MARTES ¤ 27 ¤ FEBRERO ¤ 2001

¤ El CCRI llama a la sociedad civil a sumarse a la protección de la comitiva rebelde

Banda de gatilleros amenaza de muerte a integrantes de la caravana zapatista

¤ El estallido de una lámpara provocó alarma durante la reunión en un salón de fiestas

¤ Integrantes de la diócesis de Tehuantepec realizaron un acto de solidaridad con el EZLN

LUIS HERNANDEZ NAVARRO

Juchitan, Oax., 26 de febrero. Con el amanecer llegó otra amenaza de muerte. La segunda en contra de la caravana zapatista desde que comenzó a rodar. Los responsables ahora no fueron anónimos. Firmaron su advertencia. Dijeron llamarse los Cortamortajas, o sea los que rompen sudarios. Se trata de una banda de gatilleros que asesinan a sueldo. Operan en la región de Jalapa de Marqués y, a decir de los enterados, deben, al menos, siete vidas.

El mecanismo para hacer llegar la advertencia a los rebeldes no fue muy ortodoxo. En una mañanera conferencia de prensa en Juchitán antes de que la marcha partiera rumbo a la ciudad de Oaxaca, Angel Fonseca, un luchador social con una larga trayectoria de lucha en los Altos de Chiapas, a quien la organización Socama metió a la cárcel en 1991 acusándolo de robo, y que hoy colabora con la asociación Enlace-civil, narró que un desconocido introdujo un día antes un papel por la ventanilla de uno de los automóviles que participan en el recorrido.

En la conferencia participaron también el arquitecto Fernando Yáñez, "puente" de los rebeldes para establecer contacto con los legisladores y los dirigentes de los partidos políticos en torno a las reformas constitucionales sobre derechos y cultura indígenas, y Adelfo Regino, un brillante abogado mixe que forma parte del Congreso Nacional Indígena.

El arquitecto Yáñez, a quienes los congresistas y dirigentes partidistas no han recurrido a pesar de que durante más de dos meses insistieron en la necesidad de tomar contacto con los zapatistas, leyó allí un comunicado del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, en el que se informaba de las amenazas, se llamaba a la sociedad civil a sumarse a la protección de la caravana y se responsabilizaba al gobierno de Vicente Fox Quesada de lo que pudiera llegar a ocurrir.

Angel Fonseca, el último reo en salir del penal de San Cristóbal de las Casas cuando en enero de 1994 el EZLN liberó a los detenidos, y el primero en volverse a entregar a la justicia porque siempre estuvo convencido de su inocencia, informó que se habían comunicado con Heliodoro Díaz, director de Averiguación Ciudadana de Oaxaca, y que éste designó al teniente José Vera Salinas como encargado del caso. De cualquier manera, la comisión de información zapatista trasladó a Camelia Hernández a Jalapa de Marqués a realizar una investigación sobre el grupo de pistoleros.

En la conferencia de prensa, Adelfo Regino insistió en la necesidad de sumarse a la marcha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y de movilizarse a favor de las demandas indígenas, que no son exclusivas de los pueblos originarios.

La revancha histórica

Nada sucedió a la comandancia rebelde al pasar por ese municipio, pero apenas un par de horas antes hubo motivo fundado para asustarse. En el salón de reuniones Tanguyu, donde se realizaba un acto de diálogo y solidaridad entre el Centro de Derechos Humanos del Tepeyac e integrantes de la diócesis de Tehuantepec con los zapatistas, un fotógrafo con vocación de alpinista reventó un tubo de luz neón a la hora de trepar rumbo a un techo, provocando una sonora y preocupante explosión.

Muchos de los asistentes al encuentro eran estudiantes de escuelas religiosas, que llegaron dos horas antes de que comenzara el acto. En la entrada del salón Tanguyu habían colocado dos carteles hechos a mano sobre cartulinas blancas. En el primero, los alumnos maristas saludaban a la comandancia zapatista. En el segundo podía leerse: "Nuestra diócesis los saluda".

Para "ponerse en forma", los muchachos entonaron lo mismo Cielito Lindo que La llorona. El canto los hizo entrar en calor y reforzar su espíritu de grupo.

Comunidad cohesionada

Al entrar los comandantes al salón encontraron no la suma de individuos que coincidían en un acto político, sino a una comunidad cohesionada.

El motor y corazón de esa reunión fue Arturo Lona, antiguo obispo de la diócesis. Personaje criticado dentro de la jerarquía religiosa por su heterodoxia y su compromiso con los pobres, Lona fue uno de los principales impulsores de la teología india. Comprometido con la causa de los indígenas chiapanecos desde siempre, escandalizó a la cúpula priísta cuando, a escasos días de la matanza de Acteal -el 22 de diciembre de 1997-, ofició una misa por los caídos en pleno Angel de la Independencia. Utilizando un jacobinismo de fachada, los funcionarios gubernamentales quisieron hacer de la ceremonia una coartada para neutralizar el malestar existente en importantes sectores de la jerarquía eclesiástica.

