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Edición N° 28 - verano 2003

“Ni caridad, ni filantropía: ayuda social”
La Fundación Eva Perón y la nueva institucionalización de lo social en Argentina

Octubre de 2002

Por:
Fernando Lozano
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(Datos sobre el autor)


Introducción
¿Qué motivos nos mueven para hablar de la Fundación Eva Perón? ¿Qué razón encontramos para evocar una institución a casi 50 años de su extinción? Podemos arriesgar: evocamos las prácticas asistenciales de la Fundación Eva Perón porque ellas nos interpelan como Trabajadores Sociales, es decir, son ellas las que interpelan nuestra práctica cotidiana y, al mismo tiempo, nos invitan a conjurar este presente.

Con la irrupción de la Modernidad, todo el pensamiento filosófico-político será reformulado. Las sociedades modernas estarán obligadas a pensar el Estado. Desde entonces, pensar el Estado significará pensar la sociedad como tal, es decir, pensar la construcción del vínculo social como elemento de cohesión. Al mismo tiempo, pensar las disfuncionalidades de la sociedad como tal, significará pensar la cuestión social, es decir, un ejercicio fundamental por el cual toda sociedad se interroga sobre sus mecanismos de cohesión social en tanto productores de solidaridad, e intenta prevenir su potencial fractura.

En este marco, las categorías usadas para pensar el Estado de Bienestar se apoyarán fundamentalmente en la metáfora de la sociedad como comunidad y la cuestión social en términos de “integración social y marginalidad”. Esta concepción, que expresará la posibilidad de un Estado Nación como proyecto de la comunidad, hará posible concebir a la relación entre el Estado y la vida social desde la idea de garantía, es decir, la concreción real de la vida social. La relación entre el Estado y la vida social tendrá, a aquel como garante de esta, aún desde la tensión existente entre el control y la garantía o, dicho en otras palabras, la garantía -algunas veces- al precio del control.

Sin embargo, en los actuales tiempos neoliberales, la relación entre el Estado y la vida social se concebirá desde la lógica del mercado. En estos términos, la vida quedará subordinada a parámetros del mercado como la eficiencia o la optimización de recursos mediante la reducción del gasto público. El Estado se desatenderá como garante de la vida social, pero no se desatenderá de la vida como productora del conflicto social. El mercado se encargará de la vida y el Estado del orden, de lo punitivo, o dicho de otra manera, se encargará de ordenar las vidas conflictivas.

Cabe preguntarse, si el Estado pierde su capacidad como herramienta de integración social, ¿quién se encargará de resolver esta cuestión?. O, mejor dicho, ¿quién gestionará la intervención en la cuestión social?.

Una respuesta posible: las imperfecciones del mercado harán que la vida social sea atendida administrativa y exclusivamente desde el tercer sector. Asistimos -en tanto la proclamación del tercer sector como único elemento capaz de gestionar lo social- al surgimiento de una neo-filantropía. Dicho de otra forma, al surgimiento de una estrategia estatal-privada que, despolitizando, individualizando y privatizando la intervención en lo social, conjurará todo tipo de discurso que promueva al Estado como garante y responsable de la cuestión social o promulgue ideas vinculadas al tratamiento de la cuestión social desde la lógica de los derechos sociales.

Conjuntamente, los organismos internacionales de crédito acompañarán sus políticas de ajuste y su propuesta de dolarizar la economía con un discurso a favor de la democratización y el combate de la pobreza en tanto la pauperización creciente no es el resultado de la nueva dinámica económica, sino de las distorsiones propias del sistema político e institucional de cada país. Así, las políticas focalizadas deberán ser ejecutadas por las ONG, las cuales son concebidas como las entidades no contaminadas de corrupción estatal y dotadas de conocimientos técnicos y capacidad organizativa para solucionar problemáticas sociales específicas. “Las ONG deberán ser la voz y los ojos de los pobres” nos advierten los organismos internacionales de crédito. Es decir, tomando como fundamento la crisis de representación que atraviesa la instancia estatal, las ONG deberán reemplazar a las tradicionales mediaciones de representación que generó el movimiento social.

De esta manera, los dispositivos de acción social del Estado quedan subordinados al ajuste presupuestario, procurando adaptarse a la situación. Las instituciones públicas típicas del Estado de Bienestar que antes expresaban la institucionalización de lo social, empiezan a experimentar grandes dificultades de financiación y, por consiguiente, de funcionamiento. Las prestaciones y servicios son cada vez menores.

Así, la administración de la vida social como práctica profesional interpela a disciplinas como el Trabajo Social que se constituyó, institucionalizó e identificó con las garantías que proponía el Estado de Bienestar como instrumento constructor de solidaridad social. El ajuste presupuestario obliga a que los trabajadores sociales no puedan ofrecer los servicios requeridos. La práctica social es cada día más una práctica para la obtención de recursos. Por otro lado, las demandas son cada día más grandes y cada vez menos resueltas. Tensión esta, que marca al Trabajo social como disciplina, al estar sus profesionales muchas veces obligados a administrar pobrezas desde el mismo Estado que antes se presentaba como garante de la vida.

Por estas sobradas razones, la intención de este escrito –que ha sido dividido en tres partes: sacrilegio, transformación y evocación- es la de traer a la memoria a las prácticas asistenciales de la Fundación Eva Perón como aporte para discutir la intervención en lo social de nuestros días. Principalmente, evocando a las prácticas de la Fundación en dos niveles:

Uno, como expresión de un proyecto político inclusivo, o sea, como expresión de una institucionalización de lo social que, siendo producto de la aparición de una inédita voluntad colectiva en la escena política de nuestro país que fundará una nueva trama social, permitirá el acceso masivo de un sector tradicionalmente marginado a los servicios básicos.

El otro, como quiebre de las tradiciones privatizadoras de lo social, o sea, como una práctica asistencial ligada al discurso de los derechos sociales que romperá tanto con la lógica que hasta ese entonces gobernaba a la Sociedad de Beneficencia –la asistencia como una dádiva, como deber moral del que da y no como derecho del que recibe-, como con la lógica de los filántropos y médicos higienistas de principios de siglo XX –la asistencia como disciplinamiento y control sobre los cuerpos, no como derecho-.

Por último, se hace necesario prevenir a los posibles lectores de este trabajo de que la redacción del mismo no estuvo exenta de la intervención de los sentimientos. Por esta razón, siéntase advertido quien lo lea, de que este escrito tiene la certidumbre de saberse arbitrario y parcial a la hora de dialogar y discutir con las pasiones políticas argentinas.

UNO
SACRILEGIO

El nacimiento de una voluntad colectiva: el peronismo
“Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el sustrato de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presentes en su primordialidad sin recatos ni disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por una misma verdad que una sola palabra traducía: “Perón”. Pero la multitud tiene un cuerpo y un ademán de siglos. Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río...”

Scalabrini Ortiz


El golpe militar de 1943, irrumpe en la escena política argentina dándole fin a una década signada por el fraude electoral, la corrupción política, la inestabilidad económica, la pobreza, la desocupación, y el desencanto y descreimiento de la mayor parte de la población. A su vez, inagura un nuevo período en la historia de nuestro país a partir de la incorporación de nuevos actores en la vida política-pública argentina.

Una fracción del ejercito cumplirá un significativo papel en el desarrollo posterior de los sucesos: el Grupo Obra de Unificación. Más conocido como GOU, el mismo era una típica logia castrense que había iniciado sus actividades a fines del año 1942.
De composición ideológica heterogénea, estaba compuesto en su totalidad por oficiales del segundo escalafón del ejercito, más precisamente, coroneles y tenientes coroneles, la mayoría de ellos sin mando de tropa, que cumplían funciones burocráticas dentro de la institución militar. La preocupación principal de este grupo de oficiales, que sirvió como convocatoria, pasaba por las elecciones que se llevarían a cabo en 1943. Así, para los miembros del GOU, la futura Revolución de Junio aparecía como una oportunidad inmejorable para reorganizar las bases de todo el régimen institucional a fin de ponerlo al abrigo de la corrupción de los políticos civiles y de la amenaza del comunismo. Por un lado, un proceso democrático equivalía a la victoria de la Unión Cívica Radical y la posibilidad de un Frente Popular al estilo del conformado en Chile en torno a la figura de Pedro Aguirre Cerdá; y por el otro, el fraude significaba el continuismo de la política en los términos anteriores encarnados en la figura del caudillo conservador Robustiano Patrón Costas, candidato del presidente Castillo. En este contexto, el golpe era visto como la única salida posible... y así fue.

A pesar de no haber sido el protagonista más activo en los preparativos y en la ejecución del golpe, el GOU logró rápidamente cincelar el contenido político del mismo. En primera instancia, los oficiales de la logia debieron ceder la iniciativa a la jerarquía del ejército y a los jefes de las unidades, muchos de los cuales eran partidarios de la vuelta al orden civil en corto plazo. Sin embargo, pudieron reservarse para sí posiciones estratégicas en la burocracia estatal y militar del nuevo poder lo que permitiría, con el correr de los días, direccionar la nueva política estatal.

