Hoy es 25 de setiembre del 2001.
Ya pasaron 14 días desde "el día que
cambió al mundo", según un montón de titulares que ahora parecen facilongos
porque el mundo no ha dejado de cambiar en los siguientes, aceleradamente y
para mal. Fueron dos semanas de intensa simpatía y compasión por el pueblo
de los EE.UU.
Para muchos de nosotros, los americanos del Sur, es un
sentimiento herrumbrado, que hace muchísimo no ejercemos. Por eso es
posible que la voz nos salga un poco áspera. Pero hay afecto, de verdad.
Y como lo hay, lo primero que necesitamos es ponerles a ustedes un nombre
Ya el hecho de que se empeñen en mantener el país sin un nombre propio los
ayuda muy poco a ganarse la confianza del prójimo.
Por esa falta se
popularizó en todo el mundo el apodo "yanquis", que tan bien va con "go
home", pero que además de peyorativo es excluyente; por otro lado, las
cuatro quintas partes restantes de los americanos sufrimos dentera cuando
los oímos autodenominarse "América".
El que utilizamos en el título de esta
carta es demasiado largo y diplomático para usarse entre amigos, pero se
puede resumir coloquialmente en "Mesonorteamérica" y derivarse al
gentilicio "mesonorteamericanos", que los precisa geográficamente sin
desmerecerlos. Es una moción.
El cálculo de las víctimas de Manhattan se estabilizó al fin en alrededor
de 6.000. En los primeros días parecía que nunca dejaría de aumentar. Junto
con los del Pentágono (es posible que nadie precise nunca la cifra) y los
pasajes de los aviones, quizás los muertos lleguen a siete mil. No hay
causa nacional, ni humanitaria, ni revolución posible que necesite de esa
pila de cadáveres como combustible inicial.
El odio que ustedes sienten nos
parece muy comprensible. Sin embargo nosotros no simpatizamos en absoluto
con ese odio. Simpatizamos con los mesonorteamericanos que viven, trabajan
y sueñan, y sentimos una enorme pena por todos esos muertos que no la
comían ni la bebían, que nunca supieron quien los estaba matando y
seguramente, en un enorme porcentaje, nunca en su vida oyeron hablar de Bin
Laden.
Dada la concentración mundial de medios de información en pocas manos (de
ustedes) nos enteramos con muchísima facilidad de lo que piensan y les
sucede, pero no pasa lo mismo a la recíproca. Los diarios argentinos han
publicado cada uno de todos estos días encuestas que muestran que el 80% de
los mesonorteamericanos quieren ir a la guerra.
Sólo uno o dos diarios y
radios nacionales publicaron otras simultáneas que dicen que el 80% de los
argentinos no. En amplia mayoría no sólo no queremos ir ahí, donde todavía
no hay ninguna guerra, sino que tampoco queremos que la haya. Hay razones
de sentido común, humanitarias, universalistas y también pedestres razones
de interés nacional para que así sea.
A Mesonorteamérica le suele ir bien
cuando hay guerra. A la Argentina le va bien cuando es neutral, así de
simple. Ustedes tienen fama de pragmáticos: pónganse en nuestro lugar.
Entre las razones de sentido común universal brilla la de que a dos semanas
del ataque todavía no se sabe exactamente quien fue.
Hay ciertos indicios,
cuatro flotas, quinientos aviones, cincuenta mil soldados, un número
indeterminado de satélites y un presidente que apuntan a un financista, que
estaría o estuvo en Afganistán.
Es un malo con cara de malo de película de
Carlitos Chaplín pero con un pasado bastante más complicado, en el que la
CIA, el aparato financiero militar de Mesonorteamérica y dos generaciones
de la familia Bush aparecen generosamente mezclados. De hecho, el tipo ni
siquiera existiría si no fuera por la CIA, etc.
Pero un financista no es
una organización terrorista, la organización no es un gobierno, el gobierno
de un país no es su pueblo (sobre todo cuando se trata de una dictadura que
llegó al poder financiada por ya saben quien) y sin embargo las bombas las
recibirá el pueblo.
