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Edición electrónica

Edición N° 36/37 - marzo 2005

ENSAYO:

Modalidad de registro versus modalidad de intervención”

Por:
Florencia Cozzo.
* (Datos sobre la autora)


El Servicio Social del hospital de agudos T. Álvarez, dentro del área de internación de pediatría, parte de considerar que toda persona que ingresa a la Institución se encuentra en “riesgo social”. A partir de allí, toma contacto con los familiares del niño/ niña internado/a a través de una entrevista guiada por una serie de categorías, que permitirían detectar situaciones problemáticas que estaría atravesando el núcleo familiar, en las que la intervención profesional se tornaría necesaria.

El registro de este primer contacto se expresa en la llamada “ficha social”, pero es preciso preguntar si este modelo de registro responde al modelo de intervención que se implementa.

Surgimiento del Registro en la intervención en lo social

La intervención nace con la función de enfrentar la problemática de la integración, de aquello que, a partir del proyecto de la modernidad y el pensamiento ilustrado, deja de estar ligado al mundo divino, sustentando la idea de un hombre que se autolegisla guiado por la razón, ya desprendido de los dioses, el será el responsable de amalgamar aquello que el estado natural o la pérdida del pasado separaron 1.
Tiene que enfrentar y dar solución a las nuevas cuestiones sociales que han dejado de ser consideradas como castigo divino.

Los siglos XVIII y XIX delinean profundos cambios políticos, sociales y económicos que producen el pasaje de la sociedad antigua a la moderna, dando origen a nuevas formas de concebir el mundo. Y con ello, se torna necesario la conformación de un Estado unificado: el Estado- Nación que supone la concentración del poder político en sus manos, y los individuos son concebidos como ciudadanos libres e iguales ante la ley, que ya no es la ley natural.
El surgimiento de los Estados Nación se da conjuntamente con el afianzamiento del Capitalismo y la estratificación de la sociedad en clases sociales: proclama la libertad de los trabajadores para incorporarse al naciente mercado de trabajo, pero no hace sino sustituir un tipo de dependencia por otra: los trabajadores ahora libres se ven en realidad obligados a vender su fuerza de trabajo como mercancía; igualdad/ desigualdad son entonces inherentes a la conformación del Estado Moderno Capitalista (Grassi, 2003).
A partir de esta controversia, surge “la cuestión social” e inicia su proceso de estatización, pero su significación irá variando de acuerdo al modelo de país que en cada época histórica se busque construir.

Desapareció la diferencia respetada en la pre-modernidad y apareció la desigualdad; en Argentina, el proyecto de modernización nacional que el Estado Nación intentaba alcanzar para lograr el progreso, imitando el proyecto europeo, promovió la inmigración pero el resultado no fue el deseado, llegaron al país los “pobres de Europa” (Carballeda, 2000). A estos y a los que antes se trataba de excluir había ahora que integrarlos al mundo del trabajo, y para ello había que disciplinarlos y convertirlos en “buenos trabajadores”; en esto estará fuertemente presente el Positivismo como corriente de pensamiento, que con una clara expresión política dará nuevos sentidos a las instituciones educativas, sanitarias, jurídicas, militares, etc....desde este se construirán los marcos conceptuales para las prácticas que intervendrán en lo social” 2

La intervención en lo social en este tiempo, estuvo centrada en las visitadoras de pobres que tomaron el modelo médico de visita domiciliaria, con el objetivo de educar, higienizar y asistir a la clase obrera; intervención que, fundada en nombre de la solidaridad, tenía más relación con el mantenimiento de los individuos en “su minoría de edad” a través de una tutela moral, que con la conquista de los derechos políticos (que se producirá más adelante) por parte de los trabajadores (Varela, Álvarez Uría. 1997).