Uno de estos puestos en la burocracia estatal será ocupado por una figura que rápidamente comenzará a tomar protagonismo y diferenciarse de la oficialidad del GOU: el Coronel Juan Domingo Perón. En un primer momento, Perón será designado Director del Departamento Nacional del Trabajo, una dependencia estatal marginal dependiente del Ministerio del Interior y con escasa intervención en el ámbito social. Un mes después, creará la Secretaría de Trabajo y Previsión Social dependiente de la Presidencia de la República. En su primer discurso al frente de esta nueva entidad, el flamante Secretario se dirigirá al pueblo en estos términos: “El Estado Argentino intensifica el cumplimiento de su deber social. Así concreto mi juicio sobre la trascendencia de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión (...) Por encima de preceptos casuísticos, que la misma realidad puede tornar caducos el día de mañana, está la declaración de los altísimos principios de colaboración social, con el objeto de robustecer los vínculos de solidaridad humana, incrementar el progreso de la economía nacional, fomentar el acceso a la propiedad privada, acrecer la producción en todas sus manifestaciones y defender al trabajador, mejorando sus condiciones de trabajo y de vida.” 1

Desde la actividad de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, el Estado comenzará a adquirir un protagonismo diferente, a partir de una intervención más sistemática ante la cuestión social. A partir de aquí, y en función de la relación encarada por dicha secretaría con el movimiento obrero, los nuevos tiempos estarán marcados por la promulgación de leyes y decretos que modificaron la legislación laboral, la realización de numerosos convenios colectivos que regulaban la relación entre el capital y el trabajo, como los salarios, las vacaciones y la duración y condiciones de trabajo. Se creó el fuero laboral, los regímenes jubilatorios, el estatuto del peón, la ley de asociaciones profesionales, etc.

Perón entendía la lógica del nuevo momento histórico y buscaba ampliar la base social para legitimar su proyecto político. Lo que diferenció al coronel Perón de sus camaradas de la logia, es que estos estaban entregados a un encendido romance con la siderurgia, la producción de armamentos, de algunos productos importados y la explotación de minerales, pero no contemplaban, en ninguna instancia, la posibilidad de un proyecto político que contenga al pueblo como sujeto. De esta forma, la contradicción presente entre los hombres de armas muestra la inviabilidad de la política del GOU. Perón representaba el programa social democrático del golpe, reflejando, a la vez, los nuevos tiempos y una nueva política para los nuevos tiempos.

Lógicamente, la protesta patronal contra la política social de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, protesta realizada en complicidad con el Departamento de Estado norteamericano, no se hizo esperar y se materializó en tres sucesos significativos. Uno de ellos fue la publicación del “Manifiesto de la Industria y del Comercio”, en el cual las más de 300 entidades firmantes se despachaban contra la política de la Secretaría. Otro, fue la declaración de la Sociedad Rural contra el Estatuto del Peón. Y por último, la marcha por la “Constitución y la Libertad” en la que radicales, socialistas, comunistas, sectores patronales y miembros de la Embajada norteamericana, confluyeron reclamando la entrega inmediata del gobierno a la Corte Suprema.

Estos acontecimientos no hicieron más que profundizar las contradicciones entre las Fuerzas Armadas -la Marina defendía la tesis de la oposición- y en el mismo seno del arma gobernante. El residuo político de las actividades de la oposición fue el levantamiento de Campo de Mayo encabezado por el general Eduardo Avalos, quien, con la excusa de un incidente burocrático, exigía la renuncia a todos sus cargos del coronel Perón –que para ese momento se desempañaba también como ministro de Guerra y vice-presidente- y el llamado a elecciones en la brevedad. A pesar de haber realizado negociaciones con la intención de dilatar la situación, el presidente Edelmiro Farrell se vió obligado a ceder ante las exigencias de la guarnición militar y negociar la renuncia de Perón, quien inmediatamente fue detenido y trasladado a la Isla Martín García.

Sin embargo ya era tarde, ya que un nuevo actor había entrado en el escenario político argentino e intervendría fervientemente para decidir sobre su propio destino, la clase trabajadora. Tanto las agrupaciones sindicales como los trabajadores poco politizados y no encuadrados se movilizaron en defensa de las conquistas sociales obtenidas. Movilización que se tradujo en una sola consigna: la libertad del coronel Perón. Así, el 17 de octubre será “una movilización pacífica de masas obreras que violenta el fiel de la balanza donde discurre la política burguesa. La clase obrera tomó partido en la disputa y su partido se denominó peronismo”. 2
No obstante, y a pesar de la liberación de Perón y el restablecimiento en sus cargos, la maniobra de la clase trabajadora no significó una victoria inmediata sino más bien una prorroga. La movilización de los trabajadores consiguió prorrogar la política de la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta las elecciones. Esta fecha será decisiva, ya que cada sector social tendrá que demostrar que adherencia ha conseguido entre la población de nuestro país. Las elecciones, programadas para febrero de 1946, revelarían “...que sector se haría cargo de la implantación de un programa económico esencialmente idéntico y un programa social antagónico. Es decir, se votaba que relaciones tendría la clase obrera con la burguesía, de un lado de la barricada se proponía parlamentarizar el conflicto, y del otro imponer, conservar, la represión directa como elemento central de la política burguesa. Por eso toda la clase obrera, tanto los urbanos como los campesinos, tanto los nuevos como los viejos, votaron al peronismo.” 3

Identificar al peronismo con la industrialización y el proteccionismo y a sus adversarios con una argentina agropecuaria y librecambista no nos sitúa en el mejor marco de análisis. Lo que realmente estaba en juego por esos días, no era industrialización versus desarrollo agrario, más bien se trataba de una disputa por el significado del futuro proceso de industrialización.
El plan que impulsaba la producción sustitutiva vía desarrollo industrial pensado por Pinedo en 1940, demuestra que ya existía entre las clases dominantes un consenso bastante generalizado en torno a la necesidad de la industrialización.
Lo que se ponía en juego era el lugar de la clase trabajadora en la industrialización, es decir, la trama de relaciones sociales en una potencial argentina burguesa. Por un lado, el peronismo establecía como premisa central del desarrollo industrial la plena participación de la clase trabajadora en la vida pública, la distribución equitativa de la riqueza y la justicia social. Por el otro, los representantes de la argentina agroexportadora concebían el desarrollo industrial bajo la contuinidad de lógica de la “estancia” en la vida pública y política.

Así, el 24 de febrero de 1946, en una primera elección limpia y altamente masiva después de más de una década de fraude, y a pesar de la campaña del Departamento de Estado norteamericano en contra del peronismo, la formula Perón-Quijano obtiene el triunfo en las urnas por sobre la fórmula Tamborini-Mosca, candidatos de la Unión Democrática. Termina de nacer, así, una nueva voluntad colectiva que despertará pasiones irreconciliables. El peronismo.

El peronismo como nueva trama social, como sacrilegio

“Por qué a Plaza de Mayo? Porque en la medida en que los obreros llegaban al centro, ocupaban una ciudad que no les pertenecía. Ir a la plaza de Mayo fue una consigna revolucionaria porque un obrero nunca iba allí, al lugar donde se decidía: al lugar del patrón, pues también el derecho a decidir era patrimonio de los patrones. Ir a la Plaza de Mayo, entonces, cruzar puentes y llegar al centro, era entrar en casa del patrón. Entrada que por más pacífica que fuera, era ya un acto de agresiva irrespetuosidad: un acto subversivo.”

José Pablo Feinmann


El origen del peronismo no puede, solamente, rastrearse en la movilización de la clase trabajadora en defensa de la política social ejecutada por el secretario de Trabajo y Previsión, sino que debe buscárselo en la construcción de una nueva trama social nacional. Lejos de ser una movilización para definir una interna palaciega entre militares, el 17 de Octubre puede ser visto como el momento cumbre de la crisis del orden oligárquico liberal argentino. La irrupción del peronismo en la escena política argentina puso en cuestión mucho más que la autoridad política e institucional de la elite conservadora.
El peronismo, a su vez, puso en cuestión toda una suma de supuestos liberales concernientes a las relaciones y jerarquías sociales, el orden natural de las cosas, la participación del Estado, el papel de las fuerzas sociales en la construcción de decisiones y los límites acerca de lo que se podía o no se podía discutir y expresar legítimamente.

Por un lado, el peronismo fue sacrílego en tanto, al constituirse como representación –particular si se quiere- de la clase trabajadora, invadió un terreno sagrado para los principios liberales: el Estado. El peronismo negó la separación hecha por los liberales entre Estado y Política por un lado, y Sociedad Civil por el otro.

El liberalismo argentino no concebía que identidades constituidas en el calor de la sociedad civil se constituyan como tales en las entrañas del Estado. Si reconocía a los trabajadores lo hacía en tanto individuos sujetos a derechos políticos que sólo podían ser representados a través de la mediación de los partidos políticos que, además de licuar las diferencias existentes, influenciarían al Estado. Los liberales jamás reconocerían la presencia de los trabajadores como cuerpo estatal.

Allí reside el sacrilegio del peronismo, en la invasión del Estado por parte de la clase trabajadora, invasión perpetrada a través de la institucionalización de los sindicatos. Institucionalización esta, que implicaba el reconocimiento de los trabajadores como fuerza social y a las entidades gremiales como interlocutores legítimos en la gestión de la cuestión pública y la cuestión social.

