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Edición digital

Edición N° 51 - primavera 2008

Jornada -Margen- "América Latina. Desigualdad y compromiso para la transformación"
Desarrollada en Buenos Aires el 27 de Junio de 2008

Mesa: recuperación de las tradiciones de pensamiento dentro del Trabajo Social

Por:
Nora Britos
* (Datos sobre la autora)


Introducción

En esta presentación, mi intención es compartir algunos procesos de investigación y reflexión sobre la profesión. La expresión de Marx “el ser social determina la conciencia” permite una aproximación problemática con respecto a qué formas de pensamiento pueden configurarse a partir de ciertas prácticas. Conocer cuál es la naturaleza del trabajo que realizan los trabajadores sociales, en qué ámbitos y bajo qué determinaciones, entonces, tiene relación con las condiciones bajo las cuales algo así como tradiciones de pensamiento pueden ser incorporadas en el Trabajo Social.

Aquí conviene precisar que, desde nuestra perspectiva, gran parte de las tareas de la profesión se configuran a partir de la forma institucional que adquiera el régimen de estado de bienestar en el contexto de que se trate. En este sentido, dos contribuciones teóricas han sido muy significativas, tanto en mi formación como en las preguntas que he podido formular.
Por una parte, los trabajos de Claus Offe, en la tradición de la teoría crítica, relacionados con las contradicciones de los estados sociales y con el análisis del trabajo y en particular, el trabajo en el campo de los servicios. Por otra parte, precisamente, la compleja propuesta de Gøsta Esping-Andersen sobre los regímenes de estados del bienestar, como articulaciones específicas entre estado, mercado, familia (y podríamos incluir el sector asociativo no gubernamental) en la producción de bienestar como una función compleja. En esta propuesta también son importantes las trayectorias de institucionalización de tales articulaciones, así como el tipo de orientación de los actores sociales y políticos (como los sindicatos) en torno a las políticas sociales.

Estas contribuciones teóricas iluminan, en gran medida, los constreñimientos y oportunidades que intervienen sobre las profesiones orientadas a los servicios sociales. En la medida en que el tipo de políticas sociales y su organización institucional, los actores comprometidos en su desarrollo, su caracterización como derecho o como simples prestaciones (y por consiguiente, los grados de desmercantilización que habilitan o no), la estratificación social que producen (como derivaciones de su financiamiento y de las transferencias que implican), el lugar (y el reconocimiento implícito) de las mujeres (típicas proveedoras de bienestar), las concepciones de los destinatarios, todos son componentes centrales del mundo de los servicios sociales, mundo del trabajo para los trabajadores sociales. Quienes ejercen una profesión operan selectivamente sobre lo que se construye y transmite en los ámbitos académicos, pero también apelan a conjuntos de recursos conceptuales disponibles y diversos, derivados de otros campos disciplinares, del sentido común, etc.
Quizá sea relevante registrar el hiato entre lo que pretendemos transmitir desde el campo académico y el tipo de práctica profesional que avanza en nuestro contexto, presionada por la precarización de las condiciones de trabajo, la sobrecarga de trabajo, y las enormes lagunas en la vigencia de los derechos sociales para todos los habitantes.

Incluso la referencia global a una profesión parece por momentos como un interrogante, más que como proposición: la cuestión de si – y en qué medida- se puede continuar afirmando la existencia de propiedades unificadoras en el caso del trabajo que realizan los trabajadores sociales como sector, propiedades opuestas a la diversificación objetiva de la realidad y del contenido de la experiencia social del trabajo es una cuestión de orden empírico. Esto es, es preciso también interrogarnos, en la medida en que no parece evidente que quienes desempeñan tareas tan disímiles como la gestión de proyectos complejos con participación social frente a la elaboración de informes sociales sobre un formulario cerrado, puedan unívocamente ser interpelados como parte de una misma disciplina o profesión.

En lo que sigue, presento algunos resultados de mi trabajo sobre ámbitos y condiciones de trabajo de profesionales de Trabajo Social en Córdoba, como una contribución para pensar los marcos sociales que favorecen u obstaculizan posibilidades del pensamiento en nuestro campo.

