Los malos tratos y las violencias contra niñas y niños *

Por:
Eva Giberti
*
(Datos sobre la autora)


* Editado en Actualidad Psicológica, julio 2002

Artículo 19: "Los Estados partes adoptarán todas las medidas legislativas administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo"

Convención sobre los Derechos del Niño, la Niña y la Adolescencia

La obligatoridad de su cumplimiento radica en que es un capitulo de la Constitución Nacional


En el año 1962 , mientas desarrollaba mi actividad en los Consultorios Externos de la Sala 17, Cátedra de Pediatría del Hospital de Niños, diseñé una encuesta destinada a producir información acerca de los castigos a los cuales estaban sometidos los chicos y las chicas con quienes teníamos contacto durante las consultas; era posible constatar que provenían de familias pobres. Para comparar los datos que obtuviésemos se encuestó a una población de madres consideradas clase media y a otro universo formado por madres que formaban parte de la denominada clase alta. La diferenciación se obtuvo mediante la selección de dos consultorios particulares pertenecientes a dos médicos residentes en barrios acordes con dichas diferencias d en la pertenecia a clases. En la evaluación de la encuesta colaboró la Lic.Alicia Casullo

Si bien no se partió desde un muestreo aleatorio era posible afirmar que la diversidad de madres concurrentes a los tres consultorios autorizaban el registro de distintos niveles socioculturales y económicos, cuyas edades oscilaban entre los 22 y 45 años

También produjimos un cuestionario buscando respuestas por parte de las chicas cuyas madres fueran encuestadas. Madres e hijas respondieron por separado a la encuesta excluyendo a las criaturas cuya edad dificultaba las respuestas. La edad osciló entre los dos años y medio y los doce años.

Sobre 100 cuestionarios se seleccionaron 87 que se tramitaron estadísticamente

Utilizamos un cuestionario que intentaba explorar la índole de respuestas obtenidas por parte de las madres y de las hijas.

La serie de respuestas que recibíamos de las niñas, clasificadas según las edades, se extravió sin que haya sido posible recuperarlas; solamente quedaron algunas, que habían sido seleccionadas para exponerlas en un congreso; son las que retranscribo en los párrafos siguientes.

La expresion maltrato infantil no se utilizaba en la década del 60; y si bien esta expresion actualmente convoca una unidad de análisis multifacética -cuyas variables diversas dificultan su sistematización– es preciso reconocer el déficit que, en materia rigor, puede adjudicársele al diseño, aplicación e interpretación de los datos que se obtuvieron.

Madres que maltratan : encuesta 1962

  1. Si le pega o no a su hijo (el niño o niña motivo de consulta)

  2. Dónde, cómo y con qué le pega

  3. ¿En presencia de otros?

Los ítem que enuncio a continuación son el resultado de haber registrado y sistematizado durante dos meses las respuestas que encontrábamos en los consultorios externos de la Cátedra de Pediatría, ante la pregunta de diversos médicos acerca de los castigos. Buscábamos compaginar un registro de lo que se denomina terreno, es decir, un rastreo previo del área destinada a la observación e intervención técnica posterior. Los contenidos emocionales de las respuestas maternas fueron lo suficientemente reiterados como para posteriormente introdujésemos en el cuestionario algunas preguntas que –calculamos entonces- no arriesgaban la inducción de respuestas a otras madres.

4) ¿Le pega cuando la pone nerviosa?

5) ¿Le pega con rabia?

En cuanto a los pensamientos de la madre acerca del golpe (cachetazo, bife, coscorrón, paliza, tirón de cabellos), se preguntába:

6) ¿Cree que el golpe educa?

7) ¿Cree que el golpe es necesario?

Otros interrogantes se referían a distintas formas de castigo: amenazas, sustos .

También se interrogaba si otras personas pegaban al niño o niña.

Las respuestas.

Para la pregunta ¿Le pega?

88. 5 % respondió que si

¿Le pega en presencia de otros?

Si, : 81.7 %

No : 12,. 7 7%

A veces : 5.6%

Para la pregunta ¿dónde le pega?

En la cola : 60%

Donde caiga: 21%

En la cabeza : 6%

Tirón de cabello : 4%

Piernas: 3 %

Cara 3 %

Manitas 1.3 %

¿Cómo le pega?

Chirlo : 64 %, De todo : 27 % , Paliza 10 %

¿Con qué le pega?

Mano : 84 % Correa :7 % Zapatilla : 6 % Con lo que venga 2 %

¿Cuándo la pone nerviosa?

Si, en el,91, 5 % de las respuestas, No, en el 7 % A veces, 1.5%

Le pega con rabia

Si : 82 % No : 18 %

¿Está segura que se portaba mal ¿

Si : 20 % No : 80 %

¿Cree que el golpe educa?

