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Edición N° 30 - invierno 2003

La única verdad ...

Por:
Gustavo Papili


El ingreso progresivo y en un momento abrupto del río, a diferentes barrios de la ciudad, fue provocando un desorden progresivo en la población. Personas y familias que luchaban por salvar pertenencias y sus vidas, se confundían con ciudadanos solidarios que se sumaban a brindar ayuda rescatando a quien pudieran. Paralelamente a esto, por una emisora local, un funcionario del gobierno municipal hablaba de una situación controlada ´, a la que había que quitar dramatismo. Esto comenzaba a develar la falta de autoridad (estar al servicio, comprometido con la población)y la ausencia de un Estado responsable.

Es justo señalar que en la tarea de rescate se hicieron presentes instituciones pertinentes, como por ejemplo bomberos, COBEN, entre otras, pero guiados por el mandato social que les dio origen, y no como parte de una política o planificación ante situaciones como las vividas.

El mismo funcionario insistirá, para salvar responsabilidades, que lo sucedido era impredecible, que no existía un organismo de control que haga seguimiento. En esto no se equivocaba, ya que los estudios realizados y presentados no fueron tomados en cuenta por diferentes gobiernos a la fecha, mas allá que Santa Fe, está “abrazada por dos ríos”.

Días más tarde el funcionario “desmentirá un presunto suicidio”. No hubiera sido una actitud digna, sino cobarde al no asumir su responsabilidad. Renunciar podría tomarse de igual manera. Pero se hubiera tenido una actitud quizás más digna al dejar su lugar a otro, que con actitud e ideas diferente enfrente esta situación, culminando así una gestión con desaciertos e ineficacia. ¿Cómo seguir confiando en este funcionario? O las diferencias partidarias con quien lo reemplazaría (o quizás las internas de su partido) están por encima de las actitudes, valores y dignidad que debe tener una persona? No necesita cargar más su mochila: está repleta de evacuados que han perdido su hogar, como de los muertos “oficiales” confiados en la situación controlada.

EN UN PAIS DE MUDOS SE ESCUCHA UN GRAN SILENCIO ....

En líneas generales podemos decir que gobernar es el “control político e institucional del cambio social,indicando la posibilidad de orientar los procesos e intervenir sobre las variables, de programar objetivos y prever resultados, en fin, de garantizar coherencia interna a todo proceso social en vías de transformación”.

En la actualidad sin embargo el mismo concepto pasó a ser sinónimo de administrar. En estos tiempos hacer un uso racional de recursos es de suma importancia, pero no suficiente. El “arte de gobernar” o la “política” en un sentido amplio es mucho más que esto. Y si así no fuera, una administración eficiente requiere del más capacitado, en definitiva de los mejores.

Durante mucho tiempo ante los malos ejemplos todos no conformamos con actitudes austeras y manejos honestos. El silencio, lo parco que puede ser una persona, se nos presentó como virtud e inteligencia política, cuando se exigía sólo las condiciones antes señaladas. En los momentos de crisis como los acontecidos, es cuando realmente llega al límite de la capacidad e inteligencia que se tiene.

Sabemos que un gobernante no puede reunir todas las condiciones -como ser profesional y político a la vez- pero sí es responsable de quiénes pone en funciones en Ministerios o áreas específicas. Aquí algunos de los que han hecho de la actividad política su opción de vida, confundiendo lo que en esta tarea de entrega y respeto a dirigentes es la lealtad con obsecuencia, trataron de cambiar lo que era y debe ser asumir una responsabilidad de quién gobierna y elige a su gente, por una actitud de coraje y valentía. Sin tener en cuenta que la autocrítica y el reconocimiento de errores habla de la grandeza de cualquier persona. Si tuviera que calificar esto, diría sencillamente que quien “puso la cara” hizo lo que debía hacer, ya que es responsable de las personas que designó en diferentes funciones.

Un hecho degradante en todo lo que vivimos lo constituyeron las actitudes mezquinas y rapaces. Ocultar, acopiar mercaderías destinada a quienes han quedado sin nada, descubre una limitación e insensibilidad en las prácticas o formas de hacer política. Pone al descubierto la distancia entre quiénes conducen y nuestro presente o realidad. O dicho de otra manera “a la realidad y sus problemas hay que ponerle piloto automático para poder seguir lidiando con las internas partidarias”. Lo coyuntural de las inundaciones mostró la falta de previsión en las contingencias por las que puede atravesar o enfrentarse un gobierno, pero también la falta de planificación.

