DOMINGO ¤ 11 ¤ MARZO ¤ 2001
ENTREVISTA

Joseph Bové, globalifóbico mayor

¿Para qué queremos el desarrollo?

Siempre polémico, Bové describe los tiempos que corren como una etapa difícil en la que empresas trasnacionales pretenden convertir el campo en áreas de explotación agrícola y petrolera

BLANCHE PETRICH

A pesar del obvio contraste, los ricos productores del queso roquefort de la región de Millau, Francia, tienen puntos en común con los miserables maiceros de temporal de Chiapas. La Confederación Campesina de Francia que encabeza el globalifóbico mayor Joseph Bové, considerada en Europa como vanguardia de la lucha por la sobrevivencia de los pequeños y medianos agricultores, se ve a sí misma como compañera de camino del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Y no sólo porque en la pasada cumbre de ONG de Porto Alegre, Bové expresó que el Plan de Ayala, a pesar de sus 90 años de antigüedad, sigue siendo un documento fundacional para el movimiento campesino mundial, sino porque el aporte de la lucha zapatista es visto no sólo con admiración sino como una gran lección en la resistencia mundial en contra de la globalización del comercio.

"Los zapatistas -expresa el dirigente en entrevista con La Jornada- plantean la defensa de la comunidad india como un derecho fundamental en contra de las leyes del mercado. Los tratados de la globalización comercial -el TLC, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas- pretenden transformar sus territorios en áreas de explotación agrícola y petrolera, sólo en función de los intereses de las corporaciones transancionales. Por eso nosotros nos identificamos con ellos", dice el polémico galo.

Bové recibió hace algunas semanas, por mediación del director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet, una invitación de puño y letra del subcomandante Marcos para viajar a México y acompañar al EZLN en las jornadas de estos días. A pesar de que espera para fines de este mes la sentencia definitiva de un tribunal por la destrucción, el año pasado, de un McDonalds, Bové saltó sobre la oportunidad y se coordinó con la sección mexicana de Vía Campesina para viajar a México.

Conversar con el estratega del EZLN, analizar juntos las formas de resistencia y lucha contra las leyes de mercado, discutir el fortalecimiento del creciente movimiento ciudadano internacional es algo que, evidentemente, le causa gran ilusión. Esa conversación entre Bové y Marcos se produjo ayer por la tarde.

Sobra decir que Bové y una delegación de franceses que se encuentran en esta capital siguieron minuto a minuto las incidencias de la marcha zapatista desde que salió de La Realidad el 24 de febrero y están más que puestos para marchar este domingo, como tantos otros, al Zócalo.

El camino de la lucha solidaria

Bové es de Larzac, una ciudad agrícola francesa que protagonizó, entre 1971 y 1981, una lucha de resistencia contra la intención del ejército de expropiar 14 mil hectáreas para construir una base militar. Para el movimiento campesino francés esta fue una victoria simbólica, de largo alcance. A partir de ahí, peleó y obtuvo una reforma agraria local y puso en marcha el primer sistema de gestión colectiva de la tierra del país. De ahí surgió el activismo internacional de los campesinos franceses: la solidaridad con las luchas del pueblo kanak para la independencia de la Nueva Caledonia (hasta 1985 colonia francesa del Pacífico Sur, cerca de Australia), con los pueblos de la Polinesia en contra de los ensayos nucleares y muchos otros.

Ya incorporados a Vía Campesina y con un sindicato nacional propio, la CCF topó bove_jose_7 en 1994 con el levantamiento zapatista del primero de enero y de inmediato se propuso a darle seguimiento.

"El alzamiento se sintió en Europa como algo muy fuerte, porque al tiempo que planteaba el derecho de los indios sobre sus tierras empató con la resistencia mundial en contra de la lógica del libre mercado. Nos sorprendió el levantamiento, pero no sus reivindicaciones. En todo el mundo el Plan de Ayala de Emiliano Zapata es una referencia fundacional de la resistencia campesina independiente. Es la ruptura de la vieja creencia de que los campesinos no eran capaces de hacer sus propias propuestas y de inventar su propio futuro."

-Partiendo de realidades tan diferentes -Francia y Chiapas, polos opuestos- uno diría que no existen muchos puntos en común entre los campesinos de una y otra latitud.

-Cuando creamos Vía Campesina en varios continentes en 1993 demostramos que los campesinos de todo el mundo, sean del norte o del sur, de oriente y occidente, pueden pelear por las mismas reivindicaciones. Tenemos la misma concepción sobre lo que es la agricultura. Nuestro primer propósito es que cada país pueda alimentar a su pueblo. Esto va por encima de los intereses de los mercados internacionales.