No : 20 % No : 80 %

¿Cree que es necesario?

Si : 43 % No : 54 % No sabe : 3 %

¿Lo amenaza o asusta?

Si : 75 % , No : 20 % , A veces : 5 %

Las respuestas de las madres describiendo algunos castigos :

Niño de dos años y medio : “Lo ato a la pata de la cama con un chaleco especial

Niño de ocho años ,por decir malas palabras : “Le echo pimienta en la lengua”

Amenaza habituales: “ Te encierro en un colegio”, “Te saco la teve”, “Te dejo abandonado en la calle”, “Te llevo al médico para que te pongan una inyección”, “Te vas a enfermar y te vas a morir”, “Te va a llevar el diablo. O el viejo de la bolsa. O el cuco”.

Historizando la información

Este documento fue editado por Acta Psiquiátrica(1966) y por la Revista Mexicana de Psicología en 1965 . Lo interesante de su planteo, desarrollo y publicación remite a un hecho histórico: en los comienzos de la década del 60 llegaban niños y niñas para ser atendidos en la guardia del Hospital, con lastimaduras, fracturas, quemaduras y golpes cuyo origen no era claramente explicado por sus padres. Por otra parte, obervando las conductas de las madres en los corredores donde esperaban su turno , solíamos ver cómo algunas de ellas trataban a su hijas; ante el cansancio de algunas de ellas y sus enojos, las zamarreaban y amenazaban; ”vas a ver cuando te llame el doctor!…le voy a decir que te de una inyección.” Estos malos tratos si bien eran instituyentes de violencia, no eran comparables con las marcas que mostraban algunos cuerpos infantiles durante su revisación, pero constituían indicadores de la tensión irritada que embargaba a esas madres.

La práctica hospitalaria me había puesto en contacto con niños y con niñas maltratadas; en tres oportunidades me referí al tema publicándolo en la sección Escuela para Padres que el vespertino La Razón (en aquel entonces imprimía 500.000 ejemplares cada día) editaba tres veces por semana: ”Los padres que lastiman,¿Hay que pegar a los chicos? y Una paliza no hace mal a nadie “; el tema producía respuestas bipolares entre quienes leían los articulos que armaban discusiones a favor y en contra de los mismos y cuyas versiones me llegaban por cartas o en las reuniones de Escuela para Padres, en el Hospital o en el ámbito privado.

En aquel entonces avalaba tales articulos con recomendaciones de psiquiatras y pedagogas europeos y con un texto que recopilaba los contenidos que en 1952 se habían expuesto en el Congreso Europeo acerca de la Salud Mental del Niño. La recopilación estuvo a cargo de W.Wall y fue prologado por Piaget: ”Si el empleo del castigo corporal debe ser condenado en la familia y en la escuela, no es esencialmente porque pueda perjudicar a ciertos individuos más o menos desiquilibrados -niños, adolescentes,adultos- lo que sería grave para ellos y para la sociedad, sino porque estimula la agresividad en su aspecto brutal y desmiente el respeto a la persona humana, sancionando un comportamiento que va en sentido contrario a tal respeto.” (Giberti E. 1968)

Corresponde analizar estas producciones internacionales en el contexto de la ideología que reinaba en ese entonces acerca de “la niñez”, sin discernir todavía la diferencia entre niños y niñas al implementar declaraciones internacionales. Una de ellas en 1924 conocida como Declaración de Ginebra estaba inspirada en principios salvacionistas propios del autoritarismo adulto que campeaba en la época. En 1959 se redactó, por decisión de Naciones Unidas, una Declaración a favor de “la niñez” ahora apoyándose en la Declaración Internacional de Derechos Humanos.

La búsqueda de antecedentes bibliográficos desembocó en un artículo publicado en una revista de pediatría que nos proporcionó una sintesis de los aportes de Kempe: hablaba del sindrome del niño golpeado. Previamente, en 1953, el radiólogo Silverman había advertido acerca de las extrañas fracturas de los huesos que presentaban algunas niñas.

Pero”Los pediatras no estaban dispuestos a aceptar fácilmente la realidad que desordenaba la visión tradicional de la familia, las evidencias y el diálogo con los primeros equipos formados por psicólogas, asi como el acompañamiento de los defensores de menores y de algún juez, permitieron avanzar en los estudios de dicha área. En un primer momento se adjudicó la frecuencia del maltrato a psicopatologías de los padres hasta que los estudios permitieron reconocer que el maltrato no estaba obligatoriamente ligado a psicopatologías sino a otras razones habituales en la dinámica de la vida familiar.(…) Las etiologías, que incluyen inevitablemente abusos de poder y violencia, adquieren perfiles propios cuando se trata de avanzar en el tema incesto” (Giberti E. 1998)

Consideraron que los aportes de Kempe se referían a otra índole de problemas en otros países. La información tampoco fue bien recibida en el área de quienes trabajaban en Psicopatología. Ese fue el motivo que nos indujo a realizar la encuesta con la que comencé este artículo.

