El
Arte de la Guerra. Sun Tzu.
La
globalización moderna, el neoliberalismo como sistema mundial,
debe entenderse como una nueva guerra de conquista de territorios.
El
fin de la III Guerra Mundial o "Guerra Fría" no
significa que el mundo haya superado la bipolaridad y se encuentre
estable bajo la hegemonía del triunfador. Al terminar esta
guerra hubo, sin lugar a dudas, un vencido (el campo socialista),
pero es difícil decir quién fue el vencedor. ¿Europa
Occidental? ¿Estados Unidos? ¿Japón? ¿Todos
ellos? El caso es que la derrota del "imperio del mal"
(Reagan y Thatcher dixit) significó la apertura de nuevos
mercados sin nuevo dueño. Correspondía, por tanto,
luchar para tomar posesión de ellos, conquistarlos.
No
sólo eso, el fin de la "Guerra Fría" trajo
consigo un nuevo marco de relaciones internacionales en el que la
lucha nueva por esos nuevos mercados y territorios produjo una nueva
guerra mundial, la IV. Esto obligó, como en todas las guerras,
a una redefinición de los Estados Nacionales. Y más
allá de la redefinición de los Estados Nacionales, el
orden mundial volvió a las viejas épocas de las
conquistas de América, Africa y Oceanía. Extraña
modernidad esta que avanza hacia atrás, el atardecer del siglo
XX tiene más semejanzas con sus brutales centurias antecesoras
que con el plácido y racional futuro de algunas novelas de
ciencia-ficción. En el mundo de la Posguerra Fría
vastos territorios, riquezas y, sobre todo, fuerza de trabajo
calificada, esperaban un nuevo amo...
Pero
uno es el puesto de dueño del mundo, y varios son los
aspirantes a serlo. Y para lograrlo se desata otra guerra, pero ahora
entre aquellos que se autodenominaron el "imperio del bien".
Si
la III Guerra Mundial fue entre el capitalismo y el socialismo
(liderados por los Estados Unidos y la URSS respectivamente), con
escenarios alternos y diferentes grados de intensidad; la IV Guerra
Mundial se realiza ahora entre los grandes centros financieros, con
escenarios totales y con una intensidad aguda y constante.
Desde
el fin de la II Guerra Mundial hasta 1992, se han librado 149 guerras
en todo el mundo. El resultado, 23 millones de muertos, no deja dudas
de la intensidad de esta III Guerra Mundial. (datos de UNICEF).
Desde
las catacumbas del espionaje internacional hasta el espacio sideral
de la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica (la "Guerra
de las Galaxias" del cowboy Ronald Reagan); desde las arenas de
Playa Girón, en Cuba, hasta el Delta del Mekong, en Vietnam;
desde la desenfrenada carrera armamentista nuclear hasta los salvajes
golpes de Estado en la dolorosa América Latina; desde las
ominosas maniobras de los ejércitos de la Organización
del Tratado del Atlántico Norte hasta los agentes de la CIA en
la Bolivia del asesinato del Che Guevara; la mal llamada "Guerra
Fría" alcanzó altas temperaturas que, a pesar del
continuo cambio de escenario y el incesante sube-y-baja de la crisis
nuclear (o precisamente por esto), acabaron por fundir al campo
socialista como sistema mundial, y lo diluyeron como alternativa
social.
La
III Guerra Mundial mostró las bondades de la "guerra
total" (en todas partes y en todas las formas) para el
triunfador: el capitalismo. Pero el escenario de posguerra quedó
perfilado, de hecho, como un nuevo teatro de operaciones mundial:
grandes extensiones de "tierra de nadie" (por el desfonde
político, económico y social de Europa del Este y de la
URSS), potencias en expansión (Estados Unidos, Europa
Occidental y el Japón), crisis económica mundial, y una
nueva revolución tecnológica: la informática.
"De la misma forma que la revolución industrial había
permitido el remplazo del músculo por la máquina, la
actual revolución informática apunta al remplazo del
cerebro (al menos de un número cada vez más importante
de sus funciones) por la computadora. Esta "cerebralización
general" de los medios de producción (lo mismo en la
industria que en los servicios) es acelerada por la explosión
de nuevas investigaciones en las telecomunicaciones y por la
proliferación de los cybermundos." (Ignacio Ramonet. "La
planété des désordres" en "Géopolitique
du Chaos." Maniére de Voir 3. Le Monde Diplomatique
(LMD). Abril de 1997.)
El
rey supremo del capital, el financiero, empezó entonces a
desarrollar su estrategia guerrera sobre el nuevo mundo y sobre lo
que quedaba en pie del viejo. De la mano de la revolución
tecnológica que ponía al mundo entero, por medio de una
computadora, en sus escritorios y a su arbitrio, los mercados
financieros impusieron sus leyes y preceptos a todo el planeta. La
"mundialización" de la nueva guerra no es más
que la mundialización de las lógicas de los mercados
financieros. De rectores de la economía, los Estados
Nacionales (y sus gobernantes) pasaron a ser regidos, más bien
teledirigidos, por el fundamento del poder financiero: el libre
cambio comercial. Y no sólo eso, la lógica del mercado
aprovechó la "porosidad" que, en todo el espectro
social del mundo, provocó el desarrollo de las
telecomunicaciones, y penetró y se apropió todos los
aspectos de la actividad social. ¡Por fin una guerra mundial
totalmente total!
Una
de las primeras bajas de esta nueva guerra es el mercado nacional.
Como una bala disparada dentro de un cuarto blindado, la guerra
iniciada por el neoliberalismo rebota de uno a otro lado y hiere a
quien la disparó. Una de las bases fundamentales del poder del
Estado capitalista moderno, el mercado nacional, es liquidado por el
cañonazo de la nueva era de la economía financiera
global. El capitalismo internacional cobra algunas de sus víctimas
caducando los capitalismos nacionales y adelgazando, hasta la
inanición, los poderes públicos. El golpe ha sido tan
brutal y definitivo que los Estados nacionales no disponen de la
fuerza necesaria para oponerse a la acción de los mercados
internacionales que transgrede los intereses de ciudadanos y
gobiernos.
El
cuidado y ordenado escaparate que se suponía heredaba el fin
de la "Guerra Fría", el "nuevo orden mundial",
pronto se ve hecho añicos por la explosión neoliberal.
El capitalismo mundial sacrifica sin misericordia alguna a quien le
dio futuro y proyecto histórico: el capitalismo nacional.
Empresas y Estados se derrumban en minutos, pero no por las tormentas
de las revoluciones proletarias, sino por los embates de los
huracanes financieros. El hijo (el neoliberalismo) devora al padre
(el capitalismo nacional), y de paso destruye todas las falacias
discursivas de la ideología capitalista: en el nuevo orden
mundial no hay ni democracia, ni libertad, ni igualdad, ni
fraternidad.
En
el escenario mundial producto del fin de la "Guerra Fría"
sólo sepercibe un nuevo campo de batalla y en éste,
como en todo campo de batalla, reina el caos.
A
finales de la "Guerra Fría", el capitalismo crea un
nuevo horror bélico: la bomba de neutrones. La "virtud"
de esta arma es que sólo destruye la vida y respeta las
construcciones. Ya se podían destruir ciudades enteras (es
decir, sus habitantes) sin que fuera necesario reconstruirlas (y
pagar por ello). La industria armamentista se felicitó a sí
misma, la "irracionalidad" de las bombas nucleares era
suplantada por la nueva "racionalidad" de la bomba de
neutrones. Pero una nueva "maravilla" bélica será
descubierta a la par del nacimiento de la IV Guerra Mundial: la bomba
financiera.
