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La Intervención en Lo Social en Tiempos de Pandemia


Grupalidades virtuales. El impacto de la pandemia en los procesos grupales

Por Claudio Robles y Ana Sato
Claudio Robles. Profesor Regular Adjunto Carrera Trabajo Social UBA. Profesor Asociado UNLaM. Argentina.
Ana Sato. Jefa de Trabajos Prácticos Carrera Trabajo Social UBA, Argentina

El Trabajo Social como profesión y como disciplina ha prestado, históricamente, especial atención a los efectos del contexto social en la constitución del sujeto y sus relaciones interpersonales. Desde diversas perspectivas teóricas se alude al carácter determinante o condicionante de los factores macrosociales, supraestructurales, macrosistémicos, comunitarios, según cada perspectiva los nomine y explique. La teoría pichoniana ha explicado largamente el carácter producido (aunque también productor) del sujeto, al que comprende como “un ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente en relaciones que lo determinan. Nada hay en él que no sea resultante de la interacción entre individuos, grupos y clases” (Quiroga, 1986:32).

Desde hace unas pocas semanas, el mundo se ha visto profundamente impactado -y esperamos que también esté/estemos siendo interpelado/s- por el COVID-19, declarada por la OMS como pandemia el pasado 11 de marzo y que no reconoce precedentes a nivel mundial (no obstante otras pandemias como la viruela, el sarampión, la gripe española, la peste negra y el VIH) y que ha recluido a personas y familias a un aislamiento social, preventivo y obligatorio, impuesto por el gobierno nacional, a efectos de disminuir los riesgos del coronavirus.

Reflexiones de diverso orden vienen produciéndose en torno a este particular momento histórico, que incluye a pensadores como Byung-Chul Han, Slavoj Zizek, Giorgio Agamben, Alain Badiou, Markus Gabriel, para mencionar algunos. También desde el Trabajo Social vienen produciéndose distintos ensayos que abordan las intervenciones territoriales y microsociales; propuestas para el autocuidado de los/as trabajadores/as sociales; la revalorización del lugar del Estado; los nexos entre capitalismo y violencia; el riesgo a un aislamiento permanente por miedo al otro/a; las relaciones desiguales del encierro; el riesgo de la militarización de la vida cotidiana; el papel de los medios de comunicación, entre otros. Se trata de temáticas relevantes que instalan nuevos debates en el colectivo profesional y con las que mantenemos, en términos generales, acuerdos significativos.

Resulta impensado desde el Trabajo Social silenciar las desiguales posiciones y situaciones en que se encuentran los sectores más vulnerables. Tampoco desconocemos que existen sectores que se beneficiarán a costa del dolor y desamparo de los más indefensos/as. Nos motiva la esperanza de realizar un aporte, en tiempos de profundo dolor e incertidumbre, invitándonos -primero a nosotros/as mismos/as- a reflexionar en el vínculo con el otro/a. Transitamos un tiempo de crisis y éstas son también oportunidades para construir nuevos comienzos más humanos e igualitarios.

Esta pandemia ¿nos expone -de algún modo- a una nueva herida narcisista infringida a la humanidad? En efecto, fueron tres las heridas que como humanidad hemos vivido: la revolución copernicana (la Tierra no es el centro del universo); la revolución darwiniana (el ser humano no es producto de la creación divina sino de la evolución de los primates) y la revolución freudiana (el yo conciente no es el centro de la personalidad). No sabemos si esta pandemia reúne las características para imponer una nueva herida narcisista, toda vez que no es la primera ni la más grave -en términos de muertes- que otras pandemias han producido a nivel mundial. Pero sí podemos reflexionar sobre la posibilidad de que nuestro narcisismo en torno al conocimiento científico -como postulaba Freud- se constituya en el principal obstáculo para el progreso del conocimiento (Anzieu, 1971).

De allí que, en esta línea, nos interesa reflexionar en torno a las resistencias epistemológicas y prácticas a la virtualidad grupal, esta modalidad de comunicación interpersonal que se impuso de manera abrupta e inesperada en las familias, los ámbitos productivos, la escuela, la universidad y muchos otros espacios en los que, la privación del contacto presencial promovió necesidades que motorizaron nuevas formas de vinculación entre las personas. El llamado “aislamiento social” constituye un aislamiento físico que, en muy diversos ámbitos, no representa stricto sensu un proceso de desvinculación social, sino -y contrariamente- ha servido a los fines de pensar nuevas modalidades de estar con otros/as.