Por otro lado, el peronismo fue sacrílego porque redefinió la noción de ciudadanía “...dentro de un contexto más amplio, esencialmente social. La cuestión de la ciudadanía en sí misma, y la del acceso a la plenitud de los derechos políticos, fue un aspecto poderoso del discurso peronista (...) La ciudadanía ya no debía ser definida más simplemente en función de derechos individuales y relaciones dentro de la sociedad política, sino redefinida en función de la esfera económica y social de la sociedad civil. Al subrayar la dimensión social de la ciudadanía, Perón desafiaba en forma explícita la validez de un concepto de democracia que la limitaba al goce de derechos políticos formales, y a la vez, ampliaba ese concepto hasta hacerlo incluir en la participación en la vida social y económica de la nación.” 4

En pocas palabras, el peronismo fue sacrílego porque fundó una nueva trama de relaciones sociales en nuestro país.

Utopía y subversión desde el sentido común

“La credibilidad de la visión política de Perón, la practibilidad de la esperanza que ofrecía, eran afrimadas a diario por las acciones que él ejecutaba desde el plano del Estado. La confirmación de las soluciones que ofrecía no dependía de algún futuro apocalipsis, sino que se la podía verificar bastante directamente a la luz de la actividad y experiencia políticas de cada día. En 1945 ya había empezado a circular entre los trabajadores la consigna que había de simbolizar esa credibilidad: ¡Perón cumple!”

Daniel James


Hablar de la potencia del discurso político peronista nos obliga a pensar, inmediatamente, en sus características sencillas y concretas, pero al mismo tiempo, en sus aspectos convocantes y atrapantes. Como práctica política, uno de los quiebres que generó el peronismo en relación a la tradición política argentina, es la idea de la inmediatez, es decir, de la posibilidad concreta de un cambio en el corto plazo.

El nuevo sujeto colectivo era interpelado de una manera novedosa. Ya no se lo hacía desde una evocación al sacrificio para la obtención de resultados a largo plazo, sino desde la posibilidad inmediata de la realización individual y colectiva.

El discurso peronista, entonces, convocaba al sujeto colectivo desde una práctica concreta que invitaba a sus participantes a vivenciar la transformación de manera inmediata. Una práctica que permitía que la vida del sujeto colectivo encontrara –en un tiempo y un espacio específicos- un nuevo sentido que lo emancipaba y satisfacía, al existir la posibilidad de ser como se deseaba.
Así, la realización de una nueva sociedad, una sociedad basada en la distribución equitativa de la riqueza y la justicia social, no estaba subordinada a la realización previa de ciertos objetivos a largo plazo –concepción arraigada en el discurso de la izquierda tradicional argentina- como las transformaciones estructurales o la adquisición de conciencia en la clase trabajadora.

Por otra parte, si en la desarticulación de los vínculos sociales era donde residía la potencia del poder en la década pasada, en la reconstrucción del entramado social se recostaba la posibilidad de transformación y la concreción del proyecto político. Reconstrucción esta, que implicaba la reconstrucción de la confianza en el otro y de un lugar en un potencial nosotros. De esta manera, para el discurso político peronista, el espacio popular se convertirá en el lugar de las primeras solidaridades y la vida cotidiana en práctica fundante de una nueva subjetividad, un nuevo sentido. Por ello, el discurso político del peronismo no impugnó al sentido común, sino todo lo contrario, ya que tomó a la conciencia, las representaciones y los valores de la clases populares tal cual existían, afirmando su validez y legitimidad. “Glorificaba lo cotidiano y lo común como base suficiente para la rápida consecución de una sociedad justa, con tal que se alcanzaran ciertas metas fáciles de lograr y evidentes por sí mismas.” 5

El discurso peronista supo reconocer la necesidad empezar a cambiar las palabras para empezar a cambiar el país, pero lo hizo desde un lugar que resignificó el contenido de las consignas políticas. Construyó un nuevo lenguaje político que le permitió elaborar consignas desde la práctica y la posibilidad de la misma, situación que permitía la apropiación de las consignas de manera diferente, sin vaciarlas de contenido, sin convertirlas en una abstracción desmovilizadora.
Este realismo y pragmatismo, a pesar de implicar un sentido político de la inmediatez y el éxito, no suponía la ausencia de imágenes movilizadoras relacionadas con la utopía. La dimensión trascendental estuvo presente a lo largo de toda la historia del peronismo, sólo que, a diferencia de otras prácticas políticas, lograba que esas imágenes movilizadoras –como la justicia social o el fin de la explotación- resultaran más factibles y, por ende, más creíbles. Seguramente, la “practicabilidad de la esperanza” puede ser una de las puntas del ovillo que nos permita comprender, en gran parte, el fénomeno peronista.

DOS
TRANSFORMACIÓN

Hacia una nueva institucionalización de lo social

“La nueva institucionalidad de un Estado de Bienestar con características particulares instauró la necesidad de ampliar su base social y política con aquellas “multitudes” que aparecieron en el escenario social y con la presencia de una clase obrera organizada, cuyo papel fue central para la definición de la agenda pública del Estado...”

Margarita Rozas Pagaza


El surgimiento del peronismo se expresó como quiebre en la vida nacional, en tanto fundación de una nueva trama social y política. Así, la redefinición del concepto de ciudadanía tanto como la participación activa de los trabajadores en la vida política, social y económica del país, anteriormente mencionadas, implicaron la redefinición de la configuración del Estado y, por consiguiente, de la cuestión social.

O sea: si pensar el Estado significa pensar la sociedad como tal, es decir, pensar la construcción del vínculo social como elemento de cohesión; pensar la cuestión social significa pensar las disfuncionalidades de la sociedad como tal, es decir, un ejercicio fundamental por el cual toda sociedad se interroga sobre sus mecanismos de cohesión social en tanto productores de solidaridad, e intenta conjurar el riesgo de su posible fractura.

Si las categorías anteriormente usadas para pensar el Estado se apoyaban fundamentalmente en la metáfora de la sociedad como cuerpo y la cuestión social como enfermedad; ahora reposarán sobre la imagen de la sociedad como comunidad y la cuestión social en términos de “integración social y marginalidad”. 6

La antigua concepción en torno al Estado se cristalizaba a partir de una búsqueda intelectual de la corporación médico policial positivista que concebía la relación entre el Estado y la vida social como la intervención desde el tratamiento sobre los cuerpos, lo que implicaba la necesidad del control y el tratamiento del Estado sobre la locura, las perversiones o la simulación y sus vinculaciones con la delincuencia como base para la construcción de la nación.

No obstante, el quiebre que inagura esta concepción, expresado en la posibilidad de un Estado Nación como proyecto de la comunidad, hacía posible concebir otras formas de vida social. La nueva forma de pensar la relación entre el Estado y la vida, impugnaba esa relación atroz pensada por el positivismo y lo hacía desde una concepción garantista, es decir, de hacer real la garantía de la vida social. La nueva relación entre el Estado y la vida social tendría, entonces, a aquel como garante de esta, aún desde la tensión existente entre el control y la garantía –la garantía muchas veces al precio del control- aunque esta última tendría mayor énfasis.

De esta manera, el Estado fue constituyendo una nueva institucionalidad social que definiría el marco –formal y no formal- sobre el cual se desenvolvería la cuestión social. Entendiendo a esta institucionalidad como una forma del Estado de asumir la cuestión social, en tanto “...estructuración de dispositivos, reglas de juego y decisiones y relaciones entre los actores que define la función social del Estado y, consecuencia, orienta las respuestas a dicha cuestión social, clasificándolos como “problemas sociales” 7, y jerarquizando su importancia, en el contexto de las luchas sociales.” 8

Configuración institucional esta, que siendo producto de un nuevo entramado político y social, se expresará en la constitución de un nuevo tipo de Estado que será más comúnmente conocido como “Estado de Bienestar”.

La aparición de los “Estados de Bienestar”

“El Estado providencia progresó a saltos, muy particularmente en oportunidad de las crisis y las guerras: estos períodos constituyen tiempos de prueba a favor de los cuales hay una reformulación más o menos explícita del contrato social. Al amenazar con devolver a los hombres al estado de naturaleza, la guerra los invita así a una experiencia de refundación social”.

Pierre Rosanvallón


La aparición de los Estados de Bienestar se remonta, en Europa, a la crisis de fines del siglo XIX. La crisis económica de ese fin de siglo -con una fuerte incidencia en el sistema capitalista mundial- fue, al mismo tiempo, una crisis política en tanto crisis de sentido que impugnaba el orden hegemónico de ese entonces. Por un lado, el orden cuestionado era el orden de la libre empresa con la idea del mercado autoregulado como herramienta constituyente del vínculo social. Por el otro, la crisis era la “...ruptura de un orden y equilibrio, con la consecuente situación de incertidumbre e imprevisibilidad, acompañada de pérdida de referencias y orientaciones. En definitiva la crisis puede ser entendida como la pérdida de las imágenes totalizadoras, y con fuerte impacto en las formas de integración social.” 9

Así, la crisis de fines del siglo XIX fue una crisis que –siendo expresión del fin de un período de certidumbre y el inicio de otro de incertidumbre- ofertaba preguntas y, simultáneamente, demandaba respuestas con urgencia. Desde múltiples disciplinas e ideologías, una de las posibles respuestas en tanto posibilidad de resolución de esta crisis fue proyectada –precariamente todavía- en la figura del Estado, más precisamente en la redefinición de sus funciones y en su reconfiguración institucional. La centralidad del Estado en la vida política y pública de las naciones será vista, entonces, como una posibilidad de recomposición de la totalidad, de ordenamiento del sentido perdido.

