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Edición N° 41 - marzo 2006

Pequeñas localidades, cuestión social e intervención

La experiencia del Plan Volver desde el trabajo social

Por:
Eduardo López
* (Datos sobre el autor)


Las transformaciones económicas y productivas de las últimas décadas han generado una nueva configuración territorial en el medio rural. La vigencia de un modelo económico que no derrama sus ganancias sobre los diferentes sectores sociales, la fuerte tendencia a la monoproducción agrícola, la vigencia de nuevas formas productivas que eliminan mano de obra y puestos de trabajo, la centralización de los recursos los medios urbanos, el cierre de ramales del ferrociarril, entre otras razones impactan en las modalidades de asentamiento poblacional. Mientras que en las últimas cuatro décadas, la población de la provincia de Buenos Aires se ha duplicado, en cerca de 300 pueblos de la provincia, la población se mantuvo o decreció. En general son pequeños pueblos rurales de menos de 3000 habitantes que vienen siendo víctimas de múltiples postergaciones producto de múltiples largos períodos de desinversión y transformaciones en las que se destaca la pérdida del rol de proveedor de servicios para la producción agropecuaria regional.

La realidad social de los pequeños pueblos de la provincia no escapa a estas transformaciones. Desde el punto socioproductivo, la sociedad rural tradicional se fragmentó en diferentes estratos sociales afectados por permanentes fenómenos de migración desde el campo hacia el pueblo y de éste a la ciudad.
Todo esto ha llevado a un agravamiento de la situación social de vastos sectores de trabajadores y de pequeños propietarios que no hallan un lugar en el nuevo y reducido esquema socioeconómico vigente en las pequeñas localidades.
Este agravamiento de las condiciones sociales de gran parte de la población, la fragmentación de la sociedad y el derrumbe del mundo laboral constituyen una verdadera cuestión social que impacta fuertemente en la vida social de los pueblos y se instala en el medio regional como una cuestión que la sociedad y el Estado necesitan atender.

Esta cuestión soicial se caracteriza por niveles de pobreza que llegan, en casos, a abarcar a la totalidad de los habitantes del pueblo. La desaparición permanente de puestos de trabajo se agravacon la ausencia casi total de empleos para mujeres. La flexibilización de las condiciones laborales y la precariedad laboral que repercuten en las familias de los empleados rurales llevan, en muchos casos a conductas de cierto "nomadismo" cuando empleados rurales y sus familias deambulan por los distintos campos o pueblos sin una estabilidad, pertenencia, arraigo o en un determinado lugar.

Ante esta cuestión social, la respuesta típica ha sido la aceptación espontánea de la migración como forma de resolver la no inclusión y la búsqueda de adaptación al medio en otra sociedad.
Primero del campo al pueblo, luego a la ciudad y por último hacia las areas metropolitanas con la secuelas de desagarro de la traama social, desarraigo, pérdida de identidad, de capital cultural y social, desvalorización de la experiencia, tristeza, padecimiento y fragilidad subjetiva. El derrumbe del mundo laboral desarticula la sociabilidad que este generaba y se desvanece la subjetividad que ellos sostenían. La tristeza, el desapego a la tierra y el padecimiento son síntomas de un mundo en derrumbe, de una sociedad desgarada y una subjetividad fragilizada por las constantes pérdidas tanto en lo material como en lo simbólico.

La respuesta desde la intervención
La respuesta desde la intervención social, enmarcada institucionalmente en Plan Volver 1 , se centró en intentar un fortalecimiento socioproductivo de las comunidades rurales.
Esta estrategia comienzó identificando, a partir de su singularidad cultural, aquellos elementos sobre los cuales se puede cimentar una respuesta vital a la exclusión y las ostilidades del contexto.
Estos elementos particulares no se han definido previamente sino que han sido aprehendidos por el equipo técnico a partir del trabajo directo con la persona en las entrevistas o en conjunto con los grupo en talleres. Este momento etnográfico de la intervención, busca deliberadamente una relación directa con el sujeto, de forma tal de evitar lo más posible las mediaciones impuestas por la ideología de la "clase principal" del pueblo.

