Publicado por: Znet, 2003
Las pantallas de televisión de todo el mundo están inundadas con las imágenes
de un soldado americano subiendo a la estatua de Sadam Husein en el centro de
Bagdad, cubriendo su rostro con una bandera norteamericana. Unos minutos
después, un tanque de EEUU derriba la estatua, entre una pequeña multitud de
iraquíes bailando, vitoreando y sonriendo a las cámaras. Lo siguiente que oímos
es que la guerra en Irak ha terminado, el régimen ha caído, el pueblo iraquí ha
sido liberado y que somos testigos de un momento único en la historia. Entre
todo este triunfalismo barato, muchos comentaristas se apresuran a señalar que
la rápida caída del régimen de Sadam y la alegría de los iraquíes liberados
demuestran que el movimiento contra la guerra estaba completamente
equivocado.
¿De verdad lo estábamos? La primera respuesta a tal aseveración es que nunca
hubo ninguna duda que los EEUU y sus aliados arrollarían con las desvencijadas
fuerzas armadas iraquíes en un santiamén, dada la abrumadora diferencia de poder
militar entre Washington y Bagdad. Como apuntó brillantemente el humorista
británico Mark Steel "la discusión nunca fue que los americanos no pudiesen
llevarlo a cabo. Si alguien propone estrangular a un gatito e ignora tus
súplicas para que no lo haga, no es muy buena defensa si luego dicen 'de qué te
preocupabas, apenas opuso resistencia'". (The Independent, 17 de abril de
2003).
Pero esta no es la verdadera cuestión. Más aún, cada simple razón para
oponerse a la guerra en Irak ha resultado ser terriblemente correcta, a pesar de
la cuidada y hábil propaganda que trataba de retratar una guerra "limpia"
conducida sólo con el propósito de llevar la democracia a Irak y de librar al
mundo de un dictador malvado y peligroso. Consideremos a su vez lo más
importante.
(1) La guerra nunca fue por el "peligro presente" que Sadam Husein y su
régimen representaban. El pretexto oficial para un ataque unilateral contra Irak
(y para esquivar al Consejo de Seguridad de la ONU) fue que Sadam Husein
encarnaba una amenaza inmediata a la seguridad de los Estados Unidos y del mundo
"civilizado". Era un problema tan urgente que los EEUU rechazaron dar otros
treinta días a los inspectores antes de lanzar su ultimátum.
Como podemos ver las fuerzas aliadas están aún por encontrar alguna evidencia
creíble de las peligrosas armas de destrucción masiva (ADM) que presuntamente
estaba amasando Sadam en las mazmorras de incontables palacios presidenciales.
Cierto, varias veces nos hicieron creer que las fuerzas armadas americanas
habían encontrado la "pistola humeante" que estaban buscando, como cuando un
grupo de marines descubrieron una docena de barriles de material sospechoso, que
más tarde resultaron ser pesticidas corrientes, como los que se emplean en la
agricultura en todo el mundo. Pero incluso si las ADM se encontraran, eso sólo
reforzaría el argumento contra la guerra.
Como explicó recientemente Rahul Mahajan en una entrevista a Znet, la revista
radical online, "Incluso contra una guerra ilegal de agresión cuyo fin
era la aniquilación del régimen, los iraquíes no usaron ADM; ¿cómo puede nadie
sostener que existía una amenaza de que usase las ADM sin ser invadido?". La
verdad es que la administración estadounidense sabe que Sadam Husein nunca fue
la peligrosa amenaza que se quiso reflejar. En un reciente artículo en The
Australian, Michael Ledeen, asociado al American Enterprise Institute lo revela
todo. Comentando sobre "estados delincuentes" y los peligros que representan en
la guerra contra el terrorismo, dice: "la Irak de Sadam Husein nunca fue el país
más peligroso de todos ellos. Ese dudoso honor recae en Irán, el creador de un
terrorismo islámico moderno en la forma de Hezbollah, posiblemente la
organización terrorista más letal del mundo". Allá vamos.
(2) La guerra causaría un sufrimiento inmenso a un pueblo ya al borde de las
ruinas por 12 años de sanciones económicas. A pesar de toda la propaganda de que
los "daños colaterales" se mantendrían bajo mínimos, las incursiones aéreas
sobre Bagdad y los ataques indiscriminados contra civiles causaron una masiva
mortandad en Irak que ninguna fuente fiable ha sido capaz de estimar
todavía.
Mientras los periodistas "incrustados" informaban con alegría de la operación
"conmoción y espanto" de un Bagdad iluminado por los ataques "quirúrgicos",
distinguidos periodistas independientes, como Robert Fisk, nos proporcionaban
las crudas imágenes de las intervenciones de emergencia llevadas a cabo en
hospitales desbordados con los cadáveres de aquellos a los que las bombas
"inteligentes" no fueron lo suficiente inteligentes como para evitarlos.