El estudio sobre condiciones de trabajo de los trabajadores sociales

El trabajo que realizamos pretendió contribuir al reconocimiento de mutaciones y permanencias en diversas aristas del ejercicio profesional. Entendemos que las profundas transformaciones regresivas del contexto económico, político y social –desplegadas con la máxima intensidad durante la década de 1990- han incidido y producido cambios en algunas dimensiones del ejercicio profesional. El estudio interpela, entonces, la huella de esos cambios en el ejercicio profesional de Trabajo Social.

Entre las transformaciones más importantes podemos señalar la privatización de políticas sociales del componente de seguro, cuyo caso paradigmático ha sido la creación del régimen mixto de jubilaciones y pensiones, con un sesgo a favor del sector privado mercantil. También se creó en la década de 1990 y habilitando sólo al sector privado mercantil el seguro de riesgos de trabajo.

Otra de las transformaciones relevantes registradas en esa década fue el proceso de descentralización sin recursos suficientes de la educación pública y la salud pública, con enormes consecuencias en materia de cristalización y agudización de diferencias regionales intolerables en cobertura y calidad.

Por último, la asistencia social fue privatizada, derivada su gestión al sector privado sin fines de lucro, que creció en este período gracias a la transferencia de funciones estatales.

El contexto regresivo de la institucionalidad bienestarista de la década de 1990, y que permanece en gran medida intacto en la actualidad, no sólo afecta las condiciones de reproducción de la población, sino que, al mismo tiempo, afecta de modo directo aspectos sustanciales del ejercicio profesional de Trabajo Social. Se ha complejizado la “cuestión social”, han aumentado las demandas, los sujetos con necesidades, las formas de expresión de las necesidades, y la diferenciación de los problemas que los profesionales deben abordar. También han cambiado las respuestas estatales, privadas y no gubernamentales, su articulación y su lugar en el campo del bienestar. La garantía de los derechos sociales, sin embargo, sigue siendo una obligación estatal. Estos cambios nos interpelan entonces, en tanto profesionales que defienden los derechos sociales y que, al mismo tiempo, trabajan en ámbitos que dependen del “estado de situación” de los derechos sociales en cada momento histórico.

La capacidad de respuesta de Trabajo Social a estos desafíos implica, sin dudas, el posicionamiento del colectivo en la defensa de los derechos económicos, sociales y culturales de la población y el desarrollo de herramientas de defensa y exigencia de estos derechos, acompañando a la población en sus demandas e incluso, promoviendo su articulación.

Ese horizonte deseable de práctica profesional se ve contrastado con el nuevo contexto de trabajo, en el que se hacen visibles las implicancias del retroceso de los derechos sociales en el ejercicio profesional de Trabajo Social. Reconocer cuáles son las consecuencias del giro liberal en nuestras prácticas constituye un paso ineludible en la formulación de estrategias políticas a favor de la ampliación y consolidación de los derechos humanos.

Nuestra hipótesis era que si en la década de 1990 se produjo una transición hacia un régimen de Estado de bienestar con un centro corporativista, pero con un creciente sesgo liberal- residual, esta transición produciría unos impactos específicos en el ejercicio profesional de Trabajo Social. Estos impactos podrían sintetizarse del siguiente modo:

  1. la descentralización y la creciente importancia del gobierno local en la atención de los problemas sociales, que, lejos de incrementar el control ciudadano sobre las políticas sociales, conduciría a un encuadramiento territorial de los pobres y modificaría sustantivamente el locus del ejercicio de Trabajo Social.

  2. La expansión de un sector de servicios sociales comerciales, con fines de lucro, que adquirió importancia en virtud de la cantidad y variedad de arreglos institucionales relacionados con la protección social que fueron transferidos a esta forma organizacional, se constituiría en un sector que absorbe crecientemente trabajo profesional.

  3. El desarrollo de organizaciones sin fines de lucro que prestan servicios sociales como un “tercer sector” entre el Estado y el mercado - sector al que el Estado ha delegado responsabilidades y recursos en el campo de la asistencia social - se consolidaría como un nuevo ámbito de ejercicio profesional.