En estos espacios es donde se conoce y se da valor a la singularidad de cada localidad, de cada persona y de cada grupo. Es ahí donde se identifican y se ponen en valor los saberes, los lazos sociales y las estrategias de sobrevivencia con el propósito de enraizar en la singularidad de la cultura local, las futuras respuestas de la intervención. En este momento etnográfico se pudo indentificar al trabajo familiar y grupal como medios que alimentan el deseo de mantener unida a las amilias y la comunidad local, el apego a la tierra, el amor al terruño propio.
También fue identificado el rechazo a la propuesta hegemónica de migrar o desgarrar a las familias y al tejido social como salida a la crisis de la localidad. Se constituye así un

El fortalecimiento socioproductivo supone un segundo momento o proyectivo o prognosis. A partir de la identificación de los elementos diagnósticos, basándose en la raiz se construye una visión estratégica que permita una reconstrucción de una trama social inclusiva a partir de ciertos pasos y requerimientos lógicos. Las propuestas que se elaboran tienen que ver con la construcción conjunta de opciones que permitan una recomposición de la trama social, de los lazos sociales, una recuperación de los saberes asociados a la obtención o mejora de medios de vida.

Estos proyectos deben enmarcarse en estrategias mayores denominadas de desarrollo local puestas en vigencia por el Estado local, provincial y nacional que generan las condiciones necesarias para que los protagonistas de estas acciones socioproductivas puedan recuperar el control, la propiedad y el usufructo de ciertos recursos estratégicos necesarios para garantizar los medios de vida indispensables para asegurar una vida digna de las familias trabajadoras.

La experiencia de intervención social de más de dos años en estas pequeñas comunidades nos permite poner algunas cuestiones en debate. Podemos empezar por debatir cuáles son las fuerzas que pueden motorizar esta acción social? Debemos subsidiar a los sectores desocupados? Debemos trabajar desde el estado desde las organizaciones?.

El deseo de mantener los lazos familiares y el arraigo
El primer obstáculo con el cual se encontró la intervención fue la fuerte demanda de empleo, en particular para las mujeres. Las vías posibles de solución están atravesadas por el contexto omnipresente de desertización económica de los pequeños pueblos. Se impone la necesidad de recomponer su inserción productiva como vía de reinserción social. Pero desde donde empezar? Con quienes? Con qué?.

Surge muy claramente al comenzar los primeros encuentros con los pobladores, que los valores que pueden cumplir motorizar la recreación de una sociabilidad alternativa son, desde el punto de vista de la resolución material, aquellos elementos desde los que se pueden identificar, el trabajo, la tierra y los saberes y deseos asociados a ellos. Desde un punto de vista simbólico, pero íntimamente asociado a estos últimos sobresale la cuestión afectiva de mantener a la familia unida y garantizar su bienestar. Estos valores cumplen la función de raiz que permitirán amalgamar lo nuevo con lo viejo.

Surge de los testimonios vertidos en los diagnósticos participativos, fuertes valores capaces de sostener y motorizar una sociabilidad alternativa: sus familias, sus saberes, sus identidades asociadas a la pertenencia al pueblo, su identidad como trabajadores. Estos pueden ser puntos de apoyo donde intentar cimentar una nueva inserción productiva alternaticva y con ésta la construcción de una nueva persona, de un nuevo grupo y de una nueva comunidad.
Es luego de la identificación de esta visión, de este ethos donde tuvo sentido pasar a proyectar. La planificación participativa de los proyectos puede construir caminos y con ellos un imaginario alternativo que sostenga una subjetividad nueva, una esperanza en un lugar social distinto "para mí" y "para los que quiero". Este nuevo imaginario comienza a cumplir una función reparadora de lo perdido, de lo confuso e incierto, de que es posible "volver a creer", de "salir adelante".

Pero hacia donde avanzar? Es aquí donde debemos hacer lo posible para que la población no se embarque en proyectos que la van a volver a llevar a nuevos fracasos. La intervención reclama un conocimiento válido sobre el futuro de las actividades a emprender. En este momento se impone un severo análisis transdisciplinario de viabilidad y factibilidad de los proyectos sociales como parte de la responsabilidad profesional a la que la población tiene derecho.
Pero el análisis de factibilidad no debe ser economicista, no podemos cerrarnos a pensar a la familia como una empresa, al hogar solo como una unidad económica o a la persona como mero trabajador. Un sesgo de este tipo ha llevado, en muchos casos, a descartar la mayoría de los proyectos que la población propone y en otros casos a desaprovechar costosos recursos. El enfoque de la "microempresa" llevado a las realidades de los emprendimientos populares conlleva un error que radica en desconocer el sentido que orienta la acción social económica de los hogares populares.
En la empresa capitalista, el sentido de la acción se centra en la optimización del lucro. En los emprendimientos familiares de la economía popular, este sentido radica en la optimización de la reproducción ampliada de la vida. (Coraggio; 64:1998) En las unidades domésticas y emprendimientos solidarios, el lucro no desaparece como objetivo pero queda supeditado a la obtención de creciente de más y mejores medios que permitan reproducir las condiciones de vida del grupo familiar.

