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Edición N° 41 - marzo 2006

Fundamentos y ejes de la Reconceptualización del Trabajo Social, en Argentina años 60-70s

Separata del libro: La otra mirada al Proceso de Reconceptualización del Trabajo Social, en la Argentina. Tomo I.

Por:
Alberto J. Diéguez
* (Datos sobre el autor)


Advertencia:

De este amplio capítulo, en el que se trata el ECRO, en el que se estructuró la Reconceptualización del Trabajo Social Argentino, solamente se transcribe la parte correspondiente a la Introducción; La Ciencia; Los proyectos políticos nacionales y Compromiso político.

Introducción.

Enunciaré a continuación, una guía orientativa y sumaria, de los marcos ideológicos-conceptuales y metodológicos, por los que atravesó la Reconceptualización en nuestro país, en los años 60-70s. junto a una bibliografía básica y orientativa, que posibilitará al lector profundizar en cada uno de los temas.


En el año 1971, Herman Kruse, refiriéndose a que la Reconceptualización es la tercera síntesis alcanzada en Latinoamérica, por la profesión, dice:


Nos interesa resaltar que ese proceso ni termina, ni culmina ahí. La reconceptualización lleva ya en sí los signos de la paradoja – como toda cosa creada por el hombre – y en su seno se gesta, tiene que gestarse, su antítesis. En la medida que el marco conceptual del Trabajo Social es dinámico y el medio social sobre el cual actúa es cambiante, el anquilosamiento del servicio social significaría una incapacidad para cumplir su vocación.

Afortunadamente la reconceptualización no es un bloque monolítico de ideas y posiciones, sino todo lo contrario, es una “olla hirviente” en la cual bullen tendencias y corrientes no siempre factibles de conciliar entre sí. Quien quiera que se proponga describir qué es hoy día la Reconceptualización, se equivoca rotundamente – e incluso se autoengaña – si cree que es posible conceptuarla y describirla como una unidad homogénea.” 1


No obstante lo expresado anteriormente, este autor, señala en ese mismo artículo una serie de “temas generadores” de este proceso, como lo es el subdesarrollo; las fallas del servicio social tradicional; el cientificismo aséptico; el aporte marxista; el papel concientizador de la educación; el papel de la práctica en la generación de conocimientos; la necesidad de encontrar medios eficaces de intervención; la caducidad de la teoría del servicio social europeo y norteamericano; entre otros.


El papel que cumplió el Documento de Araxá ha sido innegable, pero en Argentina, la Reconceptualización tomó caminos diferentes y, en algunas cuestiones, alcanzó planteamientos novedosos. Veamos nuevamente lo que dice Kruse acerca de “la necesidad de una teoría viable” en la profesión:

A nadie se le había ocurrido que el marco filosófico del servicio social podía estar totalmente caduco. Y, por supuesto, nadie creía – ni tampoco tenía el instrumental – que de la práctica del servicio social se podían extraer conocimientos científicos para enriquecer la teoría del Trabajo Social.

Todo esto fue sacudido hacia 1965, cuando un grupo de trabajadores sociales argentinos hace el descubrimiento del ECRO. La sigla pertenece al psiquiatra Pichón Rivière y significa “esquema conceptual referencial y operativo”. En una serie de trabajos Juan Barreix ha explicado minuciosamente el tema”. 2

Es evidente que, si bien existiéron en el comienzo de la Reconceptualización una variedad de tendencias ideológicas, había también un “marco de referencia” en el cual no podían entrar todas las posiciones ideológicas y, menos aún, aquellas orientadas a la defensa del status quo. Es precisamente sobre ese marco de referencia, que nos vamos a referir a continuación.


Pero se hace necesario decir, que ese “marco de referencia” era fruto de la reflexión de un minúsculo grupo de profesionales del Servicio Social que se “reconceptualizaba”, y que pasó inadvertido para la mayoría del cuerpo profesional que transitaba los caminos del asistencialismo, el desarrollismo y el ideologísmo. La prueba de esto que decimos, está en los programas de estudio de la época que, a lo sumo, incorporaban algunos textos “reconceptualizados” o de lo que hemos denominado “actualización profesional”, conjuntamente con otros del servicio social tradicional, en contradicción evidente con lo que postulaba la Reconceptualización.


Pero talvez lo más grave haya sido que, mientras la sociedad y los intelectuales reflexionaban sobre el proyecto político; sobre el papel del intelectual en la sociedad; sobre la función de la ciencia; sobre la realidad de los sectores populares, este debate estaba ausente de la mayoría de las escuelas de servicio social y en las instituciones donde ejercían los asistentes sociales.


Ese espíritu de los 60-70s significó una ruptura con lo existente, una reflexión sobre la sociedad, una preocupación imperante en temas políticos, sociales, económicos, culturales, religiosos. La propuesta de la Reconceptualización se enmarca en esa coyuntura, en ese “espíritu de la época”, en ese contexto socio-cultural y político, que iremos tratando de reflejar, en el transcurso de este trabajo..


No obstante, digamos que muchas de esas ideas continúan vigentes, otras requieren ser replanteadas y otras sustituidas por nuevas explicaciones y propuestas tanto científicas, como ideológicas, como consecuencia de los cambios que se producen en el orden económico, político y social, y los derivados de la propia dinámica de la profesión.


