Derechos de los Niños en Chile. El Sename como caso testigo


Testimonio inédito de la directora del hogar del Sename donde murió Lissette

El 11 de abril de 2016 la vida de Mónica Monje dio un vuelco brutal. Ese día falleció la pequeña Lissette en el CREAD Galvarino, la residencia del Sename que ella dirigía.
La conmoción pública que provocó su muerte, cuya investigación judicial continúa, dio paso a un proceso en que emergió la crisis terminal del sistema que alberga a más de 91 mil de nuestros niños más vulnerables.
Por primera vez la sicóloga Monje, apartada de sus funciones hasta el fin del sumario, da su testimonio de cómo vivió esas horas y cómo todos, durante años, se negaron a ver el horror que ocurría en esos hogares

Por Mónica Monje (12/07/2017)

A más de un año del fallecimiento de Lisette, y cuando aún está en curso la investigación judicial sobre las causas de su muerte, me decido a escribir estas líneas ante las múltiples evidencias de que la profunda crisis del Sename, que en parte develó la muerte de Lisette, ha encontrado su máxima expresión.
Quiero dejar bien claro que si Lissette falleció, ese hecho es suficientemente contundente para que yo asuma que no puedo salir “ilesa” de lo sucedido, aun cuando no estaba presente en el momento de su deceso. Lo asumo como profesional, como psicóloga y directora del CREAD Galvarino, el mismo que habitaba Lissette cuando murió. No soy cómplice de ningún intento de ocultar nada relacionado con su muerte, ni de encubrir a nadie, y no tengo compromisos personales ni políticos.

Escribir este testimonio obedece a mi deseo de que una voz muy poco escuchada pueda ser oída. Todo lo que acá relataré intenté decírselo a la actual directora del Sename, que en ese momento llevaba poco tiempo en el cargo. No fui recibida: me atendió uno de sus asesores y me señaló que por “ley del lobby” debía pedir una audiencia.

Todos los documentos que dan cuenta de las gestiones que se hicieron antes de fallecer Lissette para intentar develar la precariedad del CREAD Galvarino, fueron proporcionados a la Fiscalía. Desconozco a estas alturas si se encuentran en la carpeta investigativa que ya abarca 17 tomos. A ello se agrega que, hasta hoy, hay hechos relevantes que ocurren en el CREAD Galvarino, en la situación de los niños y en la relación con la autoridad del Sename, que no solo son desconocidos por la sociedad, sino también por las autoridades del gobierno.

Al iniciarse el juicio, me asistió la esperanza e incluso la convicción de que la justicia apuntaría a la totalidad de los reales responsables, penal, técnica y políticamente. Creí que la crisis del Sename se había hecho tan evidente para todos, que al fin el gobierno tomaría la decisión de intervenir esta institución. Entendiendo por intervenir: “modificar orientaciones técnicas”; “re-planificar los diseños de tratamientos”; “enfatizar la intervención en salud y salud mental como prioridad”; “emprender una amplia capacitación a nivel nacional del personal de las residencias”; “adquirir dependencias para el despeje de niños/as”, así como también “remover” o “destituir” a quienes de una u otra manera tuviesen responsabilidades tras un sumario administrativo justo, incluyéndome por supuesto en ese “paquete”.

Me equivoqué. Todo el “mal” del Sename se centró en cinco o seis funcionarios inculpados. El resto (responsables de departamentos técnicos, encargados de salud, supervisores, jueces de familia y también parlamentarios que deciden los presupuestos y planificaciones sin conocer la realidad del Sename en las residencias), no fue interpelado. Se investigó la situación de Lissette solo un corto periodo, a pesar de que estuvo desde los 5 años institucionalizada y cuatro años en el CREAD Galvarino.

Confieso que este escrito también lo hago por Lissette. Porque la conocí, porque fui su psicóloga por unos años y conocí sus dolores, porque la cuidé y defendí, la acompañé en otras residencias, la visité en las unidades de psiquiatría, la vi bailar pascuense, compartí su última Navidad, la vi jugar con muñecas y cuidar a los hijos pequeños de los funcionarios. También la escuché decir: “Cuando sea mamá cuidaré a mis hijos, no los abandonaré”. Vi sus alegrías, sus reacciones emocionales y por más que no quisiera que hubiese ocurrido, viví la experiencia de su muerte.

EL DÍA QUE MI VIDA DIO UN GIRO
El 11 de abril de 2016, cerca de las 20:20 horas, recibí un llamado telefónico de la jefa técnica del CREAD Galvarino. Me informó que Lissette se habría “descompensado”, un término utilizado en el Sename para dar cuenta de una desregulación emocional y agitación psicomotora de algún niño/a. Así lo aprendí cuando ingresé al CREAD Galvarino en 2012. La información se la acababa de dar por teléfono la coordinadora de turno (en ausencia del equipo directivo, es el coordinador de turno quien queda a cargo del centro), indicando que llamarían a Bomberos que se ubicaban a unos metros del centro.