Es preciso aclarar que las acciones sociales económicas no deben apuntar a construir una "vinculación creciente a los mercados" como propone Schejtman y Berdegué (Schejtman; 1:2003), dado que esto fue en sí parte de lo que los llevó a dicha situación. Este tipo de acciones sociales deben enmarcarse en una estrategia económica alternativa más adecuada a este tipo de territorios, marginales dentro del esquema de organización global de la economía. Un esquema contrahegemónico puede ser la construcción de subsistemas de economía popular (Coraggio; 73:1998), donde el Estado local es parte esencial y socio estratégico de este subsector para el mantenimiento de mercados protegidos.

El criterio de especialización creciente y de integración para la búsqueda de escala de las unidades económicas debe ser revisado en función de entender que cada hogar puede integrar un ingreso a partir de poner en práctica diversas estrategias económicas basadas en actividades complementarias e inclusive ensayar la multiactividad de sus miembros y la multiplicidad de formas de realización del fondo de trabajo personal dentro y fuera del hogar.
Por lo tanto, los criterios de viabilidad que se ponen en práctica en esta intervención social se basan en entender que una actividad laboral será viable socialmente en la medida en que la persona opte por invertir en ella su fondo de trabajo personal o una fracción de este. Esto sucede, en la medida en que a la persona le sea útil y encuentre en ella un interés válido. (Weber 46: 1997)
Debemos entender por interés no solo su significado económico, sino también el social, dado por la valoración subjetiva que hace la persona de los beneficios materiales y simbólicos que le produzca no solo a sí mismo sino a los otros que desea beneficiar. La persona no decide sostener una actividad solo por el valor objetivo que lo producido (u ofrecido, en caso de ser su mano de obra) obtiene en el mercado. Una mirada social, que no se reduce a lo económico sino que lo supera, nos demanda observar y tomar en consideración no solo los valores de cambio sino también los valores de uso y no solo los valores materiales sino también los inmateriales.

Por ejemplo, muchos hogares de los pequeños pueblos se ven sometidos a fuertes carencias debido a la inestabilidad que produce depender de empleos en el campo donde la precariedad y la discontinuidad laboral hacen que muy seguido las familias se queden no solo sin ingreso sino al mismo momento sin vivienda.
En muchos de estos hogares, las mujeres hilan lana en sus casas mientras cuidan a sus hijos o realizan otras tareas domésticas. Un análisis economicista de esta actividad la ha descartado como una actividad viable debido solo a que el ingreso obtenido y el esfuerzo empleado no condicen con los valores de mercado. La realidad demuestra que (a pesar de esta visión) la actividad se mantiene. El error radica en que la valoración de lo invertido como de lo obtenido es siempre subjetiva y más amplia que la objetivación del "precio", por lo tanto su valoración no puede simplificarse midiéndola solo con la vara del mercado.

El cambio en las jerarquías sociales, una oportunidad social?
A través de las entrevistas y los talleres ha sido posible apreciar la vigencia de representaciones sociales asociadas a una jerarquía social propia de la sociedad rural tradicional.
Pero estas representaciones contrastan con una realidad donde entre otros signos se destaca la falta de presencia local de los actores hegemónicos de esa vieja estructura social. Los viejos actores del medio rural no se encuentran presentes en el escenario local. Los actuales dueños del campo no viven en los pueblos, son ahora los que Marcelo Silli denomina los "productores de la ciudad" (Silli; 79:2000).

