Edición verano '99
(para el hemisferio sur)

El cuerpo de la hipocondría en Macedonio Fernández
DOLOR A LA CARTA

Por:
Demetrio Demirdyian
*
(Datos sobre el autor)


"Yo todo lo voy diciendo para matar la muerte de Ella."
M.F.



Las "Teorías" escritas por Macedonio Fernández, en su mayoría antes de 1920, permanecieron inéditas, sin revisión y prácticamente dejadas de lado -tal como era su costumbre- hasta 1938, momento en que fueron pasadas en limpio y organizadas para su publicación ocurrida muchos años después, recién en 1974.

Son apuntes, reflexiones y teorizaciones que incluyen su "Crítica del Dolor", "Teoría del Valor", "Teoría del Esfuerzo", "Reglas eudemonológicas", notas para una "Teoría de la Salud", y una "Teoría del Estado", y por último una "Teoría del Arte, la Novela y la Humorística".

El trayecto que separa estas "Teorías" -en ocasiones revisitada en pos de una Metafísica siempre prometida y jamás concluida- de las "Cartas" enviadas a su amigo médico Julio Cesar Dabove, nos lleva desde sus primeros escritos -su prehistoria- hasta el fin de sus días, con la constante a la que nos convoca en ese recorrido: una colección de partes de su cuerpo doliente, acompañado del conveniente horóscopo de quien pronostica lo poco o mucho de muerte que pueda haber en ellas.

De sus "Teorías" a las "Cartas", tenemos treinta o cuarenta años de un menú que no termina de alejar el dolor, con distinto tratamiento.

"Yo nací para defenderme por el saber...", dice Macedonio, "...y de ello me hice consciente hacia los 18 años cuando comenzó mi dolor de juventud. Entonces ardiente, desesperadamente, busqué defensa en el saber de los otros..."

El saber de sus "Teorías" viste a la prehistoria. En ellas desarrolla sus mediciones de placer y dolor, de dicha y desdicha, que conforman una política del cuerpo. La que hace sistema con su energética de intensidades variables, que nos recuerda al Proyecto freudiano en su faz económica.

Macedonio no hace metapsicología, hace una metafísica en la que trata a su cuerpo como otro. Es un lugar donde mantiene un diálogo, un contendiente con el que lucha y al que le gana por muy poco. "La vida es aceptable... eso si, con un resultado levemente optimista". Saldo que la "Eudemonología", esa Ciencia-Arte hecha de máximas y fundada en la ética estoica, no podrá acrecentar. No solo allí encontramos la marca estoica de Epícteto, sino también en la aceptación de lo real de un destino contra las fuerzas de la pasión que producen intranquilidad. Allí, dice, radica la felicidad.

A los Estoicos tal teoría de la resignación no les impedía ejercer una crítica social y política, también frecuentada por Macedonio en numerosos escritos.

El deseo de saber sobre el cuerpo se extiende de un extremo al otro de su errancia. La palabra, permanentemente parasitada por la presencia alucinatoria del cuerpo, pide con urgencia el restablecimiento de una homeostasis quebrada por el dolor. La primera medicina que encuentra Macedonio es erogeneizar el saber en un intento de arropamiento de un cuerpo siempre extraño y frío, al que hay que abrigar en exceso. El decía que la piel no lo defendía, que al tener poca grasa y ser muy delgado ( llegó a pesar cuarenta y tantos kilos ), había que ayudar a la piel a cumplir su función; para eso se ponía tres o cuatro sweaters, bufanda y gorra de vasco hasta la llegada del verano -1-, con el agregado de hojas de diarios entre su ropa y una bolsa de agua caliente en su pecho. El sobretodo hacía las veces de una envoltura adicional: "El sobretodo es el cuerpo y morir es sacarse el sobretodo".

De esta forma el cuerpo adquiere estatuto de objeto, que juega en la escritura hecha de ausencias y presencias su chance de velamiento.

A los 32 años de edad, unos quince antes de la muerte de su esposa Elena de Obieta, Macedonio escribe un balance, en el marco de sus teorías de la salud, en el cual traza un pronóstico con las prevenciones necesarias para todas las situaciones de dolor futuro.

Es con este dolor al que tanto temía, que Macedonio parece estar dialogando largamente. No admite interferencias en esa conversación. Es bien conocida por todos su postura contraria a toda Terapéutica -con mayúsculas-, así como su rechazo a los médicos: "La vida es algo demasiado importante como para dejarla en sus manos".

Es que Macedonio practica su propia medicina. Él escribe. Escribe sin importarle la publicación. Escribe atravesado, como dice su primo Gabriel del Mazo en un testimonio, "porque atravesado se distinguía de alguna manera; aunque sea cortando". Escribe en los márgenes, en papelitos, que luego guarda en lugares insólitos e inhallables como cajas de zapatos o de galletas. Macedonio juega muy seriamente, "a la escondida". Su caligrafía difícil y encimada será trabajo de desciframiento para Adolfo, uno de sus hijos.

