Edición N° 10 - verano 1997
(para el hemisferio sur)

Formas posmodernas de lucha contra el hedor:
el caso SIDA

Por:
Jorge A. Huergo
*
(Datos sobre el autor)

Parece ser que la peste del medioevo, como forma de cohabitación del terror, ha regresado en la posmodemidad bajo la forma del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).

Quisiera acceder al problema, en primer lugar, etimológicamente. Síndrome significa "conjunto de síntomas que caracterizan una enfermedad". El término significa "con" ó "conjunto" y "carrera" o "recorrido" (de donde proviene también dromedario). El síndrome es una cierta con-currencia.

Por su parte, inmunodeficiencia está compuesta por: inmuno, que proviene del término latino immûnis, que significa "libre de cualquier cosa" (como negación de munus, "obligación"). Y deficiencia es derivado de déficit, que proviene de deficere, "falta".

Finalmente, adquirida proviene de quaerère, que significa "buscar"; también "pedir" o "inquirir".

Me voy a salir, en este acceso, de todo desarrollo técnico o instrumental sobre el tema, y voy a rozar el problema del SIDA dejando aquellos padecimientos debidos a un error Técnico o a una falta de previsión (como son los casos de SIDA debidos a transfusiones sanguíneas, por ejemplo).

Rastrear eI significado de la sigla SIDA etimológicamente, también significa validar la etimología que en griego sugiere una aproximación a lo nodular, a una verdad que podría hallarse más allá de los "regímenes de verdad"; o un descongelamiento de construcciones eminentemente ideológicas que recurren (en el concepto, en el nombrar, en el "sentido preferente") la producción social de un acontecimiento o un padecimiento.

SIDA sugiere "recorrido-con" / "reunión" / "concurso" / "concurrencia", habla del costo de la libertad: la "falta de libertad", dice algo "buscado". Como en la peste medieval, rodeada y poblada de mitos y explicaciones máglcas, eI SIDA también es una forma de castigo. Es el castigo posmodemo a la Iibertad y a la comunidad.
Extrañamente, las palabras, más allá de las significaciones sociales, dicen que hemos buscado este castigo por recorrer con los otros un camino de libertad. Y si observamos un poco más, eso es lo que significa como estrategia del orden posmoderno: SIDA habla del precio pagado por intentar recorrer caminos en conjunto; habla del castlgo por el supuesto "abuso" de la libertad: la falta de libertad.

Resuena, incluso, una extraña voz similar entre "castigar" / "castidad", entre castigare/castus. Como que la enmienda para la extralimitación es la suprema consistencia de la pureza y la virtud. Pero una enmienda que aporta al autoremedio, al autocontrol. Con lo que se asegura un orden según las prerrogativas de to autó, de lo mismo.

Una vez más, en Ia posmodernidad, el SIDA pone en el tapete la vinculación entre castigo y vigilancia. Las figuras anormales e infames del monstruo humano, el onanista, el incorregible, mostradas por Foucault en La vida de los hombres intames, tienen ahora un nombre nuevo: los sidosos, los drogadictos, los homosexuales, los promiscuos; figuras posmodernas del hedor.
Pero, creo yo que estas figuras guardan relación con la utopía moderna de la Ilbertad y la comunidad, y por eso deben ser castigadas y controladas. Incluso guardan relación con Ia platónica syn-guenés, la con-sanguineidad, en su forma posmodema (que puede leerse como "compartir la jeringa).

En primer lugar, estas figuras están relacionadas con la desmesura, con la hybris, que como tal también puede significar violencia (cuya palabra hebrea ha sida traducida por "pecado"). Pero una desmesura o hybris marcadamente corporal.
La idea de hybris como insolencia implica la negaclón del verbo "soler", la negación de Io acostumbrado. La insolencia significa algo desacostumbrado, una irrupción de lo desmesurado, algo -acaso- revolucionario.
Pero revolucionario en un nuevo sentido.
Lo trágico de esta desmesura es que la revolución no está asociada e abruptos cambios sociopolíticos, sino que esta hybris instaura en el imaginario la idea de una revolución que significa lisa y llanamente un principio de autodestrucción de los cuerpos. Con lo cual, de paso, se releva de esta responsabilided al Estado y a la sociedad y la inmunodeficiencia evoca la individualización y biologización de la inseguridad planetaria.

Más aun, si el cuerpo en la política (después de haber sido "hablado" por los sectores dominantes, degradándolo par características culturales, como en el caso de los "cabecitas negras"), en el escenario político fue colocado a partir de los cuerpos que faltan, de los cuerpos desaparecidos, desde los '80 hay un repliegue del cuerpo y una modelización excluyente del mismo.
El cuerpo pasa a ser una responsabilidad individual, y pasa a ser obsesivamente cuidado, no expuesto, no comprometido, más que con imperativos ligados al consumo. Un ejemplo de esto, sumado a la mediatización de la cultura es la publicidad sobre SIDA de Benetton, en la cual el objetivo no es en absoluto la prevención, sino la venta del producto.

El SIDA instaura o contribuye a instaurar, además, un repliegue de lo comunitario. Hace posible un novedoso miedo, que sin embargo sigue la cadena de miedos instituidos por una "modernización" que ha observado siempre el "mito de la pulcritud". Un nuevo miedo al estar nomás. Miedo que Ilega a paralizar en el mismo momento de su naturalización. Es decir, más que los miedos ocasionados por desmesuras provocadas por injustas condiciones de vida socioeconómica, irrumpe una naturalización del miedo relacianada mas directamente en los cuerpos con el hedor. La propia naturaleza es portadora del castigo.

