordado dentro del miniequipo tratante y en función de considerar la conflictiva familiar, mantener por fuera del dispositivo al grupo conviviente; sólo se convocaría a la hermana menor al espacio de Grupo de Familiares.

En este punto me preguntaba qué pesquizar, qué elementos ubicar. Ciertamente consideraba que la demanda no es algo que está ahí esperando ser descubierto, sino aquello que es plausible de construirse, pero por momentos resultaba complicado orientarse en este tránsito. Para este tiempo, las sospechas entre profesionales del equipo acerca de la especificidad del "abordaje social" estaban al descubierto. Apelé a una frase de Nietzche: cansado de buscar, me senté a esperar... En mi caso, fue a escuchar.
Podía empezar a delimitar los núcleos significativos en el relato que traía Marta: su posicionamiento dentro de la familia, su vínculo con el dinero -y el papel que éste jugaba en el grupo- y aquello que, ella entendía, constituía su malestar.

- "UN ATAQUE DE ACTIVIDAD"

Realiza una buena inserción en Hospital de Día. Participa activamente de todas las actividades y organiza con un compañero con el que tiene gran afinidad (pertenece a la colectividad judía, estudia derecho y tiene su misma edad), un taller de música semanal que se sostiene a lo largo del verano. Incrementa su actividad social por fuera del Hospital y comienza a interesarse por mejorar su aspecto físico, concurriendo a clases de gimnasia.
Empieza a trabajar dando clases de apoyo en contabilidad y matemática a partir de un anuncio en la revista Segundamano y vecinos conocidos. Decide retomar la carrera de Derecho.
"La actividad me distancia de la angustia. Me hace no pensar..."
"Quiero encontrar actividades que me gratifiquen"

En el centro de este despliegue de actividades, las entrevistas con Marta continuaban signadas por un sentimiento de angustia, al que hace permanente referencia.
Explicaba sus acciones en términos de huída de su casa y al mismo tiempo para satisfacción de su familia, más puntualmente su madre.
"Yo tengo que ir a trabajar, no me puedo dar el lujo de venir acá"
"Pienso que mi hermana Karina y el marido me quieren porque yo los ayudé mucho económicamente cuando tenía el negocio"

Los proyectos que no involucran un beneficio material para su entorno, imprimen en Marta un sentimiento de culpa.
"Siento mucha culpa su salgo y me divierto... pienso que tendría que estar haciendo algo por mi familia".
"Mi familia dice que yo necesito trabajo, no tratamiento..."

Enmarcado en este sentimiento, aparece el temor por no poder enfrentar lo que se propone:
"Hago las cosas mal... Hago siempre las cosas a medias... No sirvo para completar un proyecto".
Duda permanentemente de su capacidad para llevar adelante lo que se plantea:
"Hay gente que sirve para vivir y otra que no, como yo"
En este período del tratamiento decido abordar dos ejes. Por un lado trabajo con la organización de sus actividades cotidianas extra-hospitalarias en función de sus tiempos, sus prioridades, necesidades y deseos apuntando a desarticular la sensación de frustración que le ocasionaba "no poder con todo".
En este orden, el equipo consideraba que Marta estaba en una etapa "hipomaníaca" y que era necesario acotarla. Con el terapeuta individual se acuerda exigirle elegir determinados espacios grupales y comunitarios debiendo resignar otros.
Por otro lado, intervengo allí donde Marta visualiza la presión de su familia y explicita no encontrar el modo de desprenderse de ella. Busco fortalecer el espacio de su tratamiento como un lugar propio, independiente, sostenido por ella misma, enfrentándola al modo en que, desde el inicio, la familia obstaculizó su consecución.
Se plantea el lugar que ocupa Marta en esta familia donde aparece lo económico como elemento central de su dinámica. Las alianzas y obediencias parecían estar más sujetas a los bienes que a otro tipo de lazos. La relación con la familia ampliada se había quebrado por "cuestiones de negocios". Ella podía visualizar su incomodidad de ser proveedora de dinero y de no trabajar para si, pero se quejaba de no lograr modificar su posición. Se trataba, entonces, de ubicar a Marta en este punto donde conseguía resistir el mandato de su familia.

- "ME SIENTO MUERTA"

A mediados de marzo la hermana menor de Marta, Karina, decide ir a vivir a Israel con su esposo y sus hijos ante una oferta de la Embajada, que le facilitaría empleo y la posibilidad de estudiar. Este hecho la angustia profundamente. En primer término, su madre y su hermana le recriminan a Marta no poder ayudar económicamente a Karina para que pueda quedarse en Buenos Aires. Por otra parte, guarda una relación muy estrecha con su sobrina Susana, a quién refiere haber cuidado durante mucho tiempo mientras su hermana "estaba mal" y cree no "poder soportar" que esté lejos.
"Sin Susana y sin mi hermana la vida no tiene sentido. No tengo ganas de vivir... Me siento muy triste y desganada"
Este episodio implica que Marta comience a hablar de acontecimientos pasados, de su infancia y adolescencia. Refiere hechos de violencia entre sus padres y entre Karina y su esposo.
"Para mi mamá y mi hermana es natural que el hombre le pegue a la mujer... Yo no soporto la violencia. Cuando conozco a un hombre lo primero que le pregunto es si golpea a las mujeres..."
Por este tiempo, Marta había obtenido el subsidio de la AMIA, continuaba dando clases y concurriendo a la facultad. Había comenzado a ocuparse de su cuerpo y estaba bajando de peso. La partida de su hermana la retrotrae a las crisis anteriores por las que debió ser internada y manifiesta temor por que esto vuelva a ocurrir.
Le preocupa su "desinterés" e intenta "imponerse responsabilidades" . Cobra fuerza su miedo a no poder llevar adelante sus proyectos.
"Tengo miedo a no poder sostener mis proyectos y no poder dejar de hacer lo que espera mi mamá de mi..."