Con la jefa técnica habíamos adquirido ciertos códigos y solo bastó que me dijera “hay que devolverse al CREAD” para que yo regresara al centro. Me había retirado cerca de las 18:40 horas. Antes de irme, cerca de las 18:30 horas, Lissette fue a mi oficina y me pidió “ropa de guagua”. No me extrañó, yo acostumbraba a regalarle muñecas ya que ella jugaba a ser madre. Busqué en la caja con juguetes que tenía en mi oficina y le dije que no tenía, pero que apenas consiguiera se la haría llegar con la encargada de su casa. “Ya tía”, fue su respuesta. Nos despedimos con un abrazo y un beso. Fue la última vez que la vi con vida.

El tráfico era denso. Logré llegar cerca de las 20:50 horas al CREAD. Casi al llegar, miré desde Blanco Encalada hacia Bascuñán Guerrero y alcancé a ver las ambulancias y vehículos de Bomberos y Carabineros, todos con sus balizas encendidas. La imagen me anticipó que la situación era tremendamente compleja. Apenas ingresé al centro me dirigí a la jefa técnica, quien estaba acompañada por uno de los trabajadores sociales del CREAD. “¿Qué pasó?”, le pregunté. No me supo responder, porque al igual que yo, tampoco se encontraba allí cuando sucedieron los hechos.

La información era escasa, confusa y estábamos completamente en shock. En las afueras de las oficinas de dirección, estaba Lissette, extendida en el piso y a su alrededor el equipo del SAPU y Bomberos. La estaban reanimando. Aproximadamente a las 21:05 horas dejaron de hacerlo. Lissette no pudo salir del paro cardiorrespiratorio.

Todos los que estábamos allí irrumpimos en llanto. Mi recuerdo de lo que siguió es una secuencia de llamados telefónicos, la llegada de autoridades del servicio y la prensa que se apostó de forma inmediata. La incertidumbre y el desconcierto nos invadieron a mí y a la jefa técnica.

Esa misma noche comenzó otra historia: de omisiones, secretos, ocultamientos e inculpaciones cruzadas. Los medios de comunicación daban cuenta de versiones distintas y con escaso rigor; sectores políticos pedían “cabezas”. Al otro día ya se rumoreaba que la causa de la muerte habría sido una sobredosis de medicamentos. En momento en que lo único cuerdo era esperar los resultados del Servicio Médico Legal, distintas versiones iban y venían. Mientras, en medio de un clima enrarecido, al interior del CREAD y del servicio en su conjunto, cada uno trataba de “salvar el pellejo”.

Pero el horror de Lissette no se limita a los minutos previos a su muerte, cuando solo le faltaban días para cumplir 12 años. Lissette nació el 25 de abril de 2004 y durante todos sus cortos años estuvo marcada por problemas que le fueron dejando heridas familiares profundas, las que también fueron provocadas y agravadas por omisiones y decisiones erráticas del sistema de protección social en su conjunto. Decisiones que responden a estructuras ideológicas respecto de los niños/as y sus familias, falencias técnicas y de recursos humanos y económicos, en donde se sustentan las políticas públicas.

Entre los hitos de su historia está el abandono y la vida al alero de la institucionalidad del Sename. Lissette tenía 5 años cuando ingresó por primera vez a una residencia. Fue así como en noviembre de 2012, con casi 8 años Lissette ingresó al CREAD Galvarino.

A partir de ese momento yo conozco el proceso que vivió Lissette. Ni el padre ni la madre consiguieron jamás recuperar el cuidado de Lissette, quien era visitada de manera intermitente, por largos periodos sin visita alguna. Los meses transcurrieron y ante ese hecho se optó por la posibilidad de derivarla a un Hogar de Protección con dinámica de “apadrinamiento”. En paralelo, se inició la búsqueda de una residencia más idónea para Lissette, ya que el pronóstico no fue favorable para que ella regresara con su familia de origen. La ausencia de visitas regulares de sus padres le provocaba a la niña una doble sensación de abandono. A ello se agregó un nuevo antecedente familiar importante: la hermana menor de Lissette también estaba en situación de vulnerabilidad, por lo que más tarde hizo ingreso al sistema de protección residencial.

Aun cuando se trabajó psicosocialmente con la niña, la separación del CREAD Galvarino y el proceso de inclusión a su nueva residencia, presentó dificultades. A raíz de lo anterior, la psicóloga del CREAD (yo en ese momento) junto con otra educadora comenzamos a visitar a Lissette en su nueva residencia para apoyar su adaptación. Poco después supimos de la intención de esa residencia de solicitar que la niña fuera re-ingresada al CREAD Galvarino, declarándose incompetente para asumir su cuidado. Esta situación es habitual en algunas residencias colaboradoras (OCAS), no solo le sucedió a Lissette.

