Este texto un poco escrito sobre la marcha, en el aire caliente que se respira a
diario por la situación que nos toca vivir hoy; nace a partir de una reflexión que
sobrevuela y que surge de experiencias en curso, se basa en la necesidad de
compartirlas y de hacerlas compartibles. Necesidad que interpela el orden
institucional, necesidad que surge de estar en el territorio, necesidad que transmite
la población con la que trabajamos a diario, sus necesidades. Este texto trata
acerca del trabajo en territorio en tiempos de Covid-19.
Una mirada al contexto
El 11 de marzo de 2020 la OMS declaró la Covid-19 como una nueva pandemia
que azota al mundo entero instalando una crisis sanitaria a nivel global. Mejor
sería expresar que esta crisis sanitaria no es producida por un virus, sino que es
una expresión nueva de la crisis global que el neoliberalismo impone a todo el
planeta, con variantes particulares según los países.
Si decimos que esta pandemia es una crisis global ocasionada por el
neoliberalismo es porque la estamos relacionando con el sistema alimentario
agroindustrial. Según Silvia Ribeiro (2020) hay consenso científico de que el
origen de este nuevo virus es zoonótico. Según la autora el factor fundamental es
la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por
asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial.
A ello se
suman tres causas concomitantes y complementarias: la cría, industrial y masiva
de animales, la agricultura industrial con agrotóxicos y el crecimiento
descontrolado de la marcha urbana y las industrias que la alimentan. En conjunto,
las tres son causa de la deforestación y la destrucción de hábitats naturales. Esta
alteración de los ecosistemas ocasiona la migración de especies a nuevas áreas y
con ellas el desplazamiento de virus con los que conviven, que en sus condiciones
silvestres se encontraban controlados.
La preocupación de la OMS acerca del avance del coronavirus en América Latina
y el Caribe revela las desigualdades existentes, veladas. No se trata sólo de la
falta de insumos de protección o fortaleza de los sistemas de salud sino y sobre
todo de los condicionantes sociales en los que el virus se reproduce y las
consecuencias de su afrontamiento: condiciones habitacionales de hacinamiento,
falta de saneamiento, desempleo, falta de ingresos en los hogares, accesibilidad al
sistema de salud, cuidados de las personas mayores, etc., etc.
En Argentina, los últimos cuatro años de neoliberalismo bajo el gobierno de
Mauricio Macri nos dejó inmersos en una crisis social, económica y alimentaria, de
consecuencias tan nefastas para los sectores más pobres de la población que
llevó a que el gobierno de Alberto Fernández pusiera en marcha el Plan “Argentina
contra el hambre”; a ello se suma, por si fuera poco, la crisis sanitaria que
ocasiona la Covid-19.
Una de las preocupaciones se centra en tratar de evitar que el virus llegue en
profundidad a la provincia de Buenos Aires, principalmente a los barrios más
carenciados del conurbano bonaerense. Preocupa principalmente la existencia de
un fuerte déficit de agua potable, las condiciones habitacionales de hacinamiento,
los hogares escuetos, los hogares monoparentales con mujeres a cargo de hijes,
el consumo problemático de sustancias en los jóvenes, la situación de muchos
adultos mayores que viven en soledad, los problemas de alimentación, la pobreza,
la extrema pobreza y el acceso al sistema de salud, las situaciones de violencia
doméstica, entre otros.
En el ámbito singular de los individuos y familias cambios en su cotidianeidad
doméstica, que alteran la interacción cotidiana con uno mismo y con los otros; la
vida cotidiana se llenó de nuevos consejos de higiene, protocolos o rituales: no
saludar con un beso, no saludar con la mano, sólo saludar con el codo, ya no más
abrazos, viajes suspendidos, si estornudamos taparnos con el pliegue del codo,
evitar llevarse las manos a la cara especialmente no tocarnos la nariz, la boca y
los ojos, lavarnos frecuentemente las manos con agua y jabón sin olvidar lavarnos
entre los dedos y las muñecas, usar alcohol en gel, usar alcohol blanco al 70%,
tener la casa bien desinfectada con lavandina, antes de entrar en casa dejar las
pertenencias que vienen de la casa en un rincón o adentro de una caja a la
entrada, limpiar celular, lentes, llaves, billetera o monedero, la ropa directo al
lavarropas, no tocar nada antes de uno bañarse y estar bien desinfectado, si
tocaste algo no te olvides de desinfectarlo, limpiar la superficie de la casa que
haya estado en contacto con todo lo que se trajo del exterior, “aislamiento social”,
un metro de distancia, usar barbijo, tocar lo menos posible, quédate en casa,
quédate en el barrio, salí sólo para hacer las compras imprescindibles, cuando
volvemos de pasear a tu mascota desinféctale las patas antes de entrar a tu casa,
cuando volvemos de hacer las compras desinfecta cada uno de los comestibles u
objetos que hayas comprado, las calles cuasi desiertas, largas filas o colas para
comprar afuera de los pocos comercios abiertos, Aislamiento Social Preventivo y
Obligatorio para todes, controles policiales, permiso de circulación, servicios de
información totalizada por el coronavirus, las cifras de infectados, muertos,
curados, entrevistas a especialistas, opinólogos, todólogos, repudiólogos, nuevos
comportamientos humanos repudiables (“no son vacaciones” “la culpa es de los
que vienen de afuera”), ¿qué está pasando?, ¿a quién creerle?, ¿es inédito en la
historia de la humanidad algo como esto?, ¿qué va a pasar después?