Habían pasado 4 meses de tratamiento, y yo junto con Marta, percibía que empezábamos a desandar lo trabajado en ese período. El desgano y el agotamiento que ella mostraba se iban apropiando del contenido de las entrevistas. La partida de su hermana irrumpía contundente sobre los movimientos que Marta iba esbozando. Me preocupaba perder la dirección de mi intervención, no pudiendo visualizar con claridad los espacios donde ella aún se manifestaba comprometida con enfrentar lo que la angustiaba.
Me centré en realizar con ella una recorrida por todos los momentos de su paso por Hospital de Día, desde la crisis que motivó su derivación -de la que nunca había deseado hablar- hasta la actualidad. Pretendía que resignificara sus acciones dentro del proyecto personal de modo que le permitiera pensarse por fuera del proyecto familiar; partíamos de cuestionar su papel de responsabilidad en la partida de su hermana. Aposté a que apareciera aquello de lo que Marta no quería hablar por la angustia que le generaba, pero que había empezado a mencionar: sus crisis y su ex-pareja.

- "ME ASUSTA VIVIR"

Marta parece decidida a encontrar UN LUGAR para ella, aunque refiere esto le provoca "miedo y angustia". En esta época insiste el miedo:
"Tengo miedo a repetir la historia de mis padres..."
"Miedo a tener hijos"
"Miedo a cuando se termine el tratamiento"
"Miedo a relacionarme con los hombres"
"Miedo a estar sola... a no ser querida"
"Miedo a enfrentarme con el mundo"

En cada momento donde se le devela el motivo de su angustia, encuentra un modo de explicarla y percibe posibilidades de sortearla, Marta se enfrenta al miedo.
Comienza a hablar de sus parejas.
"Mi primer novio lo tuve a los 18 años; era un chico de la colectividad. Con él estuve 4 meses pero no tuve relaciones porque tenía miedo... A los 19 años conocí a Jorge, que me lo presentó una amiga... Me gustaba mucho porque era muy inteligente, estaba a punto e recibirse de psiquiatra... El tenía 35 años... A mí me daba miedo esta relación porque la veía como muy formal... me daba miedo el compromiso... en esa época tenía mucho miedo a las relaciones con los hombres..." "A los 20 años conocí a Juan...
Entró al negocio a comprar un guardapolvo..."
Sobre Juan comenta que fueron amigos durante mucho tiempo. Cuando ella tiene 23 años y él 42, le dice que está enamorado de ella. En este momento ubica Marta su primer crisis. Luego de este episodio se reencuentra con Juan y tiene con él relaciones sexuales por primera vez. Refiere que este hecho le genera culpa a ambos: "Claro, él era como un viejo degenerado". "Siento culpa por haberlo hecho. Si mi mamá se entera se muere. Siento que la defraudé... Me daba culpa que mi pareja no me golpeara como a Karina y a mi mamá..."
Habla acerca de lo que le fue inculcado por sus padres en torno a las relaciones sexuales.
"Ellos siempre me dijeron que acostarse con un hombre sin casarse era algo malo, feo, sucio... era de puta"
"Los hombres te usan y después te dejan..."

