¿O creemos todavía que todo fue fruto de una hábil demagogia? ¿O suponemos todavía que los pobres se dejan engañar con facilidad, por su falta de educación? Puede el pueblo seguramente, los sectores humildes, ser analfabetos o poco duchos en el arte de las letras. Pero evidentemente, supieron a quién querer.
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Pero no sólo hace explícita su adhesión al movimiento peronista sino a la persona misma del Líder. Este no es un detalle menor. Evita no habla de una doctrina que está en el aire sino que se personifica en la figura de un hombre, su esposo. Así, también la personifica en los obreros y en los sectores humildes, afirmando en el libro que no hay obrero que no sea peronista. La doctrina en este sentido no es teórica sino que se concretiza en las personas, en los hombres de carne y hueso. |
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LOS HOMBRES COMUNES Y LOS HUMILDES.
Evita se ha caracterizado por las duras confrontaciones en sus discursos y escritos, expresados, entre otros, en los siguientes binomios: pueblo/oligarquía, pobres/ricos. En este caso, desde los primeros capítulos habla de dos clases de hombres: los hombres comunes y los humildes.2
Define a los hombres comunes como los eternos enemigos de toda cosa nueva, de todo progreso, de toda idea extraordinaria y por lo tanto de toda revolución.
Más adelante, añade que el hombre común tiene aire de superioridad y nunca entenderá cómo y por qué alguien piensa hacer una cosa distinta de la que ellos piensan ¡y nunca hacen nada que no sea para ellos!. También habla de su carácter antipopular cuando dice: No contaron con el pueblo. Nunca se les había ocurrido pensar en el pueblo ni imaginaron que el pueblo podría alguna vez por sí mismo hacer su voluntad y decidir su destino.
De los humildes, dice, agregando un elemento religioso: Es que ricos y sabios y poderosos deben tener el alma casi siempre cerrada por el egoísmo y la avaricia. En cambio, los pobres, lo mismo que en Belén, viven y duermen al aire libre y las ventanas de sus almas sencillas están casi siempre abiertas a las cosas extraordinarias. Por eso vieron y creyeron...
Felizmente ganó (el pueblo). De lo contrario hubiese perdido todo, incluso la vida.
El pueblo ganó. Evita se refiere a la proeza del 17 de Octubre de 1945. Reitera muchas veces a lo largo de su obra esta fecha. A partir de allí, se sintió en deuda con los humildes. Desde la cresta de la ola del poder, pudo fijarse en quiénes allí habían puesto a ella y, por supuesto, a su marido el coronel Perón. Cambió los rótulos de Señora Presidenta, Excelentísima o Dignísima Señora, propios de los ámbitos del poder, por el nombre que le pusieron los humildes: simplemente Evita.
Es importante tener en cuenta los conceptos de los hombres comunes y de los humildes, algo que abarca toda la obra de la que me ocupo. Los primeros, son identificados con la oligarquía y los segundos con los sectores desfavorecidos y los obreros. Tanto en sus escritos como en sus discursos, Evita ha promovido notablemente estas contradicciones, siendo estos siempre muy combativos, ocasionando la resistencia de los sectores opositores, que cultivaron un odio creciente por esta mujer.
Vamos ahora a sus dichos de sus obras de ayuda social, entre las cuales se resalta sin duda su participación decisiva en la Fundación Eva Perón.
En La razón de mi vida, Evita intenta definir en profundidad el sentido de sus obras de ayuda social:
No es filantropía, ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficiencia. Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto ése. Para mí, es estrictamente justicia.3
Justicia. El pueblo toma simplemente lo que es suyo. No debe agradecer, esto es fruto de ellos mismos. Justicia social. Estas son ideas que aparecen a lo largo del texto y que pintan la humildad de esta trabajadora social. Ella no les da nada que no corresponda, la ayuda social se equipara así al derecho social, inalienable e imprescriptible de los ciudadanos.
También, para distinguir los fines de su obra de sus antecesoras, define limosna y beneficencia:
Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos: el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel inventaron la beneficencia y así añadieron al placer perverso de la limosna el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes.4
Limosna eran no solamente las monedas miserables y frías que los ricos dejaban caer sobre las manos extendidas de los pobres. Limosna eran también los asilos escasos que construyeron con las sobras de alguna herencia multimillonaria.5
La beneficencia y la limosna no sólo son desacreditadas sino que se las ve como una llana humillación a la dignidad humana del humilde. Se les atribuye perversidad a sus administradores. Sin el empleo de la palabra asistencialismo, Evita lo definió en la forma más cruda y entendible.