Tales experiencias nos empujan a mirar las diferentes escenas que emergen como signos, forzándonos a pensar por fuera de lo ya pensado, de lo que vemos en primera instancia, de nuestras representaciones y de las que se ponen en juego ante estos nuevos escenarios. Duschastzky sostiene que “el problema aparece cuando el pensamiento se ve sacudido por una fuerza que no alcanza a comprender, pero tampoco puede desoír (…) cuando lo pensado no alcanza (…) cuando percibimos inconsistencias” (Duschatzky, 2013:6) y lo inconsistente es aquello que no se deja atrapar por las representaciones.

Como trabajador y trabajadora social y como docentes de una asignatura que aborda los procesos grupales e institucionales, nos interesa interpelar(nos) acerca de las resistencias que algunos aspectos del mundo digital han generado y el viraje que muchas de estas prácticas de virtualidad han producido en nuestras representaciones -e, incluso, prejuicios- sobre esta modalidad de asociación de personas, los grupos virtuales. Hasta el advenimiento de esta pandemia, los grupos virtuales -salvo para quienes necesitaban de ellos de manera imperiosa, como las personas impedidas de deambular- eran observados con cierto desdén y desconfianza, acentuándose más sus obstáculos y riesgos que sus ventajas y posibilidades.

Nuestra propia formación académica y la que acompañamos como docentes de futuros/as trabajadores/as sociales ha puesto énfasis en la relevancia de las relaciones cara a cara -premisa que seguiremos sosteniendo-, pero aquello que hoy exige ser repensado es el lugar residual que le hemos asignado a los grupos virtuales y la imperiosa necesidad de reasignarles valor como recursos para enfrentar diversos problemas.

Desde el Trabajo Social, Fernández García y López Peláez (2010) sostienen que enfrentar las barreras que la brecha digital imponen en el acceso a Internet y el manejo de la información digital depende de cómo las instituciones públicas y privadas -incluidas las ONG- establezcan espacios que ofrezcan a los ciudadanos nuevas formas de enfrentar los problemas. Va de suyo que, la precondición básica para pensar el abordaje de esta cuestión es garantizar las condiciones de acceso a la tecnología a través de políticas públicas de carácter universal, tales como el programa Conectar Igualdad y la provisión de wifi de acceso libre y gratuito.

Cuando Anzieu (1971) historiza el concepto de grupo, fundamenta la existencia de una resistencia epistemológica a lo grupal, que deriva del temor de volver a pensar la propia situación en un nuevo marco de referencia sometido a discusión, de la dificultad de todo ser humano para descentrarse en relación consigo mismo; el grupo constituye una alienación para la personalidad individual ya que es vivido como peligroso para la autonomía, para la libertad. Para Anzieu, esa resistencia a pensar lo grupal deviene de la resistencia del sujeto contemporáneo a la vida grupal, al mismo tiempo en que las angustias a la despersonalización son el motivo de la resistencia epistemológica y práctica al grupo. Para la sociedad, el grupo es una fuerza a su servicio, al tiempo que puede volverse contra ella. El grupo es así, también, una amenaza por su carácter conspirativo, por su peligro virtual. La dictadura militar supo sacar vil provecho de esa amenaza, persiguiendo toda actividad colectiva, amenaza que se sintetizó en la idea extendida por entonces, que indicaba “más de tres personas es motín”.