De esta manera, el preámbulo del intervencionismo estatal tiene origen por esos días. Este será, entonces, el marco donde se desenvolverán las primeras experiencias de sociedades aseguradoras, principalmente en Alemania.
El Estado Social bismarckiano (1880) será una experiencia de seguros sociales constituida para los trabajadores, cuyas cotizaciones daban derecho a prestaciones sociales. Apoyada en el mecanismo del seguro social como instrumento de protección de los trabajadores asalariados de la industria, las prestaciones serán la contrapartida de los aportes y contribuciones del capital y el trabajo.
Sin embargo, la intervención del Estado, en este período, no se dará desde la perspectiva aún no desarrollada de lo que más tarde va a ser el Estado de Bienestar, sino en relación a la búsqueda de protección de los intereses de las burguesías locales, ante la amenaza de la revolución. “En definitiva, las primeras intervenciones del Estado dentro de la economía, van a conformar los esbozos iniciales de lo que más adelante se denominó "Estado de Bienestar". 10
Configuración de una nueva trama social, que se consolidará luego de la segunda post guerra mundial.

Al “Estado de Bienestar” podemos caracterizarlo, siguiendo a Ernesto Isuani, como el “conjunto de instituciones públicas supuestamente destinadas a elevar la calidad de vida de la fuerza de trabajo en su conjunto y a reducir las diferencias sociales ocasionadas por el funcionamiento del mercado. Ellas operan en el terreno de la distribución secundaria del ingreso mediante transferencias monetarias directas (pensiones, prestaciones por desempleo o asignaciones familiares) o indirectas (subsidios a productos de consumo básico), provisión de bienes (programas de complementación alimentaria) y prestación de servicios (educación, salud). El establecimiento de regulación protectora de las condiciones de las condiciones de trabajo (higiene en fábricas), del medio ambiente o de la calidad de bienes, es finalmente otro instrumento del –estado de Bienestar.” 11

Todo Estado de Bienestar se sustenta conceptualmente en dos pilares: uno económico y el otro social. Por un lado, en la concepción keynesiana que, desnaturalizando el proceso económico, legitima la capacidad del gobierno para controlar la demanda en una economía de mercado a través de la intervención en la inversión y la producción. Por el otro lado, en la concepción beveridgeriana de Seguridad Social, vista ésta como la seguridad organizada desde el Estado para todos los individuos, frente a los riesgos a los que estos seguirán expuestos cuando la situación de la sociedad sea la mejor posible.

Por consiguiente, La Seguridad Social -financiada por los impuestos- garantiza la protección social global a todos los miembros de la comunidad independientemente del lugar que ocupen en la estratificación social, a través de prestaciones uniformes a todos los miembros de la colectividad. Presenta cuatro características principales:

  • Es un sistema generalizado que cubra al conjunto de la población cualquiera sea su empleo y su ingreso;

  • Es un sistema unificado y simple: una sola cotización cubre al conjunto de riesgo;

  • Es un sistema uniforme: las prestaciones son iguales cualquiera sean los ingresos;

  • Es un sistema centralizado: preconiza una reforma administrativa y la creación de un servicio público único.

Por último, uno de los quiebres más importantes que introdujo la institución de los Estados de Bienestar en la lógica de intervención sobre la cuestión social fue el de la introducción del seguro como dispositivo en la gestión de lo social. 12

La introducción de la lógica aseguradora en la gestión de lo social rompería con una tradición ligada a una visión puramente individualista de la sociedad, el pasaje desde la asistencia como derecho límite hacia el seguro social puede ser visto como el pasaje de una racionalidad liberal fundada sobre el principio de responsabilidad individual, a una racionalidad solidaria fundada en la socialización de los riesgos de la vida en sociedad, convirtiendo la indemnización de cada perjudicado en un asunto de toda la sociedad.

Desde sus orígenes el problema fundacional que afrontó el liberalismo a la hora de pensar la naturaleza o las causas de la pobreza y su relación con los miembros de la sociedad, era el de hacer conjugar el principio de solidaridad –por el que la sociedad tiene una deuda para con sus miembros- con el principio de responsabilidad individual –por el que cada individuo es dueño de su existencia y debe hacerse cargo de sí mismo-.
Así, la dificultad de articular un derecho con un comportamiento convertía a la asistencia en un derecho límite, residual, de carácter temporario que discriminaba a aquellos individuos que habían resultado víctimas de alguna desgracia –los buenos indigentes- de aquellos individuos perezosos o ávidos de sacar provecho de la asistencia –los pobres profesionales-.

Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos iría a demostrar la complejidad de vincular a la asistencia con el principio de responsabilidad individual. Un suceso social pondrá en jaque e interpelará a todo el andamiaje de concepciones liberales: la propagación de los menesterosos, es decir, el pauperismo. De esta forma, la evolución de la economía industrial y la simultánea evolución de la indigencia expresarán las limitaciones de un sistema de regulación social –de solidaridad social- únicamente gobernado por las igualdades virtuales de los contractualistas y los principios de la responsabilidad individual.
En este marco, se tornará imposible distinguir las responsabilidades que se le podían atribuir a los individuos de aquellas que podían atribuírsele al medio social. La distinción entre buenos indigentes y pobres profesionales ya no daba cuenta del pauperismo como realidad social: “...si el indigente era un individuo, el pauperismo era un hecho social masivo”. 13

Así, la técnica del seguro como herramienta de cohesión social conjuraba el problema al permitir el paso de una concepción de comportamiento y responsabilidad individual hacia la concepción objetiva de riesgo. La noción de riesgo, concepto central de la lógica aseguradora, al ser una dimensión probabilística y estadística de lo social invalidaba la discusión del origen de la pobreza en términos de la moralidad de los individuos.

Tiempo después, el seguro social, al ser universalizado y utilizado con lógicas de redistribución vertical –entre clases- se convertirá en la herramienta principal de la Seguridad Social. A partir de entonces, la transferencia propia del seguro no podrá ser vista como una ayuda discrecional del Estado a los individuos moralmente sanos, sino que se convertirá en un derecho social. “El seguro social no es como la asistencia, un socorro consentido; representa la ejecución de un contrato en el cual el Estado y los ciudadanos están igualmente implicados. La prestación se debe, no es una liberalidad.“ 14

La imposible cristalización del movimiento : el Estado de Bienestar en Argentina.

“El particular impacto de las Políticas Sociales en nuestro país puede relacionarse con la forma en que éstas atravesaron a todo el entramado social no solamente en términos de eficiencia, sino en la generación de nuevos sentidos, tanto en las propias instituciones, como en aquellos que eran cubiertos por éstas. La aparición de nuevas formas de promoción social, junto a nuevas modalidades organizativas, o el resurgimiento de otras (sindicatos, cooperativas etc.) va a ir transformando la trama social argentina.“

Alfredo Carballeda


La aparición y configuración institucional del Estado de Bienestar en Argentina en el período sobre el que nos interesa reflexionar (1943-1955), está signada por el desarrollo de la dinámica particular de nuestro país. Es decir, en la conjunción de la disputa política por direccionar el cambio del modelo productivo (hacia la industrialización para la sustitución de importaciones) con un nuevo entramado social caracterizado por la ampliación del terreno de participación política, la redefinición de la ciudadanía, y la lucha de las organizaciones sindicales y su presencia como fuerza principal para la definición de la agenda pública del Estado.

Por estas razones, el Estado de Bienestar Argentino, no tuvo, ni podría haber tenido, la configuración institucional del Estado de Bienestar de los países desarrollados. Así, la constitución del Estado de Bienestar Argentino fue una expresión particular producto de la dinámica económica, social y política acontecida en nuestro país y no un reflejo de los Estados de los países centrales. El Estado de Bienestar Argentino fue el movimiento de su propio proceso de construcción permanente, con sus contradicciones y tensiones.

En el plano económico, junto a la nacionalización de los ferrocarriles, los servicios públicos y los recursos naturales; la política estatal estuvo centrada en dos intervenciones. Una de ellas fue la nacionalización del comercio exterior a través de la creación del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio).

La función de este organismo era la de monopolizar la gestión de las exportaciones en manos del Estado eliminando, de esta forma, la intermediación privada.
El excedente surgido de las transacciones -producto de la colocación de los productos agropecuarios en el mercado mundial- permitirá que el Estado disponga de un caudal financiero significativo con el que se llevará a cabo la promoción de la industria. De esta manera, la profundización del proceso de industrialización se llevará a cabo a través de una transferencia de ingresos de la renta agropecuaria hacia el sector industrial. La otra intervención importante fue la nacionalización del sistema financiero por intermedio de la nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios, que expresaba la voluntad del gobierno de orientar el crédito hacia los intereses nacionales.
La nacionalización de las finanzas permitió que el capital financiero ya no estuviese al servicio de la especulación sino que estuviese al servicio de las inversiones productivas.