La Ciencia.

La ciencia es saber, conocimiento, del que se deriva el pensar y comprender lo que nos rodea. Ese pensar se encuentra condicionado en nuestro caso argentino y latinoamericano, por una estructura dependiente, por intereses políticos, económicos, sociales y personales, que permite o no, la existencia y difusión de determinados conocimientos o su sustitución por otros “engañabobos” o pseudo-científicos.

La ciencia es un producto de un contexto social, que se da en un cierto lugar y tiempo. Por eso hay una ciencia occidental, una ciencia china, una ciencia egipcia y mesopotámica, que han tenido diferentes desarrollos. La Reconceptualización en nuestro país y en Latinoamérica, también debe ser analizada, como conformada por una cierta “cultura” en un momento histórico determinado, en que recibe influencias de ese entorno.

La ciencia es conciencia, que surge del conocimiento. A veces se confunde ciencia con tecnología. La tecnología es sólo una parte de esta.

Hacer ciencia, significa trabajo en equipo, compartir el conocimiento, tomar decisiones en forma cooperativa, dejar de lado protagonismos personales, definir con qué conocimientos debo estar y contar en un momento histórico determinado.

Además el conocimiento científico, tiene que ver con una ética humanística – no con una moralina -. En este sentido, la reflexión acerca del papel de la ciencia y del científico en el 60-70s se orientó por el debate entre ciencia y política; ciencia y pueblo; ciencia y estructura dependiente; conocimiento de la realidad nacional y sus problemas; la impugnación al cientificismo; entre ciencia y liberación nacional. Siempre que se plantea un proceso de liberación, proceso este que se libra en todos los niveles, se encuentra presente repensar el papel de la ciencia y de la tecnología.


El Dr. Alimuddin Zumla, investigador del sida de la Universidad de Zambia y del University College de Londres, nos dice hoy:

"La falta de conocimientos científicos no es el obstáculo más importante para el desarrollo de medicamentos: se sabe más sobre biología, inmunología y genética de la leishmania y los tripanosomas que de ningún otro parásito. La laguna tampoco está en la tecnología, que se ha beneficiado enormemente de los adelantos recientes. Al parecer, el mayor obstáculo para que este conocimiento se traduzca en un beneficio real para los pacientes es de índole política".

Este pensamiento es válido en el Trabajo Social de los 60-70s.El conocimiento sobre la estructura social dependiente estaba; había diversas fórmulas para superar el subdesarrollo y la dependencia; el cómo superarlo era de índole política. La Reconceptualización puso énfasis en este desarrollo científico-tecnológico, orientado por “lo que el Pueblo es y quiere ser y no viceversa” y no hacia racionalizaciones como “el deseo de saber”; la “Razón”. (Seibold, J. 1973); “el amor a la verdad”, etc.


Hacia fines de los años 60 y comienzos del 70, Rolando Garcia 3 y Oscar Varsasky 4 , entre otros, desarrollaron una corriente de pensamiento que vinculaban la producción de conocimiento, al desarrollo económico-social nacional.

Autores como Oscar Varsavsky, en su libro “Ciencia, política y cientificismo”, orienta su reflexión hacia el papel que debe jugar el científico, contribuyendo con su análisis al cambio deseado y juega para esa época un papel clave. Tampoco faltan los análisis de los Equipos Tecnológicos del Justicialismo, coordinados por Rolando Garcia, expresados en una serie de cuadernillos temáticos, en los que se brindaba un diagnostico de situación y las orientaciones posibles.

Para que el lector pueda tener una idea de esto que planteamos, digamos que hoy menos del 10% de la investigación sanitaria, tanto pública como privada, se dedica a las dolencias que afectan al 90% de la población enferma del mundo. Enfermedades como la tuberculosis, la diarrea, la malaria, la tripanosomiasis humana africana, la meningitis, el VIH, la enfermedad de Chagas o la leishmaniasis, causan millones de muertes en los países pobres. (World Health Organization. Investing in health research and development. Report of the ad hoc committee on health research relating to future intervention options. Ginebra: WHO, 1996). Hoy la mayoría de las investigaciones se desarrollan en función de intereses empresariales, de la producción y del mercado.

Cuando se prioriza la rentabilidad, por sobre la salud, la educación, el bienestar medioambiental o el interés público, se cae en las cifras señaladas precedentemente.

El “cientificismo” que adquirió su máxima expresión en la Universidad de Buenos Aires, en época de la gestión de Risieri Frondizi y que acaba con el golpe militar de junio de 1966, es cuestionado.

La “neutralidad ideológica”, la “neutralidad valorativa”, la fetichización de la ciencia, el tipo y papel que cumple la ciencia, a la que se ve como un factor determinante del desarrollo de la sociedad y que aparece más ligada a las necesidades de las multinacionales; la biologización de la vida social, se encuentran en los debates de la época, en la que no faltaron tampoco el cuestionamiento de la “derecha” al proyecto universitario.


Pero tal vez la mayor critica y la caracterización de “cientificista”de la Universidad de Buenos Aires, estuvo ligada, a los proyectos subsidiados desde el extranjero, por gobiernos y empresas multinacionales.


Los criterios de racionalidad científica que se manejan en esa época, - verificación experimental y la rigurosidad -, son los que separan lo que es científico de lo que no es.

