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La Intervención en Lo Social en Tiempos de Pandemia


La pandemia, el lenguaje de la guerra y la desigualdad

Por Alfredo Carballeda
Director de Margen

“El único héroe válido es el héroe colectivo, nunca el héroe individual, el héroe solo”.
Héctor Germán Oesterheld

“La metáfora consiste en dar a una cosa el nombre de otra”.
Aristóteles

El lenguaje de la guerra en la Pandemia
Desde el principio de la propagación de la enfermedad, el lenguaje de la guerra se apropió de la Pandemia y comenzó a otorgar una serie de significados al proceso que estamos viviendo: enemigo, guerra, armas, invasión, héroes. Se hicieron cotidianas las metáforas de la guerra asociadas con las enfermedades.

De esa forma, a través del lenguaje también se fue construyendo una comprensión y explicación que muchas veces pasa inadvertida y que lleva a una concepción punitiva de la enfermedad, es decir que se la relaciona con una especie de enemigo poderoso que, como un francotirador invisible, asecha y genera disrupciones que alteran nuestra vida cotidiana fundamentalmente al hacer responsable individualmente a cada víctima de lo que está ocurriendo, por descuidarse, abandonarse, no estar atento; descontextualizando, llevando muchas veces la explicación de su desarrollo u origen a la esfera de la conducta individual.

En esa forma de representación social de lo que está ocurriendo hay traidores, héroes, culpables, inocentes, amigos y enemigos; pero especialmente ese enemigo: el virus y también quien podría portarlo son percibidos como algo que nos acosa y ataca de manera individual. En esa forma de decir, no hay contexto, territorio, singularidad.

En otras palabras, el lenguaje de guerra puede impedir ver los innumerables condicionantes y circunstancias que atraviesan al todo social, que singularizan la enfermedad y especialmente la posibilidad de entenderla como un proceso, como una construcción permanenteen la que priman una serie de pujas que enfrentan a diferentes expresiones de intereses políticos, económicos y sociales.

En este caso, el discurso de la guerra es el que nos hace hablar de la lucha contra la enfermedad, contra una enfermedad que mata en un acto de guerra luego de invadir, atacar defensas y causar todo tipo de desórdenes.
De esta manera, la enfermedad es vista como un ejército de microorganismos extraños que vencen barreras, que derrotan individualidades. Así, en la construcción de una relación donde lo que sobresale es el binomio cuerpo - enfermedad, éste responde con sus propias defensas, que son casi inexorablemente vencidas desde lo individual. Entonces, en las metáforas de la pandemia, el Covid19 se combate desde la primera trinchera, desde las guardias, desde las diferentes líneas de defensa. Así, los que pelean son héroes aplaudidos y paradojalmente rechazados en la intimidad, en sus casas, en sus barrios, porque pueden transmitir individualmente la enfermedad.
De tal forma ahondan las crónicas belicistas que conllevan la idea de luchar desde el frente, atrincherarse, derrotar a un virus tremendamente contagioso e invisible. Las metáforas de la pandemia se vinculan con lo letal, no sólo en términos humanos sino también desde lo económico, lo societario.

Como en toda guerra, la degradación llega rápido, en este caso a los enfermos. Y la militarización del discurso construye una especie de épica que genera el malestar y el agobio de quienes padecen y combaten (Sontag, S: 1996).

La necesidad de solidaridad
La solidaridad hace fuerte al débil”.
Proverbio Aymara
Tal vez los tiempos que vivimos comiencen a marcar una época de responsabilidad y solidaridad, en la que intentemos involucrarnos en el cuidado de la sociedad, en la preocupación por el otro, sabiendo que estas circunstancias nos van a beneficiar colectivamente y también de manera individual. El Otro se va corriendo del lugar del enemigo, del rival, del competidor, a un espacio que el neoliberalismo le obligó a ocupar como disolvente de la sociedad, amenaza y competencia, especialmente en el juego siniestro de la meritocracia.

