Terrorismo
Bush tiene el dedo en el gatillo de los misiles

Por: Emilio Marín
Publicado en: La Arena (www.laarena.com.ar )
13 de septiembre del 2001
Los hechos terroristas producidos en Estados Unidos generaron muchísimas opiniones. Pero tanto o más importante que el debate sobre lo ocurrido es el que ya comenzó sobre el futuro de la administración Bush, agujereada en su prestigio político y operativo. Al calificar lo sucedido como "actos de guerra" –y no meramente de terrorismo-, el jefe de la Casa Blanca está anticipando que saldrá a vengarse y arrojar misiles sin distinguir entre "responsables" y "cómplices". En vez de detenerse a pensar por qué le pasó a su país lo que le pasó el fatídico martes, las autoridades están orientándose hacia un modelo más policíaco en lo interno y más gendarme internacional. Si así ocurriera, el futuro, que ya llegó ominoso a las gemelas, podría volver en espiral.

EL ÁRBOL Y EL BOSQUE
La mayoría de los analistas posó su lupa sobre el martes negro, incluso patentando frases por el estilo de que en el mundo habrá un antes y un después del 11 de setiembre. Evidentemente lo sucedido ese día fue muy importante: un hecho de terrorismo de gran envergadura con miles de víctimas, que sacudió al mundo.
Pero el mundo sigue andando, con o sin las torres gemelas emblemáticas de Nueva York, donde tenían sus oficinas las empresas petroleras, compañías de seguros, bancos de inversión, aduanas, gobiernos extranjeros, etc. Aunque el gobierno norteamericano no dio ninguna cifra aproximada de muertos y heridos, es obvio que fueron muchísimos. Y ese derramamiento de sangre ha conmocionado al planeta por encima de banderías políticas, al punto que reputados enemigos de la Casa Blanca –como Fidel Castro- han ofrecido sus condolencias y ayuda humanitaria.

Pero ese dolor no debería ocultar que George W. Bush y todo lo que él personifica -como el Pentágono y las corporaciones trasnacionales- no son las víctimas sino los victimarios del mundo. El 11/9 se pusieron en posición de víctimas pero viendo la historia en movimiento, como hay que apreciarla, surge nítidamente que son verdugos. Esa administración debutó en enero con bombardeos contra Irak, siguió con el recrudecimiento del bloqueo contra Cuba, reforzó las cadenas de la dependencia de la deuda externa, violó el compromiso de ratificar el Protocolo de Kioto, apoyó la represión del estado israelí contra los palestinos, rompió el Tratado ABM de misiles antibalísticos a favor de un escudo antimisiles, etc. O sea, sembró vientos y recogió tempestades.

LA CENSURA
El mito de la invencibilidad de la superpotencia se terminó, para colmo con millones de espectadores de todo el mundo viéndolo en directo por TV, como cuadraba a la globalización.
No es que la televisión haya mostrado todo. Una cámara fija de todas las cadenas enfocó las torres y sólo paneó sobre las humeantes estructuras que luego se derrumbaron, sin libertad para moverse en la zona de la catástrofe. Los videos de aficionados fueron más incisivos.
Por razones obvias de censura, el ala destruida del Pentágono sólo se mostró desde muy lejos. ¿Dónde estarán los habituales críticos del gobierno cubano, al que se lo sindicó siempre como censor?. ¿Acaso las cadenas estadounidenses han mostrado los hechos desde el lugar, con todas las ópticas posibles?. No sólo no editaron en detalle lo ocurrido en el Pentágono sino que tampoco dijeron la verdad sobre la cifra de muertos en ese lugar: variaban entre 100, 400 y 800 según los cálculos de diferentes estaciones de TV.
Los medios tampoco informaron, 48 horas después, sobre si efectivamente la fuerza aérea derribó o no el cuarto avión que cayó sobre Pittsburg.
Todo eso fue "secreto de estado", demorado y retaceado a la opinión pública. A casi dos días de lo ocurrido, el secretario de Estado Colin Powell aún no había comparecido ante la prensa nacional e internacional para dar una explicación fehaciente de lo ocurrido, al menos desde el ángulo de su cartera. ¿Y a eso lo llaman modelo mundial de libertad y pluralismo informativo?.

EL MITO
Los sangrientos atentados redujeron a polvo y cenizas la chapa de invulnerable que EE.UU. se había colgado del pecho. De golpe los habitantes o transeuntes del Lower Manhattan se deben haber sentido tan insignificantes como los vecinos de Belgrado, Bagdad, Tripoli y otras ciudades que en los últimos años fueron bombardeadas por aviones norteamericanos y de la OTAN.