Aún no conocíamos los informes de Masson (1985) donde figuran los aportes de los médicos de la década de 1880-1890 acerca de las violencias paternas (incestos y malos tratos confirmados) contra la hija/niña y contra sus hijos.

Dichos aportes dan cuenta de los trabajos de Brouardel que como resultado de las autopsias que realizaba llamaba la atención acerca de las violencias que sufrían las niñas a manos de sus padres y maestros.Tambien Tardieu, profesor de Freud en París fue explícito al respecto. La lectura de la obra de Masson me exime de ocuparme de este tema suficientemente desarrollado por el autor que, al enunciar las comprobaciones de aquellos médicos que diagnosticaban la victimización de niñas y niños llevadas a cabo por sus madres y por sus padres, pusieron a la vista lo ominoso que la estructura familiar puede albergar.

En otra oportunidad (Giberti E. 1998) aludí al silencio alrededor de la obra de Masson por parte de las académicas, psicoanalistas y docentes que tienen a su cargo la enseñanza de las teorías psicoanalíticas; omisión o desconocimiento que mantiene en la penumbra la discusión acerca de la responsabilidad de Freud al avanzar en los territorios de las fantasías como germen de psicopatologías, eludiendo mencionar su conocimiento de hechos no fantaseados.

Las conclusiones de la encuesta Los padres y el castigo -ése fue el nombre con el que se publicó– propusieron una modificación en la tesis original: habíamos supuesto que las madres no reconocerían su comportamiento castigador; tambien inferimos que algunas lo disimularían o encubrirían. No sucedió de ese modo. Las mujeres admitían los hechos, describían las escenas mediante las cuales explicaban su práctica y describían cómo la llevaban a cabo. O sea, era preciso admitir que los castigos, prioritariamente “los corporales formaban parte de una pauta cultural internalizada transmitida de padres a hijos, respaldada por la necesidad adulta de expresar agresividad; y aceptada comunitariamente como forma de educación (entendida esta última en su función exclusivamente adaptativa)” (Giberti E. 1964)

Algunas respuestas de los hijos

Las que continúan son las que se rescataron y no representan el universo de las contestaciones que se escucharon.

¿Tu mamá te puede pegar?

Varón, seis años: ”Si, pero yo me defiendo y peleo”

Varón, 8 años 9 meses: “Si, me puede pegar cuando ella quiere”

Varón, 8 años, seis meses: “Me puede pegar porque es más grande”

Varón 9 años: “Me puede pegar cuando no tomo la sopa”

Varón, 4 años nueve meses: “Me puede pegar porque tiene una fuerza bárbara”

Algunas de estas respuestas podrían leerse a partir del realismo moral piagetiano, según el cual “la norma de formación es sentida como exterior al individuo, como existente en si misma”. El realismo, con uno de sus componentes, el deber heterónomo respeta la letra antes que el espíritu y el respeto objetivo se confirma por el porcentaje de criaturas con cinco a seis años de edad que responden: “sí, mi mamá me puede pegar..”, aceptando el castigo en clave de expiación, en un momento etario en el cual el respeto es unilateral (el adulto es el único respetable).

Este tipo de contestaciones se repite en estas encuestas (recordemos que estamos trabajando entre 1962 y 1963) cuando se trata de chicos mayores. Podríamos suponer que en algunos, la aceptación pasiva del castigo podría estar relacionada con la génesis de un estereotipo que posteriormente se expresará en la vigencia de la norma, una vez que adquiera estatus de adulto. Y dicha génesis podría enlazarse con la caracterización que plantea Allport (1962) acerca del prejuicio: recurso selectivo o pantalla que asegura el mantenimiento de la simplicidad en la percepción y en el juicio. Es decir, el prejuicio que marcó el imperativo de castigar para enseñar a obedecer “por el bien de las niñas, que todavía no comprenden lo que les conviene”. O bien que “deben reconocerme como la persona que manda.Se hace lo que yo digo”. En el modelo del maltrato, la simplicidad del juicio encubre el alivio, la vivencia de satisfacción y en ocasiones el placer que el ejercicio del dominio sobre otra persona significa (Giberti E. 1999).