Este lugar social dominante no está siendo revalidado por los nuevos dueños del campo como son los administradores de los pooles de siembra. La nueva burguesía agropecuaria no se hace presente en el pueblo sino solo a través de frágiles discursos mediáticos y prácticas infundidas en los pocos agentes intervinientes en las nuevas modalidades productivas. A su vez estos agentes interactúan socialmente cada vez menos en el pueblo debido a la propia exclusión del pueblo del esquema de organización de la producción agropecuaria.
Esto produce cierto efecto de insularización del pueblo respecto a la dinámica sociopolítica hegemónica. Estos efectos pueden leerse como cierta forma de aislamiento, pero también pueden ser considerados como una oportunidad para promover el surgimiento de espacios autónomos.
Pueden constituir una condición favorable para el avance de lógicas alternativas a la heteronomía proveniente del mercado global. Estas lógicas alternativas pueden organizar los recursos de forma diferente generando condiciones para la construcción de subsistemas de economía popular (Coraggio; 113: 1998). La constitución de estos subsistemas puede durar, como lo fue en el caso de la experiencia del trueque, lo que sea necesario para resolver la necesidad social que lo promovió. Ambas lógicas mantienen un equilibrio dinámico entre sí. Una sociabilidad donde predomina el sentido del lucro convive con otra donde predomina el sentido solidario.
Al recomponerse la economía capitalista, la sociabilidad que lo caracteriza puede avanzar absorbiendo selectivamente elementos excluidos.

Intervenir con subsidios o préstamos?
La gran mayoría de los proyectos sociales destinados a personas desocupadas están teniendo la presión institucional, generalmente proveniente de los organismos financiadores internacionales, que impone que la ayuda social se de en carácter de préstamo. Esta cuestión, que marca el sentido de la acción social reconoce razones estructurales.

La presión política en contra de subsidiar a los desocupados y sus emprendimientos habla de la vinculación sistémica entre la mejora de las condiciones de vida de las familias de los desempleados, la afluencia a los mercados de trabajo y los precios de la mano de obra. Esta vinculación constituye el régimen social de acumulación vigente y se presenta como un supuesto básico subyacente en el diseño de las políticas sociales neoliberales.

Esta controversia se reproduce a nivel microsocial generando una fuerte presión para eliminar o reducir al mínimo el subsidio a las actividades de los desocupados, ya sean estos subsidios al consumo o para autoproducir un puesto de trabajo.
Los organismos supranacionales y otros ámbitos hegemónicos, intentan así transformar dichos subsidios en créditos a los beneficiarios. Este cambio elimina el sentido distributivo obligando a que el beneficiario pague su propia ayuda social con el producto de su trabajo. La experiencia del llamado crédito social o microcrédito indica que este pago se realiza en la gran mayoría de los casos con el alto costo social de autoimponerse condiciones subhumanas de explotación y confinándose al subconsumo.
De esta forma, la acción social hacia el beneficiario de la ayuda social se transforma en una relación social que cobra la forma de legal préstamo, donde el beneficiario adquiere una deuda con el organismo construyéndose una relación social mediada por el capital. En dicha relación se ponen en juego derechos humanos y constitucionales básicos ya que el derecho de propiedad se impone por sobre el derecho al trabajo. En términos de valores, el respeto a la propiedad privada se impone por sobre la dignidad del trabajador.
El capital prima claramente por sobre el trabajo.

La intervención social se situó desde una perspectiva ético política alternativa, la de un Estado social, donde la dignidad de las condiciones de vida del trabajador y su familia se encuentra por encima de la acumulación de capital. Ante el imperativo hegemónico de "la devolución" de la ayuda social, la intervención social se realizó desde una perspectiva contrahegemónica orientada por valores alternativos donde el capital se preserva pero interviene con una clara función social.
Se cambia el sentido de la acción social y la relación con el beneficiario cambia su forma legal privilegiando el trabajo de éste. La devolución no desaparece pero se supedita a la realización del primero.
Este cambio de sentido genera una relación donde se privilegia al trabajo por sobre la devolución. La satisfacción de las necesidades básicas se privilegia por sobre la honra a las deudas. La relación queda estructurada legalmente como un "comodato con opción a compra" con posterior dominio y derechos de propiedad sobre lo entregado.
La devolución se realiza, en función de las posibilidades reales y con el objeto de ganar en equidad ya que "otro" recibirá a partir de lo que yo devuelva. El sentido de que "el que pueda devuelva" para otro "que no recibió aún", cobra un sentido de equidad y de solidaridad. La devolución solo se realiza cuando el emprendimiento es capaz de acumular un capital y por ende tiene excedentes suficientes para distribuir más allá de una retribución digna al trabajo.