Sigamos:
Lo que pasa es una cosa muy simple: los pedidos me asedian y todos son urgentes. El que sufre no puede esperar. Todos quieren verme. Y yo no puedo atender a todos.
Muchas veces, sin embargo, viéndome fatigada la gente que me espera se va para volver otro día.
Si no hiciese esto, muchos se quedarían descontentos pensando que no deseo recibirlos... Así, en cambio, todos saben que no me alcanzan ni el tiempo ni mis fuerzas para que todos se vayan contentos; y es lo único que deseo.6
Evita en una de sus tantas jornadas de Trabajo Social.
Evita estaba en actividad permanente. Sus larguísimas y agotadoras jornadas de ayuda social fueron desgastándola incluso en su salud. Actuaba realmente convencida de que las necesidades de los que la visitaban eran urgentes: por eso, ni un instante de sociego. Una trabajadora social en estado de permanente actividad, de permanente inconformismo, de espíritu intranquilo, moviéndose y buscando la solución a los problemas de los más humildes hasta las últimas horas de la noche y en la madrugada. Cuenta en el libro que volvía a la Residencia cuando su marido ya estaba por levantarse y, en ocasiones, cuando ya se había levantado a trabajar.
... me costaba hacerles entender que los hogares de la Fundación no eran asilos... que los Hospitales no eran antesalas de la muerte sino antesalas de la vida... que las viviendas no debían ser lugares para dormir sino para vivir alegremente...7
En mis hogares ningún descamisado debe sentirse pobre.
Por eso no hay uniformes denigrantes. Todo debe ser familiar, hogareño, amable: los patios, los comedores, los dormitorios...8
Evita, a lo largo de su obra, habla de que los pobres deben vivir con lujo. Esto me recuerda a una pregunta memorable de una conductora de televisión al cura titular de una parroquia, quien le reclamaba un monto importante correspondiente a una donación: ¿Pero qué es, para construir el Sheratton?
También los trabajadores sociales pecamos a veces juzgando a los humildes. ¿Quién no se ha preguntado, por ejemplo, cómo la familia tiene un televisor mientras se mueren de hambre? Todo suponiendo que la única necesidad humana es la comida, y que los hombres como tales sólo se tienen que dedicar a comer, como las vacas comen pasto. Animalizamos de esta manera al pobre.
Distingue sus obras de las realizadas por las damas de beneficiencia:
Las obras de asistencia social que las damas construyeron en la vieja Argentina estaban pensadas por gente que ignoraron siempre lo que es la necesidad de los pobres.
En la nueva Argentina nuestras obras nacen del conocimiento cada vez más profundo de esa necesidad.
Además el dinero de nuestras obras viene del mismo pueblo... no es dinero que sobra en el bolsillo de nadie...9
Lo grandioso de esta cita es que Evita reconoce que los aportes son hechos por el mismo pueblo y, en consecuencia, las obras sociales no son otra cosa que la devolución al pueblo de lo que le pertenece. El aporte de los que menos tienen es lo que hace pura y verdadera la obra. Evita nos enseña de esta manera, a lo largo de su libro, que las grandes obras nacen del esfuerzo de muchos que tienen poco, de la unión en una acción colectiva de los humildes.
Los distintos principios rectores que intentan exponerse sistemáticamente a continuación, están atravesados todos por la idea de la justicia social, el ideal peronista por autonomasia. De los pensamientos de Evita escritos en La razón de mi vida, pueden deducirse los siguientes consejos, verdaderos principios a seguir para el que se dedica a la ayuda social, como lo definía ella.
ALEJAMIENTO DE LOS PENSAMIENTOS DEL HOMBRE COMÚN. El hombre común es sinónimo de mediocridad, avaricia y egoísmo. Sentimientos humanos que todos en parte poseemos. Además, es una lucha contra la estructura de prejuicios que habitualmente el trabajador social tiene acerca de la cultura popular. Así, hay muchas cosas que no comprendemos. Tenemos que, en posición humilde, tratar de aprender de los pobres.