Egger’s Lan, en el capítulo “Universidad, ciencia y cultura” de su libro “Peronismo y Liberación Nacional”, dice:


...la ciencia y la universidad no son elementos aislados de la cultura, y en esto tiene algo que decir el pueblo, salvo que recaigamos en el paternalismo “liberal” del elitismo cultural que pretenda hacer una “difusión cultural” de los elementos más superficiales que se han seleccionado. En este sentido, ha hecho notar no hace mucho Augusto Salazar Bondy, es común a los intelectuales “populistas” una intención de “llevar la cultura al pueblo” (nosotros tenemos llenos los oídos de algo peor: “educar al soberano”, por parte de quienes nunca piensan seriamente, por otra parte, que el pueblo alguna vez sea soberano) junto a fórmulas acuñadas por una elite como cultura acabada, y que debe ser adaptada al nivel popular, presuntamente bajo, lo que contiene – implícitamente o no – un paternalismo peligroso, porque amenaza con extirpar o frenar los impulsos verdaderamente generadores de la cultura, que afincan sus raíces en las creaciones del pueblo mismo” 5 .Pág. 232

Veamos a continuación el siguiente extracto tomado del capítulo II, Ciencia Politizada, del libro de Varsasky:


HAY CIENTÍFICOS cuya sensibilidad política los lleva a rechazar el sistema social reinante en nuestro país y en toda Latinoamérica.


Lo consideran irracional, suicida e injusto de forma y fondo; no creen que simples reformas o ‘desarrollo’ puedan curar sus males, sino sólo disimular sus síntomas más visibles. No aceptan sus normas y valores —copiados servilmente, para colmo, de modelos extranjeros— no aceptan el papel que el sistema les asigna, de ciegos proveedores de instrumentos para uso de cualquiera que pueda pagarlos, y hasta sospechan de la pureza y neutralidad de la ciencia pura y de la infalibilidad y apoliticismo de las elites científicas internacionales al imponer temas, métodos y criterios de evaluación.


A estos científicos rebeldes o revolucionarios se les presenta un dilema clásico: seguir funcionando como engranajes del sistema —dando clases y haciendo investigación ortodoxa— o abandonar su oficio y dedicarse a preparar el cambio de sistema social como cualquier militante político. El compromiso usual ante esta alternativa extrema es dedicar parte del tiempo a cada actividad, con la consiguiente inoperancia en ambas.


Este dilema tiene un cuarto cuerpo, mencionado muchas veces pero a nivel de slogan: usar la ciencia para ayudar al cambio de sistema, tanto en la etapa de lucha por el poder como en la de implantación —y definición concreta previa— del que lo va a sustituir.


Sostengo que esto es mucho más que un slogan, o puede serlo, pero requiere un esfuerzo de adaptación muy grande por parte de los científicos; tal vez mayor que abandonar la ciencia por completo: es más difícil soportar la etiqueta de pseudo-científico que de ex-científico.


Pero creo además que la llamada ‘ciencia universal’ de hoy está tan adaptada a este sistema social como cualquier otra de sus características culturales, y por lo tanto el esfuerzo por desarrollar la investigación seria del cambio total puede producir, a plazo no muy largo, una ciencia no sólo revolucionaria sino revolucionada.


Con estas páginas quiero provocar una discusión más a fondo de esta alternativa: sus dificultades, posibilidades e implementación en el contexto argentino (aunque muchas de las conclusiones resulten igualmente válidas para otros países dependientes).
Nótese que esta posición está emparentada con el constante llamamiento a ocuparse de los ‘problemas nacionales’ y a hacer ciencia aplicada o funcional, que muchos veníamos haciendo —y a veces practicando— en la universidad. Esa prédica era insatisfactoria porque la tendencia natural era a interpretarla como reformismo o desarrollismo: búsqueda de soluciones dentro del sistema.


Así, cuando en innumerables reuniones de profesores en la Facultad de Ciencias Exactas planteábamos esta problemática nacional, el resultado más positivo era que los físicos prometieran ocuparse un poco más de semiconductores, los químicos, de procesos industriales, y los biólogos de los problemas pesqueros, con variantes de igual “trascendencia” para el cambio. Indudablemente eso era preferible a dedicar todos los esfuerzos a estudiar partículas elementales, topología algebraica o metabolismo de carbohidratos; pero cuando apoyábamos al Departamento de Industrias, al Instituto de Cálculo o al de Biología Marina, nos quedaba la amarga y tácita sospecha de que tal vez eso aprovechaba más al sistema que al país.


Esa sospecha era correcta y hemos tardado demasiado tiempo en descubrirlo. Nos queda el consuelo de tontos de ver que las ideas al respecto tampoco están muy claras entre los intelectuales del resto del mundo, de todas las tendencias. Por eso, muy lejos de mí la intención de presentar esto como ‘autocrítica’. La alternativa que estoy discutiendo es en la práctica muy diferente a esa problemática nacional, pero cabe formalmente en la misma denominación ya que supone reconocer que el problema nacional por excelencia es el cambio de sistema.


No hay riesgo de confundir lo siguiente con desarrollismo:
La misión del científico rebelde es estudiar con toda seriedad y usando todas las armas de la ciencia, los problemas del cambio de sistema social, en todas sus etapas y en todos sus aspectos, teóricos y prácticos. Esto es, hacer “ciencia politizada”.