  4. Se verificaría la emergencia y estabilización de formas de ejercicio profesional liberal, fenómeno que aún no había sido tematizado en este campo profesional dada la prevalencia histórica del ejercicio profesional de los trabajadores sociales como agentes estatales.

  5. Las formas de contratación de profesionales por parte del Estado en sus distintas jurisdicciones habrían registrado modificaciones y ello derivaría en una precarización de las condiciones de trabajo para los profesionales de Trabajo Social.

Estos supuestos orientaron el trabajo de investigación. Sin embargo, los orígenes de las preocupaciones son a menudo producto de una síntesis compleja entre conocimiento e interés. De alguna manera, el trabajo representa una ‘reacción’ a unos problemas que podrían sintetizarse de la siguiente manera:

  1. desde mi perspectiva, en el campo de discusiones sobre las políticas sociales (en particular, en las reconstrucciones realizadas por teóricos del Trabajo Social) aparecía cierta aproblematicidad en la conceptualización de las políticas sociales. Como si se tratara de un todo homogéneo que sólo se diferenciara por la dimensión sectorial (salud, educación, vivienda, etc.), esta comprensión no permitía interpretar porqué se produjeron algunas transformaciones, ni el sentido de su direccionalidad. Salvo que ideas como transitar de un Estado de bienestar a un Estado de malestar pudieran tomarse en serio, quedaban sin explicar las diferentes trayectorias de transformación de las políticas.

  2. Al mismo tiempo, encontraba en los autores estudiados la asunción generalizada de que Trabajo Social y políticas sociales están unidos, más aún, la suerte de la profesión depende de las políticas sociales, pero sin que este vínculo pudiera especificarse con mayor precisión.

  3. En otro orden de consideraciones, hallaba que la comprensión del trabajo profesional parecía centrarse en el análisis y descripción de lo que no es o no tiene este tipo de trabajo, frente al trabajo industrial. En este aspecto en particular, consideraba que debían realizarse esfuerzos de relectura tanto de autores clásicos como de los nuevos desarrollos en el área del análisis del trabajo.

  4. La tematización de cambios en el ejercicio profesional, por último, me parecían poco precisos: si bien la crisis del mundo del trabajo y del empleo asalariado han erosionado seriamente el status de los trabajadores en general, la crisis del fordismo no puede aplicarse sin más a otras formas organizativas del trabajo heterónomo, y en particular, al trabajo profesionalizado en los servicios sociales. ¿Qué significa exactamente la flexibilización del trabajo en este campo? ¿Cuáles son los determinantes que producen tendencialmente formas de precarización laboral en este contexto?

Algunos resultados del trabajo

En la investigación 1 encontramos una ocupación significativa en empresas y organizaciones no gubernamentales, aunque carecemos de posibilidades de efectuar alguna comparación con otro momento histórico. Sin embargo, es previsible que estos ámbitos de ocupación crezcan en virtud de la retracción estatal.

El estado de situación con respecto a las formas predominantes de vinculación laboral de los profesionales nos indica que el 30% aproximadamente están contratados; el 10% son becarios y el 17% monotributistas. Esta información resulta inquietante: en efecto, las becas no constituyen una vinculación laboral estrictamente hablando, y en general, podríamos temer la constatación de una precarización de este aspecto de la relación laboral en la profesión.
Se confirma especialmente que los trabajadores sociales recibidos a partir de 1990 trabajan predominantemente bajo relaciones laborales no tradicionales: becas, contratos y pasantías. El Estado sigue siendo un empleador importante, pero el trabajo se organiza bajo formas contractuales no tradicionales para el sector público: contratos de locación de servicios, becas y pasantías.

Los profesionales desarrollan formas de doble y triple empleo como estrategias de contrapeso a tal precarización. Sin embargo, aún con doble empleo los ingresos medios de los profesionales son escasos y para los trabajadores más recientes, incluso los colocan bajo la línea estadística de la pobreza.