En función de estas afirmaciones, Marta dice haber "huído de los hombres" cuando se daba cuenta de que no iba a poder "controlar sus sentimientos".
En el transcurso de las entrevistas en las que relata sus relaciones de pareja aparece Jaime, un hombre con el que estaba saliendo, pero no había querido mencionar. Lo había aceptado porque era lo que quería su madre: era de familia judía.
"Lo dejé porque no me gustaba... Bah, me parecía que yo no le gustaba... que le interesaba nada más porque tenía que casarse con una chicajudía... Yo salía para probar... Mi mamá decía que lo tenía que aprovechar porque no entiende como se fijó en mi, que soy gorda, fea y maleducada..."
Romper esta relación, pone a su madre "furiosa" y Marta lo vivencia como un triunfo, en tanto pudo enfrentarse a un requerimiento de su madre. Relata episodios en que los hombres les regalan flores que ella le obsequia a su madre:
"Siempre elegía los hombres pensando en lo que le gustaría a mi mamá... Era como si fuera que los hombres eran para ella..."
Continúa su relación con Juan, pero no sabe en qué términos está con él.
"Es el hombre más importante de mi vida... Es el padre que no tuve y a veces el hombre que me gusta..."
"Era como un tío, un papá, me trataba como si tuviera 5 años..."
La relación con Juan y lo que ésta implicaba para su madre ocuparán gran parte del decir de Marta en esta época. Considera que fue la única persona que la puso frente a una disyuntiva: su propio deseo o el de su familia. Refiere que también él fue el único que motivó un cuidado por la cuestión estética. Relata que cuando era más joven iba a bailar, pero sólo para acompañar a su hermana Karina, y se "quedaba sola en un rincón oscuro" "En mi casa la linda era Karina, los hombres eran para ella..."
Alude en varias oportunidades a costumbres de la cultura zefaradí. Menciona que la familia de la mujer debe otorgar dinero para poder casarse y que su hermana Karina no pudo hacerlo con su primer novio por falta de aquel. Ella asocia esta idea: "Yo siempre sentí que debía pagar para que me quieran". Dice admirar a la gente religiosa por "su voluntad y el respeto hacia el otro".
El relato de Marta es cíclico y por momentos abrumador. No logra desprenderse de las palabras de su madre y cuando consigue enfrentarse a ella, la culpa la devuelve a un estado de profunda angustia y temor.
Recordé a Jaime Ceballos, el protagonista de Las Buenas Conciencias, novela de Carlos Fuentes; no pude dejar de asociarlo a este momento de Marta: "No he tenido el valor. No he podido ser lo que quería... No puedo quedarme sólo con mi fracaso; no lo aguantaría; tengo que apoyarme en algo... Me someto al orden, para no caer en la desesperación..."
Había sin embargo algo en Marta que continuaba enfrentándose a este orden. Lograba pronunciarse contra aquello que ella sentía, la sujetaba, aunque se sospechara "incapaz" de revelarse.

- "ELLOS HICIERON SU VIDA, SE CASARON, TUVIERON HIJOS, UN NEGOCIO... YO TAMBIEN TENGO DERECHO"

Los padres de Marta deciden ir a vivir a Israel y su hermana mayor a Brasil. Le entusiasma la idea de "alejarse" de su familia al mismo tiempo que teme "no poder estar sola". Duda en un principio acerca de la posibilidad de seguir a su familia pero resuelve quedarse:
"Hay cosas a las que no renunciaría por nada: mi país, mi idioma, la gente que conozco..."
En este período pasa mucho tiempo en la casa de su amiga Diana porque no quiere escuchar más las recriminaciones de su madre y planea ir a vivir con otra amiga, Alicia.
Proyecta un microemprendimiento con compañeros del Hospital de Día. Por ahora, imparte clases de apoyo y trabaja por las tardes en una fábrica de almohadas. Recibirá el subsidio de AMIA hasta fin de año. Organiza su dinero y refiere que "es la primera vez que respeto mi presupuesto".
Tiene una relación breve con un compañero del hospital:
"Es la primera vez que no tengo rechazo al contacto físico con otro hombre que no sea Juan... Me dio dolor cortarla, pero siento que me sirvió para darme cuanta de que podía estar con otro hombre... Igual me da culpa... no sé... culpa por sentir deseo, placer..." "Se me confunde lo que me enseñó mi mamá con lo que yo pienso..."
Le propone a Juan ser "solamente amigos" porque "ahora se que hay cosas que puedo hacer sin él..."
Relata estar contenta por haber logrado ingresar al Templo, ya que no lo hacia desde su ultima crisis. "Antes no podía ir porque sentía que todos me miraban y me culpaban por lo de Juan"
Plantea por primera vez el deseo de una familia propia.
Esta época constituye el período final de mi trabajo con Marta, no por su alta, sino por exigencias de mi rotación por el servicio.
Mi intervención estaba dirigida a sostener a Marta en su proyecto de independencia y su decisión de quedarse en Buenos Aires a pesar de las exigencias de su familia; oponerle a sus temores la afirmación de su capacidad de gestión y obtención de recursos, que mantuvo a lo largo de toda su historia personal.
Desde un inicio la estrategia de tratamiento se orientó a desarticular los mandatos familiares allí donde Marta lograba esbozar su cuestionamiento. Se trataba de resquebrajar un entramado de disposiciones familiares en el que ella refería sentirse atrapada.
La cuestión implicaba desandar los puntos significativos del modo en el que Marta fue constituyéndose como sujeto moral a partir de prescripciones que, emanadas de su familia, se amparaban en un una serie de valores y conductas sustentadas por su adscripción religiosa. A partir de las instancias donde Marta emitía su queja se podía perfilar un reposicionamiento frente a lo que se le presentaba como un imperativo.
Creía necesario, como ya lo señalé, incidir en el lugar donde Marta se desdibujaba en la figura de su madre y su familia, acompañándola a hilvanar una historia propia y posible. Dentro de las sensaciones de opresión y angustia en las que ella se describía podía encontrar la brecha desde donde resistir al mandato que se le imponía y construir otra mirada sobre sí misma.


N de la R: todos los nombres han sido cambiados para preservar la privacidad de los pacientes.


* Datos sobre la autora:
Docente Universitaria.
Ex jefa de Residentes de Trabajo Social. Hospital de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear. Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires.

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