Por qué no se planteó antes en serio esta misión en nuestro país es fácil de comprender cuando se examinan las enormes dificultades que se presentaban:


  1. La mayoría de los científicos argentinos – aún los que se decían de “izquierda” – creían fervorosamente en una imagen de la ciencia, sus valores y su misión, que podemos llamar “cientificismo” (aunque este término fue usado de muy diversas maneras, no siempre claras).

  2. Un cientificista no puede aceptar ocuparse de problemas relacionados con la política porqué esa no es una actividad científica legítima según las normas de quienes desde el hemisferio Norte orientan las actitudes y opiniones de nuestros investigadores y sancionan virtudes y pecados. En todo caso ese campo corresponde reservarlo a la Ciencia política, que es considerada una ciencia de segunda categoría.

  3. Era un salto en el vacío que requería una gran autonomía de

pensamiento y el rechazo de casi todos los esquemas teóricos

ortodoxos.

No había un concepto claro de su contenido. No existían recetas establecidas para superar la etapa declarativa y llevar esta proposición a la práctica: por dónde empezar, cuáles son los marcos de referencia, cómo se hace un plan de trabajo, qué papel tiene un físico en ella, por ejemplo. ¿No alcanza acaso con que se ocupen de eso los científicos sociales? Aun para éstos parecía un cambio muy difuso y general: más ideología que ciencia concreta, muy difícilmente atacable con el bagaje teórico del hemisferio Norte, el único disponible. Como hemos dicho, no era otra cosa que un slogan.

No había fuerza política. Sólo en broma podía pensarse que la Facultad propusiera semejante campo de investigación a sus docentes sin ser intervenida a las 24 horas. Tampoco desde dentro de la Facultad era mayoría – ni mucho menos – el grupo de quienes condenaban globalmente el sistema social actual.

Por otra parte, proponer abiertamente que las investigaciones se orienten por motivos ideológicos, huele peligrosamente a totalitarismo.


  1. No había convicción política: la posibilidad de que el simple

desarrollo científico y tecnológico a la manera del hemisferio Norte facilitara el cambio a la larga, era muy atractiva frente a las escasas perspectivas de una acción más directa.” Págs.9-12.

Este era el debate que en esa época se sostenía en medios académicos y que en cierta medida influyeron en la Reconceptualización del Trabajo Social.


En abril de 1972, Herman Kruse, publica en la Editorial ECRO, el libro “Introducción a la teoría científica del Servicio Social”, un texto imprescindible para comprender el salto cualitativo que tuvo la profesión a partir de la Reconceptualización.

Este libro dedica en su primera parte, un ítem al tema de la Historicidad de la ciencia, que recomendamos leer, a propósito de este tema.

Me parece importante señalar que, para esa época se insistía en la necesidad de generar nuevos y mayores conocimientos sobre los problemas que afectan a nuestra realidad nacional e internacional, especialmente la latinoamericana, así como de las problemáticas comunitarias y regionales, como base para el establecimiento de programas de intervención en las problemáticas más acuciantes.


Para ese momento la investigación en el ámbito del Servicio Social o Trabajo Social, no se encontraba instalada y eran mínimas las escuelas que desarrollaban programas de investigación, apenas la Escuela de Posadas y en menor grado la de Gral. Roca. El resto de escuelas – la mayoría – transitaban por el asistencialismo, caracterizado por la ausencia de criterios científicos y por un incipiente desarrollismo, - cuando el desarrollismo había sido impugnado y no carecía de mayor prestigio - y el discurso filosófico y moralista enmarcado en múltiples enfoques, muchas veces incompatibles unos con otros.


La influencia de la sociología funcionalista y del Servicio Social norteamericano y del desarrollismo, proporcionó un mayor status y reconocimiento profesional, y orientó a la profesión, en la discusión acerca de sí constituía una ciencia o una tecnología, iniciándose algunas acciones para enmarcar al Servicio Social, como disciplina científica. Pero aún no podemos hablar de reconceptualización profesional.


Aunque el Servicio Social pretendía erigirse en ciencia, lejos se estaba de ello, cuando el nivel académico general era por demás insuficiente. Pero el debate general de las ciencias, aunque sea tangencialmente, produjo en la profesión y en reducidos sectores de la reconceptualización, un debate fructífero.



Jorge Roberto Seibold, dice al respecto:


Somos nosotros, los hombres de ciencia, los que debemos hacernos Pueblo en su sentido más pleno a fin de ser verdaderamente sujetos de la liberación, asumiendo que el teórico se sentirá unido en un “mismo proyecto” con el físico experimental y éstos con el técnico y éstos a su vez con el personal de apoyo que no “sabe” nada de física teórica, ni experimental, ni lo que es un transistor, pero que naturalmente se sentirá compenetrado de ese proyecto, porque sabe “lo importante”. Esta comprensión nueva emerge del Pueblo como verdadero sujeto del trabajo científico-tecnológico, muestra una solución de fondo y no superficial como sería aquella donde se pone al Pueblo sólo como destinatario del trabajo científico-tecnológico y no como protagonista. Esta solución que ya no se inscribe “en un deseo innato de saber” ni “en un deseo de poder”, sino en “un deseo de servir” a ese mismo Pueblo del cual uno se siente parte. Esta nueva racionalidad emerge cuando se renuncia a edificar el conocimiento científico en la Razón pura sin límites, cuando se deja aparecer el rostro del Pueblo como un nuevo Mundo de la Vida. (...)El olvido de este Mundo de la Vida, que es el Pueblo, es la patentización más brutal de la crisis que aqueja hoy día a la Ciencia y a los científicos.”