Un 70% de los encuestados realizan tareas operativas, y sólo un 10% de los casos bajo estudio manifestaron hallarse en cargos de conducción o dirección. Un supuesto era que las actividades tradicionales son las que tienen mayor peso entre las tareas que realizan los trabajadores sociales.
No sorprende que las actividades predominantes que realizan los profesionales sean la atención de demandas, la elaboración de informes sociales, el seguimiento de casos, la participación en equipos interdisciplinarios, el asesoramiento, la elaboración de diagnósticos sociales y la ejecución de proyectos. Ya señalamos que estas actividades predominantes parecen configurar un perfil tradicional para la profesión.
No obstante, es preciso señalar que sin investigación y producción de conocimientos no hay posibilidades de mejorar la autonomía profesional. Además, resulta importante preguntarse por la planificación y la gestión social como aspectos que podrían ampliar o potenciar el campo de las prácticas profesionales. Sí resulta llamativo, en cambio, el escaso porcentaje de profesionales que se orientan al desarrollo de prácticas socio-organizativas de base.

Las condiciones de trabajo penosas son reveladoras indirectas de los retrocesos sistemáticos hacia un modelo liberal- residual de Estado de bienestar. Se pueden reconocer numerosas formas de la presión creciente sobre la relación social de servicio en detrimento de su complejidad y de la determinación profesional sobre la misma, particularmente expresadas (pero no únicamente) a través de la sobrecarga de tareas y la falta de recursos para atender los problemas.

Ello confirma parcialmente los supuestos previos, que referían las malas condiciones de trabajo a bajos salarios, inestabilidad /precariedad laboral y falta de reconocimiento social de la profesión y de los profesionales. Se confirma en cuanto a los salarios insuficientes, pero la inestabilidad o precariedad laboral no se ha destacado como principal fuente de malestar ocupacional. Sin embargo, la falta de reconocimiento social de la profesión puede relacionarse con la falta de participación en la toma de decisiones, la subordinación a decisiones políticas, entre otras.

El estudio también ha permitido mostrar que la externalización de funciones del Estado y la propia racionalización organizacional del sub- sector estatal representan sistemáticamente peores condiciones de trabajo para los trabajadores sociales, en la comparación intertemporal. Las pasantías, becas y otras formas de elusión de la relación laboral no se limitan a los sub- sectores no oficiales, sino que encuentran su mayor expresión en el Estado.

Cabe señalar que el estudio se basó en el análisis del tipo específico de trabajo que realizan los trabajadores sociales, que puede enmarcarse en el trabajo de servicios. Desde mi punto de vista, la falta de teorización sobre la naturaleza del trabajo en Trabajo Social implica la caracterización del trabajo profesional en términos negativos, como sucede frecuentemente con las caracterizaciones sobre el sector servicios. Casi todos los aspectos del ejercicio profesional son relevados por defecto frente a la idea modélica del trabajo industrial, medida que no resulta del todo pertinente para precisar el trabajo de servicios y menos aún, el trabajo profesional al interior de los servicios sociales.

Otro aspecto que nos parece posible tematizar a la luz de las consideraciones sobre el sector servicios y la relativa autonomía e indeterminación del trabajo que presenta, se vincula con un debate sobre la inespecificidad que padecería Trabajo Social. Sin desconocer las fructíferas discusiones que derivaron de esta formulación, sostenemos que las dificultades para formular un objeto de intervención se asocian con la propia naturaleza de las actividades características de los servicios sociales.

Creemos que lo específico de la relación social de servicio se plantea precisamente en esta heterogeneidad e incalculabilidad de las situaciones que se presentan para su atención a través de los servicios sociales, y en la tensión entre ‘normalizar’ el caso y ‘subjetivizar’ la norma. Además, el hecho de que el servicio se produzca al mismo tiempo que se lo consume, y la necesaria participación del ‘usuario’, colocan una indeterminación importante al trabajo de servicios.
Creemos que en el centro del trabajo de servicios está la dificultad para el establecimiento de unas reglas técnicas unívocas que permitan establecer inequívocamente cuántas y cuáles son las acciones instrumentales necesarias para producir los resultados esperados. A todo lo cual, el repertorio de actividades heterogéneas y ‘sincréticas’ que parecen la ‘enfermedad infantil’ del Trabajo Social, no serían más que expresiones de las modalidades de respuesta a los determinantes que operan en el sector servicios sociales.
El hecho de considerar estas características como un factor que permite ampliar los márgenes de autonomía y determinación con base en criterios profesionales colectivamente construidos, en lugar de considerarlos sólo como aspectos negativos a partir de una caracterización insuficiente de qué es una profesión, creo que aporta a identificar posibilidades de desarrollo de propuestas profesionales más comprometidas con la ampliación de los derechos sociales y la protección social.