Su escritura, casi como un ritual imparable, llena ese vacío intolerable, que tiene como fin el acotamiento del goce del cuerpo como presencia absoluta.

El dolor hace superficie para que la escritura se ponga en el lugar de la ausencia que en él falla. Dice "Y como fin busco la liberación de la noción de muerte: la evanescencia, trocabilidad, rotación, turnación del yo lo hace inmortal, es decir, no ligado al destino de su cuerpo" "Efectividad de autor en sólo Invención".

Invención que para él debía ser la escritura, ahora como lugar del bálsamo que alivia las penas adocenadas, en el intento de negar la contingencia de la muerte. Desalojar a la muerte, llevar al cuerpo al máximo de analgesia para no suicidarse: "el suicidio que espere hasta tener razón", decía.

Es el afán de nadificarse, de ausentarse por la escritura y no solo con ella, lo que lo lleva a la noción de "suicidio analgésico" como sumatoria de negaciones: ni cuerpo, ni realidad, ni lenguaje.

La inmaterialidad propuesta se inscribe en la misma línea evanescente de su juego de ausencias. En palabras de Jorge Luis Borges: "...he sospechado que negó el yo para ocultarlo de la muerte, para que, no existiendo, fuera inaccesible a la muerte".

La muerte de Elena, con quien se había casado a principios de siglo y con quien tuvo cuatro hijos ocurrió en 1920, significando una bisagra que abre a su errancia fantasmática. Macedonio tenía en ese entonces 46 años y "escribió una famosa elegía, considerada por la crítica como uno de los poemas fundamentales de la literatura argentina" -3-."Elena Bellamuerte" cuya síntesis "Amor se fue", de sólo cuatro versos enuncia:
¨Mientras duró
de todo hizo placer
Cuando se fue
Nada dejó que no doliera¨

Otro poema de ese mismo año golpea sobre el primero:
¨Que ese dolor es el dolor que quiero. Es ella.
Y soy sólo ese dolor. Soy Ella
Soy su ausencia, soy lo que está sólo en Ella.¨

"Elena Bellamuerte", permaneció perdido en el fondo de una lata de galletitas, junto con otros escritos jamás encontrados de sus continuas mudanzas por distintas pensiones del barrio del Once y de Tribunales que comenzaron en ese entonces -3-.

En los años siguientes publica por diligencia de algunos de sus amigos y sin que él se ocupara demasiado, "No toda es vigilia la de los ojos abiertos", "Papeles de Recienvenido", y "Una novela que comienza".

Del '43 al '49, algunos años antes de su muerte ocurrida en 1952, escribe las cartas dirigidas a su amigo médico Julio Cesar Dabove, que si bien no atendía personalmente las afecciones de Macedonio, era destinatario y confesor, a la vez que escritor él mismo. En las mismas se refiere a cuerpo auscultado con detenimiento, enumerando sus órganos, aislados en una presencia alucinada, relojeados momento a momento para apuntalar una homeostasis que se desbarranca con facilidad.

Mientras Macedonio Fernández se decía inmortal, vivía "acosado por todos los imaginables miedos hipocondríacos". -2-

Lleva como una especie de diario fisiológico -como lo llama su amigo Francisco Luis Bernárdez- con anotaciones horarias que a veces escribe en un pizarrón, que tanto parecen de un meteorólogo como de un anatomopatólogo.

Un recorte de frases de algunas de esas cartas nos lleva a leer sobre ese diario.

"Cesar:
Te resulto una preocupación, pero compensaré algo con mis estudios paralelos a esta enfermedad y por otra parte no confío que nadie entenderá mis males como vos(...)

Siempre quiero escribirte, y más cuando sobrellevo altibajos continuos y un desmoronarse por todos lados: ojos, uréter, hernia, insomnios incesantes, ruidos y fríos y expectoraciones del pecho, hasta a veces una puntada en el lado derecho del pulmón, que parece cesar con solo eructar (...)

Yo salgo ya sólo una o dos veces por mes; enseguida caigo en una semana de depresión, incomodidades corporales.(...)

De todos modos, este vivir ni vale ni no vale, puede renunciarse sin perder nada (...) la posibilidad de vivientes eternos, o sea el problema de sí: el uso de la vida gasta la vida, o sólo la gasta el mal-uso, o la contrariación a la vida es lo que la extingue. ¿La vida mata? Yo creo que en el vivir no hay desgaste como vida, sino sólo como vida contrariada. (...)

Descanso inmediato y pequeños cuidados paran cualquier enfermedad (que no sea de dolores intensos que todo lo embarullan). (...)

Tomo media digitalina todos los días, siempre me gusta, por ser amarga es aperitiva y debiera tomarse antes de comer. Habría que probar, en gustación, todos los remedios famosos: iodo, mercurio, fosfatos, bismuto, hierro, opio, quinina, salicilatos, insulina, y tomar habitualmente los que netamente gusten y cómo y cuándo gusten. Ensaya para ti el opio. (...)