Si para algunos, antes del coronavirus, el otro era “peligroso”, ahora se convirtió en
un peligro de muerte o por lo menos de contagio entonces, quédate en tu casa, no
salgas a pasear ni a hacer ejercicio al parque, 1 metro de distancia, no vayas a hacer
compras en pareja ni con tus hijes, fronteras nacionales cerradas, provinciales
también, y locales, control social, la mirada, la palabra, el gesto de desconfianza
absoluta, cuidate, cuidame, cuidanos, no me toques, no me roces, la interpelación
constante... ¿agobia, no?
Por suerte también hay de los otros ejemplos, de los
lindos de compartir y de los imprescindibles, de los necesarios. Y ahí tenemos los
aplausos a las 21:00, los miles de gestos de solidaridad en las redes sociales, los
pañuelos blancos en las ventanas, puertas, balcones, estos balcones que la
utilización del espacio doméstico han tomado una nueva significación, salir del
encierro, del aislamiento, escuchar una música de un vecino, lugar para salir a
tomar un poco de aire, respirar, reuniones virtuales con amigos, teleconferencias,
música en las redes, conciertos gratuitos, músicos solidarios, contenidos de tv
antes pagos ahora liberados, etc., etc., etc. En estos menesteres, entre otros, es
que anda parte de la nueva vida cotidiana.
Distanciamiento físico
Si el trabajo social es capaz de producir conocimientos es acerca de sus prácticas,
que están relacionadas con la vida cotidiana de la población. Estas prácticas son
posibles de llevarse a cabo en casos particulares (por ejemplo, una intervención
con una persona o con una familia) sin perder de vista el todo social, sin perder de
vista el proyecto colectivo con el cual uno se siente identificado. En la intervención
en territorio ponemos el cuerpo, pero lo hacemos desde categorías, sin caer en la
abstracción, relacionando teoría-practica.
Con la irrupción de la Covid-19 nuestras practicas comenzaron a verse desafiadas
porque implicaban nuestra presencia en el territorio, con la comunidad, el contacto
cara a cara con la población. Al decretarse el Aislamiento Social Preventivo y
Obligatorio (ASPO), como estrategia de enfrentamiento a la pandemia similar a la
utilizada en otros países, muchas instituciones pararon actividades, servicios
cancelados, intervenciones que se vieron interrumpidas, y en otros casos, muchos
3de nosotros comenzamos a trabajar en forma remota, a distancia. Cabe
preguntarse, ¿qué tipo de lazo social construye el trabajo a distancia?
Es cierto que algún grado de lazo social es posible sostenerlo desde las
intervenciones remotas y que muchos recursos sociales pueden ser gestionados a
través de internet. Sin embargo, nos parece que, en lo que refiere al trabajo
territorial, la atención remota conlleva limitaciones que no pueden ser subsanadas
porque requieren de una presencia en el campo de intervención.
Y que para poder sostener el distanciamiento físico es necesario estrechar el lazo
social, comunitario, y de los afectos. Y ello, nos parece, se construye en, con y
desde el territorio, con la comunidad. El recurso social no es un factor de
mediación entre lo macro social (Estado, políticas sociales, instituciones) y lo
micro social (familias, individuos), lo es si el territorio, la comunidad: el territorio es
el nexo entre lo macro social y lo micro social... ese lugar de lo micro está
atravesado por lo macro y mediatizado por lo territorial (Carballeda, 2017; 50). El
territorio aparece, así como lugar privilegiado para la intervención, en su
dimensión material y simbólica.
También comenzaron a sobrevolar nuevos conceptos y categorías como el
aislamiento social o distanciamiento social. Sin referirme a su decreto
reglamentario, el ASPO implica, entre muchos otros aspectos, el confinamiento en
el hogar para toda la población, el mantener una “distancia física” de un metro
entre personas, y la entrada en escena de una serie de recomendaciones,
consejos de higiene, protocolos, nuevos rituales de que invaden nuestra vida
cotidiana, como apuntábamos más arriba. ¿Amerita ello un aislamiento total, una
paralización de todas las actividades, de los servicios?