En el plano social, el Estado de Bienestar se constituyó en tanto que la concepción universalista de las políticas sociales estuvo asociada a la concepción de derechos sociales, de manera que “...el principio de universalidad se alcanzó en el momento en que toda la población estuvo jurídicamente amparada en los dos subsistemas de seguridad social: la asistencia social y el régimen de seguros sociales. Este punto culminante corresponde al período comprendido entre 1950 y 1956, en el que el seguro social en su expresión previsional y en la cobertura de salud, se completan con la provisión de asistencia social y de la salud atendida en hospitales públicos. La educación gratuita brindada en los establecimientos estatales en los niveles primario, medio y superior, la expansión del salario familiar y las aproximaciones al pleno empleo implicaban una seguridad social integral respecto al ingreso, la salud y la educación.” 15

De tal forma, el sistema de Seguridad Social argentino garantizó el cumplimiento de los derechos sociales jurídica y materialmente a través del desarrollo de políticas sociales particulares dirigidas tanto a los asalariados como para los que no lo eran.

Por un lado, la herramienta principal de la política dirigida a los asalariados fue la política de ingresos junto con el régimen previsional y la labor de los sindicatos a través de la prestación de bienes y servicios ligados a las categorías ocupacionales particulares. Este tipo particular de protección social se pensaba como una sumatoria de cuerpos autónomos de seguros sociales identificados con cada grupo laboral. Así, los sindicatos se convirtieron responsables de la protección social de los asalariados, consolidando el sistema de obras sociales y ampliando los beneficios laborales como las vacaciones pagas, la indemnización por despido e invalidez, las asignaciones familiares y el sueldo anual complementario.

Por otro lado, frente a las políticas para el sector laboral, se desarrollaron políticas de asistencia para los no asalariados a través de la Fundación Eva Perón. Dichas intervenciones estaban dirigidas a quienes -por cualquier motivo- estuviesen excluidos de los beneficios de la seguridad laboral y fueron pensadas como satisfactoras de derechos sociales, aunque en el marco de solidaridad de aquellos que trabajaban para los que no lo hacían.

Complementando estos dos subsistemas de la Seguridad Social, se desarrollaron políticas públicas tanto de salud como de educación, las cuales estuvieron en el marco del desarrollo de políticas universalistas.

La Secretaría de Salud Pública con rango de Ministerio a cargo del Dr. Ramón Carrillo, desarrolló una política de Salud Pública que combinó un plan de inversiones que permitió el crecimiento acelerado de establecimientos hospitalarios y centro médicos ambulatorios, con un sistema universalista concebido bajo la idea de derecho y salud social que permitió el acceso masivo de la población a los servicios públicos de salud y una distribución de bienes y servicios.

Por otra parte, el sistema de Educación Pública se expresó en el acceso irrestricto y gratuito de toda la población a la educación primaria, secundaria y terciaria en los establecimientos del estado.

La Constitución de 1949

“Si el Estado peronista había surgido como negación del Estado liberal histórico, la Constitución del 49 debía significar la expresión formal de esa realidad...”

José Pablo Feinmann


Si toda institucionalización social tiene como consecuencia la institución de un vínculo de derecho positivo que se establece entre el ciudadano y el Estado configurando, así, los derechos sociales propios de cada nación; en nuestro país, la Constitución de 1949 será la expresión jurídica de la nueva realidad social inagurada por el golpe militar de 1943 y consolidada en las jornadas de octubre.

Este nuevo precepto constitucional reemplazaba los principios de la Constitución existente desde 1853 –de tinte liberal- principalmente en lo relacionado a la economía autoregulada por el mercado, el papel neutral del Estado en lo económico y lo social, la supuesta igualdad de todos los contratantes y el respeto ilimitado por la propiedad privada.

Este texto, derogado tras el golpe de estado de 1955, esencialmente sancionó los derechos sociales con carácter universal teniendo al Estado como garante y encargado de su cumplimiento. Junto al “Voto Femenino” y los “Derechos del Trabajador” (el derecho a trabajar, a una justa remuneración, a las condiciones dignas de trabajo, a la seguridad social, a la protección de la familia), se consagraron la función social de la propiedad privada (la propiedad no es inviolable, sino que es respetable a condición de que sea útil no solamente al propietario sino a la colectividad), la capacidad del Estado para intervenir en la economía y monopolizar alguna actividad, el capital al servicio de la economía nacional (teniendo como principal objeto el bienestar social), los recursos naturales como propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación, y los servicios públicos como propiedad del Estado (la imposibilidad de su enajenación o concesión para su explotación).

TRES
EVOCACIÓN

El encuentro con el peronismo.

...Eva debía hacer algo más que ayudar a la gente de San Juan: debía trabajar por los desheredados argentinos porque en aquel tiempo, en el campo social, la mayoría de los argentinos podía equipararse a los sin techo de la cuidad sacudida por el terremoto. (...)Al principio aquella frágil mujer rubia no quería hablar de sí misma. Me seguía como una sombra, me escuchaba atentamente, asimilaba mis ideas, las elaboraba en su cerebro ardiente y agitado, y seguía mis directivas con una precisión excepcional. En dos o tres meses Eva Duarte había sido capaz de transformarse en una colaboradora indispensable”

Juan Perón


Por los años 30, la ciudad de Buenos Aires comenzaba a ser la ciudad de las posibilidades. Miles de personas del interior llegaban de sus ciudades en busca de trabajo y de la posibilidad de realizarse profesionalmente: Eva Duarte era una de ellas. Nacida en Los Toldos, un modesto pueblo de la Provincia de Buenos Aires, desde pequeña se había empecinado en ser actriz y el viaje a Buenos Aires significaba la posibilidad de concretarlo. Es así, que a los quince años, sola y con la intención de lograr su cometido, arribara a la ciudad.

En un primer momento, golpeará -sin demasiado éxito- puertas y puertas en busca de algún papel para representar. No obstante, con el correr del tiempo, encontrará en algunas compañías teatrales papeles menores que le permitirán sobrevivir y empezar a insertarse en el medio artístico. Son conocidos los inconvenientes que tuvo que atravesar en Buenos Aires, lugar en donde no sobraba el trabajo. Entre papel y papel pasaba tiempo desempleada, sorteando los mismos obstáculos que la mayoría de los sectores populares radicados en la ciudad. A pesar de todo, después de un duro comienzo, su carrera comenzará a mejorar y su figura empezará a adquirir cierta fama, situación que le permitirá mejorar su economía personal y ayudar a su familia. En septiembre de 1943 firmará un contrato con Radio Belgrano –la emisora más prestigiosa y escuchada por ese entonces- donde iniciaría un ciclo diario de radioteatro dedicado a las biografías de mujeres ilustres en el que participaban artistas consagrados.

Sin embargo, el año 1944 le tendrá reservado un acontecimiento singular que cambiará, al mismo tiempo, su biografía y la historia de su país: el encuentro con Juan Domingo Perón.

Con motivo del trágico terremoto sucedido en San Juan el 15 de enero de 1944, cuyo saldo serán aproximadamente 7500 muertos y 12.000 heridos, el presidente Ramirez ordenará la constitución de una comisión encargada de tomar todas las medidas necesarias para mitigar la situación, comisión entre cuyos integrantes se encontraba el por entonces Secretario de Trabajo y Previsión, Coronel Juan D. Perón. De esta forma, en todo el país se organizarán colectas, miles de voluntarios participarán en las obras solidarias y en la tarea de recolección de cosas útiles. Evita será una de ellos.

Pese a esto, no será hasta una semana más tarde que se producirá el encuentro, más precisamente, la noche del 22 de enero en el Estadio Luna Park, en el marco del “Festival de la Solidaridad”. Festival artístico este, a beneficio de los damnificados por la tragedia, que será el escenario del primer encuentro entre el secretario de gobierno y la joven actriz.

Al poco tiempo de conocerse iniciarán una relación sentimental, se mudarán juntos y tiempo después se casarán. Eva comenzará, de esta manera, a introducirse en el mundo de la política de la mano de Perón. Así, una mujer se encontraba con el peronismo. Con el paso del tiempo todo el país la conocerá como Evita.

Un viaje a Europa.