El Socialist Worker denuncia: "El Pentágono estima que las tropas
norteamericanas mataron más iraquíes en un solo día, 5 de abril, que los que
murieron en los ataques del 11 de septiembre en el World Trade Center en 2001.
Según la Organización Mundial de la Salud, a los hospitales de Bagdad llegaban
unas 100 víctimas civiles por hora el día siguiente al ataque del 5 de
abril."
Robert Collier del San Francisco Chronicle escribió unos días después: "Las
bolsas para los cuerpos se han agotado en el Hospital Al-Kindi de Bagdad y los
trabajadores de la morgue tienen que cortar en pedazos rollos enormes de
plástico negro para envolver a las últimas víctimas de la guerra... Los médicos
llevaban a cabo algunas curaciones de emergencia con sólo 800 miligramos de
ibuprofeno. En los Estados Unidos, ese es el nivel de dosis máximo que se receta
para el dolor muscular." Roland Huguenin, uno de los seis trabajadores de la
Cruz Roja Internacional en la capital iraquí, dijo que los médicos estaban
horrorizados por las víctimas que habían encontrado en un hospital de Hilla, a
unos 160 kilómetros al sur de Bagdad. "Ha habido un número increíble de
víctimas" informó Huguenin. "Vimos cómo un camión entregaba docenas de cuerpos
destrozados de mujeres y niños. Fue una visión espantosa. Teníamos niños de dos
o tres años de edad que habían perdido piernas, brazos."
Además de las víctimas directas de la guerra, se espera que haya muchas más
en la posguerra, puesto que la escasez de alimentos, de agua potable y de otros
recursos básicos parece que empiezan a provocar una crisis humanitaria de
proporciones sin precedentes.
Denis Halliday, ex-subsecretario general de la ONU que administró el programa
de petróleo por alimentos de Irak antes de dimitir en protesta por las sanciones
económicas de 1998, dijo recientemente a Scott Harris de Between the Lines:
"UNICEF nos dijo hace poco que en el sur de Irak el 25 por ciento de los niños
menores de 5 años están malnutridos. Cuando estás malnutrido a esa edad y bebes
agua no potable, una simple diarrea es suficiente para perder la vida... Así que
creo que esa es la verdadera crisis inmediata que están soportando varios
millones de personas en Um Qasar, Nasiriya, Basora, Najaf o Kerbala al sur de
Bagdad."
Por no mencionar, claro, los peligros de la población civil que surgen de las
bombas de racimo, del uranio empobrecido y de los disturbios sociales y los
saqueos que ya se están dando. Sólo esto, entre las demás razones, es suficiente
para demostrar que oponerse a la guerra fue no sólo correcto sino, de hecho, la
única cosa moral y sensata que podíamos hacer.
(3) La afirmación de que el pueblo iraquí sería "liberado" ha resultado ser
una mentira descarada. Mientras que la desaparición de Sadam Husein sería, de
hecho, una razón para la celebración (como la caída de cualquier dictadura), se
ha hecho cada vez más evidente que la autodeterminación del pueblo iraquí no
estará en la agenda por mucho tiempo. Ahmed Chalabi, el líder del Congreso
Nacional de Irak (CNI), en una entrevista a la red americana ABC abogaba por la
presencia de fuerzas de EEUU en Irak: "La presencia militar de los Estados
Unidos en Irak es una necesidad hasta que por lo menos se celebren las primeras
elecciones democráticas, y creo que este proceso durará unos dos años".
Entretanto, el ejército de EEUU está recurriendo a las fuerzas que operan
bajo las órdenes de Sadam Husein para "restablecer el orden" en el país, donde
los saqueos y los disturbios parecen estar descontrolados. Según el poeta iraquí
Sinan Antoon: "tras rodear la estatua y anunciar el fin de la era Sadam al
mundo, los libertadores todavía seguían y vieron al país hundirse en el caos. El
vacío de poder desató la violencia y la represión de tres décadas de tiranía, y
expuso la total erosión del tejido social iraquí... Incluso si hubieron algunos
iraquíes que habían dado a los EEUU el beneficio de la duda, han cambiado su
forma de pensar ahora y podemos ver su furia en todas partes."
¿Cómo iba a ser de otra manera? Los EEUU ya habían planeado bien el futuro
del Irak en la posguerra antes de que empezara la guerra. Los candidatos a los
puestos dirigentes incluyen al General Jay Garner, ahora director en Irak de la
Oficina para la Reconstrucción y la Asistencia Humanitaria, presidente de la
compañía que vende misiles Patriot y ferviente seguidor del partido de derechas
Likud de Ariel Sharon en Israel; James Woolsey, antiguo director de la CIA, en
el consejo pro-Israel del Instituto Judío para Asuntos de Seguridad Nacional;
Ahmed Chalabi, líder del Congreso Nacional Iraquí y estafador convicto; y Nizar
al-Khazraji, antiguo general de Sadam, que huyó de Irak tras la invasión a
Kuwait y vivió bajo la protección de la CIA, y que está siendo investigado por
gasear a kurdos.
