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Edición electrónica

Edición N° 31 - primavera 2003

"Sociatria de la educación y aptitud sociocultural"

Por:
Lic. José Luis Zamora
*
(Datos sobre el autor)


La Sociedad Argentina reconoció mediante la Ley Nacional Nº 23.377/86 a la profesión de servicio social, como a la actividad esencialmente educativa de carácter promocional, preventiva y asistencial, destinada a la atención de situaciones de carencia, desorganización o desintegración social que presenten personas, grupos y comunidades. La ley fija como propósito social y profesional del servicio social, tender al logro de una mejor calidad de vida de la población, contribuyendo a afianzar en la sociedad un proceso socio-educativo.

De lo expuesto surge claramente la relación epistemológica que existe entre la Educación y el Servicio Social. En esta correspondencia funcional le cabe al servicio social contribuir desde la Educación Social y más específicamente, en el proceso socializador que influye en la formación sociocultural del ser humano, principal componente del sistema social.

Del servicio social y como enfoque sociocultural de la profesión, surge la sociatría como disciplina científica y socioeducativa. Su objeto de estudio y tratamiento son las situaciones disociales que afectan el equilibrio de los sistemas sociales humanos y su incidencia en el proceso de socialización. En lo educativo le compete atender a uno de los respectos más esenciales para mejorar la calidad de vida en la sociedad, que es promover el grado de conciencia social y el nivel de capacitación social en los ciudadanos, ilustrando e instruyéndolos sobre las particularidades y generalidades del ámbito social donde transcurre la existencia interhumana. Su acción socioeducativa nutre y desarrolla en el ser humano la aptitud sociocultural que permite una participación ciudadana organizada, comprometida y consustanciada con la orgánica natural y la funcionalidad del sistema social que integra.

Por tal motivo, abordaremos el tema en cuestión desde una cosmovisión sociátrica de la educación y en esta ocasión vamos a referirnos a la aptitud sociocultural, que es aquella “sociabilidad” o disposición innata en el hombre, que necesita desarrollar y acrecentar en función de brindar y obtener una mejor calidad para su vida “convivencial”.

Partamos entonces, de dos ejes conceptuales de la teoría sociátrica: La realidad y la cultura.

La Realidad esta construida esencialmente de verdades, mientras que la realidad de los hombres lo está; de verdades, de ignorancia y de mentiras. La calidad de vida de los pueblos dependerá de con qué se nutren. La ignorancia y la mentira alimentan seudo creencias que están distantes de la realidad, por lo cual generan modalidades de vida sustentadas en prejuicios, errores y perversidades, que favorecen el engaño y la discordia en las unidades sociales (pareja, familia, grupos, comunidades, etc.).

La Cultura es el producto de la interacción entre la naturaleza y el hombre. Las modalidades de vida de los pueblos debieran responder, fundamentalmente, a las peculiaridades de su hábitat y entorno. La naturaleza le revela sus leyes y el hombre dotado de intelecto, las percibe, luego las capta con mayor claridad y procede a su decodificación científica y posterior codificación cultural, a fin de poder transmitirlas a su especie y progenie.
Este dinámico proceso de retroinformación garantiza la armonía y el equilibrio existencial. En el transcurso de la historia de la humanidad, esta labor fue desempeñada por sabios y científicos pero también, fue y es cumplida primariamente, por los padres para con sus hijos en el ambiente hogareño. En otra etapa evolutiva, intervendrán contributivamente otras instituciones educativas y sociales.

La modalidad de vida que responde a las seudo creencias, para la sociatría conforman el marco conceptual de la seudo cultura. Y esta es, la influencia que impera en las barbaries y en las sociedades subdesarrolladas.

La calidad del proceso de socialización, dinámica socioeducativa permanente, por la cual se adquieren habilidades y asimila información proveniente de las experiencias, las circunstancias, las ciencias, etc. y mediante la cual se transmite la cultura de los pueblos, de generación en generación, dependerá substancialmente de la aptitud y capacidad del agente socializador para captar y transmitir fielmente los datos de la realidad.
Por ello en las comunidades, surge la necesidad de fomentar la investigación científica, asegurar calidad en la educación y en la formación de especialistas en todos los órdenes de la vida; como científicos, docentes, profesionales, técnicos, empresarios, políticos, ciudadanos responsables, etc. Pero hay un aspecto esencial, primordial y es aquel que refiere a las habilidades y conocimientos propios de la convivencia interhumana.