“...salvo algunas excepciones, en aquellas visitas de aprendizaje conocí todo lo que no debía hacer en nuestra tierra una obra de ayuda social. (...) Las obras sociales de Europa son, en su mayoría frías y pobres. Muchas obras han sido construidas con criterios de ricos y el rico cuando piensa para el pobre, piensa en pobre"

Eva Perón


Luego de las elecciones de 1946, Eva recibía en la residencia presidencial muchísimas cartas y pedidos personales con solicitudes de todo tipo. El gérmen de su actividad en lo social –que hasta la formalización de la Fundación será conocida como “Cruzada de Ayuda Social”- comenzará a rodar cuando se dio cuenta que “las esperanzas del pueblo se concretaban en peticiones lo más variadas, desde una obra de gobierno extraordinaria que solicitaba un aciudad hasta la pelota de football que quería un changuito del norte o la muñeca que deseaba una coyita” 16

Así, y sin una estrategia predefinida, comenzará su labor de acción social en una pequeña oficina gubernamental cedida por Nicolini, funcionario del gobierno al frente de la Administración de Correos y Telecomunicaciones.
En la misma, tendrá un contacto diario con la gente que requería su ayuda, escuchará y ayudará personalmente a los enfermos, a los indigentes, a los que no tienen trabajo, a los que no tienen vivienda, a los ancianos, a los excluidos de los beneficios laborales. Ante la gran cantidad de pedidos de ropa y comida, recurrirá a los sindicatos reclamándoles donaciones que permitan hacer frente a semejante tarea. En un garage abandonado de la residencia presidencial irá acumulando la mercadería y la ropa recolectada, con las cuales se harían paquetes que luego se distribuirían en todo el país. Con el desarrollo de las actividades, la pequeña oficina en Correo y Telecomunicaciones comenzará a quedar chica para la gran cantidad de personas que se acercaban diariamente. Por esta razón, se mudará -aceptando el ofrecimiento de Perón- al lugar en donde él trabajaba anteriormente: el despacho en la Secretaría de Trabajo y Previsión, ahora Ministerio.

Sin embargo, los esfuerzos desorganizados y espontáneos de esta campaña social, exigirán una estructura y personal capacitado. La idea de constituir formalmente la Fundación ya rondaba la cabeza de Eva. El viaje a Europa terminará de convencerla.

En el año 1947, Eva decidirá viajar a Europa durante más de dos meses, con la intención de conocer las experiencias de Asistencia Social que se llevaban a cabo en el Viejo Continente. Por ese entonces la Fundación no había sido creada, por eso, la recorrida por los organismos asistenciales de España, Francia, Italia y Portugal serviría como aprendizaje para su constitución. Ya en Europa, vivenciará personalmente las secuelas de la segunda guerra mundial. Recorrerá barrios humildes fuera del itinerario oficial, visitará cuanta obra de acción social le fuese posible, escuchará los relatos de aquellos que vivían ahora en el marco de miseria, el desempleo y la destrucción de las ciudades de los países que participaron en la contienda.

Aún así, la vuelta a la Argentina la encontrará con dos certezas: ya no podría seguir haciendo las cosas en los términos en los que las estaba haciendo, pero, a su vez, tendría que imprimirles un carácter particular.

Tiempos de ayuda social. La Fundación Eva Perón.
"...Pero me causa gracia la discusión, cuando no se ponen de acuerdo ni siquiera en el trabajo que yo hago. No es filantropía, ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficencia. Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto ese..."

Eva Perón


El 6 de Septiembre de 1946 por el decreto 9.414 del gobierno peronista se intervendrá la Sociedad de Beneficencia, institución privada encargada de la asistencia social desde el año 1823. La intervención de la misma se originó en el Senado de la Nación por iniciativa de Diego Molinari. En su discurso, el senador peronista justificará el pedido de intervención argumentando que “...la dirección de la Sociedad de Beneficencia se reduce a un estrecho círculo de damas que se consideran de alcurnia. Con exclusión total del coeficiente democrático en todo lo que se refiere a su gobierno y administración.” 17
El pedido de intervención no encontrará oposición alguna en el Senado y será trasladado al Poder Ejecutivo, que redactará el decreto anteriormente mencionado y nombrará a un interventor.

Así, la intervención de la Sociedad de Beneficencia se enmarcará dentro de la tendencia del gobierno surgido el 4 de junio de 1943, de fundar una nueva racionalidad institucional que modernizara, ampliara y modificara la estructura del cuerpo estatal y su modalidad de funcionamiento. La creación de la Dirección de Salud Pública y Asistencia Social en 1943, puede ser vista como un primer paso hacia una concepción de la asistencia pública en tanto lógica que, impugnando la privatización de la gestión de lo social, se expresa como intervención sistemática, centralizada y unificada del Estado en la cuestión social. La presencia central del Estado tanto en el diseño como en la ejecución de las políticas sociales marcará un quiebre con la intervención en lo social ejecutada hasta ese entonces.

Sin embargo, no será hasta el mes de septiembre del año 1948, que se conformará –a través de la ley 13.341- un subsistema de Asistencia Social en el marco del sistema de Seguridad Social a través de la creación de la Dirección Nacional de Asistencia Social dependiente de la Secretaría de Trabajo y Previsión –elevada a Ministerio al año siguiente-. Absorviendo a la antigua Dirección de Salud Pública y Asistencia Social y a todas las entidades benéficas o filantrópicas del país, la voluntad de este organismo será la de constituirse como una estrategia estatal que, a partir de “...la unificación de la asistencia y su descentralización, principalmente en la atención de menores, mujeres desamparadas y vejez inválida” 18, pudiera brindar una provisión masiva y el acceso a bienes y servicios temporales o permanentes que garanticen el desarrollo digno de la vida en toda la población, más allá del lugar que ocupasen en la estratificación social. De esta forma, las acciones principales de la Dirección Nacional de Asistencia Social serán “...la reorganización de las instituciones de menores, generando regímenes abiertos; la reorganización de los hospitales y campañas preventivas, la organización de hogares para madres desamparadas, subsidios para la vejez, asistencia jurídica gratuita, integración y consolidación del núcleo familiar...” 19

Pocos meses antes, más precisamente el 19 de junio de 1948, mediante el decreto 20.564 se concederá la personería jurídica a la “Fundación Ayuda Social María Eva Duarte de Perón”, como un organismo privado con carácter público. En el año 1950, serán modificados sus estatutos y pasará a ser denominada “Fundación Eva Perón”. Los mismos establecían:

  1. Prestar ayuda pecuniaria o en especies, facilitar elementos de trabajo, otorgar becas para estudios universitarios y especializados, a toda persona carente de recursos que así lo solicite y que a juicio de la Fundación merezcan ser otorgados.

  2. Construir viviendas para su adjudicación a familias indigentes.

  3. Crear y/o construir establecimientos educacionales, hospitalarios, recreativos y de descanso, y/o cualquiera otros que permitan una mayor satisfacción a los elevados fines que persigue la institución.

  4. Construir establecimientos benéficos de cualquier índole las que podrán ser transferidas con o sin cargo, al Estado nacional, provincial o municipal.

  5. Propender, contribuir o colaborar por todos los medios a su alcance a la realización de obras de interés general y que tienden a satisfacer las necesidades para una vida digna de las clases sociales menos favorecidas.


Los primeros colaboradores serán los que ya trabajaban con Eva en la denominada “Cruzada de Ayuda Social”: el contador público Alfredo Alonso, el ministro de Hacienda doctor Ramón Cereijo, Armando Mendez San Martín –ex director nacional de asistencia social-, el doctor Ricardo Finochietto -director de uno de los policlínicos de la Fundación y asesor en el programa hospitalario-, el padre Hernán Benitez –padre espiritual de la institución-, Atilio Renzi –encargado del área de ayuda social directa-, y Teresa Adelina Fiora –flamante directora de la Escuela de Enfermería-.

Rápidamente, la Fundación monopolizará la directriz de la acción asistencial del Estado en detrimento de la Dirección Nacional. Una de las razones del protagonismo adquirido por la Fundación será el fracaso de los intentos de Perón y Carrillo –Ministro de Salud- para generar un único seguro universal, tanto del sistema de previsión social como del sanitario, abortados por la resistencia de los sindicatos y la carencia de fondos. La necesidad y la urgencia, como podemos ver, contribuirá a que la Fundación pasara a desempeñar la función mencionada con anterioridad. Eva, al referirse a la creación de este organismo hacía hincapié en que el mismo fue creado “para cubrir lagunas en la organización nacional, porque en todo el país donde se realiza una obra, siempre hay lagunas que cubrir, y para ello se debe estar pronto para realizar una acción rápida, directa y eficaz”. 20

Es decir, complementar a la política social del gobierno en aquellos lugares donde esta se hace necesaria en mayor proporción o en donde menos penetra, o sea, en los niños, las mujeres desamparadas y los ancianos. Sectores marginales estos, en tanto no podían beneficiarse directamente de toda la legislación social vigente para los a obreros, empleados y peones de campo .

Durante su actividad, la “Fundación Eva Perón” movilizará una significativa cantidad de recursos. En un principio, los fondos utilizados serán casi la mitad de las erogaciones en asistencia realizadas por el Estado nacional. En 1953, cerca de la finalización de su obra, los mismos sobrepasarán en un 123% a los recursos disponibles en el presupuesto de la Dirección Nacional.

La procedencia de los mismos era de origen diverso. Hasta 1950, la totalidad de recursos disponibles provenían de las donaciones de la Confederación General del Trabajo (CGT) y de empresarios nacionales. Fue a partir de ese año, que –mediante algunas disposiciones legales- se verá beneficiada a partir de la institucionalización de aportes de origen laboral y estatal.