La furia iraquí hacia los invasores era demasiado evidente el 18 de abril,
cuando miles de personas se reunieron fuera de la mezquita en Bagdad tras las
oraciones del viernes, reclamando a los EEUU que dejasen Irak de inmediato. El
grupo, autodenominado Movimiento para la Unidad Nacional de Irak, sostuvo que
representaba tanto a los chiítas como a los suníes, los dos grupos islámicos
mayoritarios del país. Comparen esto con las pocas docenas de iraquíes, captados
por las cámaras, sonriendo en la Plaza Al-Firdaw el día que la estatua de Sadam
fue derribada, y estarán de acuerdo con la valoración de Robert Fisk: "la guerra
de "liberación" americana ha terminado. La guerra de liberación iraquí está a
punto de empezar."
(4) La guerra fue, de hecho, para asegurar los intereses económicos
norteamericanos en el país y para controlar las preciadas reservas de petróleo
iraquíes. Además de la cuestión del derecho de los iraquíes a la
autodeterminación, el preocupante aspecto de la presencia de EEUU en Irak es que
para cuando los iraquíes sean libres para elegir un gobierno, todas las
decisiones económicas importantes que conciernan al país ya habrán sido tomadas.
"Al país se le está tratando como una tabula rasa donde los ideólogos de
Washington más neoliberales pueden diseñar sus sueños económicos: privatizado
por completo, propiedad de extranjeros y abierto a los negocios." (Naomi Klein,
ZNet, 13 April 2003).
El petróleo es, desde luego, el más importante de la lista: el Departamento
de Defensa de los EEUU está creando un consejo de asesores para poner en marcha
la industria petrolera de Irak, que parece ser, será encabezada por Philip
Carroll, antiguo Oficial Ejecutivo en Jefe (OEJ) de Shell. Pero no sólo hablamos
de petróleo: La ayuda norteamericana está distribuyendo contratos por valor de
100 billones de dólares. Entre los beneficiados, la compañía Halliburton, que
obtuvo un contrato por 7 billones de dólares para apagar los incendios en los
pozos de petróleo y que aún paga a Dick Cheney, el vicepresidente de los Estados
Unidos, y a su antiguo OEJ 1 millón de dólares anuales como 'consultor'.
Halliburton era el único postor del contrato, de otro modo "habría habido una
duplicación innecesaria", dijo el Pentágono. (Valiente competitividad de
mercado, añadiríamos).
Se han concedido otros contratos a DynCorp, el contratista militar
norteamericano, contratado para reclutar fuerzas de seguridad privadas para
Irak; a la compañía de EEUU Research Triangle, para "fortalecer la
administración local"; a Creative Associates International, para proporcionar
servicios educativos; y a Stevedoring Service of America, para dirigir el puerto
de Um Qasar. Y por si fuera poco, "el congresista republicano de California
Darrel Issa ha propuesto un proyecto de ley que exigiría al Departamento de
Defensa que construyese un sistema de teléfonos celulares CDMA en Irak para
favorecer a los 'poseedores de patentes americanos'.
Como Farhad Manjoo apuntó en Salon, "el sistema CDMA es el usado en EEUU, no
en Europa, y lo desarrolló Qualcomm, uno de los donantes más generosos de Issa."
(Naomi Klein, ibidem). Uno se cuestiona por qué nadie se ha molestado en
preguntar a los iraquíes si están de acuerdo en vender su país al peor postor,
como uno esperaría que ocurriese en un país 'democrático'; después de todo, ¿no
era ésta una guerra por la democracia?
Esos hechos representan ex post las razones por las que el movimiento
antibelicista se opuso a la guerra en Irak; más aún, son las razones por las que
el movimiento ha mantenido la lucha incluso tras el fin de los bombardeos. El 12
de abril de 2003 varios cientos de miles de personas tomaron las calles en
España, Italia, Inglaterra, Canadá, los EEUU y otros países, para reclamar el
fin de la ocupación de Irak y que los iraquíes tengan el control absoluto de sus
vidas. Pero hay más retos por delante, puesto que los belicistas en Washington
vuelven a calcular su estrategia, planeando el próximo objetivo de sus, al
parecer, imparables ambiciones.
Si hay algo que la guerra de Irak nos ha enseñado, es que hará falta algo más
que unas cuantas marchas bien organizadas para contener la campaña expansionista
del imperialismo político y económico; una "guerra total" requiere una
"oposición total", apelo a todas nuestras energías para idear nuevas formas de
lucha más impactantes, que despojen a la bestia que está alimentándose de los
recursos vitales.
* Adele Oliveri es una economista italiana y activista político,
residente en Barcelona, España. Este artículo está preparado para aparecer en
"La Resistencia A La Guerra Global", Luke Stobart (ed.), un libro sobre el
próximo movimiento contra la guerra en España.