Lentamente, se fueron conformando todos los mecanismos de disciplinamiento que tenían como objetivo la inclusión al mismo tiempo que la normalización, y que terminarán de tomar forma a principios del siglo XX; cada individuo transitará así por todas estas instituciones: desde la familia, luego la escuela, el servicio militar, la fábrica..., todas ellas buscarán el mejor conocimiento de quienes intentan normalizar, y utilizarán para ello un instrumento esencial para lograrlo: “el registro” que se convierte en una técnica capaz de construir sujetos de conocimiento para, a partir de ello, controlar conductas, comportamientos, aptitudes de los individuos, y poder colocarlos en el lugar donde serán más útiles. A este se irán incorporando cada vez más categorías, dando forma a aquellos que aún hoy se utilizan en la práctica profesional de todas aquellas disciplinas apuntadas al conocimiento de los sujetos. Al respecto, Carballeda expresa:

“Históricamente y hasta el presente la estructura básica de la Historia Social intentó ubicar a un sujeto dentro de una determinada población “homogéneamente y previamente constituida”, en otras palabras, si la persona posee o no cobertura social, su nivel de instrucción, su profesión, su ocupación, la conformación del grupo familiar con las características de sus integrantes , etc. , de alguna manera recorta y construye a esa persona que acude a un Servicio Social.” 3

La disciplina como “tecnología del poder” cuyo objetivo es el disciplinamiento del cuerpo del individuo a partir de técnicas de individualización del poder, es caracterizada por Foucault como anátomo- política ya que “enfoca a los individuos hasta en sus cuerpos, en sus com­portamientos, es una política que hace blanco en los individuos hasta anatomizarlos.” 4

Al mismo tiempo, se torna necesario el surgimiento del Trabajo Social como disciplina capaz de intervenir en el afuera institucional; “...el Trabajo Social alimentará el conocimiento inscribiendo descripciones en el terreno de la cotidianeidad de la comunidad, de la familia...” 5

Su institucionalización se producirá ya en el denominado Estado de Bienestar, caracterizado por la presencia de fuertes políticas sociales que intervienen en todos los órdenes de la vida. En este, cobra relevancia otra familia de las tecnologías del poder: la “bio-política” cuyo objeto de estudio no es ya el individuo sino la población, en ella, los registros serán utilizados para construir estadísticas de natalidad/ mortalidad, crecimiento, etc, tendientes a la regulación de la población.
A partir del conocimiento generado por ésta, se legitima la intervención estatal, porque interviene a través de este nuevo grupo de “expertos” con conocimiento de los problemas sociales, haciéndolo en forma eficaz y neutral, pero fundamentalmente la legitimación proviene de su base en conocimiento científico. Así los modelos de intervención que se construyen, basados en el imperativo de la igualdad, pueden ser aplicados a todo el mundo.

Esta idea de igualdad opera como una concepción homogénea que permite pensar que todos “somos iguales”, pero al no tener en cuenta las diferencias cualitativas, se convierte en una concepción universalista que impide ver la singularidad. La pretendida universalidad de las instituciones sociales, desde la familia y la escuela hasta aquellas signadas por mecanismos represivos como la policía o la cárcel, orientadas a la integración social, enmascara, en realidad, el disciplinamiento y regulación ejercido sobre los sujetos y grupos que se alejan de la “norma social”, respondiendo a los intereses de los grupos dominantes; de esta forma, suprime la capacidad de acción autónoma de los sujetos para “ganarse la vida”, esto es, como expresa Heler 6 , ganar su propio sustento y ganar un sentido para su existencia, que les permitiría convertirse en artífices de su propio destino.

La intervención del Trabajo Social no es ajena a la despolitización de estas instituciones en tanto impide que la población a la que se dirige su intervención participe en la construcción de problemas sociales.

El Estado se fue conformando de esta forma, como el único encargado de la vigilancia; Foucault encuentra a lo largo de este período la conformación de lo que él denomina “la sociedad disciplinaria”: cuyo objetivo es:

“...el control de los individuos, que será efectuado por una red de instituciones de vigilancia y corrección...Se trata de vigilar sin interrupción y totalmente. Vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellos un poder, y que porque ejerce ese poder tiene la posibilidad de constituir un saber sobre aquellos a quienes vigila” 7.
Si el Estado se constituyó como un gran instrumento de cohesión social, fue el constructor de identidades a través de sus instituciones, su desmantelamiento provoca una sensación de desprotección e incertidumbre respecto al futuro, que antes se vislumbraba como sinónimo de progreso. La desprotección y la incertidumbre no son sentidas sólo por la masa de excluidos que va en continuo aumento, sino también por los que aún están incluidos, que no se sienten seguros de permanecer en el mercado de trabajo; lo que provoca una especie de autodisciplina para aferrarse allí donde están (Carballeda: 2002).