En cuanto a los aportes de origen laboral, la Fundación comenzará a percibir por ley el 3% de los aguinaldos (2% de empleados y obreros y 1% de los empleadores), los que se constituirán posteriormente en el 70% de los recursos de la Fundación. 21 Por otra parte, un convenio con la CGT establecerá que la Fundación percibiría un porcentaje de todo aumento ganado por los trabajadores.

En cuanto a los aportes de origen estatal, se encontrarán aportes directos como la cesión de propiedades fiscales, y aportes indirectos, derivados de impuestos al juego controlado por el Estado –la lotería, los casinos y las carreras de caballos-.

Asimismo, la Fundación seguiría recibiendo donaciones tanto de la CGT – aportes extras o un porcentaje de los salarios producto de una retención voluntaria de los trabajadores en actividad -, como de empresarios e industriales –en efectivo y en especies-.

Los aportes laborales y las donaciones, sin embargo, irán menguando con el correr del tiempo en una relación inversamente proporcional al aumento de los recursos provenientes desde el Estado.

En cuanto a lo vinculado con la intervención social, la “Fundación Eva Perón” desplegará sus actividades, principalmente, en dos niveles. 22

Por un lado, a través de la ayuda social prestada bajo la forma de la atención integral en grandes establecimientos de internación, como hospitales regionales, hogares de ancianos, hogares escuela, hogares transitorios o centros turísticos. Por el otro, mediante la distribución de subsidios y bienes materiales como ropa, calzado, libros, muebles, dinero en efectivo, becas o pensiones a la vejez.

De esta manera, las actividades se concentrarán en 4 áreas: salud, educación, social y ayuda social directa.

En el área de salud, se construirán una serie de hospitales y policlínicos por todo el país. Cuatro de estos policlínicos -con capacidad de 5000 camas cada uno y asistencia gratuita- se levantarán en el Gran Buenos Aires, además de los que se construirán en Salta, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, Corrientes, Entre Ríos y Rosario. Complementariamente, la fundación mantendrá una clínica de recuperación infantil en Terma de Reyes (Jujuy) y otra para niños enfermos del pulmón en Ramos Mejía (Bs.As.).

Cabe mencionar también que se absorverán todas las escuelas de enfermería dependientes de la Sociedad de Beneficencia, y se unificarán bajo el nombre de Escuela de Enfermería “María Eva Duarte de Perón”. Asimismo, en 1951, un tren sanitario -sofisticadamente equipado- recorrerá todo el país durante 4 meses ofreciendo asistencia médica gratuita para toda la población. Por otro lado, en alguna eventualidad o emergencia, la Fundación otorgaba ayuda directa mediante el envío de ropa, enfermeras, ambulancias, comida o medicamentos.

En el área de educación, se inagurarán 1000 escuelas en todo el país, 18 hogares escuela en el interior del país donde unos 3000 niños de 4 a 10 años de padres sin recursos, estudiaban ya fuera como internos o externos según sus necesidades. Se construyó en Capital Federal la “Ciudad infantil Amada Cullen” para niños en edad pre-escolar y la “Ciudad Estudiantil” que albergaba a muchachos del interior que venían a estudiar a Buenos Aires. También Mendoza y Córdoba también contaban con una ciudad estudiantil.

En el área social, la Fundación mantendrá 3 “Hogares de tránsito” con una capacidad para aproximadamente 1000 personas. En ellas, madres solteras o abandonadas y mujeres que venían del interior a buscar trabajo, encontraban refugio y asistencia mientras se les buscaba empleo y vivienda. Asimismo, las mujeres solteras que trabajaban en Capital Federal y no tenían lugar de residencia fijo, podían hacerlo en el “Hogar de la empleada”.

También se mantendrán 4 “Hogares de ancianos” que facilitaba casa, comida, y recreo a unos 200 ancianos no beneficiados por el sistema previsional. Por otro lado, se ejecutaban programas de viviendas baratas –la construcción de barrios obreros- , se fomentaba el turismo social mediante la subvención de vacaciones en sus hoteles y colonias. Se abrieron proveedurías con productos de la canasta básica a precios más bajos, se organizaron campeonatos deportivos infantiles donde se sometía a los niños a exámenes médicos, etc.

Por último, el área de ayuda social directa, será la encargada de solucionar aquellos problemas de la población que demandaban asistencia inmediata. Funcionaba en el Ministerio de Trabajo y Previsión o en la residencia presidencial, que eran los lugares donde Eva recibía personalmente a los necesitados y escuchaba sus demandas, que eran -en su mayoría- solucionadas en la inmediatez. Una cama en un hospital, un trabajo, la vivienda propia o los materiales para levantarla, una máquina de coser, medicamentos, becas, subsidios o dinero en efectivo eran las peticiones más frecuentes.

La ayuda social como derecho social

"...Para mí es estrictamente justicia. Lo que más me indignaba al principio de la ayuda social, era que me lo calificasen de limosna o de beneficencia. Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos: el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlos nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron al placer perverso de la limosna el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes".

Eva Perón


La “Fundación Eva Perón” marcará un quiebre sustancial con las formas asistenciales tradicionales de intervenir en la cuestión social al convertir las concepciones de caridad o filantropía en concepciones basadas en la dignidad, los derechos sociales y la ayuda social. Si anteriormente la intervención en lo social de la Sociedad de Beneficencia o los filántropos de principios de siglo se apoyaba en la idea del "deber moral" de los pudientes hacia los necesitados o en la de Defensa Social; ahora, los fundamentos de la obra de ayuda social de la “Fundación Eva Perón” se ubicarán en el terreno de la satisfacción de derechos y por ende en el campo de la justicia social.

La modalidad de intervención impugnada y destituida por la “Fundación Eva Perón” estaba basada en una combinación particular de caridad y filantropía, constitución particular esta, producto de la dinámica política y social de nuestro país. La tradicional obra social de la Iglesia fue conjugándose con la progresiva secularización de la sociedad, las ideas liberales y el auge del positivismo como marco de interpretación y construcción de la nación. Así, la organización de las obras de ayuda al necesitado dejará de ser una tarea solo privativa de la iglesia y comenzará una intervención cada vez mayor de la iniciativa privada acorde con el papel de control y disciplinamiento que se atribuía al Estado. De estas forma, el modelo en el cual donde convivían rasgos caritativos y filantrópicos se convertirá -por mucho tiempo- en el modelo de intervención sobre la cuestión social predominante en nuestro país.

Esta forma particular de acción social se asemejará a la filantropía en tanto estará concebida, por un lado, como una estrategia que permitiría resolver el problema de la pobreza y de la indigencia conjurando el peligro que representan los discursos que hacen del aumento de la intervención del Estado en la cuestión social el único medio de lograrlo. Por el otro, al estar concebida como una estrategia que permitiría asegurar el desarrollo de las prácticas de conservación y de formación de los sectores populares desligándolas de cualquier asignación directamente política, pero lastrándolas, sin embargo, con una misión de dominación, de pacificación e integración social.

Por esta razón, entender a la filantropía implica entenderla ya no como una fórmula ingenuamente apolítica de intervención privada en la esfera de los problemas sociales, sino como una estrategia que ocupando un lugar intermedio entre el Estado y el sector privado, despolitiza el establecimiento de dispositivos coercitivos y niega todo discurso que tenga al Estado como garante y responsable del cumplimiento efectivo de los derechos sociales.

Sin embargo, encontraremos particularidades en la constitución del modelo asistencial en nuestro país. Encontraremos a aquellos que –apoyados en la definición liberal del Estado- enviarán hacia la esfera privada cualquier demanda que sea formulada en términos de derecho a la asistencia. Encontraremos a aquellos que utilizarán al Estado como medio formal para introducir un número de consejos y preceptos de comportamiento en la población, para convertir una cuestión de derecho político en una cuestión de moralidad. Es decir, más que el derecho a una asistencia del Estado, cuyo papel así acrecentado vendría a perturbar el juego de esta sociedad liberada de las trabas de las que él era la pieza clave, se ofrecerán los medios para ser autónomos, enseñando las virtudes morales, las del trabajo, las del ahorro, etc.

Por último, encontraremos a aquellos que, promoverán la intervención estatal pero como medio para conjurar el peligro de la destrucción de la sociedad por el debilitamiento físico y moral de la población. Las intervenciones estatales allí, y solamente allí, donde la liberalización de la sociedad económica corre el riesgo de convertirse en su contrario. Proporcionar ayuda material, pero siempre para servirse de ellas como vector de su influencia moral legítima. Puesto que se trata de dar consejos, de no dar ayudas más que cuando permitan la penetración de éstos,

Así, impugnando esta relación horrenda entre necesidad y asistencia, propia del modelo caritativo-filantrópico, la “Fundación Eva Perón” acompañará sus acciones asistenciales con un discurso que las definirá como la realización de un derecho y ya no como una estrategia de control, velada en el deber de los miembros más privilegiados de la sociedad hacia los más necesitados.

A partir de ese momento, la cuestión social será una cuestión de Estado, siendo el mismo el único garante y responsable del interés general de la población. En este marco, se distinguirán las acciones asistenciales de ayuda social de la política global para el establecimiento de la Justicia Social, siendo aquella concebida como complemento de esta. Así, la ayuda social será definida como “..la exteriorización del deber colectivo de los que trabajan...”, 23 sean estos de cualquier procedencia o clase social con respecto a los que no pueden hacerlo. Por ello, estará pensada con un carácter transitorio, solo justificado hasta la realización de la Justicia social, en donde todos los integrantes de la sociedad estarán cubiertos por las redes formales del sistema de Seguridad Social.