Aquella parte de la cultura que refiere a la vida social se denomina sociocultural y ella surge de la interacción social. Su adecuada enseñanza y aprendizaje le permiten al hombre asegurarse calificados ámbitos de convivencia interhumana.

Para la sociatría, una de las causas cruciales del estado de inconducta social, anomia, inseguridad y desconcierto vital que impacta, alterando el microorden en el sistema de expectativas sociales, es la carencia de Aptitud Sociocultural en el Hombre del Siglo XXI.

Esta carencia es el resultado de un sistema educativo inefectivo heredado del pasado siglo y producto de una versión solapada de la realidad, y modelada cada vez con mayores recursos tecnológicos por la seudo cultura. Esta influencia atroz logró prolongar en los pueblos, los estados de ignorancia, imprudencia e irresponsabilidad social, propios de una infancia huérfana de modelos familiares y sociales funcionales. En este sentido, una detenida lectura de los hechos concretos que se manifiestan a diario, mientras transcurre el nuevo milenio, lo pone en evidencia:

  • Hogares cada vez más vacíos y a sus núcleos atrapados fuera del rol familiar.

  • A los niños y jóvenes sin una calificada conducción sociofamiliar.

  • A los establecimientos educativos con jornadas cada vez más extensas y presupuestos cada vez más exiguos.

  • A las políticas educativas, que privilegian la educación racional por sobre la emocional y descuidan la formación convivencial.

  • A una avasallante influencia seudo cultural que se transmite por los medios televisivos e internet, cuyo influjo imprime en las jóvenes generaciones modalidades adversas a la cultura regional y muchas veces perjudiciales para la salud y la armonía social.

  • A la institucionalización de corporaciones seudo políticas instaladas en la estructura democrática y órganos de poder, que desde allí y con sus malos ejemplos, desvirtúan los valores originales de la actividad política, la justicia y la vida comunitaria funcional.

  • A una ciudadanía adoctrinada sólo para satisfacer la exigencia laboral, pagar servicios e impuestos y sobrevivir indefensamente a una crisis integral y multifacética, sin conciencia del rol protagónico que le confiere su embestidura social. Ignorando que todas las instituciones, mercados y servicios que operan en la sociedad incluyen en sus sistemas como parte esencial al ciudadano, ya sea en calidad de cliente, usuario, alumno, paciente, transeúnte, contribuyente, etc. ¿Quién educa y capacita al ciudadano para ejercer el control de calidad de las prestaciones y servicios que la sociedad le brinda?

Evidentemente, se trata de toda una secuencia de hechos predisponentes, condicionantes y desencadenantes de situaciones problemas emergentes, de un sistema social humano disfuncional. Podríamos incluir en el diagnóstico a un sistema educativo carente de educación social. Es evidente en la escena pública la actuación de personajes sociales desempeñando roles de calificado status que desde allí operan, desvirtuando las mores. La ley del mercado ha deshumanizado a las sociedades y a sus habitantes. ¿Cuál es el concepto de Comunidad que prevalece?

Cómo definir lo que debe entenderse por Aptitud Sociocultural?: De la misma manera que un artesano requiere disponer de aptitudes:

  • Cognitivas para idear y pergeñar su obra artística.

  • Operativas, para ejecutarla.

  • Modales, para cualificarla adecuadamente, y

  • Sociales para conducir el ambiente laboral, vincular o relacional con la comunidad.

De idéntica manera, todas las situaciones sociales le requieren a sus protagonistas e intervinientes poseer determinadas aptitudes para satisfacer efectivamente el motivo que las creó, más aquellas básicas y elementales que hacen a la dinámica social. La Aptitud Sociocultural implica, entonces, los requerimientos cognitivos, operacionales y modales culturales apropiados para transitar adecuadamente el hecho “convivencial” en los variados ámbitos que nos toca interactuar. Desde esta comprensión es que hablamos del “arte de la convivencia” o de “vivir juntos”; donde, como actores sociales debemos procurar la concordia y para ello, se tiene que aprender a manejar con prudencia y responsabilidad, entre otras cosas; las diferencias, con sus discrepancias y conflictos.

Todo un aprendizaje social que por siglos el hombre vivenció primaria y básicamente en su hábitat familiar, conducido por adultos significativos y como parte esencial del proceso de socialización.