El achicamiento del Estado produce una crisis de credibilidad y legitimidad de sus instituciones, que aseguraban el acceso a los recursos básicos, que se mercantilizan y pierden su sentido social. La sociedad se torna cada vez más desigual. La cuestión social impacta de forma heterogénea en la población que empieza a interpelar a las instituciones a través de nuevos problemas, que exigen nuevas formas de concebirlos, y nuevas y diferentes formas de respuesta: demanda nuevas formas de intervención en lo social.

El registro en la intervención actual del Trabajo Social

La intervención que se procura realizar desde el área de internación de pediatría del hospital Álvarez, parte de concebir que las manifestaciones de la cuestión social se singularizan en forma heterogénea, se entiende que cada demanda que es enunciada por un “otro”, a través de su discurso, que la interpreta de determinada manera y que busca su solución, y que no es posible considerar una situación problemática como un hecho aislado, sino como manifestación singular de la “cuestión social”, que afecta a las familias en su vida cotidiana de manera particular.
De esta forma, se busca construir el problema junto al sujeto que lo vivencia, que lo significa como tal y es construido en la relación entre el profesional y ese “otro” portador de una demanda desde una perspectiva histórica y contextual, siendo la familia, como contexto inmediato, la fuente de cohesión social primordialmente valorada, sobre todo pensando en la fragilización y/o pérdida de los lazos sociales y el individualismo que muestra hoy su cara negativa, transformando la independencia en vulnerabilidad (Fitussi, Rosanvallón, 1997).

En diálogo con este “otro”, se construye el problema social de forma tal que ya no se busca la descripción del problema, sino su interpretación y análisis. Se trata, como enuncia Carballeda de “comprender la lógica del acontecimiento que generó la demanda” 8 .

A modo de ejemplo, frente a la tuberculosis como enfermedad, se contemplan los factores sociales que pueden estar originándola: la calidad de la alimentación, el hacinamiento de los lugares de trabajo y vivienda, por lo que la intervención profesional procura, interdisciplinariamente, realizar una lectura de la situación por la que atraviesa la familia; el paciente no es concebido como un “caso individual”, sino que se trabaja con su grupo familiar en la prevención y cuidados necesarios para impedir y/o frenar su propagación.

Sin embargo, desde una mirada contractualista, es preciso considerar aquí que la relación que se establece entre el profesional y el sujeto portador de una demanda no es una relación entre iguales, el primero tiene un poder- saber que en muchos casos se traduce en el poder de imprimir una direccionalidad en la vida y/o futuro de ese otro.
Los dispositivos tutelares lejos de haber desaparecido, están cobrando nueva fuerza, reforzando el control que se ejerce sobre ellos; esto se hace evidente cuando se trata de niños, los menores de 21 años de edad siguen siendo objetos a ser tutelados, sin capacidad de acción autónoma, en la práctica no son ciudadanos, sino individuos sometidos a instancias de disciplinamiento social: las madres adolescentes, casadas o solteras, se retiran del hospital “de la mano de un adulto, luego de que este último ha mantenido una entrevista con el Servicio Social y responsabilizado de la “menor”. La maternidad adolescente es muchas veces uno de los problemas sociales construidos unilateralmente que responde a la disfunción, al alejamiento de la norma social.

Comenté al principio, que el primer contacto que se tiene con la persona que llega al hospital. se produce por medio de una entrevista que se registra en la llamada “ficha social”; pero si se desea abordar cada situación problemática desde un modelo de intervención que tiene en cuenta la singularidad en que se manifiesta la cuestión social, la ficha social debe convertirse en una entrevista guiada que supere las categorías que expresa, para dar cuenta de la historia personal y familiar, y el contexto social que la atraviesa, que configuran la situación problemática actual.
Superar, modificar las categorías de análisis que contempla se torna imprescindible para abandonar completamente el objetivo que el registro persiguió por muchos años: la vigilancia sobre los individuos; solo así podrá pensarse la intervención en lo social, no desde una perspectiva funcionalista de la sociedad, sino desde el enfoque de la singularidad.