ENTREGA TOTAL. Es por todos conocida y reconocida hasta por sus enemigos, las largas y agotadoras jornadas que pasaba Eva Perón en su obras de ayuda social. En este sentido, es un ejemplo a seguir, ya que entregó, si no su vida, mucho tiempo de ella a los más humildes.
QUE LAS OBRAS RESPONDAN A LAS NECESIDADES DE LOS POBRES. Aparece fuertemente esta idea a lo largo de la obra descripta. Se trata de conocer los verdaderos intereses de los pobres y humildes, que las acciones y prácticas se basen en sus propias necesidades.
PRAGMATISMO. En este sentido, la elaboración teórica debe acompañar pero nunca retardar o alejarse de la práctica, el contacto con la realidad. La realidad es el dinamismo y el lugar donde se desarrolla la intervención y se produce el conocimiento no sólo científico, sino el conocimiento de la vida.
NO TRATAR A LOS POBRES COMO POBRES. Consiste básicamente en comprender y considerar la dignidad humana del pobre. Por ser pobre, no merece menos o tiene que conformarse con lo que tiene.
EL ASISTIDO ES ALGUIEN QUE SUFRE Y NO PUEDE ESPERAR. La urgencia del asistido a veces se topa con burocracias incomprensibles, llenado de formularios y demás trámites agotadores y frustrantes. Desmantelar la burocracia y agilizar los mecanismos de acción es fundamental en las instituciones sociales.
HACER JUSTICIA. El Trabajador Social debe comportarse como quien le da a alguien lo que le corresponde, como el ejercicio de un derecho, con total humildad, y su acción no debería ser vista como una concesión, un regalo, etcétera. En este sentido, el hacer justicia implica reconocer como un ideal político el avance hacia la justicia social.
El contexto en que vivimos es evidentemente muy distinto a los tiempos en que esta trabajadora social ejercía su acción. Aquél Estado de Bienestar no sólo hacía política social brindándoles servicios y ayuda a los humildes, sino que existían mecanismos más amplios también como las políticas de salarios y la expansión de los derechos de los trabajadores.
Hoy la matriz del Estado, evidentemente ha cambiado. La focalización, la descentralización y la privatización ha sustituido a aquél esquema de políticas universales y reivindicadoras. Asistimos a la situación dramática de los recortes de los planes de acción social, de los planes alimentarios básicos, el presupuesto social es considerado un gasto y no una inversión.
Entonces, en contextos tan distintos. ¿Tiene sentido evocar la acción de una mujer tan alejada, en cierta medida, de nuestras míseras realidades?
Estoy convencido que sí. Cuestionar el sentido de esta evocación sería similar a no reconocer la necesidad de recordar al padre de nuestra Patria, San Martín, en contextos donde nuestra dependencia se acrecienta.
Recordarla implica reconstruir un capítulo aun no lo suficientemente explorado en la historia de la profesión de trabajador social. Así, en momentos como este, cobra sentido analizar la acción de una mujer que es recordada sobre todo por los humildes de nuestro pueblo.
Este trabajo quiere ser simplemente un pequeño aporte a la discusión y un intento de rescatar del olvido a una genuina representante de la profesión de Trabajo Social en nuestro país.
Evita tuvo una utopía: La Justicia Social.
Yo sé que mi trabajo de ayuda social no es una solución definitiva de ningún problema.
La solución será solamente la justicia social. Cuando cada uno tenga lo que en justicia le corresponde entonces la ayuda social no será necesaria. Mi mayor aspiración es que algún día nadie me necesite...
¿Y para qué sirven las utopías?- afirma Eduardo Galeano. Para caminar, para seguir andando.
En este contexto tan difícil, construyamos las nuestras.
Sebastián
Giménez
Estudiante de cuarto año de la carrera de Trabajo Social de la UBA.
Profesor de Enseñanza Primaria (maestro).
1 Eva Perón. La razón de mi vida. El Cid Editor. 1982. Página 7.
2 Ib. Páginas 31-33.
3 Ibíd. Pág 135.
4 Ibid. Página 136.
5 Ibid. Pág. 153-154.
6 Ibid. Pág. 144.
7 Ibid. Pág. 153.
8 Ibid. Pág. 167.
9 Ib. Pág. 161