Porque
la nueva bomba neoliberal, a diferencia de su antecesora atómica
en Hiroshima y Nagasaki, no sólo destruye la polis (la Nación
en este caso) e impone la muerte, el terror y la miseria a quienes la
habitan; o, a diferencia de la bomba de neutrones, no sólo
destruye "selectivamente". La neoliberal, además,
reorganiza y reordena lo que ataca y lo rehace como una pieza dentro
del rompecabezas de la globalización económica. Después
de su efecto destructor, el resultado no es un montón de
ruinas humeantes, o decenas de miles de vidas inertes, sino una
barriada que se suma a alguna de las megápolis comerciales del
nuevo hipermercado mundial y una fuerza de trabajo reacomodada en el
nuevo mercado de trabajo mundial.
La
Unión Europea, una de las megápolis producto del
neoliberalismo, es un resultado de la presente IV Guerra Mundial.
Aquí, la globalización económica logró
borrar las fronteras entre Estados rivales, enemigos entre sí
desde hace mucho tiempo, y los obligó a converger y plantearse
la unión política. De los Estados Nacionales a la
federación europea, el camino economicista de la guerra
neoliberal en el llamado "viejo continente" estará
lleno de destrucción y de ruinas, una de ellas será la
civilización europea.
Las
megápolis se reproducen en todo el planeta. Las zonas
comerciales integradas son el terreno donde se erigen. Así
ocurre en América del Norte, donde el Tratado de Libre
Comercio para América del Norte ("NAFTA" por sus
siglas en inglés) entre Canadá, los Estados Unidos y
México no es más que el preludio del cumplimiento de
una vieja aspiración de conquista estadounidense: "América
para los americanos". En América del Sur se camina en
igual sentido con el Mercosur entre Argentina, Brasil, Paraguay y
Uruguay. En Africa del Norte, con la Unión del Maghreb árabe
(UMA) entre Marruecos, Algeria, Tunez, Libia y Mauritania; en Africa
del Sur, en el Cercano Oriente, en el Mar Negro, en Asia Pacífico,
etc., en todo el planeta explotan las bombas financieras y se
reconquistan territorios.
¿Las
megápolis sustituyen a las naciones? No, o no sólo.
También las incluyen y les reasignan funciones, límites
y posibilidades. Países enteros se convierten en departamentos
de la megaempresa neoliberal. El neoliberalismo opera así la
DESTRUCCIÓN / DESPOBLAMIENTO por un lado, y la RECONSTRUCCIÓN
/ REORDENAMIENTO por el otro, de regiones y de naciones para abrir
nuevos mercados y modernizar los existentes.
Si
las bombas nucleares tenían un carácter disuasivo,
intimidatorio y coercitivo en la III Guerra Mundial, en la IV
conflagración mundial no ocurre lo mismo con las hiperbombas
financieras. Estas armas sirven para atacar territorios (Estados
Nacionales) destruyendo las bases materiales de su soberanía
nacional (obstáculo ético, jurídico, político,
cultural e histórico contra la globalización económica)
y produciendo un despoblamiento cualitativo en sus territorios. Este
despoblamiento consiste en prescindir de todos aquellos que son
inútiles para la nueva economía de mercado (por ejemplo
los indígenas).
Pero,
además, los centros financieros operan, simultáneamente,
una reconstrucción de los Estados Nacionales y los reordenan
según la nueva lógica del mercado mundial (los modelos
económicos desarrollados se imponen sobre relaciones sociales
débiles o inexistentes).
La
IV Guerra Mundial en el terreno rural, por ejemplo, presenta este
efecto. La modernización rural, que exigen los mercados
financieros, trata de incrementar la productividad agrícola,
pero lo que consigue es destruir las relaciones sociales y económicas
tradicionales. Resultado: éxodo masivo del campo a las
ciudades. Sí, como en una guerra. Mientras tanto, en las zonas
urbanas se satura el mercado de trabajo y la distribución
desigual del ingreso es la "justicia" que espera a quienes
buscan mejores condiciones de vida.
De
ejemplos que ilustran esta estrategia está lleno el mundo
indígena: Ian Chambers, director de la Oficina para
Centroamérica de la OIT (de las Naciones Unidas), declaró
que la población indígena mundial, calculada en 300
millones, vive en zonas que tienen el 60% de los recursos naturales
del planeta. Así que "no sorprenden los múltiples
conflictos por el uso y destino de sus tierras alrededor de los
intereses de gobiernos y empresas. (...) La explotación de
recursos naturales (petróleo y minería) y el turismo
son las principales industrias que amenazan los territorios indígenas
en América" (entrevista de Martha García en "La
Jornada". 28 de mayo de 1997). Detrás de los proyectos de
inversión vienen la polución, la prostitución y
las drogas. Es decir, se complementan destrucción /
despoblamiento y reconstrucción / reordenamiento de la zona.
En
esta nueva guerra mundial, la política moderna como
organizadora del Estado Nacional no existe más. Ahora la
política es sólo un organizador económico y los
políticos son modernos administradores de empresas. Los nuevos
dueños del mundo no son gobierno, no necesitan serlo. Los
gobiernos "nacionales" se encargan de administrar los
negocios en las diferentes regiones del mundo.
Este
es el "nuevo orden mundial", la unificación del
mundo entero en un solo mercado. Las naciones son tiendas de
departamentos con gerentes a manera de gobiernos, y las nuevas
alianzas regionales, económicas y políticas, se acercan
más al modelo de un moderno "mall" comercial que a
una federación política. La "unificación"
que produce el neoliberalismo es económica, es la unificación
de mercados para facilitar la circulación de dinero y
mercancías. En el gigantesco hipermercado mundial circulan
libremente las mercancías, no las personas.
Como
toda iniciativa empresarial (y de guerra), esta globalización
económica va acompañada de un modelo general de
pensamiento. Sin embargo, entre tantas cosas nuevas, el modelo
ideológico que acompaña al neoliberalismo en su
conquista del planeta tiene mucho de viejo y mohoso. El "american
way of life" que acompañó a las tropas
norteamericanas en la Europa de la II Guerra Mundial, en el Vietnam
de los 60´s, y, más recientemente, en la Guerra del
Golfo Pérsico, ahora va de la mano (o más bien de las
computadoras) de los mercados financieros.
No
se trata sólo de una destrucción material de las bases
materiales de los Estados Nacionales, también (y de manera tan
importante como poco estudiada) se trata de una destrucción
histórica y cultural. El digno pasado indígena de los
países del continente americano, la brillante civilización
europea, la sabia historia de las naciones asiáticas, y la
poderosa y rica antigüedad del África y Oceanía,
todas las culturas y las historias que forjaron naciones son atacadas
por el modo de vida norteamericano. El neoliberalismo impone así
una guerra total: la destrucción de naciones y grupos de
naciones para homologarlas con el modelo capitalista norteamericano.
Una
guerra pues, una guerra mundial, la IV. La peor y más cruel.
La que el neoliberalismo libra en todas partes y por todos los medios
en contra de la humanidad.
Pero,
como en toda guerra, hay combates, hay vencedores y vencidos, y hay
pedazos rotos de esa realidad destruida. Para intentar armar el
absurdo rompecabezas del mundo neoliberal hacen falta muchas piezas.
Algunas se pueden encontrar entre las ruinas que esta guerra mundial
ha dejado ya sobre la superficie planetaria. Cuando menos 7 de esas
piezas pueden reconstruirse y alentar la esperanza de que este
conflicto mundial no termine con el rival más débil: la
humanidad.