Durante años, Lona Reyes fue, junto a Samuel Ruiz, uno de los principales responsables de que la Conferencia de Obispos del Pacífico Sur asumiera posiciones progresistas. Siempre alegre, Arturo Lona se despidió de su diócesis con bailes y cervezas.

El encuentro con los rebeldes fue, en parte, una especie de revancha histórica de agravios múltiples, y de presiones en su contra. Su compromiso con la causa india y el proceso de paz con justicia y dignidad provocó que, a raíz del levantamiento del primero de enero del 94, el poder lo viera con más suspicacia que nunca. Uno de los frutos más logrados de su labor, la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), primera organización de productores de café orgánico del país, y cuyos integrantes estuvieron presentes en el acto, fueron hostigados.

A comienzos de 1994, como parte de los temores gubernamentales sobre una posible participación de sectores de la diócesis con la rebelión zapatista, el Ejército allanó las instalaciones de su centro de capacitación y hostilizó a sus dirigentes. A siete años de distancia de ese incidente, el recibimiento a los insurgentes fue un triunfo moral, un premio a la resistencia y la perseverancia.

El significado del rito

Más que de las palabras, la reunión de Tehuantepec fue la hora de los ritos. De los cívicos y los religiosos, de los tradicionales y los ortodoxos.

El salón de fiestas y ceremonias que albergó el encuentro fue adornado con una manta. En ella se escribió: "Entre penas y fatigas, Dios camina", y se pintó, con muchos colores, un sendero bordeado de un lado por el mar y por el otro pasto y árboles, que conduce hasta un horizonte coronado por un enorme sol, y dos piernas sin cuerpo recorriéndolo.

Sobre la pared, varios rótulos sirvieron como retrato del arco iris lingüístico de la región, y como mensaje central del evento: "Nuestro corazón camina junto a ustedes" podía leerse en largos rollos de papel en español, zapoteco, igood's (huaves), chontal, chol, mixe, tzeltal, tzotzil y tojolabal.

Poco antes del inicio de la reunión, en una entrevista en la radio local, el presidente municipal dijo que era respetuoso de la marcha zapatista porque es por la paz, y aprovechó la oportunidad para pedir que se retirara el retén militar del municipio.

La comandancia fue recibida por un grupo de niños y niñas vestidas con trajes de tehuanas. Un deficiente aparato de sonido dificultó la comprensión de los mensajes. Una joven les dio un caluroso saludo. Mientras tanto, agrupaciones de estudiantes de primaria, con uniformes azul y blanco, posaban para los fotos.

En la reunión no faltaron denuncias. Los huaves recordaron que tienen invadidas 27 mil hectáreas y que enfrentan grandes dificultades para pescar camarón. Responsabilizan de sus pesares a los caciques de Ixhuatán.

Justo enfrente del centro de reuniones se encuentra la central de autobuses. Allí se anuncian viajes directos a Ciudad Juárez, Chihuahua, por 750 pesos. No hace falta mucha perspicacia para suponer que si las corridas son directas es porque los camiones se llenan desde su punto de salida. Una región antes rica, con un distrito de riego próspero, es hoy zona de pobreza creciente. Los productos agrícolas no tienen precio. Las naranjas se pudren en el piso porque no costea sacarlas al mercado. El precio del café va de mal en peor, y del ganado mejor ni hablar. El Istmo es hoy una zona que exporta migrantes.

Ceremonia de protección

En la hora de lo sagrado, tres mujeres sanadoras mareñas, arrodilladas, tomaron el incienso y el copal que se encontraba en el estrado para realizar una ceremonia de protección para los integrantes de la caravana zapatista. Rociaron con humo de copal la bandera nacional que cargan los rebeldes, y lo esparcieron también a los comandantes. Luego les dieron pequeños golpes con las ramitas de albahaca, dibujando con ellas una cruz a cada uno de los miembros de la comitiva.

A la salida del salón, algunas personas pintaron con spray mantas negras con consignas alusivas al EZLN. Los únicos legisladores que se veían por allí eran los europeos. Pareciera ser que los congresistas mexicanos están muy ocupados como para acompañar a los indios de México en su peregrinar por el reconocimiento de sus derechos.

Al retomar su camino, los zapatistas se encontraron, a lo largo de más de dos kilómetros, con una cadena humana a ambos lados de la carretera, que los saludó y vitoreó. Otra vez muchos de los asistentes fueron jóvenes. Para ellos Marcos es un ídolo. La ceremonia sagrada dio paso entonces a una masiva ceremonia cívica.