Acá hay demasiada metáfora y poco enemigo. En nuestro
país en particular, cuando alguien ordenó la guerra contra un enemigo
indefinido cobramos casi todos. De esa amarga experiencia viene que las
frases del tipo "el que no está con nosotros está contra nosotros" no nos
entusiasman para nada.
En seguida nos agarra complejo de "enemigos".
La caza de criminales no es ninguna guerra, es un operativo policial.
Cuando hace diez años el padre del actual presidente decidió el uso de
tropas para la captura de Noriega, el presidente de Panamá, bajo la
acusación de "narcotráfico", la primera acción del ejército de
Mesonorteamérica fue bombardear los barrios más populares (y negros) de la
capital y Colón, con un número de víctimas inocentes que nunca se reveló.
No eran menos humanos que los neoyorquinos. Una vez capturado Noriega,
aquel Bush "olvidó" devolver el Canal a la soberanía panameña. La "Justicia
Infinita" de ustedes jamás persigue lo que dice perseguir.
Todo indica que en Mesonorteamérica quien mayor tajada sacará de la
catástrofe que empezó el 11/9 (pero que promete seguir acumulando muerte)
será el sector industrial/militar al que responden tanto Bush como la CIA.
El Tesoro de ustedes aumentará las tasas internas para lograr liquidez y de
rebote, nuestra deuda externa se pondrá aún más jodida que lo que ya es hoy
(cuando es insoportable) En base a industria militar y sin decirlo,
Mesonorteamerica hará política económica keynesiana para capear la recesión
y la desocupación que estaban llegando.
¿Saben que el gobierno de
Mesonorteamérica y los organismos internacionales en los que ese gobierno
es determinante nos prohíben hacer keynesianismo a nosotros?
Estas son buenas razones para que nosotros seamos pacifistas. Sin embargo
queremos asumir el punto de vista de ustedes. Piensen un momento: ¿Quiénes
los expusieron a ustedes a los iracundos, primero, y fracasaron
miserablemente después en protegerlos? ¿Quién fogonea la estúpida teoría
del choque de las civilizaciones? ¿Quiénes confunden Patria con Imperio?
¿Quiénes crearon y azuzaron al enemigo? ¿Y cual es su propuesta ahora?
Ahora que los lugares más protegidos resultaron los más vulnerables, cuando
está claro que ningún escudo antimisiles hubiera detenido boeings volando
lentamente a 400 metros del suelo, después de que el poder discrecional de
policía sobre internet y la red telefónica no supo detectar una
organización con un mínimo de cien agentes "en el terreno", algunos de
ellos desde hace ocho años, la propuesta (de Bush, el aparato de
inteligencia y los cuatro lados que le quedan al Pentágono) es más de lo
mismo.
Quizás ustedes sepan que en el resto del mundo circula toda clase de
teorías conspirativas que coinciden en suponer un cierto grado de
complicidad interna, complicidad enraizada en lugares de responsabilidad se
entiende. Todavía es demasiado pronto para especular sobre esto y por otra
parte, en este documento en particular, no deseamos ser ofensivos. Pero hay
un límite en el que la mezcla de soberbia, avaricia e imprevisión se tocan
claramente con la complicidad.
Nadie tiene derecho a construir el bienestar económico de una nación sobre
la base de una guerra en otra parte del mundo cada diez años y la exclusión
social de una masa de personas siempre creciente Si Mesonorteamérica fuera
una empresa o una industria, podría decirse de ella que no es económica ni
ecológicamente sustentable, por lo menos no si consideramos sus
consecuencias en sentido universal, que de esto también se trata la
globalización.
Queremos decir: de que somos muchos en el mundo y ya no
podemos permitirnos andar a los codazos. El sobreconsumo de ustedes nos
jode a todos los demás en proporción. Y no es bueno: ni la guerra, ni el
hambre, ni el despilfarro de recursos naturales, ni tampoco el lujo
desmedido son propuestas de futuro deseables. Cabemos todos, pero a
condición de no sacudir el bote.
A propósito de la globalización: El mundo era más divertido antes, variado
como en una película de Indiana Jones pero en serio. La globalización lo
está volviendo una infinita y aburrida sucesión de habitaciones iguales.