Su regreso al Galvarino se concretó el 12 de noviembre de 2013. No había transcurrido un mes de su vuelta a nuestro centro cuando se produjo el primer ingreso de uno de sus hermanos al sistema residencial proteccional. Después sería el turno de una de sus hermanas. Así, al momento de fallecer, Lissette y dos de sus hermanos menores se encontraban al alero de la institucionalidad del Sename.

Antes de que Lissette reingresara al CREAD Galvarino, la niña fue llevada por su anterior residencia al Hospital San Borja Arriarán para una atención psiquiátrica. Además de la atención pública, se buscó atención privada, lo que provocó que Lissette mantuviera una ingesta importante de medicamentos tendientes a la reducción de sus impulsos y control conductual.

El año 2014 recién se iniciaba cuando ingresó al CREAD Galvarino su hermana menor. A raíz de problemas familiares, la hermana mayor reconoció las dificultades que enfrentaba para continuar con el cuidado de la niña, situación comprensible por su corta edad e historia propia de vulneraciones. Así, la dupla psico-social a cargo del CREAD visualizó el cambio de residencia de las hermanas, considerando las visitas intermitentes de los padres y la inexistencia de adultos que asumieran su cuidado. En función de ese cuadro, el diagnóstico fue de sistema residencial de larga data para ambas niñas.

Así fue como en junio de ese mismo 2014, Lissette y su hermana menor se incorporaron a otra residencia más pequeña, modalidad Rem-Per. Tres meses más tarde, en septiembre, tras una reunión con diversos actores (CAVAS, asesorías clínicas, dupla CREAD, dupla de la nueva residencia, directora regional y equipo directivo), la directora regional del momento instruyó el re-ingreso de Lissette al CREAD Galvarino.

Lo que motivó el cambio fue la develación por parte de Lissette de una experiencia de vulneración siendo pequeña, situación que le había generado una desregulación emocional y conductual, reportando la residencia colaboradora la presencia de altos niveles de agresión a terceros y a sí misma. Así fue como esa institución, sin transar ni flexibilizar, también se declaró incompetente para asumir su cuidado. Frente al complejo cuadro que enfrentaba Lissette, se estableció un acuerdo mínimo: que fuese ingresada a una Unidad de Corta Estadía del Hospital San Borja Arriarán, donde se le haría una contención, diagnóstico, tratamiento y pronóstico previo a su re-ingreso al CREAD Galvarino, entendiendo que la red de colaboradores del Sename no asumiría el caso debido a que no cuenta con oferta acorde a su “perfil”.

En noviembre de 2014 Lissette fue dada de alta del hospital. Al principio no hubo dificultades, pero ya en el transcurso de las semanas su conducta comenzó a complejizarse. Seguía sin visitas de familiares por lo que se empezó a coordinar el establecimiento de visitas regulares con su hermana menor, que permanecía en la residencia antes aludida. En diciembre se acordó con CAVAS retomar de manera paulatina sus intervenciones, entendiendo que aún la niña no se encontraba con un piso mínimo emocional para elaborar su experiencia de vulneración.

En octubre de 2015, tras meses de ausencia, la madre de Lissette se presentó en el CREAD Galvarino, siendo entrevistada por la dupla psico-social responsable de la niña. A partir de ese momento la madre retomó las visitas los fines de semana, para lo cual el CREAD asumió el subsidio del costo del traslado de la madre desde Til Til. Para entonces, la hermana mayor ya tampoco visitaba a Lissette y el padre seguía ausente pues tenía orden de alejamiento en virtud de una acusación que realizó Lissette en su contra un año antes aproximadamente.

En el ámbito médico, Lissette se mantenía con atención psicológica y psiquiátrica en el Hospital San Borja Arriarán. Allí la niña recibía tratamiento farmacológico prescrito por un psiquiatra tratante, limitándonos a su administración y al reporte de sus efectos. Ante la gran ingesta de medicamentos, decidimos en una oportunidad solicitar que Lissette fuese reingresada al hospital para que fuera desintoxicada y se le diera nuevo esquema medicamentoso. No fue así: tan solo conseguimos que bajaran la dosis.

La causa de muerte de Lissette aún es una incógnita. Ese día 11 de abril la encargada de turno relató su versión de los hechos. Once días más tarde esa versión fue derrumbada por la declaración de otra niña quien habría sido testigo ocular de los hechos y que relató lo ocurrido involucrando a funcionarias del centro. Eso es lo que se filtró a la prensa. Meses después aparecen dos causas de muerte opuestas. La Fiscalía formalizó a cinco funcionarias por la muerte de Lissette mientras algunos medios instalan la presencia de “tortura y apremios ilegítimos” por parte de funcionarios del CREAD Galvarino, las que dan sustento a las formalizaciones.