Si observamos de qué manera se contagia el virus y las precauciones, los
cuidados que debemos adoptar para trabajar en territorio, podríamos adoptar las
precauciones necesarias para hacerlo. Lo que no nos puede pasar es que el
miedo paralice e imponga aislamiento. El mundo se detuvo, pero el pueblo sigue
ahí con sus necesidades insatisfechas, con sus derechos irresueltos, no
desaparecen, requieren de atención y resolución.
El punto es que la necesidad de esta distancia física de un metro es real (y la
necesidad de que confiemos en ello también). El punto es también que llamarle a
esa distancia física “social” resulta un tanto cuestionable porque reduce lo social al
contacto físico, lo equipara al tocar, a la proximidad física, orgánica, natural, no da
lugar a que lo social también incluye sentimientos, emociones, afectos, no da lugar
a la existencia del lazo social en tanto aquello que nos une unos a otros en
nuestra materialidad concreta y simbólica. De ahí nuestra intención de trabajar con
el concepto de distanciamiento físico y no con el concepto de aislamiento social.
Es necesario en este sentido, interpelar el estado de excepción instalado, en el
que las mayorías de las instituciones donde trabajamos suspendieron sus
actividades o imponen la decisión de trabajar a distancia.
Entonces la propuesta es que respetemos el distanciamiento físico y estemos en
el territorio, en lo comunitario, construyendo lo común. Pero hagámoslo con
responsabilidad, trabajemos en equipo, pensando en la importancia del
autocuidado, porque no tenemos las herramientas, no estamos preparados para
enfrentar esta pandemia, cuidémonos, cuidándonos, tomemos las medidas de
protección de higiene correspondientes para cuidarnos y cuidar al otro, a quien
tenemos en frente, con quienes intervenimos, nuestro semejante. Si la patria es el
otro, cuidar a la patria es cuidar a ese otro, cuidar a ese otro es cuidar la patria.
Tramas Comunitarias
Desde hace algún tiempo, en trabajo social se viene trabajando asiduamente el
tema del armado de redes a nivel de grupos de trabajo, entre colegas,
instituciones, y a nivel de lo territorial entre vecinos, amigos, familiares,
organizaciones de base, etc.
El vínculo cara a cara entre usuarios y prestadores de servicios resulta
fundamental para la construcción de la confianza interpersonal y, en general, para
la efectividad de la atención brindada. En los barrios más carenciados muchas
veces este vínculo se encuentra mediado por organizaciones sociales de base,
que trabajan en red y que pujan por ganar mayor accesibilidad a derechos y
satisfacción de necesidades para la población que vive en el territorio.
Estas redes muchas veces funcionan a través de vínculos intermedios entre
familiares, vecinos, conocidos, amigos, allegados al barrio. Este rol de
intermediación muchas veces es cumplido por un referente territorial que muchas
veces ofrecen servicios de asesoramiento, acompañamiento, apoyo y contención
en casos de violencia institucional o problemas de accesibilidad, es decir cumplen
una función de acercar la distancia entre oferta y demanda, intervienen en la
relación derechos vulnerados-vulneración de derechos, necesidades de atención-
formas de expulsión del sistema.
Visto desde esta perspectiva, una de las dificultades que expresa el armado de
red es que los vínculos basados en relaciones interpersonales no necesariamente
implican una postura política de defensa de las necesidades del colectivo. Es
decir, no se inscriben en un proyecto colectivo que a futuro implique mecanismos
de empoderamiento, de transformación y emancipación.
En estos casos lo que prevalece es la subjetividad individual en la construcción del
lazo de la red, lo cual se traduce en un factor de vulnerabilidad del entramado
social para los casos en los que prevalecen opiniones o posturas o lecturas
diferentes en relación a cómo resolver los problemas o en relación a las lecturas
que se hacen del mismo.
En conclusión, en estos casos, cuando los vínculos interpersonales se quiebran o
se fracturan y por extensión la red se debilita y el lazo social también, lo que
prevalece es el problema, la necesidad insatisfecha, la vulnerabilidad, la
postergación de derechos vulnerados. Una posibilidad de superación de esta
problemática, a explorar, es pasar del intento de construir “redes” a construir
“tramas comunitarias”.
Tomamos la idea de las tramas comunitarias como aquellas “relaciones
motorizadas por la necesidad de afrontar una problemática compartida, desde una
perspectiva sociopolítica que atiende muy especialmente el empoderamiento que
se logra cuando la problemática que se afronta se instala en las representaciones
sociales como una cuestión colectiva” (Castronovo, R., 2008). Éstas no sólo
luchan por los derechos de los sujetos, sino que establecen vínculos de
autoprotección y ayuda mutua.