7
piezas para dibujar, colorear, recortar, y para tratar de armar,
junto otras, el rompecabezas mundial. La una es la doble acumulación,
de riqueza y de pobreza, en los dos polos de la sociedad mundial. La
otra es la explotación total de la totalidad del mundo. La
tercera es la pesadilla de una parte errante de la humanidad. La
cuarta es la nauseabunda relación entre crimen y Poder. La
quinta es la violencia del Estado. La sexta es el misterio de la
megapolítica. La séptima es la multiforme bolsa de
resistencia de la humanidad contra el neoliberalismo.
PIEZA
1:
La
concentración de la riqueza y la distribución de la
pobreza.
En
la historia de la humanidad, distintos modelos sociales se han
disputado el enarbolar el absurdo como distintivo de orden mundial.
Seguramente el neoliberalismo tendrá un lugar privilegiado a
la hora de los premios, porque su "reparto" de la riqueza
social no hace más que distribuir un doble absurdo de
acumulación: la acumulación de riquezas en manos de
unos cuantos, y la acumulación de pobreza en millones de seres
humanos.
En
el mundo actual, la injusticia y la desigualdad son los signos
distintivos. El planeta Tierra, tercero del sistema planetario solar,
tiene 5 mil millones de seres humanos. En él, sólo 500
millones de personas viven con comodidades mientras 4 mil 500
millones padecen pobreza y tratan de sobrevivir.
Un
doble absurdo es el balance entre ricos y pobres: los ricos son pocos
y los pobres son muchos. La diferencia cuantitativa es criminal, pero
el balance entre los extremos se consigue con la riqueza: los ricos
suplen su minoría numérica con miles de millones de
dólares.
La
fortuna de las 358 personas más ricas del mundo (miles de
millones de dólares) es superior al ingreso anual del 45% de
los habitantes más pobres, algo así como 2 mil 600
millones de personas.
Las
leontinas de oro de los relojes financieros se convierten en una
pesada cadena para millones de seres. Mientras que la "... cifra
de negocios de la General Motors es más elevada que el
Producto Nacional Bruto (PNB) de Dinamarca, la de la Ford es más
importante que el PNB de Africa del Sur, y la de la Toyota sobrepasa
al PNB de Noruega." (Ignacio Ramonet, en LMD I/1997 #15), para
todos los trabajadores los salarios reales han caído, además
de que deben sortear los cortes de personal en las empresas, el
cierre de fábricas y la reubicación de sus centros
laborales. En las llamadas "economías capitalistas
avanzadas" el número de desempleados llega ya a los 41
millones de trabajadores.
En
forma paulatina, la concentración de la riqueza en pocas manos
y la distribución de la pobreza en muchas, va delineando el
signo de la sociedad mundial moderna: el frágil equilibrio de
absurdas desigualdades.
La
decadencia del sistema económico neoliberal es un escándalo:
"La deuda mundial (comprendiendo las de las empresas, los
gobiernos y las administraciones) ha sobrepasado los 33,100 miles de
millones de dólares, es decir, 130% del Producto Interno Bruto
(PIB) mundial, y crece a una tasa del 6% al 8% por año, más
de 4 veces el crecimiento del PIB mundial" (Frédéric
F. Clairmont. "Ces deux cents sociétés qui
controlent le monde", en LMD. IV/1997).
El
progreso de las grandes transnacionales no implica el avance de las
Naciones desarrolladas. Al contrario, mientras más ganan los
gigantes financieros, más se agudiza la pobreza en los
llamados "países ricos".
La
diferencia a eliminar entre ricos y pobres es brutal y no parece
haber ninguna tendencia por ese rumbo, antes al contrario. Lejos de
atenuarse, ya no digamos de eliminarse, la desigualdad social se
acentúa, sobre todo en las naciones capitalistas
desarrolladas: En los Estados Unidos, el 1% de los norteamericanos
más ricos ha obtenido el 61,6% del conjunto de la riqueza
nacional del país entre 1983 y 1989. El 80% de los
norteamericanos más pobres no se han repartido más que
el 1,2%. En la Gran Bretaña el número de los sin techo
se ha duplicado; el número de niños que viven sólo
de la ayuda social ha pasado del 7% en 1979 al 26% en 1994; el número
de británicos que vive en la pobreza (definida como menos de
la mitad del salario mínimo) ha pasado de 5 millones a
13,700,000; el 10% de los más pobres han perdido el 13 % de su
poder adquisitivo, mientras que l0% de los más ricos han
ganado el 65% y desde hace cinco años se ha doblado el número
de millonarios (datos de LMD. IV/97).
A
inicios de la década de los 90´s "... unas 37,000
firmas transnacionales encerraban, con sus 170,000 filiales, la
economía internacional en sus tentáculos. Sin embargo,
el centro del poder se sitúa en el círculo más
restringido de las 200 primeras: desde los inicios de los años
80, ellas han tenido una expansión ininterrumpida por vía
de las fusiones y las compras "de rescate" de empresas. De
este modo, la parte del capital transnacional en el PIB mundial ha
pasado de 17% a mitad de los años 60 a 24% en 1982 y a más
del 30% en 1995. Las 200 primeras son conglomerados cuyas actividades
planetarias cubren sin distinción los sectores primario,
secundario y terciario: grandes explotaciones agrícolas,
producción manufacturera, servicios financieros, comercio,
etc. Geográficamente ellas se reparten entre 10 países:
Japón (62), Estados Unidos (53), Alemania (23), Francia (19),
Reino Unido (11), Suiza (8), Corea del Sur (6), Italia (5) y Países
Bajos (4)". (Frédéric F. Clairmont. Op.Cit.).
PIEZA
2:
La
globalización de la explotación.
Una
de las falacias neoliberales consiste en decir que el crecimiento
económico de las empresas trae aparejados un mejor reparto de
la riqueza y un crecimiento del empleo. Pero no es así. De la
misma forma en que el crecimiento del poder político de un rey
no trae como consecuencia un crecimiento del poder político de
los súbditos (antes al contrario), el absolutismo del capital
financiero no mejora la distribución de la riqueza ni provoca
mayor trabajo para la sociedad. Pobreza, desempleo y precariedad del
trabajo son sus consecuencias estructurales.
En
los años de las décadas de 1960 y 1970, la población
considerada pobre (con menos de un dólar diario de ingreso
para resolver sus necesidades elementales, según el Banco
Mundial) era de unos 200 millones de personas. Para el inicio de la
década de los 90´s sumaba ya 2,000 millones de seres
humanos. Además, el "... montante de las 200 empresas más
importantes del planeta representa más de un cuarto de la
actividad económica mundial; y sin embargo, esas 200 firmas
emplean sólo a 18,8 millones de asalariados, o sea, menos del
0,75 % de la mano de obra del planeta" (Ignacio Ramonet en LMD.
Enero 1997 #15).
Más
seres humanos pobres y más empobrecidos, menos personas ricas
y más enriquecidas, éstas son las lecciones del trazo
de la pieza 1 del rompecabezas neoliberal. Para lograr este absurdo,
el sistema capitalista mundial "moderniza" la producción,
la circulación y el consumo de las mercancías. La nueva
revolución tecnológica (la informática) y la
nueva revolución política (las megápolis
emergentes sobre las ruinas de los Estados Nacionales) producen una
nueva "revolución" social. Esta "revolución"
social no consiste más que en un reacomodo, un reordenamiento
de las fuerzas sociales, principalmente de la fuerza de trabajo.
La
Población Económicamente Activa (PEA) mundial pasó
de 1,376 millones en 1960, a 2,374 millones de trabajadores en 1990.
Más seres humanos con capacidad de trabajo, es decir, de
generar riquezas.
Pero
el "nuevo orden mundial" no sólo acomoda a esta
nueva fuerza de trabajo en espacios geográficos y productivos,
además, reordena su lugar (o su no-lugar, como en el caso de
desempleados y subempleados) en el plan globalizador de la economía.