Para afirmar la vigilancia sobre los individuos, y a modo anecdótico, también el Servicio Social llena planillas estadísticas: en las que solo figuran: nombre, edad, lugar de residencia, escolaridad y cantidad de hijos.

Categorías de análisis que guían la intervención profesional

Un análisis más profundo del registro necesario para desplegar tal modalidad de intervención, supone revisar las categorías que contempla la “ficha social” como instrumento que configura la dirección que tomará la intervención. Una primer lectura de las categorías que la construyen, permitiría pensar que estas parecen ser propias (y que en realidad lo son) de aquellas instituciones que nacieron con el objetivo de disciplinar al conjunto de la sociedad, instituciones de secuestro como las denominó Foucault; no es casual que ésta contenga lugar para los datos duros y no así para el registro de la historia familar, situaciones problemáticas por la que atraviesan, sus sentidos y significados: no da cuenta de la subjetividad.

Desde el Servicio Social se proclama que el análisis de todas las categorías, permitiría la detección de factores de riesgo, que podrían dar origen a situaciones problemáticas; pero si este es su objetivo, es posible y necesario preguntarse ¿qué significa riesgo social y quién significa determinada situación como tal? ¿el riesgo social es entendido como la vulneración de un derecho que precisa ser restituido, en tanto concepción de los sujetos como ciudadanos?, o ¿“estar en una situación de riesgo” es alejarse de los parámetros considerados “normales” por aquella sociedad que buscaba disciplinar a los individuos, para convertirlos en “buenos trabajadores”?. Las categorías de análisis de la ficha social parecen acercarse a esta segunda concepción; en este sentido es posible mencionar algunos ejemplos:

Lo normal es que tengan DNI, y si no lo tienen, se presiona o se insiste en la importancia que éste tiene para la persona; lo normal es que estén escolarizados, y si no lo están, se proponen escuelas, planes de educación, maestros a domicilio, hospitalarios, etc; lo normal es que tengan trabajo y si este se realiza por la noche se convierte en un factor a tener en cuenta como riesgo, por lo que se indaga acerca de quien permanece en la casa para preparar la cena, acostar a los hijos, etc; el tipo de vivienda también constituye una categoría sobre la que se indaga: cuántos cuartos tiene, qué servicios públicos, si es alquilada, etc., que parecen recuperar el discurso higiénico- moral utilizado como control de los sujetos durante el siglo XIX.

Por último se indaga acerca de la composición familiar: parentesco, nombres y edades del grupo familiar conviviente, la presencia de muchos hijos dentro de un mismo matrimonio “puede generar situaciones conflictivas”?! Si bien se reconoce una multiplicidad de formas de ser familia, el modelo nuclear, ideal de familia no ha perdido su centralidad.

La historia personal/ laboral/ educacional/ social no es contemplada en la ficha social, la problemática que atraviesa el grupo familiar se registra en una categoría que se enuncia como: observaciones; sin embargo, todos estos son tenidos en cuenta en el servicio de pediatría del hospital, pero quedan relegados al lado posterior de la ficha o anexado en otra hoja. Si se proclama una modalidad de intervención que parte de interpretar estas cuestiones, ¿por qué la centralidad de la ficha social no se basa en estas sino en las primeras?

Vale la pena acá, reflexionar acerca de la autonomía del Trabajo Social como campo profesional, ya que su intervención se encuentra direccionada, y por lo tanto, limitada, no solo por la relación con la medicina como ciencia hegemónica que impone jerarquías, sino también por el mandato institucional de esta determinada modalidad de registro; por lo que es posible pensar que el objetivo que persigue el hospital, como institución de secuestro que aún sobrevive, difiere del objetivo que persigue el Trabajo Social.