Demasiados Mc Donald's y pocos beduinos, por caso. Los Mc Donald's, los
aeropuertos, los hipermercados y las discos tienen fama de ser lugares
idénticos entre sí en todo el mundo; si uno despertara sin memoria dentro
de uno de estos lugares, tendría que salir a la calle para enterarse de en
qué país está. Hay otra cosa que se está volviendo uniforme ¿saben? Los
pobres del mundo y los lugares en que viven los pobres son cada vez más
parecidos. Hay grandes diferencias entre un argentino de clase media-alta y
un pequeño jeque árabe, pero ustedes no serían capaces de distinguir entre
un piquetero salteño y otro palestino.
Gracias a la efectividad de los medios y a la contundencia de las imágenes,
todos los aspectos simbólicos del ataque a las torres quedaron subrayados.
A mí y a muchos en mi país nos llamó la atención el modo en que la
globalización cierra el círculo. Desde casi esas mismas torres se inició
como una formidable ola financiera, hace ya más de quince años: y ahora
retornó a ellas convertida en estas bolas de fuego.
Antes de transformarse
en bélica, la globalización fue económica, pero también comunicacional,
informativa, étnica, cultural. Lo único que la globalización no fue todavía
es democrática. Urge que lo sea; que sea dirigida por todos los pueblos en
conjunto, desde esos centros mundiales a los que Mesonorteamérica
desprecia, resta colaboración y desfinancia, como la ONU o la OIT. Urge que
quienes más joden el medioambiente común sean los primeros en firmar los
acuerdos para protegerlo; que quien desea justicia universal empiece por
prestar colaboración a los tribunales internacionales, etcétera. Pero estos
son los tratados, organismos y tribunales a los que Mesonorteamérica se
niega tozudamente a sumarse.
Nada de todo esto justifica la voladura de siete mil personas, ni de una
sola. Pero la fuerza de las imágenes del bombardeo de Nueva York da una
idea para la salida de esta crisis. Si su ejército filmara con cien cámaras
diurnas y nocturnas y desde todos los ángulos posibles el inicio de su
propia represalia, es muy probable que el deseo de venganza del público
mesonorteamericano se aplacara con mucho menos.
Con solo ver una vez como
algunas pocas personas deflagran, quizás con una sola imagen bien lograda:
pongámosle la de un niño que pasa a ser huérfano y cadáver en el mismo
instante, con una teta amputada en la boca, el odio quedaría saciado. Es
más sencillo, más barato, menos peligroso e igual de efectivo que arrasar
un país entero.
Esto es todo. Discúlpennos si el tono resultó violento. Resta una posdata,
pero no está dirigida a uds., los mesonorteamericanos medios, sino a su
presidente. Y es lo que sigue:
No nos agrada ver a Dios mezclado en estas cosas. Con cualquier nombre,
Dios nos pertenece a todos, incluso a los que no creen en Él. No queremos
ni oírlo a Ud. hablar del Destino Manifiesto; para Destino Manifiesto
tenemos demasiado con los pilotos suicidas. Dios es Uno, pero su imagen es
regional, y el nuestro es un Dios en el que cree fundamentalmente la gente
humilde. Tiene una profunda piedad por los hombres y por lo difícil que les
resulta la vida en general, quizás porque se nos mestizó un poco con
Nguchén, el Dios de los Mapuches, que nos creó por equivocación y a quien
la culpa no deja vivir en paz, o con Kooh, el de los Tehuelches, que creó
los mares a fuerza de puro llorar de soledad, hasta que los hombres se le
ocurrieron como remedio.
Para los mapuches el infierno simplemente no existe; nadie puede querer
castigar a seres que ya la pasan tan mal en vida. Para los pobres de
América del Sur, el infierno es un lugar más bien desierto, porque solo van
los psicópatas rematados; y el purgatorio es acá mismo. En América del Sur
nadie va al infierno por deudas.
Esta es una característica compartida con
Jehová, que ordena una amnistía de deudores cada siete años, y con Alá, que
es extremadamente misericordioso con los más pobres. Ninguna de todas estas
personalidades de Dios lo acompañaría a Ud. en un bombardero. Fíjese bien
en quien es el copiloto.
Dios sea loado, y también sus innumerables profetas. En la diversidad está
el gusto.