No hay ninguna interpelación ni a las autoridades del Sename ni a las de su Departamento de Protección y Restitución de Derechos (Deprode). La jefa de este departamento, en declaración a la Fiscalía, se desentiende de la elaboración del protocolo de actuación en crisis donde se explicitan las contenciones autorizadas por el servicio. Desconozco qué fue lo que la motivó a declarar así siendo que ese documento es elaborado por su equipo.

Así, se constituye una carpeta investigativa que a la fecha completa 17 tomos, en los que aparecen declaraciones que evidencian complicidades, eximición de responsabilidades de acuerdo al rol, omisiones y un desconocimiento que da vergüenza de profesionales y autoridades respecto del perfil de los niños/as atendidos y sus complejidades.

LA PRECARIEDAD ES LA TÓNICA
Al llegar a este punto del relato creo que es necesario precisar cómo funciona un CREAD. Intentaré plasmar la precariedad y el trabajo solitario que allí dentro se realiza, y la jerarquía que allí opera, así como quién diseña y decide las orientaciones técnicas. La crisis del Sename ha seguido su curso mientras los ejes principales del problema se han ido diluyendo. No ha habido una respuesta potente al cierre masivo de hogares de protección de organismos colaboradores por falencias económicas, técnicas y procedimentales. Lo mismo ha ocurrido con la segunda comisión investigadora de la Cámara de Diputados que ha puesto la mira en los responsables políticos y no en el nudo principal de la crisis. A más de un año de la muerte de Lissette hasta su rostro ya se ha olvidado.

En un servicio jerarquizado como el Sename, toda orientación técnica proviene desde su dirección nacional. En lo que respecta al sistema de protección -cuya línea de mando es diferente a la que sigue el sistema de Justicia Juvenil-, la instancia desde donde emanan todas las orientaciones técnicas es el Departamento de Protección y Restitución de Derechos (Deprode).
Es ahí donde se elaboran protocolos, orientaciones técnicas, instructivos, etc. Aquí yace un punto central del funcionamiento -y mal funcionamiento- de los centros. Un ejemplo de ello son los canales de retroalimentación de un CREAD. Toda propuesta técnica que emane de la dirección o equipo de un centro, debe ser validada por el departamento técnico central (Deprode). El problema: por lo general, ese departamento es un ente cerrado e impermeable a las sugerencias que se elaboran desde los equipos técnicos y profesionales de los centros.
Así es como se van ensayando y cometiendo errores una y otra vez con “soluciones” que desconocen aspectos clave de la realidad interna de un centro (alta dotación de niños/as con complejidades en salud y salud mental, escasa dotación de funcionarios de todas las áreas y falencias económicas importantes).

En el año 2010 aproximadamente, por temas de corte administrativo y económico (relacionados con la Dirección de Presupuesto del Ministerio de Hacienda), se procedió a renombrar a los centros que albergaban niños/as tras una orden de un tribunal en modalidad proteccional residencial. Así, los llamados Centro de Tránsito y Diagnóstico (CTD) pasaron a denominarse Centros de Reparación Especializado de Administración Directa (CREAD). El CREAD Galvarino es un centro de protección de administración directa del Estado.

En ese momento, desde el Deprode, sin consultar a los equipos de los CREAD, emanaron las llamadas “orientaciones técnicas” que debíamos cumplir en centros que siempre funcionan al máximo de su dotación, incurriendo en hacinamiento y sobrecarga para educadores de trato directo (con turnos extenuantes y escasez de personal) y duplas psicosociales.

A la luz de la experiencia de estos casi siete años, sería importante saber qué hecho motivó que el Departamento Técnico decidiera el aumento de plazas de niños/as posibles de atender. Por qué pasamos de un cupo de 80 niños/as siendo CTD (con menor tiempo de permanencia), a 100 plazas cuando fuimos denominados CREAD (ampliándose el tiempo de permanencia, asociado a una meta de carácter “técnico”).

Esa situación generó mucho ruido, ya que si bien se mantenían los mismos funcionarios, las “nuevas” orientaciones técnicas indicaban que se debía hacer un trabajo “reparatorio” de cada niño/a ingresado. Una meta imposible ya que ampliar las plazas atenta contra el trabajo de intervención en todas sus dimensiones. El Deprode nunca se manifestó sobre el estándar mínimo de niños/as, ni educadores de trato directo ni tampoco sobre las duplas mínimas para dicha cantidad de niños/as.
El aumento de las plazas generó, además, mayor hacinamiento, concepto prohibido en el Sename. Recuerdo que junto a la jefa técnica fuimos sancionadas verbalmente por una profesional de línea del Deprode por conceptualizar como un problema el hacinamiento del CREAD Galvarino: 20- 25 niños/as durmiendo en camarotes en un espacio reducido, es a vista de cualquier profesional del área psicosocial un espacio de hacinamiento.