Se trabaja con el Estado, con las organizaciones libres del pueblo o los beneficiarios?
El deseo de alejarse de la influencia coercitiva del Estado y de la supremacía omnipresente de lo político lleva a la intervención a alejarse lo más posible de las estructuras estatales. Pero hasta qué punto esto es posible y deseable?
No es indispensable la presencia del Estado? La voluntad de potenciar la organización social y de generar espacios de participación directa introducen una tensión permanente en el modelo organizativo. La intervención transcurrió en una tensión propia de admitir la supremacía de lo político admitiendo la necesidad de contar con las estructuras estatales para viabilizar ciertos procesos macrosociales pero al mismo tiempo tuvo que tomar en cuenta la necesidad de desarrollar otro tipo de espacios y formas de participación.
Se buscó desarrollar un modelo organizativo que combine los efectos positivos de la presencia estatal con los beneficios de apostar a potenciar las organizaciones libres del pueblo (OLP) y la participación directa de las personas y sus familias al mismo tiempo que se minimizar sus efectos perversos.

El Estado es la organización por medio de la cual se produce y se garantiza la ayuda social. Pero a su vez genera efectos de heteronomía, dependencia, clientelismo, entre otros. Por otro lado las OLP garantizan cierta autonomía e independencia pero sufren de falta de poder real y de autarquía financiera. La presencia directa de las personas y sus familias garantizan la apropiación social de lo recibido pero complejizan la elaboración de las soluciones a proponer.

El modelo organizacional que la intervención está ayudando a construir genera un arreglo cualitativo entre estos tres espacios. Este arreglo reconoce como estructuras del mismo a los instrumentos legales que operan coercitivamente dentro del mismo.
Los instrumentos principales son los convenios con el Estado, los reglamentos de tenencia de maquinaria que se basan en la figura del comodato con opción a compra.
Estos instrumentos jurídicos contemplantambién la existencia de ordenanzas municipales que definen al Plan como de interés público otorgando derechos a los beneficiarios para la tenencia y control de medios de producción. Estos instrumentos se definen con el propio avance participado del proceso de intervención.
Se construyen a partir de ciertas definiciones técnicas previas pero se completan y enriquecen en el devenir de la cotidianeidad social. Estas definiciones reconocen la existencia de tres componentes fundamentales: conforme a la aceptación de la supremacía de lo político, lo estatal constituye un socio mayor o garante del orden social.
Pero dada su incapacidad de reconocer la diversidad es complementado por las OLP que aportan las particularidades culturales propias de los grupos y los reconocimientos básicos para una verdadera organización social. La presencia directa de los beneficiarios y sus familiares garantizan la apropiación social de lo propuesto. Se propone que estos tres componentes avanzan juntos intentando ganar en sinergia entre lo social, lo político y lo cultural.

Conclusiones:
Para evaluar estas experiencias desde un punto de vista social nos preguntamos ¿qué tipo de sociabilidad se está construyendo al compás de esta intervención social? ¿Qué tipo de personas o sujetos se están formando? ¿Qué transformaciones se están produciendo en ese medio social? Y ¿qué subjetividad se está ayudando a construir?

Un número importante de familias que describían una trayectoria casi nómade entre los campos y el pueblo encontraron condiciones para poder arraigarse a partir de poder pensar en la perspectiva de reinsertarse socialmente en un medio que ellos mismos están reconstruyendo a partir de mantener continuidades con lo que son y lo que saben.
Pero fueron capaces de plantear rupturas a partir de poder ver colectivamente dónde quieren estar, lo que quieren ser, lo que quieren hacer y con quienes lo desean hacer. La intervención social realizada ayudó a que estas familias hayan optado por una vía diferente a lo que el sistema tenía previsto para ellos, "la migración" a las periferias de las grandes ciudades. La consolidación y masificación de este proceso dependerá del empoderamiento y de las posibilidades de lograr sinergia entre el Estado, principalmente el municipal y las organizaciones libres del pueblo que estos sectores comenzaron a nutrir.

Queda pendiente la búsqueda de visibilidad, de poder y de mayor capacidad de demanda para un vasto sector de población que por su dispersión en territorios extensos y en gran medida "invisibles" para gran parte del Estado no alcanzan a ser oídos por el resto de la sociedad.

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NOTAS

1 El Plan Volver fue llevado adelante por el ministerio de Desarrollo Humasno de la Provincia de Buenos aires durante los años 2003 a 2006 en unos 20 pueblos de 300 a 2000 habitantes de la provincia con problemas de despoblamiento.



* Datos sobre el autor:
* Eduardo López
Doctor en trabajo social, Pontifica Universidad Católica de San Pablo. Docente en Trabajo Social y Política Social, Universidad Nacional de La Plata. Técnico del Ministerio de Desarrollo Humano de la Provincia de Buenos Aires.

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