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Edición N° 22 - invierno 2001

Editorial

Se trata de luchar por la vida

Junio de 2001:
las protestas sociales y la represión gubernamental marcan la triste realidad de este mundo globalizado. Los muertos por balas se reproducen en distintos países (Salta, Argentina o Kabylie, Argelia).

No debemos olvidar que la mortalidad infantil aumenta hasta el escándalo en nuestros países pobres.

En Bolivia, los campesinos decidieron iniciar el bloqueo nacional de caminos y productos agropecuarios y exigen el inmediato abandono de las tropas militares de los Yungas de La Paz.
En distintos puntos de Argentina, los "piqueteros" realizan cortes de rutas para pedir trabajo. Imagen que se repite a lo ancho del mundo.

La represión parece ser la única medida que implementarán los gobiernos "democráticos" para mantener funcionando el sistema, ante la crisis terminal que afecta a las estructuras capitalistas.

Mientras tanto, George Bush intenta demostrar por todos los medios a su alcance que con "los yanquis" no se juega. Que son muy malos, que no respetarán el Protocolo de Kyoto, que usarán misiles cuando les parezca conveniente (como con Irak), utilizarán su tecnología para espiar a sus "enemigos" o continuarán desarrollando su extraordinaria maquinaria de guerra. En definitiva, que están decididos a destruir al mundo entero, con tal de no perderlo. Y que seguirán defendiendo los intereses de sus patrones, las grandes empresas petroleras, generando mayor contaminación ambiental y concentración económica.

La caída del Muro de Berlín determinó la hegemonía del capitalismo a nivel mundial y el fortalecimiento de un único sistema de pensamiento.
Sin embargo, este mismo proceso de concentración de poder ha producido una nueva división mundial: de un lado están ellos. Del otro, nosotros.
Ellos son la minoría, sin más proyecto que la violencia y la explotación. La organización de las empresas multinacionales los ha superado. En esta etapa de la concentración de capitales, sobran los "pueblos"; sobra el "ser humano".
Como en "2001, una odisea del espacio" o "Matrix", hombres y mujeres se hallan a merced de organismos "inteligentes" que administran los recursos con eficiencia para lograr su máximo propósito: destruir todo vestigio de "humanidad".

Indígenas de Chiapas (México) y piqueteros de Salta (Argentina) tienen mucho en común. Viven en regiones muy ricas en petróleo, gas y madera. Sus pueblos son extremadamente pobres. Las grandes empresas son dueñas de todo.
Está claro que su lucha cotidiana es "por la vida".

En otros lugares de la Tierra, en muchos países ricos, mujeres y hombres se levantan por obra y causa de las bravuconadas de los personeros de este sistema económico perverso.
Se resisten a la globalización y concentración monopólica. Defienden el ambiente y aseguran que hay otro sistema económico posible. Su propósito es defender la "vida del planeta".

A pesar de las diferencias, en el sur y en el norte es tiempo de compromisos.
En definitiva, se trata de "luchar por la vida".

El director



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