Así, una vez que asumí como directora del CREAD, informé a todos los Tribunales de Familia que nos encontrábamos con alta dotación de niños varones, a punto de no contar con camas para recibirlos. Hicieron oídos sordos. Del mismo hecho informé a las autoridades del Sename. En un documento sistematizamos los perfiles, las complejidades y las necesidades de cada niño/a, y la urgencia de despeje de niños/as de otros perfiles a residencias simples. La respuesta fue insuficiente, momentánea y de parche. Esos documentos están a disposición de quien quiera leerlos.

Así, entonces, en 2010 se erige el CREAD con los mismos profesionales y los mismos educadores de trato directo, sin un plan de capacitación coherente con el nuevo modelo. Las capacitaciones que se han desarrollado no solo no responden al modelo instaurado, sino que han incluido a un reducido grupo de profesionales técnicos y/o administrativos y de trato directo. Nunca abarcaron a la totalidad de los funcionarios del CREAD y siempre fueron resorte exclusivo del Deprode. Desde las duplas psicosociales del CREAD Galvarino, en supervisión técnica en 2015 o 2016, se hizo ver el problema de la falta de capacitación de los educadores en relación al perfil de los niños/as, comprometiéndose la supervisora técnica a levantar esa solicitud a instancias superiores, sin llegar a puerto alguno dicha preocupación.

Desde mi experiencia y las reflexiones llevadas a cabo en el CREAD Galvarino, un centro especializado requiere contar como mínimo con: un terapeuta ocupacional a contrata, un médico pediatra de cabecera, un psiquiatra, una enfermera 24-7 y profesionales especializados en problemas de aprendizaje debido a las severas dificultades en esta área que presenta al menos el 80% de los niños/as ingresados.

Debo decir que en el CREAD Galvarino se recibían -y se siguen recibiendo- a niños con trastornos del tipo Autista Asperger, niños/as con dificultades motoras de desplazamiento y con enfermedades crónicas (asma, corazón, etc.). Además, muchos de ellos han sido abandonados y vulnerados, lo que construye una doble o triple realidad afectiva-emocional-intelectual. Es decir, debemos hacernos cargo de la salud física y mental de niños que requieren de tratamientos altamente especializados para recuperarlos y re-habilitarlos. La realidad es que para ellos no existe esa atención especializada y las distintas direcciones del Sename se han negado a replantear el perfil de atención y a situar las responsabilidades del Ministerio de Salud, desde la prioridad y especialización, en la atención de estos niños/as.

Tampoco tienen las mínimas condiciones de atención de salud. Baste decir que en el CREAD Galvarino no se cuenta con un pediatra de jornada completa aun cuando albergaba, al momento de fallecer Lissette, a más de 120 niños entre los 6 a 12 años.

En febrero de 2016, como directora del CREAD, solicité a la Dirección Regional del Sename la contratación de un pediatra, o al menos de horas pediátricas. Al momento de fallecer Lissette, ni siquiera se había recibido una respuesta. Las diez horas semanales de atención de un psiquiatra se consiguieron tras una solicitud de las duplas psicosociales del CREAD Galvarino en 2014, documento que fue socializado por una de las asociaciones de funcionarios. Las dos enfermeras están contratadas a honorarios (una media jornada y la otra jornada completa), y después de las 18:00 horas y los fines de semana, no se cuenta con profesionales de la Salud. Además, al estar contratadas a “honorarios” no tienen responsabilidad administrativa ante una eventual mala praxis. A la consulta formulada a las direcciones regional y nacional respecto de la contratación de enfermeras 24-7, la respuesta fue que no había presupuesto.

Lo cierto es que, para que exista presupuesto o se visualice una necesidad, es el Deprode el que tiene que estipularlo. Y la experiencia indica que, para ese departamento, basta con la atención psicosocial. Insisten en que es la intervención psicosocial (llevada a cabo por un psicólogo y un trabajador social) el principal actor de la intervención; y desconocen las necesidades educativas, neurológicas, psiquiátricas, médicas, etc., de los niños/as que ahí residen. Frente a los problemas de salud de los niños/as, estos deben ser atendidos en los centros de salud de la red: el Consultorio 5 y el Hospital San Borja Arriaran, como cualquier otro niño/a.