Casi no hay insomnio puro, siempre hay inconvenientes para el dormir. El gran analgésico, para conciliar el sueño también, es entregarse a la imaginería que nos guste; la sexual es una de ellas, pero puede exasperar (...)

No hacer esfuerzo directo por dormir, el invento popular es el mejor: contar hasta cien. O adoptar un tema fijo, casi único, de ensoñación, de imaginería agradable y tan pronto puesta la cabeza en la almohada entregarse a él (...)

Y nada más, quería que tuvieras todos mis datos de paciente. Hay que procurar tomar nota escrita en el momento mismo; aquellos se pierden, yo perdí muchos. No te escribiré más sobre mis cavilaciones.

Tuyo Macedonio."


Cabría agregar que tenía temporadas fotofóbicas, guardaba cosas en un ropero y las buscaba con una linternita, que también utilizaba para leer. Declaraba tener problemas respiratorios desde el nacimiento y anotaba con exactitud la hora de dormirse para descontar el tiempo de sueño al despertar.

En esta extracción de sus cartas, el dolor junto a lo mortal de un soma desvitalizado pero no instituído como ausencia, continúa su infinito diálogo, tejido con lo que aún conserva de sus "Teorías", pero dejando ver más de una punta de lo que al principio parecía vestir con su escritura.

Es Freud quien nos dice que el dolor narcisista va dirigido a una función más "originaria" y surge como "más acá del principio del placer", como un dispositivo de urgencia del individuo, en el repliegue producido por los fracasos del anclaje del cuerpo en los amarres significantes. Desde este punto de vista, el dolor en la hipocondría no es descifrable según la lógica metafórica del síntoma. Ese lenguaje de órgano, que bascula entre la neurosis y la psicosis, borra toda huella de erogenización, parece esfumar toda relación libidinal con el cuerpo y su veladura imaginaria.

En su "Introducción del Narcisismo", Freud insiste que tanto en la hipocondría (que llega un poco más tarde al campo de las neurosis actuales siguiendo a la neurastenia y a la neurosis de angustia) como en la enfermedad orgánica, el deseo deja de circular, y el Yo, identificado con las partes del cuerpo, arrastra al falo imaginario. Señala asimismo la función -paradójica- de autoconservación de las formaciones narcisistas, que en su repliegue y embalse libidinal vienen a restablecer con su estatuto de órgano, la ilusión de una completud que deja sin embargo al individuo al borde de un precipicio: el de la permanente amenaza de desintegración corporal.

El hipocondríaco, podríamos decir, en su rigidez imaginaria, se rompe pero no se dobla, indicando "la cerrazón de un narcisismo en ocasiones inabordable." -4- Quizás sea venturoso ligar tal cerrazón a la nota al pie de página puesta por él mismo a una de las cartas extraídas de su epistolario y mencionada más arriba: ¨sin fechar, no enviada, ensobrada, cerrada y quedada.¨

La hipocondría no interroga. Es un discurso que localiza una presencia excesiva, la del goce que se muestra como dolor. Dolor que viene a dar cuerpo a la pérdida real. En este punto es donde Freud invita, dentro de las coordenadas del duelo, a tratar la pérdida como si ésta representara la lesión de un órgano.

Aunque articulado en forma de tejido significante en sus "Teorías", al modo de una red protectora constituida por su escritura, el dolor en Macedonio Fernández persiste, está todo el tiempo como algo de ese goce en lo real que no termina de enhebrarse a la pérdida de la presencia actual del falo imaginario. -5-

El quiebre que representa para él la desaparición de la figura de Elena parece llevarlo a un vagar del que puede dar cuenta su errancia. Mientras que sus cartas del final, nos cuentan de la dimensión inalterable del Otro, que en su integridad lo muestra con el desabrigo de la desnudez y el impudor de "un desmoronarse por todos lados".



Notas y Bibliografía

-1- Testimonios de Adolfo de Obieta y Gabriel del Mazo. Hablan de Macedonio Fernández: Editorial Atuel.

-2- Germán L. García.Macedonio Fernández: la escritura en objeto.. Siglo Veintiuno Editores.
Germán L. García .Hablan de Macedonio Fernández: Desvivirse de Macedonio. Editorial Atuel.

-3- Jorge L. Borges: ¨Yo que te amé hasta el plagio¨. Comentario de Horacio Salas. Obras Completas. Emecé Editores.

-4- y -5- Cristina Marrone: Introducción al Seminario de Clínica de Borde año 1994. Revista Clínica de Borde número 1. Convocatoria Clínica Ediciones.

- Macedonio Fernández: Obras Completas. Vol II, Epistolario y Vol III, Teorías. Ed. Corregidor.

- Freud, Sigmund. Introducción del Narcisismo. Obras Completas. Amorrortu Editores.

- Freud, Sigmund: Duelo y Melancolía. Obras Completas. Amorrortu Editores.



* Datos sobre el autor:
* Demetrio Demirdyian
Psicoanalista

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