La
Población Mundial Empleada por Actividad (PMEA) se modificó
sustancialmente en los últimos 20 años. La PMEA en el
sector agrícola y pesquero pasó del 22% en 1970, al 12%
en 1990; en la manufactura del 25% en 1970, al 22% en 1990; mientras
que en el sector terciario (comercio, transporte, banca y servicios)
creció del 42% en 1970, al 56% en 1990. En el caso de los
países subdesarrollados, el sector terciario creció del
40% en 1970, a 57% en 1990; mientras que su población empleada
en el sector agrícola y pesquero cayó del 30% en 1970,
al 15% en 1990. (Datos de "Mercado Mundial de Fuerza de Trabajo
en el Capitalismo Contemporáneo". Ochoa Chi, Juanita del
Pilar. UNAM. Economía. México, 1997).
Esto
significa que cada vez más trabajadores son canalizados hacia
las actividades necesarias para incrementar la productividad o para
acelerarla realización de mercancías. El sistema
neoliberal opera así como un megapatrón, concibiendo al
mercado mundial como una empresa unitaria, administrada con criterios
"modernizadores".
Pero
la "modernidad" neoliberal parece más cercana al
bestial nacimiento del capitalismo como sistema mundial, que a la
"racionalidad" utópica. La "moderna"
producción capitalista sigue basada en el trabajo de niños,
mujeres y trabajadores inmigrantes. De los 1,148 millones de niños
en el mundo, por lo menos 100 millones viven literalmente en la calle
y 200 millones trabajan, y se prevé que serán 400
millones para el año 2000. Se dice, además, que 146
millones de niños asiáticos laboran en la producción
de autopartes, juguetería, ropa, comida, herrería y
química. Pero esta explotación del trabajo infantil no
sólo se da en los países subdesarrollados, 40% de los
niños ingleses y 20% de los niños franceses trabajan
para completar el gasto familiar o para sobrevivir. También en
la "industria" del placer hay lugar para los infantes. La
ONU calcula que, cada año, un millón de niños
entra al comercio sexual (datos en Ochoa Chi, J. Op.Cit.).
La
bestia neoliberal invade el todo social mundial homogeneizando hasta
las pautas de alimentación. "En términos globales
si bien observamos que hay particularidades en el consumo alimenticio
de cada región, (y a su interior), no por ello deja de ser
evidente el proceso de homogeneización que se está
imponiendo, incluso sobre las diferencias fisiológico -
culturales de las diversas zonas." ("Mercado mundial de
medios de subsistencia. 1960-1990". Ocampo Figueroa, Nashelly, y
Flores Mondragón, Gonzalo. UNAM. Economía. 1994.)
Esta
bestia le impone a la humanidad una pesada carga. El desempleo y la
precariedad de millones de trabajadores en todo el mundo es una aguda
realidad que no tiene visos ni siquiera de atenuarse. El desempleo en
los países de la Organización para la Cooperación
y del Desarrollo Económico (OCDE) pasó del 3,8% en
1966, al 6,3% en 1990. Tan sólo en Europa pasó del 2,2%
en 1966, al 6,4% en 1990.
La
imposición de las leyes del mercado en todo el mundo, el
mercado globalizado, no ha hecho sino destruir las pequeñas y
medianas empresas. Al desaparecer los mercados locales y regionales,
los pequeños y medianos productores se ven a sí mismos
sin protecciones y sin posibilidad alguna de competir contra los
gigantes transnacionales.
Resultado:
quiebre masivo de empresas. Consecuencia: millones de trabajadores al
desempleo.
El
absurdo neoliberal reiterado: el crecimiento de la producción
no genera empleo, al contrario, lo destruye. La Organización
de las Naciones Unidas (ONU) nombra a esta etapa como "crecimiento
sin empleo".
Pero
la pesadilla no termina ahí. Además de la amenaza del
desempleo, los trabajadores deben enfrentar condiciones precarias de
ocupación. Mayor inestabilidad del empleo, prolongación
de las jornadas de trabajo y desventaja salarial, son consecuencias
de la globalización en general y de la "terciarización"
de la economía (el crecimiento del sector "servicios")
en particular. "En los países dominados, la mano de obra
sufre una precariedad multiforme: extremada movilidad, empleos sin
contrato, salarios irregulares y generalmente inferiores al mínimo
vital y regímenes de jubilación héticos,
actividades independientes no declaradas, con ingresos aleatorios, es
decir, servidumbre o realización de un trabajo forzoso por
parte de sectores, supuestamente protegidos, como los niños"
(Alain Morice. "Los trabajadores extranjeros, avanzadilla de la
precariedad". LMD. Enero 97).
Las
consecuencias de todo esto se traducen en un verdadero desfonde
social globalizado. El reordenamiento de los procesos de producción
y circulación de mercancías y el reacomodo de las
fuerzas productivas, producen un excedente peculiar: seres humanos
que sobran, que no son necesarios para el "nuevo orden mundial",
que no producen, que no consumen, que no son sujetos de crédito,
en suma, que son desechables.
Cada
día, los grandes centros financieros imponen sus leyes a
naciones y a grupos de naciones en todo el mundo. Reordenan y
reacomodan a sus habitantes. Y, al terminar la operación, se
encuentran con que "sobran" personas. "Se dispara, por
tanto, el volumen de población excedente, que no sólo
está sometida al azote de la pobreza más aguda, sino
que no cuenta para nada, que está desestructurada y atomizada,
y cuya única finalidad es deambular por las calles sin rumbo
fijo, sin vivienda ni trabajo, sin familia ni relaciones sociales -al
menos mínimamente estables -, con la única compañía
de sus cartones o bolsas de plástico" (Fernández
Durán, Ramón. "Contra la Europa del capital y la
globalización económica". Talasa. Madrid, 1996).
La
globalización económica "... hizo necesaria una
disminución de los salarios reales a nivel internacional, que
junto con la disminución del gasto social (salud, educación,
vivienda y alimentación) y una política antisindical,
vinieron a constituir la parte fundamental de las nuevas políticas
neoliberales de reactivación capitalista" (Ocampo F. y
Flores M. Op. Cit.).
Pieza
3:
Migración,
la pesadilla errante.
Hablamos
antes de la existencia de nuevos territorios, al final de la III
Guerra Mundial, que esperaban ser conquistados (los antiguos países
socialistas), y de otros que debían ser reconquistados por el
"nuevo orden mundial". Para lograrlo, los centros
financieros llevan adelante una triple estrategia criminal y brutal:
proliferan las "guerras regionales" y los "conflictos
internos", los capitales siguen rutas de acumulación
atípica, y se movilizan grandes masas de trabajadores.
El
resultado de esta guerra mundial de conquista es una gran rueda de
millones de migrantes en todo el mundo. "Extranjeros" en el
mundo "sin fronteras" que prometieron los vencedores de la
III Guerra Mundial, millones de personas padecen la persecución
xenófoba, la precarización laboral, la pérdida
de identidad cultural, la represión policíaca, el
hambre, la cárcel y la muerte
"Del
Río Grande americano al espacio Schengen "europeo",
se confirma una doble tendencia contradictoria: por un lado las
fronteras se cierran oficialmente a las migraciones de trabajo, por
otro, ramas enteras de la economía oscilan entre la
inestabilidad y la flexibilidad, que son los medios más
seguros para atraer la mano de obra extranjera" (Alain Morice.
Op.Cit.).