Esta nueva concepción de la asistencia social implicará, al mismo tiempo, una redefinición tanto de la lectura de los orígenes o causas de los problemas sociales y la pobreza; como de la población sujeto de la política social.

Por un lado, si los preceptos del liberalismo consideraban a la pobreza y la indigencia como una fatalidad inevitable fruto de los necesarios reajustes del sistema, consecuencia del libre funcionamiento del mercado, en donde cada individuo se desenvolvía de acuerdo a sus capacidades; la nueva institucionalización de lo social encarnada en la constitución de la Fundación, será la expresión de una visión antagónica. Ahora, la pobreza y la indigencia estarán relacionadas con los condicionamientos del medio social y no con las capacidades individuales.

Por el otro, si el modelo tradicional de intervención caracterizaba a la población sujeto de las políticas sociales más que nada como objetos de misericordia, enfermos sociales o potenciales delincuentes; la misma será caracterizada ahora como una población sujeta derecho, a los derechos sociales. Desde ese momento, la asistencia otorgada por el Estado ya no será el resultado de la bondad de algunas almas sensibles, sino que será simplemente una cobertura que el Estado estará obligado a otorgar por derecho constitucional.

Subjetividad y política

“Eva Perón no tardo en engendrar un amor religioso y perdurable entre los pobres, y un odio igualmente intenso entre los exponentes sociales, políticos y militares del ancíen régime..” (...) “...por extracción social, por temperamento y por vocación fue tendiendo a sintonizar, reproducir y amplificar las esperanzas y el rencor histórico de los humillados y ofendidos, en un grado insoportable para los factores de poder..”

Miguel Bonasso


La nueva institucionalización de lo social, vinculada al desarrollo del Estado de Bienestar argentino, se expresaba en la constitución de nuevas prácticas políticas de intervención en lo social que “contextualizadas en un período de importante participación política, sirvieron para generar nuevos espacios de poder; para inaugurarlos; para abrir nuevas expresiones de litigio, de confrontación. A su vez, el Estado queda ligado a la nación, dentro de un proyecto concreto que le hace retomar sentido o refundarlo, ahora desde una nueva construcción, donde las instituciones comienzan a cargarse de proyectos, comienzan a hablar un nuevo lenguaje que las articula en forma diferente con toda la sociedad(...)Nuevas significaciones, nuevos espacios de poder, nuevas formas de lucha, conllevan a una nueva subjetividad.” 24

Así, la intervención social de la Fundación a través de sus prácticas asistenciales irá, al mismo tiempo que mejorará la situación concreta de gran parte de la población, transformando los espacios de la vida cotidiana. Las ideas de Justicia y ayuda social no solo serán ideas sobre las que descansará la posibilidad del cumplimiento efectivo de los derechos sociales, sino que irán construyendo una nueva subjetividad en la población. Esta nueva relación de la sociedad con el Estado, donde una necesidad se transforma en un derecho social no cumplido, se materializará en una novedosa práctica colectiva –que se organizará y movilizará por la defensa de sus intereses- y en una fidelidad incondicional hacia quienes hicieron posible esta transformación

El ocaso de una vida apasionada

“...es que cuando falleció Evita, no sólo murió con ella el alma de la Fundación, sino también la única persona con suficiente autoridad, como para hacerla funcionar como lo había hecho hasta 1952.”

Marysa Navarro


El 26 de julio de 1952, Eva Perón morirá – a los 33 años- después de una larga enfermedad. Desde ese entonces, la Fundación pasará a estar presidida por Perón y a ser dirigida por un consejo integrado por cuatro miembros de la CGT y cuatro miembros nombrados por el Ministerio de Trabajo y Previsión Social. Sin la misma energía que le imprimía Eva, la Fundación seguirá funcionando hasta poco después del golpe militar de 1955, momento en el que será disuelta por el gobierno militar, el cual alegaba entre otras cosas que: "la atención de los menores era múltiple y casi suntuosa. Puede decirse incluso que era excesiva y nada ajustada a las normas de la sobriedad republicana que convenía, precisamente para la formación austera de los niños. Aves y pescados se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto a vestuario, los equipos mudables renovados cada seis meses se destruían". 25
Inmediatamente, las actividades de la Fundación serán detenidas y sus bienes confiscados.

Quizás sean dos los motivos que permitan comprender el aplacamiento –casi instantáneo- de las actividades asistenciales de la “Fundación Eva Perón”. Motivos estos, que sirven para comprender, al mismo tiempo, su potencia como práctica política relacionada con la cuestión social. Uno de estos motivos será el excesivo personalismo con que Eva manejará a la Fundación, situación que -a pesar de permitirle imprimir su voluntad y energía al trabajo cotidiano de la Fundación y así potencializarla-, la convertiría en irremplazable.

El otro motivo, estará ligado a una de las características que más asemejaba a la Fundación con la Sociedad de Beneficencia: ser formalmente un organismo privado que intervendría sobre la cuestión pública. Si bien estar integrada informalmente a la estructura de poder le otorgaba cierta autonomía con respecto a otros organismos estatales; esa situación también facilitó su destitución inmediata como organismo social después del golpe militar de 1955.

Aún así, en la memoria colectiva de los sectores populares permanecerán todavía con vida imágenes de aquellos días de la Fundación. Imágenes que pueden ser traducidas a una sola palabra: Evita.


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NOTAS

1 Citado en CHAVEZ, Fermín “Perón y el peronismo en la historia contemporánea”. Ed. Oriente, Bs.As., 1973.

2 HOROWICZ, Alejandro “Los cuatro peronismos”, Ed.Planeta, Bs.As., 1990. Pág. 133

3 HOROWICZ, Alejandro “Los cuatro peronismos”, Ed.Planeta, Bs.As., 1990. Pág. 121

4 JAMES, Daniel “Resistencia e integración” Ed. Sudamericana, Bs.As., 1990. Pág. 29-30

5 JAMES, Daniel “Resistencia e integración” Ed. Sudamericana, Bs.As., 1990. Pág. 37

6 ROZAS PAGAZA, Margarita “La intervención profesional...”, Ed. Espacio. Pág. 130-131

7 Siendo éstos los términos en los cuales se instituye lo social como instancia pública de la acción social del Estado.

8 ROZAS PAGAZA, Margarita “La intervención profesional...”, Ed. Espacio. Pág. 14

9 CARBALLEDA, Alfredo “El Estado y el fin de siglo”, Revista “Utopías”, UNER,1997.

10 CARBALLEDA, Alfredo “El Estado y el fin de siglo”, Revista “Utopías”, UNER,1997.

11 ISUANI, Ernesto (1991). Citado en ROZAS PAGAZA, Margarita “La intervención profesional...”, Ed. Espacio. Pág. 132

12 Véase ROSANVALLÓN, Pierre “La nueva cuestión social”, Ed.Manatial, 1995.

13 ROSANVALLÓN, Pierre “La nueva cuestión social”, Ed.Manatial, 1995. Pág. 23

14 ROSANVALLÓN, Pierre “La nueva cuestión social”, Ed.Manatial, 1995. Pág. 24

15 ESCALADA, Mercedes (1997). Citado en ROZAS PAGAZA, Margarita “La intervención profesional...”, Ed. Espacio. Pág. 104-105

16 PERÓN, Eva “La razón de mi vida” citado en NAVARRO, Marysa “Evita” Ed. Planeta, Bs.As., 1997

17 NAVARRO, Marysa “Evita”, Editorial Planeta, Bs.As., 1997.

18 PARRA, Gustavo “Antimodernidad y Trabajo Social”, Ed. Espacio, Bs.As., 2001, Pág. 203.

19 PARRA, Gustavo “Antimodernidad y Trabajo Social”, Ed. Espacio, Bs.As., 2001, Pág. 203.Parra Pág. 203

20 Citada en NAVARRO, Marysa “Evita”, Editorial Planeta, Bs.As., 1997.

21 FERIOLI, Néstor “La Fundación Eva Perón”, CEAL, 1990 en THOMPSON, Andrés “El tercer sector en Argentina”, Biblioteca Virtual CLACSO, 1994.

22 Ver TENTI FANFANI, Emilio “Estado y pobreza: estrategias típicas de intervención”, Tomo I, Centro Editor de América Latina, Bs.As., 1989.

23 TENTI FANFANI, Emilio “Estado y pobreza: estrategias típicas de intervención”, Tomo I, CEAL, Bs.As., 1989, Pág. 81

24 CARBALLEDA, Alfredo “La acción social de la Fundación Eva Perón”, Revista Margen –edición electrónica-, Número 7/8, 1994.

25 Ferioli, Néstor. “La Fundación Eva Perón” CEAL. Bs. As. 1990, citado en CARBALLEDA, Alfredo “La acción social de la Fundación Eva Perón”, Revista Margen –edición electrónica-, Número 7/8, 1994.



* Datos sobre el autor:
* Fernando Lozano
Estudiante de trabajo Social

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