Podríamos preguntarnos ¿qué función cumplieron y cumplirán la Unidades de Descentralización? En su momento no pocos insistieron que descentralizar no era alejar a la gente de las instituciones a su servicio, sino llevar las soluciones más cerca de los problemas. Lejos de esta apreciación, casi idealista, el cercamiento con tejido y la vigilancia apostada en sus entradas pasaron a ser todo un símbolo de una institución que tendría que tener sus puertas abiertas a la comunidad.

La “ disparidad en las tareas asignadas a cada unidad; la ausencia de reconversión funcional del personal, asignación específicas de funciones y estructura de misión y funciones; ausencia de directivas técnico-administrativas que orienten las actividades; inadecuada relación entre extensión territorial, densidad poblacional y potencial de demanda de cada zona eran, entre otros, el resultado anticipado de la metodología organizativa del área social de la provincia. Esto sí se sabía.
Esto si se informó a los funcionarios. Ahora, los problemas que se presentaban en los días “normales de trabajo” y “morían” en meros trámites burocráticos, se ven potenciados ante la emergencia. Es tarde para discutir sobre lo que se dejó de hacer o cambiar. Es el momento de dar respuestas inmediatas. El problema que se suma es que quienes deben actuar y resolver son los mismos que no lo hicieron en su momento.

El río trajo sufrimiento, dolor, arrasó con viviendas, personas, y puso al descubierto la miseria y limitación de funcionarios y gobernantes. El caudal de agua sigue pasando, lo deseable en estos momentos sería que termine de arrasar con lo último que queda para poder “refundar” una nueva Santa Fe: un miserable modelo de hacer política.

LOS INVISIBLES (LA GENTE QUE ES EN SÍ TAN NECESARIA)

El agua no diferenció condición social alguna. Fue como el inicio de un juego de billar. Pegó en la periferia, y la población se dispersó por la ciudad, más allá de tratar de amontonar evacuados -improvisadamente- en los centros que se abrían, algunos de los cuales como la estación Belgrano no reunían las condiciones mínimas de habitabilidad. Con dolor fuimos testigos de la vergüenza que se siente “pedir” alimentos, medicamentos, colchones, ropa , de quienes estaban hasta hoy estaban acostumbrados a conseguirlos con su propio sueldo. Otros como contracara pudieron comer hasta tres veces al día, cosa impensable en lo cotidiano, ya que se dependía de la recolección de cartones vidrios u otros elementos de valor de venta. Aquí vivenciamos dos actitudes frente la asistencia: las de quienes quienes ya tienen -fruto de condiciones objetivas de vida- una predisposición a la ayuda estatal o privada; y la “participación obligada” que produce una cierta insatisfacción en la medida en que afecta la dignidad y autoestima de los beneficiarios”. Párrafo a parte deberíamos preguntarnos que sucede con quienes sin estar afectados por el agua dependen de la ayuda del gobierno para subsistir. ¿Habrán sido víctimas del acopio de mercadería?

Rapidez, eficacia y responsabilidad en la organización no se transmitió desde los organismos y sus respectivos funcionarios. Lejos de ello, fueron las instituciones, en su particularidad, las que asumieron esta tarea. Es de destacar que como siempre las personas de estas instituciones -civiles como estatales-, sin preguntar por horas extras o compensatorios, hicieron y hacen todo el trabajo. Los jóvenes, para quienes la turba moralista siempre tiene quejas y reclamos, nos dieron clase de solidaridad y responsabilidad. Como Juan, que fue obligado a irse a dormir después de tres días de trabajo ininterrumpido. O Paola, que sin secarse su ropa, y su familia autoevacuada, colaboraba con quienes estaban pasando la misma situación.

Un hecho destacable en todo esto es el papel desarrollado en un principio por las emisoras de radio locales de AM: informando, solicitando -por que no encausando- recursos dispersos, proponiendo alternativas ante las dudas e incertidumbre. Todo esto en un marco de total prudencia y solidaridad.

En la ciudad comenzamos a ver y conocer caras e historias de vida diferentes. Muchos con asombro descubrieron “el otro Santa Fe”: el de la pobreza, marginación, el hambre. El río rompía con las “fronteras de diferentes mundos”. El espacio urbano-social se nos desestructuraba con toda crudeza.

La reconstrucción de Santa Fe no será solo material, sino además social y simbólica.


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