Con
nombres distintos, bajo una diferenciación jurídica,
compartiendo una igualdad miserable, los migrantes o refugiados o
desplazados de todo el mundo son "extranjeros" tolerados o
rechazados. La pesadilla de la migración, cualquiera que sea
la causa que la provoque, sigue rodando y creciendo sobre la
superficie planetaria. El número de personas que estarían
en el ámbito de competencia del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) ha crecido
desproporcionadamente algo más de 2 millones en 1975, a más
de 27 millones en 1995.
Destruidas
las fronteras nacionales (para las mercancías), el mercado
globalizado organiza la economía mundial: la investigación
y el diseño de bienes y servicios, así como su
circulación y consumo, son pensados en términos
intercontinentales. Para cada parte del proceso capitalista, el
"nuevo orden mundial" organiza el flujo de fuerza de
trabajo, especializada y no, hacia donde lo necesita. Lejos de
sujetarse a la "libre concurrencia" tan cacareada por el
neoliberalismo, los mercados de empleo están cada vez más
determinados por los flujos migratorios. Tratándose de
trabajadores especializados, aunque poco en comparación con la
migración mundial, este "traspaso de cerebros"
representa mucho en términos de poder económico y de
conocimientos. Pero, sea de fuerza de trabajo calificada, sea de
simple mano de obra, la política migratoria del neoliberalismo
está más orientada a desestabilizar el mercado mundial
de trabajo que a frenar la inmigración.
La
IV Guerra Mundial, con su proceso de destrucción /
despoblamiento y reconstrucción / reordenamiento, provoca el
desplazamiento de millones de personas. Su destino será el
seguir errantes, con su pesadilla a cuestas, y ofrecer a los
trabajadores con empleo en las distintas naciones una amenaza a su
estabilidad laboral, un enemigo para suplir la imagen del patrón,
y un pretexto para darle sentido a la sinrazón racista que el
neoliberalismo promueve.
Pieza
4:
Mundialización
financiera y globalización de la corrupción y el
crimen.
Los
medios masivos de comunicación nos regalan una imagen de los
dirigentes de la delincuencia mundial: hombres y mujeres vulgares,
vestidos estrafalariamente, viviendo en mansiones ridículas o
tras los barrotes de una cárcel. Pero esa imagen oculta más
de lo que muestra: ni los verdaderos jefes de las mafias modernas, ni
su organización, ni sus influencias reales en los terrenos
económicos y políticos son divulgados públicamente.
Su
usted piensa que el mundo de la delincuencia es sinónimo de
ultratumba y oscuridad, está equivocado. Durante el período
de la llamada "Guerra Fría", el crimen organizado
fue adquiriendo una imagen más respetable y no sólo
empezó a funcionar como cualquier empresa moderna, también
fue penetrando profundamente en los sistemas políticos y
económicos de los Estados nacionales. Con el inicio de la IV
Guerra Mundial, la implantación del "nuevo orden
mundial", y su consiguiente apertura de mercados,
privatizaciones, la desregulación del comercio y las finanzas
internacionales, el crimen organizado "globalizó"
sus actividades.
"Según
la ONU, los ingresos mundiales anuales de las organizaciones
criminales transnacionales (OCT) son del orden de 1000 miles de
millones de dólares, un monto equivalente al PNB combinado de
países de ingreso débil (según la categorización
de la banca mundial) y de sus 3 mil millones de habitantes. Esta
estimación toma en cuenta tanto el producto del tráfico
de droga, las ventas ilícitas de armas, el contrabando de
materiales nucleares, etc., y las ganancias de las actividades
controladas por las mafias (prostitución, juego, mercado negro
de divisas...).
En
cambio, no mide la importancia de las inversiones continuamente
realizadas por las organizaciones criminales dentro de la esfera de
control de negocios legítimos, ni tampoco la dominación
que ellas ejercen sobre los medios de producción dentro de
numerosos sectores de la economía legal" (Michel
Chossudovsky, "La Corruption mondialisée" en
"Géopolitique du Chaos". Op. Cit.).
Las
organizaciones criminales de los 5 continentes han hecho suyo el
"espíritu de cooperación mundial" y,
asociadas, participan en la conquista y reordenamiento de los nuevos
mercados. Pero no sólo en actividades criminales, también
participan en negocios legales. El crimen organizado invierte en
negocios legítimos no sólo para "blanquear"
el dinero sucio, también para hacerse de capital para sus
actividades ilegales. Las empresas preferidas para esto son las
inmobiliarias de lujo, la industria del ocio, los medios de
comunicación, la industria, la agricultura, los servicios
públicos y... ¡la banca!
¿Alí
Babá y los 40 banqueros? No, algo peor. El dinero sucio del
crimen organizado es utilizado por los bancos comerciales para sus
actividades: préstamos, inversiones en los mercados
financieros, compra de bonos de deuda externa, compra y venta de oro
y divisas. "En muchos países, las organizaciones
criminales se han convertido en los acreedores del Estados y ejercen,
por su acción sobre los mercados, una influencia sobre la
política macroeconómica de los gobiernos. Sobre las
bolsas de valores, ellas invierten igualmente en los mercados
especulativos de productos derivados y de materias primas" (M.
Chossudovsky, Op. Cit.).
Por
si fuera poco, el crimen organizado cuenta con los llamados paraísos
fiscales. En todo el mundo hay, cuando menos, 55 paraísos
fiscales (uno de ellos, en las Islas Caimán, tiene el quinto
lugar mundial como centro bancario y tiene más bancos y
sociedades registradas que habitantes). Las Bahamas, las islas
Vírgenes británicas, las Bermudas, San Martin, Vanuatu,
las islas Cook, la isla Mauricio, Luxemburgo, Suiza, las islas
Anglo-Normandas, Dublín, Mónaco, Gibraltar, Malta, son
buenos lugares para que el crimen organizado se relacione con las
grandes firmas financieras del mundo.
Además
de "blanqueo" de dinero sucio, los paraísos fiscales
son usados para evadir impuestos, de aquí que sean un punto de
contacto entre gobernantes, empresarios y capos del crimen
organizado. La alta tecnología, aplicada a las finanzas,
permite la circulación rápida del dinero y la
desaparición de ganancias ilegales. "Los negocios legales
e ilegales están cada vez más imbricados, introducen un
cambio fundamental en las estructuras del capitalismo de la
posguerra. Las mafias invierten en negocios legales e, inversamente,
ellas canalizan recursos financieros hacia la economía
criminal, a través del control de bancos o de empresas
comerciales implicadas en el blanqueo de dinero sucio o que tiene
relaciones con las organizaciones criminales. Los bancos pretenden
que las transacciones son efectuadas de buena fe y que sus dirigentes
ignoran el origen de los fondos depositados. La consigna de no
preguntar nada, el secreto bancario y el anonimato de las
transacciones, todo está garantizando los intereses del crimen
organizado, protegen a la institución bancaria de
investigaciones públicas y de inculpaciones. No solamente los
grandes bancos aceptan blanquear dinero, en vista de sus pesadas
comisiones, sino que también concesionan créditos a
tasas de interés elevadas a las mafias, en detrimento de las
inversiones productivas industriales o agrícolas" (M.
Chossudovsky, Op. Cit.).
La
crisis de la deuda mundial, en los 80´s, provocó que el
precio de las materias primas se fuera para abajo. Esto hizo que los
países subdesarrollados vieran reducidos drásticamente
sus ingresos. Las medidas económicas dictadas por el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional, supuestamente para
"recuperar" la economía de estos países, sólo
agudizaron las crisis de los negocios legales. En consecuencia, la
economía ilegal se ha desarrollado para llenar el vacío
dejado por la caída de los mercados nacionales.
De
acuerdo con un informe de las Naciones Unidas, "la intrusión
de los sindicatos del crimen a sido facilitada por los programas de
ajuste estructural que los países endeudados han sido
obligados a aceptar para tener acceso a los préstamos del
Fondo Monetario Internacional" (United Nations. "La
Globalization du crime" New York, 1995).