Nuestra vida cotidiana transcurre en un contexto en el que estamos expuestos a ser partícipes de sucesos y/o de acciones propias y ajenas. Pareciera que esas acciones y ese caminar en la vida, nos conduce a modificaciones a veces imperceptibles en nuestra forma de ver y actuar en el mundo, como sostiene Janine Puget (2015). Ahora, ¿qué sucede cuando algo de lo impensado irrumpe en nuestra cotidianidad, poniendo en jaque nuestra forma de convivir, de relacionarnos, de amarnos, de trabajar, de conformar grupos, de producir y hasta nuestra manera de tocar y respirar? A nuestro entender, se produce en principio, una discontinuidad entre lo representado -1- y la presentación -2-, provocando altos grados de incertidumbre que pueden devenir en estados de sufrimiento, por tratar de seguir manejándonos con ciertos modelos que nos otorgaban tranquilidad y que en el presente y por el momento no son aplicables a esta nueva realidad. Sin embargo, al producirse una ruptura de las certezas que nos otorgaba aquello conocido y atravesar la experiencia de caminar en una zona enigmática, pueden emerger acciones creativas que instituyan nuevos modos de relación con el medio ambiente, y con ello, nuevas formas de grupalidades y de enseñaje -3-.

En tal sentido, Alain Badiou define acontecimiento como aquello que sucede y “hace aparecer cierta posibilidad que era invisible o incluso impensable” (Badiou, 2013: 21). Crea una posibilidad que necesita del trabajo colectivo o singular para que esa posibilidad se torne real y se inscriba en el mundo. Lo que sucede con un acontecimiento, es el quiebre de ciertas estructuras que nos otorgaban grados de certezas sobre los modelos que regulaban nuestras relaciones y va a “transformar en una posibilidad aquello que fue declarado imposible” (Badiou, 2013:23), posibilitándonos el beneficio de revisar nuestras formas de pensar, sentir y actuar.

La pandemia del Covid-19 es lo que Badiou define como acontecimiento. Con ella, no solo emergió el aislamiento social, el miedo, la incertidumbre y desolación, sino que también nos propone convertirnos en cartógrafos, cartografía comprendida como “diseño que acompaña y se hace al mismo tiempo que los movimientos de transformación del paisaje” (Rolnik, 1989).
Como docentes universitarios y en el afán de acompañar y sostener el proceso pedagógico, la realidad nos invitó a ensayar recursos digitales poco utilizados hasta el momento, como forma de compensar lo que no podemos hacer presencialmente. Es así que, en el movimiento del paisaje académico emergieron las clases virtuales y los grupos de wathsapp con los/as estudiantes. En los encuentros virtuales, surgen inquietudes y relatos que dan cuenta de otras formas de interacción, de procesos transferenciales, de identificación, de cooperación y de agradecimiento con la tarea propuesta y a la vez, abren la posibilidad de alojar las afectaciones que la perplejidad del contexto conlleva.
Teniendo en cuenta que uno de los problemas es no poder acceder a los contenidos teóricos en forma presencial, se abre la oportunidad de trazar otro territorio “… que sólo puede ser alojado en un encuentro y es justamente en él donde la experiencia educativa tiene lugar” (Duschatzky, 2010:294). Oportunidad que se desliza si estamos disponibles a lo que el espacio virtual y el paisaje actual nos entrega.

Entendemos la disponibilidad, siguiendo los aportes de Francoise Jullien, como un “abanico completamente abierto -sin rigidez ni evasión- de manera de responder plenamente a cada solicitación que surge (…) sin dejar de lado ni desatender nada…” (Jullien, 2013:35). De forma tal que, en el vínculo pedagógico, hoy, ya no sería estratégico encerrarnos en pensamientos binarios y excluyentes acerca de lo presencial o lo virtual. El contexto actual nos convoca a no aferrarnos a una sola posibilidad y esquema, sino que, y sin perder la globalidad, podamos inclinarnos a trabajar en situación y rescatar de ahí lo que la situación tiene para entregarnos.