Sin Sociedad no hay solidaridad posible, sólo puede existir el uso publicitario de una ayuda caritativa en que las empresas recaudan para evadir impuestos o mejorar su imagen. En Argentina también, sin sociedad no hay solidaridad. Pero la sociedad y la solidaridad se difuminan sin un Estado que garantice derechos, un Estado que, además de la libertad y de la igualdad, fortalezca la fraternidad. Un Estado que elabore, junto con la Sociedad, políticas sociales orientadas a la integración e inclusión, educación, salud, mejora en las condiciones laborales y de seguridad.

¿Qué oculta el lenguaje de Guerra?
Tal vez oculta la explicación colectiva del dolor, del padecimiento, de la incertidumbre, del aislamiento; la imagen de cuerpos abandonados en las calles, de las fosas comunes; especialmente, la relación entre la Pandemia y la desigualdad, la imagen de múltiples cuerpos en fila ocupando pasillos de hospitales, las escenas del hacinamiento, del riesgo de estar encerrados cuando no hay condiciones para permanecer adentro de las casas.
El lenguaje de guerra no deja ver cómo la Pandemia se hace cuerpo, el momento en que cualquier sensación puede ser interpretada como signo de padecer o portar la enfermedad, una enfermedad que es negada desde lo social, desde la vulneración de derechos, que puede afectar no sólo porque puede matar sino porque reafirma la promesa de aislamiento, de separación, de soledad. Porque pone en pantallas la relación con los otros, las despedidas, la muerte, la percepción de estar enfermo y todo lo que ello conlleva. El dolor de saber que uno no puede cuidarse, de no llegar al refugio del aislamiento porque hay hambre, falta de agua o elementos de limpieza para poder cumplir con la recomendación que se hace desde la televisión, la radio y los afiches. El dolor y el horror de las violencias que ya estaban instaladas en las casas desde antes de la Pandemia, un horror que se incrementa en cada gesto, en la incertidumbre de la reacción, en el cuidado de las palabras para poder sobrevivir. El dolor ante fuerzas de seguridad que muchas veces se reiteran en la generación de inseguridad y violencia.

Objetivamente no estamos en guerra. Justamente, todo lo contrario. Para poder resolver el problema se requiere frenar la economía en vez de acelerarla y así evitar los contagios, facilitar que la población se resguarde y no hacer que se movilice hacia el “frente de batalla”; defender la Sociedad, la integración, el fortalecimiento de los lazos sociales. En definitiva, permitirnos pensar que el cuidado de la Sociedad es el cuidado de uno mismo, teniendo en cuenta que el cuidado es algo que se construye en forma permanente y se adapta a las diferentes circunstancias que van surgiendo.
No se trata de una guerra, siendo para muchos una tragedia. Las guerras son mucho más destructivas para los ganadores y los perdedores.
Es una situación impensada para la cual no estábamos preparados, una situación que en definitiva nos habla del inexorable retorno de lo social, de la otredad, de la cultura, que fueron despiadadamente enterrados durante décadas por la llamada economía de mercado o Neoliberalismo. Esa recuperación no debe tomarse como una victoria o una revancha de los años arrebatados por el neoliberalismo, sino simplemente como una necesidad.

Tal vez los discursos de la guerra se aproximen mucho más a la lógica de confrontación de todos contra todos que impone la Dictadura del Mercado que la realidad de una Pandemia que necesita de todos, fundamentalmente en clave de solidaridad y no de combate, marcando una época en la que el retorno de un Estado, por su presencia activa, empieza a dar señales concretas de responsabilidad, de volver a la Protección Social como hecho colectivo y representativo.

Se plantea la necesidad de un Estado que no actúe con una lógica de guerra, de conflicto, de enemigos metafóricamente construidos.

Bibliografía
- Sontag, Susan. "La enfermedad y sus metáforas". Editorial Taurus. Buenos Aires 1996.

Mayo de 2020