De este debate surge para el Servicio Social un nuevo estatuto epistemológico, que posibilita diferenciar al Servicio Social funcional, del Reconceptualizado o crítico y que consiste en ver, reflexionar y poner en evidencia la situación dependiente del Continente, las condiciones de explotación y pobreza. Pero también es importante decir, que gran parte de ese discurso, no ha sido más que un discurso ideológico, disfrazado de científico, al que hay que reconocer que tiene impacto político, pero que no es rigurosamente científico, que provenía de la economía, de la sociología, de la ciencia política, pero en el que no habían aportes desde el Servicio Social.


No se debe olvidar tampoco, la importante contribución latinoamericana a esta cuestión, en trabajos como los de Orlando Fals Borda, La Ciencia y el Pueblo, Ciencia propia y colonialismo intelectual; los aportes de la Fundación La Rosca, Causa popular, ciencia popular; V. Gianotten y T.de Wit, Universidad y pueblo.


Estas reflexiones acerca de la ciencia, no podían desarrollarse aisladas de pensar un “proyecto nacional y latinoamericano de liberación”. De todos estos debates, surge un tema realmente importante en los fundamentos de la Reconceptualización, como es el del “compromiso”, el papel del intelectual, temas sobre los que trataremos más adelante.



Bibliografía sugerida:

Kruse, Herman C. (1972) Introducción a la Teoría Científica del Servicio Social, Editorial ECRO, Primera edición. Buenos Aires. Serie ISI Nº 1.

Popper, Karl R. (1967) El desarrollo del conocimiento científico. Paidós. Buenos Aires.

Seibold, Jorge R. (1973) El Pueblo como sujeto, norma y destinatario del trabajo científico. Revista Ciencia Nueva Nº 28 – Año III, Noviembre de 1973, Pág.5 y sigts. Trabajo presentado en el XV Congreso Mundial de Filosofía, realizado en Varna, Bulgaria, 17-22 de septiembre de 1973.

Varsavsky, Oscar (1969) Ciencia, política y cientificismo. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires.

Proyectos nacionales.

Para entender el espíritu de la época y poder comprender el propósito de la reconceptualización, nada mejor que analizar los proyectos nacionales que se dan en el continente latinoamericano: en el año 1952 la Revolución Nacional en Bolivia, a cuyo frente se encontraban Paz Estensoro, Siles Suazo, inicia un camino de profundas reformas, como la nacionalización de las minas, la reforma agraria, el derecho al voto universal, políticas de fomento agrario, proceso abortado en noviembre de 1964.


Para esa época Omar Torrijos, presidente de Panamá entre 1968 y 1978, iniciaba la recuperación del Canal de Panamá y era partidario de la vía militar hacia el socialismo.


Para que los lectores puedan interpretar la significación de estos proyectos, digamos que la editorial Eudeba – Editorial Universitaria de Buenos Aires, publica una serie de tomos dedicados a estas personalidades, entre ellas Cámpora, Torres, Torrijos y a sus respectivos proyectos políticos.

Aparte de la importancia que tiene el conocimiento de estos proyectos implementados para conocer los ideales de esa época, está también el hecho de que los países que llevaban adelante esos proyectos, realizaban esfuerzos muy significativos en el área de la asistencia social y de las políticas sociales, como la construcción de hospitales, la implantación de servicios médicos, la eliminación del analfabetismo, la organización sindical.

En general estos proyectos se sustentaban en la industrialización de los países, la distribución de la renta, la inclusión social, la participación política a partir del voto universal y secreto.

Durante este período la mayoría de los gobiernos concretó la organización de la clase obrera y campesina: la Confederación General del Trabajo (CGT) en la Argentina, fundada en los años 30, pasa a partir del 45 a convertirse en la columna vertebral del movimiento peronista; el Partido Trabahlista (PT) brasileño de Getulio Vargas, la Confederación de Obreros Bolivianos (COB) apoyada por Víctor Paz Estensoro), son otros ejemplos.


El voto femenino se instauró en 1932 en el Brasil de Getulio Vargas, en 1947 en la Argentina peronista, en 1953 en la Bolivia de Paz Estensoro y en 1945 en la Guatemala de Arévalo y Jacobo Arbenz.

Un proyecto de país, da cuenta de qué país queremos, cuáles son los objetivos y metas a alcanzar. En el transcurso de la historia de nuestro país estas respuestas aparecen explícitamente formuladas, por ejemplo en la generación del 80 en ideas fuerzas, como “civilización o barbarie”, “civilización y progreso” y en el proyecto de poblar y europeizar la pampa húmeda.

Por la década del 60 la idea de la industrialización, del desarrollo, de la modernización del país, se concretó en un proyecto de “integración y desarrollo” en la presidencia de Frondizi, que en un país con proscripciones y fuertes divisiones políticas en la ciudadanía, no contó con el necesario apoyo popular.