Así, la cuestión a tener en cuenta, reside en el análisis de los datos recogidos, porque si son analizados a partir de las categorías de análisis explícitas, una aproximación diagnóstica estaría midiendo la funcionalidad/ disfuncionalidad de cada concepto a la norma, y resolver cada problemática a través de cuidar la anomia, e integrar al sujeto para hacerlo funcional a la sociedad, es característico del modelo Tecnocrático Normativo cuyo marco conceptual se funda en el Estructural Funcionalismo, y no del modelo de intervención que se proclama desde el servicio social del hospital, construyendo, recortando un sujeto de conocimiento que no es el que dice que busca construir.

Pero si el diálogo con el otro, busca comprender los datos complejos de la situación a través de la palabra, la mirada y la escucha, que son interpretadas dependiendo del marco conceptual del que parta el profesional para direccionar su intervención, y en este sentido, contemplando que lo que se escribe va de la mano de la observación y de la entrevista, y remite irremediablemente a dicho marco conceptual; considero que el Trabajo Social debe, al menos, buscar márgenes de maniobra que le permitan hacer de la ficha social un instrumento útil a su práctica cotidiana.

Esto cobra mayor fuerza cuando la demanda no es explícita, cuando está oculta, porque hacerla visible a partir de estas categorías resulta de un proceso de lectura y escucha del relato, que necesariamente debe superar el contenido de los datos que contempla la ficha social, para dar cuenta del significado que tiene cada situación para cada persona: así no interesa el “tipo de vivienda”, sino el significado que ésta tiene para la persona (pero para el significado no hay lugar en la ficha social).

Entonces, se podría decir que, no sólo esta forma de registro no constituye un instrumento adecuado para la intervención que se busca construir, sino que subsisten concepciones, prácticas y formas de dar solución a la cuestión social que instituidas socialmente, son muy difíciles de abandonar en la práctica cotidiana del Trabajo Social. Ambas reproducen una representación social acerca del Trabajo Social que se busca modificar, y que solo puede lograrse erradicando los dispositivos que la sostienen; que en el hospital no se escuche más:

-Trabajador Social: “...¿te entrevistaron desde el servicio Social?”
-Paciente: “Sí, ya me tomaron los datos!” 9

Conclusiones abiertas a nueva discusión

La tensión entre igualdad / desigualdad, libertad / dependencia ha sido la lucha del proyecto de la Modernidad, que hoy pone de manifiesto la crisis de sus postulados; el problema de la integración sigue siendo el eje de la intervención en lo social, como dice Giddens: las consecuencias de la Modernidad se están radicalizando en este tiempo; el futuro es incierto, pero lo que queda claro para el Trabajo Social, es la imposibilidad de homogeneizar a la población dentro de categorias universales, sino que se torna necesario comprender que la pretendida legitimidad del conocimiento estructurado sobre su base científica, encuentra en la reflexividad la necesidad de su constante revisión, más aún en Trabajo Social cuyo conocimiento proviene de las ciencias sociales, en las que: “al carácter inestable del conocimiento se añade la subversión, que conlleva el reingreso del discurso científico en los contextos que analiza”. 10
De allí, se desprende la necesidad de construir los problemas sociales junto a la persona que lo vivencia, que lo significa como tal. Solo así, con la participación activa, en la toma de decisiones, por parte de aquellos a quienes se dirige la intervención profesional, puede pensarse la igualdad no ya como postulado, sino desde la concepción amplia de ciudadanía, de la igualdad plena de derechos.

Si pensamos la intervención como un dispositivo que hace visible aquello que está oculto, y lo hace desde el análisis del relato de ese otro, el registro de ese relato debe, fundamentalmente, estar orientado a comprender, para interpretar, su visión de los problemas sociales.
En el registro se plasma la visión de Trabajo Social, de quien registra y de quien es entrevistado, y a partir del cual se delinean estrategias de intervención; por ello, debe contemplar los datos necesarios que permitan hacer una lectura de la realidad que está vivenciando el sujeto, desde su palabra, y ya no, desde el saber específico de una profesión, para permitir que la intervención se oriente a disminuir los padecimientos de quien consulta, pero especialmente en función de la recuperación de sus lazos sociales.

Sin embargo, el modelo de registro utilizado por el servicio social del hospital, no responde al modelo de intervención que proclama construir, entonces, la pregunta es: ¿por qué sigue siendo la base sobre la que parte toda intervención?. Ponerlo en cuestión, pensar en su modificación puede ser el primer paso para la real repolitización 11 de lo social, y romper la dinámica tutelar de las instituciones sociales.