Es muy importante comprender que la dimensión sociocultural, que pertenece al espacio interno del sistema social, donde transcurre cotidianamente la vida humana, posee sus propias demandas y exigencias que la educación social debe atender. El ser social supera cualitativamente al ser individual, ello implica un salto dialéctico hacia lo interpersonal, a la interdependencia y co-responsabilidad social, propiedades estas, emergentes del hecho social.

El sistema social humano (parejas, familias, empresas, comunas, sociedades) para funcionar de manera efectiva y alcanzar su equilibrio, requiere que sus componentes lo conozcan, sepan de su propósito, cómo funciona, cuáles son sus leyes y sus principios sociales contributivos, es decir, les demanda responsabilidad social, o sea, obrar con conciencia social y aptitudes cognitivas, operativas y modales específicas del sistema de convivencia, propiamente dicho.
Según nuestras investigaciones este tema no es tratado convenientemente, ni esta contemplado en la política que rige la mayoría de los niveles educativos, salvo el universitario y sólo en algunas carreras de ciencias sociales.
Esta circunstancia agrava la carencia sociocultural a un grado de cronicidad tal, que bien podemos observar en la escena social a dirigentes, profesionales y otros personajes sociales, muy calificados en la faz técnica, pero desaprobados en el área de las relaciones interhumanas.

Para finalizar mi exposición y a modo de conclusión, el tema desarrollado merece una profunda reflexión y debate por parte de la sociedad en general y de la comunidad educativa en particular, puesto que la carencia sociocultural producto de nuestra modalidad de vida es un problema subyacente que no está socialmente reconocido, claramente definido y tenido en cuenta a la hora de pergeñar las políticas que organizan nuestra vida comunitaria. Si graduáramos convenientemente la mirada crítica, la falta de aptitud sociocultural está presente en todos los órdenes de la vida social y no es privativa de la clase baja, ni propia de la pobreza, ni de la indigencia. Se trata ya de una cuestión estructural del sistema social por el cual se advierten indicadores que alertan un progresivo avance hacia el proceso de desintegración social.

Por lo expuesto destacamos, que dadas las características particulares del escenario social donde nos toca actuar como agentes de cambio, observamos como dato de la realidad; que el simple hecho de vivir y con-vivir el mayor tiempo de nuestras vidas fuera del entorno familiar y en contacto con otras personas, genera un amplio vacío educativo en los hogares.
Ello provoca en la población activa, la demanda urgente y prioritaria de considerar la educación social, como a una necesidad que deben poder satisfacer las instituciones educativas.

En el nuevo contexto global mundial de características multifacéticas, revoluciones tecnológicas, económicas y sociológicas de poder, para muchos científicos sociales, los argentinos estamos transcurriendo el ocaso del horizonte civilizacional vigente, y en él, los institutos y entes educativos están llamados a hacerse cargo de la orfandad producida por los hogares cada vez más vacíos de núcleos socializadores.
Esta realidad es ampliamente verificable. Las instituciones educativas carecen de recursos humanos idóneos para responsabilizarse efectivamente de la tarea socioeducativa; en función de crear conciencia y responsabilidad social. Mientras los ciudadanos no sepamos revertir esta situación social, las políticas educativas del siglo XXI deberían implementar, para todos los niveles de educación, la incorporación en sus respectivos programas de la sociatría como disciplina socioeducativa, desde donde se pueda atender esta carencia sociocultural y contribuir a un calificado proceso socio-educativo. En otros países más desarrollados la figura del trabajador social en los establecimientos educativos está inserta en la currícula educativa como Socioeducador y no simplemente como visitador domiciliario para verificar la causa de ausentismo.
La ciudadanía es un aspecto de la personalidad cívica que se construye desde los cimientos y como tuvimos la oportunidad de constatar, el trabajo social está llamado a contribuir en esta empresa (Ley 23.377/86). De esta manera, estaríamos tratando una deficiencia que atenta contra el sistema de convivencia social y a su vez, haciendo frente a una demanda social impresa en la desesperación de la gente, que conciente de sus compromisos y limitaciones horarias, pretende brindar a sus hijos una calificada educación y formación social.



* Datos sobre el autor:
* Lic. José Luis Zamora
Licenciado en Servicio Social (UMSA) – Fundador del Enfoque Sociátrico en Servicio Social – República Argentina.

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