Pieza
5:
¿La
legítima violencia de un poder ilegítimo?
El
Estado, en el neoliberalismo, tiende a contraerse al "mínimo
indispensable". El llamado "Estado Benefactor" no sólo
se convierte en obsoleto, se desprende de todo lo que lo constituía
en tal y se queda desnudo.
En
el cabaret de la globalización, tenemos el "show"
del Estado sobre una "table dance" que se despoja de todo
hasta quedar con su prenda mínima indispensable: la fuerza
represiva. Destruida su base material, anuladas sus posibilidades de
soberanía e independencia, desdibujadas sus clases políticas,
los Estados Nacionales se convierten, más o menos rápido,
en un mero aparato de "seguridad" de las megaempresas que
el neoliberalismo va erigiendo en el desarrollo de esta IV Guerra
Mundial.
En
lugar de que la inversión pública la orienten al gasto
social, los Estados Nacionales prefieren mejorar su equipo, armamento
y preparación para cumplir con eficacia la labor que la
política dejó de cumplir hace años: el control
de la sociedad.
Los
"profesionales de la violencia legítima" se llaman a
sí mismos los aparatos represivos de los Estados Modernos.
Pero, ¿qué hacer si la violencia está ya bajo
las leyes del mercado? ¿Dónde está la violencia
legítima y dónde la ilegítima? ¿Qué
monopolio de la violencia pueden pretender los maltrechos Estados
nacionales si el libre juego de la oferta y la demanda desafía
ese monopolio? ¿No demostró la pieza 4 que el crimen
organizado, los gobiernos y los centros financieros están más
que bien relacionados? ¿No es palpable que el crimen
organizado cuenta con verdaderos ejércitos sin más
frontera que el poder de fuego del rival? Así que el
"monopolio de la violencia" no pertenece ya a los Estados
Nacionales. El mercado moderno lo puso a venta...
Viene
a cuento esto porque, debajo de la polémica entre violencia
legítima e ilegítima, también está la
disputa (falsa, pienso) entre violencia "racional" e
"irracional".
Cierto
sector de la intelectualidad mundial (insisto en que su quehacer es
más complejo que el simple ser "de derecha o de
izquierda", "progubernamental o de oposición",
"etcétera bueno o etcétera malo") pretende
que la violencia se puede ejercer de modo "racional",
administrar de forma selectiva, (hay quien, incluso, adelanta algo
así como la "mercadotecnia de la violencia"), y
aplicar con habilidad "de cirujano" en contra de los males
de la sociedad. Algo así inspiró la pasada etapa
armamentista en la Unión Americana: armas "quirúrgicas",
precisas, y operaciones militares como bisturí del "nuevo
orden mundial". Así nacieron las "smart bombs"
(que, según me platicó un reportero que cubrió
"Desert Storm", no son tan "inteligentes" y
batallan para distinguir entre un hospital y un depósito de
misiles, en la duda, las "smart bombs" no se abstienen,
destruyen). En fin, el Golfo Pérsico, como decían los
compañeros de los pueblos zapatistas, está más
allá de la capital estatal de Chiapas (aunque la situación
de los kurdos tenga semejanzas espeluznantes con los indígenas
de un país que se precia de ser "democrático"
y "libre"), así que no insistamos en "aquella"
guerra cuando tenemos la "nuestra".
Bien,
la pugna entre violencia "racional" e "irracional"
abre una vía de discusión interesante y,
lamentablemente, no es inútil en los tiempos actuales.
Podíamos tomar, por ejemplo, qué se entiende por
"racional". Si se responde que es la "razón del
Estado" (suponiendo que eso existiera y, sobre todo, que se le
pudiera reconocer alguna razón al actual Estado neoliberal),
entonces cabe preguntarse si esa "razón de Estado"
se corresponde a la "razón de la sociedad" (siempre
suponiendo que la sociedad de hoy retiene algo de racionalidad) y,
más todavía, si la violencia "racional" del
Estado es "racional" también a la sociedad. Aquí
no hay mucho que discurrir (como no sea ociosamente), la "razón
de Estado" en la modernidad no es otra que "la razón
de los mercados financieros".
Pero,
¿cómo administra su "violencia racional" el
Estado moderno? Y, ojo a la historia, ¿cuánto tiempo
dura esa "racionalidad"? ¿El tiempo que va desde una
a otra elección o golpe de Estado (según el caso)?
¿Cuántas violencias de Estado, que fueron aplaudidas
como "racionales" en su tiempo, son ahora "irracionales"?
Lady
Margaret Thatcher, de "grata" memoria para el pueblo
británico, se tomó la molestia de prologar el libro
"The Next War", de Caspar Weinberg and Peter Schweizer.
(Regnery Publisihng, Inc. Washington, D.C. 1996).
En
este texto, la señora Thatcher, adelanta algunas reflexiones
sobre las 3 similitudes entre el mundo de la Guerra Fría y el
de la Pos Guerra Fría: La primera de ellas es que el "mundo
libre" nunca carecerá de agresores potenciales. La
segunda es la necesidad de una superioridad militar de los "Estados
democráticos" sobre los posibles agresores. La tercera
similitud es que tal superioridad militar debe ser, sobre todo,
tecnológica.
Para
terminar su prólogo, la llamada "dama de hierro"
define la "racionalidad violenta" de los Estados modernos
al señalar: "Una guerra puede ocurrir de muchas maneras
diferentes. Pero la peor usualmente pasa porque un poder cree que
puede alcanzar sus objetivos sin una guerra o al menos con una guerra
limitada que puede ser ganada rápidamente - y, en
consecuencia, fallan los cálculos".
Para
los señores Weinberg y Schweizer los escenarios de las
"Guerras Futuras" son: Corea del Norte y China (abril 6 de
1998), Irán (abril 4 de 1999), México (marzo 7 del
2003), Rusia (febrero 7 del 2006), y el Japón (agosto 19 de
2007). No hay, pues, duda de quiénes serían los
posibles agresores: asiáticos, árabes, latinos y
europeos. ¡Casi la totalidad del mundo es considerado "posible
agresor" de la "democracia" moderna!
Lógico
(cuando menos en la lógica liberal): en la modernidad, el
poder (es decir, el poder financiero) sabe que sólo puede
"alcanzar sus objetivos" con una guerra, y no con una
"guerra limitada que puede ser ganada rápidamente",
sino con una guerra totalmente total, mundial en todos los sentidos.
Y, si le creemos a la nueva secretaria de Estado de los Estados
Unidos, Madeleine Albright, cuando dice: "Uno de los objetivos
prioritarios de nuestro gobierno es el de asegurar que los intereses
económicos de los Estados Unidos puedan extenderse a escala
planetaria" ("The Wall Street Journal". 21/I/1997),
entonces debemos entender que todo el mundo (y quiero decir "todo
todo") es el teatro de operaciones de esta guerra.
Es
de entender, entonces, que si la disputa por el "monopolio de la
violencia" no se da de acuerdo a las leyes del mercado, sino que
es desafiado desde abajo, el poder mundial "descubra" en
ese reto a un "posible agresor". Este es uno de los
desafíos (de los menos estudiados y más "condenados",
entre los muchos que representa) lanzado por los indígenas en
armas y en rebeldía del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN) en contra del neoliberalismo y por
la humanidad...
Pieza
6:
La
Megapolítica y los enanos.