En los 60-70s aparece en nuestro país y en el resto de los países latinoamericanos, la idea fuerza de un “desarrollo propio” y de la “integración latinoamericana”, con el objetivo de evitar el sometimiento imperialista, alcanzando la paz y consolidando una sociedad justa y solidaria. La idea fuerza, fue la “liberación nacional”. Dentro de ese proyecto se pretendía conformar una nación con capacidad de decisión, que lograra una real distribución de la riqueza; que preservara su identidad socio-cultural y que tuviese una base científico-tecnológica propia y autosuficiente, replanteándose a su vez el rol del Estado y el de la ciudadanía.

Los 60-70s fue el momento de mayor riqueza en el debate en la sociedad argentina y en Latinoamérica, para analizar un proyecto político de transformación de nuestras sociedades. El esfuerzo para comprender la situación socio-económica del continente, pensar los retos futuros en términos de crecimiento y de unión continental, han ocupado la mayor parte de la agenda.


Independientemente de la reflexión sobre los diferentes paradigmas teóricos y utópicos, el parámetro en que estas discusiones se realizaban, se sustentaban en la idea de construir una sociedad con justicia social y en los procesos de transformación hacia un proyecto no capitalista.


En esa orientación, hacia fines de los años 60, inicios de los 70s se constituyeron en nuestro país, grupos técnicos-políticos que comenzaron a pensar un proyecto de “liberación nacional”, uno de los cuales fue el ya mencionado, que fuera coordinado por Rolando Garcia.


El espíritu de este proyecto está claramente reflejado en el prólogo del libro “La Hora de los Pueblos” 6 , escrito por Perón, en su exilio en Madrid, en el año 1968:


Durante casi todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en que el sistema capitalista impuso su ley y se ha ufanado en destacar sus conquistas técnicas y científicas, se ha guardado muy bien de confesar que, aparte del empeño de los técnicos y hombres de ciencia, todo el esfuerzo material ha gravitado sobre las nobles espaldas de los trabajadores y de los pueblos sometidos, a los que jamás les han llegado, en proporción a sus sacrificios, los beneficios de tales conquistas que, en muchos casos, más bien ha servido para la destrucción y la muerte....”

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comienza ya “la hora de los pueblos”, caracterizada por la liberación de las naciones del yugo opresor de los imperialismos, como por la supresión de la injusticia social.” Pág. 5.


Más adelante sostiene, en las conclusiones de ese mismo libro:


6. Dentro de lo anterior, las diferencias entre el desarrollo y el subdesarrollo han dividido prácticamente al mundo en dos sectores: uno que lucha por dominar y otro que trata de defenderse contra la explotación y el dominio de los fuertes. De lo que resultanlas actuales agrupaciones que obedecen al imperialismo yanqui, al imperialismo soviético o los que intenta conformar un “Tercer Mundo” tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes.

7. De ello resultan también las actuales ideologías: los que siguen pensando que la solución está en insistir en el sistema capitalista, los que piensan que la solución ha de ser el socialismo internacional dogmático y los que creen que la verdadera solución depende de un socialismo nacional. Frente a la caducidad insoslayable del capitalismo demoliberal, se puede predecir que el mundo será en el futuro socialista: los hombres dirán en cuál de sus acepciones.

8. Es indudable que, dentro de este panorama, la lucha se desencadena en todas partes, tanto donde hace explosión como donde acumula presión para el futuro, en los países que pretenden liberarse de los poderes imperialistas o en los pueblos que intentan hacerlo contra las oligarquías aprovechadas como contra las burguesias de la explotación. En el problema mundial en su conjunto, las ideologías han sido superadas por la lucha por la liberación”. Pág. 188

Pero este pensar el proyecto nacional, no se circunscribía a los intelectuales, sino que abarcaba gran parte de la sociedad argentina. Los trabajadores sindicalizados, las organizaciones de base, las organizaciones políticas y culturales y gran parte de ese proyecto se concretó en el gobierno de Cámpora-Perón (1973-76).


Precisamente el 1º de Mayo de 1974, en una conferencia magistral del General Perón, dada ante el Parlamento Nacional titulada: “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” 7 , se dejaron sentadas las bases doctrinarias y el fundamento conceptual del proyecto de país, que no era otro que la liberación de la dependencia, el ideal Bolivariano.


El rechazo de las posibilidades extremas que nos brindan el

capitalismo y el comunismo, no sólo se fundamentan en su desconexión con la estructura íntima de nuestra nacionalidad, sino también en el hecho de que su adopción implica servir automáticamente al neocolonialismo, sea cual fuere su signo doctrinario.

Optar por un Modelo Argentino equidistante de las viejas ideologías es, consecuentemente, decidirse por la liberación. Por más coherencia que exhiba un modelo, no será argentino si no se inserta en el camino de la liberación.

Me parece innecesario insistir en un hecho evidente: no estamos solos en esta lucha, aunque cada pueblo debe dar, frente a la historia, la respuesta que emana de su esencia.

Es por eso que la progresiva transformación de nuestra Patria para lograr la liberación debe, paralelamente, preparar al país para participar de dos procesos que ya se perfilan con un vigor incontenible: la integración continental y la integración universalista”.