Afirmábamos que el trabajo de servicios, más aún, el trabajo en servicios profesionales, lleva más lejos la conflictividad potencial del trabajo vivo. Esa característica permite pensar alternativas en el complejo espacio de la intervención, pero teniendo en cuenta que los ámbitos de prestación de servicios colocan de modos diversos, ciertas determinaciones sobre la relación social de servicio. Comprender cuáles son las formas específicas en que tales restricciones se manifiestan, debería permitirnos, como trabajadores, una mayor libertad, la libertad que otorga el conocimiento de aquello que nos oprime en las formas en que está organizado el trabajo.

Sin dudas, la pregunta por el futuro de los derechos sociales en nuestro contexto debe articularse con exhaustivos análisis de las normativas de acceso a las prestaciones y de las localizaciones de los programas que, invisibilizando restricciones, constituyen el núcleo de las singulares nuevas condiciones de retroceso en la vigencia efectiva de los derechos sociales. Al mismo tiempo, la inclusión en luchas sistemáticas por la ampliación y universalización de los derechos sociales debería formar parte de la agenda práctico- política de Trabajo Social.
Entiendo que la compleja relación social de servicio en la que nos involucramos podrá encontrar indicios de realización a partir de una base de cumplimiento efectivo de los derechos de salud, educación, ingresos suficientes y seguros a todo lo largo del ciclo vital y acceso a la tierra y a la vivienda, en medioambientes saludables, entre otros, configuran mínimos sociales para una vida digna en una sociedad democrática.

En este sentido, la efectiva vigencia de los derechos humanos en lo concerniente a derechos económicos, sociales y culturales de las personas implica que los mismos deben ser universalmente garantizados; que el Estado debe cumplir con los contenidos mínimos de los derechos más allá de la situación presupuestaria; que no se pueden tomar medidas regresivas (esto es, que disminuyan el goce de los derechos); la prohibición de discriminar a las personas en el disfrute de los derechos sociales y la obligación de tomar medidas para el desarrollo de políticas sociales adecuadas.
Desde esta perspectiva, los agentes relacionados con el campo de las políticas sociales tenemos instrumentos para acompañar las demandas de la población con la que trabajamos y para intervenir activamente en el debate sobre la institucionalidad deseable.

Esperamos que la reflexión sobre el estado actual del campo profesional nos permita conocer, reconocer e incidir sobre nuestro campo de prácticas y sobre aquéllas condiciones que obstaculizan el trabajo con los humillados y ofendidos, de cuya suerte depende nuestra esperanza en la construcción de una sociedad democrática y justa.

NOTAS

1 El trabajo de campo tomó la forma de un censo, esto es, un estudio sobre la totalidad de las unidades de observación: pretendía abarcar la totalidad de los matriculados en ejercicio de la profesión de Trabajo Social en la provincia de Córdoba durante 2003. El estudio formó parte de la tesis de maestría en Ciencias Sociales con mención en políticas sociales, Escuela de Trabajo Social, Universidad Nacional de Córdoba. Fue publicada bajo el título Ambito profesional y mundo del trabajo. Políticas sociales y Trabajo Social en los noventa, Espacio Editorial, Buenos Aires, 2006.



* Datos sobre la autora:
* Nora Britos
Docente e investigadora, cátedras Políticas Sociales del Estado y Seminario Trabajo Social y Exigibilidad de los Derechos Sociales, Escuela de Trabajo Social, Universidad Nacional de Córdoba.

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