Esta realidad indica que los niños bajo el cuidado y protección del Sename no son un grupo prioritario de atención en salud para ninguna institución. Es más, dada su vulnerabilidad ya conocida, es inconcebible que no cuenten con estudios neurológicos cuya evaluación es relevante en tanto algunos presentan una serie de dificultades generadas desde el periodo perinatal o a lo largo de su desarrollo.

Siendo más específica, la unidad de salud interna del CREAD Galvarino, al momento de fallecer Lissette, no contaba con resolución sanitaria y tampoco con desfibrilador, porque no está pensada como una sala que brinde primeros auxilios. Además, no se cuenta con profesionales de salud las 24 horas que puedan manipular dicho instrumento esencial frente a una descompensación de salud grave. No existe convenio con ambulancias ante una emergencia y tampoco se cuenta con técnicos en enfermería capacitados en primeros auxilios.

En lo que respecta a su educación, los niños/as en su mayoría presentan retraso escolar y/o dificultades de aprendizaje importantes, o riesgo de abandono del sistema, todos motivos que imposibilitan que sean matriculados en escuelas externas. Además, un alto porcentaje de ellos es expulsado del sistema educacional. Debido a ello, asisten a una escuela interna, gestionada por la dirección anterior del CREAD Galvarino, a la cual se le ha dado continuidad por la relevancia que reviste. El problema: esa escuela funciona de manera “irregular”, ya que al interior del CREAD no existen espacios que permitan llevar a cabo un proceso adecuado de enseñanza y aprendizaje, utilizándose los comedores de las casas para estos efectos. Así, se reducen aún más los espacios. En la dirección del Sename tienen pleno conocimiento de todas esas carencias, sin embargo, no se ha hecho el paso mínimo, esto es, regularizar con el departamento de Educación de la Municipalidad de Santiago, el funcionamiento interno.

LA PUERTA DE INGRESO A LAS RESIDENCIAS
Hablemos del perfil de ingreso de los niños/as. Hace más de tres años que se comenzó a alertar desde el CREAD Galvarino el problema que se estaba suscitando al usar los Tribunales de Familia la medida de separación de la familia -y el ingreso al sistema residencial- como puerta de entrada al sistema proteccional. Para muchos niños/as su ingreso al sistema se inicia con la medida de separación de la familia e ingreso a residencia como primera medida. En muchos casos, se cuenta con familia para evitar que ingresen, pero el sistema falla en contar con equipos altamente capacitados para intervenir de manera ambulatoria, viéndose obligados a solicitar la medida de internación que tanto daño genera en un niño/a.

Asimismo, en muchos casos, el ingreso a una residencia se decide con el deseo de interrumpir una vulneración, pero ocurre que muchos permanecen allí por más de 5 u 8 años, y otros durante toda su vida. Luego, un altísimo y vergonzoso porcentaje culmina en el sistema de responsabilidad penal juvenil. Eso lo saben todos los actores importantes del sistema, pero no se genera una instancia en que ese problema se enfrente con políticas públicas.

Si se realizara un estudio a fondo de este problema clave del sistema, bastaría solo con considerar el “histórico de Senainfo”, donde se registran todos los ingresos a la red proteccional. Aquí se evidencia, además, una falencia enorme de la red Sename en su función de prevenir e intervenir de manera ambulatoria a las familias, de forma de evitar la internación, la que siempre debe ser la última opción. Así lo mandata la Convención Internacional de los Derechos del Niño (ratificada por Chile en 1991), ya que es sabido que la separación genera una victimización secundaria a la vulneración ya vivida. Un daño adicional.

Aquí, habría que agregar que la red colaboradora no da respuesta a los requerimientos de ingreso de niños/as al sistema residencial “simple” (“protección simple” porque el perfil del niño/a no presentaría un daño severo). Por lo que el CREAD se transforma en la única posibilidad de ingreso sin que se “respete” el perfil de esa modalidad.

Para mayor entendimiento, existen diversas modalidades residenciales con respuestas a las necesidades específicas de los niños/as. Perfil CREAD es aquel niño/a que mantiene conductas de socialización callejera, presenta desregulación motora y emocional, una cronicidad institucional de más de tres años y carece de adultos que asuman su cuidado. Debido a todo lo aquí expuesto es que el CREAD se fue constituyendo en una residencia masiva donde conviven niños/as de múltiples perfiles lo que dificulta su atención adecuada.

Este problema se hizo evidente en el CREAD Galvarino hace tres años, cuando le señalamos a nuestros superiores que al menos el 40% de los niños/as ingresados no correspondía al perfil de atención. Nadie del Sename le dio importancia a nuestra alerta.