Las respuestas de estos chicos, si bien insuficientes en esta exposición, indicaban la tendencia que caracterizaba la totalidad de las contestaciones obtenidas. El entorno psicosocial, político y económico de esa década permite pensar que las condiciones de producción de las normas educativas (sociales, familiares, escolares) provocaban una alianza entre el poder dominante (los adultos-padres) y las dominadas (niñas). De manera tal que las víctimas de los castigos asumían , mediante sus respuestas la lógica del poder dominante.

La estructura de dominio parental, enmascarada en los valores de la obediencia indiscriminada (sin discernir cuando la obediencia es protección y cuándo maltrato) se transparentó en respuestas que nos autorizan a imaginar la introyección, por parte de las criaturas, de dicho dominio. También nos autoriza a registrar una segunda realidad o una realidad otra, constitutiva de organizaciones familiares que, en aquella época, no recurrían al simulacro, por el contrario, se afirmaba: a los chicos y a las chicas se les pega porque una adulta (madre) “se pone nerviosa”. A sabiendas que esa práctica no mejorará a las hijas.
Pero aliviaba en tanto y cuanto generaba la satisfacción que el ejercicio del poder suscita.La apelación a la racionalidad materna cuando se la posicionaba como sujeto de encuesta, nos conducía a respuestas que, si bien podemos consignar como ceñidas a las pautas educacionales de la época, por ese mismo motivo demuestra el beneplácito racional ante los castigos. El pacto quedaba consagrado entre quienes precisaban pegar “para aliviarse” o sea, por su propio bien (según la frase con destino inverso: se castiga a los chicos por el bienestar de la adulta) y las prácticas sociales que garantizan la impunidad del sopapo “a tiempo” omitiendo las restricciones morales que derivan del trato con quienes son vulnerables de toda vulnerabilidad.

Por su parte, los hijos cuyas respuestas reproduzco, parten de una aceptación de la obediencia impuesta sin más alternativa que la que plantea uno de ellos: ”pelear(la)”. Los otros incorporaron la orden según el modelo de Elias Canetti (1981): ”La fuerza con que el niño recibe órdenes, la tenacidad y fidelidad con que las guarda no es un mérito individual(…) Todo niño, incluso el más corriente, no pierde ni perdona ninguna de las órdenes con que fue maltratado.”

La índole de las respuestas que se escucharon en la década del 60 adhiere a un orden reconocido tempranamente como necesario, de manera tal que las respuestas abren un intersticio en el pacto entre adultos para introducirse en él, como alguien más, compatible con dicho ordenamiento social. El que avala el abuso de poder y el derecho a la satisfaccion (placer) que el “hacerse obedecer” produce. Aunque resulte obvio aclararlo corresponde destacar que los malos tratos no dependen exclusivamente de las desobediencias,

La comparación, 40 años después, cuando la Convención intenta reconocer a las niñas como sujetos con derechos, y cuando las mismas chicas, merced a sus propias “políticas” (Giberti E. 1994) desafían las órdenes y el orden de las adultas (no necesariamente por su bien ni acertando siempre), focaliza un tiempo cualitativamente diferenciador, respecto de lo que encontrábamos en la década del 60. Lo cual no modifica la matriz del sujeto humano: el estado que Freud (1895), nombró "desvalimiento o estado de desamparo" no dispone de los mecanismos psíquicos y físicos ni del reconocimiento social para satisfacer sus necesidades.

Tanto en estas respuestas como en aquellas que se han perdido, no encontramos comentarios asociados con dolor fisico y la perturbación emocional que los castigos podrían producir. El dolor que los malos tratos pueden generar desemboca en el intento de aliviarlo mediante un trabajo impotente, según la expresión de Bergson (1914) que añade desesperación al registro de aquello que duele.

Tales vivencias existen y no solamente fueron evidenciadas por las investigaciones, también la literatura las ilustró y algunos cuentos escritos para las niñas que describen el miedo y los sufrimientos que sobrellevaban algunos de sus personajes. Hansel y Gretel encerrados en una jaula esperando que la bruja les alcazara la comida “para engordarlos” antes de comerlos, o el sometimiento de Caperucita, hija de una madre filicida que la mandó al bosque sabiendo que un lobo podría atacarla, o la impotencia de la Cenicienta que transcurría su historia desde ser fregona de su madrastra y hermanas hasta terminar casándose con un príncipe (resultado que, como sabemos, no constituye garantía de alivio), asi como el terror de Piel de Asno que debió huír de un padre incestuoso, y las amargas comprobaciones de Blancanieves, entregada por su madrasta a un cazador para que la abandonara en el bosque- como le sucedió a Edipo- y para garantizar su muerte el cazador debía traerle el corazón de la adolescente en un cofre; homicidio que el empleado de la madrasta no consumó y se limitó a matar un jabali y sustituír con la viscera del animal el corazón de Blancanieves. No obstante la malvada madrasta localizó a la adolescente viviendo con los siete enanitos y la convidó con una manzana envenenada (sabemos que Blancanieves no se intoxicó: sólo se durmió hasta que otro príncipe llegó para despetarla).