La hybris también significa soberbia, que es la razón del pecado de Adán y Eva, tan fuertemente asociada en el imaginario con la relación sexual. Pero el SIDA contribuye a estigmatizar toda forma de placer. Hablo del SlDA ahora como cierta matriz posmoderna de sentido. Tanto que la hoja de parra ha sido reemplazada por el preservativo.

Pero así como en el caso de Adán (Ia tierra) y Eva (la "mujer") la soberbia consistió en "destinarse", el SIDA inaugura una forma de hybris, una nueva forma de pecado (contra las prerrogativas modernas) que sinifica por Ia imposibilidad, la suspensión absoluta de destinarse, debido a la eventualidad y la proximidad de la muerte. Acaso la única manera de destinarse es la elección por la muerte. (Llamativo esto en un mundo obsesivo por la vida pero gobernado por el riesgo permanente de la muerte).

La necesaria distinción entre el hombre estoico, animado por las sucesivas metáforas que Ilevan al "cementerio de la intuición" representado por el conocimiento científico, y el hombre artista, conciente de la metaforización y viviendo según la guía de lo intuitivo (distinción planteada por F. Nietzsche en Sobre verdad y mentira en sentido extramoral) parece exacerbarse en esta posmodernidad con aristas de alto dramatismo y con máscaras tecnológicas para el sufrimiento humano.
El SIDA, decididamente, es el rasgo incomprensible de una sociedad despiadada, que mientras juzga en su opinión pública con adjetivaciones morales a las sidosos, los sidosos van extinguiendo su vida por una injusta enfermedad. Esto es, mientras para el imaginario la enfermedad es un castigo, es also buscado, por una extralimitación de las "buenas costumbres", el que la padece está muriendo con una perversa lentitud. Más importante, incluso de manera radicalizada, es el estoicismo que la sensiblidad.

Y una vez más, lo que promete la posmodernidad es la tolerancia de las diferencias, y lo que promueve es el autocontrol para el logro individual del estoicismo. Esto evoca claramente las grandes contradicciones y ambigüedades de la modernidad, cuyo diferencial sigue siendo, contra la humanización, el sufrimiento, la injusticia y la muerte.

Pero, además, el SIDA ha puesto en escena acontecimientos que no están normados por las ideas regulativas generadas por el imaginario social; hay mucha ignorancia como marca que retrasa la conformación imaginaria. Ante estas situaciones de Ias prácticas sociales, siempre se ha producido descondento o exclusión. En primera instancia, ante lo que se ignora se prefiere la exclusión como mecanismo de seguridad. Pero, además, el imaginario colectivo casi siempre se constituye a partir de conjurar el hedor. Y conjurar el hedor, en este caso del SIDA, provoca la exclusión de quien lo padece, bajo la figura de un padecimiento buscado.

En definitiva, y siguiendo a Nietzsche, la verdad es un ejército de metáforas. La verdad sobre la sexualidad (que dicho sea de paso, ha sldo excluida del discurso, ha sido prohibida) y sobre el placer, supone sucesivas metáforas, huidas, cubrimientos, que hacen de una sensación un concepto.

La voluntad de verdad de esta época, respecto del SIDA, sigue encubriendo un acontecer del ser que implica dolor, sufrimiento y muerte. Y entonces, trágicamente y una vez más, la verdad deviene mentira, voluntad que privilegia el acuerdo sobre lo que puede ser dicho y hecho socialmente, por sobre la existencia y la dignidad de la vida humana.

De un lado, la episteme, como condición de posibilidad del conocimiento en una época determinada, también va connfigurándose a través de "políticas en salud" altamente publicitarias y performativas, que generan prácticas sociales coherentes con nuevas formas de control, pero que no producen mejores condiciones de salud. Hoy le prevención y la promoción de la salud van conformándose como estrategias de lucha contra el nuevo hedor, o como novedosas formas de disciplinamiento y control de los cuerpos.

En el caso SIDA:

  1. la prevención de la "relación" con el enfermo, cuestión que amplía el horizonte de significado de la estigmatización por la necesidad de dominar la vida privada; y

  2. la promoción del autocontrol, como táctica para no caer en la situación del hedor, táctica que es meramente individual y biologista, y que incluso podría percibirse como forma de promoción del miedo. Por lo demás, cada uno de los rasgos clásicos del denominado Modelo Médico Hegemónico se exacerba pero se redefine según las demandas de la tecnocracia, fundada en la aparente y astuta contradicción entre glabalización y atomización.

Del otro lado, del lado de la intuición y la sensibilidad, el que padece el SIDA (hediento, pecador y excluído para la sociedad, de quien debemos cuidarnos, porque significa el peligro de la destrucción) nos endilga con la sinceridad de un cuerpo expuesto hasta la herida, la calidad implicada en la dignidad y en la agonía, como forma suprema de lucha por la existencia, aún a riesgo de poner en juego la vida



* Datos sobre el autor:
* Jorge A. Huergo
Profesor de Filosofía. Profesor Titular de la Facultad de Periodismo Universidad Nacional de La Plata.

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