Ahora me referiré a lo más complejo de una modalidad CREAD: las desregulaciones motoras y emocionales, o más conocidas como “descompensaciones”, las que adquieren otra dimensión en ese contexto residencial masivo, con escaso espacio para la individualidad, una variable que afecta emocionalmente a los niños/as. Sumémosle la separación familiar y los espacios reducidos, la variedad de perfiles que ahí conviven, la dificultad de respetar normas y límites entre ellos mismos, los turnos rotativos que dificultan un trabajo coherente, permanente y necesario para éstos niños/as, etc., variables que deben ser consideradas para comprender mínimamente la dinámica de un CREAD. Pues no, ni el Deprode ni las autoridades del Sename han logrado comprender el complejo contexto real de un CREAD.

Para intervenir a los niños afectados por una “descompensación” en residencia, los educadores cuentan con un “protocolo”, un texto guía, emanado desde el Deprode. No existe una capacitación previa al ingreso de un educador de trato directo, ni de otro tipo de profesional: todos deben atender a un sujeto de atención altamente dañado bio-psicoemocionalmente sin ninguna preparación anterior especial. Una vez que ingresa, el funcionario se debe “capacitar” internamente en el centro. Si es un educador, lo hará el coordinador de turno y la jefatura técnica con los profesionales.

Las normas internacionales de contención indican que éstas deben hacerse por profesionales de la salud capacitados. Ahora bien, el servicio les encomendó esta responsabilidad a funcionarios no capacitados. Además, existe escaso conocimiento de la envergadura de una desregulación motora y emocional de un niño/a sujeto de atención en un CREAD. Hay que decir que la atención de salud que los niños del Sename encuentran en el sistema público, al único que pueden acceder, es solo tratamiento ambulatorio, no existe hospital de día, no se cuenta con camas psiquiátricas suficientes, son egresados antes de finalizar su tratamiento porque deben atender a otro niño/a con complejidad mayor, los atienden en urgencia en camillas sin el apoyo necesario a los funcionarios del centro, quienes en su mayoría son educadores y deben permanecer en los centros de salud al cuidado del niño/a, etc.

Frente a la ceguera del Sename y a la casi nula respuesta de los servicios de Salud en problemas de salud mental, el equipo directivo del Galvarino desarrolló una propuesta de crear una “Unidad de salud y salud mental”, con énfasis en la intervención para niños/s con alta complejidad psicoemocional y con diagnósticos neurológicos importantes. No fue posible llevarla a cabo. Aun cuando se validó desde las direcciones regional y nacional, luego de la muerte de Lissette no se autorizó la construcción, porque se instaló el fantasma de que dicho lugar tenía connotación negativa.

A esa modalidad y espacio de intervención, validada en el Deprode, en el CREAD Galvarino le dimos un sentido único: brindar atención en salud y salud mental a los perfiles de niños más complejos, una necesidad alertada por las duplas psicosociales desde 2012. Nos tacharon de retrógrados, que eso estaba fuera de las normas del sistema proteccional. Una vez más no entendieron el perfil de niños/as que allí viven y la necesidad de protegerlos de ellos mismos ante autoagresiones o de las que infieren a terceros. Crear ese espacio especialmente diseñado para ellos obedeció a un acto desesperado, ante la nula respuesta de los servicios de salud frente a los graves problemas de salud mental en este grupo etario.

En otro ámbito, los talleres para los niños/as cuentan con un presupuesto anual de aproximadamente $3 millones, recursos groseramente insuficientes. Esta carencia está en conocimiento del Deprode, desde donde aun así exigen una serie de líneas de intervención, sin comprender que para llevar a cabo talleres de Terapia Ocupacional, para el desarrollo de habilidades motoras y cognitivas en los niños/as, se requieren recursos. Hace solo algunos años se contaba con aproximadamente $8 millones para el ítem talleres. Se desconoce por qué se redujo el presupuesto y en función de qué otras prioridades. Lo cierto es que ello no constituye un problema para la dirección: para ellos, lo central es la intervención psicológica y social aun cuando cualquier experto en el área sabe que eso es insuficiente y precario.

EL REGRESO AL DÍA UNO
Fui psicóloga de Lissette cuando ingresó al CREAD Galvarino y seguí siéndolo cuando asumí la jefatura técnica en 2015. Como ese rol era incompatible con el nuevo rol asumido, la niña fue traspasada a otra psicóloga.

Se ha dicho que uno de los hechos que motivó su descompensación fue el haber sido informada ese mismo día de su inminente traslado a otra residencia. Es necesario aclarar que ese día la niña no tomó conocimiento de aquello, pues su dupla psicosocial se había encargado de ir trabajando su traslado con ella. No es competencia del director del CREAD, salvo excepciones, informar a los niños/as sobre su traslado. Así lo informamos al tribunal la mañana del 11 de abril cuando se envió el oficio solicitando el traslado de Lisette. Todo lo dicho respecto de que “la directora del CREAD le informa sobre el traslado” o que “era inminente su traslado”, son versiones sin asidero en la realidad. Los oficios los desarrollan las duplas a cargo, son visados por la jefatura técnica y/o director y se remiten a tribunales. El traslado de cualquier niño se solicita al tribunal siendo el magistrado quien lo autoriza o no. Se supone que el juez decide con todos los antecedentes a la vista: curador ad litem, profesionales intervinientes, informes periciales, más sugerencias del consejero técnico. Espero que los ahora “expertos en sistema proteccional” lo entiendan.