“... en la trama comunitaria estamos frente a un rasgo específico del
funcionamiento comunitario que parte de lo colectivo como eje ordenador y no
habla de vínculos sino de relaciones motorizadas por la necesidad de afrontar una
problemática compartida, desde una perspectiva sociopolítica que atiende muy
especialmente el empoderamiento que se logra cuando la problemática que se
afronta se instala en las representaciones sociales como una cuestión colectiva”
(Castronovo, R. 2008)
Para las organizaciones sociales implica un pasaje conceptual, migrar desde el
concepto de “red” al concepto de “trama comunitaria”. En el entendido de que el
concepto de red está más relacionado a los vínculos interpersonales e
intersubjetivos y, en cambio, el concepto de “trama comunitaria” se acerca más a
una perspectiva de empoderamiento de los sujetos que coloca en primer plano las
necesidades del colectivo. De esta manera se contrarrestan los efectos negativos
de tratar de lograr una mayor satisfacción de necesidades desde lo vincular, que
muchas veces se expresa en la ruptura de lazo social dentro de la propia
comunidad.
En este sentido, el concepto de “trama” implica un anclaje comunitario forjado en
un posicionamiento sociopolítico del colectivo, que trasciende necesidades
individuales, singulares, subjetivas que, sin perderlas de vista, se sustenta en
demandas histórico-sociales; lo colectivo como algo más que la suma de las
partes. Ese algo más se conforma de identidades, posicionamientos, pertenencia,
protección y control de hacia donde el colectivo quiere que avancen las respuestas
en relación a sus necesidades y demandas.
Entendemos que el armado de tramas comunitarias fortalece el lazo social cuando
éste permite avanzar hacia formas de organización colectiva que comienzan a
disputar el poder instituido, y ello se traduce de una acción liberadora y reparadora
en función de las necesidades. Señalamos de paso que para construir tramas
comunitarias es preciso estar en el territorio, no es algo que se logre desde la
virtualidad.
En un barrio, cualquiera sea, el enfrentamiento a la covid-19, los cuidados
necesarios, requiere de cuidados grupales, microcuidados, entre vecinos, amigos,
conocidos, que sostienen el lazo social y son expresiones de solidaridad. Este tipo
de acciones y cuidados requieren de la formación de una trama comunitaria, como
estrategia de intervención, dado que el concepto también alude a una “estrategia
de superación de problemas comunes a un grupo social”.
La construcción de tramas comunitarias encuentra en su camino varios
obstáculos. Algunos con los que ya estamos más habituados a encontrarnos y que
refieren a el individualismo, las ideas liberales que sobrevuelan, el hace la tuya, la
idea moderna de autonomía, la fragilidad de los vínculos interpersonales, la
desconfianza continua. Pero la Covid-19 también trajo otros desafíos para la
construcción de tramas comunitarias que refieren a la exacerbación de la idea de
que el otro es alguien peligroso para mí. Ese otro, ahora, es alguien que puede ser
portador de un virus, y que me puede contagiar, y por tanto me pone en riesgo y
amenaza mi supervivencia.
Pese a ello la Covid-19 también genera la necesidad de salir de esto de pie, y de
otro modo que como entramos. Un cambio en el sistema capitalista de producción
es urgente, un cambio en el sistema industrial agroalimentario es urgente, un
cambio en los valores e ideales a los cuales el neoliberalismo somete a vivir a
diario a grandes contingentes poblacionales es urgente. Nadie se salva solo
aparece como idea fuerza que opera como contrapunto al aislamiento social.
La construcción de un futuro diferente, de un mundo en el que quepamos todos
parece estar en marcha y los trabajadores sociales tenemos un lugar en esa tarea.
Algunas experiencias están en curso en torno a ideas fuerza como agroecología,
soberanía alimentaria, buen vivir, justicia ambiental, ética del cuidado, los bienes
comunes, entre otras: cuya clave es tanto la defensa de lo común y la recreación
de otro vínculo con la naturaleza, como la transformación de las relaciones
sociales, en clave de justicia social y ambiental (Maristella Svampa, 2020).
Las tramas comunitarias tienen la oportunidad de hacer efectiva su participación si
a medida que atraviesan el momento, van construyendo e inscribiendo sus
acciones en una narrativa emancipatoria, que permita prefigurar un mundo
sustentable y saludable para las generaciones futuras.
Bibliografía
- Carballeda, J. M. Alfredo (2017) Escenarios sociales, intervención social y
acontecimiento. Provincia de Buenos Aires, Argentina: Universidad Nacional de
Moreno Ediciones
- Castronovo, Raquel (2008) Tramas comunitarias. Material inédito de la cátedra
Promoción Comunitaria, Universidad Nacional de Lanús, Argentina.
- Ribeiro, Silvia (2020) “La fábrica de pandemias” en La Fiebre. Editorial ASPO.
- Svampa, Maristella (2020) “Reflexiones para un mundo post-coronavirus” en La
Fiebre. Editorial ASPO.
Abril de 2020