Como ya deslizamos precedentemente, esta pandemia nos invita a estar “disponibles”. ¿Qué significa la disponibilidad y estar disponibles? Julliem realiza un análisis entre la noción de disponibilidad en el pensamiento europeo y el chino y sostiene la importancia de promoverla como una categoría ética y cognitiva. Desde el pensamiento europeo, la disponibilidad se relaciona más con posesiones, funciones y “podemos recurrir a ella de un modo familiar, deslizar el término en la banalidad de nuestras frases como una apelación al buen sentido…” (Jullien, 2013:23). En cambio, para el pensamiento chino, la disponibilidad es ética y estratégica; no se localiza, no se especifica, ni se impone. No proyecta porque no es conducida por ninguna intencionalidad; mantiene por consiguiente todo en igualdad. No opone ni fija nada. El conocimiento, al no estar orientado, se vuelve una vigilancia que no se deja reducir. La disponibilidad mantiene en pie de igualdad todo lo que se escucha para no dejar pasar ningún indicio.
Para el pensamiento chino, la disponibilidad está en el principio mismo del pensamiento. Disponibilidad de una disposición sin disposición fija (Jullien, 2013). En la coordinación de un grupo, uno de las actitudes del coordinador/a es mantener la “atención flotante”, capacidad para dejarse llevar por la información, permitirse resonar y, desde allí, elaborar hipótesis que siempre deberán ser confrontadas con el grupo. También poder ensayar la continencia del coordinador/a, que es la posibilidad de albergar al otro dentro de sí, sus afectos, ansiedades, proyecciones y fantasías, para devolverlas, descifrándolas, de manera que esos contenidos puedan ser reconocidos, asumidos y elaborados (Quiroga, 1986).

El acontecimiento dio inició a nuevas prácticas de relación social y de cuidado, muchas de las cuales motorizan -en el actual contexto- otras formas menos desiguales de distribución de las tareas domésticas. En materia de grupalidades, un sinnúmero de novedades forma parte de esta nueva cotidianidad: cenas familiares, reuniones de trabajo, clases universitarias, sesiones de psicoterapia, reuniones de amigos/as, clases de gimnasia, apoyo escolar, celebraciones de cumpleaños, son algunas de las múltiples actividades que vienen siendo realizadas en el marco de la virtualidad a través de diversos dispositivos y aplicaciones, algunos de los cuales nos resultaban absolutamente desconocidos. Se trata de experiencias que desafían la premisa excluyente de la presencialidad como prerrequisito ineludible del trabajo colectivo.

Para concluir, creemos que, en la enseñanza universitaria muy particularmente, esta disponibilidad ha motivado la necesidad de activar recursos muchas veces ya existentes, pero poco utilizados: los campus virtuales, que se han visto, incluso, colapsados, ante la masividad de su uso en esta pandemia, como nunca antes había ocurrido. De allí la importancia de estar disponibles a revisar prácticas, conceptos, tareas, atrevernos a descentrarnos, a habitar el vacío, a bucear en el caos y morar en la situación con la información que ella nos brinda, abriéndonos a la categoría ética y estratégica de estar disponibles a lo que en la situación y en el vínculo pedagógico emerja.

Notas
-1- En el sentido de reproducir algo anterior

-2- Término que alude a prácticas creadas en un puro presente (Puget, 2015)

-3- La expresión “enseñaje” surgió como un lapsus y da cuenta de la fusión interdependiente entre enseñanza y aprendizaje.

Referencias bibliográficas
- ANZIEU, Didier y MARTIN, Yves (1971). La Dinámica de los Pequeños Grupos. Buenos Aires: Edit. Kapelusz
- BADIOU, Alain. (2013). La filosofía y el acontecimiento: Con una breve introducción a la filosofía de Alain Badiou. Buenos Aires: Amorrortu.
- DUSCHATZKY, Silvia y AGUIRRE, Elina. (2013). Des-armando escuelas (Voces de la Educación). Buenos Aires: Paidós.
- DUSCHATZKY, Silvia; FARRÁN, Gabriela y AGUIRRE, Elina. (2010). Escuelas en escena. Una experiencia de pensamiento colectivo. Buenos Aires: Paidós.
- JULLIEN, Francoise. (2013). Cinco conceptos propuestos al psicoanálisis. 1°ed. Buenos Aires: El cuenco de plata.
- PUGET, Janine. (2015). Subjetivación discontínua y psicoanálisis. Incertidumbre y certezas. 1°ed. Buenos Aires: Lugar Editorial.
- QUIROGA, Ana (1986). Enfoques y perspectivas en Psicología Social. Buenos Aires: Ediciones Cinco.
- ROLNIK, Suely. (1989). Cartografía Sentimental: transformações contemporâneas do desejo. Sao Paulo: Estaçao Liberdade. http://radiocqueer.blogspot.com/2013/03/cartografia-sentimental-transformacoes.html

Abril de 2020