Terrorismo
Un nuevo tipo de guerra: "la inventamos sobre la marcha"

Por: William D. Hartung (Presidente asociado de New School University's World Policy Institute (Instituto de Política Mundial, de la New School University), de Nueva York
Publicada por: Diario La Jornada, México
El presidente George W. Bush, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y otros funcionarios de alto rango del gobierno han repetido que su guerra contra el terrorismo -sin declaración formal de por medio- será un nuevo tipo de conflicto, con tácticas poco convencionales. Rumsfeld subrayó esta aseveración al decir que "los uniformes de este conflicto no se limitarán al camuflaje de desierto; abarcarán las corbatas de los banqueros y el desaliño de los programadores".

Ahora que arrancó la guerra aérea, los banqueros y los programadores tendrán que contentarse con viajar en el asiento trasero, por un rato. Pero un día después del comienzo de los ataques, en un aparente esfuerzo de crítica implacable Rumsfeld declaró: "Los misiles crucero y los bombarderos no van a resolver la cuestión". Más bien, argumentó, los ataques aéreos "contribuyen a aumentar la presión, elevar el costo a los terroristas al drenar sus finanzas, y crear un ambiente inhóspito para esa gente que amenaza al mundo".

Falta ver si los ataques iniciales le dificultan a Osama Bin Laden operar. Los funcionarios del Pentágono reconocen que los combatientes de Al Qaeda abandonaron de antemano la mayoría de los supuestos campos de entrenamiento golpeados, pero aseguran haber conseguido 85 por ciento de precisión en los blancos seleccionados. La dependencia publicó también fotos "antes y después" de un campamento, lo que muestra que los edificios se convirtieron en escombros. Ya que prácticamente no hay presencia de los medios occidentales en el terreno, es imposible verificar las reivindicaciones del Pentágono. Queda claro que la campaña de bombardeo cobró ya las primeras bajas civiles: cuatro empleados afganos de un proyecto de Naciones Unidas -cuyo objetivo era desactivar mi-nas- murieron cuando las bombas alcanzaron su edificio, por error. Un número de blancos identificados, que incluyen todos los principales aeropuertos del país, el Ministerio de Defensa talibán en Kabul y un barrio en el que se supone vivía Bin Laden, se prestan ciertamente a la posibilidad de "daños colaterales" (léase muertes de civiles).

Mientras tanto, aunque el gobierno de Bush -en un gesto de relaciones públicas- haya soltado 37 mil 500 paquetes de raciones humanitarias en las montañas centrales de Afganistán, el efecto neto de las operaciones estadunidenses fue la reducción drástica del monto de comida disponible para afganos en riesgo de morir de hambre: entre 5.5 y 7.5 millones. El esfuerzo del Programa Mundial de Alimentos por proporcionar 52 mil toneladas de trigo mensual a los afganos hambrientos tuvo que suspenderse al comenzar los bombardeos. Ya lo dijo Alex Renton, vocero de Oxfam: "Los lanzamientos aleatorios de comida son la peor manera posible de entregar ayuda alimentaria; Afganistán es el campo minado más grande del mundo. No es la manera de dar ayuda alimentaria, puede matar a mucha gente".

Conforme se desenvuelve la campaña antiterrorista, Donald Rumsfeld ha tenido que compararla con la guerra fría, la cual describió como una campaña de presión sostenida por 50 años, que rara vez derivó en confrontaciones militares directas. Los encargados del presupuesto del Pentágono parecen haber tomado las palabras de Rumsfeld al pie de la letra. Tan sólo en este año fiscal el gasto de la dependencia podría alcanzar 375 mil millones de dólares, si tomamos en cuenta la tajada de 20 mil millones que se llevó el Pentágono del dinero asignado a la emergencia antiterrorista de mediados de septiembre, más una apropiación complementaria diseñada para aminorar los costos de las acciones militares en curso.

El analista de finanzas Paul Nisbet, quien trabaja para JSA Research Incorpored, sugiere que el presupuesto del Pentágono para el año entrante (que tiene que someterse a revisión en febrero de 2002) podría alcanzar los 400 mil millones de dólares, y asegura: "Todas las cartas están sobre la mesa, y la opinión pública estadunidense está a favor de gastar más en la defensa". No importa que muchos de los artefactos adquiridos -de misiles de defensa a submarinos nucleares de ataque- no tengan prácticamente ninguna aplicación en la guerra contra el terrorismo, defínase como se defina ésta.

Muchos esperan que la siguiente etapa del conflicto incluya operaciones con helicópteros, incursiones con comandos y ofensivas de la Alianza del Norte con respaldo estadunidense, y ésta es un grupo de oposición que representa a las facciones que gobernaban Afganistán antes del advenimiento del talibán. Al apoyar a la Alianza del Norte, Washington está cayendo en la trampa de "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", que dio pie al surgimiento del talibán. No es posible caracterizar a la Alianza del Norte como un grupo de nacientes demócratas que anhelan respirar con libertad. En un reporte de Human Rights Watch (Afghanistan: Crisis of Impunity (Afganistán: crisis de impunidad)- se anota que la Alianza del Norte "acumuló una cantidad horrible de ataques a civiles" cuando gobernó Afganistán entre 1992 y 1996. De hecho, la consigna inicial del talibán era la promesa de poner fin al "cacicazgo guerrero" que se imponía mediante el hurto, la intimidación, las violaciones, los asaltos y el asesinato.

Por encima de todo, el Pentágono anunció que el paso siguiente es enviar helicópteros para rastrear y destruir patrullas. Las tropas y el equipo estadunidenses serán en-tonces vulnerables a un "efecto bumerang" que se pasa por alto: las armas duran más que las alianzas políticas. Se sabe que el talibán tiene entre cien y 300 misiles Stinger antiembarcaciones aéreas, los que les proporcionó Estados Unidos a las fuerzas rebeldes afganas en los 80. Esto implica una amenaza grave e inmediata, y en el largo plazo cuestiona las políticas estadunidenses de venta de armas.

Por todo lo anterior, la manera de abordar la guerra al terrorismo por parte del gobierno de Bush puede resumirse aludiendo el comentario de un funcionario del Pentágono -recabado por el reportero de la NBC Jim Miklaszewski-, quien dijo: "ésta es la guerra de llégale como seas". Añadió: "la estamos inventando sobre la marcha".