Los organismos gubernamentales, policíacos y castrenses de inteligencia fueron burlados, unos tras otros. La superpotencia cuenta en total con trece ramas de inteligencia, con la CIA, FBI y Consejo de Seguridad Nacional entre las más conocidas.
También existen otras, dependientes del Pentágono, el Ejército, la Marina, la infantería de Marina, la Fuerza Aérea, etc. ¿Ninguna vio nada?. A la luz de los hechos, así fue en efecto, aunque las teorías conspirativas de la historia deslizan que algunos de los integrantes de esas entidades pudieron "dejar hacer" para beneficiarse de la situación posterior: el reforzamiento del presupuesto de inteligencia y de Defensa en general, y la militarización de la sociedad norteamericana. Bush informó ayer que había pedido al Capitolio un reforzamiento de esas partidas.

Más sencillo sería decir que los 13 organismos de inteligencia no detectaron la operación en marcha porque estaban mirando en otra dirección. Donald Rumsfeld, de la secretaría de la Defensa; Condoleezza Rice, del Consejo de Seguridad Nacional; George Tenet, de la CIA, y el resto de los espías se habían abocado a instrumentar el sistema nacional de defensa antimisiles (NMD por sus iniciales en inglés). Habían comenzado a instalar los radares de alerta temprano en Alaska y probaban la intercepción de misiles enemigos (rusos, chinos, coreanos o iraquíes) que seguían complicadas coordenadas espaciales. Rumsfeld teorizó que la hipótesis de conflicto estaba en la región Asia-Pacífico y valoró que el NMD ponía "rumbo de colisión" con Rusia.
La realidad mostró que la puñalada les vino desde adentro, desde el aeropuerto de Boston y con piratas aéreos que habrían tomado las máquinas con cortaplumas o cuchillos.

NEGOCIOS SON NEGOCIOS
Entre los funcionarios y analistas más refutados por los hechos estuvieron el alcalde neoyorquino Rudolph Giuliani y el académico Francis Fukuyama.
Giuliani fue el inventor de la "tolerancia cero" para dar seguridad a la "gran manzana". Su teoría fue bautizada de la "ventana rota" para reafirmar que ningún pequeño delito debía ser pasado por alto. Su jefe de policía William Bratton se convirtió en el superman que Domingo Cavallo, Aníbal Ibarra, Gustavo Béliz y Carlos Ruckauf invitaron al país a dar conferencias. La ciudad a la vera del río Hudson tiene ahora algo más que una ventana rota sin que su alcalde haya hecho nada para impedirlo.

Fukuyama predijo el "fin de la historia" como epílogo de la lucha de clases y victoria definitiva del modelo capitalista. Desairado, ahora debe escuchar cómo algunos analistas se pasan al otro extremo y hablan directamente de la posibilidad de la Tercera Guerra Mundial.
Mientras el pueblo norteamericano lamenta muertos en una cantidad de cinco cifras, según informaciones no oficiales, las corporaciones y bancos están lanzados de lleno a la oportunidad de hacer nuevos negocios. Ni siquiera han aguardado a que todos los muertos hayan tenido sepultura.

Las empresas petroleras están de parabienes porque el precio del barril de crudo aumentó a 29 dólares, un 6,5 por ciento más que la víspera de las muertes. El vicepresidente Dick Cheney, ex presidente de Halliburton, y Bush, del lobby petrolero, van a salir más ricos de la crisis. El complejo industrial-militar que hace contratos millonarios con el Pentágono, también se frota las manos. Es que la necesidad de la administración republicana de empezar a los bombazos contra Afganistán, Sudán, Irak y algunos otros estados considerados "cómplices" de los terroristas, demandará más misiles, bombas, aviones, combustible, barcos, radares, etc.
Las compañías de seguros contratadas por el World Trade Center y por American y United –las dos líneas de aviación siniestradas- posiblemente vayan a la ruina. Pero los bancos y empresas de construcción que ya se habrán lanzado a ganar las licitaciones para la reconstrucción de Manhattan, cotizarán sus acciones en oro. Como es propio de ese sistema bestial, muchos ponen la sangre y pocos se llevan superbeneficios.
En este momento, para la población mundial, lo más peligroso no es la posibilidad de un nuevo atentado terrorista sino que el texano empiece a los tiros contra países a los que ninguna corte internacional probó culpabilidad alguna. Con la teoría de los "actos de guerra" quieren justificar las andanadas de misiles que se avecinan.