Antes
dijimos que los Estados Nacionales son atacados por los centros
financieros y "obligados" a disolverse dentro de las
megápolis. Pero el neoliberalismo no sólo opera su
guerra "uniendo" naciones y regiones. Su estrategia de
DESTRUCCIÓN / DESPOBLAMIENTO y RECONSTRUCCIÓN /
REORDENAMIENTO produce una o varias fracturas en los Estados
Nacionales.
Esta
es la paradoja de la IV Guerra Mundial: hecha para eliminar fronteras
y "unir" naciones, lo que va dejando tras de sí es
una multiplicación de las fronteras y una pulverización
de las naciones que perecen en sus garras. Más allá de
los pretextos, ideologías o banderas, la actual dinámica
MUNDIAL de quiebre de la unidad de los Estados Nacionales responde a
una política, igualmente mundial, que sabe que puede ejercer
mejor su poder, y crear las condiciones óptimas para su
reproducción, sobre las ruinas de los Estados Nacionales.
Si
alguien tuviera alguna duda sobre este caracterizar al proceso de
globalización como una guerra mundial, debería
desecharla al hacer cuentas de los conflictos que provocaron y han
sido provocados por los colapsos de algunos Estados Nacionales.
Checoslovaquia, Yugoslavia, la URSS, son muestras de la profundidad
de estas crisis que dejan hechos añicos no sólo los
fundamentos políticos y económicos de los Estados
Nacionales, también las estructuras sociales. Slovenia,
Croacia y Bosnia, además de la presente guerra dentro de la
federación Rusa con Chechenia de escenario, no marcan sólo
el destino de la trágica caída del campo socialista en
los fatídicos brazos del "mundo libre", en todo el
mundo este proceso de fragmentación nacional se repite en
escala e intensidad variables. Hay tendencias separatistas en el
Estado Español (País Vasco, Cataluña y Galicia),
en Italia (Padua), en Bélgica (Flandes), en Francia (Córcega),
en el Reino Unido (Escocia y el País de Gales), y en Canadá
(Québec). Y hay más ejemplos en el resto del mundo.
Ya
nos referimos al proceso de construcción de las megápolis,
ahora hablamos de la fragmentación de países. Ambos
procesos se dan sobre la destrucción de los Estados
Nacionales. ¿Se trata de dos procesos paralelos,
independientes? ¿Dos facetas del proceso de globalización?
¿Son síntomas de una megacrisis aún por
estallar? ¿Meros hechos aislados?
Pensamos
que se trata de una contradicción inherente al proceso de
globalización, una de las esencias del modelo neoliberal. La
eliminación de fronteras comerciales, la universalidad de las
telecomunicaciones, las superautopistas de la informática, la
omnipresencia de los centros financieros, los acuerdos
internacionales de unidad económica, en fin, el proceso de
globalización en su conjunto produce, al liquidar los Estados
Nacionales, una pulverización de los mercados internos. Éstos
no desaparecen o se diluyen en los mercados internacionales, sino que
consolidan su fragmentación y se multiplican.
Sonará
contradictorio, pero la globalización produce un mundo
fragmentado, lleno de pedazos aislados unos de otros (y no pocas
veces enfrentados entre sí). Un mundo lleno de compartimentos
estancos, comunicados apenas por frágiles puentes económicos
(en todo caso tan constantes como la veleta de viento que es el
capital financiero). Un mundo de espejos rotos reflejando la inútil
unidad mundial del rompecabezas neoliberal.
Pero
el neoliberalismo no sólo fragmenta el mundo que supone unir,
también produce el centro político-económico que
dirige esta guerra. Y si, como señalamos antes, los centros
financieros imponen su ley (la del mercado) a naciones y a grupos de
naciones, entonces deberíamos redefinir los límites y
alcances de la política, es decir, del quehacer político.
Conviene entonces hablar de la megapolítica, en ésta
sería donde se decidiría el "orden mundial".
Y
cuando decimos "megapolítica" no nos referimos al
número de quienes en ella se mueven. Son pocos, muy pocos, los
que se encuentran en esta "megaesfera". La megapolítica
globaliza las políticas nacionales, es decir, las sujeta a una
dirección que tiene intereses mundiales (que por lo regular
son contradictorios a los intereses nacionales) y cuya lógica
es la del mercado, es decir, la de la ganancia económica.
Con
este criterio economicista (y criminal) se decide sobre guerras,
créditos, compra y venta de mercancías, reconocimientos
diplomáticos, bloqueos comerciales, apoyos políticos,
leyes de migración, golpes de Estado, represiones, elecciones,
unidades políticas internacionales, rupturas políticas
intranacionales, inversiones, es decir, la supervivencia de naciones
enteras.
El
poder mundial de los centros financieros es tan grande, que pueden
prescindir de la preocupación por el signo político de
quien detente el poder en una nación, si es que se garantiza
que el programa político de quien detente el poder en una
nación, si es que se garantiza que el programa económico
(es decir, la parte que corresponde al megaprograma económico
mundial) no se altere.
El
gran poder mundial puede tolerar un gobierno de izquierda en
cualquier parte del mundo, siempre y cuando ese gobierno no tome
medidas que vayan en contra de las disposiciones de los centros
financieros mundiales. Pero de ninguna manera tolerará que una
alternativa de organización económica, política
y social se consolide. Para la megapolítica, las políticas
nacionales son hechas por enanos que deben plegarse a los dictados
del gigante financiero. Así será, hasta que los enanos
se rebelen...
Aquí
tiene usted la figura que representa la "megapolítica".
Comprenderá usted que es inútil tratar de encontrarle
una racionalidad y que, desenredando la madeja, nada quedará
claro.
Pieza
7:
Las
bolsas de resistencia.
"Para empezar, te ruego no confundir la Resistencia con la
oposición política. La oposición no se opone al
poder sino a un gobierno, y su forma lograda y completa es la de un
partido de oposición; mientras que la resistencia, por
definición (ahora sí), no puede ser un partido: no está
hecha para gobernar a su vez, sino para... resistir."
Tomás
Segovia. "Alegatorio". México, 1996.
La
aparente infalibilidad de la globalización choca con la terca
desobediencia de la realidad. Al mismo tiempo que el neoliberalismo
lleva adelante su guerra mundial, en todo el planeta se van formando
grupos de inconformes, núcleos de rebeldes. El imperio de las
bolsas financieras enfrenta la rebeldía de las bolsas de
resistencia.
Sí,
bolsas. De todos los tamaños, de diferentes colores, de las
formas más variadas. Su única semejanza es su
resistirse al "nuevo orden mundial" y al crimen contra la
humanidad que conlleva la guerra neoliberal.
Al
tratar de imponer su modelo económico, político, social
y cultural, el neoliberalismo pretende subyugar a millones de seres,
y deshacerse de todos aquellos que no tienen lugar en su nuevo
reparto del mundo. Pero resulta que estos "prescindibles"
se rebelan y resisten contra el poder que quiere eliminarlos.
Mujeres, niños, ancianos, jóvenes, indígenas,
ecologistas, homosexuales, lesbianas, seropositivos, trabajadores y
todos aquellos y aquellas que no sólo "sobran", sino
que también "molestan" al orden y el progreso
mundiales, se rebelan, se organizan y luchan. Sabiéndose
iguales y diferentes, los excluidos de la "modernidad"
empiezan a tejer las resistencias en contra del proceso de
destrucción / despoblamiento y reconstrucción /
reordenamiento que lleva adelante, como guerra mundial, el
neoliberalismo.