Aquí en México la pelea es por evitar que las corporaciones transnacionales se apropien de las tierras de los pueblos. En Europa la lucha es evitar que los agricultores subvencionen las exportaciones para forzar bajas en los precios mundiales de las materias primas.

-Hay reivindicaciones del movimiento campesino mexicano, como la propiedad de la tierra, que no necesariamente están presentes en las necesidades de los campesinos europeos.

-Entre nosotros la tierra es muy, muy cara. Un pequeño agricultor no puede instalarse ni comprar tierra, sólo la agroindustria tiene acceso. Hay todo un mecanismo legal que impide al pequeño campesino hacer viable su granja. En Europa está disminuyendo muy rápidamente el número de campesinos. En Francia son sólo 5 por ciento de la población. Si este proceso sigue así pronto no habrá pequeños ni medianos agricultores.

-La actual crisis de las vacas locas ¿cómo se inserta en este panorama?

-Es claramente un proceso ligado a un modelo de producción industrial. No es un accidente, es consecuencia del "productivismo". El mercado se liberaliza para aumentar sus ganancias, se importan harinas animales sin precaución alguna. Es por esto que actualmente en Europa la gente está muy sensible al tema de la calidad de la agricultura y se ha unido a la demanda de una reforma radical de las políticas agrícolas. Queremos producir nuestra leche, nuestros cereales y nuestra carne, pero no a precios de dumping en función de las necesidades del mercado mundial. Cada vez está más extendida la exigencia de cambiar radicalmente los modelos de producción agrícola. Producimos mala calidad, causamos problemas al medio ambiente con los pesticidas y los organismos genéticamente modificados (OGM). Hay gran resistencia a las patentes genéticas en la defensa de la biodiversidad. Se pretende que las transnacionales tengan el control total sobre las semillas de todo el mundo. Eso hay que frenarlo.

McDonalds versus Bové

-¿Cuáles son las estrategias comunes? ¿Hay denominadores comunes en las formas de lucha que pueden desarrollarse en el primer y el tercer mundo?

-En Millau decidimos destruir el McDonald como un gesto simbólico. En Chiapas el levantamiento indígena tocó fibras que impactaron a la gente. Lo importante es que la acción parta de la cultura de cada quien. En abril habrá mucho ruido en torno a la Cumbre de las Américas. Ahí estaremos nosotros, ya que lo que pase en Quebec rebasa las fronteras de América. Al imponer un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, Estados Unidos está poniendo al mundo frente a un hecho consumado para darle a las multinacionales la posibilidad de engullir a todos los países de América Central y del Sur.

"Si lo logra, a partir de ese momento las instituciones internacionales tendrán que caminar todas en el sentido de los grandes acuerdos regionales."

-¿No le preocupa que en toda América Latina, salvo en Cuba, los gobiernos tienen toda la voluntad política de aceptar el ALCA?

-Paradójicamente hoy en día Brasil es el país que más se resiste. La oposición depende de las fuerzas sociales que luchan por el respeto de sus derechos fundamentales. Son las únicas que pueden oponerse.

-¿Ve un punto de retorno, en el que el mundo deje de estar organizado de esta manera?

-Lo que importa es que a través de las luchas que se han desarrollado estos tres últimos años ha surgido algo nuevo. Seattle fue un punto muy importante, al bloquear las negociaciones de la OMC los movimiento sociales obtuvieron una victoria muy importante. En muchos lugares del mundo se están desarrollando importantes luchas sociales que parten de su territorio, pero que al mismo tiempo buscan y encuentran formas de expresión a nivel internacional. Como el zapatismo, que parte de su región pero tiene un gran impacto en todo el país y más allá.

-En todo caso este movimiento ciudadano internacional contra la globalización parece que pueda cambiar el curso de las cosas sólo a muy largo término ¿no?

-Sí, pero la característica muy original de las luchas actuales es que los movimientos ciudadanos ya no se esperan a los grandes resultados globales, sino que al mismo tiempo van por resultados inmediatos con otras demandas. Por eso esta marcha zapatista es tan importante, porque exige el reconocimiento de los pueblos indios, pero también dice no a las leyes del mercado, a la imposición de formas de desarrollo que los pueblos no quieren. A partir de ahí se convierte en un fuerte símbolo de resistencia.

-Sigue siendo sorprendente que exista una coincidencia entre las preocupaciones de un productor de quesos de Francia con los maiceros de temporal de Chiapas.

-Sí, es asombroso. Pero en Europa la cuestión agrícola y alimentaria es central, todo el mundo necesita comer y quiere productos de calidad.

-Aunque no estamos hablando de hambre. El contraste con el campesino maicero es muy grande.

-Cierto, pero estamos hablando de que al comer te estás envenenando, de vacas locas, de contaminación, de organismos genéticamente modificados, de un modelo inequitativo. ¿Para esto queremos ser desarrollados?