La propuesta de historizar aludiendo a experiencias realizadas en la década del 60 y no descuidar los motivos miticos y literarios, aunque se los mencione de manera rudimentaria, responde a la convicción que me autoriza a recordar la “eficacia simbólica”, al decir de Levi Strauss, que permite cotizar los antecedentes epocales. Para disponer de una perspectiva abarcadora al enfocar las investigaciones posteriores.

Selección de referentes míticos

Edipo fue, probablemente, uno de los campeones míticos del maltrato ya que siendo bebé, tal vez gateador, no sólamente estuvo destinado a perecer por abandono en un bosque, sino que según una de las leyendas sus tobillos fueron perforados para sujetarlo.

El mito bíblico refiere la historia de Abraham, quien fue abandonado en una cueva por su madre que acababa de parirlo. El bebé corría el riesgo de ser sacrificado en la matanza organizada por Nemrod contra todos los varones recien nacidos en su reino temiendo el nacimiento de quien desmentiría su religión y triunfaría sobre él. Krishna (la octava encarnacion de Vishnu) compartió el mito: sobrevivió a una matanza organizada por su tío Kamsa, también temeroso de perder su reino por causa de un recién nacido que habría de sustituírlo. Carlomagno fue perseguido y maltratado durante su niñez por sus hermanos mayores y debió huír a España y Sigfrido, en la primitiva mitología germánica, en tanto hijo incestuoso de dos hermanos (Siglinda y Segismundo) fue encerrado bajo tierra y criado por gnomos.

Seleccioné estos mitos, algunos referidos al origen, porque en ellos el maltrato y la decisión homicida de sus parientes cercanos queda encubierta por la grandeza del personaje que se anuncia en estos nacimientos. Asistimos al ito del héroe que debe comenzar su gesta sobreviviendo más allá de la traición de su grupo primario, que lo arriesga a morir. Son criaturas rechazadas por la peligrosidad que encierra la promesa de su destino glorioso.

Entiendo que corresponde recordar estas narraciones en los antecedentes del maltrato puesto que la víctima sacrificial, cualquiera haya sido su edad, forma parte de análisis antropológicos clásicos. Más allá del recuerdo del Monte Taigeto, locus tradicional de los espartanos el cual sería ajeno al mito y aportaría verosimilitud histórica, el imaginario parece exclui a estas crituras míticas de su rango como maltratados. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el mito es un agente naturalizador ue obtura o dificulta el registro de la historia y de la cultura, podría resultar interesante reflexionar acerca de las situaciones en las que se posicionó a esa parte del sujeto (la niñez de cada cual) victimizándola y distanciándola del estatus adulto.

La Historia de la Vida Privada (Ariès Ph, Duby G., 1987) constituye un rico venero histórico para revisar el trato que recibían niños y niños en épocas diversas; para este artículo no es necesario reproducir informaciones que pueden verificarse fácilmente .

Datos bibliográficos actuales: 1) psicoanálisis y funcion reflectiva

La bibliografia internacional es extensa y aporta información suficiente como para constatar la práctica del maltrato contra niños y niñas. También es posible encontrar datos acerca de las diversas prácticas psicoterapéuticas que se utilizan cuando es posible ocuparse de las víctimas. En cuanto a la descripción de las adultos violentos, hipótesis y tesis acerca de los motivos que desencadenan tales violencias, es posible rastrear una pléyade de ensayos y libros que contienen investigaciones confiables que ilustran al respecto. Durante la última década del siglo XX y hasta la actualidad en América latina se produjeron innumerables trabajos que marcan las características del entorno diverso del que encontramos en otras regiones.

Después de la lectura in extenso de estos materiales, cuya citas ocuparían varias páginas, cabe preguntarse por qué una significativa proporción de esas autoras insiste en enunciar lo mismo, reiterando la que se supone una clasificación de los malos tratos en la que describen golpes, quemaduras, negligencia, abusos, etc. Como si se tratase de un ritual imprescindible para sí misma o para posicionar a quien lee. En este último caso dicha repetición resulta sin duda útil si se publica en material de divulgación; pero la inclusión de tales descripciones en publicaciones técnicas y/o académicas, quizá evidencia -por parte de quien la produce- el registro de la negación (también la desmentida) que continúa intoxicando a una pléyade de profesionales, entre los que incluyo a jueces, asesores y defensores que intervienen en caso de denuncia. Es el mismo mecanismo que actualmente practican aquellas psicoanalistas que dudan acerca de la presencia sistemática de la violencia de diversa índole contra niños y niñas. Particularmente quienes insisten en proponer como alternativa princepal “la fantasía de ser incestuada” por parte de la niña, desconociendo la epidemiología .