El gran día de la América no ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto la tabla de sus leyes tiránicas y fundadas instituciones legítimas; mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de repúblicas. Nosotros no podemos vivir sino de la unión.” Simón Bolívar.



Bibliografía sugerida:


  • Perón J. D. (1949) La Comunidad organizada. Discurso pronunciado en el congreso de filosofía. Mendoza, Argentina.


  • Perón J. D. (1968) La Hora de los Pueblos. Ediciones Presente. Buenos Aires.


  • Perón, J.D. (1974) Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Ediciones de la Bandera. Rosario, Argentina.

El compromiso político.

El tema del compromiso, venia siendo abordado desde la década de los 60 por la sociología y la psicología social francesa y por autores como Claude Faucheux, Jean-Claude Filloux, Joseph Gabel, Georges Lapassade, Edgar Morin, Serge Moscovici, Max Pagès, Robert Pagès.

Sin duda en medios intelectuales de Buenos Aires y en particular de las ciencias sociales, tuvo una gran influencia este tema, a partir de la publicación por parte de Rodolfo Alonso Editor, del libro: “Psicología Social y compromiso político. Responsabilidades actuales del profesional de la psicología”, publicado en 1971, que reproducía el contenido de la primera parte “Vers une psycho-sociologie politique” del Nº 25-26 de la revista Arguments (Paris, 1er. y 2do. Trimestre de 1962.


El ambiente intelectual de esa época, discutía el rol de profesional, con relación a problemas como el socialismo autoritario, los problemas de poder y de democracia directa; los procesos y estructura de toma de decisiones; el sentido político de la intervención psicosociológica en diferentes medios, familiar, escolar, institucional, etc.

En el servicio social social argentino, existía un compromiso político en algunos sectores profesionales, con lo podemos ver en el apartado de “Acerca del concepto de trabajo social y la acción socio-política”, que se manifiesta en el 45 y luego en la posición de critica social y radicalismo, asumida por Eva Perón con respecto a la caridad, la beneficencia y los diversos tipos de ayuda social.

También existía en los sectores aristocratizantes de la Asistencia Social y el Servicio Social, un compromiso político y una acción política, que iba de la mano de partidos políticos, instituciones religiosas y empresariales, asociados a sus intereses de clase.

Cuando se habla en la Reconceptualización de compromiso, se esta hablando de compromiso con los sectores populares y con los modos de organización social y política e incluye el concepto de inserción o sea el de involucrarse como agente dentro del proceso que estudia, “porque ha tomado una posición a favor de determinadas alternativas, aprendiendo así no sólo de la observación que hace, sino del trabajo mismo que ejecuta con las personas con quienes se identifica”.8

Para ese entonces un trabajo de la Rosca de Investigación y Acción Social (Pontificia Universidad Católica del Perú), presentado por Orlando Fals Borda, Reflexiones sobre la aplicación del método de estudio-acción en Colombia, en el Simposio sobre política de Enseñanza e Investigaciones en Ciencias Sociales, Lima, (Perú) 19-24 de Marzo de 1972, organizado por UNESCO-FLACSO, tuvo particular incidencia en el grupo reducido de las escuelas reconceptualizadas.


En este trabajo se dice acerca del compromiso, concepto este que en el mismo, se modifica por el de inserción, como instancia metodológica:


Esta actitud básica de búsqueda y descubrimiento al mismo tiempo, era lo que en su día, y desde antes, se denominaba “compromiso”. Este concepto – que se debatió bastante en innumerables círculos literarios y científicos – nos sirvió como ariete para romper los moldes científicos e intelectuales en que nos sentíamos constreñidos. El compromiso, también en esa época, llevaba a replantearnos el problema del método investigativo y la orientación del conocimiento científico.

Estos ya no serían objeto de simple curiosidad erudita, ni serían más trompetas apocalípticas para despertar a las clases dirigentes o inducirlas a ser más responsables ante la crisis que ellas mismas provocaban, sino que se pondrían al servicio de una causa política popular concebida en colaboración con las mismas masas, como un esfuerzo de contención a la dominación imperialista y a la explotación oligárquica tradicional, a quienes podía imputarse buena parte de la crisis.”

Sin embargo el nivel de reflexión y debate profesional sobre este tema, no fue profundo y en muchos casos nutrió a la “orientación ideologista” de un argumento de “compromiso con el pueblo” que en la práctica estuvo ligado más a un efecto declamatorio, que a un hecho real.


Parece importante señalar, que esta orientación ideologista, estaba lejos del pensamiento reconceptualizador y se tornó francamente reaccionaria, al desnaturalizar dicho proceso, presentando en algunos casos un marxismo dogmático o asumiendo posiciones mecanicistas.


Esto que señalamos en el Servicio Social, también tuvo su correlato en diversos medios intelectuales y en otras profesiones.


Orlando Fals Borda, en un trabajo titulado “La Ciencia y el Pueblo”, señala:


Fue lo ocurrido en los últimos de la década de 1960 y comienzos de 1970 en América latina, cuando huestes de fervorosos activistas intelectuales desertaron de la universidad para adentrarse al pueblo y beber de sus fuentes mimetizándose en él. La intención era honesta: pero resultó equivocada. El diploma que se buscaba entonces era presentar manos encallecidas y la piel tostada al sol, como pruebas de que el intelectual había aprendido la lección de que “el pueblo nunca se equivoca”, una de las falacias más socorridas por revolucionarios desorientados. Pero el pueblo no se equivocó esta vezal desautorizarlos repetidamente por su falta de autenticidad, hasta cuando los intelectuales se convencieron de que era víctimas de un objetivismo extremo que sólo podía corresponder a la intelectualidad pequeño-burguesa (Mandel, 1972:51-61).