En
México, por poner un ejemplo, el llamado "Programa de
desarrollo integral del Istmo de Tehuantepec" pretende construir
un moderno centro internacional de distribución y ensamble de
mercancías. La zona de desarrollo abarca un complejo
industrial en el que se refina la tercera parte del crudo mexicano y
se elabora el 88% de los productos petroquímicos. Las vías
de tránsito interoceánico consistirán en
carreteras, una ruta fluvial aprovechando el tendido natural de la
zona (río Coatzacoalcos) y, como eje articulador, la línea
del ferrocarril transístmico (a cargo de 5 empresas, 4 de EU y
1 de Canadá). El proyecto sería zona ensambladora bajo
el régimen de maquiladoras. Dos millones de pobladores del
lugar pasarían a ser estibadores, controladores de paso o
maquiladores. (Ana Esther Ceceña. "El Istmo de
Tehuantepec: frontera de la soberanía nacional". "La
Jornada del Campo" 28 de mayo 1997.) También en el
sureste mexicano, en la selva Lacandona, se echa a andar el "Programa
de Desarrollo Regional Sustentable para la Selva Lacandona". Su
objetivo real es poner a disposición del capital las tierras
indígenas que, además de ser ricas en dignidad e
historia, también lo son en petróleo y uranio.
El
resultado previsible de estos proyectos será, entre otros, la
fragmentación de México (separando al sureste del resto
del país). Además, y ya que de guerras hablamos, los
proyectos tienen implicaciones contrainsurgentes. Forma parte de una
pinza para liquidar la rebeldía antineoliberal que explotó
en 1994. En medio quedan los indígenas rebeldes del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
(Ya
en el tema de indígenas rebeldes conviene un paréntesis:
los zapatistas piensan que, en México (ojo: en México)
la recuperación y defensa de la soberanía nacional es
parte de una revolución antineoliberal. Paradójicamente,
el EZLN es acusado de pretender la fragmentación de la nación
mexicana. La realidad es que los únicos que han hablado de
separatismo son los empresarios del estado de Tabasco (rico en
petróleo) y los diputados federales chiapanecos que pertenecen
al PRI. Los zapatistas piensan que es necesaria la defensa del Estado
Nacional frente a la globalización, y que los intentos de
partir a México en pedazos vienen del grupo gobernante y no de
las justas demandas de autonomía para los pueblos indios. El
EZLN, y lo mejor del movimiento indígena nacional, no quieren
que los pueblos indios se separen de México, sino ser
reconocidos como parte del país con sus especificidades. No
sólo eso, quieren un México con democracia, libertad y
justicia. Las paradojas siguen, porque mientras el EZLN lucha por la
defensa de la soberanía nacional, el Ejército Federal
Mexicano lucha contra esa defensa y defiende a un gobierno que ha
destruido ya las bases materiales de la soberanía nacional y
ha entregado el país, no sólo al gran capital
extranjero, también al narcotráfico).
Pero
no sólo en las montañas del sureste mexicano se resiste
y se lucha contra el neoliberalismo. En otras partes de México,
en la América Latina, en los Estados Unidos y el Canadá,
en la Europa del Tratado de Masstrich, en el África, en el
Asia, y en Oceanía, las bolsas de resistencia se multiplican.
Cada una de ellas tiene su propia historia, sus diferencias, sus
igualdades, sus demandas, sus luchas, sus logros. Si la humanidad
tiene todavía esperanzas de supervivencia, de ser mejor, esas
esperanzas están en las bolsas que forman los excluidos, los
sobrantes, los desechables.
Este
es un modelo de bolsa de resistencia, pero no haga mucho caso de él.
Hay tantos modelos como resistencias y como mundos hay en el mundo.
Así que dibuje el modelo que más le guste. En esto de
las bolsas, como en las resistencias, la diversidad es riqueza. Hay,
a no dudarlo, más piezas del rompecabezas neoliberal. Por
ejemplo: los medios de comunicación, la cultura, la polución,
las pandemias. Aquí sólo hemos querido mostrarle el
trazo de 7 de ellas.
Estas
7 bastan para que usted, después de dibujarlas, colorearlas y
recortarlas, se dé cuenta que es imposible armarlas juntas. Y
éste es el problema del mundo que la globalización ha
pretendido rearmar: las piezas no encajan.
Por
esto, y por otras razones que no vienen al espacio de este texto, es
necesario hacer un mundo nuevo. Un mundo donde quepan muchos mundos,
donde quepan todos los mundos...
Desde
las montañas del Sureste Mexicano.
Ejército
Zapatista de Liberación Nacional. México, Junio de
1997.
P.D.
QUE CUENTA SUEÑOS QUE EL AMOR ANIDA.- Reposa la mar a mi lado.
Comparte desde hace tiempo angustias, incertidumbres y no pocos
sueños, pero ahora duerme conmigo la caliente noche de la
selva. Yo miro su trigo agitado en el sueño y me maravillo de
nuevo al encontrarla a ella como es ley: tibia, fresca y a mi lado.
La asfixia me saca del lecho y toma mi mano y la pluma para traer al
Viejo Antonio hoy, como hace años...
He
pedido al Viejo Antonio que me acompañe en una exploración
río abajo. No llevamos más que un poco de pozol para
comer. Durante horas seguimos el caprichoso cauce y el hambre y el
calor aprietan. Toda la tarde la pasamos tras una piara de jabalíes.
Casi anochece cuando le damos alcance, pero un enorme censo (puerco
de monte) se desprende del grupo y nos ataca. Yo saco a relucir todos
mis conocimientos militares, dejo tirada mi arma y me trepo al árbol
más cercano. El Viejo Antonio queda inerme ante el ataque,
pero en lugar de correr, se pone tras una maraña de bejucos.
El gigantesco jabalí arremete de frente y con toda su fuerza,
pero queda atrapado entre las lianas y las espinas. Antes de que
pueda librarse, el Viejo Antonio levanta su vieja chimba y, de un
tiro en la cabeza, resuelve la cena de ese día.
Ya
en la madrugada, cuando he terminado de limpiar mi moderno fusil
automático (un M-16, calibre 5.56 mm, con selector de cadencia
y alcance efectivo de 460 metros, además de mira telescópica,
bipie y cargador de "drum" con 90 tiros), escribo en mi
diario de campaña y, omitiendo todo lo sucedido, sólo
anoto: "Topamos puerco y A. mató una pieza. Altura 350
msnm. No llovió".
Mientras
esperamos que se cueza la carne, le cuento al Viejo Antonio que la
parte que me toca servirá para las fiestas que se preparan en
el campamento. "¿Fiestas?", me pregunta mientras
atiza el fuego. "Sí", le digo, "No importa el
mes, siempre hay algo que celebrar.". Después sigo con lo
que yo supuse era una brillante disertación sobre el
calendario histórico y las celebraciones zapatistas. En
silencio escucha el Viejo Antonio y, suponiendo que no le interesa,
me acomodo para dormir.
Entre
sueños miró al Viejo Antonio tomar mi cuaderno y
escribir algo. En la mañana, repartimos la carne después
del desayuno y cada uno toma su camino. Ya en nuestro campamento,
reporto al mando y le muestro la bitácora para que sepa lo
ocurrido. "Esta no es tu letra", me dice mientras me
muestra la hoja del cuaderno. Ahí, al final de lo que yo anoté
ese día, el Viejo Antonio había escrito con letras
grandes:
"Si
no puedes tener la razón y la fuerza, escoge siempre la razón
y deja que el enemigo tenga la fuerza. En muchos combates puede la
fuerza obtener la victoria, pero en la lucha toda sólo la
razón vence. El poderoso nunca podrá sacar razón
de su fuerza, pero nosotros siempre podremos obtener fuerza de la
razón".
Y
más abajo, con letra muy pequeña: "Felices
fiestas".
Ni
para qué decirlo, se me quitó el hambre. Las fiestas,
como siempre, estuvieron bien alegres. "La del moño
colorado" estaba todavía, felizmente, muy lejos del "hit
parade" de los zapatistas...