En algunas oportunidades las investigadores subrayaron la relación entre el maltrato y el desarrollo moral y, actualmente, los textos de Peter Fonagy (2002) quien se dedicó a investigar los efectos del maltrato en las conductas de apego y en la “mentalización” o ”función reflectiva” que denota la comprensión de los comportamientos propios asi como ajenos en términos de estados mentales.

El concepto deriva, tal como este autor lo registra, de la tesis freudiana acerca del bindung o ligazón. Al referirse al bindung Freud (1895) se refirió al cambio cualitativo de una cualidad asociativa fisica inmediata hacia una cualidad psíquica de conexión; añadió que “la elaboración psíquica o la representación del estado interno (concebida en términos energéticos) fallaba de varias formas (1920).”. Sería posible asociarla posición depresiva descripta por M. Klein con el reconocimiento del daño y sufrimiento en el otro, asi como la responsabilidad personal en generar ese dolor”, sostiene Fonagy quien también recuerda los trabajos de Winnicott Fonagy postula que el self psicológico surge en la percepción de uno mismo en la mente de otra persona como ente pensante y capaz de sentimientos. En la revisión bibliográfica que lleva a cabo cita a Pierre Marty (1968) que presentó la mentalización como un buffer protector en el sistema preconciente que resguarda de una posible desorganización. Considera la mentalización como la conexión entre las excitaciones pulsionales y las representaciones mentales y por lo tanto capaces de crear “fluidez” y “constancia” .

Fonagy analiza la relación entre mentalización y lenguaje en los trabajos de Luquet (1987), André Green (1975), Hanna Segal (1957) y Joyce Mc Dougall (1978). Es posible citar tambien, en la actualidad, los aportes de Auerbach (1993,1996). Esta corriente de investigadores pudo comprobar (Schneider-Rosen et alter, 1984-1991) que “los preescolares que habían padecido traumas y abusos mostraban menos afectos positivos al reconocerse a sí mismos en el espejo que niños control de la misma edad.” Demostraron que esos niños padecían un déficit específico en el uso de palabras que se referían a los estados internos y que tal uso del lenguaje tendía a estar vinculado con el contexto en el que se encontraban.

La investigación realizada por Fonagy en la Clinica Menninger con niñas entre 5 y 8 años evidenció que aquellas que habían sido maltratadas padecían deficits específicos en las tareas que requerían mentalización, en particular aquellas criaturas que habían sufrido abusos sexuales. Las conclusiones obtenidas le permiten sugerir que el maltrato podría conducir a que estas niñas se “retirasen del mundo de la mente”.

Entre las conclusiones, la necesidad de proximidad de estas criaturas persiste y tal vez aumente como consecuencia del sufrimiento causado por el abuso. La proximidad mental se vuelve “insoportablemente dolorosa” y la necesidad de acercamiento se expresa a nivel físico. Lo que conduce, paradojalmente, a que el niño o la niña se sienta empujada a mantener una cercanía fisica con el abusador. La conclusión más significativa quizá sea: “La contradicción entre la búsqueda de proximidad en los niveles físico y mental está en la raíz del apego desorganizado que tan consistentemente se encuentra en las niñas que han sufrido abuso”

La hipótesis inicial propuesta por estas investigaciones sostuvo lo que habría de concluírse: el reconocimiento de los estados mentales del otro puede ser peligroso para el self en desarrollo. Es posible suponer que los estados mentales de organizaciones familiares violentas tendrán características peligrosas para las niñas: ” al reconocer el odio o los deseos asesinos involucrados en las conductas de maltrato que fuerzan a la criatura a verse a sí misma como poco valiosa y poco merecedora de amor”.
Otras hipótesis, de mayor complejidad, referidas al mundo representacional, al mundo público, a las funciones de apego, a la función de la inferencia y al nivel neuroevolutivo del desarrollo (elevación del corticol) aparecen en dichas investigaciones refinando las informaciones y los datos que hasta ahora conocíamos acerca de los efectos del maltrato.

Por su parte, Fisher (1990) ya había señalado la probable asociación entre el maltrato y el splitting de la función reflectiva, incluyendo sus efectos en el campo de los trastornos de personalidad.