La lección se aprendió parcialmente: en efecto, en las luchas populares hay campo para los intelectuales, para los técnicos y para los científicos como tales, sin necesidad de que se camuflen como campesinos u obreros natos. Sólo que deben demostrar honestamente el compromiso que les anima, en el aporte concreto de su disciplina para los fines que los movimientos populares buscan. Es el complejo metodológicoque reconoce las vinculaciones mutuas de la teoría y la práctica social con fines de producir cambios radicales no sólo en la sociedad sino en la ciencia, que ha sido bautizado como “investigación-acción”, pero que tiene un historial más largo (Simposio Internacional de Cartagena, 1978):”


Orlando Fals Borda, se constituye en el referente más importante de

este tema, aparte de ser en Colombia, quién desarrolló la sociología

académica. En este momento postula el compromiso político con los sectores populares, surgiendo la “ciencia comprometida” enriquecida por el aporte de otros autores, como Paulo Freire, Tomás Vasconi, Leopoldo Zea, etc. y realiza diversas investigaciones con el campesinado, publicando un valioso trabajo Campesinos de los Andes, entre otros. En la “praxis” con esos sectores, postula el estudio-acción, antecedente del método de investigación-acción-participativa.


Se hace necesario reiterar el hecho de que en todas estas reflexiones, la sociedad y las ciencias sociales, iban por delante de nuestra profesión. El Servicio Social de la época, se hacía eco de ese debate en una forma muy tangencial y en muchos casos se asumieron palabras, en los que los contenidos de fondo brillaron por su ausencia. Una prueba de ello es la casi inexistente bibliografía profesional sobre estos temas y que en nuestro país, sólo puede rescatarse de algunos – aunque no de todos - los integrantes del grupo ECRO.

Bibliografía sugerida:

Fals Borda, O. (1971) Ciencia propia y colonialismo intelectual. Nuestro Tiempo, México.


Fals Borda, O. (1972) Rosca de Investigación y Acción Social (Pontificia Universidad Católica del Perú), Reflexiones sobre la aplicación del método de estudio-acción en Colombia, Simposio sobre política de Enseñanza e Investigaciones en Ciencias Sociales, Lima, (Perú) 19-24 de Marzo de 1972, organizado por UNESCO-FLACSO.


VV.AA. (1971) Psicología Social y compromiso político. Responsabilidades actuales del profesional de la psicología. Rodolfo Alonso Editor.

Buenos Aires. NOTAS

1 Kruse H. (1971) La Reconceptualización del Servicio Social en América Latina, en AA.VV. Reconceptualización del Servicio Social.. Primera Aproximación. Editorial Hvmanitas, Buenos Aires. Págs. 26-27.

2 Ob.cit. pág.31.

3 Rolando Garcia (1925 -) fue docente universitario, e Investigador en física de la atmósfera, estudió lógica y filosofía de la ciencia con Rudolf Carnap y Hans Reichenbach y fue decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Impulsó numerosas transformaciones que le dieron prestigio internacional, entre ellas participó de la creación del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas) de la cual fue su Vice-presidente, junto con el doctor Bernardo Houssay y participó también de la creación de Eudeba (Editorial Universitaria de Buenos Aires). Es una de las referencias en materia de ciencia nacional. Actualmente está radicado en México

4 Oscar Varsasky (1920-1976) Doctor en Química. Profesor universitario de matemáticas y física. Fue uno de los primeros especialistas mundiales en la elaboración de modelos matemáticos aplicados a las ciencias sociales. Desde 1958, fue miembro del Conicet. “Utilizando algunas ideas del filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, desplegó una fuerte crítica a las normas que rigen el desarrollo de las ciencias. Opinaba que la obsesión por los métodos cuantitativos encubre, en la ilusión de la libertad de investigación, un mecanismo que garantiza la sujeción del científico a las estrategias de expansión del capital y las leyes del mercado. Estas ideas fueron su punto de partida para aspirar a una ciencia realmente más libre de los condicionamientos económicos”. (Educar. Portal educativo del Estado argentino). En sus últimos años profundizó en el estudio de la historia y la epistemología, realizando estudios críticos del desarrollo y de metodología y resultados de la ciencia.

5 Ponencia a la II Conferencia Latinoamericana de difusión cultural y extensión universitaria (organizada por la Universidad Nacional Autónoma de México, febrero 20-26 de 1972), tema 2. “Sobre objetivos y orientaciones de la difusión cultural universitaria”.

6 Perón J. D. (1968) La Hora de los Pueblos. Ediciones Presente. Buenos Aires.

7 Este documento se incluye en el Apéndice.

8 Fals Borda, O. (1971) Ciencia propia y colonialismo intelectual. Nuestro Tiempo, México 1971, 2da. Edición, pág. 58.



* Datos sobre el autor:
* Alberto J. Diéguez
Licenciado en Servicio Social y Doctor en Psicología Social

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