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Edición N° 23 - primavera 2001

INTERVENCION DEL T. SOCIAL EN SITUACIONES DE CRISIS.

Posibilidades y límites. (o cuando lo imposible se transforma en lo social...)

Por:
Lic. Ana Biessy.
*
(Datos sobre la autora)


Al igual que otras disciplinas, nuestra profesión viene interrogándose desde hace ya tiempo,acerca del sentido de lo social. Qué es lo social? Qué características y condiciones asume lo social hoy? Cuál es el significado del sujeto social hoy? Las certezas en las respuestas a estos interrogantes quedan hoy relativizadas dada la profundización de la crisis de la constitución de lo social, lo que constituye un nuevo escenario para nuestras profesiones.

En este nuevo escenario social, se nos hace imposible acudir a una doctrina que ofrezca una explicación sólida del mundo. Los interrogantes y preocupaciones que acompañaron al Trabajo Social en su recorrido, se vuelven a presentar hoy, quizá con más fuerza, signados por lo acuciante de la exclusión social en sus diferentes formas y expresiones. Esta es la “cuestión social” en la que se centra hoy nuestra intervención.

La intervención demandada es la que requiere de un análisis particular.
Las demandas están relacionadas con la satisfacción de necesidades mínimas indispensables de las personas.

Estas personas solicitan la intervención de un Trabajador Social planteando una necesidad relacionada con el impacto de la pérdida de espacios de socialización o de inserción social ( ante la retirada del Estado, la demanda se centra en lo asistencialista, relacionado con la inmediatez y la carencia).

La cuestión es si esta necesidad puede generar otro tipo de intervención ligada a una propuesta de construir un espacio crítico-reflexivo, es decir aportar a la construcción de nuevas subjetividades.

La heterogeneidad de lo social implica una necesaria mirada a la singularidad de cada sujeto social, entendiendo como sujeto social a la constitución “con otros”, a la “desindividuación”. Ese sujeto que trae en su demanda una representación de malestar, solicitando un “acompañamiento en el hacer” para que ese malestar se atenúe.

Nuestra intervención debe atender la demanda de los sujetos intentando una construcción compartida que, partiendo desde su malestar, configure un proceso en el que se posibilite “nombrar”, “ hacer ver”, “resignificar” ese malestar para transformarlo (valorando aquéllo que la/las persona/s tiene/n y aporta/n).

Malestar que nos toca a todos, a las personas con quienes trabajamos y a nosotros mismos.Quizá por las reiteradas pérdidas que venimos padeciendo (legitimidad de las instituciones; lazos sociales; integración social; empleo; proyectos). Malestar que al ser resignificado y comprendido les/nos facilitaría una construcción subjetiva de mayor responabilidad para ejercer sus/nuestros derechos y responsabilidades , como sujetos crítico-reflexivos.

Esta forma de intervención frente a la diversidad en la igualdad nos permite construir la validez de la intervención misma. Validez que requiere del análisis de la fragmentación social, en tanto “lugar de intervención”.

Castel decía que “...la crisis hace que el lazo social se enfríe...”

Yendo a la problemática de la drogadicción, así como a cualquier otra problemática social, nos enfrentamos cotidianamente a la cuestión de la fragmentación, ya que el sufrimiento de los sujetos con quienes trabajamos se relaciona con un profundo “enfriamiento de lazos sociales” con respecto a los otros sujetos, a las otras instituciones.

Es ahí donde Trabajo Social puede hacer un importante aporte en tanto se reconozca a este sujeto como un sujeto histórico- social, que se construye a partir de relacionarse con otros, en términos de lazos sociales.

Entonces, la intervención deviene también como ese espacio de integración en el que voy a detenerme en aquellos lazos sociales debilitados (productores de malestar) para descubrir posibles vías de transformación de la realidad subjetiva.

Y digo, que tanto en esta problemática como en cualquier otra, la intervención estaría centrada en “hacer ver”, en “resignificar”, la posibilidad de construir o reconstruir el entramado social a fin de que este sujeto logre “proyectarse” en el marco de un proceso de transformación.

Si acordamos en la cuestión de la heterogeneidad que prima en lo social, acordamos también que todos los adictos no son iguales. Por el contrario, existen muchos adictos, que resultan irrepetibles, y con cada sujeto tendremos que trabajar a partir de la singularidad de su historia de vida, de su propia fragmentación, de su posibilidad de construcción crítico-reflexiva.

Por último, y para que “lo imposible no se transforme en lo social”, digo que tenemos que repensar estas cuestiones en nuestra propia cotidianeidad de trabajo. Para no quedar a expensas de la salida puramente asistencialista que el sistema genera, y que nos entrampa en la imposibilidad..

El repensarlas implica caminar, estar de pie en esta realidad, defendiendo y valorando aquello que nos constituye como personas: el trabajo.

Para terminar, y hablando de caminar... quiero compartir con ustedes un fragmento de Eduardo Galeano que dice:

“...Ella está en el horizonte...
me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
Entonces...¿para qué sirve la utopía?
Para eso sirve...para caminar...”


* Datos sobre la autora:
* Lic. Ana Biessy.
Lic. en Servicio Social. Post-grado: MAGISTER EN SALUD PUBLICA

Profesional de planta de Area Programática – Hospital General de Agudos Dr. C. Argerich. Docente Programa Pasantías en Trabajo Social- Según Convenio Carrera Trabajo Social- UBA / CENARESO.
E-mail: amb@infovia.com.ar

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