Para el caso de algunas niñas maltratadas la representación que tienen de sí mismas es torturante. Una vez que dicha representación se internalizó y se posicionó dentro de la representación del Self, esta representación extraña tiene que ser expulsada debido a su carácter persecutorio. Es posible deducir que los efectos de este proceso en la regulación de los afectos son -con palabras de Carlsson y Sroufe (1995 “desastrosos”.

Esta línea de investigación enriquece las búsquedas y conclusiones que se refieren a los efectos nocivos de los malos tratos contra niñas y niños, y permite fundamentar una apreciación reiterada en las conclusiones acerca de dichos efectos: las adultas maltratantes, suelen haber sido, a su vez, criaturas maltratadas.

2) Metodologías utilizadas durante el último quinquenio respecto de la clasificación y corroboración de malos tratos contra la infancia

Los modelos corresponden a la edición del Informe Final del Estudio Canadiense acerca de (…) casos de violencia y negligencia contra niños y niñas (1998)

Ordenan las tradicionales clasificaciones según se trate de 1) niveles de clasificación principales o 2) niveles de clasificacióin secundarios y definen los grados de corroboración del maltrato : corroborado, presumido y no corroborado. Cualquiera de ellos depende de la demostración o prueba.

Estas corroboraciones pueden superponerse o excluírse por ejemplo si se demuestra que un niñó no fue violado pero se prueba la negligencia en su cuidado. El nivel de agregación de cada cuadro enunciativo de malos tratos (físicos, psíquicos, etc) influye sobre los porcentajes de corroboración, lo cual en oportunidades torna difícil la evaluación del historial.

Las familias son encuestadas sistemáticamente y en caso de encontrarse una criatura maltratada, también se encuesta a sus hermanos, dada la presunción de un maltrato posible.

Las estimaciones de las encuestas y estadísticas no tienen en cuenta los incidentes que no han sido indicados, señalados, referidos (signalés) a los servicios de protección a la Infancia (en Canadá), así como los casos que esos servicios han eliminado antes de tomarlos como objeto de una investigación profunda y aquellas historias sobre las cuales la policía ya intervino.

Vigilacia epistemológica

I) La vigilancia epistemológica focalizada en los desarrollos de investigaciones conocidas y en la bibliografía internacional permite inferir que los estudios referidos al maltrato privilegian la edad del deambulador , el preescolar y la niñez. Los malos tratos hacia las recién nacidas y lactantes suelen repertorizarse a partir de la muerte de bebes por golpiza o por ser sacudidos contra una pared; la posterior intervención policial queda a cargo del hecho. Esta indole de maltrato se incorpora jurídicamente en la categoría de violencia física productora de muerte, pero desconocemos el destino de hermanas o hermanos de este bebe.

Se advierte la escasa importancia que se otorga a las maniobras con las recién nacidas, responsabilidad de aquellas pediatras, nurses, enfermeras que pueden maltratar por exacerbación técnica; o bien la existencia de maniobras psicosociales y jurídicas que en algunas oportunidades están destinadas a separarlas de sus madres “negras y pobres, para que estén mejor con una buena familia” (Giberti E, Chavanneau de Gore S., Taborda B.(1996.) Hechos pueden ser verificados por jueces que han debido intervenir en busca de la restitución de bebes tramitados según lo expuesto. Estos malos tratos posibles no han sido repertorizados, si bien existen documentos que, internacionalmente, se refieren al tema.

La agonía a la que se puede exponer a un bebé en un intento de infanticidio constituye uno de los parámetros de victimización omitidos en los análisis de las violencias. Alcanza con leer la crónica policial cuando se encuentra un bebé encerrado en una bolsa de plástico, destinada a la recolección de basura. No encontré, formando parte de las clasificaciones destinadas a ordenar los tipos de malos tratos, este paradigma indiciario de crueldad. Que actualmente se completa, entre nosotros, con la desnutrición de bebés y primera infancia, agravios que, para las personas distraídas, parecían limitarse a los videos y fotos provenientes del Africa y de la India.

La metodología para analizar dichas situaciones debe ser reformulada puesto que ese universo reclama tratamiento que resguarde su peculiaridad.

II) Generalizar los efectos del maltrato contra niños y niñas, como si las consecuencias sobre ambos fuesen equivalentes o iguales, visibiliza la desmentida, la negación, y/o el sexismo encubierto de quienes así proceden. Mecanismos que impiden conectarse con informaciones internacionales y epidemiológicas. Reproduzco el último informe (1998) de Save the Children.

“Las niñas sufren de una y media a tres veces más abusos sexuales que los niños. Se dan en todas las edades, pero más frecuentemente entre los 10 y los 13 años. En el 46% de los casos, se repiten más de una vez sobre la misma víctima.” Se refiere a España.