¿Por qué Lissette iba a ser trasladada? ¿Por qué se solicitó el cambio aun cuando había antecedentes y peticiones de que no era favorable su traslado? En primer lugar, las orientaciones técnicas del Sename, emanadas desde el Deprode, indican que al cumplir los 12 años, los niños/as deben ser trasladados a otra residencia que cumpla con su perfil. En este caso, Lissette debió haber sido trasladada al CREAD Pudahuel, porque a diferencia del CREAD Galvarino, CREAD Pudahuel cuenta con una unidad de salud habilitada para los momentos en que Lissette se complejizara. Dentro de los organismos colaboradores no existía otra residencia para ella, ya lo sabíamos por las dos experiencias anteriores en que fue prácticamente “devuelta” al CREAD Galvarino.

Otros equipos externos al CREAD se opusieron a su traslado, pero propusieron que fuera enviada a una residencia de COANIL. El equipo técnico del Galvarino cuestionó esa decisión, pues concluyó que esa residencia no correspondía al perfil de la niña. Si bien Lissette había crecido y su conducta se complejizaba, además del evidente deterioro de su salud mental, no ameritaba su traslado a COANIL. En un par de oportunidades se había solicitado -a través de la magistratura- su reingreso a la unidad de salud mental del Hospital San Borja Arriaran para que fuese atendida por especialistas, delegándoles a ellos la responsabilidad de dar atención a las dificultades en el ámbito de su salud mental. Sin embargo, una vez más el sistema no respondió. Los oficios que enviamos lo demuestran.

¿Por qué el 11 de abril de 2016 Lissette no fue trasladada a un servicio de urgencia, si durante el día había estado “descompensada”? Si no se hizo fue porque durante el día Lissette fue intervenida por su dupla psico-social, por su encargada de casa, por las educadoras y coordinadora de turno. Ninguno de ellos lo consideró necesario en base a la experiencia que habíamos acumulado.

Lo que la gente no sabe es que cuando los niños del Sename entran en crisis y son llevados a un servicio de urgencia para ser evaluados por médicos especialistas, son atendidos sin prioridad por un sistema de salud colapsado. Muchas veces esos niños terminan amarrados a camillas a la espera de atención, la que en ocasiones puede tardar horas, creando un cuadro de ansiedad y desesperación mayor. Lo que la gente no sabe es que los niños del Sename, a pesar de ser niños vulnerados, no tienen prioridad ni siquiera para tratamientos de urgencia en el sistema de salud.

La gente critica y destruye desde la comodidad de las redes sociales y el desconocimiento absoluto de cómo es la realidad de los niños que viven en el sistema de protección del Sename. Lo que asombra es que, a pesar de la conmoción que provocó la muerte de Lissette, nada haya cambiado. Y ello, a pesar que después de Lissette, falleció también por causas que se investigan el menor James y luego otro niño más. Pareciera que la muerte de esos niños/as dejó de ser visible. También para aquellos políticos que en su momento rasgaron vestiduras y hoy siguen al margen de la situación del Sename, sin apuro para promulgar la Ley de Protección Integral, deuda pendiente con la infancia de nuestro país.

Observo al interior del Sename y veo que nada ha cambiado, excepto que un puñado mínimo de funcionarios se transformó en el chivo expiatorio de la misma institución y de la sociedad en su conjunto. ¿Podrá esa actitud provocar cambios y transformar la manera de hacer políticas de infancia en Chile? ¿Qué pasó con el CREAD Galvarino, con los otros CREAD y las residencias colaboradoras luego de la tragedia de Lissette? Silencio”.

*Mónica Monje Lütjens es psicóloga – mediadora familiar.
NOTA DE LA REDACCIÓN: En la publicación original de este testimonio, que Mónica Monje dio en exclusiva para CIPER, se dijo en la presentación que la sicóloga había sido “desvinculada del Sename”. En rigor, ella fue separada de sus funciones y trasladada a la Unidad de Adopciones de la Dirección Regional de esa institución, a la espera de que el sumario a que fue sometida llegue a término.

Fuente: CIPER, Centro de Investigación periodística. En http://ciperchile.cl/2017/07/12/testimonio-inedito-de-la-directora-del-hogar-del-sename-donde-murio-lissette/. 12 de julio de 2017