Bibliografía:

  • -- Carballeda, Alfredo: “La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales”. Pag. 45. Ed. Paidós. Bs. As. 2002

    “Lo normativo y la educación” Revista Margen. Año 1. N°1. Bs. As. 1992.

    “Del desorden de los cuerpos al orden de la sociedad”. Cap.VII. Ed. De la UNLP. 2000.

    “Algunas consideraciones del Registro dentro del campo del Trabajo Social”. Revista Margen.

    “Génesis del discurso de la acción social y la medicalización de la vida cotidiana”. Revista Margen n°5. 1994.

  • --Colectivo: “Desigualdad y pobreza hoy”. Madrid, Talasa, 1995, pág. 107 a 132.

  • -- Di Stefano, Roberto (autores varios): “De las cofradías a las organizaciones de la sociedad civil” Capítulo Uno 1776/ 1860.

  • -- Fitussi, Jean B., Rosanvallón, Jean P.: “La nueva era de las desigualdades”. Ed. Manantial. Bs. As.1997.

  • -- Foucault, Michel: “La verdad y las formas jurídicas” Cuarta y Quinta conferencia.Ed. Gedisa. Barcelona. 2001.

    “Las redes del poder”. Editorial Almagesto, Colección Mínima, Bs. AS. 1991

  • -- Giddens, Antony: “Consecuencias e la modernidad”. Sección I Pág. 47. Alianza Editorial. Madrid. 1993.

  • -- Grassi, Estela: “Política y problemas sociales en la sociedad neoliberal. La otra década infame”. Espacio editorial. Bs. As. 2003.

  • -- Heler, Mario (coord.): “Filosofía social y Trabajo Social. Elucidación de un campo profesional”. Ed. Biblos2002.

  • -- Kant, Inmanuel: ¿Qué es la Ilustración? Mineo.

  • -- Lipovetsky, Gilles: “La era del vacío”. Ed. Anagrama. Barcelona. 1986.

  • -- Terán, Oscar: “Positivismo y Nación”. Ed. Puntosur. Bs. As. 1987.

  • -- Varela, Julia, Alvarez Uría, Fernando: “Genealogía y Sociología”. Ed. El cielo por asalto. 1997.

NOTAS

1 Carballeda, Alfredo: “La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales”. Pag. 45. Ed. Paidós. Bs. As. 2002

2 Carballeda, Alfredo: “Del desorden de los cuerpos al orden de la sociedad”. Cap.VII, Pág.193. Ed. De la UNLP. 2000.

3 Carballeda, Alfredo: “Algunas consideraciones del Registro dentro del campo del Trabajo Social”. Revista Margen.

4 Foucault, Michel: “Las redes del poder”. Editorial Almagesto, Colección Mínima, Bs. AS. 1991

5 Carballeda, Alfredo: “Lo normativo y la educación” Revista Margen, pag.50. Año 1. N°1. Bs. As. 1992.

6 Véase: Heler, Mario (coord.): “Filosofía social y Trabajo Social. Elucidación de un campo profesional”. Ed. Biblos2002.

7 Foucault, Michel: “La verdad y las formas jurídicas” Cuarta conferencia, pág.100.Ed. Gedisa. Barcelona. 2001.

8 Véase Carballeda, Alfredo: “La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales”. Pag. 45. Ed. Paidós. Bs. As. 2002


9 Conversación mantenida este año, en el área de maternidad del hospital Alvarez, donde se implementa la misma modalidad de registro, durante mi práctica pre- profesional.

10 Giddens, Antony: “Consecuencias e la modernidad”. Sección I Pág. 47. Alianza Editorial. Madrid. 1993.

11 Despolitización- Repolitización remiten a la participación o no en la construcción de los problemas sociales de los sectores a los que se dirigen las políticas sociales. Véase en: Colectivo Ioé: “ Desigualdad y pobreza hoy”. Madrid, Talasa, 1995, pág. 107 a 132.



* Datos sobre el autor:
* Florencia Cozzo.
Alumna Trabajo Social Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires

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