“Los abusos tienen efectos diferentes para niños y niñas. Los niños varones que han sido agredidos es más probable que abusen de otros menores y suelen mostrarse agresivos, mientras que las niñas suelen sentir depresión y ansiedad.

El hecho de ser niña (mujer) es, indudablemente, uno de los factores que hace mucho más probable llegar a ser víctima de abusos sexuales. Los resultados de los estudios coinciden en que las mujeres sufren el abuso sexual infantil de una y media a tres veces más que los hombres6. Un sondeo nacional del Gobierno Federal de Estados Unidos mostró, por ejemplo, que, en este país, las niñas sufren tres veces más abusos que los niños.”

En cuanto a los agresores, la mayoría son varones que, casi en la mitad de los casos, realizan su primer comportamiento de abuso antes de cumplir 16 años”

Aunque El Siglo del Niño primero y la Convención más tarde se evalúen como desafíos promotores de cambios sustanciales en el trato que se ejerce con niños y con niñas, si las investigaciones, ensayos y comentarios técnico/teóricos insisten en equiparar ambos géneros en la evaluación de las consecuencias del maltrato y del incesto, continuarán reproduciendo los contenidos de las estructuras dominantes –en su dimensión sexista- que impulsan y toleran la persistencia de los malos tratos. (Giberti E. 2001)

III) Incesto: desagrego este nivel de violencia de la categoria abuso sexual porque entiendo, junto con S.Lamberti (Giberti 1998), que el incesto debería ser un delito autónomo incriminable.Que no debe confundirse con un abuso, delito que puede ser llevado a cabo por cualquier persona que no sea el padre de la víctima.

Ser violada por el padre durante la niñez configura una índole de victimización que se diferencia de ser violada por un familiar cercano, o por un desconocido.(…) La niña creció incorporando un vínculo que, de acuerdo con pautas culturales básicas, incluyó la idea y experiencia de padre; éstas , casi con seguridad, debieron ser acompañadas por la transmisión de respeto o de temor hacia ese individuo,(…) así como. el reconocimiento de la función parental asociada con el cuidado y el amor. Ese clima impregnado por los cuidados tempranos libidinizados es el que aprovecha el padre para crear una lógica particular que se instala en la relación con su hija /niña. La violación no se produce intempestivamente -salvo excepciones- sino después de haber creado las condiciones que la facilitarían; una lógica preexistente en la que la violación se incluye como un corolario natural a esta lógica que se caracterizó por el trato que el padre daba a la niña y que se instituyó para ella en el orden de lo natural . Esta es una de las características que diferencia a la violación por parte del padre, de aquellas que pudieran producir otros individuos”

Posicionar el incesto como integrante del abuso constituye una de las multiples maniobras del patriarcado destinada, en este caso, a encubrir la gravedad del hecho y a facilitar las prácticas jurídicas destinadas a disminuir la responsabilidad parental y por ende, su condena. Advertir la diferencia entre un violador conocido o desconocido y un padre, es algo sencillo: entonces, el hecho de acumular a estos sujetos en el mismo ámbito responde a su categorización como varones (imaginariamente igualados por sus anatomías) disimulando la existencia del vínculo consanguíneo y los contenidos simbólicos del mismo, asi como la responsabilidad que le compete a un padre. Es significativa la aceptación socializada de este deslizamiento que no logra ocultar la permisividad cómplice que hacia el padre violador promueven las prácticas sociales.

IV) La misma vigilancia epistemológica recala en la que entiendo debería instituirse como demanda inexcusable : la reformulación del concepto de maltrato referido a niños y a niñas. Sería preciso tener en cuenta que las modificaciones en favor de niños y de niñas que incorporó la Convención, sin embargo ocultan los principios que permanecen regulando las estructuras sociales y las representaciones de niñas y de niños. Son principios organizadores de nuestra visión del mundo que están regidos por la violencia y que, tal como Bordieu (2000 ) los describió permanecen inmunes a la argumentación racional. Cuando el mismo autor insistió en la necesidad de lograr una revolución simbólica que, para triunfar, debería transformar las interpretaciones del mundo, apuntó justamente a esos principios que están inscriptas en las disposiciones inconscientes de los hombres y también de las mujeres.

Dado el significativo cambio de las pautas culturales y dadas las nuevas políticas públicas generadas por el cumplimiento obligatorio que la Constitución Nacional impone para la Convención por los Derechos del Niño, la Niña y la Adolescencia, los enunciados que actualmente se han transformado en tradicionales acerca del maltrato y de las violencias que padecen la infancia y la niñez, a pesar de su vigencia, adolecen de inermidad conceptual.

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* Datos sobre la autora:
* Eva Giberti
Licenciada en Psicología y Psicoanalista

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